Title: Prosa Política (Las Repúblicas Americanas)
Author: Rubén Darío
Illustrator: Enrique Ochoa
Release date: October 30, 2016 [eBook #53413]
Most recently updated: October 23, 2024
Language: Spanish
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PROSA POLÍTICA
ES PROPIEDAD
POR
Rubén Darío
ILUSTRACIONES
DE
Enrique Ochoa
VOLUMEN XIII
DE LAS OBRAS COMPLETAS
ADMINISTRACIÓN:
EDITORIAL «MUNDO LATINO»
MADRID
Entre los acontecimientos que la historia ha de señalar de modo principal en los principios del siglo xx, está el surgir ante el mundo de la «nueva y gloriosa Nación» que se canta en el himno de los argentinos, no a la vida política, libre e independiente que se conquistara hace una centuria, sino a la vida de los pueblos superiores por el trabajo y la riqueza pacífica. En la balanza que forma el continente americano, es la República Argentina la que hace el contrapeso a la pujanza yanqui, la que salvará el espíritu de la raza y pondrá coto a más que probables y aprobadas tentativas imperialistas. Y hoy, por eso el mundo fija la mirada en ese gran país del Sur, de apenas siete millones de habitantes, que rivaliza en más de una empresa agraria, pecuniaria o financiera con el otro gran país del Norte cuya población pasa de ochenta millones.
Pueblo formado con savia española, que heredara todas las cualidades y defectos de los conquistadores,[4] con agregación de nuevos elementos, inició su independencia con hechos épicos, sufrió las consecuentes agitaciones y revueltas de un estado de ensayo; soportó los soplos del pampero anárquico y se desangró en choques intestinos; supo lo que pesa el plomo y hierro de las tiranías; se revolvió contra ellas; fué poco a poco iluminando su propia alma, el alma popular, y enseñó al Demos la verdadera diferencia entre la civilización y la barbarie; cuida de la escuela y de la universidad; propaga cultura y progreso; levanta y da brillo a la organización parlamentaria; ve que en el seno de su tierra está la mayor de las riquezas; se preocupa de las cuestiones económicas que son las cuestiones vitales; por eliminación y por cruzamiento comienza la formación de una raza flamante; recibe sangre viva y músculo útil de los cuatro puntos del globo; echa al olvido el daño español del «pronunciamiento» y el mal hispano-americano de la revolución; crece; se hace fuerte al amparo de una política de engrandecimiento económico; hace que las grandes potencias la miren con simpatía, y celebra su primer fiesta secular con el asombro aprobador de todas las naciones de la tierra.
De tal modo puede decir con justo orgullo un[5] ilustre argentino, Joaquín V. González, palabras como éstas: «Así, el pueblo argentino, con ser en América uno de los que mayores dificultades ha debido vencer para fundar un estado social de libertad y un hogar común para todos los hombres, puede ofrecer un cuociente de trabajo propio y prospectivo que equivale a un período más extenso de paz y de orden que el que realmente ha podido gozar, y su mérito mayor a la consideración de sus contemporáneos, será la consagración absoluta de su labor y supremas energías, a labrar una prosperidad y una riqueza materiales que no ciegue de modo irreparables las fuentes del ideal y la belleza, que no encierre como el avaro dentro de su propia casa, sino que la ofrezca al goce de todos los hombres y pueblos, en un banquete eucarístico de fraternidad y de solidaridad universal».
Pocos países, puede decirse, están más seguros de su porvenir. La prosperidad nacional no tiene, relativamente, parangón, pues asombra a los mismos hombres del Norte, que comparan. Las lecciones del pasado se han tenido en cuenta, y en medio de las más enconadas luchas políticas, todos los partidos, todos los hombres dirigentes, han tenido ante todo en mira la dignidad y el engrandecimiento[6] nacionales. Ha habido grandes errores que la ola del progreso ha borrado, y aun desaciertos de ayer han abonado el campo del trabajo de hoy.
Ha tenido el país que hacerse fuerte para hacerse respetable, aunque, según la palabra del eminente Sr. Norberto Piñero, «el papel histórico de la Argentina es el de la creación de una raza y de una civilización que ha de difundirse en la paz y por medios pacíficos». Y ha sostenido, a pesar de su desenvolvimiento positivo y práctico, la cultura tradicional. «Bajo el punto de vista literario, escribía un autor francés hace más de cuarenta años, Buenos Aires ocupa el primer rango entre las ciudades de la antigua América española».
La prensa Argentina es hoy la primera en lengua castellana, por su riqueza, por su incomparable impulso y por su nutrición universal. El adelanto universitario ha sido enorme en pocos años. Su instrucción pública, sus planteles pedagógicos no tienen nada que envidiar, y sí mucho que mostrar con justo orgullo a cualquier país de la tierra.
Al antiguo romanticismo político, noble y generoso de ideales, sucede, por virtud de la evolución,[7] un concepto más hondo y firme de la misión nacional y del patrio porvenir, sin mengua de la fraternidad humana, antes bien, ofreciendo trabajo y hogar a todos los hombres.
Y ello no es una frase lírica. Yo he habitado en el suelo argentino y he visto cuán grandes se abren las puertas de la república a todo extranjero, cuán sincera y práctica es la hospitalidad para todo elemento útil. El programa patrio pudiera declararse en dos palabras: trabajo y cultura. En ello van la independencia y la libertad. ¿Quién más dueño de su futuro que semejante pueblo? Escribe C. O. Bunge: «La semilla arrojada con gesto grandioso por la mano de la Revolución sobre el suelo fecundo de la patria, ha germinado, desarrollándose en gigantesco árbol, exuberante de flores, muchas de las cuales cuajáronse ya en riquísimos frutos. Si nos enorgullecemos con razón de la presente cultura, obra en gran parte de la enseñanza nacional, mucho más debemos esperar para el porvenir. ¡El porvenir es nuestro!» Ese porvenir, que será resultado del esfuerzo argentino y de la colaboración extranjera, se define en las palabras de Edmundo d'Amicis, que citara en un concienzudo trabajo sobre inmigración Aníbal Latino; es el voto y el augurio de que los[8] argentinos y los extranjeros vivan siempre como hermanos, «y avancen juntos en el camino de la bondad y del trabajo, manteniendo ese amplio y fecundo sentimiento de tolerancia, de benevolencia, de amor patrio sin soberbia, de amor fraternal sin recelos, que puede hacer de diez pueblos un solo pueblo, de varias razas un solo estado, produciendo una maravillosa generación multiforme que verá una patria argentina transfigurada y poderosa, como lo desean y lo sueñan la fiereza amable de sus hijos y la gratitud sincera de sus huéspedes».
Por sus antecedentes históricos de heroísmo libertador, Venezuela ocupa la primera página en los fastos de la América Meridional. Allí tuvieron lugar las primeras rebeldías emancipadoras del continente Sur, y surgieron muchos de los grandes soldados patriotas que fundaron cinco nacionalidades. Patria de Simón Bolívar, Venezuela abrió amplios horizontes a la cultura y al progreso de nuestra raza, influyendo de manera trascendental en el desenvolvimiento político de ella.
A pesar de los contratiempos de la vida interna y de los reveses en la marcha evolutiva, los venezolanos y su régimen mantuvieron siempre esa influencia. En defensa de su integridad, Venezuela ha dado muestras de firme civismo, oponiéndose a los poderosos y sosteniendo la justicia de su causa. Todas las condiciones de una raza superior acreditan al venezolano, que es valiente, franco y comprensor de sus deberes de ciudadano,[12] para quien la patria está sobre todo otro interés. Las instituciones y Legislatura del país lo llevan a un alto destino entre los pueblos avanzados, pues desde el establecimiento de la República, ha tenido por norma los mejores principios democráticos.
Venezuela, como es sabido, ocupa el límite Norte de la América del Sur, en una superficie de 1.553.742 kilómetros cuadrados, o sea el cuádruplo de la totalidad del territorio de Centro-América. Con arreglo a la Constitución, la República se compone de 20 Estados, un Distrito Federal y dos territorios, como sigue: Estados de Apure, Aragua, Anzoátegui, Bolívar, Carabobo, Cojedes, Falcón, Guárico, Lara, Monagas, Mérida, Miranda, Nueva Esparta, Portuguesa, Sucre, Táchira, Trujillo, Iaragui, Zamora y Zulia, los territorios de Amazonas y Delta Amacuro y el Distrito Federal formado por la ciudad de Caracas y sus parroquias Foráneas. El censo de la República ascendía en el año de 1909 a 2.664.294 habitantes. El clima se adapta a toda clase de cultivos. Son desconocidos los extremos de calor y frío. La salubridad es inmejorable en todo el país.
Venezuela, más que el Paraguay, es la Mesopotamia[13] de América. Cruzan y bañan su territorio algo como 1.059 ríos, de los cuales 436 son afluentes del Orinoco. Esto es causa de que exista allí una flora de las más ricas y variadas del mundo.
En las llanuras crecen las palmas; en los bosques, los bambues, los manglares y una inmensa variedad de árboles selváticos como el laurel, el tamarindo y las palmas de hojas pinadas. En la región cálida, el cacao, el café, la caña de azúcar, el coco, el banano y la yuca. En la zona templada, además de lo anterior, se dan el algodón, maíz, trigo, cebada, todos los cereales y árboles frutales. La región vegetal consta de 349.661 kilómetros cuadrados, de los cuales 785.590 están en plena naturaleza, abundando las maderas preciosas.
Después de la Argentina, Venezuela es el país que posee más terrenos aptos para la ganadería. Estos alcanzan a unos 405.620 kilómetros cuadrados. La minería es de una riqueza casi inverosímil. Existen allí todos los metales conocidos; pero pueden explotarse con mayor facilidad el oro, la plata, el cobre, el hierro, el plomo, el azufre y el asfalto. Hasta el año de 1894 se conocían en el país 62 minas de oro. Venezuela ocupa el[14] quinto lugar entre los países auríferos de América.
Las minas de cobre ascendían en el año de 1894 a 14, estando en constante explotación. Los yacimientos de hierro son de una ley de 80 por 100 de metal puro. El asfalto es de fabuloso acopio cerca del río Pedernales, en Maracaibo, Mérida y Coro. La hulla, el azufre, el petróleo, el azabache, la pizarra, el mármol, la cal, así como las salinas, se explotan abundantemente.
Venezuela es una de las naciones americanas más favorables a la inmigración, y su gobierno, con el fin de fomentarla, ha dictado leyes liberales que otorgan a los que inmigran importantes garantías, auxilios y franquicias. El carácter esencialmente hospitalario del venezolano, la fertilidad de la tierra, la legislación, la estabilidad de su sistema monetario y de su régimen económico, abren horizontes dilatados al extranjero que llega a la República dispuesto a trabajar.
La nación está constituída federalmente. Los estados son autónomos. Reconocen la autonomía federal de los distritos y su independencia del poder político del Estado, en todo lo concerniente a su régimen económico y administrativo.
La tierra venezolana fué descubierta por Colón[15] en 31 de Julio del año 1498. El incremento que tomaron posteriormente las tierras descubiertas, hizo que el gobierno español las dividiera en virreinatos y capitanías generales. Venezuela fué, en el año de 1731, una de éstas, dependiente del virreinato de la Nueva Granada, que abarcaba lo que después fué la gran Colombia. En el año de 1567 se echaron las bases de la ciudad de Caracas, erigiéndose la primera iglesia católica al año siguiente. En 1725 establecióse la Universidad de Caracas.
A fines del siglo xviii empezaron a propagarse las ideas de independencia. El 13 de Julio de 1797 se descubrió el primer conato revolucionario, que debía estallar pocos meses después, y que llevó al patíbulo a varios de sus promotores. El primer mártir de la libertad venezolana fué don José María España, que murió ahorcado el 8 de Mayo del año de 1799.
Francisco de Miranda inició en 1806, aunque sin éxito, la época heroica, que debía tener como resultado la independencia. El 19 de Abril de 1810, el capitán general Emparán fué depuesto por el pueblo, y se nombró en su lugar una Junta de gobierno que reconoció a Fernando VII como legítimo rey. La Regencia de Cádiz protestó de[16] esta determinación y ordenó el bloqueo de los puertos venezolanos; pero la Junta de gobierno convocó una Asamblea, que se reunió el 2 de Mayo de 1811. Esta Asamblea, en 5 de Junio del mismo año, declaró a la nación absolutamente desligada de España, y una guerra empezó entre venezolanos y españoles, en la que intervinieron gloriosamente Bolívar, Soublette, Nariño, Cedeño, Plaza, Rivas, Anzoátegui, Flores, Urdaneta, Páez, Brián y otros egregios patriotas. Esta contienda terminó el 7 de Noviembre de 1823 con la toma de Puerto Cabello por las armas libertadoras.
La Gran Colombia, creada por el Congreso de Angostura, fué despedazada por las tempestades revolucionarias de 1830, surgiendo entonces la República de Venezuela. El general José Antonio Páez, uno de los héroes de la Independencia, desentendiéndose de los vínculos que le unían a Bolívar, rompe todo ligamen entre Venezuela y la Gran Colombia, toma el poder en 1831 e inicia la primera presidencia constitucional. Siguieron a Páez, que tomó por segunda vez el poder en 1839, José María Vargas, José Tadeo Monagas y José Gregorio Monagas, que fueron desposeídos de sus cargos por nuevas revoluciones. En 1858[17] sube al poder el general Julián Castro, cuyo gobierno fué poco estable por la lucha armada entre liberales y conservadores, en la cual aquéllos alzaron por primera vez la bandera de la federación, sistema que ha imperado hasta hoy. Después de una dictadura del general Páez, el triunfo de las ideas liberales elevó al poder, en 1863, al general Juan C. Falcón, jefe del liberalismo, quien dió a la República una nueva Constitución.
El florecimiento de la Instrucción Pública es muy notable en Venezuela. Por decreto de 23 de Febrero de 1909, el gobierno dispuso elevar a 1.012—que luego han sido 1.217—el número de escuelas de la República que, cuatro años antes, sólo alcanzaban a 716. A estas escuelas asisten, por término medio, 27.000 alumnos. Hay, además, dos escuelas normales, una para cada sexo; 54 colegios particulares, de los cuales están subvencionados 21; numerosos institutos especiales, entre ellos la Academia Nacional de Bellas Artes, las Escuelas de Artes y Oficios, las universidades Central de Caracas, y la Andina en Mérida; la Escuela de Ingeniería, el Seminario, las Escuelas Politécnicas, de Agricultura, de Ingenieros, la de Minas y otras. Por lo que se ve, la[18] educación pública de Venezuela estará muy pronto a la altura de su intelectualidad.
Este ramo importante cuenta con valiosos elementos profesionales, como los doctores D. Trino Baptista y D. Samuel Darío Maldonado. El primero está considerado como la mejor autoridad en el ramo por su vasta ilustración, su amplio espíritu reformador y su patriotismo. Hoy ocupa el ministerio de Instrucción Pública un hombre eminente, nutrido de letras humanas, y en el cual hay el espíritu de los grandes Cancilleres: el Dr. Gil Fortoul.
El Tesoro Público ha tomado grande incremento. Se han suprimido los monopolios que existían sobre algunas industrias importantes y roto las trabas que impedían las transacciones comerciales en general, derogándose muchos decretos y disposiciones de viejos gobiernos sobre exportación e importación. Han sido exonerados de derechos aduaneros varios artículos considerados como esenciales para el desarrollo de la riqueza nacional y libertádose de gabelas el comercio de cabotaje, y se han dejado además sin objeto disposiciones sobre impuesto tabacalero, y se ha restablecido el importante tráfico mercantil con la vecina República de Colombia. Se han[19] dictado medidas acertadas sobre salinas y venta de licores, aumentando considerablemente los ingresos públicos.
El presupuesto del año fiscal, comprendido entre el 1.o de Octubre de 1909 hasta el mismo día de 1910, ascendía a 50.000.000 de Bolívares, equivalentes a francos.
Las obras públicas se hallan en singular desarrollo, y se cuentan ya varias construcciones de nuevas escuelas, hospitales, lazaretos, cuarteles, ferrocarriles y puentes, que se llevan a cabo tanto en Caracas como en los diversos estados federales. No he de terminar sin saludar cordialmente la mentalidad venezolana, en sus representantes de un siglo de labores transcendentes, que han enaltecido el nombre nacional en la Historia, en la Crítica, en la Polémica, en la Novela, en la Poesía...
Nosotros, decía un eminente argentino, no tenemos un país rico, hemos hecho nuestra riqueza. Países ricos, son esos que suben al norte en tierras de tesoros, Colombia, por ejemplo». En efecto, si todo nuestro continente es generoso y rico, Colombia es uno de los países que tienen mayores riquezas en la tierra. Hay que recordar que en ella está la fabulosa región de El Dorado. «Su clima variadísimo—escribía hace poco el Sr. Luis Cano—y la riqueza insoluble de su suelo atraerán seguramente la inmigración europea, que hasta hoy no ha logrado recibir, a causa de la inestabilidad política y por falta de propaganda exterior y de leyes correspondientes a este objeto. Apenas ahora el Gobierno se preocupa formalmente de provocar una corriente inmigratoria que desde hace mucho tiempo necesita, y que será uno de los factores principales en su proceso de crecimiento. Del mismo modo, parece ya casi suspendido por obra de la paz y de[24] la moralidad gubernativa, el éxodo de nacionales, que constituía una de las características más desconsoladoras de la pasada difícil situación del país. Cierto, esa tierra de leones ha sido de las más agitadas del continente por la fiebre revolucionaria. El hombre que aró en el mar, conocía bien el ambiente de sus empresas. Ha sido Colombia en la América Latina, el país de las más grandes ilusiones políticas y de terribles contiendas, que han debilitado la salud de la república. «Durante toda nuestra vida independiente, ha escrito Pérez Triana, hemos malgastado nuestras energías en pavorosas luchas cruentas, que nos han hecho aparecer ante el mundo como indignos de la independencia que obtuvieron nuestros mayores, y como inhábiles para el aprovechamiento, en bien de nosotros mismos y de la humanidad, de la egregia herencia que nos legaron.» Pero esos son cargos para todas nuestras nacionalidades, con señaladísimas excepciones.
Lo que ha distinguido en todo tiempo a Colombia, ha sido su fecundidad en valores intelectuales. Santa Fe de Bogotá fué tenida, desde antaño, como la Atenas hispano-americana, aunque tal denominación se haya dado a otras ciudades estudiosas. ¿Hasta qué punto tendrán razón los que[25] afirman que hoy es bastante lamentable para un país nuestro el poseer una capital que sea más o menos nombrada la Atenas de las repúblicas? El progreso, en la América latina, se dice, se mide por la mayor o menor preocupación por las bellas letras y por el cultivo de la lengua castellana. El culto de la gramática, he ahí el enemigo. La capital menos castiza: Buenos Aires. El único presidente que haya decretado sobre el idioma de sus conciudadanos: el doctor Soto, de Honduras. Hay mucho en esto de paradoja. Colombia, no hay duda, ha sido un gran cerebro en América; pero ha tenido también un brazo fuerte, un corazón vasto, un cuerpo rico de energías, cuya acción se desviara a causa de haber concentrado más que en otras partes, la influencia nociva de los antiguos filtros españoles. A propósito de una región del interior colombiano, habla el Sr. don Miguel Triana de «el régimen cuasi feudal, el ensueño aristocrático, la veneración al estandarte real que pudiera decirse nostalgia colonial, el predominio teocrático en la disciplina íntima y el consiguiente desafecto hacia los hombres, las glorias, las ideas y los métodos de la democracia moderna. Así se explica como, en los plenos días de la vida nueva, se oyen protestas contra el 89,[26] contra el anhelo de la concordia republicana y contra la igualdad civil, culpando todos esos cánones modernos de inspiración diabólica». No os imaginéis que ella sea aplicable a toda Colombia. ¿No es allí en donde han surgido, en toda época, espíritus revolucionarios, y en donde se llevara a la práctica un ensueño de romanticismo político, como la famosa constitución de Río Negro, que mereciera, ¡naturalmente! la bendición pontifical de Víctor Hugo? Nada más desdeñable que el jacobinismo; y no seré yo quien censure y desee la completa desaparición de antiguallas, como el respeto a las jerarquías, el predominio de los excelentes, el orden y la disciplina, y, la más antigua de todas, el concepto de Dios. Pero todo eso puede ir y debe ir en la vida moderna, acompañado de ferrocarriles, bancos, industrias, agricultura; esto es, trabajo y hacienda pingüe en los estados.
Colombia ha pasado, a costa de su sangre y de su oro, por harto dolorosas experiencias; y si se afirma la dirección de paz y de progreso, y verdadera regeneración que se ha iniciado con la buena voluntad de sus hombres eminentes y el aumento de los caudales públicos, florecerá en una nueva y grandiosa era. ¿Qué llegará a ser[27] esa renombrada Bogotá, archivo de cultura y señorío, de la cual cuentan encantos los que han tenido la suerte de visitarla, cuando una a sus tradicionales atractivos, que desde luego tomarán otros aspectos, la vitalidad y el brillo de una ciudad moderna? ¿Qué de ese país predilecto de la abundancia, el día en que sus energías se empleen, dados ya al olvido los intereses partidarios, en la labor de hacer riqueza, civilización y patria grande? En una obra del general Jorge Holguín, se encuentra el siguiente penoso resumen estadístico: «En los setenta y tres años transcurridos de 1830 a 1903, tuvieron lugar en Colombia:
Nueve grandes guerras civiles, generales.
Catorce guerras civiles, locales.
Dos guerras internacionales, ambas con el Ecuador.
Tres golpes de cuartel, incluyendo el de Panamá.
Una conspiración fracasada, que hacen en total veintinueve calamidades públicas.
De los informes publicados por los ministerios de Hacienda y Tesoro en los años correspondientes a 1830, 1840, 1851, 1854, 1861, 1867, 1876, 1885 y 1899 (que fueron los años de las grandes guerras), resulta que, sin computar la destrucción de riqueza ni calcular las pérdidas sufridas por los particulares,[28] desdeñando lucro cesante y daño emergente, y haciendo cuenta únicamente del dinero pagado o reconocido por el Tesoro Nacional, las susodichas guerras costaron aproximadamente:
Nueve guerras, por término medio, a pesos oro 3.500.000 cada una | 31.500.000 |
Catorce guerras locales, por término medio, a 400.000 | 5.600.000 |
Dos guerras internacionales | 800.000 |
Dos golpes de cuartel, 23 de Mayo y 31 de Julio de 1912 | |
Una conspiración de cuartel encabezada por el general Huertas en Panamá el 3 de Noviembre de 1903, importe de la concesión conforme contrato Herrán-Hay, 10.000.000. Anualidades del ferrocarril, capitalizadas en 4.000.000. | 14.000.000 |
51.900.000 |
Muy pocos son los países del mundo que tengan la desgracia (proporciones guardadas) de registrar en sus Anales inventario tan aterrador y, sin embargo, a pesar de ser tan elevada la cuenta, es muy cierto que, atendido el apasionamiento[29] y la exacerbación en que han vivido los partidos, las ofensas que se han irrogado, los golpes que se han descargado en medio de luchas espantosas, de agitaciones horribles y de ansiedades incesantes, las guerras, los golpes de cuartel y las conspiraciones no han sido tantos cuantos habría podido suponer un observador imparcial que hubiera seguido con atención la marcha de los asuntos públicos.» Si se hiciese un inventario igual de cada una de nuestras enfermas democracias, Colombia tendría el alivio de las comparaciones. De todos modos, es la patria la que ha sufrido. Y los estadistas, los gobernantes no han tenido sino que sufrir la fatalidad de su medio. El mismo Sr. Holguín da una discreta explicación: «...Por grandes que fuesen, dice, su inteligencia y su ilustración, y por nobles y rectas que fueran sus intenciones, estando la nación dividida en partidos intransigentes que habían adquirido la costumbre de confiar la solución de sus diferencias al juego tan peligroso de las batallas, no contando con ninguna clase social que sirviera de contrapeso a las otras clases sociales, que andaban enloquecidas con la política; viéndose obligados a defenderse con frecuencia de las revoluciones, de las conspiraciones, de los golpes de[30] cuartel y de los ataques formidables que le dirigía la prensa de oposición; con escasas rentas públicas, con gastos enormes, teniendo que hacer esfuerzos extraordinarios para cumplir los más urgentes compromisos del erario... por grande, decimos, que fuese su inteligencia, la tarea de guiar la nave del Estado por entre tantos obstáculos, ha tenido que ser, si no imposible, por lo menos muy difícil». En cualquiera de nuestros países, apartando desde hace algunas centurias a Chile, la Argentina y la pequeña Costa Rica, la situación ha sido la misma. Lo continental endémico no aminora sino que acrece lo lamentable. Todos hemos tenido nuestros criollos y chapetones, al comienzo, para seguir después con nuestros federales y unitarios, rojos y blancos, liberales y conservadores, y la innumerable división de los istas. Pero Colombia, como pocos pueblos, ha pagado sus choques y disenciones civiles. Y pocos pueblos han podido también contar con varones tan ilustres en los distintos partidos.
No me ocuparé nunca de la política interior de ninguna nación. Haré notar, no obstante, que desde la unión efectuada por los diferentes elementos de las agrupaciones políticas, se ha logrado «la reimplantación gradual y segura de un[31] Gobierno democrático y liberal, dentro de las exigencias no estrechas de su criterio conservador». Y el actual mandatario se esfuerza por mejorar el crédito ante todo, impulsar la industria y el comercio, vigorizar, en una palabra, su país, que ha de llegar a ser todo lo que puede, con sus vastas riquezas fomentadas en una paz laboriosa.
Bogotá la docta y palatina, se abrillanta, se rejuvenece. Medellín, cuyos adelantos se han expuesto tan plausiblemente en una publicación, con motivo del centenario Colombiano; Popayán, ciudad que, según la frase de Reclus, es de las ciudades que, vistas a distancia, presentan el cuadro más encantador y más grandioso; Cali, «la ciudad más bella de Colombia y la que algún día habrá de disputar a Valparaíso el imperio del Océano Pacífico»; otras ciudades más, serán quizá en breve focos de civilización y de vitalidad.
