The Project Gutenberg eBook of Viage al Parnaso

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Title: Viage al Parnaso

Author: Miguel de Cervantes Saavedra

Release date: June 22, 2005 [eBook #16110]
Most recently updated: December 11, 2020

Language: Spanish

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nationale de France (BnF/Gallica)

*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK VIAGE AL PARNASO ***




VIAGE AL PARNASO,


COMPUESTO

POR MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.

DIRIGIDO

A D. RODRIGO DE TAPIA, CABALLERO DEL HABITO DE SANTIAGO, &C.


PUBLICANSE AHORA DE NUEVO

UNA TRAGEDIA Y UNA COMEDIA INEDITAS DEL MISMO CERVANTES: AQUELLA INTITULADA LA NUMANCIA: ESTA EL TRATO DE ARGEL.


EN MADRID

POR DON ANTONIO DE SANCHA.
  AÑO DE M. DCC. LXXXIV.

Se hallará en su Librería en la Aduana Vieja.
Con las Licencias necesarias.


INDEX







A DON RODRIGO DE TAPIA,
CABALLERO DEL HABITO DE SANTIAGO,
HIJO DEL SEÑOR DON PEDRO DE TAPIA,
OIDOR DEL CONSEJO REAL, Y CONSULTOR
DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICION SUPREMA.

Dirijo á Vm. este Viage que hice al Parnaso, que no desdice á su edad florida, ni á sus loables y estudiosos exercicios. Si Vm. le hace el acogimiento que yo espero de su condicion ilustre, él quedará famoso en el mundo, y mis deseos premiados. Nuestro Señor, &c.

Miguel de Cervantes Savedra.



AL LECTOR.

Si por ventura, Lector curioso, eres poeta, y llegare á tus manos (aunque pecadoras) este Viage, si te hallares en él escrito, y notado entre los buenos poetas, da gracias á Apolo por la merced que te hizo; y si no te hallares, tambien se las puedes dar. Y Dios te guarde.



D. AUGUSTINI DE CASANATE ROJAS

EPIGRAMA

Excute cæruleum, proles Saturnia, tergum,
  Verbera quadrigæ sentiat alma Tetys.
Agmen Apollineum, nova sacri injuria ponti;
  Carmineis ratibus per freta tendit iter.
Proteus æquoreas pecudes, modulamina Triton
  Monstra cavos latices obstupefacta sinunt.
At caveas tantæ torquent quæ mollis habenas,
  Carmina si excipias nulla tridentis opes.
Hesperiis Michaël claros conduxit ab oris
  In pelagus vates. Delphica castra petit.
Imó age, pone metus, mediis subsiste carinis,
  Parnassi in littus vela secunda gere.


ADVERTENCIA DEL EDITOR.

Esta Advertencia que pudiera parecer escusada, respecto del Viage al Parnaso de Miguel de Cervantes, por ser mera reimpresion de un libro tan conocido, la exige la publicacion de las dos piezas igualmente poeticas, que ahora se dan á luz la primera vez. Una es tragica: y otra comica. Una se intitula La Numancia: la otra El Trato de Argel. De entrambas hace mencion, baxo estos mismos titulos en el Dialogo con el poeta Pancracio, en el Discurso del Canonigo de Toledo con el Cura Pero Perez, que se introduce en D. Quixote, y al fin de la comedia de los Baños de Argel, impresa el año de 1613. Estas dos son del número de aquellas veinte ò treinta comedias que escribió por los años de 1582. recien redimido del cautiverio de Argel, y de las quales dice que todas se representaron en los teatros de Madrid con gusto general del pueblo. Pero sin embargo de estos elogios, en ambas se observan ciertas irregularidades que las mancomunan con muchas de las que despues reprehendió tan justamente el mismo Cervantes. Porque el Trato de Argel no tanto merece el nombre de comedia, como el de una simple relacion lastimosa y tragica por lo comun, de los trabajos que padecian los cautivos cristianos en poder de los infieles, en cuya pintura entran tambien las reprobadas costumbres de unos y de otros, cuyos sucesos son tanto mas creibles en la pluma del autor, quanto que por él pasaron muchos de ellos; y asi se introduce en ella à sí mismo, como historiador verdadero. Por esto refiere con tanta puntualidad las varias calamidades de los cautivos: la venta de ellos en el zoco ò plaza de Argel: el peligro y facilidad con que renegaban los muchachos: los intentos y aventurados arbitrios que discurrian los cautivos para huir: los inclementes castigos con que por esto los atormentaban los moros: el martirio que padeció en Argel Frey Miguel de Aranda, caballero Valenciano, de la Orden de Montesa, en venganza de haber quemado vivo la Inquisicion de Valencia à un morisco, que pasandose à Berberia, profesó abiertamente el mahometismo, y dandose despues al corso, cayó en manos de aquel Tribunal: cuyo suceso refiere largamente el Padre Ahedo en su Historia de Argel. Tampoco omite las deshonestas aficiones con que las moras se inclinaban à los cautivos, y los moros à las cautivas, valiendose de hechicerias y encantos, con el vano intento de atraer y fixar las voluntades humanas: cosa freqüente entre ellos, como dice el mismo Ahedo: cuyos amores se complicaban con otros que los mismos cautivos se tenian. Asi Cervantes cuenta los de Aurelio y Silvia, cautivos enamorados, y presos por Mami Arnaut en la galera nueva de Malta llamada San Pablo, de cuya pérdida hace mencion el citado Ahedo, atribuyendo esta y otras desgracias à que las galeras de España eran muy pesadas, cuyo peso se aumentaba con el demasiado carguío de mercancias, sin ayudarle en un apuro nuestra gente, por tener à caso de menos valer echar mano al remo: todo lo qual sucedia al contrario en los moros, que usaban de embarcaciones mas veleras. Compraron estos esclavos Izuf y Zara, dos moros principales. Enamorase Zara de su cautivo Aurelio, y para inclinarle se vale de la hechicera Fátima, y no contenta con esto, hace tercera de su amor à Silvia. Izuf por su parte se aficiona à Silvia, y para rendirla se vale de los oficios de Aurelio. Aunque en esta comedia no se advierte una accion principal à que estén subordinados los demas incidentes, si algun episodio puede ocupar el lugar de ella, es esta complicacion de afectos de amos y de esclavos: cuyo desenlace consiste en conceder el Rey Azan à Aurelio y Silvia, libertad para que vuelvan à España à solicitar dos mil ducados en que se rescataron, fiando de su palabra y buena fe el cumplimiento de esta condicion. Y el fin de toda la comedia es avistarse en el puerto de Argel el navio que traia la limosna de la Redencion, en que venia el Padre Fray Juan Gil, cuyo suceso fue tambien verdadero, pues este Religioso fue el que rescató à Cervantes. Tampoco se observan las unidades de tiempo ni de lugar. Pedro Alvarez y otro con-cautivo caminan noches y dias, huidos de sus amos; y perdiendo el camino Alvarez, se aparece un leon que se le enseña: cuyo extraordinario suceso atribuye à la intercesion de nuestra Señora de Montserrate. Introduce tambien figuras morales. La Necesidad y la Ocasion acosan à Aurelio para que condescienda con las importunas instancias de Zara. Asi tambien en la Numancia introduce à la España en forma de doncella, coronada de torres, informando del sitio que la tenia puesto Scipion; y considerando que solo por la parte por donde bañaba el rio la ciudad cercada, podia recibir socorro, le hace una dolorosa súplica para que se le preste: y en efecto, sale al teatro el Duero con tres muchachos que representan à tres riachuelos que desaguan en él, y despues de una larga arenga en que profetiza que los Godos en adelante, Atila, y el Duque de Alba D. Fernando Alvarez de Toledo harian guerra á Roma, la desaucia de todo remedio, y se sumerge en sus propias aguas. Facil hubiera sido y mas natural poner estos discursos en boca de las personas. Pero esta invencion fue tan del gusto de Cervantes, que se precia de haber sido el primero que introduxo en el teatro las figuras morales con general aplauso: si bien muchos años antes las vemos introducidas en la comedia de la Duquesa de la Rosa impresa por Juan de Timoneda el año de 1560. por Alonso de Vega, poeta y representante, como lo fue por aquellos tiempos Lope de Rueda.

Por los años de 1598. compuso Lope de Vega una comedia intitulada: Los Cautivos de Argel, cuyo argumento es el mismo que el del Trato de Argel: y con efecto introduce en ella un cautivo llamado Saavedra, en cuya introduccion tubo sin duda presente à Cervantes. A lo menos supone sucedidos en el tiempo de su cautiverio los casos que refiere, que casi son identicos con los que se leen en el Trato de Argel: como son el martirio del Caballero de Montesa, las costumbres del Rey Azan, la complicacion de los amores de amos y cautivos, que es lo que se puede llamar la accion de la comedia. El desenlace es tambien casi identico, y se reduce à que Azan concede libertad à los dos amantes cautivos, que en Lope se llaman Leonardo y Marcela, con la misma condicion, que vueltos à España adquieran el precio de su rescate, y se lo remitan à Soliman su amo. Entre otras impropiedades, tampoco guarda Lope la unidad de tiempo; porque suponiendo como se ha dicho, los casos de su comedia sucedidos por los años de 1580. finge que desde Argel se veian los fuegos del castillo de Denia, donde con varios regocijos celebró D. Francisco de Sandoval y Roxas, Duque despues de Lerma, el casamiento de Felipe III. con la Reyna Doña Margarita, contraido el mencionado año de 1598. Esta conformidad de casos, de escenas, y aun de expresiones con el Trato de Argel, que se hallan en los Cautivos de Lope, prueba que éste tubo presente alguna copia de aquella comedia, que disfrutó plenamente; aunque siempre se echa de ver aquella facilidad, viveza y discrecion de Lope de Vega.

Pero volvamos à Cervantes. El qual pensando muchos años despues que compuso el Trato de Argel, que todavia parecian bien sus versos, compuso otras ocho comedias; y viendo que ni los farsantes se las pedian, ni otros las apreciaban, se las vendió al librero Juan de Villarroel, que las imprimió el año de 1615. Hallase entre ellas una intitulada: Los Baños de Argel, que casi es idéntica, con la del Trato de Argel. Conserva en ella principalmente la complicacion de amores de amos y cautivos, aunque varía los nombres; porque estas aficiones ilicitas y contrapuestas de amos y esclavos hicieron tal impresion en Cervantes, que no solo las conserva en esta comedia renovada, sino que las repite en la Novela del Amante Liberal. Introduce de nuevo el amor de una hija de Agi Morato, moro rico de Argel, llamada Zara, que enamorada de D. Lope, uno de los cautivos del Baño, se comunicaba con él por medio de billetes que colgaba de una caña, con cuyo artificio le proveyó tambien de dineros. El desenlace ò desenredo es igualmente la libertad de los cautivos solicitada por el mismo D. Lope, que viniendo rescatado à España, vuelve à Argel con una barca, donde trae à todos los compañeros que caben en ella, y à Zara especialmente, con quien recibido el bautismo, se casa: suceso que no solo dice Cervantes fue verdadero, sino que le renovó en D. Quixote. Si en el Trato de Argel se notan impropiedades, no menos se observan en los Baños de Argel. Una de las mas extraordinarias de ésta es fingir que los moros vieron una armada de mas de trescientas galeras, representada en las nubes heridas por los rayos del sol, y oyeron los tiros, y vieron los fuegos: y pensando los Genizaros que la enviaba Felipe II. para conquistar aquella republica de piratas, se enfurecieron de tal modo, que para tener menos enemigos, hirieron à mas de veinte cautivos, y quitaron la vida à mas de treinta. Un erudito Anonimo reimprimió el año de 1749. estas ocho comedias, acompañandolas con un dilatado prologo en que intenta probar que las compuso su autor con el fin de ridiculizar las de su tiempo, que tanto solian pecar contra las reglas del arte; asi como escribió la Novela de D. Quixote con el de ridiculizar los libros de caballerias. Ultimamente el célebre Abate D. Xavier Lampillas pretende disculpar à Cervantes por un nuevo y singular camino. Dice que estas ocho comedias no son suyas; sino que la malicia de los impresores publicó con su nombre y prologo aquellas extravagantes comedias, correspondientes al pervertido gusto del vulgo, suprimiendo las que verdaderamente eran de él, ò transformandolas en un todo. Pero como los defectos de la del Trato de Argel, que Cervantes reconoce por suya, y de la qual dice se recitó con general aplauso, certifican de las irregularidades de las que despues él mismo dió à la estampa, se infiere que Cervantes no compuso sus comedias con el fin que le supone el mencionado Anonimo, que quiere hallar en ellas mas ingenio y artificio que el que tienen; y que por consiguiente no es admisible el arbitrio que escogitó el Abate Lampillas, aunque nacido de buen zelo por conservar la fama del autor de D. Quixote. Lo primero, porque él mismo se declara autor de ellas en la dedicatoria al Conde de Lemos, y en el prologo: y el estilo y discurso de ambas composiciones no permite sospechar que sean de otra pluma: lo segundo, porque no es creible que ninguno tubiese el atrevimiento de prohijar al verdadero autor à vista suya, unas obras agenas en lugar de las suyas propias; y quando asi hubiese sucedido, parece imposible que no se hubiese vindicado de semejante supercheria, habiendo sobrevivido à la publicacion mas de un año. Antes se infiere y se comprueba con estas comedias la doctrina del Doctor Juan Huarte alegada por el ingenioso P. Vicente de los Rios en la Vida de Miguel de Cervantes Saavedra: que para la aplicacion de los ingenios se debe examinar, no solo la ciencia que se adequa mas à cada uno, sino tambien si se acomoda mejor à la teorica que à la practica de aquella ciencia: porque estas requieren por lo comun, diferente indole de ingenio. En Cervantes, prosigue Rios, se verificó plenamente esta observacion. Nunca acertó à componer comedias, y poseia perfectamente su teorica, como lo acreditan muchos lugares de sus obras, y especialmente el Coloquio entre el Cura y el Canonigo de Toledo, que inserta en la primera parte de D. Quixote. Por los defectos expuestos del Trato de Argel, se puede hacer algún juicio de la Numancia, aunque es algo mas regular.





Illustration


VIAGE AL PARNASO.


CAPITULO I.

Un quidam caporal Italiano,
De patria Perusino á lo que entiendo,
De ingenio Griego, y de valor Romano,

Llevado de un capricho reverendo,
Le vino en voluntad de ir á Parnaso,
Por huir de la corte el vario estruendo.

Solo y á pie partióse, y paso á paso
Llegó donde compró una mul antigua
De color parda, y tartamudo paso:

Nunca á medroso pareció estantigua
Mayor, ni menos buena para carga,
Grande en los huesos, y en la fuerza exigua:

Corta de vista, aunque de cola larga,
Escrecha en los hijares, y en el cuero
Mas dura que lo son los de una adarga.

Era de ingenio cabalmente entero,
Caia en qualquier cosa facilmente
Asi en Abril, como en el mes de Enero.

