Title: Romance de lobos, comedia barbara
Author: Ramón del Valle-Inclán
Release date: December 1, 2003 [eBook #10506]
Most recently updated: December 19, 2020
Language: Spanish
Credits: Produced by Stan Goodman, Miranda van de Heijning, Melville L King and the PG Distributed Proofreaders
Produced by Stan Goodman, Miranda van de Heijning, Melville L King
and the PG Distributed Proofreaders.
[Ilustracion:]
DONA ISABELITA, QUE fue BARRAGANA DEL CABALLERO
Un camino. A lo lejos, el verde y oloroso cementerio de una aldea. Es de noche, y la luna naciente brilla entre los cipreses. Don Juan Manuel Montenegro, que vuelve borracho de la feria, cruza por el camino, jinete en un potro que se muestra inquieto y no acostumbrado a la silla. El hidalgo, que se tambalea de borren a borren, le gobierna sin cordura, y tan pronto le castiga con la espuela como le recoge las riendas. Cuando el caballo se encabrita, luce una gran destreza y reniega como un condenado.
iMaldecido animal!… iTiene todos los demonios en el cuerpo!… iUn rayo me parta y me confunda!
UNA VOZ iNo maldigas, pecador!
iTu alma es negra como un tizon del Infierno, pecador!
iPiensa en la hora de la muerte, pecador!
iSiete diablos hierven aceite en una gran caldera para achicharrar tu cuerpo mortal, pecador!
?Quien me habla? ?Sois voces del otro mundo? ?Sois almas en pena, o sois hijos de puta?
Retiembla un gran trueno en el aire, y el potro se encabrita, con amenaza de desarzonar al jinete. Entre los maizales brillan las luces de la Santa Compana. El Caballero siente erizarse los cabellos en su frente, y disipados los vapores del mosto. Se oyen gemidos de agonia y herrumbroso son de cadenas que arrastran en la noche oscura, las animas en pena que vienen al mundo para cumplir penitencia. La blanca procesion pasa como una niebla sobre los maizales.
iSigue con nosotros, pecador!
iToma un cirio encendido, pecador!
iAlumbra el camino del camposanto, pecador!
El caballero siente el escalofrio de la muerte, viendo en su mano oscilar la llama de un cirio. La procesion de las animas le rodea, y un aire frio, aliento de sepultura, le arrastra en el giro de los blancos fantasmas que marchan al son de cadenas y salmodian en latin.
iReza con los muertos por los que van a morir! iReza, pecador!
iSigue con las animas hasta que cante el gallo negro!
iEres nuestro hermano, y todos somos hijos de Satanas!
iEl pecado es sangre, y hace hermanos a los hombres como la sangre de los padres!
iA todos nos dio la leche de sus tetas peludas, la Madre Diablesa!
… iLa madre coja, coja y bisoja, que rompe los pucheros! iLa madre morueca, que hila en su rueca los cordones de los frailes putaneros, y la cuerda del ajusticiado que nacio de un bandullo embrujado! iLa madre bisoja, bisoja corneja, que se espioja con los dientes de una vieja! iLa madre tinosa, tinosa raposa, que se mea en la hoguera y guarda el cuerno del carnero en la faltriquera, y del cuerno hizo un alfiletero! Madre bruja, que con la aguja que lleva en el cuerno, cose los virgos en el Infierno y los calzones de los maridos cabrones!
El caballero siente que una rafaga le arrebata de la silla, y ve desaparecer a su caballo en una carrera infernal. Mira temblar la luz del cirio sobre su puno cerrado, y advierte con espanto que solo oprime un hueso de muerto. Cierra los ojos, y la tierra le falta bajo el pie y se siente llevado por los aires. Cuando de nuevo se atreve a mirar, la procesion se detiene a la orilla de un rio donde las brujas departen sentadas en rueda. Por la otra orilla va un entierro. Canta un gallo.
iCanto el gallo blanco, pico al canto!
Los fantasmas han desaparecido en una niebla, las brujas comienzan a levantar un puente y parecen murcielagos revoloteando sobre el rio, ancho como un mar. En la orilla opuesta esta detenido el entierro. Canta otro gallo.
iCanta el gallo pinto, ande el pico!
Al traves de una humareda espesa los arcos del puente comienzan a surgir en la noche. Las aguas, negras y siniestras, espuman bajo ellos con el hervor de las calderas del Infierno. Ya solo falta colocar una piedra, y las brujas se apresuran, porque se acerca el dia. Inmovil, en la orilla opuesta, el entierro espera el puente para pasar. Canta otro gallo.
iCanta el gallo negro, pico quedo!
El corro de las brujas deja caer en el fondo de la corriente, la piedra que todas en un remolino llevaban por el aire, y huyen convertidas en murcielagos. El entierro se vuelve hacia la aldea y desaparece en una niebla. El Caballero, como si despertase de un sueno, se halla tendido en medio de la vereda. La luna ha trasmontado los cipreses del cementerio y los nimba de oro. El caballo pace la yerba lozana y olorosa que crece en el rocio de la tapia. El Caballero vuelve a montar y emprende el camino de su casa.
[Ilustracion]
Don Juan Manuel Montenegro, llama con grandes voces ante el porton de su casa. Ladran los perros atados en el huerto, bajo la parra. Una ventana se abre en lo alto de la torre, sobre la cabeza del hidalgo, y asoma la figura grotesca de una vieja en camisa, con un candil en la mano.
Apaga esa luz….
Agora bajo a franquealle la puerta.
Apaga esa luz….
El Caballero se ha cubierto los ojos con la mano, y de esta suerte espera a que la vieja se retire de la ventana. El caballo piafa ante el porton, y Don Juan Manuel no descabalga hasta que siente rechinar el cerrojo. La vieja criada aparece con el candil.
iSopla esa luz, grandisima bruja!
iAve Maria! iQue fieros! iNi que le hubiera salido un lobo al camino!
iHe visto La Hueste!
iBrujas fuera! iArreniegote, Demonio!
Sopla la vieja el candil y se santigua medrosa. Cierra el porton y corre a tientas por juntarse con su amo, que ya comienza a subir la escalera.
EL CABALLERO Despues de haber visto las luces de la muerte, no quiero ver otras luces, si debo ser de Ella….
Hace como cristiano.
Y si he de vivir, quiero estar ciego hasta que nazca la luz del sol.
iAmen!
Mi corazon me anuncia algo, y no se lo que me anuncia… Siento que un murcielago revolotea sobre mi cabeza, y el eco de mis pasos, en esta escalera oscura, me infunde miedo, Roja.
iArreniegote, Demonio! iArreniegote, Demonio!
Al oir un largo relincho acompanado de golpes en el porton, Don Juan Manuel se detiene en lo alto de la escalera.
?Has oido, Roja?
Si, mi amo.
?Que rayos sera?
No jure, mi amo.
iEl Demonio me lleve!… iSe ha quedado la bestia fuera!
iLa bestia del trasgo!…
iLa bestia que yo montaba! Despierta a Don Galan para que la meta en la cuadra.
Denantes llamandole estuve porque bajare a abrir, y no hubo modo de despertarlo. iCon perdon de mi amo, hasta le di con el zueco!
El caballero se sienta en un sillon de la antesala, y la vieja se acurruca en el quicio de la puerta. Se oye de tiempo en tiempo el largo relincho y golpear del casco en el porton.
Prueba otra vez a despertarle.
Tiene el sueno de una piedra.
Vuelve a darle con el zueco.
Ni que le de en la croca.
Pues le arrimas el candil a las pajas del jergon.
iAve Maria!
Sale la vieja andando a tientas. Canta un gallo, y el hidalgo, hundido en su sillon de la antesala, espera con la mano sobre los ojos. De pronto se estremece. Ha creido oir un grito, uno de esos gritos de la noche, inarticulados y por demas medrosos. En actitud de incorporarse, escucha. El viento se retuerce en el hueco de las ventanas, la lluvia azota los cristales, las puertas cerradas tiemblan en sus goznes. iToc-toc!… iToc-toc!… Aquellas puertas de vieja traceria y floreado cerrojo, sienten en la oscuridad manos invisibles que las empujan. iToc-toc!… iToc-toc!… De pronto pasa una rafaga de silencio y la casa es como un sepulcro. Despues, pisadas y rosmar de voces en el corredor: Llegan rifando la vieja criada y Don Galan.
Ya dejamos al caballo en su cuadra. iQue noche Madre Santisima!
Truena y lostrega que pone miedo.
iY no poder encender un anaco de cirio bendito!….
?No lo tienes?
Si que lo tengo, mas no puede ser encendido en esta noche tan fiera.
Tengo dos medias velas que alumbraron en el velorio de mi curmana la
Celana.
?Habeis oido?
?Que, mi amo?
Una voz….
Son las risadas del trasgo del viento….
Suenan en la puerta grandes aldabonazos que despiertan un eco en la oscuridad de la casona. El Caballero se pone en pie.
Dame la escopeta, Don Galan. iVoy a dejar cojo al trasgo!
Oiga su risada.
Lo vera que se hace humo o que se hace aire….
Abre la ventana Don Juan Manuel, y el viento entra en la estancia con un aleteo tempestuoso que todo lo toca y lo estremece. Los relampagos alumbran la plaza desierta, los cipreses que cabecean desesperados, y la figura de un marinero con sudeste y traje de aguas, que alza el aldabon de la puerta. La lluvia moja el rostro de Don Juan Manuel Montenegro.
EL CABALLERO
?Quien es?
Un marinero de la barca de Abelardo.
?Ocurre algo?
Una carta del senor capellan. Cayo muy enferma Dama Maria.
iHa muerto!… iHa muerto!… iPobre rusa!
Retirase de la ventana, que el viento bate locamente con un fracaso de cristales, y entenebrecido recorre la antesala de uno a otro testero. La vieja, y el bufon, hablando quedo y suspirantes, bajan a franquear la puerta al marinero. En la antesala el viento se retuerce ululante y soturno. Las vidrieras, tan pronto se cierran estrelladas sobre el alfeizar, como se abren de golpe, tragicas y violentas. El marinero llega acompanado de los criados y se detiene en la puerta, sin aventurarse a dar un paso por la estancia oscura. Don Juan Manuel le interroga, y de tiempo en tiempo un relampago les alumbra y se ven las caras lividas.
?Traes una carta?
Si, senor.
Ahora no puedo leerla… Dime tu que desgracia es esa… ?Ha muerto?
No, senor.
?Hace muchos dias que esta enferma?
Lo de agora fue un repente… Mas dicen que todo este tiempo ya venia muy acabada.
iHa muerto! iEsta noche he visto su entierro, y lo que juzgue un rio era el mar que nos separaba!
Calla entenebrecido. Nadie osa responder a sus palabras, y solo se oye el murmullo apagado de un rezo. El caballero distingue en la oscuridad una sombra arrodillada a su lado, y se estremece.
?Eres tu, Roja?
Yo soy, mi amo.
Dale a ese hombre algo con que se conforte, para poder salir inmediatamente. iAy, muerte negra!
[Ilustracion]
Noche de tormenta en una playa. Algunas mujerucas apenadas, inmoviles sobre las rocas y cubiertas con negros manteos, esperan el retorno de las barcas pescadoras. El mar ululante y negro, al estrellarse en las restingas moja aquellos pies descalzos y mendigos. Las gaviotas revolotean en la playa, y su incesante graznar y el lloro de algun nino, que la madre cobija bajo el manto, son voces de susto que agrandan la voz extraordinaria del viento y del mar. Entre las tinieblas brilla la luz de un farol. Don Juan Manuel y el marinero bajan hacia la playa.
iYa alcanza mi amo como no esta la sazon para hacerse a la mar!
?Donde teneis atracada la barca?
A sotavento del Castelo.
Como habeis venido, podemos ir….
Era dia claro, y tampoco reinaba este viento, cuando largamos de Flavia-Longa. Aun asi nos comia la mar. Vea como lostrega por la banda de Sudeste. iHay mucha cerrazon!
iHay otra cosa!… iMiedo!
El mar es muy diferente de la tierra, y de otro respeto, Senor Don Juan
Manuel.
iNo sois marineros, sino mujeres!
Somos marineros, y por eso miramos los peligros que apareja la travesia. Al mar, cuanto mas se le conoce mas se le teme. No le temen los que no le conocen.
Yo le conozco y no le temo.
No le teme, porque usted no teme ninguna cosa, si no es a Dios.
?Cuantos marineros sois?
Cinco y el rapaz, que no merece ser contado. Hemos venido con los cuatro rizos, y ainda hubimos de arriar la vela al pasar La Bensa.
iQue noche fiera!
No se ve ni una estrella.
iNi hace falta! Si fueseis gente de mar, os gustaria este tiempo bravo.
iEs mucho tiempo!
Siempre preferible a la calma.
Han llegado al atracadero donde se abriga la barca. Grandes penascales coronados por las ruinas de un castillo. El marinero se adelanta, y con el farol explora el camino para bajar a la orilla. Es peligroso el paso de aquellas rocas cubiertas de limo, donde los pies resbalaban. En el abrigo se adivina la forma de la barca. Un farol cuelga del palo, y lo demas es una mancha oscura. El marinero da una gran voz.
iAbelardo!
?Es el patron?
Si, senor.
?Abelardo, el hijo de Peregrino el Rau?
Si, senor.
Su padre era un lobo para la mar.
Pues el hijo le gana … iAbelardo!
?Quien va?
Sube para darle una mano al Senor Don Juan Manuel… Yo mal puedo con el farol.
iNo te muevas, Abelardo! Me basto solo.
Bajan a la orilla del mar. Se oye el vuelo de las gaviotas, convocadas por el viento y la noche. Una sombra se acerca: Sus pasos fosforecen en la arena mojada. Los relampagos tiemblan con brevedad quimerica sobre el mar montanoso, y se distingue la barca negra, cabeceando atracada al socaire de los roquedos.
?Eres tu Abelardo?
Para servirle, Senor Don Juan Manuel.
A ti no te conozco… A tu padre le he conocido mucho… Me acuerdo de una apuesta que gano: Era ir nadando hasta la Isla.
iDe poco le ha servido al pobre aquella destreza!
?Murio ahogado?
Murio, si, senor.
?Cuando embarcamos?
Cuando el tiempo lo permita.
iTu no moriras como tu padre! Tu tienes que pedir permiso al tiempo para hacerte a la mar. Cuando lleguemos estara fria aquella santa. iLa muerte no tiene tu espera, hijo de Peregrino el Rau!
A la luz de los relampagos se columbra al viejo linajudo erguido sobre las piedras, con la barba revuelta y tendida sobre un hombro. Su voz de dolor y desden vuela deshecha en las rafagas del viento. El hijo de Peregrino el Rau hace bocina con las manos.
Muchachos, vamos a largar.
El viento es contrario y no llegaremos en toda la noche. Si no ocurre averia mayor.
Mas valia esperar.
Al nacer el dia acaso salte el viento.
?En que ano nacisteis?iUn rayo me parta si no habeis nacido en el ano del miedo!
iA embarcar, redios! Meter a bordo el rizon.
A la voz del patron los cuatro hombres que tripulan la barca, uno tras otro, van saltando a bordo con un rosmar de protesta. El patron manda aparejar la vela y se inclina sobre la borda de popa para armar la cana del timon. Despues se santigua. La barca se columpia en la cresta espumosa de una ola. Comienza la travesia.
[Ilustracion]
Sala desmantelada en una casa hidalga, a la entrada de Flavia-Longa. Llegan hasta alli, desde otra estancia, las voces de los criados, que rinden el planto a la senora, que acaba de morir. Los hijos han hecho campana en la sala, y rifan al son que se reparten lo que afanaron al saquear la casa. Alli estan Don Pedrito, Don Rosendo, Don Gonzalito, Don Mauro y Don Farruquino. Los cinco hermanos se parecen: Altos, cencenos, apuestos, con los ojos duros y el corvar de la nariz soberbio. Don Farruquino se distingue de los otros en que lleva tonsura y alzacuello.
iCreeis que en casa de mi madre se comia con cucharas de madera!