Es demás señalar las ventajas de las regiones colombianas descriptas en los tratados geográficos y en los libros de viajes; y la belleza y encantos rurales que en el mundo entero se han podido apreciar con la simple lectura de la María, de Jorge Isaacs. Colombia es la Fertilidad, en su aspecto físico, como en su aspecto moral es el Talento. Es el imperio de las esmeraldas y de los[32] versos. Sus figuras intelectuales son incontables, desde la colonia hasta nuestros días. ¿Qué será Colombia el día que lleguen a sus inmensas tierras los brazos y las iniciativas europeas? Colombia será una de las grandes sorpresas de la historia humana. Seguid, oh pueblos de nuestra América, la estela que va dejando en triunfo hacia el porvenir el potente navío argentino, y más de un sueño increíble se realizará entre las naciones.
Isla bella, de feracidad sorprendente y de riqueza casi fabulosa. La página de sus heroísmos cerró el libro de glorias de la América multirrepublicana, y entre sus grandes hombres tuvo a un santo de la libertad: José Martí. País de sol y de palmas en que la naturaleza se recrea.
Descubierta por Colón el domingo 28 de Octubre de 1492, el almirante llamó a Cuba la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto, donde no se conciben la muerte ni el dolor.
A principios de la Conquista, en 1511, llegaron el capitán Diego Velázquez y otros, y con el suplicio del cacique Hatuey se inició en la Isla una época de inquietudes. A partir del siglo xvi, hasta fines del xviii, la piratería de franceses, ingleses y holandeses mantuvo en constante sobresalto a los pobladores, que no llegaban por entonces a cuarenta mil.
España estableció un monopolio mercantil, y quedó la Isla sometida al Imperio. Las guerras[36] sostenidas entonces por España trajeron como una de sus consecuencias la sujeción de Cuba a Inglaterra por un pacto de familias reales. El gobernador británico, conde de Albermale, dió libertad al comercio, y en sólo un año llegaron a la Habana cerca de mil embarcaciones mercantes.
La dominación inglesa duró hasta la paz de Versalles, y España restauró su poder en 1763. Gobernaron entonces el marqués de la Torre, que hizo el primer censo del país, el cual censo arrojó 172.620 habitantes; D. Luis de las Casas y el marqués de Somernelos, buenos administradores que fundaron instituciones económicas y construyeron obras de pública utilidad. En 1812 se nombró la diputación cubana a las Cortes de Cádiz. El rey Fernando VII, como lo habían hecho los ingleses, decretó el comercio libre, y fué en aquel mismo tiempo cuando quedó oficialmente abolida la trata de africanos, por un convenio con Inglaterra. No obstante, el comercio de esclavos continuó.
Después de la abdicación de Carlos IV comenzaron a cundir en Cuba las ideas liberales; se fundaron asociaciones de cubanos separatistas, y con motivo de la elección de Diputados a Cortes ocurrió el primer episodio sangriento entre nativos[37] y peninsulares. Era la principal de aquellas asociaciones revolucionarias la que se llamó Rayos y Soles de Bolívar, que envió delegación a Venezuela para demandar apoyo al Libertador Sud-americano, mientras en Méjico se instalaba la Junta Promotora de la Libertad Cubana. La gestión de esas agrupaciones patrióticas fracasaron por los temores esclavistas reinantes en los Estados Unidos de Norte-América, y desde entonces no cesaron los levantamientos contra el poder español. Y en el año de 1850 flameó por vez primera la bandera de la estrella sola, cuando el prócer Narciso López desembarcó con seiscientos hombres en la ciudad de Cárdenas.
Las sociedades El Aguila Negra, Los Soles de la Libertad, de Camagüey y otras continuaban sus propósitos. Vinieron el levantamiento y muerte de Joaquín Agüero, la insurrección de Armenteros, el segundo desembarco de Narciso López—su captura y muerte—y otros muchos episodios de sangre anteriores a 1868. La Junta de Información convocada en Madrid en 1866 fracasó, y Carlos Manuel de Céspedes, hombre de fortuna y de cultura, se rebeló en Octubre de 1868, en su Ingenio azucarero Demajuana, dió libertad a sus esclavos, y con un grupo de bravos soldados tomó[38] la ciudad histórica de Bayamo, que fué el primer triunfo de la guerra larga que, en 1878, concluyó aparentemente con el conocido Pacto del Zanjón. Formóse luego el partido autonomista cubano, cuyos ideales no eran creídos en la Metrópoli. Era jefe de este partido D. José M. Gálvez, hombre fuerte y talentoso. El estadista español señor Maura fué el único que por aquel entonces vió claro el problema cubano, y aunque las reformas propuestas por él no daban la autonomía al país, eran una base de ella. El partido constitucional, integrado por elementos españoles y que gobernaba la Isla, combatió tenazmente el proyecto de Maura, impidiendo su aplicación. Vino luego una época de parlamentarismo activo en el Congreso español, que sirvió a Martí para hacer la última guerra de independencia.
Ya he hablado de este apostólico héroe en mis «Raros» y suelo evocarle con singular sentimiento. Hace poco dije en América cómo le conocí. Doy la palabra, pues, al escritor y diplomático cubano señor Machado, cuya monografía de Cuba he visto:
«Era José Martí hombre de dotes extraordinarias, de poderoso genio, de cultura intensa y varia y sólida y admirablemente gobernada: orador,[39] periodista, poeta, jurisconsulto, sociólogo y prosista de arte originalísimo. Y junto con todas esas preeminencias de la naturaleza y del estudio, poseía un corazón de santo y un carácter de verdadero apóstol, que lo elevaron a las más altas cimas de la perfección humana.
En Baire empezó la guerra decisiva, la que había de dar fin al gobierno español en América, el 24 de Febrero de 1895, y en la que ganaron los laureles de la inmortalidad el casi legendario Maceo, el sagaz Máximo Gómez, el denodado Calixto García, el propio e insuperable Martí, y cien y cien más caudillos y capitanes de imperecedera recordación...»
Han gobernado la República cubana el patriota y dulce pedagogo D. Tomás Estrada Palma, a quien derrocó una revolución, una de las desgraciadamente epidémicas de nuestros pueblos juveniles e inquietos. Y después de una segunda intervención Norte-Americana, el pueblo cubano fué llamado a elecciones, y por voto de la mayoría asumió el mando nacional el bravo general de la independencia José Miguel Gómez.
En cuanto a producción, exportación, importación, etc., etc., de Cuba, véase lo que dice el gran diario bonaerense La Nación:
«Los progresos de Cuba.—La jira que el secretario de estado de la Unión, Mr. Knox, está realizando por los países que baña el mar Caribe, ha tenido como primer resultado provocar la atención general hacia esos países, de los cuales en realidad se sabe poco, particularmente en esta parte de la América del Sur. Entre ellos, la república cubana es uno de los más interesantes.
Con trece años apenas de existencia, Cuba ha hecho progresos sorprendentes en todo orden de cosas, y una de las equivocaciones más generalizadas consiste en creer que tales progresos son debidos únicamente a los norte-americanos, no habiendo cabido a los cubanos ninguna o apenas muy pequeña participación en ellos. En verdad que en el período de la intervención norte-americana en la isla se llevaron a cabo o se iniciaron importantes obras de saneamiento, se desarrolló la instrucción pública, se construyeron ferrocarriles y caminos, etc.; pero no es menos cierto que posteriormente, terminada la intervención, los gobernantes cubanos, por sí mismos, no sólo han continuado la obra de los norte-americanos, sino también han realizado mucha obra nueva, de todo linaje, hasta alcanzar el satisfactorio estado actual de cosas, labor que resulta más meritoria[41] si se recuerda la situación en que, por razón de múltiples y variadas causas, se encontraba la isla al concluir la dominación española. Los interesantes datos que publicamos a continuación, comprueban los progresos realizados por la República de Cuba en los pocos años que lleva de existencia.
El censo de 1907 fijó la población de la isla en 2.048.980 habitantes: en nueve años (desde 1899) ha aumentado en más de medio millón. La administración sanitaria, regida por un ministerio especial, o secretario del despacho, como se dice en Cuba (primer país en el mundo que estableció ese departamento), ha extinguido absolutamente la fiebre amarilla, el paludismo, la viruela, el sarampión y las numerosas enfermedades clasificadas por la patología intertropical; la mortalidad ha bajado a un 13 por mil, una de las más cortas proporciones que se registran en el mundo; la natalidad ha subido a 34 por mil, y el aumento de la población, no contando las inmigraciones, es de cerca de cincuenta mil personas por año.
Se ha realizado lo que hace algún tiempo se hubiera creído un milagro: hacer de Cuba uno de los países más saludables de la tierra.
No menos digna de señalarse como ejemplo notabilísimo es la reforma de la instrucción primaria: 3.774 escuelas, con maestros competentes y bien retribuídos, con abundante y adecuado material pedagógico, con métodos modernos de educación instructiva y objetiva, con 210.092 alumnos y con el 78 por 100 de asistencia, proclaman altamente el progreso logrado.
Se han aumentado considerablemente las vías de comunicación: 3.433 kilómetros de ferrocarriles y 2.304 de carreteras distribuyen por todos los lugares habitados de la isla los artículos de importación, y conducen a los puertos, para ser exportados, los preciosos frutos del suelo cubano.
Los servicios de correos y telégrafos, organizados y regidos con tanta perfección como donde los haya mejores, cuentan con 487 oficinas, 9.952 kilómetros de línea, nueve estaciones de telegrafía inalámbrica y 368 líneas de servicio particular, aparte de las destinadas al servicio de la guardia rural. La Administración postal y telegráfica dió curso el año pasado a 68 millones de cartas y 645.000 telegramas.
Atiende a la defensa nacional y la conservación de orden público un ejército de 5.000 hombres (de[43] infantería y caballería) bien equipado, instruído, disciplinado y pagado, y un cuerpo de guardia rural de 5.246 plazas, en las mismas excelentes condiciones, y que además de las funciones ordinarias de policía de seguridad en los campos, tiene las propias del arma de caballería en tiempo de guerra.
Esparcidos por toda la isla hay 175 grandes ingenios (fábricas de azúcar), que el año pasado produjeron un millón ochocientas treinta y seis mil doscientas siete toneladas de dicho artículo, y cuya producción en el presente año se espera que llegue a dos millones de toneladas, es decir, casi una tonelada por cada habitante del país. La cosecha de tabaco, la segunda producción de la isla en orden a su cuantía y valor, alcanzó en el mismo período a 823.082 quintales, con una exportación de 26.331.835 pesos.
Siguen inmediatamente en importancia la exportación de minerales, frutas, maderas, cera y miel.
Cuando se leen las cantidades que valúan el comercio de Cuba, cuyo total volumen con relación a la población, ocupa el segundo lugar en el mundo (sólo le supera el de Inglaterra), hay que asombrarse del gran esfuerzo industrial y mercantil[44] que significan, y de la riqueza que distribuyen 237.774.700 pesos oro, de los cuales 129.178.865 representan la exportación y la importación 108.095.855, con una diferencia en favor de Cuba, de 21.083.010.
Cabe agregar, para concluir esta breve información, que a esos progresos materiales corresponde un progreso político muy apreciable, que permite el funcionamiento regular del mecanismo constitucional y administrativo, alejándose así la enojosa expectativa de una nueva intervención norte-americana, que hace poco pareció probable a causa de la excitación pública motivada por la actitud de la Asociación de veteranos de la guerra de la independencia, excitación que felizmente parece ya concluída, circunstancia que hace esperar que la próxima elección presidencial y la consiguiente transmisión del mando, han de efectuarse en condiciones que contribuyan al afianzamiento del progreso y del prestigio de la joven república cubana.»
Son, como se ve, sorprendentes los progresos materiales y morales de la Perla de las Antillas, una de las Repúblicas latino-americanas de más porvenir. Su comercio exterior aumenta de año en año, en progresión extraordinaria; sus producciones[45] naturales y famosas, como el azúcar, el tabaco y el café, invaden el mercado mundial y son activamente solicitadas por los países consumidores. Las riquezas de la isla adquieren positivo valor, y las ciudades se embellecen y se higienizan con rapidez extraordinaria.
A este resurgimiento material corresponde un verdadero florecimiento intelectual.
El pensamiento cubano ha tenido, como la libertad cubana, nobles adalides. El evangélico Martí descolló gallardamente en ambos campos llevando en su múltiple y grande espíritu las virtudes más altas del patriotismo libertador y las dotes más puras de la oratoria, de la poesía y de la prosa caudales.
Hace ya largos años tuve la suerte de pasar algunas horas en Lima. ¡Lima! La ciudad tradicional de la riqueza, de la gentileza y del encanto femenino, la ciudad de Santa Rosa y de D. Ricardo Palma. Y volvía yo de Chile para Centro América. El vapor tenía que permanecer algunas horas en el Callao, y yo aproveché ese tiempo para hacer mi corta visita a ese precioso relicario de la galantería y esplendor coloniales. No sufrí desilusión ninguna, antes bien, creo que hubiera permanecido allí por largos años. Pero noté ya que Lima se modernizaba. Actualmente sí que, si ha perdido algo de su vieja poesía, ha ganado en progreso y sigue siendo la flor del Perú.
Sobre el Perú de hoy se han publicado algunos libros en Europa y Estados Unidos; con todo, es poco sabida su situación presente, su despertamiento. Empieza a conocerse porque tiene laboriosos propagandistas, como el Sr. Carlos Larrabure,[50] que hace en Europa tanto bien a su patria.
El Perú que, bajo el Imperio de los Incas primero, y bajo la dominación española después, ocupaba una enorme extensión territorial, comprendiendo bajo su dominio, además del Perú actual, el Ecuador y parte de los territorios de las Repúblicas de Bolivia y Chile, vió replegarse sus fronteras cuando la emancipación del continente dió vida independiente a las citadas repúblicas. Y aun cuando disminuído nuevamente su territorio por consecuencia de la desastrosa guerra del Pacífico, que hizo pasar a manos del afortunado vencedor el inmenso departamento de Tarapacá, con su ingente riqueza salitrera, cuenta todavía con la considerable extensión territorial de 1.800.000 kilómetros cuadrados, en el que se encuentran todos los climas del mundo, en el que se aglomeran las más variadas y las más ricas producciones de los tres reinos de la naturaleza, y en el que se pasa de las llanuras arenosas y de los valles de prodigiosa riqueza agrícola de la Costa del Pacífico, a las fragosidades de la sierra, cuyos flancos están cruzados por filones de los minerales más variados; y de las altiplanicies andinas, cubiertas de pastos naturales, capaces[51] de alimentar millones de cabezas de ganado, a los bosques seculares del Oriente, cruzado por los grandes ríos navegables, el Amazonas y sus afluentes septentrionales y meridionales, recorridos sin cesar por legiones de caucheros, explotadores intrépidos del Hevea y del Castilloa.
La región de la costa se extiende a lo largo del Pacífico, en una extensión de Norte a Sur de 2.270 kilómetros, desde la línea fronteriza con el Ecuador, hasta el territorio de Chile. Su anchura, desde el Océano hasta las primeras estribaciones de la Cordillera de los Andes, es muy variable, alcanzando un máximum de 100 kilómetros.
Esta ancha faja de territorio, dotada de un clima suave que no pasa de los 28° centígrados en verano, ni baja a más de 8° sobre cero en invierno, y en la que es casi desconocida la lluvia, que sólo se presenta bajo la forma de llovizna menuda (garna), está atravesada de Este a Oeste por numerosos ríos, torrentosos en su mayor parte, que bajan de las cumbres de los Andes, y forman una serie sucesiva de valles, en los que se cultivan, sobre todo, la caña de azúcar, el algodón, el arroz y la vid.
Puede calcularse en 321.450 hectáreas la extensión de tierras irrigadas actualmente en la región[52] que nos ocupa. Además, los diferentes proyectos de irrigación en estudio, permitirán aumentar esa superficie en 314.982 hectáreas más.
La producción de azúcar en el año de 1910 alcanzó la cifra de 148.045.033 kilos, de los que 26.400.000 fueron consumidos en el país, y kilos 121.465.033 fueron exportados en su mayor parte a Inglaterra y a Chile, cuyas refinerías se proveen exclusivamente de azúcar peruano.
En lo que se refiere al cultivo del algodón, introducido en el Perú cuando surgió la crisis de la producción, originada por la guerra separatista de los Estados Unidos, las condiciones particularmente favorables de la tierra y del clima, superiores a las de Egipto para esta planta, han mejorado notablemente las clases diversas que fueron introducidas en aquella época, y aun se ha formado una variedad netamente nacional, que se distingue esencialmente de los demás en la aspereza de su fibra, que le da tal semejanza con la lana, que se le emplea para mezclarla con ésta en diversos tejidos, siendo necesario recurrir al análisis químico para distinguirlo.
La producción de algodón en sus diferentes clases, fué el año último de 24.005.144 kilos, de los cuales fueron exportados 21.305.144 kilos, siendo[53] consumida la diferencia de 2.700.000 kilos por las fábricas nacionales de tejidos.
La producción de arroz en el mismo año fué de 39.409.910 kilos, y la de vino y alcohol de uva, de 12.175.639 litros.
La principal producción mineral de la costa es el petróleo y sus derivados, cuya exportación alcanzó la cifra de un millón de toneladas, a la que hay que agregar el consumo nacional.
Las producciones agrícolas de la sierra, susceptibles de recibir un impulso que decuplique su monto, cuando se desarrolle la red ferroviaria que permita la exportación, consisten principalmente en maíz, trigo, cebada y papas. Su producción en 1910, ha sido la siguiente, íntegramente consumida en el país:
Maíz | 80.000.000 | kilos |
Trigo | 78.000.000 | » |
Cebada | 60.000.000 | » |
Papas | 85.000.000 | » |
La ganadería es, sin duda, la principal industria de la sierra, después de la minera, no obstante que, sólo ahora, comienzan a introducirse en su explotación los modernos métodos científicos[54] que, indudablemente, le comunicarán en un plazo más o menos largo, el impulso decisivo que puede convertir al Perú en uno de los primeros países ganaderos del mundo, debido a las excepcionales condiciones que para ello ofrecen las altiplanicies andinas, cubiertas de pastos naturales.
No obstante la forma empírica, por lo general, en que se explota esta industria en la actualidad, la exportación de lanas de oveja, llama y vicuña, fué el año pasado de 4.729.460 kilos.
En la actualidad, la principal riqueza de la sierra peruana es la minería. La exportación total del Perú en 1910 ha sido de 650.643 toneladas métricas, con un valor total de 1.922.460 libras esterlinas.
En estas cifras figura la exportación de cobre, ya puro o mezclado con plata, con 497.824 toneladas, con un valor de 1.231.578 libras esterlinas; siguiendo su importancia la exportación de plata, oro, vanadio, antimonio, etc. La producción principal de la región oriental, llamada La Montaña, es la goma elástica y el cauchú. La exportación del año último ha sido de 2.801.567 kilos.
La población actual del Perú está calculada en 4.600.000 habitantes, de los que hay un 64 por 100 de indios, 30 por 100 de blancos y mestizos y 6[55] por 100 de negros y asiáticos, lo que corresponde a una densidad de 2,6 por kilómetro cuadrado, cifra ínfima, susceptible de adquirir un gran aumento mediante la inmigración europea, dadas las riquezas naturales del país y las ventajas de su clima privilegiado.
Los medios de comunicación adquieren un desarrollo bastante rápido: numerosas líneas de vapores ponen en comunicación con Europa, tanto los puertos peruanos del Pacífico como los fluviales de la Montaña. Iquitos, el gran centro comercial peruano sobre el Amazonas, situado en el corazón de la selva, está unido al viejo continente por una línea de trasatlánticos que hacen el viaje directo desde Iquitos hasta Liverpool, con escala en Manaos, Pará, Lisboa y el Havre.
Gracias a la fundación de la compañía peruana de vapores, cuyas naves rápidas hacen el recorrido del Callao a Panamá y escalas en cuatro días, puede hoy hacerse el viaje de Lima a Londres o París, vía New-York, en diez y nueve días, en magníficos vapores que ofrecen todo género de lujosas comodidades.
El Perú dispone en la actualidad de treinta y cuatro líneas férreas en explotación, una de las cuales, la de Moliendo a Puno, atraviesa todo el[56] territorio de la República de Oeste a Este, empalmando con el ferrocarril boliviano de Guaqui a la Paz, mediante la línea peruana de vapores del lago Titicaca que hace el trayecto de Puno a Guaqui. Siendo particularmente notable la línea férrea del Callao a la Oroya y Cerro de Pasco, por ser el ferrocarril más alto del mundo, y ser una obra maestra de ingeniería. Actualmente están en estudio o en construcción ocho nuevas líneas, de las cuales dos son de penetración: la de Paita al Marañón y la de Oroya al Ucayali.
La red telegráfica alcanza una extensión de 11.381 kilómetros, que pone en comunicación los puntos más extremos de la costa y de la sierra con la capital, empalmando en las fronteras con los telégrafos bolivianos y ecuatorianos. La Montaña está servida por telegrafía inalámbrica, que pone en comunicación directa a Iquitos con Lima. Actualmente se está construyendo en esta última ciudad una estación inalámbrica, capaz de comunicarse con Iquitos, prescindiendo de las estaciones intermedias, en una distancia en línea recta de 1.022 kilómetros.
Pronto se construirá también una red inalámbrica en la parte meridional de la Montaña. Es bueno recordar que el Perú ha sido el primer[57] país que ha establecido la comunicación por telegrafía sin hilos a grandes distancias, a través de las selvas y de altas montañas. Las líneas telefónicas interurbanas tienen una extensión de 791 kilómetros.
El Perú no es, propiamente hablando, un país manufacturero; tiene, sin embargo, fábricas de tejidos de lana y de algodón, de ladrillos y cerámica, de papel, de sombreros, etc., así como grandes usinas de fuerza eléctrica.
Intelectualmente, el Perú ha alcanzado un desarrollo, en concordancia con su tradición de alta cultura en el continente. En la época colonial, Lima era el centro intelectual y universitario de Sud-América, en la que su hegemonía, en tal sentido, era indiscutida. Hoy, sus cuatro universidades, sus escuelas especiales de ingenieros de minas, de ferrocarriles y electricistas, de agronomía, de medicina, de comercio, artes y oficios, normales de maestras y maestros; sus múltiples instituciones literarias y científicas, entre las que se destacan el Ateneo de Lima, la Sociedad Geográfica, el Instituto Histórico y otras, dan gran impulso a los estudios científicos y literarios. Numerosos son los hombres que se han distinguido en todos los ramos del saber humano. Muchos de[58] aquellos hombres han sido estadistas eminentes. Como hombres representativos de la mentalidad del Perú moderno y contemporáneo, se pueden citar, como jurisconsultos egregios, a José Gregorio Paz Soldán, a Francisco García Calderón, autor del monumental Diccionario de la Legislación peruana; en las ciencias médicas y naturales, a Hipólito Unanue y Sebastián Barranea; como historiadores, a Mariano Felipe Paz Soldán, autor de la historia del Perú independiente y de la guerra del Pacífico, y Manuel de Mendiburo que escribió el Diccionario histórico-geográfico del Perú colonial; a Félix Coronel Zegarra, investigador paciente y autor de monografías históricas de mucho mérito; a Eugenio Larrabure y Unanue, presidente del Instituto Histórico del Perú e individuo de la Academia de la Historia de Madrid; a José de la Rive Agüero, crítico de alta cultura y de gran erudición. Su diplomacia se ha honrado con Pando, el renombrado publicista de Derecho Internacional, con Wiesse, miembro del Instituto de Derecho Internacional en Bruselas. La lista de sus literatos y poetas sería interminable, pero entre muchos brillan Corpancho, Pardo y Aliaga, Segura, Luis Benjamín Cisneros, José Gálvez, el vibrante González Prada, y los de universal renombre[59] en tierras de lengua castellana, que hoy sostienen la gloria literaria del Perú, así el ilustre y benemérito anciano, autor de las tradiciones, Ricardo Palma y el renombrado José Santos Chocano. Cultivadores de las ciencias filosóficas ha habido, como ese joven cerebro privilegiado que brilla aquí en París mismo en los centros de Filosofía, y que ha escrito sobre el Perú contemporáneo un libro hermoso y sapiente: me refiero a Francisco García Calderón y Rey; Mariano H. Cornejo, orador, diplomático y filósofo, cuyo tratado de psicología, traducido del francés, ha obtenido brillante acogida en el Continente; como pintores han sobresalido a mediados del siglo pasado, adquiriendo un nombre de primer orden, Montero, Merino, Lazo y Suárez, y más recientemente, Vaca Flor, Hernández, Astete, Jiménez y Castillo.
Las damas, entre sus flores de graciosa belleza, han tenido también flores de intelectualidad. Actualmente, en Europa, la señora Aurora Cáceres justifica los lauros de sus antiguas compatriotas ilustres.
Y el Perú, para concluir con un heroico recuerdo, ha tenido en el siglo xx su Icaro: Chávez.
Quien escribe estas líneas ha habitado por algún tiempo en país chileno, hace ya bastantes años, y conserva el recuerdo de una tierra bella y de una gente altiva y cordial. Chile ha sido, desde antaño, tenido como una república seria, laboriosa y culta, y después de la guerra con el Perú y Bolivia, como el pueblo más militarizado de América. Tuvo, antes que otras de nuestras potencias, el tino de buscar o facilitar el acercamiento y relaciones con las otras repúblicas del Pacífico, hasta la América Central, ya estableciendo representaciones diplomáticas y consular, ofreciendo becas, o enviando oficiales de su ejército como instructores, de suerte que la influencia y la simpatía chilenas han sido preponderantes en muchas de esas naciones, por lo menos hasta hace pocos años. Intelectualmente tuvo también cierto predominio en los estudios de ciencias político-sociales, con un Bello y un José Victorino Lastarria. El código civil chileno ha sido muy tenido[64] en cuenta en aquellas legislaciones hispano-americanas.
En Europa, Chile ha sido estimado con gran consideración, en toda época, por el propósito que mantuvieron sus gobiernos, cualesquiera que fuese el partido imperante, de sostener el crédito chileno en todos los mercados, principalmente en Inglaterra, centro de sus grandes operaciones financieras, por la dignidad tradicional de sus hombres públicos, por la superioridad de su experiencia marítima, por la cordura y sentido práctico de sus clases superiores, y por la virilidad de su raza. El carácter chileno en el continente, está claramente definido.