Enfin sobre ella el poeton valiente
Llegó al Parnaso, y fue del rubio Apolo
Agasajado con serena frente.

Contó, quando volvió el poeta solo
Y sin blanca á su patria, lo que en vuelo
Llevó la fama deste al otro polo.

Yo que siempre trabajo y me desvelo
Por parecer que tengo de poeta
La gracia, que no quiso darme el cielo:

Quisiera despachar á la estafeta
Mi alma, ó por los aires, y ponella
Sobre las cumbres del nombrado Oeta.

Pues descubriendo desde alli la bella
Corriente de Aganipe, en un saltico
Pudiera el labio remojar en ella:

Y quedar del licor süave y rico
El pancho lleno: y ser de alli adelante
Poeta ilustre, ó al menos manifico.

Mas mil inconvenientes al instante
Se me ofrecieron, y quedó el deseo
En cierne, desvalido, é ignorante.

Porque en la piedra que en mis hombros veo,
Que la fortuna me cargó pesada,
Mis mal logradas esperanzas leo.

Las muchas leguas de la gran jornada
Se me representaron que pudieran
Torcer la voluntad aficionada,

Si en aquel mismo instante no acudieran
Los humos de la fama á socorrerme,
Y corto y facil el camino hicieran.

Dixe entre mí: si yo viniese á verme
En la dificil cumbre deste monte,
Y una guirnalda de laurel ponerme;

No envidiaria el bien decir de Aponte,
Ni del muerto Galarza la agudeza,
En manos blando, en lengua Radamonte.

Mas como de un error siempre se empieza,
Creyendo á mi deseo, di al camino
Los pies, porque di al viento la cabeza.

Enfin sobre las ancas del destino,
Llevando á la eleccion puesta en la silla
Hacer el gran viage determino.

Si esta cavalgadura maravilla,
Sepa el que no lo sabe, que se usa
Por todo el mundo, no solo en Casulla.

Ninguno tiene, ó puede dar escusa
De no oprimir desta gran bestia el lomo,
Ni mortal caminante lo rehusa.

Suele, tal vez ser tan ligera, como
Va por el aire el aguila, ó saeta,
Y tal vez anda con los pies de plomo.

Pero para la carga de un poeta,
Siempre ligera, qualquier bestia puede
Llevarla, pues carece de maleta.

Que es caso ya infalible, que aunque herede
Riquezas un poeta, en poder suyo
No aumentarlas, perderlas le sucede.

Desta verdad ser la ocasion arguyo,
Que tu, ó gran padre Apolo, les infundes
En sus intentos el intento tuyo.

Y como no le mezclas ni confundes
En cosas de agibilibus rateras,
Ni en el mar de ganancia vil le hundes;

Ellos, ó traten burlas, ó sean veras,
Sin aspirar á la ganancia en cosa,
Sobre el convexo van de las esferas:

Pintando en la palestra rigurosa
Las acciones de Marte, ó entre las flores
Las de Venus mas blanda y amorosa.

Llorando guerras, ó cantando amores
La vida como en sueño se les pasa,
O como suele el tiempo á jugadores.

Son hechos los poetas de una masa
Dulce, süave, correosa y tierna,
Y amiga del hogar de agena casa.

El poeta mas cuerdo se gobierna
Por su antojo valdio y regalado,
De trazas lleno, y de ignorancia eterna.

Absorto en sus quimeras, y admirado
De sus mismas acciones, no procura
Llegar á rico, como á honroso estado.

Vayan pues los leyentes con letura,
Qual dice el vulgo mal limado y bronco,
Que yo soy un poeta desta hechura.

Cisne en las canas, y en la voz un ronco
Y negro cuervo, sin que el tiempo pueda
Desbastar de mi ingenio el duro tronco:

Y que en la cumbre de la varia rueda
Jamas me pude ver solo un momento,
Pues quando subir quiero, se está queda.

Pero por ver si un alto pensamiento
Se puede prometer feliz suceso,
Seguí el viage á paso tardo y lento.

Un candeal con ocho mis de queso
Fue en mis alforjas mi reposteria,
Util al que camina, y leve peso.

A dios dixe á la humilde choza mia,
A dios, Madrid, á dios tu, prado, y fuentes
Que manan nectar, llueven ambrosía.

A dios, conversaciones suficientes
A entretener un pecho cuidadoso,
Y á dos mil desvalidos pretendientes.

A dios, sitio agradable y mentiroso,
Do fueron dos gigantes abrasados
Con el rayo de Jupiter fogoso.

A dios teatros publicos, honrados
Por la ignorancia que ensalzada veo
En cien mil disparates recitados.

A dios de S. Felipe el gran paseo,
Donde si baxa, ó sube el Turco galgo,
Como en gaceta de Venecia leo.

A dios, hambre sotil de algun hidalgo,
Que por no verme ante tus puertas muerto,
Hoy de mi patria, y de mi mismo salgo.

Con esto poco á poco llegué al puerto,
A quien los de Cartago dieron nombre,
Cerrado á todos vientos y encubierto.

A cuyo claro y singular renombre
Se postran quantos puertos el mar baña,
Descubre el sol, y ha navegado el hombre.

Arrojose mi vista á la campaña
Rasa del mar, que truxo á mi memoria
Del heroyco D^n Juan la heroyca hazaña.

Donde con alta de soldados gloria,
Y con proprio valor y airado pecho
Tuve, aunque humilde, parte en la vitoria.

Alli con rabia y con mortal despecho
El Otomano orgullo vió su brio
Hollado y reducido á pobre estrecho.

Lleno pues de esperanzas, y vacio
De temor, busqué luego una fragata,
Que efetuase el alto intento mio.

Quando por la, aunque azul, liquida plata
Ví venir un bagel á vela y remo,
Que tomar tierra en el gran puerto trata.

Del mas gallardo, y mas vistoso estremo
De quantos las espaldas de Neptuno
Oprimieron jamas, ni mas supremo.

Qual este nunca vió bagel alguno
El mar, ni pudo verse en el armada,
Que destruyó la vengativa Juno.

No fué del Vellocino á la jornada
Argos tan bien compuesta y tan pomposa,
Ni de tantas riquezas adornada.

Quando entraba en el puerto la hermosa
Aurora por las puertas del oriente,
Salia en trenza blanda y amorosa.

Oyose un estampido de repente,
Haciendo salva la real galera,
Que despertó y alborotó la gente.

El son de los clarines la ribera
Llenaba de dulcisima harmonia,
Y el de la chusma alegre y placentera.

Entrabanse las horas por el dia,
A cuya luz con distincion mas clara
Se vió del gran bagel la bizarria.

Ancoras echa, y en el puerto pára,
Y arroja un ancho esquife al mar tranquilo
Con musica, con grita y algazara.

Usan los marineros de su estilo,
Cubren la popa con tapetes tales
Que es oro, y sirgo de su trama el hilo.

Tocan de la ribera los umbrales,
Sale del rico esquife un caballero
En hombros de otros quatro principales.

En cuyo trage y ademan severo
Vi de Mercurio al vivo la figura,
De los fingidos dioses mensagero.

En el gallardo talle y compostura,
En los alados pies, y el Caduceo,
Simbolo de prudencia y de cordura;

Digo, que al mismo paraninfo veo,
Que truxo mentirosas embaxadas
A la tierra del alto coliseo.

Vile, y apenas puso las aladas
Plantas en las arenas venturosas
Por verse de divinos pies tocadas:

Quando yo revolviendo cien mil cosas
En la imaginacion, llegué á postrarme
Ante las plantas por adorno hermosas.

Mandóme el dios parlero luego alzarme,
Y con medidos versos y sonantes,
Desta manera comenzó á hablarme:

O Adán de los poetas, ó Cervantes!
Qué alforjas y qué trage es este, amigo?
Que asi muestra discursos ignorantes.

Yo, respondiendo á su demanda, digo:
Señor, voy al Parnaso, y como pobre
Con este aliño mi jornada sigo.

Y él á mí dixo: ó sobrehumano, y sobre
Espiritu Cilenio levantado!
Toda abundancia, y todo honor te sobre.

Que enfin has respondido á ser soldado
Antiguo y valeroso, qual lo muestra
La mano de que estás estropeado.

Bien sé que en la Naval dura palestra
Perdiste el movimiento de la mano
Izquierda, para gloria de la diestra.

Y sé que aquel instinto sobrehumano
Que de raro inventor tu pecho encierra,
No te le ha dado el padre Apolo en vano.

Tus obras los rincones de la tierra,
Llevandolas en grupa Rocinante,
Descubren, y á la envidia mueven guerra.

Pasa, raro inventor, pasa adelante
Con tu sotil disinio, y presta ayuda
A Apolo; que la tuya es importante:

Antes que el escuadron vulgar acuda
De mas de veintemil sietemesinos
Poetas, que de serlo están en duda.

Llenas van ya las sendas y caminos
Desta canalla inutil contra el monte,
Que aun de estar á su sombra no son dinos.

Armate de tus versos luego, y ponte
A punto de seguir este viage
Conmigo, y á la gran obra disponte.

Conmigo segurisimo pasage
Tendrás, sin que te empaches, ni procures
Lo que suelen llamar matalotage.

Y porque esta verdad que digo, apures,
Entra conmigo en mi galera, y mira
Cosas con que te asombres y asegures.

Yo, aunque pense que todo era mentira,
Entré con él en la galera hermosa,
Y vi lo que pensar en ello admira.

De la quilla á la gavia, ó estraña cosa!
Toda de versos era fabricada,
Sin que se entremetiese alguna prosa.

Las ballesteras eran de ensalada
De glosas, todas hechas á la boda
De la que se llamó Malmaridada.

Era la chusma de romances toda,
Gente atrevida, empero necesaria,
Pues á todas acciones se acomoda.

La popa de materia extraordinaria,
Bastarda, y de legitimos sonetos,
De labor peregrina en todo, y varia.

Eran dos valentisimos tercetos
Los espaldares de la izquierda y diestra,
Para dar boga larga muy perfetos.

Hecha ser la crugia se me muestra
De una luenga y tristisima elegia,
Que no en cantar, sino en llorar es diestra.

Por esta entiendo yo que se diria
Lo que suele decirse á un desdichado,
Quando lo pasa mal, pasó crugia.

El arbol hasta el cielo levantado
De una dura cancion prolija estaba
De canto de seis dedos embreado.

El, y la entena que por él cruzaba
De duros estrambotes, la madera
De que eran hechos claro se mostraba.

La racamenta, que es siempre parlera,
Toda la componian redondillas,
Con que ella se mostraba mas ligera.

Las jarcias parecian seguidillas
De disparates mil y mas compuestas,
Que suelen en el alma hacer cosquillas.

Las rumbadas, fortisimas y honestas
Estancias, eran tablas poderosas,
Que llevan un poema y otro á cuestas.

Era cosa de ver las bulliciosas
Vanderillas que al aire tremolaban,
De varias rimas algo licenciosas.

Los grumetes, que aqui y alli cruzaban,
De encadenados versos parecian,
Puesto que como libres trabajaban.

Todas las obras muertas componian
O versos sueltos, ó sextinas graves,
Que la galera mas gallarda hacian.

Enfin con modos blandos y süaves,
Viendo Mercurio que yo visto havia
El bagel, que es razon, letor, que alabes,

Junto á sí me sentó, y su voz envia
A mis oidos en razones claras,
Y llenas de suavisima harmonia,

Diciendo: entre las cosas que son raras
Y nuevas en el mundo y peregrinas,
Verás, si en ello adviertes y reparas.

Que es una este bagel de las mas dinas
De admiracion, que llegue á ser espanto
A naciones remotas y vecinas.

No le formaron maquinas de encanto,
Sino el ingenio del divino Apolo,
Que puede, quiere, y llega, y sube á tanto.

Formóle, ó nuevo caso! para solo
Que yo llevase en él quantos poetas
Hay desde el claro Tajo hasta Pactolo.

De Malta el gran Maestre, á quien secretas
Espias dan aviso que en oriente
Se aperciben las barbaras saetas;

Teme, y envia á convocar la gente
Que sella con la blanca cruz el pecho,
Porque en su fuerza su valor se aumente.

A cuya imitacion Apolo ha hecho
Que los famosos vates al Parnaso
Acudan, que está puesto en duro estrecho.

Yo, condolido del doliente caso,
En el ligero casco, ya instruido
De lo que he de hacer, aguijo el paso.

De Italia las riberas he barrido,
He visto las de Francia y no tocado,
Por venir solo á España dirigido.

Aqui con dulce y con felice agrado
Hará fin mi camino á lo que creo,
Y seré facilmente despachado.

Tu, aunque en tus canas tu pereza veo,
Serás el paraninfo de mi asunto,
Y el solicitador de mi deseo.

Parte, y no te detengas solo un punto,
Y á los que en esta lista van escritos
Diras de Apolo quanto aqui yo apunto.

Sacó un papel, y en él casi infinitos
Nombres vi de poetas, en que havia
Yangueses, Vizcainos, y Coritos.

Alli famosos vi de Andalucia,
Y entre los Castellanos vi unos hombres,
En quien vive de asiento la poesia.

Dixo Mercurio: quiero que me nombres
Desta turba gentil, pues tu lo sabes,
La alteza de su ingenio con los nombres.

Yo respondi: de los que son mas graves
Diré lo que supiere, por moverte
A que ante Apolo su valor alabes.
El escuchó. Yo dixe desta suerte.


VIAGE AL PARNASO.


CAPITULO II.

Colgado estaba de mi antigua boca
El dios hablante; pero entonces mudo,
Que al que escucha, el guardar silencio toca.

Quando dí de improviso un estornudo,
Y haciendo cruces por el mal aguero,
Del gran Mercurio al mandamiento acudo,

Miré la lista, y ví que era el primero
El Licenciado JUAN DE OCHOA, amigo
Por poeta y christiano verdadero.

Deste varon en su alabanza digo
Que puede acelerar y dar la muerte
Con su claro discurso al enemigo.

Y que si no se aparta y se divierte
Su ingenio en la Gramatica Española,
Será de Apolo sin igual la suerte;

Pues de su poesia al mundo sola
Puede esperar poner el pie en la cumbre,
De la inconstante rueda, ó varia bola.

Este que de los comicos es lumbre,
Que el Licenciado POYO es su apellido,
No hay nube que á su sol claro deslumbre.

Pero como está siempre entretenido
En trazas, en quimeras, é invenciones,
No ha de acudir á este marcial ruido.

Este que en lista por tercero pones:
Que HIPOLITO se llama DE VERGARA,
Si llevarle al Parnaso te dispones,

Haz cuenta que en él llevas una jara,
Una saeta, un arcabuz, un rayo,
Que contra la ignorancia se dispara.

Este, que tiene como mes de Mayo
Florido ingenio, y que comienza ahora
A hacer de sus comedias nuevo ensayo,

GODINEZ es. Y estotro que enamora
Las almas con sus versos regalados,
Quando de amor ternezas canta ó llora,

Es uno, que valdrá por mil soldados,
Quando á la estraña y nunca vista empresa
Fueren los escogidos y llamados:

Digo que es DON FRANCISCO, el que profesa
Las armas y las letras con tal nombre,
Que por su igual Apolo le confiesa.