Eso parece.
Yo no paso por ello. ?Quien es el ladron de la plata que siempre hubo aqui?
Ahora no la hay, y fuerza es conformarse.
Pues la habia.
Silbale, a ver si acude.
El capellan se la llevo machacada, cuando estuvo en la faccion. Creo recordar eso.
iMentira! Yo la he visto despues, y comi con ella. iY no hace mucho!
Yo tambien.
Toda la plata ha desaparecido hoy mismo, y el ladron no es el capellan.
?Quien de vosotros llego el primero?
Yo llegue el primero. ?Que hay?
Pues tu eres el ladron.
iY tu un hijo de puta!
Don Pedrito y Don Rosendo se abalanzan y se agarran. Los otros hermanos se interponen con gran vocerio. El capellan asoma en la puerta: Es un viejo seco, membrudo de cuerpo y velludo de manos, vestido con una sotana verdeante que se le enreda en los calcanares.
iAun esta caliente el cuerpo de vuestra madre, y ya peleais como Caines! iRespetad el sueno de la muerte, sacrilegos! Esperad a que llegue vuestro padre, y el dara a cada uno lo que en herencia le corresponda. No seais como los cuervos, que caen en bandada sobre los muertos para comerselos. iCuervos! iCaines!
Los cinco hermanos, revueltos en un tropel, siguen gritando en el centro de la estancia, y los brazos se levantan sobre las cabezas amenazadores y colericos.
Don Manuelito, esto no se arregla con sermones.
iTambien has manchado en este saqueo tus manos que consagran a Dios! Esperad a que llegue vuestro padre y el dara a cada uno lo suyo. iLos lobos en el monte tienen mas hermandad que vosotros! iNacidos sois de un mismo vientre, y peleais como fieras que por acaso se hallan en un camino!
?Quien aviso a Don Juan Manuel?
Yo le avise. Esta tarde salio con una carta mia, la barca de Abelardo.
iEsa es una conspiracion!
iQue se pretende con avisar a mi padre!
Debio respetarse la voluntad de mi madre, que no le llamo cuando estaba moribunda.
Porque vosotros lo habeis estorbado. Pero harto sabeis que su ultimo suspiro fue para el. iCuervos! iLobos!
iBasta de insultos, que la paciencia se me acaba!
iY tu el mayor cuervo! iY tu el mayor lobo!
iQue valor da el vino!
iUn rayo te parta, Don Manuelito!
Guardad esos fieros para las mujeres y para los rapaces, que a mi no se me asusta con ellos. iSacrilegos! Vendra Don Juan Manuel y os arrojara de esta casa que estais profanando con vuestras concupiscencias.
iUn rayo me parta! iMe da el corazon que hoy ceno lengua de clerigo!
iAdobada en vino!
iSacrilegos! iSeriais capaces de poner las manos sobre esta corona!
iNo lo consentiria yo!
iTu eres el peor de todos!… Ya tendreis el castigo, si no en esta vida, en la otra… Os dejo, os dejo entregados a este latrocinio impio… ?Ois esa campana: Llama por mi y llama tambien por vosotros… Voy a decir la primera misa por el descanso de nuestra madre, mi protectora, mi madre. Vosotros, Caines, bien haceis en no oirla. iSeria un escarnio! Sois como los perros, que no pueden entrar en la casa de Dios.
El capellan sale, y el doble de la campana que resuena en la sala desmantelada, detiene por un momento aquel expolio a que se entregan desde el comienzo de la noche los cinco bigardos.
La alcoba donde murio Dona Maria. Es el amanecer, uno de esos amaneceres adustos e invernales en que aulla el viento como un lobo y se arremolina la llovizna. En la alcoba, la luz del dia naciente batalla con la luz de los cirios que arden a la cabecera de la muerta, y pasa por las paredes de la estancia como la sombra de un pajaro. La lluvia azota los cristales de la ventana y se ahila en un lloro terco y frio, de una tristeza monotona, que parece exprimir toda la tristeza del invierno y de la vida. La ventana se abre sobre el mar, un vasto mar verdoso y temeroso. Es aquella una de esas angostas ventanas de montante, labradas como confesionarios en lo hondo de un muro, y flanqueadas por poyos de piedra donde duerme el gato y suele la abuela hilar su copo. Dos mujeres velan el cadaver: La una, alta y seca, con los cabellos en mechones blancos y los ojos en llamas negras, es sobrina de la muerta y se llama Dona Moncha. La otra, menuda, compungida y melosa, con gracia especial para cortar mortajas, es blanca, con una blancura rancia de viejo marfil, que destaca con cierta expresion devota sobre un habito nazareno: Se llama Benita la Costurera.
?Quiere que amortajemos a la senora?
?Terminaste el habito?
Mirelo aqui… No le remate los hilos de las costuras, porque, mi verdad, una mortaja tampoco requiere aquel cuidado que una falda para ir al baile. iDona Monchina de mi vida, mire que guapa le va esta esterilla dorada!
Dona Moncha aprueba con un gesto. Benita la Costurera dobla la mortaja y espabila los cirios con las tijeras que lleva pendientes de la cintura, y se balancean al extremo de una cinta azul que llaman hospiciana.
iPobre tia, parece que se ha dormido!
Quedose como un pajaro… iNi agonia tuvo!
Dios nos libre de tenerla igual… iSu agonia duro treinta anos!
Me parece que aun la estoy viendo el dia que se caso, con su mantilla de casco… fue el mismo ano y el mismo dia que vino la reina… iQue cosas tiene el mundo!… iAyude a coserle el vestido de novia, y ahora tocame hilvanarle la mortaja!
Dos veces le has cosido la mortaja… Todo lo que tu coses son mortajas….
iDona Moncha de mi alma, no diga eso! iSantisima Virgen de la Pastoriza, hay mucha gente mala, y si la oyen y dan en repetirlo! iDona Moncha de mi vida, no me eche esa fama!
Yo no me pondria una hilacha que hubiesen cosido tus manos… iTienen la sal!
iAy!… iNo diga eso, Dona Monchina!… Contesteme ahora: ?Le parece que antes de vestirle el habito lavemos y peinemos a la muerta?
A mi esa costumbre me parece un sacrilegio.
?Por que? ?No va a comparecer en la presencia de Dios Nuestro Senor? Pues natural es que acuda a ella como a una fiesta, bien lavada y aromada. Nunca debimos haber dejado que el cuerpo se enfriase, Dona Monchina. Ya vera como ahora cuesta mas trabajo aviarle… Y conforme pase tiempo, mas y mas… Voy por agua templada, Dona Monchina.
Sale la costurera con un andar leve, como si temiese que la muerta se despertase. Dona Moncha reza en voz baja todo el tiempo que permanece sola, y la estancia oscura se llena de misterio con aquel vago murmullo de rezo que se junta al chisporroteo con que los cirios se derraman sobre los candeleros de bronce. Un gato empuja la puerta y llega sigiloso hasta la cama de la muerta, donde comienza a maullar tristemente, con largos intervalos. Tras el gato entra Benita la Costurera.
iDona Monchina, ni agua caliente habia! Tuve que encender unas pajas… Parece talmente que entraron aqui los facciosos. Como cinco lobos, los cinco hijos se estan repartiendo cuanto hay en la casona, y los criados, a escondidas, tambien apanan lo que pueden. Dios me perdone el mal pensamiento, pero mismo parece que deseaban la muerte de la pobre santina.
Aun no habia cerrado los ojos y estaban ya descerrajando roperos y alhacenas. Cayeron aqui como cuervos que ventean la muerte.
iMire que es de judios lo que hicieron con Dona Sabelita! iDe la misma cabecera de la difunta la echaron a la calle arrastrandola por los cabellos! iY con que palabras, Madre de Dios! iNi siquiera la dejaron abrir el arca de su ropa para ponerse una panoleta de luto! iComo no se hallo nada en la casona, sospechaban que la ahijada tuviese escondido dinero y alhajas!….
No se hallo nada, porque ellos ya se lo habian repartido todo antes de morir su madre.
iY sin venir el Senor Don Juan Manuel! Dicen que los hijos juraban contra el capellan, porque hubo de mandarle un aviso. ?Verdad que parece mentira, Dona Monchina?
A mi, todo cuanto se diga de esos malvados, me parece verdad.
iJesus, que Caines!
Benita la costurera moja una toalla en la jofaina que trajo llena de agua caliente, y comienza a lavar el rostro de la muerta. Entre los labios azulencos renace siempre una saliva ensangretada, bajo la toalla con que los refriegan aquellas manos irreverentes, picoteadas de la aguja, y la cabeza livida rueda en el hoyo de la almohada.
Ya empieza a hincharse… ?Dona Moncha, no tiene un panuelo que le atemos a la cara para sujetarle la barbeta, que mire como se le cae desencajada? iJesus, si parece que nos hace una mueca!
iPobre tia!
Luego que le hayamos vestido el habito le pondremos un salero sobre la barriguina.
?Para que eso?
Siempre contiene esta hidropesia de la muerte. Mire como tiene las piernas, Dona Monchina.
No la laves mas.
iSi se ha ciscado toda! ?Quiere que vaya asi a la presencia de Dios? iY que cuerpo blancoi iCuantas mozas quisieran este pecho de paloma!
Dejala… Yo le vestire el habito.
Seria y brusca, coge la mortaja y se acerca, apartando a Benita la Costurera. Con un brazo quiere incorporar a la muerta, y aquellas manos frias, cruzadas sobre el pecho, se desenredan torpes y caen flojas a lo largo del cuerpo, en tanto que la cabeza ya rueda sobre los hombros, ya se hunde en el pecho.
Yo le ayudare, Dona Monchina. Apartese.
Corta la mortaja por detras. Es lo mejor.
No sera preciso… Dejeme a mi. Apartese.
iAcabemos, que ya no puedo mas! iCortala!
iY no es un dolor, Dona Monchina!
Cortala, te digo. ?Donde tienes las tijeras?
A su gusto. iLastima de tiempo y de puntadas!
Benita la costurera obedece con un gesto compungido, y despues, graves y silenciosas, las dos mujeres amortajan el cuerpo de Dona Maria.
[Ilustracion]
Una playa de pinares: En aquella vastedad desierta, el viento y el mar juntan sus voces en un son oscuro y terrible. La barca, con el velamen roto, ha dado de traves en los arrecifes de la orilla, y un marinero salta a reconocer la tierra. El patron habla desde a bordo.
Este arenal pareceme que debe ser el arenal de Las Inas. Busca a ver si descubres el Con del Frade.
Ni aun las manos alcanzo a verme. Los pinares se me figuran los Pinares del Rey.
Entonces nos hallamos entre Campelos y Ricoy.
Es una playa de arena gorda.
Hasta que amanezca no senalaremos adonde arribamos.
Con tal noche, era sabido. Suerte que no naufragamos.
Suerte para nosotros, que no diran lo mismo los delfines.
Se oye a lo lejos una campana, una de esas campanas de aldea, familiares como la voz de las abuelas. Tane con el toque del nublado.
Debemos hallarnos cerca de San Lorenzo de Andras. Conozco la campana.
iPues no hicimos poca deriva! Hasta que amanezca no podemos navegar, y aun asi veremos… Habra que ir achicando agua toda la travesia.
Os ireis solos, porque a mi se me acaba la paciencia y no espero.
Pues no hay mas vivo remedio, Senor Don Juan Manuel.
Para vosotros, que yo me voy a pie desde aqui a Flavia-Longa.
?Con esta noche?
iQue me importa la noche!
Son tres leguas, cerca de cuatro.
Tres horas de camino.
Tres horas si fuera dia claro, pero con tanta oscuridad….
Yo veo de noche como los lobos, y con tal que la avenida no se haya llevado ninguna puente….
Salta a tierra el Caballero. En las rafagas del viento llega la voz de la campana, informe y deshecha por la distancia. Don Juan Manuel procura orientarse, y guiado por aquel son, se aleja hacia los pinares donde se queja el viento con un largo ulular.
Dios me ordena que me arrepienta de mis pecados… iToda una vida! iToda una vida!… iQue lejos suena la campana, apenas se la distingue! He sido siempre un hereje. iEl mejor amigo del Demonio!… Me habre equivocado y no sera la campana de Andras. A estas horas habra muerto aquella santa…. En el cielo la pobre abogara por mi … iPor mi, que fui su verdugo! … Sin embargo, la queria y si vuelvo los ojos al pasado no encuentro en mi vida otro pecado que haber hecho una martir de mi pobre mujer … Debi haberla ocultado que tenia otras mujeres. Pero yo no se enganar, yo no se mentir…. iCuantos pecados! iMi alma esta negra de ellos!…. La religion es seca como una vieja … iComo las canillas de una vieja! … Tiene cara de beata y cuerpo de galga … Como el hombre necesita muchas mujeres y le dan una sola, tiene que buscarlas fuera. Si a mi me hubieran dado diez mujeres, habria sido como un patriarca … Las habria querido a todas, y a los hijos de ellas y a los hijos de mis hijos…. Sin eso, mi vida aparece como un gran pecado. Tengo hijos en todas estas aldeas, a quienes no he podido dar mi nombre … iYo mismo no puedo contarlos!…. Y los otros bandidos, temerosos de verse sin herencia por mi amor a los bastardos, han tratado de robarme, de matarme … Pero yo tengo siete vidas. iTodo lo pago con sus lagrimas aquella santa!… ?Donde estare? iYa no se oye la campana!…
El fragor del viento entre los pinos apaga todos los demas ruidos de las noche: Es una marejada sorda y fiera, un son ronco y oscuro, de cuyo seno parecen salir los relampagos. Don Juan Manuel, de tiempo en tiempo, se detiene desorientado e intenta aprovechar aquel resplandor, que inesperado y convulso se abre en la negrura de la noche, para descubrir el camino. De pronto ve surgir unas canteras que semejan las ruinas de un castillo: El eco de los truenos rueda encantado entre ellas. Al acercarse oye ladrar un perro, y otro relampago le descubre una hueste de mendigos que han buscado cobijo en tal paraje. Tienen la vaguedad de un sueno aquellas figuras entrevistas a la luz del relampago: Patriarcas haraposos, mujeres escualidas, mozos lisiados hablan en las tinieblas, y sus voces, contrahechas por el viento, son de una oscuridad embrujada y grotesca, saliendo de aquel roquedo que finge ruinas de quimera, donde hubiese por carcelero un alado dragon.
?A quien ladras, Carmelo?
Alguien ronda.
Sera un caminante extraviado.
Sera algun can sin dueno.
?Este pinar, es el Pinar del Rey?
Asi le dicen… Mas agora es de nosotros, los que aqui nos procuramos guarida en una noche tan fiera.
?Habra sitio para mi?
iY holgado!
?La campana que tocaba poco hace, era la de Andras?
La campana choca de Andras.
El Caballero se guarece con aquellos mendigos que van en caravana a una romeria. Racimo de gusanos que se arrastra por el polvo de los caminos y se desgrana en los mercados y feriales de las villas, salmodiando cuitas y padrenuestros. En todos los casales los conocen, y ellos conocen todas las puertas de caridad: Son siempre los mismos: El Manco de Gondar; el Tullido de Celtigos; Paula la Reina, que da de mamar a un nino; Andreina la Sorda; Dominga de Gomez; el Manco Leones; el Senor Cidran el Morcego, y la Mujer del Morcego. Se oye muy lejos otra campana.
Parece la Monja de Belvis.
iComo la ha conocido!