La larga espada de tierra que se extiende desde el Sama hasta el cabo de Hornos, entre el Pacífico y los Andes, es, según los últimos datos publicados en nutrido libro del ministro de Guatemala D. Eduardo Poirier, de unos cuatro mil doscientos treinta kilómetros de longitud, y de una anchura que varía entre ciento setenta y cuatrocientos. Territorio cubierto en gran parte de valles y alturas, de orografía variada, contiene desde el desierto hasta la tierra feraz. Se basa en una copiosa y rica entraña minera. Allí se encontrara el siglo pasado el famoso antro de Chañarcillo, en[65] Copiapó. Antes que ningún país americano, produjo Chile vinos excelentes. «Especialmente en los valles de Copiapó, Huasco y Coquimbo, el cultivo de la vid y de sus variedades, análogas a las de Europa meridional, ha alcanzado una perfección comparable tan sólo a la excelencia del producto. De él obtienen exquisitos vinos de Oporto y de Jerez y las afamadas pasas de Huasco». Tal dice el citado Sr. Poirier en su obra sobre Chile en 1910. En la parte central triunfa la agricultura. Aconcagua y Santiago, provincias ricas en viñas, dan burdeos y borgoñas parecidos a los franceses. Hay en el Sur maderas, pesquerías y ganados. El Norte posee los tesoros, únicos en el mundo, del salitre y los de su subsuelo. La fauna y flora han sido objeto, con sobrada razón, de los estudios de esclarecidos naturalistas del país y del extranjero. Sus termas son célebres y numerosas. El clima es vario en tierra tan extensa. El comodoro Byron, tío del poeta, dice en sus memorias: «El clima de Chile es, según creo, el más hermoso del mundo. Lo que sus habitantes llaman invierno no dura más de tres meses, y aun esta estación es sumamente benigna». El ingeniero belga M. Louis Cousin, ha hecho este resumen halagador y optimista, dirigiéndose a los chilenos:[66] «La Providencia os ha favorecido con lujosa holgura. Por un lado, cuatro mil kilómetros de costa os abren la ruta hacia los demás continentes. Por otro lado, la maravillosa cordillera de los Andes, fiel y seguro centinela de la frontera oriental, constituye a la vez un inmenso condensador de las nubes, que os tributa la frescura, tan agradable en las noches de verano, un acumulador gigantesco de la energía solar sin medidas, capaz de suministrar gratuitamente una fuerza inconmensurable; un depósito inagotable de agua, fertilizando vuestros campos con un funcionamiento automático tan admirable, que cuando más arde el sol mayor caudal llevan los canales de regadío. Y como si lo que está a la vista no fuera bastante para estimular a los habitantes al trabajo, la cordillera encierra en su seno riquezas inagotables: do quiera que penetre el minero saca minerales valiosos, desde el hierro hasta el oro. Más todavía: el carbón, considerado como el pan de la industria, abunda en Chile, sus yacimientos reconocidos corren desde Punta Arenas hasta cerca de Santiago. Sin embargo, su extracción alcanza apenas al cincuenta por ciento de lo que consume el país». Cierto, excelente país para el trabajo, para la industria y la vida comercial. Con la apertura[67] del Trasandino, una nueva puerta da entrada mayormente a nuevos elementos de prosperidad.
La «indómita cruza de potros españoles en vientres de Araúco», según la frase gráfica de Vicuña Mackenna, gracias a los buenos gobiernos, y sin lo que podría llamarse necesidad de la tiranía en otras partes, ha ido a la civilización por medio de la paz.
Chile se ha sustentado en la preponderancia ordenada de su «élite», en el advenimiento de una aristocracia directiva y un pueblo hondamente poseído del orgullo de su nacionalidad. La mestización amacizó la fibra del pueblo, que ha conservado la indomabilidad del araucano; arriba perdura lo que llegó con la sangre vasca principalmente, lo cual es decir que no es difícil encontrar maestros de tenacidad y profesores de energía.
Su historia está llena de páginas heroicas, y la gratitud nacional ha levantado monumentos a los héroes y creadores de la patria. El general José de San Martín se perpetúa en bronce en Santiago, como en Buenos Aires y en Lima.
Chile ha tenido un foro y un parlamento ilustres. Su evolución progresiva ha producido los mejores resultados, a pesar del sangriento intermedio[68] de una revolución, cuyo último acto trágico, principalmente, causara en todas partes una impresión profunda.
En la psicología del chileno prima el ánimo de empresa, y, como lo observa el citado Sr. Poirier, el afecto en el hogar, la hospitalidad en la vida social, el desprendimiento. Hay en él cierta sequedad, cierta rudeza, que son muy poco latinas. Una vez que se penetra en su amistad, se está seguro de ella. Es sabido que se ha llamado a los chilenos «los ingleses de la América del Sur». Y hay en verdad puntos de comparación que dan propiedad a tal decir. Sobre todo, ambas son, Inglaterra y Chile, discípulas del mar. Su soldado tiene fama de bravo y también de cruel. El obrero es resistente, como pocos, mas se quema en el alcohol, a punto de que gobernantes y legisladores se han preocupado de ello. La falta del espíritu de economía que se ha lamentado en él, háse corregido mucho, según los recientes balances de la Caja de Ahorros. En las familias pudientes y de estirpe, se ha corregido la abundancia del «doctor» con la frecuencia del ingeniero y del «gentleman-farmer». Y en cuanto a la beldad femenina, hay dos testimonios de marca. La frase del rey francés Luis Felipe al ministro de Chile:—«Decidme,[69] Cazotte, ¿acaso en vuestro país es todo tan bello como vuestra mujer? Si es así, ¡os felicito!»; y el admirado busto de dama, de Rodin, en el museo de Luxembourg.
En un libro que publicó hará unos dos años el príncipe de Orléans Braganza, se leen estas líneas: «El presente es la crisis, y los nuestros lo deploran. Cuánto habrían querido mostrarnos un Chile diferente: el Chile próspero anterior al terremoto y la revolución anti-balmacedista, el Chile de la política desinteresada y del cambio a 18 peniques, festivo bajo su sol primaveral; o bien a este mismo Chile, tal como será dentro de diez años, cuando las reformas hayan hecho su labor. Se equivocan. Es en estos momentos de evolución violenta como la actual, que un país acredita las reservas de energía que dormitan en él durante los períodos de próspera mediocridad. Atraviesa Chile ahora la edad ingrata, ha crecido demasiado deprisa, pero esta crisis de desarrollo es, en sí misma una prueba de vitalidad. Chile es un país eminentemente dominador, ha nacido para eso; le es indispensable la acción que impulsa a la conquista; tiene el orgullo de la fuerza. Sólo le falta conocer el arte de saber utilizar esta fuerza, aunque es de esperar, o de temer, que este arte lo[70] adquirirá totalmente por la experiencia. En este momento, la antigua armadura, demasiado estrecha para abroquelarle, cruje por todas las junturas, siéntese ya a las nuevas ideas tomar cuerpo, precipitarse la evolución. Dentro de algunos años se habrá Chile asimilado los ritmos de la existencia moderna de las naciones, y fácilmente reconquistará el tiempo que su largo aislamiento y letargo criollo le han hecho perder». Por los decir príncipe, estos «enxiemplos buenos» no están mal, en el desarrollo de un propósito imperialista y combativo. Mas el porvenir de Chile, como el de todas las naciones de nuestra América, está en la paz. Seguramente una paz armada que asiente el equilibrio. Una alta personalidad de la Armada chilena, interrogada últimamente sobre la construcción de acorazados, ha manifestado que tarde o temprano ha de producirse una «entente» entre la Argentina, Brasil y Chile. «Debemos, dijo, acordar de quedar en igualdad de derechos y fuerzas semejantes a estas dos repúblicas».
Tierra de luz, de poesía y de riqueza, tierra prometida para el trabajo y la energía de los hombres, fué bien llamada Canaán por uno de sus preclaros escritores. Todo allí es encanto y lujo de la naturaleza, de tal manera, que los viajeros que por primera vez visitan país tan señalado y singular sobre la tierra, se diría que sufren como un deslumbramiento, por cielos, aguas, bosques, paisajes que se juzgarían ilusorios, y en donde se muestra la gracia y la potencia del universo. «Los mismos insectos,—dice el gran argentino Sarmiento, hablando del Brasil—son carbunclos o rubíes; las mariposas, plumillas de oro flotantes; pintadas las aves que engalanan penachos y decoraciones fantásticas; verde esmeralda, la vegetación; embalsamadas y purpúreas, las flores; tangible, la luz del cielo; azul cobalto, el aire; doradas a fuego, las nubes; roja, la tierra; y las arenas entremezcladas de diamantes y rubíes». Toda expresión, por hiperbólica[74] que parezca, no sobrepuja a la realidad, tratándose de este país que contiene tantas cosas enormes, tantas cosas que parecen de fábula. Una riqueza imponderable de minerales; una variedad infinita en la flora y en la fauna; la bahía más bella y el puerto más bello del mundo, y el río Amazonas, el «Ecuador movible», «inmenso mar dulce, el más grande y admirable de los escenarios soñados para la epopeya». Son una extensión territorial de 8.497.940,6 kilómetros cuadrados, que representa 1/15 de la superficie total del globo y 1/5 del Continente Americano, con una extensión en el Océano Atlántico de 1.351 leguas. Limita con todos los países de la América del Sur, con exceptación de Chile, y los veinte estados y el distrito federal que lo constituyen, si alcanzasen la densidad de población de Bélgica, ¡podrían contener en su conjunto la totalidad de los pobladores actuales del planeta! «Los árboles más corpulentos—dice el escritor chileno Clemente Barahona Vega, a quien seguimos en estas anotaciones,—las plantas más vistosas, las yerbas más medicinales, las flores más bellas, los arbustos más raros, se encuentran ahí con profusión. La vegetación ostenta por doquiera una lozanía, un lujo que pasman al espectador, siendo[75] incontables las maravillas y curiosidades que ofrece. El cedro del Amazonas alcanza la altura de ochenta y dos metros, y diez de diámetro. Abundan los castaños de cinco metros de diámetro y cincuenta y cinco de alto. La Victoria Regia, flor colosal y magnífica, crece en tal grado que uno de sus pétalos constituye por sí solo la carga regular de un peatón. ¿Para qué hablar del árbol del pan y de la leche, del árbol de la goma y de la cera, que parecen concentrar en si la mitad de las propiedades del reino vegetal? Conforme al estado actual de la ciencia, los reptiles del Brasil representan un poco más de 1/12 del total de la tierra entera; contiene más de cincuenta clases de culebras y serpientes, algunas boas de 20 metros de largo, y doce de ellas venenosas, siendo las más terribles las víboras. Entre sus mamíferos se distinguen el tapir, el armadillo, el de mayor tamaño en América, y el hormiguero, que prestan utilísimos servicios para el exterminio de las hormigas y otros bichos que amenazarían la habitabilidad del país en ciertas partes. Hay una infinidad de loros del más brillante y atrayente plumaje, por lo cual, en los primeros tiempos, se llamó a terra dos papagaios; y de insectos, desde el cocuyo luminoso y la mariposa de[76] vivaces y múltiples colores, hasta el mosquito zumbón y terrible que bulle por miriadas, y de monos y macacos. En cuanto a volátiles, según el doctor Goeldi, hospeda casi 1/6 de todas las especies de aves del globo. Se conocen más de mil ochocientas variedades de peces en los ríos y en los lagos. Agassis afirmó que tan sólo en una pequeña laguna cerca de Manaos, se descubrieron 200 distintas, en tanto que todos los ríos de Europa, desde el Volga hasta el Tajo, nutren nada más que 150 especies. Llaman la atención, el pirarucia del Amazonas y el rubin del San Francisco, en condiciones análogas al bacalao, y el pirahna, de 35 centímetros de largo, y tan corajudo, que se bate con los aligatores y las boas. La caza de la tortuga es ocupación muy lucrativa en los estados de Pará y Amazonas; en ese río gigantesco, con su legión de doscientos afluentes, pululan en espeso cardumen, viven los caimanes, y hay dos mamíferos acuáticos, el manati o vaca marina y una calidad de delfín, el ugara o boto del indio, que ocupa largo espacio en la imaginación del pueblo, que se cree que canta, como la sirena antigua, y con su canto seduce. ¡Ay de la doncella que lo oye cantar en noche de luna!»
La raza autoctona está dividida en cuatro naciones,[77] distintas unas de otras por sus mitos, su lenguaje y costumbres: a) los tupys-guaranys, diseminados, y con varias denominaciones locales en la zona del país por ellos ocupada, de Sur a Norte y del litoral atlántico a Hinterland brasilero; b) los tapuyas o ges, feroces cazadores que opusieron resistencia a la civilización; enemigos traicioneros de los blancos, y genéricamente llamados bugres, habitantes de la altiplanicie del Este, enemigos de los tupys y caribes; c) los maipures o nu-aruaks, pescadores fluviales, del Noroeste; y d) los carabybas, caribes o caraïbas, en el alto Amazonas y región de las Guayanas, originarios del Brasil. Se reconocen, además, otros tres grupos generales, etnográficamente clasificados como ramas aparte; los carirys, los waitakas y los panos. La población selvícola, a la llegada de los portugueses, podría fluctuar entre un mínimum de dos y un máximum de cuatro millones. La introducción del negro se inició con la carta regia de 29 de Marzo de 1559, que otorgaba facilidades al tráfico del Congo, y con la celebración del primer contrato para la introducción de etíopes, suscrito en 1563 entre el gobernador Carioca Correira de Sá y Juan Gutiérrez Valerio. El negro ha sido un elemento de muy grande importancia[78] en el Brasil. «El elemento africano, en contacto íntimo con nuestra familia y cruzándose ampliamente en todo el país, forma hoy con los otros dos, el tupy y el portugués, la nacionalidad brasilera», dice un autor. Ultimamente, ha habido mucha inmigración europea. Según datos oficiales de hace unos dos años (1910), la población está de este modo dividida: italianos: 1.300.000; portugueses: 800.000: alemanes: 300; españoles: 100.000; polacos: 80.000; franceses: 10.000; ingleses: 5.000; norte-americanos: 500; de otras nacionalidades: 110.000. Número de indios mansos: 450.000; de indios bravos: 350.000; de negros puros: 300.000.
La potencialidad económica del Brasil es de las más extraordinarias. Calcúlase que posee una superficie de 840.000.000 de hectáreas; 8.000.000 de terreno cultivado y 52.000.000 de floresta, quedando 780.000.000 de terreno inculto. Se calcula que puede contener hasta 30 millones de cabezas de ganado bovino, caballar y mular. El trigo y el centeno dan un rendimiento doble o triple del de Europa y Asia, particularmente en Río Grande do Sul, que en el siglo xviii fué el granero de Estados Unidos, Repúblicas latinas y Cuba. De las 40 variedades de mijo se obtiene desde 150 hasta[79] 400 por uno. La caña de azúcar, que constituyó la principal industria hasta la llegada del café, éste, el algodón, el tabaco, la yerba mate, el cacao, el lino, la cebada, el añil, han adquirido un desarrollo asombroso. El cauchú es uno de los productos de las selvas que más influencia ejercen en la vida económica del país. Hasta 1861, el Brasil ocupaba el segundo lugar entre los productores de borracha del mundo entero; hoy es sin disputa el primero. En lo que se refiere a las industrias fabriles, una de las que han prosperado más es la de los tejidos de algodón, lana, y seda. En 1897 había 50 de éstas. En cuanto a los diamantes, una compañía inglesa, dueña desde 1830 de las Minas de Morro Velho, aplica la electricidad para todas las operaciones del beneficio, y obtiene una entrada mensual de £25,000. El Etoile du Sud, hallado en 1853, pesaba en bruto 254,5 quilates, y tallado, con sus facetas cambiantes y deslumbradoras, 125 quilates y medio; el Diamante de Dresde, en 1857, tenía un peso de 117,5 quilates antes de pulirlo, y después, 63,5. Los dos están en poder de un príncipe de la India, y fueron adquiridos en 1.200.000 pesos el primero, y en la mitad de este precio el segundo.
El movimiento aduanero, siempre refiriéndose[80] a datos de 1910, es como sigue: Exportaciones: 799.670.295 pesos mil reis o sea £53.059.480. Importaciones: 499.286.976 pesos mil reis, o sea £33.204.041. Saldo a favor: 300.383.319 pesos mil reis, o sea £19.855.439. La Deuda Interior es, en en pólizas, títulos de renta: £552.476.600. La Deuda exterior: Empréstitos diversos, con un valor total de 69.608.357 libras esterlinas, que representan en papel moneda al cambio de 15: por mil reis, 1.113.733.712 pesos. Total: 1.666.210.312 pesos mil reis. Siendo la población del Brasil de 22.000.000, se deduce que la deuda que gravita a prorrata sobre cada habitante es de 75,73 pesos por mil reis.
«La República se inició—dice en su citada monografía Barahona Vega—con una junta provisoria de Gobierno, presidida por el mariscal da Fonseca y compuesta de siete miembros más Benjamín Constant, Ruy Barbosa, Quintino Bocayuba, Edmundo Wanden Kolk, Aristides da Silveira Lobo, Manuel Ferraz de Campos Salles y Demetrio Nunes Ribeiro, las más elevadas personalidades representativas del movimiento que habían sido elegidas por los autores de la revolución republicana, como brazo de la idea. La preocupación especial de la Junta de Gobierno fué[81] dictar la nueva Constitución, la cual tuvo una prolongada gestación en el Congreso Nacional. Por fin, en una sesión solemnísima, el 24 de Febrero de 1891, en el viejo palacio de los emperadores, transformado triunfalmente en anfiteatro de una convención republicana se hizo la promulgación del nuevo Código Fundamental del país. El Mariscal da Fonseca «soldado de alma brava y sencilla» resultó electo por el Congreso, y al siguiente día, Presidente Constitucional, hasta el 15 de Noviembre de 1894; pero por el golpe de estado del 5 de Noviembre de 1891, que fué mal visto de la nación, resignó el mando, veinte días después, en el Vicepresidente electo, Mariscal Floriano de Peixoto. Cumplido el período presidencial de da Fonseca por el Vicepresidente Peixoto, subió al poder el doctor Prudente de Moraes Barros. Con la exaltación de este ciudadano, sube con él el civilismo a la alta dirección de la República.
La evolución no podía ser más eficaz ni más rápida. Dos Gobiernos militares con un período de dictadura, habían dado pie a ciertas tendencias hacia el militarismo sectario; pero el primer gobierno civil que tomó el poder acabó con ellas. Para esto hubo que cerrar por tiempo indefinido[82] la Escuela Militar, y se cerró; hubo que destruir la escuadra, y se deshizo. El mérito histórico de aquellos hombres fué saber ver con claridad en la confusión de los sucesos y de los días, y proceder a asegurar la suprema conquista con abnegación y energía. El 15 de Noviembre de 1898 recibió su investidura de jefe del Estado el doctor Manuel Ferraz de Campo Salles, y sin más interrupción que la brevísima del 19 de Octubre al 8 de Noviembre de 1900, en que fué subrogado por el Vicepresidente, doctor Francisco de Assis Rosa e Silva, continuó consagrando sus desvelos de estadista a la ejecución fiel del programa de reconstrucción de las finanzas, sin salirse un punto de esta línea de conducta. Para la magistratura suprema, en el siguiente período de 1901 a 1906, favorecieron los sufragios del pueblo, para Presidente, al doctor Francisco Rodríguez Alves, que no delegó el mando un solo día, y para Vicepresidente al doctor F. Silviano de Almeida Brandao. El Presidente Rodríguez Alves dedicó sus más tesoneros esfuerzos al saneamiento, transformación y embellecimiento de la ciudad de Río Janeiro, y mejoramiento de los puertos del país. El 15 de Noviembre de 1906, el Vicepresidente en ejercicio, doctor Alfonso Augusto[83] Moreira Penna, pasó a ejercer la Presidencia de la República, y a llevar a la práctica, de un modo sostenido, el programa de población y viación del país y la difusión de la enseñanza, que había sido la hermosa y sincera plataforma de su candidatura presidencial. Por la muerte de este hombre de estado sucedióle el doctor Nilo Peçanha, que siguió estrictamente el mismo programa. Por último, fué electo, con aplauso general, el pundonoroso Mariscal Hermes da Fonseca, quien es un esclarecido jefe del Ejército, Exministro de la Guerra de la Administración anterior, y personalidad de rasgos enérgicos y francos, y de altas y atrevidas vistas patrióticas.
Alma y certero brazo director de las relaciones internacionales, fué el recientemente fallecido barón de Río Branco, cuya desaparición ha sido lamentada en todas partes. Puede decirse que, por su tacto y pericia, llegó a ser el primer estadista del continente. Digno heredero de su ilustre padre, aumentó aún más el brillo de su nombre.
El Brasil intelectual es de una fuerza e intensidad dignas de mayor fama en el mundo. La lista de sus hombres eminentes llenaría más de una página nuestra. Básteme con citar a Joaquín Nabuco, Ruy Barbosa, Machado de Assis, Joao Ribeiro,[84] José Verisimo, Araripe Junior, Taunay, Graça Aranha, Galvao, Olavo Bilac, y tantos otros dignos de figuración en cualquier nación europea. Su prensa, con órganos como el Jornal do Comercio y O Pais, es de un gran prestigio. Y Río y Sao Paulo, gozan de un atractivo y de una celebridad ya mundiales. ¡Bello, soberbio, opulento país!
Desde los trabajos de Azara hasta las impresiones y datos publicados por diferentes viajeros en épocas recientes, muchos son los libros en donde pueden conocerse la geografía, la historia, las riquezas y el progreso material y moral de la república del Uruguay. Una obra monumental fué publicada en 1910, en Montevideo, por el Sr. D. Carlos M. Maeso, en la cual se contienen variadísimas y detalladas informaciones. Se titula tal libro El Uruguay a través de un siglo, y en él se ve la creciente y brillante transformación, que, a pesar de las agitaciones políticas y luchas guerreras, ha hecho del país «oriental» un plantel de civilización y un emporio de trabajo.
He allí una tierra amable, feraz, con el encanto pintoresco de América, sin muchos de los inconvenientes de otras regiones, y en donde los habitantes, con un afán continuo desde la consecución de su independencia, han procurado, en las disciplinas[88] de la paz, y aun a través de las bregas de las revoluciones, constituirse una patria digna de haber realizado, según la palabra de Anatole France, «un tipo superior de civilización».
¿Qué importan las fiebres del crecimiento, si se llega con vitalidad y empuje al libre desarrollo de un pueblo viril y brillante? Pues hay que advertir la bella aureola de romanticismo nacional que han tenido a los ojos extraños, tierras de lucha, gloriosas y legendarias, como la Grecia moderna en el continente europeo y el Uruguay en la América del Sur.
Uruguay, tierra de heroísmo. Es ciertamente, en su historia, una distintiva, entre las repúblicas de nuestra América, que han sido, en sus esfuerzos por personalizarse en el coro de las naciones, tierras de heroísmo. Es usual y fácil en el viejo mundo achacar un exceso de primitivismo y una irremediable propensión a los conflictos sangrientos, y a las revueltas intestinas a nuestras democracias; «se nos ha juzgado, dice el autor uruguayo que he citado, con un criterio especial, que no es el criterio humano que ha presidido el juzgamiento de los hechos fundamentales a que ha obedecido la evolución sufrida por las naciones europeas para llegar a la hora y al estado[89] presentes. Nosotros habremos pasado por pruebas dolorosas para fundar principios de libertad y justicia, implantar la democracia triunfante y consolidar el derecho propio y el ajeno; pero esas pruebas no han tenido la intensidad terrible y feroz que para alcanzar idénticos fines han sufrido Estados europeos que figuran al frente del avance civilizador de esta época; la sangre que han derramado las revoluciones americanas forman un mísero arroyuelo comparado con los mares de sangre que se han vertido en Europa para satisfacer ambiciones de déspotas, o alcanzar la libertad apetecida». Nada más fuerte en razón, y es el hecho que algunas de esas repúblicas, entre las cuales se encuentra el Uruguay, están, en muchas de las ventajas de la civilización y de la humana cultura, a la par de las naciones principales de Europa, y aun llevan la delantera a otras. Cierto que lo que aquí se ha amalgamado en centurias, allá se ha improvisado en lustros.
Los uruguayos se enorgullecen con justicia de la hermosura de su suelo, de la riqueza que se encierra en él, del encanto urbano de esa joya de capital que se llama Montevideo, en donde al par que las actividades del negocio, florece la intelectualidad y se estimula el estudio, del que es le[90] morceau le plus digne d'envie, le coin le plus admirable du Nouveau Monde par sa topographie, par son climat, par sa géologie et son hidrographie, par sa fertilité; como escribiera, ha tiempo, un sabio y eminente francés. Y si el estado actual de esa república es en extremo floreciente y envidiable, su futuro, cuando la inmigración aumente, al ser más conocidos los veneros de prosperidad y las fuentes de labor proficua que allí esperan brazos y voluntades, su futuro, digo, es de un engrandecimiento y esplendor incalculables.
Muchas son las maravillas con que la naturaleza ha ornado el país oriental, descriptas por notorios escritores y reproducidas por el lápiz, el pincel o la máquina fotográfica; costas vistosas, montes y sierras, llanuras extensas en que pastan miles de ganados, paisajes deliciosos, bellas y fecundadoras corrientes hidrográficas, fauna y flora de mucha variedad y exuberancia. Y si en la historia de la república del Uruguay resalta como signo distintivo, según ya he dicho, la singularidad heroica—Artigas es un personaje representativo y simbólico—en su vida constitucional se hace admirar un culto, desde antaño sostenido, por la libertad, y un deseo siempre constante de mejoramiento y de progreso.
Hay en su Carta asegurados derechos y principios de las modernas conquistas civiles que en otras naciones, a la cabeza de la civilización por muchos conceptos, no han sido todavía conseguidos. Así bien pudo asegurar ha tiempo un eminente abogado belga, M. Stocquart, que «el Uruguay es innegablemente, desde el punto de vista del derecho civil, el país más adelantado de la América del Sur». Una de las últimas y más plausibles leyes a este respecto fué la nueva de divorcio, que garantiza la disolución del matrimonio y deja absoluta libertad para contraer un nuevo vínculo.