Es DE CALATAYUD su sobrenombre.
Con esto queda dicho todo quanto
Puedo decir con que á la invidia asombre.

Este que sigue es un poeta santo,
Digo famoso: MIGUEL CID se llama,
Que al coro de las musas pone espanto.

Estotro que sus versos encarama
Sobre los mismos hombros de Calisto,
Tan celebrado siempre de la fama,

Es aquel agradable, aquel bien quisto,
Aquel agudo, aquel sonoro y grave
Sobre quantos poetas Febo ha visto:

Aquel que tiene de escribir la llave
Con gracia y agudeza en tanto estremo,
Que su igual en el orbe no se sabe:

Es DON LUIS DE GONGORA, aquien temo
Agraviar en mis cortas alabanzas,
Aunque las suba al grado mas supremo.

O tu, divino espiritu, que alcanzas
Ya el premio merecido á tus deseos,
Y á tus bien colocadas esperanzas:

Ya en nuevos y justisimos empleos,
DIVINO HERRERA, tu caudal se aplica,
Aspirando del cielo á los trofeos.

Ya de tu hermosa Luz clara y rica
El bello resplandor miras seguro
En la que alma tuya beatifica:

Y arrimada tu yedra al fuerte muro
De la inmortalidad, no estimas quanto
Mora en las sombras deste mundo escuro.

Y tú DON JUAN DE JAUREGUI, que á tanto
El sabio curso de tu pluma aspira,
Que sobre las esferas le levanto:

Aunque Lucano por tu voz respira,
Dexale un rato, y con piadosos ojos
A la necesidad de Apolo mira:

Que te están esperando mil despojos
De otros mil atrevidos, que procuran
Fertiles campos ser, siendo rastrojos.

Y tú, por quien las musas aseguran
Su partido, DON FELIX ARIAS, siente,
Que por su gentileza te conjuran:

Y ruegan que defiendas desta gente
Non sancta su hermosura, y de Aganipe
Y de Hipocrene la inmortal corriente.

Consentiras tu á dicha participe
Del licor suavisimo un poeta,
Que al hacer de sus versos sude y hipe?

No lo consentirás, pues tu discreta
Vena abundante y rica, no permite
Cosa que sombra tenga de imperfeta.

Señor, este que aqui viene se quite,
Dixe á Mercurio, que es un chacho necio,
Que juega, y es de satiras su embite.

Este sí que podrás tener en precio,
Que es ALONSO DE SALAS BARBADILLO,
A quien me inclino y sin medida aprecio.

Este que viene aqui, si he de decillo,
No hay para que le embarques, y asi puedes
Borrarle. Dixo el dios: gusto de oillo.

Es un cierto rapaz, que á Ganimedes
Quiere imitar, vistiendose á lo godo,
Y asi aconsejo que sin él te quedes.

No lo harás con éste desse modo,
Que es el gran LUIS CABRERA, que pequeño
Todo lo alcanza, pues lo sabe todo.

Es de la historia conocido dueño,
Y en discursos discretos tan discreto,
Que á Tacito verás, si te le enseño.

Este que viene es un galan, sugeto
De la varia fortuna á los baibenes,
Y del mudable tiempo al duro aprieto.

Un tiempo rico de caducos bienes,
Y ahora de los firmes é inmudables
Mas rico, á tu mandar firme le tienes.

Pueden los altos riscos siempre estables
Ser tocados del mar, mas no movidos
De sus ondas en cursos variables.

Ni menos á la tierra trae rendidos
Los altos cedros Boreas, quando airado
Quiere humillar los mas fortalecidos.

Y éste que vivo exemplo nos ha dado:
Desta verdad con tal filosofía
DON LORENZO RAMIREZ es DE PRADO.

Deste que se le sigue aqui, diria
Que es DON ANTONIO DE MONROI, que veo
En ello qué es ingenio y cortesia.

Satisfacion al mas alto deseo
Puede dar de valor heroico y ciencia,
Pues mil descubro en él y otras mil creo.

Este es un caballero de presencia
Agradable, y que tiene de Torcato
El alma sin alguna diferencia.

De DON ANTONIO DE PAREDES trato,
A quien dieron las musas sus amigas
En tierna edad anciano ingenio y trato.

Este que por llevarle te fatigas,
Es DON ANTONIO DE MENDOZA, y veo
Quanto en llevarle al sacro Apolo obligas.

Este que de las musas es recreo,
La gracia, y el donaire, y la cordura,
Que de la discrecion lleva el trofeo:

Es PEDRO DE MORALES, propria hechura
Del gusto cortesano, y es asilo
Adonde se repara mi ventura.

Este, aunque tiene parte de Zoílo,
Es el grande ESPINEL, que en la guitarra
Tiene la prima, y en el raro estilo.

Este, que tanto allá tira la barra,
Que las cumbres se dexa atras de Pindo,
Que jura, que vocea, y que desgarra,

Tiene mas de poeta que de lindo,
Y es JUSEPE DE VARGAS, cuyo astuto
Ingenio y rara condicion deslindo.

Este, á quien pueden dar justo tributo
La gala y el ingenio, que mas pueda
Ofrecer á las musas flor y fruto,

Es el famoso ANDRES DE BALMASEDA,
De cuyo grave y dulce entendimiento
El magno Apolo satisfecho queda.

Este es ENCISO, gloria y ornamento
Del Tajo, y claro honor de Manzanares,
Que con tal hijo aumenta su contento.

Este que es escogido entre millares
DE GUEVARA LUIS VELEZ es el bravo,
Que se puede llamar quitapesares.

Es poeta gigante, en quien alabo
El verso numeroso, el peregrino
Ingenio, si un Gnaton nos pinta, ó un Davo.

Este es DON JUAN DE ESPAÑA, que es mas dino
De alabanzas divinas que de humanas,
Pues en todos sus versos es divino.

Este por quien de Lugo están ufanas
Las musas, es SILVEIRA, aquel famoso,
Que por llevarle con razon te afanas.

Este que se le signe, es el curioso
Gran DON PEDRO DE HERRERA, conocido
Por de ingenio elevado en punto honroso.

Este, que de la carcel del olvido.
Sacó otra vez á Proserpina hermosa,
Conque á España y al Dauro ha enriquecido,

Verasle en la contienda rigurosa,
Que se teme y se espera en nuestros dias,
Culpa de nuestra edad poco dichosa,

Mostrar de su valor las lozanias.
Pero qué mucho, si es aqueste el doto
Y grave DON FRANCISCO DE FARIAS?

Este, de quien yo fui siempre devoto
Oraculo y Apolo de Granada,
Y aun deste clima nuestro y del remoto,

PEDRO RODRIGUEZ es. Este es TEJADA,
De altitonantes versos, y sonoros
Con magestad en todo, levantada.

Este, que brota versos por los poros,
Y halla patria y amigos donde quiera,
Y tiene en los agenos sus tesoros,

Es MEDINILLA, el que la vez primera
Cantó el romance de la tumba escura,
Entre cipreses puestos en hilera.

Este, que en verdes años se apresura
Y corre al sacro lauro, es DON FERNANDO
BERMUDEZ, donde vive la cordura.

Este es aquel poeta memorando,
Que mostró de su ingenio la agudeza
En las selvas de Erifile cantando.

Este que la coluna nueva empieza,
Con estos dos que con su ser convienen,
Nombrarlos, aun lo tengo por baxeza.

MIGUEL CEJUDO, y MIGUEL SANCHEZ vienen
Juntos aqui, ó par sin par! en estos
Las sacras musas fuerte amparo tienen.

Que en los pies de sus versos bien cumpuestos,
Llenos de erudicion rara y dotrina,
Al ir al grave caso serán prestos.

Este gran caballero, que se inclina
A la leccion de los poetas buenos,
Y al sacro monte con su luz camina,

DON FRANCISCO DE SILVA es por lo menos:
Qué será por lo mas? O edad madura,
En verdes años de cordura llenos!

DON GABRIEL GOMEZ viene aqui, segura
Tiene con él Apolo la vitoria,
De la canalla siempre necia y dura.

Para honor de su ingenio, para gloria
De su florida edad, para que admire
Siempre de siglo en siglo su memoria,

En este gran sugeto se retire
Y abrevie la esperanza deste hecho,
Y Febo al gran VALDES atento mire.

Verá en él un gallardo y sabio pecho,
Un ingenio sutil y levantado,
Con que le dexe en todo satisfecho.

FIGUEROA es estotro el Dotorado,
Que cantó de Amarili la constancia
En dulce prosa y verso regalado.

Quatro vienen aqui en poca distancia
Con mayusculas letras de oro escritos,
Que son del alto asunto la importancia.

De tales quatro siglos infinitos
Durará la memoria, sustentada
En la alta gravedad de sus escritos.

Del claro Apolo la real morada
Si viniere á caer de su grandeza,
Será por estos quatro levantada.

En ellos nos cifró naturaleza
El todo de las partes, que son dinas
De gozar celsitud, que es mas que alteza.

Esta verdad, gran CONDE DE SALINAS,
Bien la acreditas con tus raras obras,
Que en los terminos tocan de divinas

Tu, el de ESQUILACHE PRINCIPE, que cobras
De dia en dia credito tamaño,
Que te adelantas á tí mismo y sobras:

Serás escudo fuerte al grave daño,
Que teme Apolo con ventajas tantas,
Que no te espere el esquadron tacaño.

Tú, CONDE DE SALDAÑA, que con plantas
Tiernas pisas de Pindo la alta cumbre,
Y en alas de tu ingenio te levantas.

Hacha has de ser de inextinguible lumbre,
Que guie al sacro monte, al deseoso
De verse en él, sin que la luz deslumbre.

Tú, el de VILLAMEDIANA, el mas famoso
De quantos entre Griegos y Latinos
Alcanzaron el lauro venturoso:

Cruzarás por las sendas y caminos
Que al monte guian, porque mas seguros
Lleguen á él los simples peregrinos.

A cuya vista destos quatro muros
Del Parnaso caerán las arrogancias
De los mancebos sobre necios duros.

O quántas, y quan graves circunstancias
Dixera destos quatro, que felices
Aseguran de Apolo las ganancias!

Y mas si se les llega el de ALCAÑICES,
Marques insigne, harán (puesto que hay una
En el mundo no mas) cinco Fenices.

Cada qual de por sí será coluna,
Que sustente y levante el edificio
De Febo sobre el cerco de la luna.

Este (puesto que acude al grave oficio,
En que se ocupa) el lauro y palma lleva,
Que Apolo da por honra y beneficio.

En esta ciencia es marabilla nueva,
Y en la Jurispericia unico y raro,
Su nombre es DON FRANCISCO DE LA CUEVA.

Este, que con Homero le comparo,
Es el gran DON RODRIGO DE HERRERA,
Insigne en letras, y en virtudes raro.

Este, que se le sigue es el DE VERA
DON JUAN, que por su espada y por su pluma
Le honran en la quinta y quarta esfera.

Este, que el cuerpo y aun el alma bruma
De mil, aunque no muestra ser christiano,
Sus escritos el tiempo no consuma.

Cayóseme la lista de la mano
En este punto, y dixo el dios: con estos
Que has referido está el negocio llano.

Haz que con pies y pensamientos prestos
Vengan aqui, donde aguardando quedo
La fuerza de tan validos supuestos.

Mal podrá DON FRANCISCO DE QUEVEDO
Venir, dixe yo entonces; y él me dixo:
Pues partirme sin él de aqui no puedo.

Ese es hijo de Apolo, ese es hijo
De Caliope musa, no podemos
Irnos sin él, y en esto estaré fijo.

Es el flagelo de poetas memos,
Y echará á puntillazos del parnaso
Los malos que esperamos y tememos.

O, señor, repliqué, que tiene el paso
Corto, y no llegará en un siglo entero.
Deso, dixo Mercurio, no hago caso.

Que el poeta que fuere caballero,
Sobre una nube entre pardilla y clara
Vendrá muy á su gusto caballero.

Y el que nó, pregunté, qué le prepara
Apolo? qué carrozas? ó qué nubes?
Qué dromedario? ó alfana en paso rara?

Mucho, me respondió, mucho te subes
En tus preguntas, calla y obedece.
Sí haré, pues no es infando lo que jubes.

Esto le respondí, y él me parece
Que se turbó algun tanto; y en un punto
El mar se turba, el viento sopla y crece.

Mi rostro entonces, como el de un difunto
Se debió de poner, y sí haria,
Que soy medroso á lo que yo barrunto.

Vi la noche mezclarse con el dia,
Las arenas del hondo mar alzarse
A la region del aire, entonces fria.

Todos los elementos vi turbarse,
La tierra, el agua, el aire, y aun el fuego
Vi entre rompidas nubes azorarse.

Y en medio deste gran desasosiego
Llovian nubes de poetas llenas
Sobre el bagel, que se anegara luego,

Si no acudieran mas de mil sirenas
A dar de azotes á la gran borrasca,
Que hacia el saltarel por las entenas.

Una, que ser pensé Juana la Chasca,
De dilatado vientre y luengo cuello,
Pintiparado á aquel de la tarasca,

Se llegó á mí, y me dixo: de un cabello
Deste bagel estaba la esperanza
Colgada á no venir á socorrello.

Traemos, y no es burla, á la bonanza,
Que estaba descuidada oyendo atenta
Los discursos de un cierto Sancho Panza.

En esto sosegose la tormenta,
Volvió tranquilo el mar, serenó el cielo,
Que al regañon el zéfiro le ahuyenta.

Volvi la vista, y vi en ligero vuelo
Una nube romper el aire claro
De la color del condensado yelo.

O marabilla nueva! ó caso raro!
Vilo, y he de decillo, aunque se dude
Del hecho que por brujula declaro.

Lo que yo pude ver, lo que yo pude
Notar fue, que la nube dividida
En dos mitades á llover acude.

Quien ha visto la tierra prevenida
Con tal disposicion, que quando llueve,
Cosa ya averiguada y conocida,

De cada gota en un instante breve
Del polvo se levanta ó sapo, ó rana,
Que á saltos, ó despacio el paso mueve:

Tal se imagine ver (ó soberana
Virtud!) de cada gota de la nube
Saltar un vulto, aunque con forma humana.

Por no creer esta verdad estube
Mil veces, pero vila con la vista,
Que entonces clara y sin legañas tuve.

Eran aquestos vultos de la lista
Pasada los poetas referidos,
A cuya fuerza no hay quien la resista.

Unos por hombres buenos conocidos,
Otros de rumbo y hampo, y Dios es Christo,
Poquitos bien, y muchos mal vestidos.

Entre ellos parecióme de haver visto
A DON ANTONIO DE GALARZA el bravo,
Gentilhombre de Apolo, y muy bien quisto.