Muy facil que sea de alli. Dispense la pregunta: ?Usted es de alli?
?No me conoceis? Soy Don Juan Manuel Montenegro.
Por muchos anos.
Estabamelo pareciendo.
Yo, dende que hablo le conoci.
?A que distancia estamos de Flavia-Longa?
Cosa de una legua.
Di tambien tres, Morcego.
La noche es tan oscura que no reconozco el camino.
Ya canto el cuco, y pronto amanecera Dios.
Noble Caballero, aqui tiene acomodo donde estara mas resguardado del viento y de la lluvia.
Apartate, Andreina, y deja sitio al Senor Don Juan Manuel.
?Quien dices?
El senor de la casa grande de Flavia-Longa.
Ayer, por el camino de Bealo, iban diciendo que la senora entregara el alma a Dios.
iAve Maria!… Si aqui esta presente el senor.
Voy a su entierro… Con la esperanza de verla aun con vida, acabo de desembarcar en esa playa.
Y con vida la encontrara, senor. iMuy bien puede salir engano cuanto cuenta Andreina!
Como es sorda nunca esta al cabo de lo que pasa por el mundo.
iY hay mucha gente divertida que le dice enganos porque luego ella los vaya pregonando!
El Ciego de Gondar dijome que tenia pensado llegarse a Flavia-Longa.
Si es cuento del Ciego de Gondar, sera mentira.
Habra reparto de limosna en la casa grande, y mas atrapara un pobre alli que en Santa Baya. Yo tambien hago pensamiento de llegarme por aquellas puertas, que siempre fueron de mucha caridad.
Y seguiran siendolo. Habra limosna para todos los que lleguen a ellas.
Lo ha dejado en una manda la difunta senora, porque sus culpas le sean perdonadas.
iNo son sus culpas las que necesitan perdon, son las mias! Todo el maiz que haya en la troje se repartira entre vosotros. Es una restitucion que os hago, ya que sois tan miserables que no sabeis recobrar lo que debia ser vuestro. Teneis marcada el alma con el hierro de los esclavos, y sois mendigos porque debeis serlo. El dia en que los pobres se juntasen para quemar las siembras, para envenenar las fuentes, seria el dia de la gran justicia… Ese dia llegara, y el sol, sol de incendio y de sangre, tendra la faz de Dios. Las casas en llamas seran hornos mejores para vuestra hambre que hornos de pan. iY las mujeres, y los ninos, y los viejos, y los enfermos, gritaran entre el fuego, y vosotros cantareis y yo tambien, porque sere yo quien os guie! Nacisteis pobres, y no podreis rebelaros nunca contra vuestro destino. La redencion de los humildes hemos de hacerla los que nacimos con impetu de senores cuando se haga la luz en nuestras conciencias. iEn la mia se hace esa luz de tempestad! Ahora, entre vosotros, me figuro que soy vuestro hermano y que debo ir por el mundo con la mano extendida, y como naci senor, me encuentro con mas animo de bandolero que de mendigo, iPobres miserables, almas resignadas, hijos de esclavos, los senores os salvaremos cuando nos hagamos cristianos!
La hueste de mendigos se conmueve con un largo murmullo semejante al murmullo del rezo con que pide limosna por las puertas. Cuando el rumor se aquieta, alza su voz un mendigo gigantesco que tiene los ojos llagados por la lepra, y en aquella voz gangosa y oscura se arrastra como una larva la tristeza milenaria de su alma de siervo.
Dios Nuestro Senor nos dara en el Cielo su recompensa a todos los que aqui pasamos trabajos. Es su ley que unos sean pobres y otros ricos. Dios Nuestro Senor a los pobres nos manda tener paciencia para pedir la limosna, y a los ricos les manda tener caridad, y el rico que parte su pan trigo con el pobre, tiene el Cielo mas ganado que el pobre que lo recibe y no lo agradece. iEs la ley de Nuestro Senor!
El caballero se estremece. Hasta su rostro llega el aliento podre de aquella voz gangosa, y apenas puede dominar el impulso de apartarse. A la livida claridad del amanecer, la figura gigantesca del mendigo leproso, se destaca en la oquedad de las canteras. El caballero siente una emocion cristiana.
?Eres el pobre de San Lazaro?
Si, senor.
?Y tus hijos?
Los cinco estan recogidos en el Hospital.
?Tienen tu mismo mal?
Si, senor… Yo, como naci labrador, no puedo estar preso en el Hospital. Si no veo los campos y los caminos, muerome de tristeza. El Hospital es como una carcel, y alli encerrado moriame de pena… No me mata este mal tan triste, y matabame el no ver las eras, y los vinedos y los castanares.
iYa amanece!… Job, si puedes andar, ven conmigo….
iVamos, Carmelo! Hoy encontraste ya un hueso que roer.
Carmelo, un perro viejo y feo que dormita a los pies del leproso, se endereza y sacude. Don Juan Manuel sale al camino, y la hueste de mendigos se mueve tras el con un clamor de planto.
iEra Dona Maria la madre de los pobres! iNunca hubo puerta de mas caridad! iDios Nuestro Senor la llamo para si y la tiene en el Cielo, al lado de la Virgen Santisima! iEra la madre de los pobres!
?Por que no caminais en silencio? iEra mi madre tambien, era todo cuanto tenia en el mundo, y no lloro!
La voz del viejo linajudo, desmintiendo sus palabras, se rompe en un sollozo. La hueste de mendigos comienza a rezar un padrenuestro que guia el Pobre de San Lazaro.
[Ilustracion]
Una sala con tribuna sobre la capilla, en la casona de Flavia-Longa. Estan cerradas todas las ventanas, el sol mananero ilumina los resquicios, y las rayolas del polvo tiemblan en impalpables escalas: El olor de la cera y del incienso ha quedado flotando en la estancia. La capilla yace desierta y oscura despues del funeral de Dona Maria. Dos de sus hijos han entrado recatandose, en la sala.
Cierra la puerta.
?De que se trata?
Ahora lo sabras.
iCuanto misterio!
iPues si los otros llegan a enterarse!… Han olvidado las alhajas de la capilla, y antes de que acuerden nos las vamos a repartir tu y yo.
Habia pensado en ello, pero tiene las llaves el capellan.
Por eso vamos a descolgarnos por la tribuna.
?Y esos no sospecharan?… El Demonio me lleve si hemos conseguido enganarlos en lo otro… La verdad es que, por mi parte, tampoco lo pretendi. Yo me alegro de que lo sepan.
Esa plata que nos hemos repartido es una miseria… ?Pero y el trigo, y el maiz, y el centeno? Las trojes hoy estan vacias, y no hace una semana estaban llenas, porque mi madre habia cobrado los forales de Andras y de Coron. ?Quien la ha robado? iEllos y solo ellos!
?Los tres?
O uno solo… ?Que mas da?
Si fuese uno solo, le obligariamos a que lo devolviese.
iCreo que han sido los tres!
iBandidos!… ?Y habra llegado mi padre?
No se.
Hace poco he oido rumor de voces….
Yo nada oi….
Temo el momento de verme frente a frente.
Yo tambien.
?Habra llegado?
Sospecho que no, porque hay demasiado silencio en la casa… Don Juan
Manuel no vendra tan sin ruido como la muerte.
iPobre madre!… Entre todos la hemos enterrado.
Buenos sepultureros estamos… ?Oye, me rompere una pierna si me dejo caer desde la tribuna al otro lado?
Creo que no.
Cabalga sobre el barandal Don Farruquino y se descuelga hacia el oscuro presbiterio de la capilla, donde aun flota el humo de la cera y del incienso. Se balancea un momento y se deja caer.
Ahora voy yo.
Tu me esperas arriba. Tienes que darme los brazos para que suba. Si saltas nos quedamos sin poder salir, porque estan todas las puertas cerradas.
Sube las gradas del presbiterio Don Farruquino, y luego de hacer una genuflexion ante el altar, abre el sagrario, de donde saca el copon y la patena, que tienen en sus manos el aureo brillo de un tesoro. Con religioso respeto los contempla, colocandose bajo la lampara.
Por fortuna, no tiene ninguna sagrada forma el copon. iDios ha hecho que los otros bandidos perdiesen la memoria, porque hubieran entrado aqui y todo lo hubieran profanado para venderlo!… Pedro, tu te llevaras la lampara, que es de plata, y yo conservare los vasos sagrados para dedicarlos al culto. Hay que salvar el sacrilegio.
Ya arreglaremos eso… Ahora lo que cumple es esconderlo todo en el cuarto de la criada vieja.
Lo enterraremos en la bodega.
De enterrarlo, seria mejor debajo del altar. Ahi estaba seguro… Cuando el capellan oculto el alijo de armas para la faccion nadie dio con el.
?Y luego como lo sacabamos? Porque estas puertas se cierran para nosotros apenas asome Don Juan Manuel.
Lo mejor es el arca de la criada, y nadie sospechara….
Mientras habla el primogenito, el tonsurado vuelve a subir las gradas del presbiterio y apaga la lampara, que por fundacion debe arder noche y dia. Helado y sobrecogido, oye en la oscuridad la voz de su hermano que le habla con el cuerpo fuera de la tribuna y los ojos lucientes de fiebre, como un poseido.
No pises sobre la sepultura de mi madre… iLadron!
?Que estas diciendo?
No pises sobre la sepultura. Esta enterrada delante del altar. No pises sobre ella… iPuede levantarse!….
iTu estas borracho, ladron!
El primogenito recoge el cuerpo, doblado sobre el barandal de la tribuna, y sonrie desvanecido, pasandose una mano por los ojos.
Es verdad, estoy borracho sin haber bebido… iOjala estuviese borracho!… No olvides que las despabiladeras tambien son de plata.
Si dejo algo seran las campanas, ladron.
iAlabado seas!
Don Farruquino se encarama en el retablo y despoja de su espada de plata al tutelar de la capilla. Los ojos del tinoso Satanas rien encarnizados bajo las plantas del Arcangel.
iDispensa, pero para eso estas encima, Glorioso San Miguel!
Ya lo tienes estrujado como la uva, y no necesitas de la espada,
Santino Bienaventurado.
El otro bigardo posa familiarmente una mano sobre aquella cabeza de moro negro, que saca la lengua de sierpe al ser aplastada por las angelicas plantas, y sonrie con la malicia del tonsurado que sabe como todas las astucias del rebelde son juegos ante el poder de los exorcismos. Siempre con la misma sonrisa, le arranca un cuerno.
Te quedas a media asta, Lucifer.
?Tambien son de plata?
En la duda….
Arrancale el otro cuerno.
iNo grites, ladron! El otro se lo dejo para que se defienda, ya que cayo debajo.
Salta al presbiterio desde la mesa del altar, y otra vez su hermano se alza despavorido, y otra vez grita echando el cuerpo fuera de la tribuna, con los ojos ardidos y visionarios.
iNo pises sobre la sepultura!… iQue se levanta!… iQue se levanta!….
iTu quieres asustarme, gran ladron!
Le has puesto el pie sobre el pecho. Yo la vi levantarse en la caja, con las dos manos apretadas sobre el corazon, y lo tiene lleno de espadas como la Virgen de los Dolores. Tambien son de plata, Farruquino. iNo las dejes! iNo las dejes! iNo las dejes!
iLadron, calla, que me estas asustando! iSi se me han puesto los pelos de punta! iCallaras, ladron!
?Que fue?… ?Por que has apagado la lampara si en la oscuridad los ojos estan llenos de luces?
Cierralos y no hables, que son desvarios del vino.
iApenas lo cate!….
Entonces son burlas del amigo a quien hemos dejado sin un cuerno.
Devuelveselo, Farruquino.
iUna higa! Bastara con que reces un Credo.
Me parecio ver la sombra de mi madre y hasta entender su voz. iNo pises sobre la sepultura, porque se levanta, Farruquino!
iEstas loco!
?Que le dolera mas, sentir las espadas clavadas en el corazon o el arrancarselas? iSon siete, y no cabe mentir!… iSon siete, como las espadas de la Virgen!… Siete de espadas, te jugare, Farruquino, y tambien el as, la espadona de San Miguel… Todo lo guardas en la sepultura… Es mejor que el arca de Andreina.
iTu quieres asustarme, y voy a abrirte la cabeza, ladron!
Se vuelve buscando en la sombra del retablo algo que arrojar a su hermano para ahuyentarle de la tribuna, y alcanza el perro clavado en las andas de San Roque. Don Pedrito recibe el golpe en mitad de la frente, y con el rostro atravesado por un hilo de sangre se pone en pie, palido y sereno.
iHermano, yo nada quiero de toda esa plata! Llega te dare los brazos para que subas. Pero vuelve a encender la lampara y dejalo todo como estaba. A San Miguel dale la espada y su cuerno a Satanas.
iUn rayo te parta!
Hermano, sal de ese pozo negro. Llega, y te dare los brazos. Pero no pises sobre la sepultura. iQue se levanta!… iQue se levanta!… iQue se levanta!….
Sale de la estancia andando hacia atras. Despavorido bajo a la cuadra, donde tiene su caballo, le puso la silla y se lanzo al camino, aquel camino aldeano de verdes orillas, que cruza por delante de la casona hidalga. Uno de esos caminos humildes, que guian a todas partes.
[Ilustracion]
Un poco mas adelante, siguiendo por aquel camino humilde de verdes orillas, un paraje de alamos y de agua. El primogenito encuentra a su padre, que viene a pie entre la hueste de mendigos, y refrena el caballo haciendose a un lado para dejar paso a todos. Don Juan Manuel no le reconoce hasta cruzar por su lado. Entonces le mira con altivez, pero sin colera, desenganado, desdenoso, triste.
iAh!… Eres tu, bandido.
iYo soy!
Al fin nos encontramos. ?Te han dicho que tienes mi maldicion?
Si, senor.
?Y no te importa?
No, senor.
La verdad es que una maldicion no mata ni espanta.
El caballero se coge la barba estremecida por la risa, una risa extrana, de viejo loco, desenganado y burlon. Don Pedrito requiere las riendas.
iDejeme pasar, padre!
Antes diras por que no te importa mi maldicion. ?Te hace reir?
No me hace reir….
Pues a mi me hace llorar de risa verme lanzando excomuniones como el
Papa.
iDeje paso, senor!
A un hijo tan bandido como tu no se le maldice, se le abre la cabeza.
Yo no soy su hijo, Don Juan Manuel.
El Caballero aferra con una mano las riendas, mientras con la otra enarbola el baston. El primogenito, doblandose sobre el borren y corriendo espuelas encabrita el caballo, y el padre, sin soltar el rendaje, le apalea.
A un hijo tan bandido se le abre la cabeza. iSe le mata! iSe le entierra!
iNo me encienda la sangre, que si me vuelvo lobo, lo como!
Apeate del caballo, y veras quien tiene mas fieros dientes.
DON PEDRITO
iNo me tiente, senor!
iApeate, para que sepas quien es el lobo!
Tremulo, con los ojos ardientes, salta a tierra el primogenito y va contra su padre, que le espera en medio del camino con el baston enarbolado. Detras se extiende la hueste de mendigos, que tiemblan de miedo y de frio bajo sus harapos, al intentar interponerse.
Senor Don Pedrito, considere que es su padre, y que le ha dado la vida, y que puede quitarsela. iEl padre es como el Dios del Cielo!
Muestre su noble sangre volviendose atras por el camino que traia, joven caballero.
Con un padre no hay que tener valentia.
Un padre nos da disciplinazos, y cuando corra la sangre hemos de besarle las manos.
Quisiera yo, cuitada de mi, ver alzarse a mi padre de la cueva, aunque fuera para arrastrarme de los cabellos, que no tengo.