Montevideo, de rítmico y sonoro nombre, es ciudad-presea entre las capitales hispano-americanas, y se distingue por la modernidad de su conjunto, por su ambiente de urbana actividad y alegría, y por la singular beldad de sus mujeres. He de insistir en el cultivo mental, en el amor y gusto por las especulaciones del espíritu, al lado del movimiento bancario, y del activo laborar de comerciantes y estancieros. La instrucción pública uruguaya se encuentra a una notable altura y se han ido introduciendo en ella las mejoras que en los países más avanzados del globo han producido resultados superiores, esto desde los[92] tiempos en que José Pedro Varela, «el Horacio Mann uruguayo» hiciera como el gran argentino Sarmiento, viaje a los Estados Unidos, y visitara las escuelas norte-americanas; «y fué tal su admiración y entusiasmo, dice un informe oficial, por los métodos de enseñanza que vió aplicar en ellas, a la organización a que estaban sujetas, que se resolvió a dedicar todas sus energías al estudio de las más acreditadas obras pedagógicas, y al análisis de los múltiples problemas relativos a la enseñanza. Sorprendido a la vista de las instituciones políticas y sociales del pueblo que visitaba, fascinado por el carácter de la prensa, la libertad de los tributos, la organización de los partidos, su sistema electoral y el funcionamiento de todos los resortes de la administración pública, creyó descubrir la base de todo esto en la educación del ciudadano, y decidióse, una vez que hubo regresado al suelo nativo, a trabajar con objeto de introducir en ella cuanto había visto, respecto de instrucción pública, y pudiese contribuir a la regeneración de la patria uruguaya...» José Pedro Varela fué un bienhechor de su país y su nombre brilla entre los que constelan de gloria los anales de la República Oriental.
El movimiento comercial, dado el número de[93] habitantes, supera al de otros estados americanos de mayor población, y los productos del país encuentran cada día mayor mercado en el mundo. «Somos, escribe el Sr. Maeso, actualmente, uno de los pueblos más comerciales de América, pudiendo ostentar con legítima satisfacción los guarismos de nuestra actividad en los negocios, porque ellos evidencian que, a pesar de tener aun poca población en comparación de otros Estados, superamos en mucho las cifras de su vida comercial. Baste con señalar que de 1862 a 1868, la importación y exportación reunidas, eran de pesetas 109.886.156; y de 1904 a 1908, ha llegado a pesetas 338.009.777. Mucho tiene que mejorar la agricultura en tan fecundo país; mas la suma de lo que por año produce en este ramo de sus progresos es ya de más de noventa millones de francos. Sus líneas férreas tienen un valor de trescientos setenta y siete millones de francos, su ganadería cuenta con treinta y siete millones de cabezas. Su porvenir económico, en fin, despierta las más brillantes y legítimas esperanzas. Un notable ingeniero francés ha manifestado su sentir en estas palabras: «El Uruguay tiene en sus tierras valores incalculables y tiene en sus hijos excelentes elementos de trabajo, que sabrán aprovecharlo».[94] Es, pues, un pueblo dueño de su destino.
Montevideo se enorgullece de su espléndido puerto, de sus compañías de navegación y salvataje, en que es famoso universalmente el nombre de Lussich. La red hidráulica uruguaya cuenta con tesoros de «hulla blanca». La ganadería ha logrado un gran adelanto gracias a iniciadores eficaces como el Sr. Reyles y sus émulos; las riquezas del subsuelo sólo esperan el esfuerzo de las empresas; el inmigrante en pocas partes encontrará las ventajas que en el suelo del Uruguay.
¿Y la intelectualidad? Largamente podría escribirse sobre el desarrollo de la cultura y de la producción literaria en aquella nación, desde los tiempos de la colonia hasta nuestros días. Se ha llamado la atención sobre la tendencia a un marcado nacionalismo y al color local. Más allí, como en todas partes de América en que se habla el castellano, no ha habido sino dos grandes influencias en el dominio del pensar y el escribir: la influencia peninsular antaño, y la del movimiento que desde hace algún tiempo ha dado nuevos vuelos y libertades a los talentos, a la idea, a la creación artística. Saludemos los nombres[95] de Acuña de Figueroa, Pacheco y Obes, Berro; a los románticos del tiempo de Juan Carlos Gómez y de Magariños Cervantes. Al fuerte Acevedo Díaz, a otros eminentes. Y luego, a los que representan la vitalidad y la gloria actuales, a la cabeza el conspicuo y alto Rodó; a un gran precursor admirado en su patria y fuera de ella, el noble poeta Juan Zorrilla de San Martín.
En resumen, la República Oriental del Uruguay es uno de los países que con mayor complacencia puede la América latina presentar ante los ojos del mundo civilizado, y uno de los más apropiados refugios para los ejércitos de inmigrantes que a nuestro continente vayan en busca de labor y bienestar.
Tierra de sol, tierra de épica historia, tierra de leyendas. Lo que hicieron sus hombres en la guerra terrible, se ha contado a los niños de América, como las hazañas de los héroes homéricos o los cuentos fabulosos. Porque allí se demostró con sangre y muerte, saber de patria y de sacrificio, quizás como en ninguna parte, y el poeta argentino de la barba florida pudo cantar:
Y cuando los niños que quedaron fueron a su vez hombres, ya que no lucharon con el extranjero, lucharon y luchan entre ellos, como en otras tierras de nuestra América. ¡Fatalidad!
Y esa región es bella, ubérrima, digna de los[100] halagos y de los beneficios del porvenir, si paz y trabajo hubiese en la concordia de sus hijos.
Leyendo la monografía de Lisoni, se admira el portento de ese suelo feraz que riegan las corrientes copiosas del Paraná y el Paraguay; sus bosques llenos de árboles preciosos; sus plantaciones de hierba-mate, verdadera mina vegetal que produce al año 17.600.000 libras; el quebracho colorado y el palo rosa, aparte de otras maderas preciosas que son tesoros para la ebanistería, y el árbol del incienso y el bombax de seda. Todo lo más rico, variado y bello que da la tierra fuerte, hay en aquella Mesopotamia gloriosa del Sur, en aquel país mediterráneo, privilegiado por la Naturaleza en el portento de su flora y en una primavera eterna y saludable. Solamente la cosecha de tabaco llega a 6.000.000 de libras por año. La institución agrícola oficial trabaja con celo y constancia y anualmente se multiplican los rendimientos agrarios.
Es grande la exportación de algodón paraguayo, de larga fibra, tan estimado en los mercados alemán, holandés y británico. El aceite de petit-grain—zumo de hojas de naranjo—es fabricado en varios establecimientos destiladores del distrito de Yaguarón. El cultivo del arroz se realiza[101] con provechoso esmero, y la Sociedad Nacional de Agricultura otorga premios a los cultivadores del mejor grano.
El negocio pecuario durante los dos últimos lustros se ha desarrollado inmensamente, hasta el punto de que ganaderos argentinos y brasileros han sentado sus reales en el país, efectuando exportaciones continuas de tasajo a España, Brasil y Cuba, y de cueros a Europa, donde alcanzan altos precios.
No obstante los desórdenes revolucionarios frecuentes, los gobernantes paraguayos se preocupan de estimular la inmigración, y hay colonias italianas que han dado excelentes resultados. En la actualidad se piensa introducir familias asiáticas para el cultivo del tabaco, la caña dulce y el arroz.
En mineralogía no es escaso el Paraguay. Cuenta con minerales diversos, entre los cuales deben contarse el cuarzo, el caolín, el hierro, el manganeso, el cobre, el mercurio, y con piedras preciosas como el ópalo y la ágata.
Según los mejores cálculos estadísticos, el movimiento comercial paraguayo asciende a 12.000.000 de pesos anuales. En 1907, por ejemplo, llegó a la suma de 12.233.823 pesos. Todo lo[102] cual indica de manera indudable que el Paraguay, gozando de paz sólida, sus hijos entregados a la noble labor de la riqueza nacional, podría llegar a un desarrollo inmenso, aportando producciones cuantiosas al mercado universal.
Hacer que llegue esa hora de concordia y de labor, debe ser la idea primordial de cada buen patriota en la linda tierra Guaraní.
A consecuencia de la guerra espantosa de 1865 a 1870 que desoló al Paraguay, llevándolo a una miseria inaudita, las ciudades y pueblos quedaron reducidos a escombros, y sólo restan de los tiempos de bravura heroica muy contados edificios. Entre ellos son de recordar, por su sobriedad y su belleza arquitectónicas, el palacio de Solano López y la iglesia Catedral de La Asunción, ciudad la más ilustre en época memorable, cuando fué el centro metropolitano del Sud-América, por su ruidoso fausto. En los arsenales de La Asunción se construían barcos, armas y municiones para la guerra, y ese gran desarrollo industrial animaba extraordinariamente la capital por aquel entonces, cuyos ecos ha sabido recoger y eternizar la historia en capítulo aparte.
Hoy el Paraguay trata de renacer, como el ave mitológica, de sus cenizas y escombros, y en el[103] recuerdo de sus épicas desventuras se levanta en el continente americano, como un ejemplo admirable de patriotismo. El Paraguay es un ejemplo hoy que el águila yankee mira hacia el Sur, como orientándose para un vuelo de rapacidad conquistadora.
Véase lo que una pluma serena—aunque optimista en la actualidad—escribió sobre el Paraguay, haciéndose intérprete de la nueva era:
«Enclavado el Paraguay en el centro mediterráneo de Sud-América, rodeado de grandes ríos, pero apartado de los centros y vías oceánicas de comunicación directa con Europa, vióse obligado a permanecer muchos años como viuda feudal envuelta en sus negras tocas, a la húmeda sombra de sus terrones.
»Llegó, sin embargo, al Paraguay la gran revolución del siglo; tendió el progreso sobre la tierra los rails de la ferrovía, por aire los alambres del telégrafo y teléfono, y el vapor por sus ríos navegables, y la heroica viuda, cumplido el luto por el fatal destino, abrió de nuevo su pecho a la esperanza, despojó a sus hijos de anticuadas preocupaciones, ensanchó sus estrechas creencias para que entrara en sus templos la luz de la fraternidad y de la tolerancia, dió a fundir para[104] calderas de vapor el hierro de sus montañas, empleado antes en campanas, fusiles y cañones, compró segadoras y trilladoras para los colonos, cargó los trenes y navíos con las producciones naturales y desarrolló la industria y el comercio, que sirven de base a la prosperidad.
»Desde 1870, todo se ha modificado y transformado en el Paraguay en sentido favorable. El trabajo ha emancipado al pueblo de la miseria y de la orfandad en que lo dejaron los desastres pasados, mejorando su condición moral y social; la riqueza pública ha aumentado considerablemente, debido a las múltiples causas económicas, y el movimiento general en todas las esferas de la actividad es en la actualidad superior al de cualquier otra época pasada. El desenvolvimiento que adquieren las instituciones de crédito, las industrias que cada día se implantan, la rápida y creciente valoración de la propiedad y la importancia que han adquirido las transacciones comerciales por sus proporciones, son signos de prosperidad, que vienen a revelar que existen en el país gérmenes fecundos de vitalidad que, desarrollados convenientemente, concurrirán a la formación de la grandeza futura.»
La historia del valiente Paraguay es una epopeya[105] sui generis. Pueblo fundado en condiciones tan especiales como las dispuestas por la real cédula de 1609, su organización fué única en el Continente.
Dice Lisoni en la monografía:
«Los jesuítas encargáronse de la sumisión de los nativos y de su conversión al cristianismo. Fundaron ciudades, construyeron templos y establecieron el régimen especial de las reducciones. Fué tal la organización de las misiones paraguayas y la educación que daban a los aborígenes, que no sólo desarrollaron enormes riquezas, sino que también cimentaron el poder religioso más grande que recuerden los fastos americanos.
»Dueños así de más de 160.000 indígenas, provocaron graves dificultades a los gobernadores españoles por fines netamente materiales, hasta que, cansado el Gobierno central, hubo de disponer su expulsión y la de todos los dominicos ibéricos, en 1767, pasando las misiones a poder de frailes franciscanos y mercedarios.
»La obra de los jesuítas vivió mientras ellos dominaron; pues como dice Héctor Decoud, el edificio social levantado por ellos se desplomó con su salida, dejando sólo el triste rastro de una[106] funesta educación. Aquellos padres, en lugar de organizar pueblos con aspiraciones a la libertad y al progreso, formaron esclavos fanáticos sin ninguna iniciativa personal.
»Latente ese estado de cosas, llega el instante solemne de la Independencia, inspirada por Fulgencio Yegros y Pedro Juan Caballero. Realizóse el 14 de Mayo de 1811, sin efusión de sangre, merced a la energía y decisión de este último, a la adhesión incondicional del pueblo a la causa emancipadora y a la tentativa del gobernador español para restaurar el régimen de la colonia, constituyéndose la primera Junta gubernativa de la República con Bernardo de Velasco, como presidente, y los vocales Gaspar Rodríguez de Francia y Juan Valeriano Zeballos.
»El 18 de Julio del mismo año, reunida la Asamblea paraguaya, creó una nueva Junta de Gobierno, formada por cinco miembros: Fulgencio Yegros, Gaspar Rodríguez de Francia, Pedro Juan Caballero, Francisco Javier Bogarin y Fernando de la Mora; el primero como Presidente y el último como Secretario, y dictó una serie de leyes relativas a empleos políticos, civiles y militares, acordándose, en lo que respecta a los negocios extranjeros, conservar íntimas relaciones con[107] Buenos Aires y demás provincias confederadas anular el juramento prestado al Consejo de Regencia y desconocer la Corte de España, y nombrar al doctor Francia diputado al Congreso General de las Provincias Unidas.
»Con motivo de un conato de revolución instigado por los españoles y descubierto oportunamente, hubo de reunirse el 1.o de Octubre de 1813 el segundo Congreso General, con asistencia de mil diputados electos, con el fin de ratificar la declaratoria de Independencia, cambiar al Paraguay el nombre de Provincia por el de República y sancionar una Constitución que confiaba el ejercicio del Poder Ejecutivo a dos magistrados, con la denominación de Cónsules, que tuvieron el grado de brigadieres de ejército, cuyas obligaciones principales consistían en asegurar la conservación, seguridad y defensa de la República, formar el Tribunal Superior de Justicia, desempeñar la Comandancia General y atender a los demás ramos de la Administración.»
La intelectualidad paraguaya es tan contada como distinguida y vigorosa. Manuel Gondra, Cecilio Baez, José S. Decoud, Alejandro Audivert, Teodosio González y otros literatos, poetas pensadores, constituyen una verdadera élite mental.[108] En el ministerio, en la cátedra, en la tribuna, en el libro, el pensar paraguayo es eminente.
El alma nativa, propensa al ensueño y enamorada de la gloria, da campo a los escritores nacionales para ejercer el apostolado de todas las grandes ideas del arte, de la filosofía, de la patria. El mismo dialecto Guaraní, lengua armónica, melodiosa y sensitiva, revela la varia intensidad del espíritu paraguayo, y es una demostración de la grandeza de aquel pueblo. Tal lengua tiene su literatura. Una literatura llena de brillo y sentimiento, que cuenta con poemas de vasta inspiración, en que son alabados dulcísimamente los encantos naturales: el natural amor, el río de plata, la flora magnífica.
En el Paraguay se atiende con particular esmero a la instrucción pública, y entre sus más entusiastas y eficaces propagandistas no es posible olvidar a Arsenio López Decoud, educacionista y escritor notable; a Enrique Solano López, hijo del mariscal Francisco Solano López; a Teodosio González, doctor en ciencias jurídicas de la Universidad de Buenos Aires; ni a Carlos Cálcena, que asistió al Congreso Científico de Montevideo, en 1901, representando al Instituto Paraguayo.
Ni hemos de omitir tampoco el nombre de quien ha sido calificado como el más brillante de los poetas nuevos del Paraguay: Juan E. O'Leary, periodista valiente y autor de libros evocadores. Con O'Leary han contribuído al realce de las letras continentales Ignacio A. Pane, Manuel Codas, Alejandro Brugada hijo, y otros que en el momento no recordamos. Todos ellos intelectos meritorios.
No de otro modo puede ser en un país, en donde lucen figuras como las que presenta Silvano Mosqueira, en sus Semblanzas Paraguayas que acabo de recibir, y que me he complacido en leer.
En el prólogo explica Mosqueira: «La importancia de una Nación no se juzga sólo por su riqueza económica, por los millones depositados en su tesoro, sino también, y muy principalmente, por la cantidad y calidad de sus hombres de pensamiento.»
Luego nos habla de Manuel Domínguez, Cecilio Baez, Blas Garay, Héctor Velázquez, Manuel Gondra y Juan Silvano Godoy de modo entusiástico y justiciero.
Refiriéndose a Manuel Gondra, a quien el que estas líneas escribe tuvo la honra de conocer en[110] la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, y de apreciar de cerca sus altas dotes mentales, dice Mosqueira:
«¿Cuál es el papel histórico que los acontecimientos señalan a D. Manuel Gondra en el escenario político de su país? ¿Cuál es la misión que debe desempeñar un ciudadano colocado a su altura moral y científica?
»De hecho, por aclamación, sin una voz discordante, Gondra es el jefe intelectual nato de la juventud estudiosa. Goza de un prestigio sólido indisputable, entre el elemento joven. Por razones políticas, los que pudieran rivalizarle se hallan inhabilitados a disputarle la preeminencia en el ánimo de sus compatriotas.»
Estas palabras del Sr. Mosqueira se pudieran llamar proféticas, pues el Sr. Gondra ocupó la Presidencia de la República, y ha seguido figurando activamente en la alta política de su país, después de la revolución que no le permitió llevar a cabo sus ideas progresistas. Actualmente, después de concluída la última contienda paraguaya, ocupa el Sr. Gondra el Ministerio de la Guerra. En cualquier puesto que ocupe, será siempre el mismo gran ciudadano que procurará el bien de su patria.
Que las conmociones guerreras—de ancestral influencia—tengan definitivo término, y que bajo una bandera de armonía—la nacional—, mediten los bravos paraguayos en el porvenir.
Potosí, antaño, era nombre de fábula,—Cólquida, Eldorado, Ofir,—de la fábula estupenda que impregna de su luz maravillosa todo el Ciclo del Oro. Fué en una tierra de entrañas de oro donde Manco Capac iniciara una civilización; donde las gentes de España destruyeran el imperio incásico e implantaran su dominio en el alto y bajo Perú; donde Sucre consagrara a Bolívar el país nuevo que formara después de la victoria de Ayacucho.
Es hoy tan sólo un recuerdo Potosí; mas Bolivia sigue siendo uno de los países más llenos de riquezas de todo el continente nuestro. País, como todos los hispano-americanos, ardido tantas veces por revoluciones y luchas entre hermanos del propio territorio y de su vecindad, ha sufrido las inevitables fiebres del crecimiento.
«Bolivia,—decíame un boliviano de talento y carácter—es el país de los contrastes». Y agregaba a tal afirmación: «Su topografía, su clima,[116] sus producciones, sus monumentos y sus habitantes, constituyen un conjunto de elementos tan heterogéneos, que no parecen que formaran parte de una sola nación. Quien ha viajado, no sólo por una región de Bolivia, sino por todo su territorio, no puede menos de quedar pasmado ante la multiplicidad de cuadros, a cual más inconexos y curiosos, que le presenta este país. Ya se le ve aplanado por enormes mesetas que cansan los ojos con su perpetua monotonía y que ejercen en sus moradores una acción achacante que les singulariza por modo muy particular; ya está erizada por complicadas serranías y cordilleras, cuyos colosales picachos guarnecidos de eterna nieve, parecen gigantes embozados en túnicas imperiales de armiño, que contemplan en actitud monolítica la sucesión de los siglos; ya está horadada de valles profundos y sinuosas quebradas, donde se ven mil accidentes del terreno como las proyecciones de un cinematógrafo; ya bordado de praderas y selvas inmensurables, en cuyo seno bulle una vida activa y desbordante; ya está bañado por ríos larguísimos y lagos misteriosos como el lago Poopó y el legendario Titicaca, que guarda la poética tradición de los hijos del Sol. La primera vez que recorrí Bolivia de extremo a extremo,[117] me pareció ir por un país de ensueño. Viéndome en la árida región que mira al Pacífico, y ascendiendo a la antiplanicie andina, sentíame hastiado por la uniformidad del panorama que se desarrollaba ante mis ojos. Aquella sábana terrosa, con su aspecto sepulcral, su frío, sus brumas, sus espejismos, sus pajonales y su silencio, se me antojaba detestable. Como el navegante que en alta mar no ve más que agua y cielo, yo, perdido en aquel océano de tierra, no veía más que la inmensa bóveda azul volcada sobre la inmensa llanura sin color. No se divisaba ni un arbusto. Yo deseaba ver cuadros más variados. Tenía la nostalgia de los árboles. La desnudez de la pampa, su serenidad, su quietud, su mutismo, infiltraban en mi espíritu un sentimiento mortal de desaliento. Aquélla era una región exánime, maldita. Era la tristeza hecha tierra. Era la petrificación de la inercia y de la austeridad. ¡Y bien! Poco después me hallaba en el otro extremo de Bolivia. Estaba, según mis deseos, en la región de los árboles. ¡Qué árboles! Ahora eran gigantescos vegetales sembrados en el suelo, como soldados en ejército sin fin, los que formaban sobre mi cabeza una bóveda verde y fresca, bajo la cual caminaba semanas, días, meses. Ahora, ya no más perspectivas[118] limitadas y aburridoras. Yo habitaba en palacios pictóricos de verdor y de perfumes. Y ya no me deprimía el ambiente de la pampa agria y silente. Los árboles, el suelo, el agua y el aire, eran hervideros de seres, laboratorios de energía, campos de una batalla fenomenal. Y de los árboles del suelo, del agua y del aire, brotaba sin descanso la sinfonía intraducible de una vida fastuosa y triunfante. Pero al cabo, esto también me cansó. El árbol dominador, desmesurado, omnipotente, llegó a causarme empacho. Me hallaba como en una suntuosa prisión. Deseaba que mi vista se esplayase en horizontes más amplios, como los del altiplano. Y tuve la nostalgia de la pampa. Y si antes ésta me había hastiado con su aire de tierra muerta, ahora sentíme también fatigado con el derroche de vida que veía en mi redor. ¿Pero cómo escapar? Este mar de verdura se extendía hasta el otro mar, hasta el Atlántico.
»Después visité otros puntos de Bolivia. Navegué durante largas temporadas por sus interminables ríos, descendí a sus hondos valles y trepé a sus vertiginosas cordilleras, y en todas partes continué admirando lo variado y caprichoso de esta tierra extraordinaria. Todo se opone en Bolivia; las ubérrimas tierras calientes al desolado[119] altiplano, el frío al calor, lo bello a lo deforme, lo miserable a lo rico. Sus mismos habitantes. El bravo y feroz aimará es distinto del quichua apacible; y ninguno de ellos es asimilable al bárbaro del Noroeste o del Oriente boliviano. Y aun prescindiendo de los tipos autoctonos, en el mismo elemento criollo se notan profundas diferencias, como si en él estuviesen marcadas las anfractuosidades y relieves de su suelo desigual. Las poblaciones constituyen verdaderos extremos. Santa Cruz, ciudad tropical situada apenas algunos cientos de metros sobre el nivel del mar, con su calor de zona tórrida, rodeada de una vegetación lujuriosa y poblaba de gente de tipo marcadamente español, es muy diferente de Oruro, población de clima siberiano, construida en medio de un desierto, a miles de metros de altura, y con habitantes en que predomina el tipo indígena. Escalonemos entre estos dos extremos las demás poblaciones bolivianas, y ni aun así se darán una idea neta de su variedad. Potosí es un pueblo encaramado sobre una gran serranía, y parece estar trepando hacia el cono gigantesco de plata y estaño, que fué el asombro del mundo. La Paz, al contrario, está hundida en una hoya, y al verla del borde del altoplano, hace la impresión de una[120] ciudad acarreada en masa por un inmenso aluvión, al fondo de un precipicio; y el viajero se admira de que a nuestros antecesores se les hubiese ocurrido ir a edificar la ciudad más populosa de Bolivia en aquel estupendo agujero. A veces, hasta en un mismo sitio, hay aglomeración de elementos incongruentes, superposiciones extravagantes. Lo prehistórico se junta con lo actual. Las edades se dan la mano. Lo gigantesco e imponente se codea con lo pequeño y vulgar. En Tihaguanaco, la humilde choza del indio está adosada a monumentos colosales, extraños, inmemoriales, obra de una civilización desaparecida. Todo, pues, contribuye a hacer de Bolivia un país lleno de curiosidades y rarezas. Hasta en su historia se ve la desproporción y la incoherencia. Su advenimiento a la vida nacional fué extraordinario. La misma guerra de la independencia que le precedió, se caracteriza por el desconcierto con que obraban sus caudillos. Nadie se subordinaba a un solo plan regular y fijo. Todos obraban por su cuenta y riesgo. Y sin embargo, con elementos tan variados, se ha formado esta nacionalidad. He aquí la razón de que Bolivia sufra mayores dificultades que otras naciones para llegar a su definitiva constitución. El trabajo de integración de[121] sus diversos componentes está aún por hacerse. La unificación en Bolivia, empezando desde lo físico, es más difícil que en otros países de estructura más homogénea y sencilla. Esos países con amplia salida al mar, y que constituyen, agregados a los que es fácil el acceso de la ola inmigratoria, de la industria y del comercio, es lógico que se adelanten a este pueblo mediterráneo, que metido entre sus montañas, pampas y selvas de corte gigantesco, tiene que desarrollar una suma de esfuerzo mayor, proporcionalmente, que aquéllos para ir por el mismo camino. En realidad, es más bien sorprendente que este país, hecho con elementos telúricos y humanos tan contradictorios, aun se mantenga en pie. Quiere decir que acaso posee energías latentes, aunque dispersas, que le sostienen. Falta que esas energías se fundan y formen un solo bloque, capaz de ejercer una acción virtual fija. Hasta entonces la nación no había parecido. Porque, al presente, valga la verdad, ella no existe, en forma categórica y definitiva, como no existe en otros países, que no son sino conglomerados informes de cosas y de hombres que se rechazan, o ni siquiera se conocen. Bolivia sufre las consecuencias de la disparidad de sus factores étnicos y de la complexidad de sus condiciones[122] geológicas. Es un pueblo aun no acabado de formar; y sólo el día en que haya realizado un trabajo de aproximación efectiva, de simpatía honda de sus componentes, habrá cumplido el ideal de los que la erigieron nación una, libre y soberana. Hay que decir que para eso se requieren varias condiciones. Desde luego, un buen vínculo de hierro que haga juntar el árbol con el yermo, la cordillera con la pampa, al aimará con el guarayo. Ese día se acerca.» Tales conceptos y de quien conoce a palmo su tierra, concluyen con una voz de esperanza. La opinión del doctor Mendoza está confirmada por la realidad actual. Bolivia progresa y se vigoriza; y están ya muy lejanos los tiempos de revueltas y satrapías famosas. Hombres de empresas prácticas y trabajadores de cultura se preocupan en la suerte de la patria. A la decadencia tan eficazmente expuesta en un libro cauterizante de Alcides Arguedas, libro aplicable, no solamente a Bolivia, sino a la América hispano-parlante, y en muchos de sus capítulos, a todas partes, a la decadencia, dijo, ha sucedido una actividad salvadora, una reacción de vida. «Hoy, dice el mismo Arguedas, una nueva generación forjada al calor de generosos ideales, decepcionada del poder de las revoluciones, escéptica[123] del prestigio popular de los caudillos, llena de bríos, generosa, preparada, idealista, soñadora, surge». Así se cumplirán mejor las palabras del acta de independencia, que dicen que: «los departamentos del Alto Perú protestan a la faz de la tierra entera, que su resolución irrevocable es gobernarse por sí mismos». Tal ha sido el espíritu de adelanto en paz y libertad, que ha animado a los últimos gobernantes de Bolivia.