El bagel se llenó de cabo á cabo,
Y su capacidad á nadie niega
Copioso asiento, que es lo mas que alabo.

Llovió otra nube al gran LOPE DE VEGA,
Poeta insigne, á cuyo verso ó prosa
Ninguno le aventaja, ni aun le llega.

Era cosa de ver marabillosa
De los poetas la apretada enjambre,
En recitar sus versos muy melosa.

Este muerto de sed, aquel de hambre:
Yo dixe, viendo tantos con voz alta,
Cuerpo de mi con tanta poetambre!

Por tantas sobras conoció una falta
Mercurio, y acudiendo á remedialla,
Ligero en la mitad del bagel salta.

Y con una zaranda que alli halla,
No sé si antigua, ó si de nuevo hecha,
Zarandó mil poetas de gramalla.

Los de capa y espada no desecha,
Y destos zarandó dos mil y tantos,
Que fue neguilla entonces la cosecha.

Colabanse los buenos y los santos,
Y quedabanse arriba los granzones,
Mas duros en sus versos que los cantos.

Y sin que les valiesen las razones,
Que en su disculpa daban, daba luego
Mercurio al mar con ellos á montones.

Entre los arrojados se oyó un ciego,
Que murmurando entre las ondas iba
De Apolo con un pésete y reniego.

Un sastre (aunque en sus pies flojos estriba,
Abriendo con los brazos el camino)
Dixo: sucio es Apolo, asi yo viva.

Otro (que al parecer iba mohino,
Con ser un zapatero de obra prima)
Dixo dos mil, no un solo desatino.

Trabaja un tundidor, suda, y se anima
Por verse á la ribera conducido,
Que mas la vida que la honra estima.

El esquadron nadante reducido
A la marina, vuelve á la galera
EL rostro con señales de ofendido.

Y uno por todos dixo, bien pudiera
Ese chocante embaxador de Febo
Tratarnos bien, y no desta manera.

Mas oigan lo que dixo: yo me atrevo
A profanar del monte la grandeza,
Con libros nuevos, y en estilo nuevo.

Calló Mercurio, y á poner empieza
Con gran curiosidad seis camarines,
Dando á la gracia ilustre rancho y pieza.

De nuevo resonaron los clarines,
Y asi Mercurio lleno de contento,
Sin darle mal aguero los delfines,
Remos al agua dió, velas al viento.



VIAGE AL PARNASO.


CAPITULO III.

Eran los remos de la real galera
De esdrujulos, y dellos conpelida
Se deslizaba por el mar ligera.

Hasta el tope la vela iba tendida,
Hecha de muy delgados pensamientos,
De varios lizos por amor tegida.

Soplaban dulces y amorosos vientos,
Todos en popa, y todos se mostraban
Al gran Viage solamente atentos.

Las sirenas en torno navegaban,
Dando empellones al bagel lozano,
Con cuya ayuda en vuelo le llevaban.

Semejaban las aguas del mar cano
Colchas encarrujadas, y hacian
Azules visos por el verde llano.

Todos los del bagel se entretenian,
Unos glosando pies dificultosos,
Otros cantaban, otros componian.

Otros de los tenidos por curiosos
Referian sonetos, muchos hechos
A diferentes casos amorosos.

Otros alfeñicados y deshechos
En puro azucar, con la voz süave,
De su melifluidad muy satisfechos,

En tono blando, sosegado y grave,
Eglogas pastorales recitaban,
En quien la gala y la agudeza cabe.

Otros de sus señoras celebraban
En dulces versos de la amada boca
Los escrementos que por ella echaban.

Tal huvo á quien amor asi le toca,
Que alabó los riñones de su dama,
Con gusto grande, y no elegancia poca.

Uno cantó, que la amorosa llama
En mitad de las aguas le encendia,
Y como toro agarrochado brama.

Desta manera andaba la poesia
De uno en otro, haciendo que hablase
Este Latin, aquel algaravia.

En esto sesga la galera vase
Rompiendo el mar con tanta ligereza,
Que el viento aun no consiente que la pase.

Y en esto descubriose la grandeza
De la escombrada playa de Valencia
Por arte hermosa y por naturaleza.

Hizo luego de sí grata presencia
El gran DON LUIS FERRER, marcado el pecho
De honor, y el alma de divina ciencia.

Desembarcóse el dios, y fue derecho
A darle quatro mil y mas abrazos,
De su vista y su ayuda satisfecho.

Volvió la vista, y reiteró los lazos
En DON GUILLEN DE CASTRO, que venia
Deseoso de verse en tales brazos.

CHRISTOVAL DE VIRUES se le seguia,
Con PEDRO DE AGUILAR, junta famosa
De las que Turia en sus riberas cria.

No le pudo llegar mas valerosa
Esquadra al gran Mercurio, ni él pudiera
Desearla mejor, ni mas honrosa.

Luego se descubrió por la ribera
Un tropel de gallardos Valencianos,
Que á ver venian la sinpar galera.

Todos con instrumentos en las manos
De estilos y librillos de memoria,
Por bizarria y por ingenio ufanos.

Codiciosos de hallarse en la vitoria,
Que ya tenian por segura y cierta,
De las heces del mundo y de la escoria.

Pero Mercurio les cerró la puerta:
Digo, no consintió que se embarcasen,
Y el porque no lo dixo, aunque se acierta.

Y fue, porque temió que no se alzasen,
Siendo tantos y tales con Parnaso,
Y nuevo imperio y mando en él fundasen.

En esto viose con brioso paso
Venir al magno ANDRES REY DE ARTIEDA,
No por la edad descaecido ó laso.

Hicieron todos espaciosa rueda,
Y cogiendole en medio, le embarcaron,
Mas rico de valor que de moneda.

Al momento las ancoras alzaron,
Y las velas ligadas á la entena,
Los grumetes apriesa desataron.

De nuevo por el aire claro suena
El son de los clarines, y de nuevo
Vuelve á su oficio cada qual sirena.

Miró el bagel por entre nubes Febo,
Y dixo en voz que pudo ser oida:
Aqui mi gusto y mi esperanza llevo.

De remos y sirenas impelida
La galera se dexa atras el viento,
Con milagrosa y prospera corrida.

Leiase en los rostros el contento
Que llevaban los sabios pasageros,
Durable, por no ser nada violento.

Unos por el calor iban en cueros,
Otros por no tener godescas galas
En trage se vistieron de romeros.

Hendia entanto las Neptuneas salas
La galera del modo como hiende
La grulla el aire con tendidas alas.

Enfin llegamos donde el mar se estiende,
Y ensancha y forma el golfo de Narbona,
Que de ningunos vientos se defiende.

Del gran Mercurio la cabal persona
Sobre seis rezmas de papel sentada
Iba con cetro y con real corona:

Quando una nube, al parecer preñada,
Parió quatro poetas en crugia,
O los llovió, razon mas concertada.

Fue el uno aquel, de quien Apolo fia
Su honra, JUAN LUIS DE CASANATE,
Poeta insigne de mayor quantía.

El mismo Apolo de su ingenio trate,
El le alabe, él le premie y recompense,
Que el alabarle yo sería dislate.

Al segundo llovido el Uticense
Catón no le igualó, ni tiene Febo,
Quien tanto por él mire, ni en él piense.

Del Contador GASPAR DE BARRIONUEVO
Mal podrá el corto flaco ingenio mio
Loar el suyo asi como yo debo.

Llenó del gran bagel el gran vacio
El gran FRANCISCO DE RIOJA al punto
Que saltó de la nube en el navio.

A CHRISTOVAL DE MESA vi alli junto
A los pies de Mercurio, dando fama
A Apolo, siendo dél propio trasunto.

A la gavia un grumete se encarama,
Y dixo á voces: la ciudad se muestra
Que Genova del dios Jano se llama.

Dexese la ciudad á la siniestra
Mano, dixo Mercurio, el bagel vaya
Y siga su derrota por la diestra.

Hacer al Tiber vimos blanca raya
Dentro del mar, haviendo ya pasado
La ancha Romana y peligrosa playa.

De lexos vióse el aire condensado
Del humo, que el estrombalo vomita,
De azufre, y llamas, y de horror formado.

Huyen la isla infame, y solicita
El suave poniente, asi el viage
Que lo acorta, lo allana y facilita.

Vimonos en un punto en el parage,
Do la nutriz de Eneas piadoso
Hizo el forzoso y ultimo pasage.

Vimos desde alli á poco el mas famoso
Monte que encierra en sí nuestro emisfero,
Mas gallardo á la vista y mas hermoso.

Las cenizas de Titiro y Sincero
Están en él, y puede ser por esto
Nombrado entre los montes por primero.

Luego se descubrió, donde echó el resto
De su poder naturaleza amiga,
De formar de otros muchos un compuesto.

Vióse la pesadumbre sin fatiga
De la bella Partenope, sentada
A la orilla del mar, que sus pies liga.

De castillos y torres coronada,
Por fuerte y por hermosa en igual grado
Tenida, conocida y estimada.

Mandóme el del aligero calzado,
Que me aprestase y fuese luego á tierra
A dar á los LUPERCIOS un recado.

En que les diese cuenta de la guerra
Temida, y que á venir les persuadiese
Al duro y fiero asalto, al cierra, cierra,

Señor, le respondí, si acaso huviese
Otro que la embaxada les llevase,
Que mas grato á los dos hermanos fuese,

Que yo no soy; sé bien que negociase
Mejor. Dixo Mercurio: no te entiendo,
Y has de ir antes que el tiempo mas se pase.

Que no me han de escuchar estoy temiendo,
Le replique, ya si el ir yo no importa,
Puesto que en todo obedecer pretendo.

Que no sé quien me dice, y quien me exhorta,
Que tienen para mi, á lo que imagino,
La voluntad, como la vista corta.

Que si esto asi no fuera, este camino
Con tan pobre recamara no hiciera,
Ni diera en un tan hondo desatino.

Pues si alguna promesa se cumpliera
De aquellas muchas, que al partir me hicieron,
Lléveme Dios si entrára en tu galera.

Mucho esperé, si mucho prometieron,
Mas podra ser, que ocupaciones nuevas
Les obligue á olvidar lo que dixeron.

Muchos, señor, en la galera llevas,
Que te podrán sacar el pie del lodo,
Parte, y escusa de hacer mas pruebas.

Ninguno, dixo, me hable dese modo,
Que si me desembarco y los envisto,
Voto á Dios, que me traiga al Conde, y todo.

Con estos dos famosos me enemisto,
Que haviendo levantado á la poesia
Al buen punto en que está, como se ha visto:

Quieren con perezosa tirania
Alzarse como dicen á su mano
Con la ciencia que á ser divinos guia.

Por el solio de Apolo soberano
Juro ... y no digo mas: y ardiendo en ira
Se echó á las barbas una y otra mano.

Y prosiguió diciendo: el DOTOR MIRA,
Apostare, sino lo manda el Conde,
Que tambien en sus puntos se retira.

Señor galan, parezca: á qué se asconde?
Pues á fé por llevarle, si él no gusta,
Que ni le busque, aseche, ni le ronde.

Es esta empresa acaso tan injusta,
Que se esquiven de hallar en ella quantos
Tienen conciencia limitada y justa?

Carece el cielo de poetas santos?
Puesto que brote á cada paso el suelo
Poetas, que lo son tantos y tantos?

No se oyen sacros hymnos en el cielo?
La harpa de David allá no suena,
Causando nuevo acidental consuelo?

Fuera melindres, y cese la entena,
Que llegue al tope, y luego obedeciendo
Fue de la chusma sobre buenas buena.

Poco tiempo pasó, quando un ruido
Se oyó, que los oidos atronaba,
Y era de perros aspero ladrido.

Mercurio se turbó, la gente estaba
Suspensa al triste son, y en cada pecho
El corazon mas valido temblaba.

En esto descubrióse el corto estrecho,
Que Scila, y que Caribdis espantosas,
Tan temeroso con su furia han hecho.

Estas olas que veis presuntuosas
En visitar las nubes de contino,
Y aun de tocar el cielo codiciosas.

Venciólas el prudente peregrino
Amante de Calipso, al tiempo quando
Hizo, dixo Mercurio, este camino.

Su prudencia nosotros imitando,
Echaremos al mar en que se ocupen,
Entanto que el bagel pasa volando.

Que entanto que ellas tasquen, roan, chupen
Al misero que al mar ha de entregarse,
Seguro estoy que el paso desocupen.

Miren si puede en la galera hallarse
Algun poeta desdichado acaso,
Que á las fieras gargantas pueda darse.

Buscaronle, y hallaron á LOFRASO,
Poeta militar Sardo, que estaba
Desmayado á un rincon marchito y laso:

Que á sus diez libros de Fortuna, andaba
Añadiendo otros diez, y el tiempo escoge,
Que mas desocupado se mostraba.

Gritó la chusma toda: al mar se arroje,
Vaya Lofraso al mar sin resistencia.
Por Dios, dixo Mercurio, que me enoje.

Cómo? y no será cargo de conciencia
Y grande echar al mar tanta poesia?
Puesto que aqui nos hunda su inclemencia?

Viva Lofraso, entanto que dé al dia
Apolo luz, y entanto que los hombres
Tengan discreta alegre fantasia.

Tocante á ti, ó Lofraso, los renombres,
Y epitetos de agudo y de sincero,
Y gusto que mi comitre te nombres.

Esto dixo Mercurio al caballero,
El qual en la crugia en pie se puso
Con un rebenque despiadado y fiero.

Creo que de sus versos le compuso,
Y no sé como fue, que en un momento,
O ya el cielo, ó Lofraso lo dispuso,

Salimos del estrecho á salvamento
Sin arrojar al mar poeta alguno,
Tanto del Sardo fue el merecimiento.

Mas luego otro peligro, otro importuno
Temor amenazó, sino gritára
Mercurio, qual jamas gritó ninguno.

Diciendo al timonero: á orza, pára,
Amainese de golpe, y todo á un punto
Se hizo, y el peligro se repara.

Estos montes que veis que están tan juntos,
Son los que Acroceraunos son llamados,
De infame nombre, como yo barrunto.

Asieron de los remos los honrados,
Los tiernos, los melifluos, los godescos;
Y los de á cantimplora acostumbrados.

Los frios los asieron y los frescos,
Asieronlos tambien los calurosos,
Y los de calzas largas y greguescos.

Del sopraestante daño temerosos,
Todos á una la galera empujan,
Con flacos y con brazos poderosos.

Debaxo del bagel se somurmujan
Las sirenas que dél no se apartaron,
Y á si mismas en fuerzas sobrepujan.

Y en un pequeño espacio la llevaron
A vista de Corfú, y á mano diestra
La isla inexpugnable se dexaron.

Y dando la galera á la siniestra
Discurria de Grecia las riberas,
Adonde el cielo su hermosura muestra.

Mostravanse las olas lisongeras,
Impeliendo el bagel suavemente,
Como burlando con alegres veras.

Y luego al parecer por el oriente,
(Rayando el rubio sol nuestro orizonte
Con rayas rojas, hebras de su frente;)

Gritó un grumete y dixo: el monte, el monte,
El monte se descubre, donde tiene
Su buen rocin el gran Belorofonte.