Don Pedrito queda un momento suspenso en medio del camino, y siempre tremulo, mira como su caballo se huye al galope por una siembra, pisandose las bridas.
?Por que te detienes, mal hijo?
Por ver si entre tanto misionero habia alguno que fuese para alcanzarme el caballo.
iY tu te llamas lobo!
Lobo sere si mi padre vuelve a levantar su brazo sobre mi cabeza.
EL CABALLERO siente la amenaza y adelanta hacia su primogenito. Don Pedrito ceja, se recoge, y con un salto impensado, arranca su bordon al leproso. Armado y, apercibido, hace con el un circulo en el aire que tiene un terrible zumbar. Cuando el padre y el hijo van a encontrarse, se interpone entre ellos la figura gigante y tragica del Pobre de San Lazaro.
El palo que a mi me sostiene por los caminos no ha de alzarlo contra su padre. Diomelo como una cruz Nuestro Senor Jesucristo.
Apartate, leproso.
Antes vuelvame el palo con que voy por el mundo, que si no me lo vuelve yo lo tomare.
iAy de ti si me tocan tus manos podridas!
Con lento andar, de una humildad fuerte y solemne, avanza el Pobre de San Lazaro. El capote de soldado que le cubre parece aumentar la expresion tragica de aquella figura gigante y mendiga. Don Pedrito retrocede estremecido, y arroja el bordon lejos de si. Detras del pobre esta la sombra de Dona Maria.
iTen tu cruz, hermano!
Gracias, noble senor.
?Tu no sabes donde hallare yo la mia?
No se…. Eso nadie lo sabe hasta que una vez en la noche, durmiendo en un pajar o caminando solo por un camino, se aparece el angel que nos habla en nombre de Nuestro Senor.
iJob, no digas tonterias!… Si te parece cambiaremos nuestras cruces….
Ofrece su baston al leproso el viejo linajudo, y recoge del sendero el palo del mendigo. El primogenito se aleja hablando solo, y atraviesa la siembra por cobrar el caballo que pace alla en el fondo arrastrando el rendaje. Monta, y al galope desaparece. El Caballero, cenudo y sombrio, sigue su peregrinacion entre la hueste mendicante que renueva, las voces de su planto cuando ve las torres de Flavia-Longa.
iEra la madre de los pobres! iNunca hubo puerta de mas caridad! iDios nuestro Senor la llamo para si y la tiene en el Cielo al lado de la Virgen Santisima! iEra la madre de los pobres!
[Ilustracion]
La cocina, en la casona de Flavia-Longa. Don Rosendo, Don Mauro y Don Gonzalito, se desayunan con migas y buen vino, al amor de la lumbre. Andreina, la criada vieja y encubridora, trae la nueva de que esta llegando Don Juan Manuel.
Distinguesele por el alto de Las Tres Cruces.
Nos da tiempo para acabar las migas.
Mi plato que lo rebanen los galgos.
Yo tengo mi caballo ensillado y llenas las alforjas.
Yo tambien, no hay mas que montar y poner espuelas.
?Donde estan las mias, Andreina?
Mirelas colgadas de aquel clavo.
?Que habra sido de mis hermanos Don Pedro y Don Francisco?
iFueronse cuanto hace!
?Tu los has visto caminarse?
Asi muerta, me entierren.
?No estaran escondidos?
?Donde quiere que se escondan, mi rey?
Pues a fe que no hay sitios: En el pajar, en la torre, en la capilla…. iUn rayo me parta! Nos hemos olvidado de las alhajas de la capilla.
iMaldita suerte!
?No habra tiempo todavia?
Mismo esta llegando el senor mi amo.
Don Mauro apura un vaso que, al terminar de beber, estrella en las losas de la cocina, y volviendose a la vieja criada, con una mano la suspende del cuello y con la otra desnuda un punal. Andreina clama despavorida.
He de segarte la lengua si dices una sola palabra a mis hermanos. Como lleguen a desaparecer las alhajas de la capilla ya puedes confesarte. Te desuello, y clavo en la puerta de mi casa tu piel de bruja.
iEn los dias de mi vida hice a nadie una mala traicion!
Tu fuiste quien les entrego la plata, y es inutil que lo niegues.
Se oye el confuso clamor de los mendigos en la portalada de la casona, y la voz autoritaria y conmovida del viejo linajudo, que sube la escalera.
iYa dieron tierra a tu cuerpo! ?Rusa, por que me dejas tan solo? iQue al pie de tu sepultura caven la mia!… iRusa! iRusa! iRusa!
iEra la madre de los pobres! iFruto de buen arbol! iTierra de carabeles!
Atropelladamente, los tres bigardos salen de la cocina rosmando amenazas, y por el porton del huerto huyen a caballo. La vieja, con la basquina echada por la cabeza a guisa de capuz, se acurruca al pie del hogar y comienza a gemir haciendo coro a la querella de los mendigos. Entra otra criada, una moza negra y casi enana, con busto de giganta. Tiene la fealdad de un idolo y parece que anda sobre las rodillas. Le dicen por mal nombre la Rebola.
iQue susto grande!… Escuche una voz que salia de lo mas fondo de la capilla, al pasar por la sala de la tribuna.
iCalla, condenada!… Cubrete la cabeza con el manteo, y llora conmigo.
iSenora, mi ama! iSenora, mi ama!
iQue poca gracia tienes, condenada! Adeprende como se hace un planto. iRosa de Jerico! Rosa sin espinas! iMi reina de las manos blancas, que hilaban para los pobres!…
iPaloma sin hiel! iPaloma de la Candelaria!
iArbol que a todos dabas tu sombra!
iPeral de ricas peras!
Resuenan en la largura del corredor las voces y los pasos de los mendigos, y en la puerta de la cocina esta la procer figura del Caballero. Las dos mujeres, arrodilladas al pie del hogar y cubiertas las cabezas, ponen mas altos sus ayes.
Alzaos del suelo y atended a mis huespedes. Dadles a todos de comer y beber. Vosotros entrad calentaos al amor de la lumbre.
Poco hay en la casa para tanto hambriento.
iCalla, vieja sierpe!
Dejaime que llegue al hogar, pues vengo aterida.
iDios se lo premie al noble senor!
iQue gran cocina!
Parece la de un convento, Morcego.
Como corresponde a la grandeza de la casa.
Veinte criados caben a la redonda del hogar, y otro tiempo se juntaban.
Yo tambien me sente con ellos, que aun no tenia este mal tan triste.
Ahora te sentaras conmigo para que yo pueda sentarme algun dia al lado de mi muerta. Bruja, abre el horno y repartenos el pan.
iAy, senor mi amo, esta vacio el horno!
Enciendele, y amasa la harina mas blanca de la flor del trigo.
iAy, senor mi amo, no hay harina, ni grano que llevar al molino!
?Que ha sido del trigo y el centeno que llenaba mis arcaces?
iAy, senor mi amo, comieronle las ratas.
Enciende el horno…. Si no hay harina que cocer te quemaremos a ti por bruja.
iMuriose aquella santa, que si ella no se muriese no recibiera yo este trato! iBruja! Nadie en el mundo me dijo ese texto, que vengo de muy buenos padres, y no habra cristiano que me haya visto escupir en la puerta de la iglesia, ni hacer los cuernos en la misa mayor. iAy, muerte negra, que te llevas a los mejores y dejas a los mas ruines!
El Caballero se sienta solo en un banco que hay frontero al hogar, y permanece abatido y sombrio, con los ojos en la hoguera de sarmientos que levanta sus lenguas de oro hacia el fondo negro y brujo de la chimenea, donde resuenan las risas del viento. Los mendigos se agrupan al otro lado, y hablan en voz baja.
Calentaos, ya que solo puedo ofreceros el techo y la lumbre. Don Juan
Manuel Montenegro hoy es tan pobre como vosotros.
Es rico de caridad.
En donde esta el fuego, esta Dios Nuestro Senor. El fuego es mas que el pan y que el agua y que la sal. Todo en el mundo, para ser, requiere una chispa de lumbre. Lo mismo el vino que la sangre, y los ojos si han de tener luz, y la tierra si ha de dar fruto. Yo llevo este mal tan triste porque un gran frio me recorre el cuerpo, y me toca el fuego y no lo siento calentar mi carne muerta. En la noche no se ve nada y se ve una hoguera, y del cielo ninguna cosa baja a la tierra, si no es el agua y el fuego, que tienen una hermandad….
En la cocina resuenan los lloros del nino que mama en el pecho de Paula la Reina. La mendiga trata de acallarle con el susurro de un canto, y, toda atenta, sigue las palabras del leproso, mientras saca por encima del justillo el otro pezon, para ofrecerselo al nino, que llora de hambre.
Eh, menino, eh!.
Pra Santo Tome….
?Teu pai quen foy?
?Tua nay quen e?…
iEh, menino, eh!…
?Por que no le retuerces el cuello a esa criatura, Paula? ?No ves como llora?
iHijo de mis entranas?
El CABALLERO
?Que derecho tienes para darle tu miseria? Guarda tus pechos, y dejalo morir. ?Ves como llora de hambre? Pues asi habra de llorar toda la vida. ?No te da lastima, mujer? Retuercele el cuello para que deje de sufrir, y da libertad a su alma de angel…. iOjala nos retorciesen el cuello a todos cuando nacemos! iOjala yo se lo hubiese retorcido a mis hijos… ?Han estado aqui esos sepultureros, Andreina?
Cuando entraba el senor mi amo, ellos salian fugitivos.
?Han cavado bien honda la sepultura de su madre?
Ellos no la cavaron.
?Bien honda, bien honda, que haya sitio para mi?
iAsus, parecen palabras de fiebre!…
La pena que le cubre el corazon hacele decir esos textos.
El Caballero guarda silencio. Los mendigos se agrupan en torno del fuego, y con los brazos apretados sobre sus harapos se estremecen, con ese estremecimiento feliz de los vagabundos que saben del albergue y del fuego. Entra el capellan.
iUn resucitado!… iLe veo y no me parece Don Juan Manuel! iVengo de la playa, de esperar la barca de ese infeliz Abelardo!
?No habra llegado?
iNi llegara!… Naufragaron….
?Y han perecido todos?
iTodos!… El cuerpo del patron dicen que ha salido en la playa de Rajoy…. Yo le hacia embarcado con ellos al Senor Don Juan Manuel. iEs providencial!
iDios quiere darme tiempo para que me arrepienta de mis pecados!
iNo lo olvide, Senor Don Juan Manuel!
iLes force para que se hiciesen a la mar, y con ellos estuve embarcado toda la noche!… La muerte estaba en acecho, y la senti pasar por mi lado. Estaba en aquella barca de pescadores y en esta casa mia…. Por donde voy descubro las huellas de su paso. iHe visto sus luces!
La muerte va con nosotros desde que nacemos.
Yo siento sus pasos en esta casa vacia…. Esta casa que parece tambien estar muerta, toda silenciosa, toda fria, toda oscura, huerfana de la pobre alma…. iYo no cerre sus ojos, ni bese sus manos de cera! ?Por que al menos no me esperasteis para dar tierra a su cuerpo?
Se corrompia todo, senor.
iMiseria de la carne!
Los gusanos le corrian. Formaban nido en la cabeza y bajo los brazos.
iMiseria de la vida!
Dijeron que se le habia abierto la madre de los gusanos, la gusanera, como cuentan de un rey de las Espanas.
?Donde ha muerto? Quiero ver su alcoba. Alli estara su sombra, esperandome…. Mis brazos de carne no podran estrecharla… Pero las almas se abrazan, porque tambien son de sombra, y los vivos oyen a los muertos.
El viejo linajudo sale seguido del capellan. Despues de un instante en torno del fuego, bajo la chimenea donde resuenan las risas del viento, comienzan a despertarse las voces de los mendigos, apagadas y llenas de misterio.
iEn una casa tan rica no haber pan en el horno!… iVisteislo vosotros jamas de los jamases?
Comiolo quien tenia dientes.
Entonces no fuiste tu.
Fue quien sabia agradecello.
No te enciendas, criatura.
iNi harina ni grano en una casa tan rica!
No parece que haya pasado la muerte, sino un turbion.
Las casas mas grandes se consumen como los cirios del velorio, cuando los hijos se alzan contra los padres y pelean por las herencias.
iYo que esperaba comer compango!
No la acertamos, Morcego.
La Gloriosa Santa Baya, mandanos tal castigo porque dejamos su romeria.
El senor amo, no olvidara la promesa que nos hizo.
Siempre fue muy liberal.
?No habra nada que arrebanar por las alhacenas, Andreina? ?Algo habran dejado los abades que cantaron el entierro?
Comieronlo las ratas.
Asoman en la puerta de la cocina el Ciego de Candar y el rapaz que le sirve de lazarillo. El ciego es un viejo de perfil monastico, con una capa tabacosa, que le llega a los zuecos. La zampona que lleva a la espalda le hace el bulto de una joroba, bajo la luenga capa. El lazarillo va cargado con las alforjas: Es un nino aldeano vestido de estamena, con la guedeja trasquilada sobre la frente con tonsura casi medioeval.
?Hay licencia?
No la has menester.
?Y un sitio al amor de la lumbre?
Si no es mas que eso….
Y una fabla que he de tener contigo, Andreina.
?Una fabla?
Y muy secreta.
Asi muerto me entierren, si no viene por pedirte promesa de casamiento.
Darasnos los aguinaldos.
Vos dare asados los cuernos de una cabra.
La vieja criada llega adonde el ciego, y aparta, con su diestra de bruja al lazarillo, empujandole hacia el hogar donde se agrupa la hueste mendicante. El Ciego de Gondar y la vieja se enredan en una platica que comienza en alta voz y acaba en susurro de secreto.
Bien de mi corazon, allega si quieres, y si non non, que por el mundo sobran mujeres.
iValiente prosero!
Allega tu pico, paloma real, allega tu pico, que no soy gavilan.
Acaba de una vez, que se me va la lumbre.
Hermana Rebola, sopla en el lar. Nos, tras de la puerta, hemos de amasar, meter y sacar y dar de barriga. No riades, rapaces, que no hay picardia.
Celebran los mendigos aquellas clasicas burlas, y en tanto las glosan, la criada y el ciego hablan bajando la voz.
?Que hay?
Agora veras. Topabame sentado al abrigo de la capilla, en la misma puerta, y oigo golpes por la banda de dentro, respondo batiendo con el zueco, y escucho la voz de Don Farruquino.
?Tu dices verdad?
Esta alli como prisionero, y mandome que llegase secretamente a decirtelo para que vieses manera hablarle por la sala de la tribuna.
Toda estoy temblando. Los otros hermanos son capaces de matarme.
Yo cumplo con darte el aviso.
Agora mismo voy ver….
Andreina sale de la cocina, y el ciego, tentando con el palo, se acerca al hogar, guiado por las voces de los mendigos que ahora comentan el naufragio de la barca de Abelardo.
?Hablais de esos cinco mozos ahogados?
iEs una compasion de Dios!
Inda no se sabe si han perecido los cinco.
En toda la largura de la playa solamente se oyen las voces de las mujeres y de las criaturas.
iPobres almas, que triste suerte les espera!
La misma que a todos nosotros. iPedir una limosna por las puertas!
Por agora, la mar solo ha echado el cuerpo del patron y el del rapaz.
?De quien era el rapaz?
No se decirvoslo.
Era el hijo mas nuevo de la Garula.
iValiente borrachona esta la madre!
Hace bien. En el mucho beber no hay engano, y el mejor amigo es el jarro.
Donde estan todos los males es en el agua iMira si no el hijo! Lo que la madre no cato en toda la vida, lo achico en una noche el cuitado.
iAy, muerte negra!
iMejor esta que nos!
El mundo solamente es para los ricos.