La mentalidad boliviana ha tenido siempre brillos, y varones de saber y de armonía han descollado desde los tiempos de la docta y pretérita Chuquisaca. Como en los tiempos de España brillaron Calancha, Escalona, Acevedo y tantos más, han animado luego las patrias letras, los Bustamante, San Ginés, Terrazas, Blanco, Cortés, Vaca-Guzmán, Ramallo, Mujía y muchos más. Conocida es la notoriedad de los Aspiazu, los Ballivian, Baptista, Rene Moreno, Díez de Medina, Pinilla, y más que formaría una larga lista. Yo he tenido oportunidad de conocer a bolivianos de tanto valer como Julio L. Jaimes, caballero de antaño, ingenio de pura cepa clásica y colonial; a su hijo Ricardo Jaimes Freyre, mi brillante amigo en las primeras luchas de renovación literaria en Buenos Aires, noble poeta y rico[124] de saberes amenos; a Francisco Iraizos, lleno de discreción y de cultura; a Moisés Ascarrunz, diplomático, cuyos mejores amigos fueron en España los poetas; a Franz Tamayo, cuya viril juventud está llena de sapiencia; a Arguedas, que va por el camino de los triunfos; a Joaquín de Lemoine, soñador y práctico, buen servidor de su país; al Dr. Jaime Mendoza, en quien quizá pronto se revele en nuestro continente un nuevo y distinto Gorki.
La Paz, capital de la república boliviana, adquiere animación. El ferrocarril conquista el territorio nacional. Europa se acerca. El progreso entra por el Pacífico y por Buenos Aires. Pronto una vía férrea unirá la Paz y Puerto Pando. Se cuida de los bosques. Se hace oro. Se rehace patria. Se va a buen paso al encuentro del porvenir.
Nicaragua acaba de pasar por una de las crisis más tremendas de su vida política. La sangre y la muerte han puesto espanto en los ciudadanos, una vez más; han revivido antiguos odios inmotivados; la miseria y el hambre han esparcido sus horrores en el país debilitado. ¡Y cuán buena y generosa tierra para el trabajo, para las iniciativas industriosas! No entraré en el liso y pantanoso terreno político. Pensadores y viajeros de juicio creen en que la penetración pacífica del vecino potente concluirá con la nacionalidad. Entre tanto, véase, en extracto, su vida histórica. Los famosos hermanos Contreras hablaron los primeros de libertad, en el siglo décimo sexto, y, cabezas de la sublevación, fueron, vencidos, a perder la vida a Panamá. Fué, pues, allí donde, en el continente, se quiso primero ser libre de la dominación española. Cuando Centro-América se constituyó en República Federal, después de la independencia, en 1821,[128] Nicaragua fué un Estado de la federación. Lo gobernaron Cerda, Herrera y Núñez. República autónoma a su vez, en 1841, tuvo por jefes a Buitrago, Pérez, Sandoval, Guerrero Ramírez, Pineda, Chamorro, que tuvieron el nombre de Directores Supremos. La Presidencia se inicia, en 1854, con Frutos Chamorro, y le siguen Martínez, Guzmán, Quadra, P. J. Chamorro, el General Zavala, Cárdenas, Sacasa y Zelaya. Una revolución sonora, que tuvo por base una traición, hizo abandonar el poder a este último, y fué Presidente, por poco tiempo, el Dr. Madriz, a quien sucedió provisionalmente el General Estrada, sustituído por el actual mandatario Dr. Adolfo Díaz. Sobre todo esto pasa la sombra de los Estados Unidos.
Nicaragua tiene, como página principal de su historia, la segunda independencia, cuando se vió libre de la ocupación del filibustero yanqui William Walker, con el apoyo de las repúblicas hermanas, especialmente de Costa Rica.
Nicaragua tiene su nombre de Nicarao, cacique, cuya figura podréis apreciar en las historias de Indias. La limitan Honduras, Costa Rica, el Atlántico y el Pacífico. Varios libros hay con datos sobre esa región centro-americana; pero ningún[129] autor os será más útil, si queréis conocerla, con sus recursos y su vitalidad, que M. Desiré Pector, francés laborioso y estudioso, Consejero del Comercio Exterior de Francia, y que durante largos años ha tenido a su cargo consulados de repúblicas de Centro-América, a las cuales ha procurado hacer conocer y valer, en numerosos libros, folletos y artículos de periódico. La América Central, y, sobre todo, Nicaragua y Honduras, deben mucho a la diligencia y al buen sentido del distinguido M. Pector.
Los datos que siguen, son extraídos de su importante obra Les richesses de l'Amérique Centrale, que lleva un prefacio del finado M. Levasseur, el ilustre administrador del Colegio de Francia. Así como todos los datos sobre las otras repúblicas, han sido extractados de las valiosas monografías de diferentes autores, publicadas por el Sr. Eduardo Poirier en su obra voluminosa, Chile en 1910.
Nicaragua, para su comunicación con el mundo, tiene puertos en ambos Océanos, que pueden llegar a ser de gran desarrollo. El de Cabo de Gracias a Dios—que vieron los ojos de Colón—está señalado para un porvenir brillante. Se llamó algunos meses Puerto Dietrick, por concesiones[130] hechas a un fuerte especulador de ese nombre. Está servido, aunque irregularmente, por la Atlas Line. La compañía Hamburguesa y la Prinzapolka Exploitation C.o recorren los ríos Grande, Prinzapolka y Onaona. Bluefields es un hermoso Puerto, capital del departamento Zelaya—ignoro si los rencores políticos hayan hecho cambiar de nombre a esa región—y da acceso, por su situación en la embocadura del río Escondido, a toda la región donde se cría la banana del departamento, al distrito del Siquia (Rama) y a las minas de oro del departamento de Jerez. En la aduana del Bluff está instalado el nuevo faro de ochenta pies de altura, de cuatro fuegos y alumbrado por acetileno; una embarcación a gasolina pone en comunicación a Bluefields con San Juan del Norte. La Compagnie Générale Transsatlantique remite mercaderías directas del Havre para ese puerto, que está en combinación con la Bluefields S. S. C.o Hay en el Bluff almacenes de aduanas y muchas facilidades de carga y descarga. Su clima es sano. Los vapores de la Atlas Line tocan allí.
Bluefields ha exportado durante el tercer trimestre de 1906 por valor total de $410.806. De esta manera: $136.667 (10.526 onzas de oro);[131] $79.416 (96.916 libras de Caucho), el resto en cueros secos y bananas. Monkey Point es un puerto nuevo, en donde se pensaba, durante el gobierno de Zelaya, que comenzaría la línea férrea que, terminando en San Miguelito—en el lago de Nicaragua—, se conectaría por vapores con Granada, y desde allí a Corinto, por el actual ferrocarril. Es una ciudad de porvenir económico, punto terminal de comunicación interoceánica. En sus alrededores, un tanto al Norte de la embocadura del río Puntagorda o Caño Madre, se encuentran terrenos excelentes para pastos y cultivo de la banana, del caucho, que, como se sabe, es una verdadera riqueza, del cacao, del café y de la naranja. La United Fruit C.o está muy al tanto de todo esto que dejamos señalado. San Juan del Norte es un gran puerto, indudablemente de mucha importancia, aunque se le haya tenido en abandono y descuido durante los últimos años. Está situado en la embocadura del río San Juan, que se comunica con el lago de Nicaragua, o gran Lago, y hubiera sido el final del Canal interoceánico por Nicaragua, antes de que este proyecto fuera abandonado por los americanos. En este puerto también tocan, aunque irregularmente, los vapores de la Atlas Line.
El precio del pasaje de Granada con New-York, comprendido el embarque de San Juan del Norte—o Greytown, como dicen los anglo-americanos, es de 450 francos; el de San Juan del Norte a Limón 30 francos en primera, y la mitad en tercera. El flete, para este puerto, por la Atlas Line—vía Hamburgo New-York—para vinos y champañas, es de 60 francos por tonelada.
El Tempisque es otro puerto, en el Estero Real, que da a la bahía de Fonseca. No es actualmente más que un puerto fluvial, pero sin mirar a El Viejo, Chimandega y León, hace esperar que el ferrocarril se extienda hasta allí, y que hagan entonces escala los vapores del pacífico.
Corinto es uno de los más bellos puertos de ese Océano, a 732 millas de Panamá, por mar. Es punto terminal de la línea férrea que sirve a Chimandega, León, Managua y Granada. Desde 1907, está abierto al comercio el nuevo muelle, por el cual todos los navíos deben obligatoriamente realizar sus operaciones. Una sociedad norte-americana dueña de tal empresa, se encarga de todo. San Juan del Sur es puerto que utilizan Rivas y las ciudades y pueblos del gran Lago, del valle Menier, etc. Hay allí una oficina de cable submarino inglés.
Ved ahora la tierra de los lagos. El de Nicaragua y el de Managua, situados a unos treinta metros sobre el nivel del mar, se comunican entre sí por el pequeño río Tipitapa. Barcos de vapor pertenecientes al Estado sirven las varias localidades de los lagos. El Managua, el más pequeño, tiene una superficie de 650 millas cuadradas, y el Nicaragua, 1.827 kilómetros. Es el mayor de la América latina; este lago tuvo una importancia internacional como centro, base, recipiente natural de la alimentación del proyectado Canal interoceánico, antes de que se adoptase el de Panamá.
Matagalpa es un centro agrícola y minero considerable. El clima es fresco y muy saludable. Hay una colonia alemana, aunque poco numerosa. Se produce allí café y trigo muy reputado, y hay una irregación natural digna de mención. León, es la primera ciudad de Nicaragua, no solamente por la población sino por la cultura literaria y científica. Buen mercado comercial. Entre las anticuadas construcciones coloniales hay algunos edificios modernos, muchas iglesias, alguna de las cuales deterioradas por terremotos. Hay un hospital y casas de salud—clínicas—cuyo brillante iniciador fué el Dr. Debayle. Ferrocarril[134] nacional que une a León con Corinto, Managua, Masaya y Granada. Granada es una ciudad de gran importancia, a las orillas del lago de Nicaragua, final de la vía férrea que empieza en Corinto; embarcadero de los vapores de cabotaje en el gran Lago. Ciudad la más civilizada socialmente; centro de fuertes transacciones comerciales y agrícolas, ganados, cereales, café del volcán Nombacho. Masaya llamada «ciudad de las flores», ciudad central nicaragüense, de posición muy pintoresca, clima grato y sano, centro cafetero, comercio de granos, máquina elevadora de las aguas del lago, alumbrado de acetileno. Se distingue también Masaya, por sus talentos musicales. Rivas es ciudad interesante, y particularmente rica por su producción de cacao.
En la costa Atlántica no hay caminos terrestres; todos son fluviales, desde el Cabo de Gracias a Dios hasta San Juan del Norte. Así se explica la importancia de la red hidrográfica y el valor de las propiedades agrícolas establecidas en esas riberas. El lago de Managua está servido por un vapor que hace escala en Managua, capital fundada para evitar la rivalidad entre León y Granada y que ha adquirido bastante importancia.
El lago de Nicaragua está servido por vapores de la Compañía Limitada de Ferrocarriles y Vapores Nacionales. Existe también en el gran Lago una empresa particular, que reside en Granada, de lanchas para el transporte, a precios reducidos, de pasajeros, ganado, granos, etc., entre los puertos lacustres. Hay algunos caminos buenos en el país, relativamente los del Ocotal a León, vía Esteli; y a Managua, vía Matagalpa, el de Momotombo a Matagalpa; de Chinandega a Choluteca, vía Somoto; el de Managua a Boaco, vía Tipitapa, el de Managua a Acoyapa; de Granada a Rivas y al valle Menier, y el de Rivas a la Frontera de Costa Rica. Hay algunos puentes notables, el de Paso Caballos, de manera principal. Se estableció una línea de automóviles para transportes de la Paz a Matagalpa. Esta línea iba en progreso; pero el gobierno la compró para el establecimiento de la vía férrea. En Centro-América, con la mejora de los caminos, puede hacer mucho la tracción automóvil. Sobre ferrocarriles, los datos son los que siguen:
Las líneas de explotación de los caminos de hierro, en 1905, alcanzan a 230 millas. Su valor se estima (vías y material) en $2.700 000. El ferrocarril del Pacífico se divide en tres secciones:[136] 1.a, división occidental, que comprende la línea 66 millas 26, prestando servicio entre Realejo por el puente metálico de Paso Caballos, Chinandega (un ramal de 4 millas 92 conduce del Viejo a esta ciudad, futuro punto de unión del gran trans-americano para Honduras), Chichigalpa (ramal para las propiedades azucareras de San Antonio), Pozoltega, Quezalguague, León, La Ceiba, La Paz. (En esta localidad, distante 38 millas de Managua, se encuentra un ramal de 9 millas 91, sobre Momotombo y el lago de Managua) y Nagarote, 2.a, división oriental, que tiene una extensión de 62 millas 80; esta línea parte de Nagarote, pasa por Mateare, los Brasiles, Managua, Sabana Grande, Portillo, Campuzano, Nindirí, Masaya (aquí un ramal de la división Sur), San Blas y Granada. 3.a, división Sur, que comprende 27 millas 92. Esta línea parte de Masaya, Catarina, San Juan, los cafetales de Niguinohomo, Masatepe, San Marcos y Jinotepe, después Diriamba.
Otras líneas: La que sale de Monkey Point (Atlántico) habrá terminado ya en San Miguelito. Tiene tal importancia, no sólo para Nicaragua sino para toda la América Central, que en su día, Nicaragua tendrá una magnífica vía de comunicación interoceánica. Los trabajos de[137] Managua (Sabana Grande) a Matagalpa y Jinotega, con facultad de prolongarse hasta San Miguelito y con ramales a Boaco, sobre Estelí, Prinzapolka y Río Grande, están muy adelantados.
La panamericana se aproximará cerca de Somotillo a la línea hondureña de Choluteca, después a la de Corinto y Granada en las cercanías de Chinandega, separándose de ellas, sea por Jinotepe, sea por Granada, para llegar, vía Valle Menier y Rivas, a Peña Blanca, en la frontera de Costa Rica.
El servicio de correos cuenta con 139 despachos, y el telégrafo sumaba, en 1906, la cifra de 5.300 kilómetros. El teléfono, sistema Roulez, tiene 560 millas en explotación. Además, cuenta con cables submarinos locales, del puerto de Corinto a Cordón y del puerto de Bluefield a Bluff.
La cal se vende por fanegas; la de Campuzano es excelente, y la de los nacimientos de Jinotega. En Nueva Segovia, una compañía americana explota un rico nacimiento de cobre. En Cinco Pinos, cerca de Somotillo, hay carbonatos y sulfato de cobre, aligado al oro, que contiene 16 por 100 de cobre. El jaspe, filones de níquel, aligado de cobre y de sulfato de hierro y el ocre rojizo[138] y amarillento, existen también; pero en lo que Nicaragua es verdaderamente rica es en filones de oro, sobre todo en la parte limítrofe de Honduras y en la región de La Libertad. El salitre abunda en Jinotega, como la sal, producto hasta ahora muy abandonado. En Nicaragua como en todo Centro América, debían instalarse salinas modelos como las que se crearon en Tonkín. Los manantiales minerales termales y termominerales abundan, mencionando principalmente los bicarbonatados sódicos, cuya composición es similar a la del Vichy francés.
En maderas hay también una riqueza: se encuentran, entre otras, el ébano blanco, flor blanca, gavilán, ñambar, granadino blanco, guaeneo, iguana verde, laurel real, limoncillo, madera negra, madroño, manzano, suelero, monocaje, níspero, níspero colorado, palo de carbón, palo piedra, panama, pochete, guirieus, guizarra blanca, y colorada y sándalo.
El caucho se encuentra en estado silvestre, en los bosques vírgenes de los departamentos de Zelaya, Jerez, Matagalpa, Nueva Segovia, Esteli y Jinotega, en las comarcas de Cabo Gracias a Dios, y San Juan del Norte, y en los distritos del Liguia, de Río Grande y de Prinzapolka. En los[139] departamentos de Rivas, Jerez y Matagalpa han comenzado ya a implantar cultivos.
La cera vegetal se encuentra en las Segovias, en Jinotega, Matagalpa, etc., a 1.600 pies de altura. La explotación de grandes plantaciones de cocales adquiere cada día más importancia, y una nueva impulsión se dará a este cultivo con motivo de la fundación de una fábrica de molienda de nuez de coco, de destilación de su aceite y de fabricación de manteca vegetal.
El tabaco es por toda Nicaragua de excelente calidad, sobre todo en la zona de Los Altos, Ticuantepe, Nindiri, Masatepe, Jinotepe. El café crece sobre todo su territorio, contando con más de 70 millones de árboles que producen 32 millones de kilos, y se realizan en 20 o 25 millones de francos. Desde luego, que estas plantaciones no son sino el comienzo, pues aumentarían como por encanto si los medios de comunicación fuesen más fáciles y más baratos.
La calidad del cacao es notable. Para confirmarlo basta con gustar la bebida nacional del país, el famoso tiste, de excelencia tal, que se vende en Nicaragua al mismo precio que en los Estados Unidos, y más caro que el cacao de Venezuela y del Ecuador. Se exportan anualmente[140] más 30.000 kilos; pero esto no es sino una ínfima cantidad de su producción, que se agota en el país. Con el tiempo, el cultivo y la exportación aumentarán visiblemente. La banana se cultiva en todas partes de Nicaragua, sobre todo en Zelaya. Los vapores van todos los meses a cargar al pie de los terrenos de cultivo, sobre la costa atlántica. El maíz, el azúcar, cuya producción asciende a 15 millones de kilos, y el algodón, esa materia textil que los norte-americanos tanto encarecen y que en Centro-América tiene precios bajos y es de calidad excelente, se producen en abundancia, y al abrir sus puertos a otros mercados, sobre todo a España y Francia, aumentarían considerablemente.
En este país, en 1906, había 1.200.000 cabezas de ganado. Hay fuertes transacciones para las Antillas, Méjico y hasta los Estados Unidos. Las langostas abundan en la costa atlántica; y las ostras comestibles, concha nácar o madre perla, se encuentran, sobre todo en el golfo de Fronseca.
Hay fábricas de azúcares que producen 70.000 quintales de 16 kilos de azúcar blanca pura, refinada, que se exporta en parte a San Francisco, El Salvador, Honduras y Panamá. Hay fábricas de jabón, bujías y cerillas.
Resumiendo: Los principales mercados comerciales son: Bluefields, puerto de exportación muy considerable de bananas, etc., para los Estados Unidos; Boaco, centro agrícola; Cabo de Gracias a Dios, centro de exportación de productos agrícolas y mineros; Chinandega, centro cafetero; Corinto, puerto de exportaciones agrícolas; Granada, centro de transacciones comerciales, y agrícolas y de café; Jinotepe, centro cafetero; León, transacciones comerciales, financieras e industriales; Managua, centro principal de la república en transacciones de café, cereales, comercio, hacienda, industria; Masaya, agricultura, comercio; Matagalpa, café, trigo; Monkey Point, término de la vía férrea, gran porvenir para transacciones agrícolas, mineras y comerciales; Ocotal, café, transacciones comerciales con Honduras; Rivas, centro de cultura de añil y cacao: San Juan del Norte; centro de exportación de cauchú de Nicaragua y Costa Rica; San Juan del Sur, puerto de embarque y desembarque de Rivas; Valle Menier, gran centro francés de cacao.
Las estaciones, como en todo Centro América, se determinan por los períodos de lluvias. La época de las lluvias torrenciales es de Mayo a Noviembre,[142] del lado del Pacífico; y de Diciembre a Mayo del de las Antillas. El verano, fresco y templado desde Noviembre a Abril.
Los Estados Unidos, son los más fuertes importadores, y esto es una amenaza constante económica para todo Centro América, en espera de la absorción, o anexión política, y las tarifas proteccionistas anti-europeas que resultarían de ella.
Un capital de 50 millones han invertido los alemanes en minas y plantaciones de café.
Los intereses ingleses son muy importantes, y consisten en minas de oro, fábricas de azúcar; el cable submarino es inglés. La mano de obra agrícola pertenece, en gran parte, a la colonia inglesa del British Honduras y de Jamaica.
El tratado de amistad, comercio y navegación, ratificado el 25 Agosto 1906 en Londres, entre Nicaragua e Inglaterra, y en vigor desde el 3 de Septiembre de 1906, por un período de diez años ha dado a Inglaterra la cláusula de nación más favorecida, es decir, que los productos ingleses gozan de una reducción del 25 por 100. La ley agraria del 20 Febrero 1902, refundida el 28 de Julio 1903, fija así los precios para la adquisición de terrenos nacionales: $3 por hectárea, si el terreno es propio para cría de ganados y está en[143] llanuras o montañas cubierta de praderas naturales; $4,50 por hectárea, por terrenos en llanuras o montañas propios para agricultura; $7,50 por hectárea de terrenos regados o con facilidades de riego; $1 más por hectárea sobre los terrenos precedentes que contengan maderas preciosas para construcción, ebanistería, tintura, caucho.
Hay bancos actualmente, uno de ellos dirigido con mucha competencia por Mr. Martín, financista inglés.
Las Sociedades industriales hacen sus negocios, comprando o vendiendo letras de cambio sobre Europa y los Estados Unidos. El Banco del Pueblo, fundado en 1907, presta dinero con interés sobre firmas solventes. La Sociedad «Managua Unionista» presta al 5 por 100.
La unidad monetaria es el peso plata de 25 gramos de 900 milésimas. Los billetes del Tesoro son la sola moneda corriente.
Ultimamente y después de las varias revoluciones que han arruinado y desolado el país, una comisión de norte-americanos llegó a administrar las aduanas. Se ha creado una nueva moneda, el balboa, nombre cuya razón en Nicaragua no nos explicamos.
La historia de Guatemala, desde los tiempos de la colonia hasta el advenimiento de la República, está llena de episodios que alentara el mismo ideal libertador de toda la América que conquistó España.
Guatemala, como las otras repúblicas nuestras, tiene libertadores. Y si la conquista de sus derechos republicanos se realizó sin batallas desastrosas, no por ello es menos transcendental la actitud patriótica de varones que, como D. José María Castilla, D. Mariano Gálvez, D. Santiago Milla y D. J. Francisco Córdova, después de oir el memorable discurso de D. Antonio García Redondo, en la Junta convocada por el entonces gobernador D. Gabino Gainza, declararon la independencia nacional.
Fué este acontecimiento un poco tardío—con respecto a la unión centro-americana—pues en los días de la emancipación guatemalteca no existían ya lazos fuertes con Honduras, el Salvador,[148] Nicaragua, ni Costa Rica. Chiapas ya era parte integrante de Méjico, y las tendencias unitarias desaparecieron entre ambiciones y rivalidades. Vinieron los odios locales, y comenzó la era revolucionaria intestina de los pueblos autónomos y nuevos, cuyas masas indígenas se hallaban en la mayor ignorancia.
Después de más de tres siglos de colonia, la libertad nacional de Guatemala fué un hecho el 15 de Septiembre de 1821. Todo el país saludó aquella alborada entusiásticamente.
El programa de los próceres, basado en la libertad lograda, quiso tender al desarrollo de los intereses colectivos, armonizándolos. El país se abrió al comercio universal, y los españoles que habían quedado, gozaron de las garantías que la ley concede a todos los ciudadanos.
Grandes obstáculos, inevitables contratiempos se opusieron al desarrollo del programa. Miras diversas y contradictorias tendencias de los mismos hombres que habían hecho la independencia, dividieron la nación en agrupaciones y bandos. La unidad en la acción no pudo sostenerse para organizar el país. Tal división se recrudeció cuando el Imperio de Iturbide quiso que Guatemala formase parte suya.
Dos fuertes bandos dividieron la opinión, dando pábulo a profundos antagonismos. Los imperialistas, pertenecientes a las clases más ricas y acomodadas, por sus ideas ancestrales y su deseo de que la sociedad continuara en un ambiente monárquico, se inclinaban a que Guatemala entrase a formar parte del vecino Imperio.
Los republicanos y patriotas que habían luchado por la soberanía nacional, inspirados en el ejemplo de los Estados Unidos del Norte, querían establecer un pueblo democrático, alentados—además—por las ideas de la Revolución Francesa. Este bando contaba en sus filas con hombres de pensamiento y de cultura, y con la mayoría del pueblo.
Los dos bandos, en continuo choque de ideas, llegaron a los hechos, y en noviembre de 1821 tuvo efecto el primer episodio de guerra civil.