Por el monte se arroja, y á pie viene
Apolo á recebirnos. Yo lo creo,
Dixo Lofraso, ya llega á la Hipocrene.

Yo desde aqui columbro, miro y veo
Que se andan solazando entre unas matas
Las musas con dulcisimo recreo.

Unas antiguas son, otras novatas,
Y todas con ligero paso y tardo
Andan las cinco en pie, las quatro á gatas.

Si tu tal ves, dixo Mercurio, ó Sardo
Poeta, que me corten las orejas,
O me tengan los hombres por bastardo.

Dime, porqué algun tanto no te alejas
De la ignorancia, pobretón, y adviertes
Lo que cantan tus rimas en tus quejas?

Porqué con tus mentiras nos diviertes
De recibir á Apolo qual se debe,
Por haver mejorado vuestras suertes?

En esto mucho mas que el viento leve
Baxó el lucido Apolo á la marina
A pie, porque en su carro no se atreve.

Quitó los rayos de la faz divina,
Mostróse en calzas y en jubon vistoso,
Porque dar gusto á todos determina.

Seguiale detras un numeroso
Esquadron de doncellas bailadoras,
Aunque pequeñas, de ademan brioso.

Supe poco despues, que estas señoras,
Sanas las mas, las menos mal paradas.
Las del tiempo y del sol eran las horas.

Las medio rotas eran las menguadas,
Las sanas las felices, y con esto
Eran todas en todo apresuradas.

Apolo luego con alegre gesto
Abrazó á los soldados, que esperaba
Para la alta ocasion que se ha propuesto.

Y no de un mismo modo acariciaba
A todos, porque alguna diferiencia
Hacia con los que él mas se alegraba.

Que á los de señoria y excelencia
Nuevos abrazos dió, razones dixo,
En que guardó decoro y preeminencia.

Entre ellos abrazó á DON JUAN DE ARGUIJO,
Que no sé en qué, ó como, ó quando hizo
Tan aspero viage y tan prolijo.

Con él á su deseo satisfizo
Apolo y confirmó su pensamiento,
Mandó, vedó, quitó, hizo y deshizo.

Hecho pues el sinpar recebimiento,
Do se halló DON LUIS DE BARAHONA,
Llevado alli por su merecimiento.

Del siempre verde lauro una corona
Le ofrece Apolo en su intencion, y un vaso
Del agua de Castalia y de Elicona.

Y luego vuelve el magestoso paso,
Y el esquadron pensado y de repente
Le sigue por las faldas del Parnaso.

Llegóse enfin á la Castalia fuente,
Y en viendola infinitos se arrojaron
Sedientos al cristal de su corriente.

Unos no solamente se hartaron,
Sino que pies y manos, y otras cosas
Algo mas indecentes se lavaron.

Otros mas advertidos, las sabrosas
Aguas gustaron poco á poco, dando
Espacio al gusto, á pausas melindrosas.

El brindez y el caraos se puso en vando,
Porque los mas de bruces, y no á sorbos
El suave licor fueron gustando.

De ambas manos hacian vasos corbos
Otros, y algunos de la boca al agua
Temian de hallar cien mil estorbos.

Poco á poco la fuente se desagua,
Y pasa en los estomagos bebientes,
Y aun no se apaga de su sed la fragua.

Mas dixoles Apolo: otras dos fuentes
Aun quedan Aganipe é Hipocrene,
Ambas sabrosas, ambas excelentes.

Cada qual de licor dulce y perene,
Todas de calidad aumentativa
Del alto ingenio que a gustarlas viene.

Beben, y suben por el monte arriba,
Por entre palmas, y entre cedros altos,
Y entre arboles pacificos de oliva.

De gusto llenos y de angustia faltos,
Siguiendo á Apolo el esquadron camina,
Unos á pedicox, otros á saltos.

Al pie sentado de una antigua encina
Vi á ALONSO DE LEDESMA, componiendo
Una cancion angelica y divina.

Conocíle, y á él me fui corriendo
Con los brazos abiertos como amigo,
Pero no se movió con el estruendo.

No ves, me dixo Apolo, que consigo
No está Ledesma ahora, no ves claro
Que está fuera de sí, y está conmigo?

A la sombra de un mirto, al verde amparo
GERONIMO DE CASTRO sesteaba,
Varon de ingenio peregrino y raro.

Un motete imagino que cantaba
Con voz suave; yo quedé admirado
De verle alli, porque en Madrid quedaba.

Apolo me entendió, y dixo: un soldado
Como este no era bien que se quedara
Entre el ocio y el sueño sepultado.

Yo le truxe, y sé como, que á mi rara
Potencia no la impide otra ninguna,
Ni inconveniente alguno la repara.

En esto se llegaba la oportuna
Hora á mi parecer de dar sustento
Al estomago pobre, y mas si ayuna;

Pero no le pasó por pensamiento
A Delio que el exercito conduce,
Satisfacer al misero hambriento.

Primero á un jardin rico nos reduce,
Donde el poder de la naturaleza,
Y el de la industria mas campea y luce.

Tuvieron los Hesperidas belleza
Menor, no le igualaron los Pensiles
En sitio, en hermosura y en grandeza.

En su comparacion se muestran viles
Los de Alcinoo, en cuyas alabanzas
Se han ocupado ingenios bien sotiles:

No sugeto del tiempo á las madanzas,
Que todo el año primavera ofrece
Frutos en posesion, no en esperanzas.

Naturaleza y arte alli parece
Andar en competencia, y está en duda
Qual vence de las dos, qual mas merece.

Muestrase balbuciente y casi muda,
Si le alaba la lengua mas experta
De adulacion y de mentir desnuda.

Junto con ser jardin, era una huerta,
Un soto, un bosque, un prado, un valle ameno,
Que en todos estos titulos concierta.

De tanta gracia y hermosura lleno,
Que una parte del cielo parecia
El todo del bellisimo terreno.

Alto en el sitio alegre Apolo hacia,
Y alli mandó que todos se sentasen
A tres horas despues de mediodia.

Y porque los asientos señalasen
El ingenio y valor de cada uno,
Y unos con otros no se embarazasen;

A despecho y pesar del importuno
Ambicioso deseo, les dió asiento
En el sitio y lugar mas oportuno.

Llegaban los laureles casi á ciento,
A cuya sombra y troncos se sentaron
Algunos de aquel numero contento.

Otros los de las palmas ocuparon,
De los mirtos, y yedras, y los robles
Tambien varios poetas albergaron.

Puesto que humildes, eran de los nobles
Los asientos qual tronos levantados,
Porque tú, ó envidia, aqui tu rabia dobles.

Enfin, primero fueron ocupados
Los troncos de aquel ancho circuito,
Para honrar á poetas dedicados,

Antes que yo en el numero infinito
Hallase asiento: y asi en pie quedeme
Despechado, colerico y marchito.

Dixe entre mí: es posible que se estreme
En perseguirme la fortuna airada,
Que ofende á muchos y á ninguno teme?

Y volviendome á Apolo con turbada
Lengua le dixe lo que oirá el que gusta
Saber, pues la tercera es acabada,
La quarta parte desta empresa justa.



VIAGE AL PARNASO.


CAPITULO IV.

Suele la indignacion componer versos,
Pero si el indignado es algun tonto,
Ellos tendrán su todo de perversos.

De mí yo no sé mas, sino que pronto
Me halle para decir en tercia rima
Lo que no dixo el desterrado al Ponto.

Y asi le dixe á Delio: no se estima,
Señor, del vulgo vano el que te sigue
Y al arbol sacro del laurel se arrima.

La envidia y la ignorancia le persigue,
Y asi envidiado siempre y perseguido
El bien que espera, por jamas consigue.

Yo corté con mi ingenio aquel vestido,
Con que al mundo la hermosa Galatea
Salió para librarse del olvido.

Soy por quien La Confusa nada fea
Pareció en los teatros admirable,
Si esto á su fama es justo se le crea.

Yo con estilo en parte razonable
He compuesto Comedias, que en su tiempo
Tuvieron de lo grave y de lo afable.

Yo he dado en Don Quixote pasatiempo
Al pecho melancolico y mohino
En qualquiera sazon, en todo tiempo.

Yo he abierto en mis Novelas un camino,
Por do la lengua Castellana puede
Mostrar con propriedad un desatino.

Yo soy aquel que en la invencion excede
A muchos, y al que falta en esta parte,
Es fuerza que su fama falta quede.

Desde mis tiernos años amé el arte
Dulce de la agradable poesia,
Y en ella procuré siempre agradarte.

Nunca voló la pluma humilde mia
Por la region satirica, baxeza
Que á infames premios y desgracias guia.

Yo el soneto compuse que asi empieza,
Por honra principal de mis escritos:
Voto á Dios que me espanta esta grandeza.

Yo he compuesto Romances infinitos,
Y el de los zelos es aquel que estimo,
Entre otros que los tengo por malditos.

Por esto me congojo y me lastimo
De verme solo en pie, sin que se aplique
Arbol que me conceda algun arrimo.

Yo estoy, qual decir suelen, puesto á pique
Para dar á la estampa al gran Persiles,
Con que mi nombre y obras multiplique.

Yo en pensamientos castos y sotiles,
Dispuestos en soneto de á docena,
He honrado tres sugetos fregoniles.

Tambien al par de Filis mi Filena
Resonó por las selvas, que escucharon
Mas de una y otra alegre cantilena.

Y en dulces varias rimas se llevaron
Mis esperanzas los ligeros vientos,
Que en ellos y en la arena se sembraron.

Tuve, tengo y tendré los pensamientos,
Merced al cielo que á tal bien me inclina,
De toda adulacion libres y esentos.

Nunca pongo los pies por do camina
La mentira, la fraude y el engaño,
De la santa virtud total ruina.

Con mi corta fortuna no me ensaño,
Aunque por verme en pie, como me veo,
Y en tal lugar, pondero asi mi daño.

Con poco me contento, aunque deseo
Mucho. A cuyas razones enojadas,
Con estas blandas respondió Timbreo:

Vienen las malas suertes atrasadas,
Y toman tan de lejos la corriente,
Que son temidas, pero no escusadas.

El bien les viene á algunos derepente,
A otros poco á poco y sin pensallo,
Y el mal no guarda estilo diferente.

El bien que está adquirido, conservallo
Con maña, diligencia y con cordura
Es no menor virtud, que el grangeallo.

Tu mismo te has forjado tu ventura,
Y yo te he visto alguna vez con ella,
Pero en el imprudente poco dura.

Mas si quieres salir de tu querella,
Alegre, y no confuso, y consolado
Dobla tu capa, y sientate sobre ella.

Que tal vez suele un venturoso estado,
Quando le niega sin razon la suerte,
Honrar mas merecido, que alcanzado.

Bien parece, señor, que no se advierte,
Le respondí, que yo no tengo capa.
El dixo: aunque sea asi, gusto de verte.

La virtud es un manto con que tapa
Y cubre su indecencia la estrecheza,
Que esenta y libre de la envidia escapa.

Incliné al gran consejo la cabeza.
Quedeme en pie: que no hay asiento bueno,
Si el favor no le labra, ó la riqueza.

Alguno murmuró, viendome ageno
Del honor que pensó se me debia,
Del planeta de luz y virtud lleno.

En esto pareció que cobró el dia
Un nuevo resplandor, y el aire oyóse
Herir de una dulcisima harmonia.

Y en esto por un lado descubrióse
Del sitio un esquadron de ninfas bellas,
Con que infinito el rubio dios holgóse.

Venia enfin, y por remate dellas
Una resplandeciendo, como hace
El sol ante la luz de las estrellas.

La mayor hermosura se deshace
Ante ella, y ella sola resplandece
Sobre todas, y alegra y satisface.

Bien asi semejaba, qual se ofrece
Entre liquidas perlas y entre rosas
La aurora que despunta y amanece.

La rica vestidura, las preciosas
Joyas que la adornaban, competian
Con las que suelen ser marabillosas.

Las ninfas que al querer suyo asistian
En el gallardo brio y bello aspecto,
Las artes liberales parecian.

Todas con amoroso y tierno afecto,
Con las ciencias mas claras y escogidas,
Le guardaban santisimo respeto.

Mostraban que en servirla eran servidas,
Y que por su ocasion de todas gentes
En mas veneracion eran tenidas.

Su influjo y su reflujo las corrientes
Del mar y su profundo le mostraban,
Y el ser padre de rios y de fuentes.

Las yerbas su virtud la presentaban,
Los arboles sus frutos y sus flores,
Las piedras el valor que en sí encerraban.

El santo amor castisimos amores,
La dulce paz su quietud sabrosa,
La guerra amarga todos sus rigores.

Mostrabasele clara la espaciosa
Via, por donde el sol hace contino
Su natural carrera y la forzosa.

La inclinacion, ó fuerza del destino,
Y de qué estrellas consta y se compone,
Y como influye este planeta ó sino.

Todo lo sabe, todo lo dispone
La santa y hermosisima doncella,
Que admiracion como alegria pone.

Preguntele al parlero, si en la bella
Ninfa alguna deidad se disfrazaba,
Que fuese justo el adorar en ella.

Porque en el rico adorno que mostraba,
Y en el gallardo sér que descubria,
Del cielo, y no del suelo semejaba.

Descubres, respondió, tu boberia,
Que ha que la tratas infinitos años,
Y no conoces que es la Poesia.

Siempre la he visto envuelta en pobres paños,
Le repliqué: jamas la vi compuesta
Con adornos tan ricos y tamaños:

Parece que la he visto descompuesta,
Vestida de color de primavera
En los dias de cutio y los de fiesta.

Esta que es la poesia verdadera,
La grave, la discreta, la elegante,
Dixo Mercurio, la alta y la sincera,

Siempre con vestidura rozagante
Se muestra en qualquier acto que se halla,
Quando á su profesion es importante.

Nunca se inclina, ó sirve á la canalla
Trobadora, maligna y trafalmeja,
Que en lo que mas ignora, menos calla.

Hay otra falsa, ansiosa, torpe y vieja,
Amiga de sonaja y morteruelo,
Que ni tabanco, ni taberna dexa.

No se alza dos, ni aun un coto del suelo,
Grande amiga de bodas y bautismos,
Larga de manos, corta de cerbelo.

Tomanla por momentos parasismos,
No acierta á pronunciar, y si pronuncia,
Absurdos hace, y forma solecismos.

Baco donde ella esta, su gusto anuncia,
Y ella derrama en coplas el poleo,
Compa, y vereda, y el mastranzo, y juncia.

Pero aquesta que ves, es el aseo,
La gala de los cielos y la tierra,
Con quien tienen las musas su bureo,

Ella abre los secretos y los cierra,
Toca y apunta de qualquiera ciencia
La superficie y lo mejor que encierra.

Mira con mas ahinco su presencia,
Verás cifrada en ella la abundancia
De lo que en bueno tiene la excelencia.