El mundo no es para nadie. ?Que hace un rico si arrastra la cadena de una cativa enfermedad? El mundo es una carcel escura por donde van las almas hasta que se hacen luz. El Senor Mayorazgo cuando poco hace te decia que torcieses el cuello a tu hijo, sin duda pensaba en todas las tribulaciones de su vida.
iMiray que fue suerte la suya al desembarcar en aquella playa!
iNaufragar todos y salvarse el solo!
Al Senor Mayorazgo no lo quieren ni los arroases de la mar, ni los
Demonios del Infierno.
iSera para Dios Nuestro Senor!
Se oyen pasos en el corredor, y los mendigos callan. La Rebola echa en el fuego un haz de sarmientos que ahuman y chascan bajo las lenguas de la llama, y una gran hoguera irrumpe de pronto. La hueste mendicante, con estremecimientos humildes, con un gesto sordido, se agrupa en torno del hogar. Benita la Costurera asoma en la puerta y murmura la rancia salutacion.
iAlabado sea Dios!
iPor siempre bendito y alabado!
?No esta Andreina?
Agora vuelve.
?Donde anda?
Salio a un enredo.
Lo mismo tiene que seas tu. En un vuelo vas al horno de la Curuja… Es mandato del Senor Don Juan Manuel. Te llegas, y dices que toda la hornada la traiga a la casona, que es para repartir entre los pobres… A luego, subirase vino de la bodega y mataranse doce palomas en el palomar.
Benita la Costurera se limpia los ojos enfermos con un trapo de hilo que trasciende a estoraque, y sale de la cocina. La hueste mendicante tiene un murmullo de gracias, en unas bocas triste, y en otras bocas jocundo. Como un rezo en la boca llagada del leproso.
[Ilustracion]
La capilla. Don Farruquino aparece en el presbiterio, sentado en un escano con espaldar de viejo y noble belludo, orlado por grandes clavos de bronce. Enfrente se abre el arco de la tribuna, donde se sume la figura negra y bruja de Andreina.
iToda estoy temblando, mi rey!
?Te dijo el ciego lo que habias de hacer?
Algo me dijo… iMas los otros juraron segarme el cuello!
Busca la llave, y me la echas….
No se como lograrlo, pues la tiene el senor capellan.
Se la robas.
?Mas con que engano?
Cuando duerma. ?El se acuesta con tigo o con la Rebola?
iAsus! iQue picardias habla!… Ciego habia de estar para condenarse con la Rebola! iY lo que es conmigo! iAsus! Llevo muchos anos a cuestas, cuatro onzas y un doblon, para que me tienten los Dianos…. No diga esas picardias, mi rey, que un dia le sale una avispa en la lengua…. Yo le servire con toda voluntad en aquello que pueda, y cuantas llaves hay en la casona vere de traerselas, por si alguna abre.
Si no, tendre que salir poniendo fuego a la puerta.
Yo vere de servirle…. Mas luego no olvide la promesa que me hizo de tener a una de mis rapazas como su ama.
Ya te dije que si alcanzo un curato, me llevo a las dos.
Tanto no pido, iAsus!….
Se santigua la vieja encubridora, y el tonsurado segundon se pone en pie, y avizora hacia la puerta que comunica con la casona, una puerta pequena en la sombra humeda del muro de piedra, que rezuma. Se oye el rechinar de la llave. Don Farruquino se esconde en el rincon mas oscuro, y espera. La puerta se abre, y una sombra se aparta para dejar paso al Caballero. Otra sombra negra y bruja, huye de la tribuna.
iSenor capellan, por que no esta encendida la lampara?
Se habra bebido el aceite alguna lechuza.
Siento el volar de unas alas en esta oscuridad.
Aquel ventanal tiene rotos los cristales, y como entra el viento pudo entrar la lechuza.
Las alas que yo siento se abren dentro de mi.
Avanzan las dos sombras hacia el presbiterio. Sus pasos huecos, en la soledad de la capilla, tienen una vaga resonancia, y las palabras un misterio de sombra.
?Donde esta enterrada?
Esta losa la cubre, senor.
Es preciso que la levantemos, Don Manuelito. iQuiero verla!
Nuestras fuerzas no bastan, senor.
iPiedra, piedra, levantate!
Don Juan Manuel se arrodilla ante la sepultura, y entenebrecido, y suspirante, reza en voz baja. El capellan, en tanto, escudrina en la sombra con recelosa prevision. De pronto da una gran voz, grande y estentorea.
iFalta la lampara!
iTragame, tierra!
iNo han sido lechuzas las que entraron aqui, fueron lobos!
iNi una luz que alumbre tu sepultura, pobre Rusa! iNada han dejado! iRusa, pide por mi y por esos ladrones que bebieron la leche de tus pechos! iSon nuestros hijos, Maria Soledad!
El CAPELLAN
iY no han temido la colera divina!
Y tampoco temen la mia, Don Manuelito!
iEl Senor pudo enviar sobre sus cabezas un rayo que los aniquilase!
Yo pude enviarles un tiro.
iSon como fieras!
Son lobeznos, hijos de lobo.
El Senor Don Juan Manuel nunca ha sido como ellos.
iYo he sido siempre el peor hombre del mundo! Ahora siento que voy a dejarlo, y quiero arrepentirme. La luz que ellos apagaron se enciende en las tinieblas donde el alma vivia, y para que mi linaje, donde hubo santos y grandes capitanes, no lo cubran mis hijos de oprobio, acabando en la horca por ladrones, les repartire mis bienes y quedare pobre, pobre de pedir por las puertas…. Ahora probemos entre los dos a levantar la sepultura…. iQuiero ver a mi muerta!… iAcaso me hable!
Esos son delirios, Senor Don Juan Manuel.
iPiedra, levantate!
iDon Juan Manuel somos viejos! Somos viejos y la vejez no tiene fuerzas. En otro tiempo no digo que no la hubiesemos levantado….
Y ahora tambien.
Somos viejos.
Mayor peso llevo sobre los hombros.
Y el que nunca se doblo, se dobla.
Si, me doblo, y solo anhelo dejar la vida, Don Manuelito.
Ya tuvo el consuelo de rezar sobre la sepultura…. Vamonos de aqui….
?Mas, que ruido fue ese?….
Consegui mover la losa.
iTiene los brazos de hierro!
iMe sangran las manos!
Yo le ayudare, senor. ?Donde hallariamos algo con que apalancar?
En esta oscuridad, apenas se ve.
Recorre el capellan el presbiterio y la capilla. En el fondo oscuro, sus ojos sagaces descubren de pronto un bulto inmovil, sin contorno ni faz, que simula la vieja escultura de algun santo. Se acerca mas. Alarga una mano en las tinieblas, y antes de haber palpado, va siente como un fulgor de adivinacion. Es Don Farruquino.
iAh!… Sacrilego, te habia reconocido.
Silencio.
iNo bastaba el saqueo de la casa!
Silencio…. Hablaremos donde no este mi padre.
?Como osaste tan impio latrocinio? ?Como has entrado en este sacro recinto? iHabla!
Quise dar paz a mi conciencia.
iCon un sacrilegio!
Impidiendo que otros lo cometiesen. Sabia de cuanto mis hermanos son capaces, y entre aqui para impedirlo….
?Donde estan las alhajas de la capilla?
Ya habian sido robadas….
iNo mientas, perverso!
El Caballero desciende las gradas del presbiterio y avanza algunos pasos en la oscuridad de la capilla. La procer figura, que tiene la vaguedad de un fantasma, parece crecer bajo la nave, y su vos resuena impregnada de grave tristeza, de una tristeza de patriarca y de guerrero. Los dos clerigos callan.
?Por que te escondes, mal hijo?
No me escondo, senor.
?Temes mi justicia?
Quien esta sin culpa, nada teme.
iHas apagado la unica luz que ardia sobre la sepultura de tu madre!
Si mi padre lo dice, sera verdad.
Eres solapado en las palabras como en las obras. iDefiendete, al menos!
Dios Nuestro Senor ha elegido mi cabeza inocente para que sobre ella caigan las culpas de otros.
A mi no puedes enganarme… Llega y ayudame a levantar la sepultura… No tardare en morir, y si tardase os faltaria paciencia para esperar… Porque no acabeis en la horca he pensado repartiros mis bienes. Me heredareis en vida… Llega y ayudame… Si tienes hijos, ellos me vengaran… Los votos no te impediran tenerlos. Llega para que podamos levantar la losa.
Vamos, alma de Faraon.
No reconozco a Don Juan Manuel.
Tiene razon, cuando dice que va a morir.
Se llegan al presbiterio, se mueven vagarosos alrededor de la sepultura, tantean, se encorvan, y en silencio, con una rodilla en tierra, en un tacito acuerdo, comienzan a levantar la losa. Se les oye jadear. Cuando aparece el hueco negro, pestilente, humedo, el viejo linajudo se inclina sobre el, y solloza con un sollozo sofocado y terrible de leon viejo. El hijo, con los ojos nublados de miedo, se aparta.
iNo puedo mas!
Temo que a tu padre le de un arrebato de sangre.
iMaria Soledad, aqui estoy! iHablame!
Basta ya, senor….
iQuiero ver su rostro por ultima vez!
El Caballero levanta la tapa del feretro y en la oscuridad de la cueva albean las tocas del sudario y destella la cruz colocada sobre el pecho, entre las manos yertas. El Caballero se inclina, y un aire de humeda pestilencia, que le hace sentir todo el horror de la muerte, pone frio en su rostro.
iMaria Soledad, esperame!… Tienes los ojos abiertos y siento que me miras… Ahora me voy, pero vendre pronto y para siempre a tu lado… iDios!… iDios!… iCativo Dios, por que me llevaste a la Rusa!….
El Capellan acude, y levanta el desfallecido cuerpo del Caballero. El hijo, mas tardo por miedo o desamor, se acerca tambien y le ayuda. Casi en brazos le sacan de la capilla. Don Juan Manuel, en la puerta los hace detener y se arrodilla.
iAbierta queda mi sepultura!… iMaldito quien intente poner la losa antes de haber bajado yo a la cueva! iMaria Soledad, esperame!
[Ilustracion]
La alcoba donde murio Dona Maria.—En el fondo, bajo los cortinajes de damasco carmesi, que tienen algo de liturgico, abandonada y fria aparece la cama antigua, de nogal tallado y lustroso. Don Juan Manuel esta en el umbral de la puerta. Su hijo y el capellan le sostienen. El rostro palido y la barba de plata se sumen en el pecho.
Quiero morir aqui, en la misma cama donde murio aquella santa… He vivido siempre como un hereje, sin pensar que hay otra vida, y ahora siento una luz dentro de mi….
Es la luz de la Gracia.
Senor capellan, necesito la absolucion de mis pecados para reunirme con mi mujer en el Cielo.
Es menester que haga confesion de ellos.
No tengo mas que uno… iUno solo que llena toda mi vida!… Hare
Confesion publica… Llamad a los criados… Que acudan todos…
iCriados de mi casa!… iHermanos que llegasteis aqui conmigo!…
?Donde estais? iQuiere hacer confesion ante vosotros Don Juan Manuel
Montenegro! ?Donde estais? iLlegad todos!
El hijo y el capellan se interrogan con una mirada. En sus ojos asoma el mismo pensamiento, y se dicen si no ha pasado sobre ellos, en aquellas palabras, una rafaga de locura. Los criados y los mendigos van llegando de la cocina con un rumor lento, ojos de susto, gesto de misterio, y se detienen sobre el umbral de la puerta.
iAve Maria Purisima!
iCavada tengo la sepultura! He visto en mi camino a la muerte y estan marcadas mis horas… Cuando echeis el cuerpo a la tierra, volved a poner la losa que han alzado mis manos, pero antes no. iMaldito sea quien lo intente!… Tu, mal hijo, no finjas dolor… Lleva a los otros la noticia, y celebradla juntos en la cueva de los ladrones, en el cubil de un lobo, donde nadie os vea. Cuanto era mio, manana sera vuestro, y el cuerpo que sera de los gusanos, tendra mas noble destino… No lloreis vosotros, criados y hermanos mios, que estas puertas las hallareis siempre francas, y, aunque fria, siempre sentireis mi mano tendida hacia vosotros. iNo dejo otra manda para que mis crimenes me sean perdonados, y he de alzarme de la sepultura si no fuese cumplida! No lloreis, y haced silencio, que quiero confesar mis pecados al senor capellan de mi casa. No tengo mas que un pecado… iUno solo que llena toda mi vida!… He sido el verdugo de aquella santa con la impiedad, con la crueldad de un centurion romano en los tiempos del emperador Neron… Un pecado de todos los dias, de todas las horas, de todos los momentos… No tengo otro pecado que confesar… La aficion a las mujeres y al vino, y al juego, eso nace con el hombre… Pecado grande es haber sido verdugo de un alma y haber puesto en ella garfios encendidos en las hogueras del Infierno. iLos garfios que en las carnes de los condenados clava Satanas!… Y ahora me arrodillo para recibir la absolucion… Senor capellan, la absolucion, y la tuya tambien, mal hijo, ya que tienen esa gracia tus manos impuras. Absolvedme y despues clavad esa ventana, clavad esa puerta, dejadme aqui como en un pozo, solo, para morir.
El Capellan traza una cruz con su diestra sobre la cabeza del viejo linajudo, y el murmullo de los rostros aldeanos y mendigos, resplandeciente de fe, se eleva en una grave onda.
[Ilustracion]
Sobre la encrucijada de dos caminos aldeanos, un campo de yerba humilde salpicada de manzanilla, donde hay un retablo de animas entre cuatro cipreses. Es paraje en que hacen huelgo los caminantes, y rezan las viejas, anochecido. Don Rosendo, Don Mauro y Don Gonzalito, descansan al pie de los cipreses, con los caballos del diestro. Mas lejos un mozo aldeano deja pacer la yunta de sus vacas, y a lo largo de los caminos, que se pierden entre verdes y sonoros maizales, trotan cabalgadas de chalanes que van de feria, y cruzan graves y procesionales, viejos vestidos de estamena, con sus grandes bueyes de cobre luciente, hermosos como idolos, con verdes ramos de roble en las testas.
?Donde se habra metido el clerigo?
En casa de alguna moza.
A Pedro son muchos los que le han visto pasar solo. ?Como se habran separado?
Renirian al repartirse lo que nos robaron.
iLastima que no se matasen!
Hay que volver por alla….
Si ellos no nos ganan la mano.
iHaber olvidado la capilla!
Cuando se tiene una pena no se esta para recordar….
iPobre madre! Ella acudia a todos, y teniamos un amparo…. ?Pero ahora, que sera de nosotros?… Hemos amargado sus ultimos momentos con nuestras disputas. iSomos como fieras!
Lo hicimos de obligados. Si no lo hacemos, los otros bandidos nos dejan sin una hilacha.
Pero es triste.
Si, lo es.
Por un momento los tres hermanos quedan silenciosos. Una tropa de chalanes llega y descabalga para descansar a la sombra de los cipreses, dejando libres los jacos en el verde y oloroso campo, que cruzan aquellos caminos aldeanos por donde se pierden huestes de mujerucas, viejas y mozas, que van al molino con maiz y con centeno. Los chalanes son siete: Manuel Tovio, Manuel Fonseca, Pedro Abuin, Sebastian de Xogas y Ramiro de Bealo con sus dos hijos. Oliveros, el mayor, tiene el noble y varonil tipo suevo de un hidalgo montanes. La barba de cobre, los ojos de esmeralda y el corvar de la nariz soberbio, algo que evoca, con un vago recuerdo, la juventud putanera de Don Juan Manuel Montenegro. Alla, en su aldea, la madre y el hijo suelen enorgullecerse de aquella honrosa semejanza con el Senor Mayorazgo. Y Ramiro de Bealo ha conseguido por ello que el viejo linajudo le diese en parceria cuatro yuntas, y en aforo las tierras de Lantanon.
iSantos y buenos dias!
iSantos y buenos!