Después de invasiones imperialistas y combates, la Asamblea se llamó Constituyente, y por decreto de Julio de 1823, quedó declarada la independencia de Guatemala, y el gobierno a cargo de un triunvirato formado por D. Vicente Villacorta, D. Pedro Molina y D. Antonio Rivera Cabezas.
En Abril de 1829 entró victorioso el general[150] Morazán en la capital de Centro-América, iniciándose para Guatemala una época próspera. Después, han gobernado la nación Carrera, Cerna, García Granados y Barrios, Barillas y Reyna Barrios; y actualmente ocupa la presidencia el licenciado D. Manuel Estrada Cabrera.
El famoso Rafael Carrera gobernó veinticinco años. No sabía leer ni escribir. Sus biógrafos refieren que, por su valor de soldado y su amistad con el clero, se sostuvo en el poder. El plan de instrucción pública se limitó en aquel tiempo a escasos rudimentos. El trabajo fué substituído por la holgazanería, y en las chicherías y fondas perdían el tiempo las clases obreras, machete al cinto, como una continua amenaza a la sociedad. El comercio casi no existía. A la agricultura no se prestaba atención de ningún género, y únicamente daban rendimiento las cosechas de cochinilla y de grana. Los caminos de rueda eran muy contados en el interior, figurando en primer término el del Puerto de San José a la capital, pues la carretera a Izamal, que se proyectara en aquella época, había quedado en su comienzo, a pesar de ser la vía del mejor y más cuantioso comercio guatemalteco.
El presidente Carrera emprendió campañas,[151] entre las cuales se recuerda principalmente la de 1863, cuando derrotó al general Gerardo Barrios, que era presidente del Salvador y jefe del partido Unionista de Centro-América. No obstante, en los últimos años del gobierno de Carrera hubo algún progreso de orden material. Fueron construídos entonces el Castillo de San José, el edificio de la Sociedad Económica, que hoy sirve a los Correos y Telégrafos y a la Legislatura, y el teatro Colón.
Al morir Carrera, asumió el mando el mariscal D. Vicente Cerna. Este fué reelecto, y después de una campaña en que se recuerdan las batallas de Totonicapán, San Lucas, Tierra Blanca y «Cochin», fué vencido por el general García Granados, quien el 30 de Junio de 1871 entró en la capital y tomó el mando. El gobierno de esta capital se inició dictando la ley de libre imprenta, abriendo puertos en el Pacífico, derogando decretos monopolistas y alentando la agricultura y el comercio. Pero no tardó la guerra, y el general García Granados sale de la capital, dejando en su puesto a D. Justo Rufino Barrios. A su regreso fué convocado el pueblo para elecciones, y elegido este jefe prestigioso.
El general Barrios gobernó catorce años, siguiendo[152] los propósitos patrióticos de Morazán, en favor del progreso nacional. Creó escuelas en todo el país, fomentó la agricultura, estimuló a las clases laboriosas, y creó democracia consolidando la República. A este respecto dice un guatemalteco eminente, D. Antonio Batres Jauregui: «Demostró Barrios, que el talento y las virtudes no eran el resultado de las aspiraciones de bandería, ni radicaban en las pretensiones de la nobleza. Esta se demostró tal como era entre nosotros, sólo apta para esquilmar al pueblo, y cuando el pueblo se levantó por el empuje de la Reforma, y aquél tuvo que unirse a él, necesariamente, y vinieron las uniones legítimas entre jóvenes educados y cultos, hijos de honrados artesanos, de industriales y agricultores del pueblo, con damas de la nobleza, a demostrar que en Guatemala se había hecho práctica la democracia que radica en la igualdad ante la ley, y que descansa en el apoyo del talento y en las virtudes que son, generalmente, el patrimonio de los pueblos más fecundos y honrados de América».
El general Barrios, sustentando las ideas de Morazán, activó su propaganda, dictó el decreto de 28 de Febrero de 1885 proclamando la Unión de Centro-América, y se puso al frente de un[153] ejército para apoyarlo. En la campaña obtuvo algunos triunfos sobre los enemigos de la Unión, y en el ataque a Chalchuapa recibió la muerte. Fué en verdad una muerte heroica y gloriosa.
Sucedió al general Barrios D. Manuel Lisandro Barillas, que era segundo designado. Durante su gobierno, el país siguió su marcha progresiva. El general Barillas no pudo seguir en el poder, y el pueblo llevó a la presidencia al general José María Reyna Barrios. De su administración han quedado huellas estimables, como el Bulevar 30 de Junio, embellecido por monumentos de caudillos patriotas; el Cuartel de Artillería, el Palacio de la Reforma y el Registro. Además hizo todo esfuerzo por la importante obra del ferrocarril del Norte, que no pudo concluir. En Febrero de 1898, un extranjero, llamado Zollinger, hirió de muerte al general Reyna Barrios, y esto fué causa de una conspiración palaciaga, en que se quiso desconocer al designado por la ley, conspiración sin resultados, porque el licenciado Estrada Cabrera asumió el mando de la República.
Al referirme a la gestión gubernativa del actual presidente de Guatemala, he de prescindir de los ataques que contra él se han hecho en algunas publicaciones y que, desde luego, se ve[154] que son obra de sus contrarios políticos. No me toca inmiscuirme en los asuntos interiores y en las rencillas partidarias de aquella generosa nación.
El presidente Estrada Cabrera, aparece, al contemplársele sin prevenciones, desde lejos, como un intelectual amigo de los hombres de pensamiento y de acción, y prácticamente interesado en asuntos que signifiquen brillo y progreso para su país. Ha llevado a término la grandiosa obra del ferrocarril del Norte interoceánico, que ha dado enorme impulso al comercio garantizando a la nación su porvenir económico. Este ferrocarril ha unido las ricas zonas de Mazatenango, Retalhuleu y Quezaltenango con la capital. El presidente Estrada Cabrera ha creado las fiestas de Minerva, y dedicando especiales esfuerzos y estudios al problema de la instrucción pública, con métodos e ideas modernas, y fomentando las artes y las ciencias ha logrado un florecimiento intelectual apreciable ya. Ha fundado escuelas prácticas, con edificios especiales, en los veintitrés departamentos que componen la República. Un completo sistema telegráfico cruza el país actualmente. Para el desarrollo de la agricultura, el gobierno del licenciado Estrada[155] Cabrera, ha repartido más de 8.000 caballerías entre gentes laboriosas. En la capital, de 1907 a 1911, se han realizado mejoras de significación, entre las que pueden mencionarse: la pavimentación moderna de calles y avenidas, la formación de parques como el de Jocotenango, edificios para escuelas y un plantel for correccional en la Segunda y Séptima avenidas, Norte y Sur; en el paseo de la Reforma hay nuevos chalets y villas y asilos, y en el Llano del Cuadro se han edificado manzanas de bellas mansiones.
En un reciente mensaje a la Asamblea Nacional, dirigido por el presidente Estrada Cabrera, hay párrafos que acusan un sereno interés patriótico, por ejemplo:
«A iniciativa de muchos escritores guatemaltecos, fué convocado y se reunió en esta capital, durante los últimos días del mes de Octubre recién pasado, el primer Congreso Centro-Americano de Periodistas, agrupación por todos conceptos importante; simpática, que ocupándose, según su programa, en excogitar los medios más civilizados y eficaces para llegar a la pacífica reconstrucción de la antigua patria y de hacer propaganda de ellos, por medio del periodismo, mereció todos los aplausos debidos a la[156] buena fe y sana intención con que se trataron aquellos importantes asuntos.
»El gobierno vió con placer que, efectivamente, salvando unas pocas exageraciones y ardimientos juveniles, los trabajos llevados a cabo por ese interesante Congreso tendieron principalmente al acercamiento pacífico, seguro y estable de las repúblicas del Istmo, que es uno de los puntos del programa de la Administración guatemalteca y se congratula en manifestar que la iniciativa de los escritores fué acogida con general entusiasmo, y que acudió al llamamiento de ella la parte más importante de la prensa de Centro-América.»
Las instituciones de beneficiencia cuentan actualmente en Guatemala con toda la protección del gobierno. Asilos para niños, hospitales, lazaretos, casas de salud, reciben constante apoyo, como lo prueba el siguiente estado de fondos: Producido del año para beneficencia... 2.635.206,70 de pesos, suma de la cual se invirtieron pesos 2.553.705,72, quedando un saldo a favor de las instituciones, ascendente a... 81.500,98 de pesos. Con la suma invertida fueron atendidos en los establecimientos 15.974 enfermos, y recibieron cuidados 800 niños desvalidos. El día 21 de Agosto[157] del año pasado se inauguró en Guatemala un importante edificio, la Casa de Maternidad, y comenzó a funcionar el 21 de Noviembre siguiente.
No he de terminar este artículo, que es un saludo a Guatemala en paz, en trabajo, y por consiguiente en progreso, sin aludir de modo especial a esa falange de poetas y pensadores que, en la historia intelectual del país, exaltan el nombre nacional y son lucida parte de la intelectualidad de nuestra América. Si en lo antiguo cuenta Guatemala con Landivar, con Fray Matías Córdova, en lo moderno puede gloriarse con los peregrinos ingenios de José Milla y Batres Montufar, con Isisarri, Agustín Gómez Carrillo, Fernando Cruz, los Diéguez, Montufar, Saravia, el malogrado Domingo Estrada y otros. Y en la actualidad con el eminente doctor Ortega, con D. Antonio Batres Jauregui, con Salazar, con Falla, con los insignes salvadoreños, a quienes Guatemala adoptara, Joaquín Méndez y Francisco Castañeda, con Enrique Gómez Carrillo y Tible Machado, cuyos nombres, célebre el uno en la literatura, brillante el otro en la diplomacia y en el periodismo, figuran en la prensa de Europa; con una juventud, en fin, que es florida corona de su renacimiento intelectual.
Quien estas líneas escribe ha conocido personalmente a dos de los prohombres ecuatorianos que han tenido recientemente gran resonancia: el general Eloy Alfaro, que ha sucumbido tan trágicamente, y el general Leónidas Plaza. Tiene la idea de que ambos, conforme con sus pensares y decires, han tenido espíritus de patriotas. Han hablado del bien de su patria; han expuesto plataformas de libertad y de progreso. Han llegado al poder, y la revolución ha aparecido, latente o estallante. ¿Es la enfermedad endémica continental, apenas curada en los países grandes del Sur a fuerza de inmigración y de trabajo? El caso es que, ahora mismo, el cable comunica las noticias lamentables de ese país merecedor de situación más brillante.
Sabido es que el Ecuador, en su primitiva época independiente, formó parte del inmenso imperio que el conquistador Huaynacapac legó a sus hijos Huáscar y Atahualpa. Dejó al primero el[162] Perú con las tierras meridionales hasta Chile, y a Atahualpa el Reino de Quito, como lo habían poseído sus abuelos, los Shiris. Pero la rivalidad entre los dos príncipes abrió una guerra desastrosa, en la cual estaban envueltos aquellos reinos cuando llegaron los conquistadores Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Sebastián de Benalcázar. Con la toma de Quito, el 6 de Diciembre de 1534, el antiguo reino de Quito pasó a poder de la Corona española. Hasta 1717 fué regido por un solo Virrey que residía en Lima; su virreinato comprendía las Audiencias de Panamá, Caracas, Santa Fe, Quito, Lima, Cuzco, Charcas, Santiago y Buenos Aires. Lo que hoy forma la República del Ecuador, fué constituído en 1564 con el nombre de Presidencia de Quito, siendo su primer Presidente D. Fernando de Santillán. El Virreinato del Nuevo Reino de Panamá fué fundado en 1717, y a éste perteneció desde entonces aquella Presidencia, hasta el 24 de Mayo de 1822 en que Sucre, vencedor en Pichincha, desposeyó al último Presidente, D. Melchor Aymerich. El Ecuador fué el país de la América española que dió primero el grito de independencia, y el 10 de Agosto de 1809 organizó la primera Junta Revolucionaria, bajo la presidencia del Marqués de Selva Alegre.
Hasta 1830, el Ecuador formó con la Nueva Granada y Venezuela, bajo el gobierno de Bolívar, la República de la gran Colombia. Poco antes de la muerte del Libertador y de la disolución de esta nacionalidad, tropas peruanas invadieron el territorio ecuatoriano, pero fueron vencidas por las colombianas, comandadas por Sucre, en la llanura de Tarqui. Sin embargo, la gran República no pudo consolidarse; apenas duró ocho años. Venezuela se separó en 1829 y el Ecuador en 1830, el mismo año de la muerte de Bolívar. Entonces se constituyó el Ecuador en República independiente, siendo proclamado primer Presidente constitucional, por la Convención de Riobamba, en Agosto de 1830, el general Juan José Flores.
Del régimen conservador militarista de Flores—dice un historiador—, pasó la República al liberal moderado de Rocafuerte, que protegió la instrucción pública y mejoró la hacienda nacional. Volvió Flores al poder y permaneció en él, hasta que en 1845 le derrocó la revolución del 6 de Marzo, que hizo surgir a la Presidencia a un civil, Roca, cuyo gobierno fué respetuoso de la ley y las libertades públicas, económico, honrado y magnánimo. Empatadas las votaciones para[164] Presidente de la República en el Congreso de 1849, entre los candidatos general Antonio Elizalde y Diego Noboa, se elevó este político a la Presidencia en 1851, y fué depuesto por Urbina, que subió al poder apoyado por el liberalismo. Urbina expulsó a los jesuítas. Libertó a los esclavos. A pesar de sus buenos hechos, su gobierno ha sido acusado de desorganizador y militarista. Se levanta después la figura de García Moreno, notable por sus grandes virtudes como por su crueldad. El fanatismo religioso fué ley en su gobierno y le ha hecho célebre en Europa. Su busto está en el Vaticano. Construyó la gran carretera de Quito, inició el ferrocarril de Guayaquil a esa capital, y dió gran impulso a las obras públicas. Le sucedieron Carrión y Espinosa, hombres buenos, pero no políticos de grandes energías. Vuelto a la Presidencia García Moreno, en 1869, gobernó por el terror del patíbulo, que no escatimó, pero administró con pureza e inteligencia los caudales públicos. Asesinado García Moreno en 1875, ocupó Borrego la Presidencia, elegido por gran popularidad; pero antes de que pudiera desarrollar su programa de gobierno, un teniente suyo, Veintemilla, se levanta, y después de sangrientas batallas se hace nombrar Presidente. Al expirar su[165] período quiso reelegirse, dió un golpe de Estado, pero una coalición conservadora liberal dió con él en tierra el 9 de Julio de 1883. La Convención de 1884 nombró a Caamaño, Presidente. En su administración se estableció el telégrafo en toda la República, y se constituyó el ferrocarril de Durán a Yaguachi. Su época fué de lucha contra la revolución liberal encabezada por Alfaro. Pero alcanzó a cumplir su período y a hacer elegir a Antonio Flores (hijo del primer presidente), cuyo gobierno, liberal moderado, se distinguió por su paz, su cultura, su respeto a la ley y a las libertades. Flores eligió a Cordero, que gobernó el país hasta 1895. Dimitió Cordero y sucedióle Alfaro. Bajo este gobierno, la nación reformó sus instituciones desde el punto de vista ampliamente liberal, y se llevó a cabo la construcción del ferrocarril de Chimbo a Quito. Sucedió a Alfaro el general Plaza, cuyo acentuado liberalismo continuó la gran reforma iniciada por aquél. Para el período siguiente fué designado García, hombre de negocios, de honorables antecedentes. Su gobierno fué como los anteriores, de filiación liberal, pero no tuvo tiempo para implantar sus ideales de administración, porque el descontento de algunos elementos del partido liberal derrocó su[166] gobierno, y llevó de nuevo a Alfaro a la Presidencia de la República, desde 1906. Luego ascendió al poder D. Emilio Andrade. Y a su gobierno han sucedido los acontecimientos que, hasta estos momentos mantienen el país en agitación.
Desde el punto de vista legislativo, el Ecuador es uno de los países más adelantados del mundo. Tiene las leyes de Registro y Matrimonio civil, con divorcio por causales que garantizan los derechos del hombre, la mujer y la descendencia; el Fisco administra los bienes de las comunidades católicas, con cuyo producto paga el culto, invirtiendo el saldo en obras de beneficencia. La Constitución garantiza la vida, la honra y la propiedad; en consecuencia, no hay pena de muerte, esclavitud, recluta forzosa, impuestos ni servicios no establecidos por la ley, fueros ni privilegios, juzgamientos por comisiones especiales ni por leyes posteriores, prisión por deudas, incomunicación por más de veinticuatro horas, ni tormentos; hay libertad de conciencia o de cultos, de prensa, de asociación, de enseñanza, de industria, de tránsito, de defensa y petición; es inviolable el domicilio y la correspondencia epistolar y telegráfica; existe la igualdad ante la ley, el derecho que uno sea considerado inocente mientras no se[167] le declare culpado, en debida forma, y de que no se le exija testimonio en juicio criminal contra sí mismo o contra sus parientes, dentro del cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad.
La extensión territorial de la República es de 700.000 kilómetros cuadrados, incluyendo las islas Galápagos, archipiélago que, al ser abierto el Canal de Panamá, será de los más ricos centros comerciales del Pacífico. Aunque la población es apenas de dos millones de habitantes, la agricultura y la minería están en un estado floreciente. Los metales que más se exportan son el oro de las minas y lavaderos de la provincia de Esmeraldas; plata, de la provincia de Cañar; cobre, carbón de piedra, lignita, azufre, mármoles, alabastros, piedra pómez y para construcción de edificios, y petróleo. El sombrero de paja toquilla o de Jipi-japa, llamado equivocadamente Panamá, es objeto de un activo comercio con el exterior. Y como esta industria, otras muchas han adquirido gran incremento en el país. Hay ingenios de azúcar que tienen actualmente una capacidad productora de siete mil toneladas anuales, y que puede decuplicarse sin más que apropiar nuevos terrenos al cultivo de la caña, y establecer más maquinaria. Existen también grandes fábricas de[168] cerveza, de lienzos y bayetas, de velas, jabón, fósforos, embarcaciones de madera y hierro, a la vela y a vapor, de cigarros y cigarrillos, de perfumes, de calzado, de chocolates, fundiciones, aserríos de madera, tenerías, etc., etc. Las entradas fiscales se calculan en 15.500.000 sucres, y las constituyen: los derechos de importación a las mercaderías extranjeras, cobrados al peso; los derechos de exportación a los productos nacionales; los estancos de sal y pólvora; contribución general; impuestos de timbres, alcabalas, aguardientes, marcas de fábrica, minas y utilidades de bancos. El total de la deuda pública, al 30 de Junio de 1909, era de 43.142.392 sucres. La antigua deuda externa se convirtió en los llamados Bonos cóndores del ferrocarril de Guayaquil a Quito, que ganan 4 por 100 de interés y 1 por 100 de amortización, y está reducida ahora a 722.000 sucres. La deuda interna asciende a 11.000.000 de sucres, de modo que las obligaciones del país con el exterior son una mera garantía por la diferencia, 32 millones, y esto en forma de garantía subsidiaria por el 6 por 100 de interés y 1 por 100 de amortización de los bonos ferrocarrileros.
La intelectualidad de ese bello país ha tenido príncipes en el continente. Baste con nombrar a[169] Olmedo y a Montalvo. Otros han ilustrado también la mentalidad de la República, entre ellos, los Mera, el tan ingenioso Federico Proaño, el ilustre Numa Pompilio Llona, Marieta Veintemilla y Eudófilo Alvarez.
A no dudarlo, es el Salvador uno de los países más interesantes, más laboriosos y más bellos de la América española. Sus pobladores, dedicados en su mayoría a la agricultura y al comercio, le han hecho alcanzar un gran desarrollo, no obstante su espíritu revolucionario, por desgracia propio de casi todo el continente.
Fué El Salvador la primera tierra centro-americana que dió el grito de libertad, el 5 de Noviembre de 1811, siendo gobernador español de la provincia D. Antonio Gutiérrez de Ulloa, y capitán general del Reino de Guatemala D. José de Bustamante y Guerra. Las ciudades de Metapán, Zacatecoluca, Usulután y Chalatenango, unidas a la de San Salvador, quisieron rebelarse contra el dominio de España y apoderarse de armas y tesoros reales. Los iniciadores del movimiento fueron los presbíteros D. Nicolás Aguilar y don Matías Delgado, D. Vicente Aguilar, D. Juan Manuel Rodríguez, D. Manuel Aguilar y D. Manuel[174] José Arce, quienes, deponiendo al gobernador Ulloa, realizaron algo del plan libertador; pero no fueron ayudados por las otras ciudades provinciales y se desalentaron. El ayuntamiento de Guatemala envió en Diciembre del mismo año a los regidores D. José M. Peinado y D. José de Aycinena, y ellos pacificaron la capital, quedando el primero al mando de la provincia. Más tarde, en 1814, Rodríguez y Arce quisieron rebelarse de nuevo, pero fracasaron en este segundo intento, siendo encarcelados y permaneciendo presos hasta un año antes de que los demás patriotas coronaran su empeño y quedara hecha la Independencia nacional, el 15 de Septiembre de 1821. El centenario de ese primer movimiento acaba de celebrarse con toda brillantez.
En los últimos tiempos, la nación se ha encaminado por una vía de progresos y de reformas. El doctor Zaldívar, a pesar de sus errores políticos, fué un gobernante civilizador. El general Menéndez ha dejado el recuerdo de su labor patriótica y de su actividad proba; y hoy, el doctor Manuel E. Araujo ha iniciado su gestión gubernativa, inspirado en los mejores propósitos y dando un ejemplo único de desinterés, de voluntad, de concordia y de verdadera comprensión del[175] destino a que está llamado su pueblo valiente y trabajador. No hace mucho emitió, en un mensaje a la Cámara Legislativa de la República, conceptos como los siguientes, en que pueden apreciarse sus bien orientadas miras, siendo El Salvador tierra esencialmente productiva, cuyo continuo desarrollo agrícola se impone como primera condición de grandeza en el porvenir. Decía el presidente Araujo, después de varias consideraciones:
«Estas máximas fecundas de la ciencia agronómica, que he tenido ocasión de meditar y comprobar en las experiencias de mi vida de agricultor, me hicieron pensar que, en un país esencialmente agrícola como el nuestro, uno de los mayores bienes que el poder público puede hacer a la sociedad, es la protección decidida y eficaz y la dirección inteligente y científica de la agricultura nacional. La conservación y el desarrollo de la riqueza pública, y base de la prosperidad general, están a ese precio.
»Por eso fué que al organizar el Gabinete, el día mismo que tomé posesión de la Jefatura suprema del Estado, mi primer cuidado fué la creación del Ministerio de Agricultura, como órgano del Gobierno en sus relaciones con esa industria importantísima,[176] y llamé para su desempeño a un ciudadano distinguido y agricultor muy prestigioso.
»El primer cuidado que se tuvo para la institución de este nuevo centro orgánico del Estado, fué la fijación de su esfera de acción, por el deslinde de sus atribuciones, conforme a los altos fines que, por medio de él, intentó realizar en beneficio del país. A este propósito obedeció el Decreto legislativo de 30 de Marzo del año anterior, atribuyendo las funciones propias de su índole al Ministerio de Agricultura.
»Para procurar mayores fondos aplicables a los servicios agrícolas estaduales, se dictó, con fecha 8 del propio mes de Marzo, el acuerdo que suprime el 6 por 100 que inmotivadamente devengaban los tesoreros municipales por la recaudación de los fondos de agricultura, se suprimieron algunos empleos innecesarios y se rebajaron sueldos desproporcionados.
»Comprendiendo que un país que goza de un suelo tan fértil y apropiado a múltiples cultivos remuneradores no debía limitarse a los ramos de producción ya conocidos, se hizo al Poder Legislativo una iniciativa para que dictara el decreto de 6 de Abril, que declara libre la introducción al país de semillas para el cultivo del algodón, y de[177] maquinaria para la fabricación de tejidos y de otras industrias que se relacionan con ese importante producto agrícola, debiendo celebrarse cada cinco años exhibiciones de tejidos y otros productos extraídos del algodón, y señalando premios a los mejor calificados en los concursos respectivos.
»Por su parte, el Ejecutivo impulsará y acogerá todas aquellas iniciativas tendientes al ensanche y perfeccionamiento de la industria agrícola, que exige, especialmente, abandonar las rutinas y el empirismo que la estacionan y comprimen.
»Para estimular la mejora de ciertas industrias agrícolas, se han dictado disposiciones pertinentes. Para la selección de las razas bovinas se prometió a un particular ayudarle con 50 pesos, por cabeza de ganado de las razas llamadas Holstein o Durban, que introduzca al país; y se ordenó la concesión de otras primas pecuniarias a los introductores de ganado fino, vacuno o caballar.»
Como se ve, el actual gobernante salvadoreño presta lo mejor de su atención al problema agrario, que es la más firme base de engrandecimiento y de fortuna en nuestros países. Seguramente, la paz de que goza el país, a pesar de incomprensibles tentativas de desorden, da campo abierto a[178] las iniciativas y trabajos del presidente. El pueblo salvadoreño tiene razones para estar fatigado de vanas guerras civiles, y es época de que lo dirijan hombres tan sanos y tan bien orientados como el doctor Araujo, conocedores inmediatos de sus necesidades, y que sepan expresar y realizar patrióticamente ideas para el bien colectivo y nacional. Un país cuyo mandatario se funda «en las experiencias de su vida de agricultor» para aconsejar, dirigir y obrar, marcha, desde luego, con decisión, por vías de prosperidad.
En un esbozo de la reciente administración salvadoreña, dice una autorizada pluma: «El doctor Araujo ha empezado una evolución lenta, moderada, sin grandes sacudimientos, pero eficaz. Él, como los ingleses, cree que el ejemplo y la costumbre nos llevarán al orden y a la prosperidad; se desprende de las muchas facultades y prerrogativas concedidas por el uso, aunque negadas por la ley, y uno de sus propósitos más firmes ha sido el de seleccionar, como en efecto lo ha hecho, el alto personal del gobierno, buscando el mérito en todas las clases sociales, hasta encontrarlo tal vez en el apartado y modesto gabinete de trabajo».