Moran con ella en una misma estancia
La divina y moral Filosofia,
El estilo mas puro y la elegancia.

Puede pintar en la mitad del dia
La noche, y en la noche mas escura
El alba bella que las perlas cria.

El curso de los rios apresura,
Y le detiene, el pecho á furia incita,
Y le reduce luego á mas blandura.

Por mitad del rigor se precipita
De las lucientes armas contrapuestas,
Y da vitorias, y vitorias quita.

Verás como le prestan las florestas
Sus sombras, y sus cantos los pastores,
El mal sus lutos y el placer sus fiestas,

Perlas el Sur, Sabea sus loores,
El oro Tiber, Hibla su dulzura,
Galas Milan, y Lusitania amores.

Enfin ella es la cifra, do se apura
Lo provechoso y honesto, y deleitable,
Partes con quien se aumenta la ventura.

Es de ingenio tan vivo y admirable,
Que á veces toca en puntos que suspenden,
Por tener noséque de inescrutable.

Alabanse los buenos, y se ofenden
Los malos con su voz, y destos tales
Unos la adoran, otros no la entienden.

Son sus obras heroicas inmortales,
Las liricas suaves, de manera
Que vuelven en divinas las mortales.

Si alguna vez se muestra lisongera,
Es con tanta elegancia y artificio,
Que no castigo, sino premio espera.

Gloria de la virtud, pena del vicio
Son sus acciones, dando al mundo en ellas
De su alto ingenio, y su bondad indicio.

En esto estaba, quando por las bellas
Ventanas de jazmines y de rosas,
Que amor estaba á lo que entiendo en ellas;

Divisé seis personas religiosas
Al parecer de honroso y grave aspeto,
De luengas togas, limpias y pomposas.

Preguntele á Mercurio, por qué efeto
Aquellos no parecen y se encubren,
Y muestran ser personas de respeto?

A lo que él respondió: no se descubren
Por guardar el decoro al alto estado
Que tienen, y asi el rostro todos cubren.

Quién son, le repliqué, si es que te es dado
Decirlo? Respondióme: no por cierto,
Porque Apolo lo tiene asi mandado.

No son poetas? Sí. Pues yo no acierto
A pensar por qué causa se desprecian
De salir con su ingenio á campo abierto.

Para qué se embobecen y se anecian,
Escondiendo el talento que da el cielo
A los que mas de ser suyos se precian?

Aqui del Rey: qué es esto? qué recelo,
O zelo les impele á no mostrarse
Sin miedo ante la turba vil del suelo?

Puede ninguna ciencia compararse
Con esta universal de la poesia,
Que limites no tiene do encerrarse?

Pues siendo esto verdad, saber querria
Entre los de la carda, cómo se usa
Este miedo, ó melindre, ó hipocresia?

Hace Monseñor versos, y rehusa
Que no se sepan, y él los comunica
Con muchos, y á la lengua agena acusa

Y mas que siendo buenos, multiplica
La fama su valor, y al dueño canta
Con voz de gloria, y de alabanza rica.

Qué mucho pues? sino se le levanta
Testimonio á un Pontifice poeta,
Que digan que lo es? por Dios que espanta.

Por vida de Lanfusa la discreta,
Que si no se me dice quien son estos
Togados de bonete y de muceta:

Que con trazas y modos descompuestos
Tengo de reducir á behetria,
Estos tan sosegados y compuestos.

Por Dios, dixo Mercurio, y á fe mia,
Que no puedo decirlo, y si lo digo,
Tengo de dar la culpa á tu porfia.

Dilo, señor, que desde aqui me obligo
De no decir que tu me lo dixiste,
Le dixe: por la fe de buen amigo.

El dixo: no nos cayan en el chiste,
Llegate á mí, dirételo al oido,
Pero creo que hay mas de los que viste.

Aquel que has visto alli del cuello erguido,
Lozano, rozagante y de buen talle,
De honestidad y de valor vestido:

Es el DOTOR DON FRANCISCO SANCHEZ: dalle
Puede qual debe Apolo la alabanza,
Que pueda sobre el cielo levantalle.

Y aun mas su famoso ingenio alcanza,
Pues en las verdes hojas de sus dias
Nos dá de santos frutos esperanza.

Aquel que en elevadas fantasias,
Y en éstasis sabrosos se regala,
Y tanto imita las acciones mias,

Es el MAESTRO ORENSE, que la gala
Se lleva de la mas rara eloquencia
Que en las aulas de Atenas se señala.

Su natural ingenio con la ciencia,
Y ciencias aprendidas le levanta
Al grado que le nombra la excelencia.

Aquel de amarillez marchita y santa,
Que le encubre de lauro aquella rama,
Y aquella hojosa y acopada planta:

FRAY JUAN BAPTISTA CAPATAZ se llama,
Descalzo y pobre, pero bien vestido,
Con el adorno que le da la fama.

Aquel que del rigor fiero de olvido
Libra su nombre con eterno gozo,
Y es de Apolo y las musas bien querido,

Anciano en el ingenio, y nunca mozo,
Humanista divino, es segun pienso
El insigne DOCTOR ANDRES DEL POZO.

Un Licenciado de un ingenio inmenso
Es aquel, y aunque en trage Mercenario
Como á señor le dan las musas censo:

RAMON se llama, auxilio necesario
Con que Delio se esfuerza y vé rendidas
Las obstinadas fuerzas del contrario.

El otro, cuyas sienes ves ceñidas
Con los brazos de Dafne en triunfo honroso,
Sus glorias tiene en Alcalá esculpidas.

En su ilustre teatro vitorioso
Le nombra el cisne en canto no funesto,
Siempre el primero como á mas famoso.

A los donayres suyos echó el resto
Con propiedades al gorron debidas,
Por haverlos compuesto ó descompuesto.

Aquestas seis personas referidas,
Como están en divinos puestos puestas,
Y en sacra religion constituidas:

Tienen las alabanzas por molestas,
Que les dan por poetas y holgarian
Llevar la loa sin el nombre acuestas.

Porqué, le pregunté, señor porfian
Los tales á escribir y dar noticia
De los versos, que paren y que crian?

Tambien tiene el ingenio su codicia,
Y nunca la alabanza se desprecia,
Que al bueno se le debe de justicia,

Aquel que de poeta no se precia,
Para qué escribe versos y los dice?
Porqué desdeña lo que mas aprecia?

Jamas me contenté, ni satisfice
De hipocritas melindres. Llanamente
Quise alabanzas de lo que bien hice.

Con todo quiere Apolo, que esta gente
Religiosa se tenga aqui secreta,
Dixo el dios que presume de eloquente.

Oyose en esto el son de una corneta,
Y un trapa, trapa, aparta, afuera, afuera,
Que viene un gallardisimo poeta.

Volví la vista y vi por la ladera.
Del monte un postillon y un caballero
Correr, como se dice, á la ligera.

Servia el postillon de pregonero
Mucho mas que de guia, á cuyas voces
En pie se puso el esquadron entero.

Preguntóme Mercurio: no conoces
Quien es este gallardo, este brioso?
Imagino que ya le reconoces.

Bien, le respondi: que es el famoso
Gran DON SANCHO DE LEIVA, cuya espada
Y pluma harán á Delio venturoso.

Venceráse sin duda esta jornada
Con tal socorro: y en el mismo instante,
Cosa que parecia imaginada,

Otro favor no menos importante
Para el caso temido se nos muestra,
De ingenio, y fuerzas, y valor bastante.

Una tropa gentil por la siniestra
Parte del monte se descubrió: ó cielos,
Que dais de vuestra providencia muestra!

Aquel discreto JUAN DE VASCONCELOS
Venia delante en un caballo vayo,
Dando á las musas Lusitanas zelos.

Tras él el capitan PEDRO TAMAYO
Venia, y aunque enfermo de la gota,
Fue al enemigo asombro, fue desmayo.

Que por él se vió en fuga, y puesto en rota,
Que en los dudosos trances de la guerra
Su ingenio admira y su valor se nota.

Tambien llegaron á la rica tierra,
Puestos debaxo de una blanca seña,
Por la parte derecha de la sierra

Otros, de quien tomó luego reseña
Apolo: y era dellos el primero
El joven DON FERNANDO DE LODEÑA:

Poeta primerizo insigne, empero
En cuyo ingenio Apolo deposita
Sus glorias para el tiempo venidero.

Con magestad real, con inaudita
Pompa llegó, y al pie del monte para
Quien los bienes del monte solicita:

El Licenciado fue JUAN DE VERGARA
El que llegó, con quien la turba ilustre
En sus vecinos medios se repara.

De Esculapio y de Apolo gloria, y lustre,
Sino digalo el santo bien partido,
Y su fama la misma envidia ilustre.

Con él fue con aplauso recebido
El docto JUAN ANTONIO DE HERRERA,
Que puso en fil el desigual partido.

O quien con lengua en nada lisongera,
Sino con puro afecto en grande exceso,
Dos que llegaron alabar pudiera!

Pero no es de mis hombros este peso,
Fueron los que llegaron los famosos
Los dos Maestros CALVO Y VALDIVIESO.

Luego se descubrió por los undosos
Llanos del mar una pequeña barca
Impelida de remos presurosos:

Llegó, y al punto della desembarca
El gran DON JUAN DE ARGOTE Y DE GAMBOA
En compañia de DON DIEGO ABARCA,

Sugetos dinos de incesable loa,
Y DON DIEGO XIMENEZ Y DE ENCISO
Dió un salto á tierra desde la alta proa.

En estos tres la gala y el aviso
Cifró quanto de gusto en sí contienen,
Como su ingenio y obras dan aviso.

Con JUAN LOPEZ DEL VALLE otros dos vienen
Juntos alli, y es PAMONES el uno,
Con quien las musas ogeriza tienen.

Porque pone sus pies por do ninguno
Los puso, y con sus nuevas fantasias
Mucho mas que agradable es importuno.

De lexas tierras por incultas vias
Llegó el brabo Irlandes DON JUAN BATEO,
Xerxes nuevo en memoria en nuestros dias,

Vuelvo la vista, á MANTUANO veo,
Que tiene al gran Velasco por Mecenas,
Y ha sido acertadisimo su empleo.

Dexarán estos dos en las agenas
Tierras, como en las proprias dilatados
Sus nombres, que tú, Apolo, asi lo ordenas.

Por entre dos fructiferos collados
(Habrá quien esto crea, aunque lo entienda?)
De palmas y laureles coronados,

El grave aspecto del ABAD MALUENDA
Pareció, dando al monte luz y gloria,
Y esperanzas de triunfo en la contienda.

Pero de qué enemigos la vitoria
No alcanzará un ingenio tan florido?
Y una bondad tan digna de memoria?

DON ANTONIO GENTIL DE VARGAS, pido
Espacio para verte, que llegaste
De gala y arte, y de valor vestido;

Y aunque de patria Ginoves, mostraste
Ser en las musas castellanas doto,
Tanto que al esquadron todo admiraste.

Desde el Indio apartado del remoto
Mundo llegó mi amigo MONTESDOCA,
Y el que anudó de Arauco el nudo roto.

Dixo Apolo á los dos: á entrambos toca
Defender esta vuestra rica estancia
De la canalla de verguenza poca.

La qual de error armada y de arrogancia
Quiere canonizar y dar renombre
Inmortal y divino á la ignorancia.

Que tanto puede la aficion, que un hombre
Tiene á sí mismo, que ignorante siendo,
De buen poeta quiere alcanzar nombre.

En esto otro milagro, otro estupendo
Prodigio se descubre en la marina,
Que en pocos versos declarar pretendo

Una nave á la tierra tan vecina
Llegó, que desde el sitio donde estaba,
Se ve quanto hay en ella, y determina.

Demás de quatro mil salmas pasaba,
Que otros suelen llamarlas toneladas,
Ancha de vientre y de estatura brava:

Asi como las naves que cargadas
Llegan de la oriental india á Lisboa,
Que son por las mayores estimadas.

Esta llegó desde la popa á proa
Cubierta de poetas, mercancia
De quien hay saca en Calicut y en Goa.

Tomole al roxo dios alferecia
Por ver la muchedumbre impertinente,
Que en socorro del monte le venia.

Y en silencio rogó devotamente,
Que el vaso naufragase en un momento
Al que gobierna el humido tridente.

Uno de los del numero hambriento
Se puso en esto al borde de la nave,
Al parecer mohino y mal contento:

Y en voz, que ni de tierna ni suave
Tenia un solo adarme, gritando
(Dixo tal vez colerico, y tal grave)

Lo que impaciente estuve yo escuchando,
Porque vi sus razones ser saetas,
Que iban mi alma y corazon clavando.

O tú, dixo, traidor, que los poetas
Canonizaste de la larga lista,
Por causas y por vias indiretas:

Dónde tenias, Magancés, la vista
Aguda de tu ingenio, que asi ciego
Fuiste tan mentiroso coronista?

Yo te confieso, ó barbaro, y no niego
Que algunos de los muchos que escogiste
Sin que el respeto te forzase ó el ruego,

En el debido punto los pusiste;
Pero con los demas sin duda alguna
Prodigo de alabanzas anduviste.

Has alzado á los cielos la fortuna
De muchos, que en el centro del olvido
Sin ver la luz del sol, ni de la luna,

Yacian: ni llamado, ni escogido
Fue el gran pastor de Iberia, el gran BERNARDO,
Que de la VEGA tiene el apellido.

Fuiste envidioso, descuidado y tardo,
Y á las Ninfas de Henares y Pastores,
Como á enemigos les tiraste un dardo,

Y tienes tu poetas tan peores
Que estos en tu rebaño, que imagino
Que han de sudar, si quieren ser mejores.

Que si este agravio no me turba el tino,
Siete trobistas desde aqui diviso,
A quien suelen llamar de torbellino,

Con quien la gala, discrecion y aviso
Tienen poco que ver, y tu los pones
Dos leguas mas allá del paraiso.

Estas quimeras, estas invenciones
Tuyas te han de salir al rostro un dia,
Si mas no te mesuras y compones.

Esta amenaza y gran descortesia
Mi blando corazon llenó de miedo,
Y dió al traves con la paciencia mia.

Y volviendome á Apolo con denuedo
Mayor del que esperaba de mis años,
Con voz turbada y con semblante acedo,

Le dixe: con bien claros desengaños
Descubro, que el servirte me grangea
Presentes miedos de futuros daños.

Haz, ó señor, que en publico se lea
La lista que Cilenio llevó á España,
Porque mi culpa poca aqui se vea.

Si tu deidad en escoger se engaña,
Y yo solo aprobé lo que él me dixo,
Porqué este simple contra mí se ensaña?

Con justa causa y con razon me aflixo,
De ver como estos barbaros se inclinan
A tenerme en temor duro y prolixo.

Unos, porque los puse me abominan:
Otros, porque he dexado de ponellos,
De darme pesadumbre determinan.

Yo no sé como me avendré con ellos,
Los puestos se lamentan, los no puestos
Gritan, yo tiemblo destos y de aquellos.