?El Senor Don Mauro camina para su casa de Bealo?
Para alla se camina.
?Tornan del entierro de la senora mi ama, que goce de Gloria?… iDios les otorgue su santa conformidade!… ?Por alla verian a la parienta? Cuando salimos para la feria, dijonos que tenia determinado acudir. iPor alla la verian! Nos hubieramos cumplido como ella, de no hallarnos con un buey escordado, sin yunta para labrar la tierra…. Si Dios nos mantiene con vida y salud, el domingo bajaremos a la villa para oir una misa y saludar al Senor Don Juan Manuel.
Pues yo os digo que en la casa de mi padre haceis vosotros la misma falta que los canes en la de Dios. Eso os digo.
Harto habeis ordenado esa vaca, y no penseis que por ser muerta mi madre….
Pues alla iremos, sin contar con su venia.
iCalla, rapaz! No muevas pleitos.
Hablo aquello que bien me parece, mi padre.
iLo malo sera que te arranquen la lengua!
La defienden los dientes.
Ten miramiento, rapaz.
Defensa de mujer.
Y de lobo.
iNo te los haga yo dejar clavados en la tierra!
iMucho hablar es!…
Si los quieres bien, no los saques al aire.
iMirenlos!
Oliveros muestra los dientes albos, jovenes, fuertes, con un gesto lleno de violencia, que recoge los labios y los estremece con sanguinaria y primitiva fiereza.
iDientes de hambre, no asustan!
iHambre de morder!
Un mendrugo.
iCadelo sarnoso!
De su sangre me vendra la sarna.
Rapaz, ten miramiento, que son mas que tu.
A ustede, tocale callar, mi padre.
Que ellos son caballeros, rapaz.
De la nobleza que vengan, vengo yo.
Por detras de la iglesia no hay nobleza, sino hijos de puta.
Tu siempre seras el hijo de un cuerno de Ramiro de Bealo.
Ni de puta ni de cabron soy nacido, ni nunca dos veces me lo dijeron.
El Mozo chalan adelanta hacia los segundones blandiendo la luenga pica con que acucia y guia su vacada por llanos y veredas. Los otros chalanes, en banderia, se ponen a su lado, y la tropa de villanos cerca a los segundones.
iPara mi, tres!
iAlla va uno con quien sera bastante!
iNo cejes, Gonzalo!
iMiren estos dientes!….
iRapaz, que me matan!… iAcude aqui!….
iPara mi, tres!
El segundon lanza su grito en medio del campo, como un gigante antiguo, desnudo y vencedor. A sus pies, con la cabeza abierta, muerden la yerba Sebastian de Xogas y Pedro Abuin. Los otros segundones casi sucumben bajo la acometida de todos los chalanes unidos.
iSiete contra tres!… iMiserables!
iComo si fuesen setenta!
iYo para uno solo!
El mozo, siempre blandiendo su pica, va sobre Don Mauro. El bastardo y el segundon se miran frente a frente: Oliveros palido por el ansia de la pelea, estremecido con el deseo del vencimiento, y el segundon fuerte, soberbio, con la cabeza desnuda y las manos rojas de sangre, como el heroe de un combate primitivo en un viejo romance de Castilla.
iAhora veras si son buenos los hijos de puta!
iPara mis galgos ha de ser tu lengua!
Se acometen los dos: El chalan blande su pica, y el segundon, con arrogante brio, sigue clavandole los ojos, puestas en alto las manos ensangrentadas, para guarnecer su cabeza desnuda. Restalla el golpe. Entre las manos del segundon queda la pica, que vuela por los aires, luego, partida en dos. La lucha continua brava, bella, rugiente. Los caballos, asustados, huyen arrastrando las riendas, y alla lejos, en medio de los caminos, relinchan. Manuel Tovio, Manuel Fonseca, Ramiro de Bealo y el menor de sus hijos acosan en cerco a Don Gonzalo y Don Rosendo. De pronto, entre el restallar de las picas sobre los craneos y el concavo tundir de los punos contra los pechos, se levanta, como el claro canto de un gallo el grito de Don Manro.
iPara mi, tres!
iAnimo, hermanos!
iAnimo!
Como una rafaga, la hueste de chalanes siente el triunfo de los segundones. En un tacito acuerdo comienzan a cejar, sin vergueenza de ser vencidos por aquellos tres hidalgos.—iQue para eso son hidalgos y senores de torre!—Oliveros, en tierra, de cara contra la yerba, ruge, sofocado por las manos del herculeo segundon. El grito de Don Mauro es un claro clarin.
iPara mi, tres!
[Ilustracion]
Una rincon en la iglesia de Flavia-Longa. Lega como mosconeo, la voz desentonada y gangosa el abad, un exclaustrado ordo, que guia las Cruces en la Capilla e Jesus Nazareno. Una mujeruca del pueblo, que lleva el manteo a modo de capuz, suspira al terminar sus rezos y besa la tierra con la lengua. Es muy vieja, toda arrugada, con ese color oscuro y clasico que tienen las nueces de los nogales centenarios. Atraviesa la nave, y el lento arrastrar de sus madrenas cuenta sus anos. Aquella mujeruca sirve desde nina en la casa de Don Juan Manuel Montenegro: Es Micaela la Roja, que conocio a los difuntos senores cuando entro de rapaza de las vacas, por el yantar y el vestido. Ahora camina apoyada en un palo. Renqueando entra en una capilla con puerta de hierro, toda tristeza y herrumbre, y se acerca a una mujer que reza. Es Sabelita, que fue otro tiempo barragana del Caballero. Con las cabezas juntas hablan quedo en aquella sombra humeda que parece destilar oraciones, y dos velas se consumen en el altar, dos velas rizadas y pintadas como dos madamas.
iDabame mi alma que aqui la toparia!
No te ha enganado.
Cuando remate sus obligaciones, tiene de venirse conmigo.
?Adonde?
A la casona.
Roja, no quiero verlos mas, ni al padre ni a los hijos….
A los rapaces, no digo… Mas al senor mi amo fuerza es que le vea.
Cordera, por ese mor vengo procurandola. Esta el cuitado como adolecido
desde que tuvo el primer anuncio, que fueron las luces de la Santa
Compana.
?Vio a la Santa Compana?
Si la vio…. Era una hueste muy luenga de animas en pena, todas vestidas de blanco. Pareciosele de noche en el Campo de la Iglesia.
iAlla, en Viana!
iY en la misma hora que dejaba el mundo Dama Maria!… El marinero con la carta llego despues…. Don Galan bajo conmigo a franquealle la puerta.
?Vosotros vinisteis con Don Juan Manuel?
Nosotros vinimos por tierra. iAy, cuide de no llegar! El senor mi amo, embarco solo en la barca que luego fue naufraga.
iQue desgracia tan grande! Recemos una Salve por el descanso de esos pobres marineros ahogados.
Estaba de Dios que ellos pereciesen y que el amo se salvase.
Las dos rezan a media voz, con un bisbiseo devoto y confuso, que se junta en las sombras de la capilla al chisporroteo de las velas. Las dos inclinan las cabezas y ponen en blanco los ojos para poder alzarlos al altar, desde donde responde a su mirada, la mirada extatica de una Dolorosa. El parpadeo de las luces da una apariencia de vida al cerco amoratado de aquellos ojos, a la boca dolorida, a las mejillas con dos lagrimas de cristal. Sabelita y la vieja se santiguan al terminar su rezo.
Pronto cerraran la iglesia. iVamonos!
Yo, no….
Es una obra de caridad que acuda a llevarle un consuelo.
Tu sabes que no puede ser….
Agora es solamente un pecador arrepentido.
?Que dice?
Con nadie habla y a nadie quiere ver. Encerrado en la alcoba donde murio la santa, se oyen sus pasos, que vienen y que van…. Cuando alguien se acerca requiere la escopeta y amenaza con matarle.
?Tu no le has visto?
No, cordera. Su pensamiento es dejarse morir de hambre.
?Y que puedo hacer?
Venir a suplicarle.
No oira mi voz.
Es la sola que oira…. iNo puede ser que le deje morir solo, como un can!
iYo no se que hacer!
?Que le dice su corazon?
iMe dice tantas cosas encontradas!
?Y ninguna grita mas fuerte?
iAh, si!
?Por que no obedece esa voz.
iTemo el pecado!…
Sabelita se santigua, y la rosa marchita de su boca se estremece con el murmullo de mi rezo. Sus ojos se clavan en el altar, y las dos velas que lloran sin consuelo sobre las arandelas de cristal, al alma llena de supersticiones milenarias le fingen dos mujeres desmidas que se consumen en llamas, no sabe si las del pecado, si las del infierno. Un viejo de guedejas blancas cruza la iglesia agitando alunas llaves en manojo.
Vamonos, cordera, que ya San Pedro anda tocando los fierros.
Vamonos….
?No le acordo una resolucion la Santisima Virgen?
No.
?Sigue batallando con sus dudas?
iAy, Jesus!
Salen de la iglesia. En el cancel esperan las viudas de los naufragos para tratar del entierro con el senor abad. Es un grupo de mujeres que huelen a marinada, con los ojos encendidos y las grenas flojas, con los vestidos humedos, pardos, de una tristeza salobre, restos de otros lutos.
El Senor Don Juan Manuel dispuso que se diese a cada viuda una carga de maiz. iFue la sola cosa que hablo!
iVamos alla!
iDios te lo premiara, mi hija!
[Ilustracion]
Una antesala en la casona. Andreina hila y otros criados desgranan maiz, a la redonda de una cesta colmada de mazorcas. Hablan en voz baja, atentos a los pasos que vienen y van en la alcoba donde murio la senora ama. La puerta esta cerrada, y de tiempo en tiempo alguno de los criados se acerca sin ruido y escucha. Los otros callan contemplandole, y cuando se les junta, otra vez comienza el calido susurro de la conversacion. Y el rumor de los pasos que vienen y van, parece marcar todos los gestos y todas las actitudes de aquellos criados que desgranan mazorcas en la antesala oscura.
iTal como agora veis, de dia y de noche!…
iPor la noche se oian sus lamentos!…
iUna voz de desespero que llenaba toda la casa!
iLa voz del enemigo que tenia en el cuerpo, y turraba por salir!…
iAve Maria!
iAhi lo teneis arrepentido como un fraile, por lo mucho que hizo sufrir a la senora ama!
?Y dejarase morir de hambre?
Antes rabiara.
iNi que fuera can!
iTengo dolidas las manos! ?Desgrana bien ese carozo, Rebola?
Hace el solo la labor.
Yo no atopo uno bueno.
Este lo tuve en el lar, por mor que endureciese.
Si me lo regalas, te doy palabra de casamiento.
?Y ha de ser ella quien te de el carozo?
iNunca tal vi, ser la mujer quien lleve el carozo!
Asi juntabamos dos. iNo teneis oido que cuanto mas, mas gracia de Dios!
iGran maricallo!
Dona Moncha entra en la antesala, y los criados al verla, callan, aparecen graves, con algo de sombras en la vastedad de aquella antesala oscura. No se distinguen los rostros, son los ademanes de una rara lentitud y las figuras parecen vestir tunicas de niebla.
?Se oyen sus pasos?
Si, senora.
iNo descansa!….
iTiene un verme que le roe y no le deja!
iComo si estuviese ya difunto, roele un verme!
Se acerca Dona Moncha a la puerta y escucha. Los pasos se alejan. Espera. Los pasos retornan ya. Dona Moncha pulsa timidamente en la puerta. Todos callan y esperan.
iTio!… iTio!… iQue se esta matando… iTio!… iTio!… iQue es un pecado lo que hace! iTio!… iTio!….
iNo contestara!
iHallase firme en dejarse morir de hambre!
iEsta adolecido!… iTiene el alma ausente!….
Sin ruido, lentamente, Dona Moncha se aparta de la puerta y se sienta entre los criados a desgranar espigas. Se oye alguna voz apagada, y el alarido del viento y las pisadas que vienen y van. Desgranada una cesta de mazorcas, traen otra. En la antesala vaga ahora una sombra negra, la sombra del capellan.
Los pasos no dejan de oirse ni de dia ni de noche.
iNi de dia ni de noche!
iConcluira por enloquecer!
iEnloquecido esta ya!
iNo debiamos dejarle!
iPobres de nosotros, que podremos hacer!… Yo tiemblo cuando me acerco a esa puerta.
iTiene un verme que le roe!
iComo si estuviera ya difunto, comele, comele!….
El capellan se acerca a la puerta y pulsa con los artejos. Espera un momento, y como ninguna voz responde, vuelve a pulsar. Les pasos vienen y van.
iSenor Don Juan Manuel!… iSenor Don Juan Manuel!… iDios nos manda tener valor! Debemos conservar la existencia como un don precioso, y amarla a pesar de sus espinas….
iNo respondera!
iEs como un rey, y a nadie escucha!
La sombra del clerigo vuelve a vagar por la antesala. Los criados comentan en voz baja, graves, lentos, reunidos a la redonda de la cesta llena de mazorcas, y sus voces supersticiosas, parece que van en la oscuridad, de un misterio hacia otro misterio. Y los pasos vienen y van.
iY asi dia y noche!
iNo descansa!
iYa tendra su descanso, y que luengo sera!
iPara siempre!
iNo escucha ninguna voz!
iYa escuchara la de Nuestro Senor!
iEsa todos los nacidos la escuchamos!
iEs mas fuerte que el huracan!
iY mas que los truenos!
iY mas que el broar de la mar! LA RECOGIDA
Esta noche no dejo de oirse la mar de Corrubedo.
iDicen que se oye en la redondez de quince leguas!
iEn toda la redondez del mundo oyese la voz de Nuestro Senor!
Cesa de pronto la glosa de los criados que hacen rueda desgranando mazorcas. Artemisa la del Casal, moza blanca y rubia, briosa y rozagante, con manteo cercado de velludo y capotillo marinan, acaba de aparecer en el umbral de la antesala. Se la tiene por hija bastarda del Caballero. Trae de la mano a un nino de ojos picarescos, que se tambalea sobre los zuecos blancos, que muestran no haber pisado la tierra. Un tirante amarillo cruza el pecho del rapaz con la prosapia de una banda, y sujeta el calzon de pana, que no llega a los zuecos. En una mano sostiene el gorro catalan, que aun tocaba su cabeza al parecer en la antesala, y en la otra estruja una rana viva.
iSantas y buenas noches! Saluda, Floriano.
iBendito y alabado sea el Santisimo Sacramento del Altar!….
Besa la mano al senor capellan. Besa tambien la mano a Dona Moncha.
?Que os trae?
Saber si ha tenido mudanza el senor.
Parece resuelto a dejarse morir.
iLa Santisima Virgen de Gundarin no lo permitira!
?Y si lo quiere asi la Santisima Virgen?
iTopanse con gana de pleitos en el Cielo!
Todo el dia estuve con cuidado, y el pequeno, como sentiame suspirar, habian de ver que consuelos me daba. ?Y sigue de la misma conformidad el senor?
De la misma.
?Por que le dejan asi? Acabara por subirsele toda la sangre a la cabeza.
Hablale tu a ver si te responde. iYo tiemblo de acercarme a esa puerta!
Artemisa la del Casal, se acerca a la puerta con el nino de la mano. En la alcoba los pasos vienen y van obstinados y extranos como el pensamiento de los locos. Artemisa atiende algunos momentos.
iPasea en la oscuridad!
Al entrar en la alcoba, mando clavar las ventanas.
iSenor!… iSenor!… ?Ya no me conoce? iSoy Artemisa!… iSenor, franquee la puerta! iPor el alma de aquella santa! iSenor, que soy Artemisa!