En cuanto a instrucción pública, los gobiernos[179] recientes del Salvador han puesto firme empeño en la propaganda de la cultura general, y puede decirse que en este país no hay analfabetos. Con planteles escolares de primera enseñanza para ambos sexos—montados según los métodos de pedagogía más modernos—cuenta la República, y el actual gobierno les presta todo el apoyo necesario, tanto como a la enseñanza secundaria y a la facultativa, y los institutos, los colegios y la Universidad han adquirido nuevos elementos y profesorado selecto, que atiende, sobre todo, a la dignificación de los alumnos. Ultimamente, el gobierno ha pedido a la república del Uruguay profesores, para el establecimiento de una Escuela Normal.
El importante ramo de Obras públicas recibe asimismo en la actualidad el laudable impulso del gobierno, y se trata de formar una asociación de capitalistas del país para que tome a su cargo las obras nacionales. Ello redundará en provecho propio, ejercitando y acreciendo las energías domésticas.
La República del Salvador es el país más rico y más densamente poblado de toda nuestra América, dada la poca extensión de su territorio que mide a lo largo, de Este a Oeste, 160 millas geográficas,[180] y a lo ancho, de Norte a Sur, 60 millas, y lo habitan 1.100.000 almas. Las finanzas de la nación, a pesar de las revueltas civiles que la han envuelto con lamentable frecuencia, demuestran la prodigalidad del suelo y el espíritu de laboriosidad de sus pobladores, puesto que la exportación sobrepuja a la importación, como lo demuestra el cuadro siguiente, que llega hasta hace seis años:
AÑOS | Importación. Pesos plata. |
Exportación. Pesos plata. |
---|---|---|
1902 | 6.181.816,43 | 10.278.315,98 |
1903 | 6.949.073,47 | 10.278.315,98 |
1904 | 8.123.348,18 | 16.588.611,77 |
1905 | 9.778.628,22 | 14.098.833,15 |
1906 | 9.368.299,35 | 16.308.554,32 |
Del progreso alcanzado por las rentas nacionales dan una idea concisa los siguientes datos: la renta de importación produjo en 1911, 6.909.109,61 de pesos, contra 5.333.600,59 pesos en 1910, lo que acusa un alza de más de un millón y medio de pesos. La renta de exportación en 1911 rindió 989.678,23 pesos, y en 1910, 886.649,55 pesos, lo[181] que demuestra un aumento de cien mil y pico de pesos. La renta de licores montó en 1911 a pesos 2.683.568,89, y en 1910, a 2.602.958,33 pesos, dando un aumento de ochenta mil y pico de pesos. La renta de papel sellado y timbres ascendió en 1911 a 335.575,28 pesos, y en 1910 a 397.912,24 pesos, dando un margen de treinta y siete mil y tantos pesos.
Los aumentos en el producto total de los impuestos, que equivalen al 16,29 por 100 alcanzado en sólo un año, son un guarismo que pone de relieve la potencia productora del país. Mientras Francia en épocas florecientes aumenta sus contribuciones indirectas en 2.30 por 100, Inglaterra en 1,85 por 100, Alemania en 5,50 por 100, y Austria en 5,86 por 100, el Salvador da la alta proporción de 16,29 por 100.
En lo que respecta al ramo de telégrafos y teléfonos, la República salvadoreña está muy bien servida. La red telegráfica, que contaba con 2.386 millas, tiene hoy 187 más, y la telefónica, que tenía 1.783, tiene 329 más. Han sido instaladas estaciones de inalámbrico, con fuerza suficiente para comunicarse a una distancia de 16 a 20 millas, alcanzando en tiempo favorable hasta 80. Por medio de estas instalaciones modernas, el Salvador estará[182] en comunicación directa con las repúblicas de Honduras, Nicaragua y Costa Rica, que cuentan también con torres potentes. Pronto habrá estaciones, asimismo, en las costas al Pacífico, de Guatemala y de Méjico, siendo todas ellas de gran significación para el comercio internacional de los países centrales.
El sistema monetario salvadoreño también ha sido objeto de modificaciones ventajosas. Ha aparecido recientemente un proyecto de decreto, que regula y establece el talón de oro, teniendo por base la unidad colón.
Honduras es el país centro-americano más sujeto a su tradición. Lo que pudiérase llamar su índole nacional, es inconfundible con la de los otros países del centro de América, que han estado siempre en más frecuente contacto con corrientes y elementos extraños.
Don Bartolomé Colón, hermano del gran Almirante descubridor del Nuevo Mundo, se posesionó del territorio hondureño en Agosto del año 1502, en nombre del soberano español. Desembarcó D. Bartolomé en un punto que llamó Punta Coxinas, que hoy se llama Cabo Honduras. Se piensa, generalmente, que el nombre del país es debido a la profundidad del mar Caribe, que baña sus costas del Norte. Cuando el conquistador de Méjico, Hernán Cortés, realizó su expedición a Honduras, atravesando las selvas de los mayas, los españoles llamaban Hibueras o Higueras a la comarca y, en recuerdo de la metrópoli europea, también la designaron con el nombre[186] de la Nueva Extremadura. Fué ardua la expedición de Cortés. Este conquistador sometió a los indígenas, y fundó la vieja ciudad que hoy es el puerto de Trujillo. Esforzados conquistadores como Córdoba y Cristóbal de Olir continuaron las expediciones, beneficiando la comarca con fuerza civilizadora que, por el año de 1540, contaba con ciudades de significación, y con la Audiencia, que poco más tarde fué trasladada a Guatemala. De aquel tiempo a la época de la Independencia, Honduras fué una provincia de la Capitanía General o Reino guatemalteco, con Nicaragua, Costa Rica y el Salvador. Estas provincias se separaron de España en 1821 y constituyéronse en estados soberanos, adoptando una forma confederal que se llamó República de Centro-América. Después de un revoltoso período, los estados soberanos se separaron en 1839, quedando, como están hoy, constituidos en cinco repúblicas independientes.
El territorio hondureño está situado entre los 83°20' y 89°30' de longitud Oeste y los 13°10' y 16° de latitud Norte, con una extensión de 42.000 millas cuadradas. La zona de la Mosquitia y las Islas de la Bahía de Fonseca son colonias inglesas. Según las alturas siguientes, se puede formar[187] una idea del clima hondureño: Tegucigalpa, 3.015 pies; El Picado, 4.460; Agua Salada, 8.950; Evandique, 7.000; Nacaome, 110. Es un país montañoso, con cimas que alcanzan los 10.000 pies sobre el nivel marino. El llano de Comayagua, que mide 40 millas de largo y de 5 a 15 de ancho, está regado por el río Humuya. Este llano, con el valle del río Goascorán, forman una vasta llanura transversal del océano Atlántico al Pacífico, llanura de clima templado y de asombrosa fertilidad. Los principales ríos que bañan el país son: el Romano, Patuca, Tinto, Segovia, Choluteca y otros, casi todos navegables, y que facilitan el intercambio de productos domésticos. Unos desembocan en la Bahía de Fonseca, que es una de las más seguras de Centro-América, con una extensión de 50 millas en la parte más larga y 30 de anchura. En la Isla del Tigre, situada en la bahía mencionada, está el puerto libre de Amapala. Los demás puertos importantes de Honduras están en la costa Atlántica, y son: Puerto Caballos, Omoa y Trujillo. El país tiene muchas otras bahías e islas que han sido llamadas, por la variedad y riqueza de sus frutos, El Jardín de las Indias Occidentales.
Los principales productos de este país son, en[188] la vertiente atlántica: maderas de cedro, caoba, hule, ceiba y muchas otras, enormes palmares, largas praderas, con fauna extraordinaria. Al Este hay grandes bosques de acacias y pinos. En las montañas que rodean los valles abundan las sábanas sembradas de trigo, con huertas de manzanos y melocotones. Bien puede recordarse este concepto del prócer hondureño D. José Cecilio del Valle, acerca de su patria, y al que alude una pluma autorizada, cuya labor he consultado: «Si Honduras no tuviese más que un territorio plano, el carro del orgullo podría pasearse de un extremo a otro, pero no habría esa escala maravillosa de climas, de animales, de plantas y de producciones de todas las zonas, ni de riquezas propias de cada una de ellas.»
El reino mineral de Honduras es acaso el mejor de Centro-América; y ello parece justificado, dice un autor experto, «si se considera que el suelo centro-americano, conocidamente rico por lo que al reino mineral se refiere, se encuentra virgen casi en su totalidad, debido ello a que sus hijos, opulentamente favorecidos por la naturaleza en otros reinos que le procuran fácil y exuberante riqueza, no se han ocupado allí de arrancar a la tierra los tesoros que oculta, y que ofrece[189] al esfuerzo y al brío de quien quiera arrancárselos.» En Honduras, ese esfuerzo, apenas intentado, ha rendido hasta ahora los resultados que muestra la siguiente estadística:
Minas de oro, 151; de oro y plata, 201; de oro, plata y cobre, 20; de oro, plata y hierro, 1; de oro y cobre, 20; de plata, 274; de plata y plomo, 6; de aluminio, 2; de cobre, 10; de estaño, 1; de plomo y zinc, 1; de níquel, 1; de kaolín, 3; de palo, 6; de cristal de roca, 7; de mármol, 5; de hierro, 4; de antimonio y hierro, 1; de carbón, 7; de plomo, 1; de tiza, 5; de hulla, 1; de asfalto, 1; de azufre, 1 y de litosfito, 1.
Después de los minerales, las maderas preciosas ocupan lugar preferente en Honduras. A más de las que ya dijimos al principio, hay palo-rosa, palo-amarillo, brasil, campeche, copaiba, ipecacuana, algodón y muchas otras, frutales, medicinales, etc.
Según el censo de 1901, la población hondureña llega a 543.741 almas. Las costumbres son sencillas. Sobre la base de una democracia bien entendida, el mérito individual sabe reconocerse, y personas modestas llegan a ocupar altas posiciones.
La instrucción pública toma incremento de año[190] en año. En las universidades de Tegucigalpa y Comayagua cursa sus estudios de medicina, leyes y ciencias, un gran número de alumnos. Existen escuelas normales para ambos sexos, y colegios de segunda enseñanza con matrículas de más de 1.500 jóvenes. El país cuenta, además, con 665 escuelas, a las cuales asisten cerca de 26.000 niños. Entre los hombres que más se distinguen en este importante ramo, como eminentes pedagogos, debo recordar a los licenciados D. Rómulo E. Durán, D. Federico G. Uclés, don Leandro Valladares, D. Marcos López Ponce, y otros importantes jurisconsultos. En la facultad de medicina, a los doctores, D. Genaro Muñoz Hernández, D. Diego Robles, D. Samuel Láinez. En la facultad de ciencias, al licenciado don Manuel A. Reina, al Dr. D. Ceras Bonilla, al ingeniero D. Héctor Medina.
Con motivo de la inauguración de la Universidad Central de la República, y en el mismo acto, dijo en brillante oración el prestigioso D. Adolfo Zúñiga, y al tomar posesión del Rectorado, estas palabras que cita en una monografía el distinguido chileno Sr. Poirier:
«Fecha inmortal será ésta, 26 de Febrero de 1882, en los fastos de nuestra civilización. La[191] inauguración de la Universidad Central de la República, bajo una ley de progreso, de libertad e independencia, y con todos los elementos necesarios para el desarrollo y cultivo de las ciencias en sus más grandes ramificaciones, es un suceso tan notable y trascendental en la vida íntima del país, y en sus relaciones con el mundo culto, que apenas debería encarecerse, pero cuyas lejanas como seguras y beneficiosas consecuencias escapan a la más sagaz penetración.
»La necesidad de la reforma en los estudios universitarios, ha sido generalmente sentida en nuestra América. Las universidades, las academias, los colegios y liceos, y aun las escuelas elementales, no son hoy lo que eran al proclamarse la independencia. La idea democrática no ha podido menos de influir poderosamente en el orden científico y artístico.
»Secularizar la enseñanza, como secularizar el Estado, ha sido una de las grandes miras de la revolución que, a través de las más recias tempestades y de las resistencias y oposiciones seculares, va llenando su misión progresiva y civilizadora en las jóvenes repúblicas del Nuevo Mundo...
»Nuestras universidades coloniales señalaron[192] sin duda, y a pesar de todo, cierto progreso científico. Yo recuerdo y no puedo menos de citar con respeto el nombre del Sr. Quintanilla, tercer Obispo de Honduras, que estableció una clase de latinidad: enseñar el idioma en que Cicerón, el varón más literario que ha archivado la memoria humana, pronunció sus grandes oraciones y cultivó la más alta filosofía; en que Séneca y Epicteto divulgaron la moral más pura y fijaron la ley de la recta razón; en que Tácito imprimió el hierro candente de la historia sobre la carne viva de todos los tiranos, y en que el divino mantuano tradujo los ecos de los cielos, como para hacer de la tierra un idilio o una égloga. ¿No señalará esto un arranque de inteligencia, un grande paso hacia el progreso literario y científico, en el año de 1588, en Comayagua? Yo no tengo más que respeto y simpatías para el Obispo Vargas y Abarca, que fundó el colegio tridentino; ese colegio, a pesar de las nebulosidades teológicas, debe haber despertado alguna inteligencia, derramado alguna luz; hecho vislumbrar alguna verdad, y ofrecido campo y estímulos a la juventud. Y mi respeto y simpatías suben de punto por el obispo progresista, y que debe haber sido hombre de considerable ilustración, D. Antonio[193] Guadalupe, que fundó en 1874 una clase de filosofía. Esta sola palabra fué, a no dudarlo, una resplandeciente aurora en la profunda noche colonial.»
Estos párrafos del discurso memorable del gran orador, muestran con brillo el concepto que se tiene en Honduras, desde sus primeros tiempos, de la ilustración y de su trascendente significado ante el porvenir.
Es Costa Rica una de las naciones más pacíficas del Continente americano y una de las más laboriosas, de gobierno mejor organizado, y donde las prácticas republicanas se cumplen con mayor escrupulosidad. La entrada y salida de sus gobernantes siempre se efectúa según la Constitución y la voluntad popular, sentando con ello el país, en la agitada vida política de Centro-América, precedentes ejemplares para el resto del ramillete de nacionalidades istmeñas. Así lo reconocen todos los pueblos; y los Estados Unidos de Norte-América, recientemente, por boca de su Ministro de Estado, Mr. Knox, han tenido conceptos encomiásticos al contestar una brillante oración diplomática del presidente, doctor Ricardo Jiménez.
El territorio costarricense tiene una extensión de 50.000 kilómetros cuadrados y, después de la República del Salvador, es el país más pequeño de Centro-América. Después de la Independencia,[198] el mapa del país no ha tenido alteraciones importantes, pues aunque Colombia por el Sur, y después Panamá, han ocupado cortas zonas, por el Norte, en cambio, ha tomado incremento, adquiriendo la provincia del Guanacaste. La población de esta provincia, en el año de 1824, consiguió su anexión a Costa Rica, separándose de Nicaragua.
A la magnífica situación geográfica del país, que ocupa el centro del Continente, y a la feracidad de su suelo, en que todo se produce, debe su nombre simbólico, que merece por todos conceptos. Lo mismo que los otros territorios centro-americanos, Costa Rica ofrece los más bellos paisajes y la más robusta y variada vegetación a los ojos del viajero. Un sistema montañoso coronado por grupos de volcanes en el Norte, y que alcanza por el Sur a la línea de las nieves eternas, atraviesa toda su longitud, desde el río San Juan hasta los montes panameños de Chiriquí. Ese sistema montañoso se dilata en el centro y forma la ancha meseta por donde se cree que en remotas épocas confundieron sus aguas los grandes mares. Por las dos vertientes de la cordillera bajan aguas en abundancia, que van a bañar las tierras de labores a uno y otro lado. En la costa del Pacífico, en el golfo de Nicoya, se[199] agrupan islas fértiles como la de San Lucas, en la cual está situado el establecimiento penal que lleva el mismo nombre, y como la isla del Coco, a que se refiere la tradición, y donde se cree que existe un tesoro dejado por piratas ingleses en tiempos ya remotos.
A pesar de su pequeña extensión territorial, Costa Rica tiene todos los climas, desde el de las regiones ecuatoriales hasta el templado y frío de las sábanas y cumbres andinas. Las costas del Atlántico y del Pacífico son de temperatura ardiente, pero la capital, San José, y las ciudades de Heredia, Alajuela y Cartago tienen clima saludable y frío. El litoral del Atlántico, por bajo y húmedo, fué hasta hace pocos años refractario al desarrollo de las poblaciones, pero los cultivos y un sistema de saneamiento moderno le han hecho habilitable y propicio al progreso. La fiebre amarilla y otras enfermedades de las tierras calurosas y desaseadas, desapareció de Costa Rica por el celo de sus gobiernos más recientes, que invirtieron fuertes sumas de colones en el saneamiento general. Ahí está Puerto Limón en el Atlántico, que es ya una ciudad floreciente y próspera.
En la variedad de climas de que he hablado, la[200] fauna y la flora costarricenses constituyen una riqueza espléndida. País de eterna primavera, a la europea, no tiene otra variación que la de siete meses de lluvia y cinco de sequedad. Según varios naturalistas experimentales, hay pocas zonas en el mundo que cuenten con la variedad de especies vegetales de este país. El árbol de caucho, ese oro vegetal, abunda en las selvas; las palmas alcanzan alturas de 300 pies; la planta del cacao es casi natural, y finas maderas como el palo de mora, la caoba y el cedro llenan los espesos bosques.
La extensión del reino animal está en consonancia. En el Museo de Washington, por ejemplo, estaban clasificadas en el año de 1885 más de 700 especies de aves, número que pasa y dobla al de toda Europa.
Por sus condiciones climatéricas y por su suelo, es Costa Rica un país, más que todo, agrícola. Su producción de maderas, caucho y café, desde los tiempos de la Independencia, constituyó su fuente principal de comercio, fuente que hoy cuenta con inmensos cultivos de plátano, exportado en barcos especiales de una poderosa compañía frutera a los principales puertos norte-americanos y europeos, y, además, con productos de gran[201] valor como plantas textiles y medicinales, arroz, frutas, del trópico en general, caña de azúcar y cacao.
En cuanto a la minería, ésta alcanza cada año mayores proporciones. Se han formado sociedades poderosas con capitales del país y extranjeros, que extraen plata, oro, cobre. La explotación de este último metal se realiza desde los primeros años de la pasada centuria, y hoy cuenta con establecimientos montados por la ingeniería moderna en las minas de Avangares y del Monte del Aguacate.
Refiriéndose al comercio, dice un distinguido Cónsul de Costa Rica, el Sr. Elías Leiva Q.: «Los datos referentes al comercio nacional acusan una pujanza productiva, excepcional en países de escasa población como éste. Se ha llegado a exportar allí, en sólo productos del suelo, más de 19 millones de colones (oro nacional de 24 d.), o sea un promedio de 65 anuales por habitante. Tomando el movimiento comercial en conjunto, resulta que el país puede exhibir un promedio por cabeza de 100 colones, que es mucho mayor que el de los demás países de Centro-América, y sólo inferior en América al de Argentina, Cuba y Uruguay. Este comercio se hace en su mayor parte con los[202] Estados Unidos y Europa, y muy principalmente con Inglaterra, y por el principal puerto de la República, en el Atlántico, el puerto de Limón, que está a seis horas de ferrocarril de la capital, y que es, después de Colón, el primero de la América Central por este lado de la costa. El Estado se proporciona sus recursos con el producto de la renta aduanera, y con el de algunos impuestos como el del timbre, registro de la propiedad, alcoholes, patentes para la venta de los mismos y del tabaco, venta de tierras baldías nacionales, etcétera. La renta de aduanas forma el cincuenta por ciento de las entradas generales, lo que acusa un progreso muy halagüeño en el comercio de la República. El total de las entradas fiscales alcanza a más de 9.000.000, oro nacional, con los cuales el Estado atiende a los servicios públicos, pero muy pronto se verán aumentados esos proventos con el nuevo impuesto que grava la exportación de la banana, que está en su mayor parte en manos de una compañía extranjera, la United Fruit Company. Con él se espera atender al servicio de las deudas externa e interna, que hoy ascienden juntas a 18.000.000, y que en los últimos años se habían descuidado mucho por la crisis financiera que, por causa de malas cosechas en el café y[203] de su bajo precio en el mercado europeo, ha tenido que sufrir el país».
El sistema monetario de Costa Rica es a base de oro. La unidad lleva el nombre de Colón, equivalente a 778 miligramos de oro de 900 milésimas de fino, es decir, a cerca de 24 peniques. El colón se parte en cien centavos. Sus submúltiplos se acuñan en plata y los múltiplos en monedas de oro. El problema monetario se resolvió sin mayores dificultades, pues el comercio le fué favorable, y el país estaba en condiciones de adoptar la moneda que hoy tiene. El cambio internacional se ha sostenido con variaciones insignificantes desde el año de 1900, cuando quedó resuelta y asegurada la conversión metálica; y la vida económica se benefició con la normalidad que dió a los negocios la nueva moneda. Desde luego, la importancia de empresas norte-americanas e inglesas establecidas en la nación ha sostenido el dólar y la libra esterlina que, con el colón, equilibran las transacciones y evitan crisis.
Son fáciles las comunicaciones terrestres en Costa Rica. De la capital, San José, hasta el puerto de Limón, sobre una distancia de más de 80 kilómetros, se extiende la línea férrea que pasa por el valle del río Reventazón, poniendo en diario[204] contacto a las numerosas poblaciones de la vertiente del Atlántico. Esta línea pasa por todos los climas del país y es uno de sus trayectos más pintorescos, donde se puede apreciar la vegetación de las diferentes zonas. Hay otra vía de hierro que, descendiendo por la vertiente pacífica, por el valle del Río Grande, sobre el que se levanta un puente colosal, vence enormes obstáculos y va hasta el puerto de Puntarenas. Costa Rica, pues, como Méjico, Guatemala y Panamá, tiene un ferrocarril interoceánico. Con las ciudades de Alajuela y Heredia, que son importantes centros del comercio y de la agricultura nacionales, tiene también una vía férrea, San José. Además, la línea al Atlántico extiende varios ramales por las plantaciones fruteras, llegando a un total de 300 kilómetros en explotación. Las demás ciudades y pueblos de la nación están unidos por carreteras y caminos que el gobierno central y los provinciales conservan en perfecto estado, aun en la época de lluvias torrenciales. Redes telefónicas y telegráficas cruzan de Norte a Sur y de Este a Oeste el país, tan bien atendidas, que casi nunca se interrumpe el servicio con punto alguno. Hay también en Puerto Limón, por ejemplo, estaciones de telégrafo inalámbrico, que prestan continuo[205] e importante servicio a los numerosos barcos que frecuentan aquellas costas. Limón y Puntarenas están a poca distancia de Colón y de Panamá. A Puntarenas arriban vapores de la línea Kosmos, de la compañía inglesa de Chile, y de la Pacific Mail Navigation Company de los Estados Unidos de Norte-América, y algunas embarcaciones mercantes del Oriente. En Puerto Limón tocan los vapores que hacen el servicio regular con New-Orleans, New-York y Boston, y que llevan bananas a los Estados Unidos del Norte y a Europa, y las líneas Hamburguesa-Americana, francesa, española, inglesa e italiana.
Costa Rica está casi despoblada, teniendo en cuenta los pobladores que cabrían en su extensión territorial. En la actualidad, apenas si pasa de los 360.000 habitantes de la raza blanca en su totalidad, pues los indígenas siempre fueron escasos y el elemento español ha dado origen al núcleo de población actual. Así, pues, el costarricense es, etnográficamente, distinto de los otros centros americanos. Sus hábitos son sencillos y su carácter pacífico, condiciones que explican su bienestar próspero. Inmigraciones voluntarias llegan al país, y encuentran todos los apoyos y estímulos en su labor. La Constitución ordena tolerancia[206] en cuestiones religiosas, pero, como en casi todos los pueblos de América, tiene supremacía la Iglesia Católica.
La instrucción pública ha sido muy bien dirigida en Costa Rica. Más de la mitad de la población sabe leer y escribir, y posee nociones de cultura general.
El servicio de la cultura popular está tan bien establecido, que Costa Rica siempre ha tenido mucho mayor número de maestros que de soldados. El presupuesto para la Cartera correspondiente es, después de los de Fomento y de Hacienda, el que cuenta con mayores recursos. Por tanto, no es raro que este país, en la estadística americana, ocupe el segundo lugar en instrucción pública, después de la República Oriental del Uruguay. Hay una ley nacional que ordena la enseñanza obligatoria y gratuíta. Esta ley fué promulgada en 1887, y ha sido la base de las legislaciones al respecto. Los métodos de pedagogía más modernos y aplicables se han adoptado, y el mayor y más eficaz empuje en favor de la cultura popular lo debe el país a aquel apóstol que se llamó D. Mauro Fernández, cuyas nobles labores se perpetúan con su famosa Ley General de Educación Común.
Siendo una carrera el magisterio en Costa Rica, hay un cuerpo de profesores de ambos sexos, y cada ciudad tiene un Liceo de Varones. La capital cuenta con dos colegios de segunda enseñanza: El Liceo de Costa Rica y el Colegio Superior de Señoritas, que por todos conceptos compiten con los planteles de su género, ya norte-americanos o europeos. Y por convenio de los países centro-americanos, en las conferencias de Washington y San José de Costa Rica, de 1906, ha de fundarse el Instituto Pedagógico Centro-Americano.
Las organizaciones de Higiene y de Beneficencia no omiten esfuerzos para estar a la altura de las necesidades del país, que cuenta con hospicios, hospitales y lazaretos de primer orden.
No terminaré sin recordar la obra patriótica del ex-Presidente D. Cleto González Viquez, quien ha dedicado su vida de trabajador constante al engrandecimiento de Costa Rica. El señor González Viquez, obediente a la voluntad popular y respetuoso de la ley, entregó la presidencia al doctor Ricardo Jiménez Oreamuno, cuyo ilustre nombre está vinculado a la historia moderna y a la legislación del país. Este Presidente diserto, prudente y lleno de luces, pertenece a lo[208] más florido de la intelectualidad costarricense, que ha contado con brillantes nombres en el pasado, y que en el presente se enorgullece con los de Pío Viquez, Aquileo Echeverría—el más nacional de sus poetas—el elegante y culto Brenes Mesén, Lisímaco Chavarría, el desventurado Rafael Angel Troyó y otros. Harto conocidas son las figuras de D. León Fernández, el concienzudo historiador, y su hijo Ricardo Fernández Guardia, lo mismo que el Marqués de Peralta, que honra la diplomacia hispano-americana en Europa, y Ernesto Martín, cuya juventud fecunda es una de las más seguras esperanzas de su patria.