Tú, señor, que eres dios, dales los puestos
Que piden sus ingenios: llama, y nombra
Los que fueren mas habiles y prestos.

Y porque el turbio miedo que me asombra,
No me acabe, acabada esta contienda,
Cubreme con tu manto y con tu sombra.

O ponme una señal, por do se entienda
Que soy hechura tuya y de tu casa:
Y asi no havrá ninguno que me ofenda.

Vuelve la vista, y mira lo que pasa,
Fue de Apolo enojado la respuesta,
Que ardiendo en ira el corazon le abrasa.

Volvila, y vi la mas alegre fiesta,
Y la mas desdichada y compasiva,
Que el mundo vió, ni aun la verá qual esta.

Mas no se espere que yo aqui la escriba,
Sino en la parte quinta, en quien espero
Cantar con voz tan entonada y viva,
Que piensen que soy cisne, y que me muero.



VIAGE AL PARNASO.


CAPITULO V.

Oyó el señor del humido tridente
Las plegarias de Apolo, y escuchólas
Con alma tierna y corazon clemente.

Hizo de ojo, y dió del pie á las olas,
Y sin que lo entendiesen los poetas
En un punto hasta el cielo levantólas.

Y él por ocultas vias y secretas
Se agazapó debaxo del navio,
Y usó con él de sus traidoras tretas.

Hirió con el tridente en lo vacio
Del buco, y el estomago le llena
De un copioso corriente amargo rio.

Advertido el peligro, al aire suena
Una confusa voz, la qual resulta
De otras mil que el temor forma y la pena.

Poco á poco el bagel pobre se oculta
En las entrañas del ceruleo y cano
Vientre, que tantas animas sepulta.

Suben los llantos por el aire vano
De aquellos miserables, que suspiran
Por ver su irreparable fin cercano.

Trepan y suben por las jarcias, miran
Qual del navio es el lugar mas alto,
Y en él muchos se apiñan y retiran.

La confusion, el miedo, el sobresalto
Les turba los sentidos, que imaginan
Que desta á la otra vida es grande el salto.

Con ningun medio ni remedio atinan;
Pero creyendo dilatar su muerte
Algun tanto á nadar se determinan.

Saltan muchos al mar de aquella suerte,
Que al charco de la orilla saltan ranas
Quando el miedo, ó el ruido las advierte.

Hienden las olas del romperse canas,
Menudean las piernas y los brazos,
Aunque enfermos estan, y ellas no sanas.

Y en medio de tan grandes embarazos
La vista ponen en la amada orilla,
Deseosos de darla mil abrazos.

Y sé yo bien, que la fatal quadrilla
Antes que alli, holgara de hallarse
En el compas famoso de Sevilla.

Que no tienen por gusto el ahogarse,
Discreta gente al parecer en esto,
Pero valioles poco el esforzarse.

Que el padre de las aguas echó el resto
De su rigor, mostrandose en su carro
Con rostro airado y ademan funesto.

Quatro delfines, cada qual bizarro,
Con cuerdas hechas de tegidas obas
Le tiraban con furia y con desgarro.

Las ninfas en sus humidas alcobas
Sienten tu rabia, ó vengativo Nume,
Y de sus rostros la color les robas.

El nadante poeta que presume
Llegar á la ribera defendida,
Sus ayes pierde y su teson consume.

Que su corta carrera es impedida
De las agudas puntas del tridente,
Entonces fiero y aspero homicida.

Quien ha visto muchacho diligente
Que en goloso á si mesmo sobrepuja
Que no hay comparacion mas conveniente,

Picar en el sombrero la granuja,
Que el hallazgo le puso alli ó la sisa,
Con punta alfileresca, ó ya de aguja:

Pues no con menor gana, ó menor prisa
Poetas ensartaba el Nume airado
Con gesto infame, y con dudosa risa.

En carro de cristal venia sentado,
La barba luenga y llena de marisco,
Con dos gruesas lampreas coronado.

Hacian de sus barbas firme aprisco
La Almeja, el Morsillon, Pulpo y Cangrejo,
Qual le suelen hacer en peña ó risco.

Era de aspecto venerable y viejo,
De verde, azul y plata era el vestido,
Robusto al parecer y de buen rejo.

Aunque como enojado, denegrido
Se mostraba en el rostro, que la saña
Asi turba el color como el sentido.

Airado contra aquellos mas se ensaña
Que nadan mas, y saleles al paso,
Juzgando á gloria tan cobarde hazaña.

En esto, ó nuevo y milagroso caso,
Dino de que se cuente poco á poco,
Y con los versos de Torcato Taso.

Hasta aqui no he invocado, ahora invoco
Vuestro favor, ó musas! necesario
Para los altos puntos en que toco.

Descerrajad vuestro mas rico almario,
Y el aliento me dad que el caso pide,
No humilde, no ratero, ni ordinario.

Las nubes hiende el aire, pisa y mide
La hermosa Venus Acidalia, y baxa
Del cielo que ninguno se lo impide.

Traia vestida de pardilla raja
Una gran saya entera hecha al uso,
Que le dice muy bien, quadra y encaja.

Luto que por su Adonis se le puso,
Luego que el gran colmillo del berraco
A atravesar sus ingles se dispuso.

A fe que si el mocito fuera Maco,
Que él guardára la cara al colmilludo,
Que dió á su vida, y su belleza saco.

O valiente garzon, mas que sesudo,
Cómo estándo avisado, tu mal tomas,
Entrando en trance tan horrendo y crudo?

En esto las mansisimas palomas
Que el carro de la diosa conducian
Por el llano del mar, y por las lomas:

Por unas y otras partes discurrian,
Hasta que con Neptuno se encontraron,
Que era lo que buscaban y querian.

Los dioses que se ven, se respetaron,
Y haciendo sus zalemas á lo moro,
De verse juntos en estremo holgaron.

Guardaronse real grave decoro,
Y procuró Ciprinia en aquel punto
Mostrar de su belleza el gran tesoro.

Ensanchó el verdugado, y dióle el punto
Con ciertos puntapies que fueron coces
Para el dios que las vió y quedó difunto.

Un poeta llamado DON QUINCOCES
Andaba semivivo en las saladas
Ondas dando gemidos y no voces.

Con todo dixo, en mal articuladas
Palabras: o, señora, la de Pafo,
Y de las otras dos islas nombradas,

Muevate á compasion el verme gafo
De pies y manos, y que ya me ahogo,
En otras Linfas que las del Garrafo.

Aqui será mi Pira, aqui mi rogo,
Aqui será QUINCOCES sepultado,
Que tuvo en su crianza Pedagogo.

Esto dixo el mezquino, esto escuchado
Fue de la diosa con ternura tanta,
Que volvió á componer el verdugado.

Y luego en pie y piadosa se levanta,
Y poniendo los ojos en el viejo,
Desembudó la voz de la garganta:

Y con cierto desden y sobrecejo,
Entre enojada y grave, y dulce dixo
Lo que al humido dios tuvo perplejo.

Y aunque no fue su razonar prolixo,
Todavia le truxo á la memoria
Hermano de quien era y de quien hijo.

Representole quan pequeña gloria
Era llevar de aquellos miserables
El triunfo infausto, y la cruel vitoria.

El dixo: si los hados inmudables
No huvieran dado la fatal sentencia
Destos en su ignorancia siempre estables.

Una brizna no mas de tu presencia
Que viera yo, bellisima señora,
Fuera de mi rigor la resistencia.

Mas ya no puede ser, que ya la hora
Llegó donde mi blanda y mansa mano
Ha de mostrar que es dura y vencedora.

Que estos de proceder siempre inhumano,
En sus versos han dicho cien mil veces,
Azotando las aguas del mar cano.

Ni azotado, ni viejo me pareces,
Replicó Venus, y él le dixo á ella:
Puesto que me enamoras no enterneces.

Que de tal modo la fatal estrella,
Influye destos tristes, que no puedo
Dar felice despacho á tu querella.

Del querer de los hados solo un dedo,
No me puedo apartar, ya tu lo sabes,
Ellos han de acabar, y ha de ser cedo.

Primero acabarás que los acabes,
Le respondió madama, la que tiene
De tantas voluntades puerta y llaves.

Que aunque el hado feroz su muerte ordene,
El modo no ha de ser á tu contento,
Que muchas muertes el morir contiene.

Turbóse en esto el liquido elemento,
De nuevo renovóse la tormenta,
Sopló mas vivo y mas apriesa el viento.

La hambrienta mesnada, y no sedienta,
Se rinde al uracan recien venido,
Y por mas no penar muere contenta.

O raro caso y por jamas oido,
Ni visto! ó nuevas y admirables trazas
De la gran reina obedecida en Gnido!

En un instante el mar de calabazas
Se vió quajado, algunas tan potentes,
Que pasaban de dos, y aun de tres brazas.

Tambien hinchados odres y valientes,
Sin deshacer del mar la blanca espuma,
Nadaban de mil talles diferentes.

Esta trasmutacion fue hecha en suma
Por Venus de los languidos poetas,
Porque Neptuno hundirlos no presuma.

El qual le pidió á Febo sus saetas,
Cuya arma arrojadiza desde aparte
A Venus defraudara de sus tretas.

Negóselas Apolo; y veis do parte
Enojado el vejon con su tridente,
Pensandolos pasar de parte á parte;

Mas este se resbala, aquel no siente
La herida, y dando esguince se desliza,
Y él queda de la colera impaciente.

En esto Boreas su furor atiza,
Y lleva antecogida la manada,
Que con la de los cerdas simboliza.

Pidióselo la diosa aficionada
A que vivan poetas zarabandos,
De aquellos de la seta almidonada:

De aquellos blancos, tiernos, dulces, blandos,
De los que por momentos se dividen
En varias setas, y en contrarios vandos.

Los contrapuestos vientos se comiden
A complacer la bella rogadora,
Y con un solo aliento la mar miden:

Llevando á la piara gruñidora,
En calabazas y odres convertida
A los reynos contrarios del aurora.

Desta dulce semilla referida
España, verdad cierta, tanto abunda,
Que es por ella estimada y conocida.

Que aunque en armas y en letras es fecunda
Mas que quantas provincias tiene el suelo,
Su gusto en parte en tal semilla funda.

Despues desta mudanza que hizo el cielo,
O Venus, ó quien fuese, que no importa
Guardar puntualidad como yo suelo,

No veo calabaza, ó luenga ó corta,
Que no imagine que es algun poeta
Que alli se estrecha, encubre, encoge, acorta.

Pues qué quando veo un cuero, ó mal discreta
Y vana fantasia, asi engañada,
Que á tanta liviandad estás sugeta!

Pienso que el piezgo de la boca atada
Es la faz del poeta transformado
En aquella figura mal hinchada.

Y quando encuentro algun poeta honrado,
Digo, poeta firme y valedero,
Hombre vestido bien y bien calzado,

Luego se me figura ver un cuero,
O alguna calabaza, y desta suerte
Entre contrarios pensamientos muero,

Y no sé si lo yerre, ó si lo acierte,
En que á las calabazas y á los cueros,
Y á los poetas trate de una suerte.

Cernìcalos que son lagartigeros
No esperen de gozar las preeminencias
Que gozan gabilanes no pecheros.

Puestas en paz pues ya las diferencias
De Delio, y los poetas transformados
En tan vanas y huecas apariencias:

Los mares y los vientos sosegados,
Sumergiose Neptuno mal contento
En sus palacios de cristal labrados.

Las mansisimas aves por el viento
Volaron, y á la bella Cipriana
Pusieron en su reyno á salvamento.

Y en señal que del triunfo quedó ufana,
Lo que hasta alli nadie acabó con ella,
Del luto se quitó la saboyana.

Quedando en cueros tan briosa y bella,
Que se supo despues que Marte anduvo
Todo aquel dia, y otros dos tras ella.

Todo el qual tiempo el escuadron estuvo
Mirando atento la fatal ruina,
Que la canalla transformada tuvo.

Y viendo despejada la marina
Apolo del socorro mal venido,
De dar fin al gran caso determina.

Pero en aquel instante un gran ruido
Se oyó, con que la turba se alboroza,
Y pone vista alerta, y presto oido.

Y era quien le formaba una carroza
Rica, sobre la qual venia sentado
El grave DON LORENZO DE MENDOZA,

De su felice ingenio acompañado,
De su mucho valor y cortesia,
Joyas inestimables, adornado.

PEDRO JUAN DE REJAULE le seguia
En otro coche insigne Valenciano,
Y grande defensor de la poesia.

Sentado viene á su derecha mano
JUAN DE SOLIS, mancebo generoso,
De raro ingenio en verdes años cano.

Y JUAN DE CARVAJAL, Dotor famoso,
Les hace tercio, y no por ser pesado
Dexan de hacer su curso presuroso.

Porque el divino ingenio al levantado
Valor de aquestos tres que el coche encierra,
No hay impedirle monte, ni collado.

Pasan volando la empinada sierra,
Las nubes tocan, llegan casi al cielo,
Y alegres pisan la famosa tierra.

Con este mismo honroso y grave zelo,
BARTOLOME DE MOLA, y GABRIEL LASO
Llegaron á tocar del monte el suelo.

Honra las altas cimas de Parnaso
DON DIEGO, que de SILVA tiene el nombre,
Y por ellas alegre tiende el paso.

A cuyo ingenio, y sin igual renombre
Toda ciencia se inclina y le obedece,
Y le levanta á ser mas que de hombre.

Dilatanse las sombras, y descrece
El dia, y de la noche el negro manto
Guarnecido de estrellas aparece.

Y el esquadron que havia esperado tanto
En pie, se rinde al sueño perezoso
De hambre y sed, y de mortal quebranto.

Apolo entonces poco luminoso,
Dando hasta los Antipodas un brinco,
Siguió su accidental curso forzoso.

Pero primero licenció á los cinco
Poetas titulados á su ruego,
Que lo pidieron con estraño ahinco,

Por parecerles risa, burla y juego
Empresas semejantes; y asi Apolo
Condecendió con sus deseos luego.

Que es el galan de Dafne unico y solo
En usar cortesia sobre quantos
Descubre el nuestro, y el contrario polo.

Del lobrego lugar de los espantos
Sacó su hisopo el languido Morfeo,
Con que ha rendido y embocado á tantos,

Y del licor que dicen que es Leteo,
Que mana de la fuente del olvido,
Los parpados bañó á todos arreo.

El mas hambriento se quedó dormido,
Dos cosas repugnantes, hambre y sueño,
Privilegio á poetas concedido.

Yo quedé enfin dormido como un leño,
Llena la fantasia de mil cosas,
Que de contallas mi palabra empeño,
Por mas que sean en sí dificultosas.



VIAGE AL PARNASO.


CAPITULO VI.

De una de tres causas los ensueños
Se causan, ó los sueños, que este nombre
Les dan los que del bien hablar son dueños.

Primera, de las cosas de que el hombre
Trata mas de ordinario: la segunda
Quiere la medicina que se nombre,

Del humor que en nosotros mas abunda.
Toca en revelaciones la tercera,
Que en nuestro bien mas que las dos redunda.