Las pisadas que vienen y van dejan de oirse y la puerta se abre con estrepito. En el umbral, sobre el fondo oscuro de la alcoba, aparece la figura de Don Juan Manuel Montenegro. Tiene un fulgor de colera en las pupilas, en las manos de marfil anoso la escopeta, y su barba se derrama sobre el pecho, tremula y blanca.
iSera preciso que mate a uno! iNo me dejareis morir en paz!… iMalditos todos, que llegais a esta puerta y no respetais mi dolor! iYo tambien sere maldito, porque vosotros no me dejais morir arrepentido! iMis horas estan contadas!… iTengo ya la sepultura abierta! iDejadme! iToda la noche han aullado los perros!… iCierro los ojos para morir, y vuestras voces me despiertan!… iSois como las hienas, que desentierran a los cadaveres!… iTendre que mataros!… iDejadme, hienas y lobos y escorpiones!… iDejadme que muera y que la tierra caiga a punados sobre mis ojos!…
El viejo linajudo atraviesa la antesala y huye por el largo corredor lleno de resonancias. Todos se miran en silencio, con ojos de susto, y se acercan, uno a uno, al umbral de la alcoba que hiede a muerte. Alli agrupados dudan de entrar, como si continuasen oyendo aquellos pasos obsesos y viesen la sombra, en la sombra ir y venir.
iEspanto en el alma me pusieron sus palabras!
iSon bien de espantar!
iQuiere morir!
iY buscara la muerte!
iY condenara su alma!
iAdonde ira!
iSi no le temiere, iria tras el!
El CAPELLAN
iNo acosemos al leon!… Si nuestros ojos no pueden seguirle, que le sigan nuestras oraciones.
El capellan pasea la estancia de uno a otro testero, con un murmullo de rezo, y los criados, reunidos a la redonda de la cesta colmada de mazorcas, hablan en voz baja. De pronto se oyen pisadas de caballos refrenados ante el porton.
?Que sera en tal hora?
Los lobos que bajan del monte. ?Quienes pueden ser sino los hijos?….
Llegan para repartirse la herencia.
iPronto tuvieron noticia!….
iAlguna bruja!….
iDe hoy son nuestros amos.
[Ilustracion]
Don Juan Manuel Montenegro cruza una y otra calle, calles angostas asombradas por altas tapias, sobre las cuales ya se derrama una higuera, ya descuella un cipres. iViejas calles de una vieja villa feudal, con iglesias, con caserones, con huertos conventuales! De los negruzcos aleros gotea la lluvia, y en las angostas ventanas que se abren debajo asoma el contorno de un gato, alguna rara vez.
?Donde esperar la muerte sin que me acosen con sus voces?… ?En que oscura cueva de lobo o de leon ire a esconderme?… iNo hallo paz en la vida!iFui pastor de lobos y ahora mis ganados me comen iEngendre monstruos y estoy maldito! ?Por que de aquel vientre de mujer santa salieron demonios en vez de angeles con alas? iEstaba maldito el sembrador! iEstaba maldita la simiente! iMuerte, no tardes! iSacame de este pozo de sierpes y dame a tus gusanos!… iQue me coman tus hijos, pero no los mios! iMuerte, no tardes! iDios, si por mis pecados no me quieres, deja que me arrebate Satanas!
El Caballero cruza ante dos mujeres que se asustan del encuentro. Pasa sin verlas y solamente se detiene cuando le llaman con planideros gritos. Entonces reconoce a la vieja criada y a Sabelita.
iSenor mi amo, adonde camina en esta hora?
iDon Juan Manuel! iMadre de Dios!
iSenor, adonde camina con la blanca cabeza descubierta a la lluvia?
?De que infierno habeis salido? ?Por que me deteneis? ?Por que me hablais cuando huyo de vuestras voces?… iIsabel, que me quieres? iMe abandonaste un dia y ahora vuelves a mi, acompanada de una bruja! ?De que infierno sales, Isabel? ?Cual es tu nombre ahora?
iSoy Isabel, senor!….
iEl demonio no te llama Isabel!… iEl demonio te llama voz de mentira, cuervo de ingratitud, sierpe de hipocresia, brasa de lujuria!iSolo la santa de quien fuimos verdugos te llama Isabel! iAy, para ella todos eramos sus hijos!… iPero Satanas no tiene en los labios el amor de aquella boca ya muda!… iIsabel, tu para mi te llamas remordimiento, y esa bruja, bruja!
Desaparece el Caballero en la sombra. Las dos mujeres, asustadas, no se atreven a seguirle. Por algunos momentos se oyeron pasos en la soledad de la calle. iHuecos y resonantes pasos! El Caballero baja a la playa. El viento bordonea en el mar.
iMar, tus olas no se abrieron para tragarme!… iQuisiste aquellas vidas y no quisiste la mia!iSi me tragases, mar, y no arrojases mi cuerpo a ninguna playa!iSi me sepultases en tu fondo y me guardases para ti!… iNo me quisiste aquella noche, y soy mas naufrago que esos cuerpos desnudos que bailan en tus olas!… iTengo la pobreza y la desnudez y el frio de un naufrago! iNo se adonde ir!… iSi la muerte tarda, pedire limosna por los caminos!… iY el mar, aquella noche, pudo caer sobre mi cuerpo, como la tierra de la sepultura, y no me quiso!… iYa soy pobre! iTodo lo he dado a los monstruos! iMi alma en otra vida, aquella vida de que huyo, tambien fue un mar, y tuvo tempestades, y noches negras, y monstruos que habian nacido de mi! iYa no soy mas que un mendigo viejo y miserable! iTodo lo he repartido entre mis hijos, y mientras ellos se calientan ante el fuego encendido por mi, yo voy por los caminos del mundo, y un dia, si tu no me quieres, mar, morire de frio al pie de un arbol tan viejo como yo! iLas encinas que planto mi mano no me negaran su sombra, como me niegan su amor los monstruos de mi sangre!….
A lo largo de la playa bajan tres negras figuras. Sobre sus hombros se alarga un palo, que alla en su extremo parece levantar hacia la luna en dos cuernos, la dentadura de una vieja. Las tres figuras negras van delante del Caballero. De tiempo en tiempo se detienen, y sobre las olas crestadas de espuma alargan sus varales, y los dientes de bruja que se abren al extremo desaparecen sepultos en el mar. El Caballero pasa por entre aquellas figuras que, asombradas, le reconocen. Son tres mendigos que en las noches de resaca catean por la playa buscando los tesoros de un naufragio. El viejo linajudo tambien reconoce aquellas sombras. El Morcego, la coima, y un loco que se llama Fuso Negro.
?Que trasgo o que bruja os ha convocado aqui?
La luna….
Buscamos los tesoros de una gran nave que venia no se sabe de donde….
Un gran bergantin, que naufrago en la mar de Corrubedo.
Pudiera suceder que las olas tuviesen mas caridad que algunos corazones, y esta noche nos arrojasen alguna cosa, remedio de nuestra pobreza.
iLas olas no tienen caridad!
Para muchos la tuvieron….
Y no hay otra playa como esta, adonde salgan tantas tablas de navios.
Y por veces cosas de gran riqueza….
Plata fina, y joyas….
iY tambien algun ahogado comido de los peces!
Hace anos salio el cuerpo de un rey con su corona de oro y pedreria… Traiala tan bien puesta, que no se le pudo arrancar y fue menester cortarle la cabeza….
iCon cuantos naufragos no habra hecho lo mismo vuestra codicia!
Aquel era un rey de moreria. La sangre que le manaba del cuello era negra.
Si yo hubiera naufragado aquella noche, vosotros tambien habriais segado mi cabeza, aun cuando no llevase una corona. Se la venderiais a mis hijos y os la pagarian bien.
iNo diga, tal senor!
Se la presentariamos en una fuente de plata cuando estuviesen sentados a la mesa.
Y se la comerian como un rico manjar.
Don Pedrito diria: iYo quiero la lengua! Don Gonzalito diria: iYo quiero los ojos! iY como le habian de chascar bajo los dientes!
iY se matarian disputandoselos!
Los huesos serian para los canes.
Los canes no comen a los amos.
?Y pueden los hijos comer a los padres, mi senor?
iA mi me comieron el corazon!
Aun cuando lo arrancaren del pecho con los dientes, vuelve otro a nacer. Retona como un verde laurel… iNo hay que tener miedo!
Solo lo come de raiz, el verme de la muerte. En tanto dure la vida, es como una fontela donde todos acuden a beber y nadie la seca.
Una fontela tiene agua para todas las sedes.
?Y no habeis visto fuentes secas?
En tiempo de calores.
Mas aquellas habialas secado el sol, y no la boca de un sediento.
Los lobos que quieren beberse toda el agua de las fuentes, mueren como odres reventadas.
?Por que habeis dicho que el corazon es como una fuente? En las fuentes se envenenan las aguas y mueren los que beben de ellas….
iTambien el corazon tiene su ponzona!
Pero no la vierte en las bocas que le muerden, sino que las recibe de ellas.
El corazon es como la nina del ojo. Adonde mira aquello tiene en el fondo. Unas veces fuente, y otras roquedo… Unas veces los dientes arreganados de un lobo, y otras un resplandor.
?Por que diran que estas loco, Fuso Negro?
Dicelo el, por no trabajar.
Lo dicen los rapaces por poder tirarme piedras. En todas las villas tiene de haber un loco y un mayorazgo.
Ya baja la marea. Hoy las ondas no quisieron hacer nuestra suerte.
iSi la hace con una limosna el senor mayorazgo!…
He llegado a ser tan pobre como vosotros. Si no tuviese abierta la sepultura, tendria que ir en vuestra caravana por los caminos, mendigando el pan. La muerte ya marco mis horas, y para poder morir en paz, he abandonado a mis hijos todo cuanto tenia.
?Y adonde va en esta noche?
Ya os dije que voy a morir.
La muerte viene sin que la llamen. iNo la busque que es muy grande pecado, senor!
No la busco… iLa espero porque me fue anunciada!… Un gran cirio, todo de luz, se ha encendido dentro de mi y me guia y me alumbra. He visto en abismos donde solo se ve cuando se tiene cavada la fosa. He aprendido, al final de mis dias, que todos debemos traer por lecho de muerte un muladar, y voy a el. La tierra ha de darmelo, mucho antes que el mar, a vosotros, esos tesoros de naufragios que buscais….
El Caballero se aleja lentamente. Los tres mendigos le miran desvanecerse entre los roquedos de la playa. La Luna parece agigantar la figura del viejo hidalgo y poner un nimbo en su cabeza blanca y desnuda.
[Ilustracion]
Una costa brava ante un mar verdoso y temeroso. Lomas de arena, con pinares desmedrados en lo alto, y en la bajada un charcal salobre, donde blanquean los huesos de una vaca. Larga bandada de cuervos revolotea sobre aquella carrona, bajo un cielo gris de amanecer. En el fondo de una caverna socavada por el mar, el viejo linajudo espera la muerte como un viejo leon. Ante sus ojos nublados ve aparecer la sombra de Fuso Negro.
Tou! iTou! iTou!… Ya somos dos.
iTampoco aqui podre estar solo para morir en paz!…
El senor mayorazgo tiene sus palacios y su cama con dosel… Aqui haransele llagas las costas….Para el cuerpo de los senores es muy duro el cocho de Fuso Negro.
?Duermes en esta cueva?
Unas veces duermo y otras veces velo.
iYo te pido que me dejes morir aqui!
?Quiere hacerse ermitano el senor mayorazgo? Irase el loco a reinar en sus palacios. Tendra su manto de una sabana blanca y su corona ribeteada de papel. Tendra su mesa con pan de trigo y cuatro odres haciendo una cruz. El uno de vino del Rivero, el otro de vino de la Ramallosa, el otro de vino blanco Alvarino y el otro del buen vino que beben los abades en la misa, y si parida, el ama en la cama. iIrase el loco a los palacios del senor mayorazgo!
Ya no tengo palacios. Todo lo he repartido entre mis hijos para que no acabasen en la horca y fuesen deshonra de mi linaje. iTodo lo di!
iTou! iTou! iTou!… iYa somos hermanos!
Un angel y un demonio me estan abriendo la sepultura, a la luz de un cirio. El angel cava, el demonio cava… Uno a la cabecera, otro a los pies… El demonio con una guadana, el angel con una concha de oro. ?No los ves, hermano Fuso Negro? El angel cava, el demonio cava….Uno a la cabecera, otro a los pies….
El angel cava, el demonio cava….iBien que los veo! El demonio agora enciende un cigarro con un tizon que saca del rabo.
?Tu los ves, Fuso Negro?
iSi que los veo!
?Estas seguro?
iSi que los veo!
Yo dudaba que fuese delirio de mis sentidos…. Apenas distingo tu sombra en esta cueva. He venido aqui para morir….Fui toda mi vida un lobo rabioso, y como lobo rabioso quiero perecer de hambre en esta cueva….Hermano Fuso Negro, me cortaras la cabeza y se la llevaras a mis hijos. Veras como te visten de seda esos monstruos nacidos de mi sangre.
?Cuantos son?
Cinco.
iCinco cirios, cinco rabos, cinco demonios coronados!
iDemonios son!
Hijos del Demonio Mayor, que cinco veces estuvo en la cama con aquella que ya dejo el mundo.
iNo la nombres, boca miserable! iBoca de escorpion! iBoca de serpiente!
?Ya no somos hermanos?….iY todo porque le cuento las burlerias del Demonio Mayor! Los cinco mancebos son hijos de su ciencia condenada. iArreniegola! iArreniegola!….De la su mano derecha a cada cual diole un dedo con su una, para que rabunasen en el corazon de mi hermano el senor mayorazgo. Hermano de este dia, por parte de los caminos, y de pedir por las puertas, y de la cueva para morir….Hermano de este dia….iTou! iTou!….Van por un camino toda la vida los hermanos y no se reconocen….Van por un camino. iTou! iTou! iTou!
iHermanos todos, todos hijos de Satanas! iY no se reconocen!…
Tambien hay los hijos de Dios Nuestro Senor….
Todos hermanos por parte de la tierra, que es nuestra madre. ?Tu dices que mis hijos tienen un dedo de Satanas? Todos los tenemos para robar, para matar, para hacer una higa….
Los cinco mancebos son hijos del Demonio Mayor. A cada uno le hizo un sabado, filo de media noche, que es cuando se calienta con las brujas, y todo rijoso, aullando como un can, va por los tejados quebrando las tejas, y metese por las chimeneas abajo para montar a las mujeres y emprenarlas con una trampa que sabe….Sin esa trampa, que el loco tambien sabe, no puede tener hijos….Y las mujeres conocen que tienen encima al enemigo, porque la flor de su sangre es fria. El Demonio Mayor anda por las ferias y las vendimias, y las procesiones, con la apariencia de una moza garrida, tentando a los hombres. Frailes y vinculeros son los mas tentados. iAy, hermano, cuantas veces habremos estado con una moza bajo las vinas sin cuidar que era el Demonio Mayor de los Infiernos! El gran ladron se hace moza para que le demos nuestra sangre encendida de lujuria, y luego, dejandonos dormidos, vuela por los aires….Con la misma apariencia del marido se presenta a la mujer y se acuesta con ella. iCata la trampa, porque entonces tiene la calor del hombre la flor de su sangre y puede emprenar! Al senor mayorazgo gustabanle las mozas, y por aquel gusto el Diablo haciale cabron y se acostaba con Dama Maria.
Yo no soy cabron.
El Diablo pusole sus cuernos.
Tendrian que ser cabrones todos los hombres para que lo fuese Don Juan
Manuel Montenegro.
iTodos lo son, y por eso esta lleno el mundo de hijos de Satanas!