Como es sabido, entre las islas del archipiélago antillano, Santo Domingo, llamada primitivamente La Española, es la segunda en extensión territorial, y después de la isla de Cuba, la más histórica, rica y hermosa. Ella fué la primera tierra que descubrió Colón y donde fundó la primera ciudad, haciéndola el centro de las operaciones del descubrimiento, conquista y colonización del Nuevo Mundo. Por sus bellezas naturales, por haber empezado allí el glorioso descubrimiento, y acaso, también, por haber empezado allí sus infortunios, esa isla fué la preferida y más amada del gran Almirante, por lo que en sus disposiciones testamentarias le donó sus restos, que la República, orgullosa de tan precioso legado, guarda entre el mármol y el bronce de un suntuoso monumento.
Por su bella situación geográfica, la isla de Santo Domingo, cuyo dominio se dividen la República Dominicana y Haití, es uno de los países de la[212] América Latina que tiene porvenir más halagador. A quince leguas de Cuba, a treinta de Jamaica, a diez ocho de Puerto Rico y a ochenta de Venezuela; siendo uno de los países más cercanos a Estados Unidos y la antilla más próxima a Europa; teniendo grandes y abrigadas bahías, como la del Samaná, donde podrían caber ampliamente todas las escuadras del mundo; y pudiendo ofrecer, abierto ya el canal de Panamá, por el estrecho de la Mona, el camino más seguro y corto entre los dos Hemisferios, será seguramente, en un futuro próximo, uno de los centros comerciales más florecientes del Mar Caribe.
Su fauna, su flora, su topografía, que ostenta la más rica variedad de climas, como todos los países de la América ecuatorial, fueron descritos de pintoresca manera en una carta dirigida por el Descubridor, en 1493, a Luis Santangel, escribano de ración de los Reyes Católicos por la corona de Aragón. «Yo entendía harto de otros indios—dice—que ya tenía tomados como continuamente esta tierra era isla, e así seguí la costa della al oriente, ciento e siete leguas, fasta donde facía fin; del cual cabo había otra isla, al oriente, distante desta diez e ocho leguas, a la cual puse luego nombre La Española; y fuí allí, y seguí[213] la parte del setentrión así como de la Juana, la cual y todas las otras son fortísimas en demasiado grado, y ésta en extremo: en ella hay muchos puertos en la costa del mar sin comparación de otros que yo sepa de cristianos, y fartos ríos y buenos y grandes ques maravilla: las tierras della son altas y en ellas muy muchas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Cetrefey, todas fermosísimas de mil fechuras y todas andables y llenas de árboles de mil maneras y altos, y parece que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la foja según lo que puedo comprender, que los vi tan verdes y tan fermosos como son por Mayo en España. Dellos están floridos, dellos con fruto, y dellos en otro término según su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pájaros de mil maneras en el mes de Noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o de ocho maneras, ques admiración verlas por la disformidad fermosa dellas, mas así como los otros e frutos e yerbas: en ella hay pinares a maravilla e hay campiñas grandísimas e hay miel, e de muchas maneras de aves y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales e hay gente en inestimable número. La Española es maravilla: las sierras y las montañas[214] y las vegas y las campiñas y las tierras tan fermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. Los puertos de la mar, aquí non habría creencia sin vista, y de los ríos muchos y grandes y buenas aguas: los más de los cuales traen oro. En los árboles y frutas y yerbas hay grandes diferencias de aquellas de la Juana: en ésta hay muchas especies, y grandes minas de oro y de otros metales.»
Esa opulenta naturaleza está todavía inexplotada. Con seis millones de hectáreas y apenas medio millón de habitantes, han faltado los necesarios elementos para explotar sus cuantiosas riquezas. Ha concurrido también para ello, además de la escasez de población, las contiendas en que se ha visto continuamente envuelta la República. Este es un hecho realmente sensible, pero que, juzgado con reflexión serena, se advierte que es un fenómeno casi necesario e inevitable. La República Dominicana, como otras jóvenes democracias de América, ha sido juzgada aquí en Europa con excesiva severidad; se ha exigido de ella una madurez prematura, un desarrollo que por su violenta rapidez habría sido morboso, se le ha calificado de intratable, sanguinaria, revoltosa, como[215] si los primeros pasos no fuesen siempre vacilantes, y como si no fuese una ley histórica que todo pueblo joven que ha estado en servidumbre, ha menester rendir un tributo de sangre para afianzar sus instituciones y cimentar su libertad. Pero, no obstante sus frecuentes convulsiones, por virtud de su fuerza nativa y el genio vivo de la raza, la República Dominicana ha hecho, en apenas medio siglo que lleva de independencia, progresos realmente sorprendentes. De ello dan testimonio su comercio, sus industrias, sus instituciones libérrimas y el desarrollo que han adquirido en ella últimamente las ciencias y las artes.
Según datos oficiales, para el ejercicio del año 1909 a 1910 los ingresos y egresos públicos del país fueron fijados en 4.024,230 pesos, respectivamente. Las entradas de los impuestos aduaneros se calcularon en 3.200,010 pesos; impuesto sobre el consumo, 460.000 pesos; renta del servicio postal y telegráfico, 35.000 pesos; derechos consulares, 15.000 pesos; impuesto de timbres, 43.000 pesos; y rentas de ciertas propiedades fiscales, pesos 261.230. Con el objeto de normalizar las relaciones del Erario Público y de los particulares con los establecimientos de crédito, se ha dictado recientemente una ley bancaria, que prescribe[216] que los Bancos de emisión deberán tener un capital por lo menos de 500.000 pesos; los hipotecarios, 100.000 pesos y los refraccionarios, 50.000 pesos.
Uno de los problemas más serios que el Gobierno Dominicano ha tenido durante mucho tiempo sobre el tapete, y al que ha dado por fin una solución, es el de la unificación de la deuda pública. Al dar cuenta el Presidente de la República de tal hecho al Congreso Nacional, decía en su mensaje: «El medio para lograr el arreglo y pago de las deudas estaba indicado. Puesto que los acreedores belgas y franceses habían convenido desde Junio de 1901 en recibir el 50 por 100 de sus acreencias si se les pagaba en efectivo en un plazo de veinte años, y esa deuda era casi la mitad de las sumas debidas por la República, lo que había que hacer era contratar un empréstito a tipo moderado, con el cual se pagase la totalidad de las deudas. Hay varias, como la Flotante interior y la llamada Extranjera, que nunca se han vendido a más del 40 por 100 de su valor nominal; otras, como la Diferida, que no alcanzaron jamás el precio de 10 por 100, y muchas en que el capital real no excedía de un 30 por 100, siendo el resto intereses acumulados. ¿No era factible que los poseedores de créditos en semejantes condiciones[217] aceptasen el 50 por 100 de su valor, cuando los belgas y franceses, poseedores de acreencias más legítimas, lo habían aceptado, y que otros acreedores se conformasen con tipos menores en relación con el valor de sus créditos, en el momento en que se les hiciera una proposición de pagarles en efectivo? El empréstito convenido con las casas bancarias Kuhn, Loeb y Co, y Morton Trust Co, es por 20.000.000 pesos, oro americano, con prima de 4 por 100 e interés de 5 por 100 amortizable en cincuenta años y redimible en diez con prima de dos y medio por 100. Hay que entregar anualmente 1.200.000 pesos para el pago de intereses y fondo de amortización, pudiendo entregarse mayor cantidad si así le conviene a la República, y debiendo además destinar al fondo de amortización la mitad del excedente de los derechos aduaneros, si pasasen en cualquier año de la suma de 3.000.000 de pesos.» «La República debe cerca de 33.000.000 de pesos los cuales devengan un interés de más de 1.200.000 pesos y obligan a satisfacer por ahora 700.000 de pesos por lo menos de amortización. Todo eso se paga con 1.200.000 pesos anuales. Se disminuye el capital de 33.000.000 de pesos a 17.000.000 de pesos; se reduce el interés de más de 1.200.000 pesos a[218] 1.000.000 de pesos, y la amortización de 700.000 de pesos a 200.000 pesos, obteniendo como resultado final que en treinta y ocho años o poco más quedemos libres de deudas, o en menos tiempo si aumentamos la amortización, habiendo pagado en ese lapso por capital e intereses unos 45.000.000 de pesos, en tanto que siguiendo el actual sistema no pagaríamos jamás, si no en el caso en que aumentásemos en más 1.500.000 pesos la cantidad destinada para el pago de intereses y amortización, lo que sería verdaderamente muy gravoso para la República, teniendo además que pagar la deuda en su completa integridad.»
El Estado protege con leyes bastante liberales el desarrollo de las industrias. A este propósito, el notable escritor Enrique Deschamps, dice en su interesante libro sobre la República Dominicana: «Prueba evidente de esa protección es la absoluta liberación de derechos de exportación de que disfruta la industria azucarera, siendo de notar que este ramo asume trascendental importancia por representar la mayor suma de capital invertido en una sola industria en la República. De ventajas muy análogas gozan las diversas fábricas de jabón, de fósforos, de cigarrillos, de velas esteáricas, de sombreros de paja, de zapatos, de[219] licores, de medias y calcetines de algodón, de fideos, refinerías de petróleo, y de diversos artículos más de gran consumo en el país, y puede afirmarse que, a excepción del azúcar que tiene a su servicio en la República un alto número de grandes ingenios y centrales de un valor de muchos millones de dollars, todas las demás industrias están todavía en período de ensayo...» «Uno de los ramos industriales dominicanos llamados a más brillante porvenir, es, sin duda alguna, el abarcado por la industria forestal que dispone allí de esferas de acción de importancia incalculable. El 80 por 100 del territorio dominicano está todavía cubierto de selvas vírgenes, y son muy pocas las esencias que en ellas hay que no representen valores económicos cuantiosos. Una interesante variedad de pinos de inmejorables condiciones como madera de construcción, cubren las montañas del interior de la isla, habiendo en ella extensiones de más de cincuenta leguas, en que toda la vegetación mayor está representada por un solo bosque uniforme de pinos seculares».
La educación popular es objeto ahora, por parte del Estado, de una atención preferente. Desde las reformas iniciadas por el educacionista Hostos, en 1880, se ha operado una completa renovación,[220] de tal manera que están ya abolidos los procedimientos rutinarios de la antigua escuela española e implantados, oficialmente, los procedimientos racionales y analíticos de la Escuela Moderna. La nación cuenta con un Instituto Profesional, que equivale a la Universidad; la Escuela de Bachilleres, cuyo rector vitalicio es el eminente humanista F. Henriquez y Carvajal, el notable pedagogo y pensador a quien debe tanto la juventud dominicana; un Seminario, numerosas Escuelas Normales y Colegios Superiores, que funcionan en las cabeceras de las provincias y los distritos, y más de trescientas escuelas primarias.
Quien escribe estas líneas ha visitado Panamá antaño y después de su separación de la madre patria colombiana, y ha encontrado que está fuera de duda el evidente progreso que allí ha aparecido, comenzando, en primer lugar, con lo que se refiere a los adelantos sanitarios. Es un hecho que la fiebre amarilla ha desaparecido de ese país, y que la capital se ha modernizado en pavimentación y edificios. Desde luego, ha aumentado más aún su carácter yanki y su característica de población bilingüe.
Bien sabido es que la ciudad fué fundada por Pedrarias Dávila, en 1518, y, como Nicaragua, su nombre es el de un antiguo cacique. Los piratas la hicieron sufrir harto.
El antiguo departamento, hoy República de Panamá, tiene siete provincias: Bocas del Toro, Colón, Chiriquí, Coclé, Los Santos, Panamá y Veraguas. Cuenta algo más de cuatrocientos mil habitantes. Su historia es de interés, no sólo por[224] las convulsiones políticas sufridas por Colombia, por ser elegida la capital para lugar del famoso Congreso panamericano que ideara Bolívar, sino por su importancia comercial que se ha relacionado con el mundo entero, principalmente por el canal que une los dos océanos, Atlántico y Pacífico, y que, si realizado por los Estados Unidos, fué iniciado por el genio francés. Lesseps tendrá allí su monumento.
Al separarse Panamá de España, los panameños, viéndose aislados, acogiéronse a los halagos del Libertador; pero la idea de emancipación fué constante, y el 11 de Septiembre de 1830, la voz del general J. Domingo Espinas se dejó oir, e hizo que la municipalidad acordase la separación. Pronto fué, pues Panamá estuvo apenas dos meses independiente. Disturbios y revueltas, más tarde corrientes autonómicas, realizaron la unión del Istmo y la República. Sancionada esta unión, en Marzo del año de 1841, la Convención reunida en Panamá dictó la ley fundamental del Estado del Istmo; pero en Diciembre del mismo año, esta sección volvió a formar parte de la República de la Nueva Granada, que fué luego Colombia.
En 1903 se efectuó la revolución que hizo a Panamá independiente de la nación Colombiana. Al[225] tratarse entre los Estados Unidos y Colombia la forma de realizar las obras del Canal, iniciadas, como queda dicho, por una Compañía francesa, un movimiento de opinión rompió definitivamente los lazos entre el Istmo y el Poder Central, y el 3 de Noviembre de 1903, el Consejo municipal constituyó una nueva nacionalidad libre y soberana. El acuerdo tuvo unánime aprobación popular, y el 13 de Febrero de 1904, el doctor don Manuel Amador Guerrero fué elegido presidente y aportó toda su autoridad y buenas dotes a la ardua tarea de organización en el flamante gobierno.
El escritor Tito V. Lisoni, al hablar de esta república en una interesante monografía, dice: «La administración del Sr. Amador fué muy fructífera, no obstante haberle tocado atravesar un período difícil y delicado. Se ejecutaron obras públicas notables: la pavimentación de la capital, la construcción del acueducto de las ciudades de Panamá y Colón, de puertos, caminos, escuelas y muelles, la edificación del Palacio del Gobierno y del Teatro Nacional, etc. Floreció la libertad, y se afianzaron definitivamente las garantías constitucionales.»
Al Sr. Amador le substituyó en la Presidencia[226] D. José Domingo de Obaldía. Su hecho principal fué la celebración de un contrato para la construcción del ferrocarril casi trans-istmeño, que será de gran utilidad para el país.
Falleció desempeñando su cargo, sustituyéndole el doctor Carlos Antonio Mendoza, secretario de Hacienda, abogado eminente que cuenta larga hoja de servicios en la administración de su país. Las mejoras realizadas en la sanidad y en la enseñanza son notables. La capital ha sido transformada casi por completo, constituyendo hoy una ciudad moderna, dotada de los mejores servicios. Las obras públicas en construcción (muchas de ellas ya concluídas hoy) son numerosas. El gobierno se preocupa también en mejorar las vías de comunicación; y al efecto, el Congreso autorizó al Presidente para que terminase la línea telegráfica de doble alambre de Panamá a Veraguas, y para que construyese entre ambas ciudades una línea nueva. Ha estimulado la navegación a vapor, otorgándose cierta subvención a una compañía para que establezca un servicio de vapores en la costa del Pacífico.
El incremento del país es tan palpable que, en Junio de 1908, la Hacienda Pública tenía un activo ascendente de 7.860.096,68 pesos oro.
El presupuesto nacional correspondiente al año de 1910 fija la renta total de 6.877.469,65 pesos. En cuanto a gastos, en 1909, las Obras Públicas y la Instrucción, consideradas en conjunto, representan la parte mayor del presupuesto.
Así, la instrucción pública en Panamá ha progresado en forma extraordinaria. Uno de los apóstoles más decididos de la instrucción panameña, ha sido el Sr. Lasso de la Vega. A él se debe la Biblioteca Pedagógica, la Escuela de Artes y Oficios, el Museo, la Escuela de Indígenas.
La intelectualidad del país cuenta con dignos representantes. La historia, la crítica, la literatura, la poesía, la música y la pintura han tenido y tienen buenos cultivadores, comenzando por el presidente de la República, Dr. A. Porras, que, aparte de sus actividades políticas, es un intelectual y estudioso de valía.
Amelia Denis, J. Guizado, Arosemena, Jerónimo Osa, Guillermo Andreve, U. Victoria, Enrique Arce, Juan Báez Ossa, Alejandro Dutary, Oscar Terán, Darío Herrera, Valdés, Ricardo Miró, Federico Escobar, Demetrio Fábrega, Pérez y Soto, Simón Rivas, Aizpuru, Octavio Méndez, H. Icaza, Héctor Conte, J. Conte, Julio Arjona, el notable artista R. Sewis y otros más, son[228] los representantes del talento panameño. Todos los hombres públicos trabajan por la grandeza nacional, y la juventud lucha estudiosa en pro del progreso.
Al iniciar su existencia política este nuevo Estado, desde luego con la protección directa de una potencia como los Estados Unidos—a pesar del dominio yanki en el Canal—que Root ha explicado, por otra parte, muy favorablemente, ha comenzado en una vía de flagrantes adelantos, que ya quisieran para sí otras pequeñas repúblicas. Dios la lleve al logro de su riqueza, de su civilización y en todo lo que sea posible, de su libertad.
Quando escribo estas líneas, se inaugurará el Canal que costó tanta vida francesa, tanto dinero del ahorro francés, y que debió ser llevado a término por la energía francesa. Quienes lo han concluído y quienes lo inaugurarán, serán los Estados Unidos.
El yanki recoge, fría y calculadamente, lo que el ímpetu y el entusiasmo latinos sembraron con demasiada confianza y sin previsión. Pero si hay una justicia sobre la tierra, un grandioso monumento deberá alzarse del lado de Colón, o del lado de Panamá; y ese monumento habrá de conmemorar el nombre, dos veces glorioso, del gran francés Ferdinand de Lesseps.
El año de la débacle panameña, en el momento de la tempestad, quien escribe estas líneas llegaba al itsmo de Panamá, en viaje de Chile a la América Central.
La primera impresión recibida en Colón, fué la siguiente: En el Océano, barcos de guerra de Inglaterra,[232] Alemania, Francia, España, los Estados Unidos, etc., para proteger los intereses de los respectivos países; en tierra, en un inmenso rosario de vagones, un inmenso ejército de africanos desnudos que, alzando los brazos, lanzaban horribles gritos. Era una página flaubertiana, o mejor, de Kipling.
Eran esos negros que se reembarcaban parte de un numeroso rebaño de salvajes de Africa, que un buen contratista llevó al istmo para el trabajo del Canal. Los negros no sabían casi una sola palabra fuera de su dialecto nativo. Habían sido sacados de sus selvas, sencillamente, como ganado humano.
Jamás se borrará de mi mente aquel tremendo cuadro: el país conmovido; la noticia de la gigantesca desgracia financiera, en todas partes causando el terror y el asombro; los innumerables trabajadores sin trabajo; cada ciudadano guardando celosamente su casa; la justicia del país procurando que no se produjeran esperados y probables desórdenes; cada cual en su puesto con su revólver listo.
Porque hay que saber lo que fué Panamá en los días de fiebre áurea. La leyenda de Panamá ha resonado por todas partes, ¡mas, de ella se[233] sabe tan poca cosa! Aquel mal escrito libro del Barón Montes, del cual se vendieron miles y miles de ejemplares, no es por cierto la obra que pueda dar una idea de la vida panameña, en los fabulosos tiempos aquellos.
A propósito, ¿sabéis cómo fué escrito ese libro? Quienquiera que haya estado en Panamá, por aquellos tiempos, no ha conocido al antiguo redactor del Star and Herald, Mr... ¿Y quién, si le ha conocido, se ha podido sustraer a jugar carambolas con él en el Club, al eco de inevitables estallidos de Ginger-ale? Pues bien, el autor del Barón Montes escribió su libro, únicamente copiando, y arreglándolas en forma novelesca, las conversaciones de aquel excelente empleado de nuestros amigos Boyd, los antiguos dueños del Star and Herald; por lo cual Mr..., desgraciadamente muerto ya, no recibió un solo centavo, mientras el otro se guardara miles de magníficas libras esterlinas.
La leyenda de Panamá... Se vivió en verdad una vida de leyenda, una vida de cuento, una vida de Mil y una noches. En Panamá estaba el verdadero vellocino, los argonautas iban de todas partes. Lesseps, el gran Lesseps, el gran francés, movía desde París la máquina. Era el[234] tiempo en que la más pobre costurerita parisiense depositaba sus ahorros en la caja de la gran obra nacional; era el tiempo en que el glorioso hombre de Suez profetizaba para Panamá: «Será dentro de cuatro años»... «Será dentro de tres años»...
Todavía Leroy Beaulieu no había profetizado a su vez que, después de la catástrofe del sistema Law, la de Panamá sería la más grande.
Una palabra de cualquiera de los Lesseps, una recomendación del obispo Paul: quinientos pesos oro, mil pesos oro mensuales.
En esos tiempos, un ingeniero vivía en su chalet propio, cada empleado superior tenía derecho a un viaje anual a Francia, por cuenta de la Compañía. El champaña sustituía al agua. Los burdeles se llenaban de flores de vicio, de las cuatro partes del mundo. Se jugaba; al día siguiente, no era extraño ser rico.
Un ingeniero pide un clavo especial a una casa europea, y envía el modelo en madera; la casa envía los cientos de miles de clavos pedidos, iguales al modelo en madera... Todo contra la caja inagotable de la compañía. Entre tanto, la fiebre tropical hacía que no se la echase en olvido. ¡Murieron tantos! Un director general—después[235] de dos más—feliz, ufano, con su cinta de la legión de honor, con su hija, su hijo, su esposa, había pedido a Francia un tronco regio para su victoria. El tronco llega cuando la esposa, el hijo y la hija estaban—en menos de un mes—en el cementerio. El desgraciado director hace matar los caballos y, desolado, parte.
Era, sí, Panamá, en ese tiempo, un pedacito de Francia.
Se oía hablar francés por todas partes. Todo en francés, a despecho del yanki. Aún hace poco, si pasabais por el istmo, si visitabais los hospitales—lo más pintoresco y lindo que tenía Panamá—oíais la lengua de la dulce Francia en los labios de las hermanas de caridad.
Un día llegó el Grande Anciano con sus hijas. Desde que se anunció su llegada, los jardines alistaron sus flores. Llegó, y Panamá todo fué flores, banderas y espumas de Champaña!
Fué Lesseps, y era como si hubiera ido un dios. Desde el báculo del obispo Paul hasta el sombrero del último operario todo se movía en su nombre y a su gloria.
¡Dudo yo que, en su smalah oriental, haya tenido mayores honores y triunfos el pobre Juan Francés!
«Llegó—me decía el brillante poeta Darío Herrera, hijo de Panamá, que entonces era casi un niño—llegó Lesseps a mi casa, y besó en la frente a mis hermanos y a mí; jamás olvidará mi techo aquella visita patriarcal, aquella fiesta.»
Así iba Lesseps por Panamá, vestido de lino, con su ancho sombrero de jipijapa, repartiendo saludos, besos y francos.
Por donde pasaba, había arcos de flores. No había noche sin baile, ni baile sin derroche.
Rouget de Lisle quería levantarse de su tumba, y decir a las músicas:
¡Basta!
¡Y cuando el día del primer barretazo...! Fué la niña menor de Lesseps la que tomó el hierro, y entre gritos entusiastas y estallidos del cañón y del champaña, hirió la tierra.
Jamás, ni en sus esplendores de Egipto, ni en las íntimas fiestas imperiales, pudo ver el Gran Francés una superior victoria.
El trópico ístmico es de una belleza cálida y rica; las gentes, sobre todo las entonces colombianas, eran fastuosas y entusiastas; Lesseps tenía el más bello cielo; la más alta gloria, y cada habitante del istmo era su súbdito. Lesseps-bajá era nada ante Lesseps-ídolo.
La procesión era triunfal y enorme. Primeramente pasaba el Grande entre las autoridades y los cónsules; entre estandartes colombianos y franceses; después, entre las familias, en cuyas casas no faltaba el retrato del anciano ilustre; luego, la innumerable tropa de los europeos, yankis, centro-americanos, jamaicanos, negros puros, chinos, que se quitaban la gorra de labor al paso del dios...
Hoy ¿Qué queda de aquel Dios?
En Panamá quedará siempre el nombre del conde Ferdinand de Lesseps, bendecido y venerado. Caridades y beneficios no se siembran sin provecho. No es tan mala la tierra humana, pues si produce muchos cardos ingratos, hace brotar inmortales flores de recuerdo.
Y Lesseps fué bueno y noble.
¿No es cierto que diríais que sí, si viviérais, Bonaparte Wysse, que le visteis más de una vez favorecer a los necesitados?
¿No es verdad, desaparecido Pedro Losa, su amigo y discípulo, que presenciasteis la magnanimidad[238] y la grandeza de corazón de aquel a quien Yankilandia debe una estatua?
Y cuando la Fama y la Fortuna dejaron a Lear abandonado a la tempestad, a los granizos periodísticos y a las rachas de las prostituciones financieras, a los soplos de la difamación, el gran Francés ha quedado moralmente intacto, mientras a su alrededor caían tantos culpables.
Fué grande, fué noble, fué honrado. Francia, que siempre es grandiosa, noble y justa, se acordará de él y le pondrá pronto en su verdadero lugar.
Y en el puesto de Colón, en el que fué istmo de Panamá, en donde hubo de hacerse, por Francia, la unión de los dos océanos, al lado de la estatua del Revelador del Globo—regalada por una emperatriz amiga del egregio trabajador y mártir—hemos de ver, enmienda de humanas injusticias, el monumento de Ferdinand de Lesseps.
Págs. | |
Argentina | 1 |
Venezuela | 9 |
Colombia | 21 |
Cuba | 33 |
Perú | 47 |
Chile | 61 |
Brasil | 71 |
Uruguay | 85 |
Paraguay | 97 |
Bolivia | 113 |
Nicaragua | 125 |
Guatemala | 145 |
Ecuador | 159 |
El Salvador | 171 |
Honduras | 183 |
Costa Rica | 195 |
Santo Domingo | 209 |
Panamá | 221 |
Lesseps y Panamá | 229 |