Aqui Fuso Negro saca un mendrugo de entre la camisa y comienza a roerlo, con la mirada adusta y obstinada. El Caballero cierra los ojos y se recuesta sobre las algas que sirven al loco de camada. Se oye el bordon del viento y el tumbo de las olas en la playa. El Caballero suspira sin abrir los ojos.
?Tienes hambre, hermano Fuso Negro?
Los vinculeros y los abades sientanse a una mesa con siete manteles, y llenan la andorga de pan trigo y chicharrones. Luego a dormir y que amanezca. iJureles asados!….iSartenes sin rabos!….iUna vieja con los ojos encarnados!… El loco tiene siempre hambre!….
iLa furia de tus dientes me desvela!
iEs duro como un hueso este rebojo!
iYo hace dos dias que no como, y toda el hambre dormida se despierta oyendote roer!….
iParezco un can!
?Es el mar o son tus dientes en el mendrugo?
iComo broa el mar!
iNo se si el mar, si tus dientes, hacen ese gran ruido que no me deja descansar y se agranda dentro de mi!
iEs la voz de la cueva!
El Caballero se tiende sobre las algas que sirven de camada a Fuso Negro. En la concavidad del escabon parece aletear un gran pajaro invisible que acordase su vuelo con la voz del viento y el tumbo de las olas. La cortina cenicienta de la lluvia ondula en el claro de luz que recorta la boca de la cueva. Algunas sombras llegan a cobijarse y se agrupan en el umbral, alentando afanosas de la carrera. Aquellas figuras que huyen del nublado se destacan por oscuro sobre el fondo del mar tendido de espuma. Son cuatro ninos descalzos, con los pelos crespos y una mujer de luto.
iTiempo de aguas!….iTiempo de tormentas!…. iTiempo maldito!….iMiseria para los pobres!….iLutos y hambres!….iCubrese el sol!….iSentarvos en la tierra a descansar, mis hijos!…iAun hemos de ir mucho por este arenal!…iVos doleran los pies si no descansais!… iRepartirvos ese pan!….iTiempo de tormentas!….iTiempo de dolor!…
Si tuviesemos un amparo de lena encenderiamos una hoguera.
No se distingue en esta oscuridad … ?Eres tu, Fuso Negro? Si bajaste por este arenal de lobos, acaso sabras en que playa echaron las olas el cuerpo de un ahogado. A la media noche llegaron a decirmelo. Batieron en la ventana. No conoci quien era.
?Inda la mar no quiso darte el cuerpo de Venturoso?
Dijo la voz que en la playa de Campelos….Alla voy por ver si le reconozco. Las cuatro criaturas despertaronse llorando al oir petar en la ventana…. iCreian que era el anima de su padre! Esta manana, rayando el dia, fui a la casa grande por tener un socorro para este camino tan largo. iEcharonme los canes!….iMalditos sean todos los ricos!
Largo camino haces para las criaturas. Si les atares una cuerda, podias descansadamente llevarlas por la mar y tu ir por la tierra.
…iY tenian dicho que darian socorro a las viudas y a los huerfanos! iEl mayorazgo huyose para no cumplirnos la manda! iCinco lobos dejo alrededor de su silla vacia! iAy, Montenegro, negro de corazon! iPor tu imperio se hicieron aquellos pobres a la mar, en una noche tan fiera! iCuando seais mozos, reclamarle cuentas, mis hijos, que el os dejo sin padre! iMal can le arranque el corazon y lo lleve por este arenal! iMal cuervo le coma los ojos! iMalas ortigas le broten en el pecho! iMal avispero le nazca en la lengua!
iCalla, mujer, que tus maldiciones ya se cumplen!
El Caballero se incorpora en el lecho de algas, y la viuda y los cuatro ninos tiemblan al reconocerle. En la oscuridad de la cueva apenas se distingue la sombra del viejo linajudo, y su voz tiene una resonancia oscura de caos y tinieblas como si saliese de la oquedad del roquedo.
iTanta es la dolor de mi alma, que hablo sin sentido!… iPor estas cuatro criaturas, no me haga mal, senor Vinculero!
iFuiste a mi casa y encontraste cerrada la puerta!
iMe echaron los canes!….iPedia un bien de caridad para abrir una cueva!….
iCinco cirios, cinco rabos, cinco demonios coronados!
iYo cavare la cueva para tu marido! Si faltase azada, la cavare con mis manos….Para la mortaja ire a pedir una limosna en la casa que fue mia, y si hallo la puerta cerrada la derribare para que entres tu con tus hijos….
iY el loco tambien!
iHare respetar mi voluntad! Los muertos seran sepultos y amparados los vivos. Se cumpliran todas las mandas que ordene. Venid conmigo, y en el umbral de mi Casa me vereis pedir una limosna para vosotros. Despues, cumplanse tus maldiciones, y lleven los perros por este arenal mi corazon desesperado.
El Caballero sale de la cueva. La lluvia moja su cabeza blanca y su barba patriarcal que aborrasca el viento, llevandola de uno al otro hombro. La viuda, el loco y los ninos le siguen como sombras de su delirio. Van los ninos atenazados a la falda de la madre, y llorando de miedo. Todos parecen perdidos en la vastedad del paramo.
iDesfallezco de hambre!….iNo veo!…iApenas puedo andar!… Esos ninos que me den un poco de su pan.
iYa nada les queda, senor!
iDios haga que no caiga muerto en medio del camino! iVamos!
[Ilustracion]
La hueste de mendigos descansa al sol ante el portal de la casona y se tiende por la orilla del camino aldeano. Sobre la veleta del horreo, el gallo clarinea, en el sol, dorado y soberbio.
iDe toda la vida lo recuerdo! Al son de las doce repartiase el pan y las berzas a los pobres que acudiamos a este portal. Era una caridad de fundacion. Venia desde los difuntos senores que levantaron la casona.
iY esta puerta, que siempre estuvo franca para los desvalidos, cierrase agora!
iNo heredaron los hijos la honrada ley de los padres!
Catailos los amos. Murio la madre, y el padre fuese por el mundo, dejandolo todo. En la ribera del mar lo topamos que iba con la cabeza descubierta a la lluvia.
iClamaba por la muerte!
Todo lo dejo para ser pobre como nosotros y tener su silla de oro en el
Cielo.
Los herederos la tendran de espinas en el Infierno.
Cierran su puerta a los pobres, que son hijos de Dios Nuestro Senor.
El Divino Jesus tambien anduvo pidiendo por los caminos del mundo con unas alforjinas a cuestas que le bordara la Virgen Madre.
?Y adonde se habra retirado el noble Caballero?
iY quien lo sabe!
Para hacer penitencia iriase al monte, donde tiene un gran pazo.
Alli guarda cinco mozas, y no iria si esta talmente arrepentido.
iEscuchad la voz de los hijos en la casona!
iVanse a matar!
iPelean haciendo las participaciones!
iEn la gran Jerusalen, hace cientos de anos, oyeronse estas mismas voces, que las daban los judios, repartiendose la tunica de Nuestro Senor Jesucristo!
iTalmente son judios!
iComo tales judios obran, cerrando su puerta a los pobres y echandolos al camino! iLas migajas de su mesa se las dan a los canes!
iLa suerte de un pobre es mas triste que la de un can!
iPorque un pobre sabe resignarse, y un can rabia!
Se abre un postigo en el gran porton de la casona, y uno a uno van saliendo los criados:—La Roja, Don Galan, La Recogida.—Tras ellos, el postigo vuelve a cerrarse.
iBien mala cosa es la vejez!
iUn hueso que nadie lo quiere roer, si no es la muerte!
?Adonde iremos, senora Micaela?
Tu eres moza, y en cualquier banda hallaras acomodo…. iPero yo, triste de mi, con tantos anos a cuestas, que voy a cumplir el ciento!… ?Adonde ire, despedida de esta casa, donde gane el pan toda mi vida?… iBien se me alcanza que no podia ya ganarlo!… iY una boca, aun cuando no tenga dientes, es una carga muy grande!… iY lo mucho es poco, cuando se reparte! iY si los reinos se deshacen, que no sera las casas!… iEsta casa fue muy grande, mas agora repartida no sera nada!… iPor eso, si culpo, es a la muerte que tanto me tarda!
Solamente tuvo suerte la senora Andreina.
Porque tiene tres cabras que se acochan con los lobos.
Morire en un camino, al pie de un bardal.
iJuntas nos atrapo la tormenta, senora Micaela!
Iremonos los tres por luengas tierras pidiendo una limosna. A mi llevareisme en un carreton.
iPudiera yo como tu trabajar!
Pero no tengo voluntad.
iSe me parte el corazon al separarme de estas piedras!… iPierdo a mis amos, pierdolos para siempre, yo que los vi nacer!….
iNosotros somos ovejas y ellos son lobos que nos ensenan los dientes!
iSon leones y de mucha nobleza!
Don Juan Manuel llega por aquel camino aldeano, de verdes orillas. El loco, la viuda y los huerfanos le acompanan. El Caballero camina entre ellos como un viejo patriarca entre su prole: Dolor, Miseria y Locura.
iCatay, el amo que torna!
iVuelve a su silla el rey de Castilla!
iVuelven los desvalidos a tener padre!
iCon cuanta dolor camina!
iNos topabamos como ovejas sin pastor, y cuidad que llega!
iNo es el pastor, sino el mastin! iVeredes que dientes le muestra a los lobos!
El Caballero, con el andar desfallecido, llega a la puerta y pulsa. Apoyado en la jamba, espera. Los mendigos y los criados se agrupan detras, todos en un gran silencio. El Caballero vuelve a pulsar en la puerta, y acompana con grandes voces los golpes de su puno cerrado.
iAbrid, hijos de Satanas! iAbrid estas puertas que cierra vuestra codicia! iAbridlas de par en par, como teneis abiertas las del Infierno! iAbridlas para que entren los que nunca tuvieron casa! iSoy yo quien despues de haberoslo dado todo, llego a pediros una limosna para ellos! iSoy yo, quien pobre y miserable, golpea esta puerta cerrada! iHijos de Satanas, no hagais que mi colera la derribe y entre por ella, como quien es, Don Juan Manuel Montenegro! iAbrid, hijos de Satanas!
Resuenan en el ancho zaguan los golpes del Caballero. Ante la puerta hostil y cerrada se levanta, como un oleaje, el vocerio de la hueste mendicante y los viejos criados despedidos de la casona.
iAbran a su padre! iAbran a su padre!
iDerribad la puerta! iMis verdaderos hijos sois vosotros!
iTengan caridad para su padre! iCaridad y respeto! iCaridad y respeto!
iEso lo da solo el amor!
Por las mejillas del viejo linajudo ruedan dos lagrimas que se pierden en la nieve de su barba. Los mendigos y los criados se arrojan sobre la puerta.
iTengan ley de Dios!
iDadme un hacha!
iTengan ley de Dios!
iPoned fuego a la casa por sus cuatro esquinas! iPerezcan entre llamas los hijos del Infierno!
iNo hay ley de Dios! iNo hay ley de Dios!
De pronto cesa el clamor. Espantados de sus voces, mendigos y criados oyen en un gran silencio descorrer los cerrojos de la puerta: Se abre rechinando, y sobre el umbral, como una sombra de malas artes, aparece Andreina. Al mismo tiempo, asoman con barbara violencia los cuatro segundones en aquel balcon de piedra que remata con el escudo de armas: iAguilas y Lobos! Todos hablan en un son.
iYa teneis franca la puerta!
iEntrad, si os atreveis!
iEl que cruce esos umbrales no vuelve a salir!
iAtreveos, miserables!
iYa no gritais, mal nacidos!
iEntrad conmigo todos! iMis verdaderos hijos sois vosotros! iAyudadme para que pueda saciar vuestra hambre de pan y vuestra sed de justicia! iAyudadme como hijos! iAyudadme como animales hambrientos, como arcangeles o como demonios! iRabiad, ovejas!
Todos permanecen ante la puerta cobardes, mudos y quietos. El Caballero entra solo, y sus voces bajo la boveda del zaguan, se alejan y se pierden. Los cuatro mancebos se retiran del balcon, unanimes en el impulso violento y fiero. Andreina empuja la puerta para cerrarla, y en aquel momento adelantase la Figura gigante del pobre lazarado, derriba por tierra a la bruja y penetra en el zaguan clamando, y todos le siguen repitiendo sus voces.
iEs nuestro padre! iEs nuestro padre!
iEs nuestro padre!
[Ilustracion]
La cocina de la casona. En el hogar arde una gran fogata y las lenguas de la llama ponen reflejos de sangre en los rostros. Los cuatro segundones aparecen sobre el fondo oscuro de una puerta, cuando la cocina es invadida por la hueste clamorosa que sigue al Caballero.
iSoy un muerto que deja la sepultura para maldeciros!
iPadre, tengamos paz!
iFuera de aqui toda esa gente!
iSon mis verdaderos hijos! iPara ellos os pedi una limosna y halle cerrada la puerta!
iYa la tiene franca!
iLlego para hacer una gran justicia, porque vosotros no sois mis hijos!… iSois hijos de Satanas!
Entonces somos bien hijos de Don Juan Manuel Montenegro.
iAy, yo he sido un gran pecador, y mi vida una noche negra de rayos y de truenos!… iPor eso a mi vejez me veo tan castigado!… iDios, para humillar mi soberbia, quiso que en aquel vientre de mujer santa engendrase monstruos Satanas!… iSiento que mis horas estan contadas; pero aun tendre tiempo para hacer una gran justicia. Vuelvo aqui para despojaros, como a ladrones, de los bienes que disfrutais por mi! iDios me alarga la vida para que pueda arrancarlos de vuestras manos infames y repartirlos entre mis verdaderos hijos! iSalid de esta casa, hijos de Satanas!
A las palabras del viejo linajudo, los cuatro segundones responden con una carcajada, y la hueste que le sigue calla suspensa y religiosa. El Caballero adelanta algunos pasos, y los cuatro mancebos le rodean con barbaro y cruel vocerio, y le cubren de lodo con sus mofas.
iHay que dormirla, Senor Don Juan Manuel!
?Donde la hemos cogido, padre?
iBuen sermon para Cuaresma!
iNo mezclemos en estas burlas las cosas sagradas!
?Donde hay una cama?
Vosotros, los verdaderos hijos, salid, si no quereis que os eche los perros. iPronto! iFuera de aqui! iA pedir por los caminos! iA robar en las cercas! iA espiojarse al sol!
El segundon atropella por los mendigos y los estruja contra la puerta con un impulso violento y fiero, que acompanan voces de gigante. La hueste se arrecauda con una queja humilde: Pegada a los quicios inicia la retirada, se dispersa con un murmullo de cobardes oraciones. El Caballero interpone su figura resplandeciente de nobleza: Los ojos llenos de furias y demencias, y en el rostro la altivez de un rey y la palidez de un Cristo. Su mano abofetea la faz del segundon. Las llamas del hogar ponen su reflejo sangriento, y el segundon, con un aullido, hunde la maza de su puno sobre la frente del viejo vinculero, que cae con el rostro contra la tierra. La hueste de siervos se yergue con un gemido y con el se abate, mientras los ojos se hacen mas sombrios en el grupo palido de los mancebos. Y de pronto se ve crecer la sombra del leproso, poner sus manos sobre la garganta del segundon, luchar abrazados, y los albos dientes de lobo y la boca llagada, morderse, y escupirse. Abrazados caen entre las llamas del hogar. Transfigurado, envuelto en ellas, hermoso como un haz de fuego, se levanta el Pobre de San Lazaro.
iEra nuestro padre!
iEra nuestro padre! iEra nuestro padre!….
iMalditos estamos! iY metidos en un pleito para veinte anos!
[Ilustracion]