Dormí, y soñé, y el sueño la tercera
Causa le dió principio suficiente,
A mezclar el ahito y la dentera.

Sueña el enfermo, á quien la fiebre ardiente
Abrasa las entrañas, que en la boca
Tiene de las que ha visto alguna fuente.

Y el labio al fugitivo cristal toca,
Y el dormido consuelo imaginado
Crece el deseo, y no la sed apoca.

Pelea el valentisimo soldado
Dormido, casi al modo que despierto
Se mostró en el combate fiero armado.

Acude el tierno amante á su concierto,
Y en la imaginacion dormido llega
Sin padecer borrasca á dulce puerto.

El corazon el avariento entrega
En la mitad del sueño á su tesoro,
Que el alma en todo tiempo no le niega.

Yo, que siempre guardé el comun decoro
En las cosas dormidas y despiertas,
Pues no soy Troglodita ni soy Moro;

De par en par del alma abrí las puertas,
Y dexé entrar al sueño por los ojos
Con premisas de gloria y gusto ciertas.

Gocé durmiendo quatro mil despojos,
Que los conté sin que faltase alguno,
De gustos que acudieron á manojos.

El tiempo, la ocasion, el oportuno
Lugar correspondian al efeto,
Juntos y por sí solo cada uno.

Dos horas dormí, y mas á lo discreto,
Sin que imaginaciones ni vapores
El celebro tuviesen inquieto.

La suelta fantasia entre mil flores
Me puso de un pradillo, que exhalaba
De Pancaya y Sabea los olores.

El agradable sitio se llevaba
Tras sí la vista que durmiendo, viva
Mucho mas que despierta se mostraba.

Palpable vi, mas no sé si lo escriba,
Que á las cosas que tienen de imposibles,
Siempre mi pluma se ha mostrado esquiva.

Las que tienen vislumbre de posibles,
De dulces, de suaves y de ciertas
Explican mis borrones apacibles.

Nunca á disparidad abre las puertas
Mi corto ingenio, y hallalas contino
De par en par la consonancia abiertas.

Cómo puede agradar un desatino
Si no es que de proposito se hace,
Mostrandole el donaire su camino?

Que entonces la mentira satisface
Quando verdad parece, y está escrita
Con gracia, que al discreto y simple aplace.

Digo, volviendo al cuento, que infinita
Gente vi discurrir por aquel llano,
Con algazara placentera y grita:

Con habito decente y cortesano
Algunos, á quien dió la hipocresia
Vestido pobre; pero limpio y sano.

Otros de la color que tiene el dia
Quando la luz primera se aparece
Entre las trenzas de la aurora fria.

La variada primavera ofrece
De sus varias colores la abundancia,
Con que á la vista el gusto alegre crece.

La prodigalidad, la exorbitancia
Campean juntas por el verde prado
Con galas que descubren su ignorancia.

En un trono del suelo levantado,
(Do el arte á la materia se adelanta
Puesto que de oro y de marfil labrado)

Una doncella ví desde la planta
Del pie hasta la cabeza asi adornada,
Que el verla admira, y el oirla encanta.

Estaba en él con magestad sentada,
Giganta al parecer en la estatura,
Pero aunque grande, bien proporcionada.

Parecia mayor su hermosura
Mirada desde lejos, y no tanto
Si de cerca se ve su compostura.

Lleno de admiracion, colmo de espanto,
Puse en ella los ojos, y vi en ella
Lo que en mis versos desmayados canto.

Yo no sabré afirmar si era doncella,
Aunque he dicho que sí, que en estos casos
La vista mas aguda se atropella.

Son por la mayor parte siempre escasos
De razon los juicios maliciosos
En juzgar rotos los enteros vasos.

Altaneros sus ojos y amorosos
Se mostraban con cierta mansedumbre,
Que los hacia en todo estremo hermosos.

Ora fuese artificio, ora costumbre,
Los rayos de su luz tal vez crecian,
Y tal vez daban encogida lumbre.

Dos ninfas á sus lados asistian,
De tan gentil donaire y apariencia,
Que miradas las almas suspendian.

De la del alto trono en la presencia
Desplegaban sus labios en razones,
Ricas en suavidad, pobres en ciencia.

Levantaban al cielo sus blasones,
Que estaban por ser pocos ó ningunos,
Escritos del olvido en los borrones.

Al dulce murmurar, al oportuno
Razonar de las dos, la del asiento,
Que en belleza jamas le igualó alguno,

Luego se puso en pie, y en un momento
Me pareció, que dió con la cabeza
Mas allá de las nubes, y no miento:

Y no perdió por esto su belleza,
Antes mientras mas grande, se mostraba
Igual su perfecion á su grandeza:

Los brazos de tal modo dilataba,
Que de do nace adonde muere el dia
Los opuestos estremos alcanzaba.

La enfermedad llamada hidropesia
Asi le hincha el vientre, que parece
Que todo el mar caber en él podia.

Al modo destas partes asi crece
Toda su compostura, y no por esto,
Qual dixe, su hermosura desfallece.

Yo atonito esperaba ver el resto
De tan grande prodigio, y diera un dedo
Por saber la verdad segura, y presto.

Uno, y no sabré quien, bien claro y quedo
Al oido me habló, y me dixo: espera,
Que yo decirte lo que quieres puedo.

Esta que ves, que crece de manera,
Que apenas tiene ya lugar do quepa,
Y aspira en la grandeza á ser primera:

Esta que por las nube sube y trepa
Hasta llegar al cerco de la luna
(Puesto que el modo de subir no sepa.)

Es la que confiada en su fortuna
Piensa tener de la inconstante rueda
El exe quedo, y sin mudanza alguna.

Esta que no halla mal que le suceda,
Ni le teme atrevida y arrogante,
Prodiga siempre, venturosa y leda:

Es la que con disignio extravagante
Dió en crecer poco á poco hasta ponerse
Qual ves en estatura de gigante.

No dexa de crecer por no atreverse
A emprender las hazañas mas notables,
Adonde puedan sus estremos verse.

No has oido decir los memorables
Arcos, anfiteatros, templos, baños,
Termas, porticos, muros admirables:

Que á pesar y despecho de los años,
Aun duran sus reliquias y entereza,
Haciendo al tiempo y á la muerte engaño?

Yo, respondi por mí, ninguna pieza
Desas que has dicho, dexo de tenella
Clavada y remachada en la cabeza.

Tengo el sepulcro de la viuda bella,
Y el Coloso de Rodas alli junto,
Y la lanterna que sirvió de estrella.

Pero vengamos de quien es al punto
Esta, que lo deseo. Haráse luego,
Me respondió la voz en baxo punto.

Y prosiguió, diciendo: á no estar ciego
Huvieras visto ya quien es la dama:
Pero enfin tienes el ingenio lego.

Esta que hasta los cielos se encarama
Preñada, sin saber como, del viento,
Es hija del deseo y de la fama.

Esta fue la ocasion y el instrumento
En todo y parte de que el mundo viese
No siete marabillas, sino ciento.

Corto numero es ciento: aunque dixese
Cien mil y mas millones, no imagines,
Que en la cuenta del numero excediese.

Esta conduxo á memorables fines,
Edificios que asientan en la tierra,
Y tocan de las nubes los confines.

Esta tal vez ha levantado guerra,
Donde la paz suave reposaba
Que en limites estrechos no se encierra.

Quando murió en las llamas, abrasaba
El atrevido fuerte brazo y fiero,
Esta el incendio horrible resfriaba.

Esta arrojó al Romano caballero
En el abismo de la ardiente cueva,
De limpio armado, y de luciente azero.

Esta tal vez con marabilla nueva,
(De su ambiciosa condicion llevada)
Mil imposibles atrevida prueba.

Desde la ardiente Libia hasta la helada
Citia lleva la fama su memoria,
En grandiosas obras dilatada.

Enfin ella es la altiva vanagloria,
Que en aquellas hazañas se entremete,
Que llevan de los siglos la vitoria.

Ella misma á sí misma se promete
Triunfos y gustos, sin tener asida
A la calva ocasion por el copete.

Su natural sustento, su bebida,
Es aire, y asi crece en un instante
Tanto, que no hay medida á su medida.

Aquellas dos del placido semblante
Que tiene á sus dos lados, son aquellas
Que sirven á la maquina de Atlante.

Su delicada voz, sus luces bellas,
Su humildad aparente, y las lozanas
Razones, que el amor se cifra en ellas,

Las hacen mas divinas que no humanas,
Y son, (con paz escucha y con paciencia)
La adulacion y la mentira hermanas.

Estas están contino en su presencia,
Palabras ministrandole al oido,
Que tienen de prudentes aparencia.

Y ella qual ciega del mejor sentido,
No ve que entre las flores de aquel gusto,
El aspid ponzoñoso está escondido.

Y asi arrojada con deseo injusto
En cristalino vaso prueba y bebe
El veneno mortal, sin ningun susto.

Quien mas presume de advertido, pruebe
A dexarse adular, verá quan presto
Pasa su gloria como el viento leve.

Esto escuché: y en escuchando aquesto,
Dió un estampido tal la gloria vana,
Que dió á mi sueño fin dulce y molesto.

Y en esto descubrióse la mañana,
Vertiendo perlas y esparciendo flores,
Lozana en vista, y en virtud lozana.

Los dulces pequeñuelos ruiseñores
Con cantos no aprendidos le decian
Enamorados della mil amores.

Los silgueros el canto repetian,
Y las diestras calandrias entonaban
La musica, que todos componian.

Unos del esquadron priesa se daban,
Porque no los hallase el dios del dia
En los forzosos actos en que estaban.

Y luego se asomó su señoria,
Con una cara de tudesco roja,
Por los balcones de la aurora fria.

En parte gorda, en parte flaca y floja,
Como quien teme el esperado trance,
Donde verse vencido se le antoja.

En propio toledano y buen romance
Les dió los buenos dias cortesmente,
Y luego se aprestó al forzoso lance.

Y encima de un peñasco puesto enfrente
Del esquadron, con voz sonora y grave
Esta oracion les hizo de repente.

O espiritus felices, donde cabe
La gala del decir, la sutileza
De la ciencia mas docta que se sabe!

Donde en su propia natural belleza
Asiste la hermosa poesia
Entera de los pies á la cabeza!

No consintais por vida vuestra y mia,
(Mirad con que llaneza Apolo os habla)
Que triunfe esta canalla que porfia.

Esta canalla digo que se endiabla,
Que por darles calor su muchedumbre,
Ya su ruina, ó ya la nuestra entabla.

Vosotros de mis ojos gloria y lumbre,
Faroles do mi luz de asiento mora,
Ya por naturaleza, ó por costumbre,

Haveis de consentir que esta embaidora,
Hipocrita gentalla se me atreva,
De tantas necedades inventora?

Haced famosa y memorable prueba
De vuestro gran valor en este hecho,
Que á su castigo y vuestra gloria os lleva.

De justa indignacion armad el pecho,
Acometed intrepidos la turba,
Ociosa, vagamunda, y sin provecho.

No se os dé nada, no se os dé una burba,
(Moneda Berberisca, vil y baxa)
De aquesta gente, que la paz nos turba.

El son de mas de una templada caja,
Y el del pifaro triste y la trompeta,
Que la colera sube, y flema abaxa;

Asi os incite con virtud secreta,
Que despierte los animos dormidos
En la facion que tanto nos aprieta.

Yá retumba, ya llega á mis oidos
Del esquadron contrario el rumor grande,
Formado de confusos alaridos.

Ya es menester, sin que os lo ruegue, ó mande,
Que cada qual como guerrero experto,
sin que por su capricho se desmande,

La orden guarde y militar concierto,
Y acuda á su deber como valiente
Hasta quedar, ó vencedor ó muerto.

En esto por la parte de poniente
Pareció el escuadron casi infinito
De la barbara, ciega, y pobre gente.

Alzan los nuestros al momento un grito
Alegre, y no medroso; y gritan, arma,
Arma resuena todo aquel distrito;
Y aunque mueran, correr quieren al arma.



VIAGE AL PARNASO.


CAPITULO VII.

Tu, Beligera musa, tú, que tienes
La voz de bronce, y de metal la lengua,
Quando á cantar del fiero Marte vienes:

Tú, por quien se aniquila siempre y mengua
El gran genero humano: tú, que puedes
Sacar mi pluma de ignorancia, y mengua:

Tu, mano rota, y larga de mercedes;
Digo en hacellas: una aqui te pido,
(Que no hará que menos rica quedes.)

La soberbia y maldad, el atrevido
Intento de una gente mal mirada
Ya se descubre con mortal ruido.

Dame una voz al caso acomodada,
Una sotil y bien cortada pluma,
No de aficion, ni de pasion llevada.

Para que pueda referir en suma
Con purisimo y nuevo sentimiento,
Con verdad clara, y entereza suma,

El contrapuesto y desigual intento
De uno y otro esquadron, que ardiendo en ira,
Sus vanderas descoge al vago viento.

El del vando catolico, que mira
Al falso y grande al pie del monte puesto,
Que de subir al alta cumbre aspira;

Con paso largo, y ademan compuesto,
Todo el monte coronan, y se ponen
A la furia, que en loca ha echado el resto.

Las ventajas tantean, y disponen
Los animos valientes al asalto,
En quien su gloria y su venganza ponen.

De rabia lleno y de paciencia falto
Apolo su bellisimo estandarte
Mandó al momento levantar en alto.

Arbolole un MARQUES, que el propio Marte
Su briosa presencia representa
Naturalmente, sin industria y arte.

Poeta celeberrimo y de cuenta,
Por quien, y en quien Apolo soberano
Su gloria y gusto, y su valor aumenta.

Era la insinia un cisne hermoso y cano,
Tan al vivo pintado, que dixeras,
La voz despide alegre al aire vano.

Siguen al estandarte sus vanderas
De gallardos alfereces llevadas,
Honrosas por no estar todas enteras.

Las cajas á lo belico templadas
Al milite mas tardo vuelven presto,
De voces de metal acompañadas.

GERONIMO DE MORA llegó en esto,
Pintor excelentisimo y poeta,
Apeles y Virgilio en un supuesto:

Y con la autoridad de una gineta,
(Que de ser capitan le daba nombre)
Al caso acude y á la turba aprieta.

Y porque mas se turbe, y mas se asombre
El enemigo desigual y fiero
Llegó el gran BIEDMA de inmortal renombre.

Y con él GASPAR DE AVILA, primero
Sequáz de Apolo, á cuyo verso y pluma,
Iciar puede envidiar, temer Sincero.

Llegó JUAN DE MEZTANZA, cifra y suma
De tanta erudicion, donaire y gala,
Que no hay muerte, ni edad que la consuma.

Apolo le arrancó de Guatimala,
Y le truxo en su ayuda para ofensa
De la canalla en todo estremo mala.

Hacer milagros en el trance piensa
CEPEDA, y acompañale MEGIA,
Poetas dinos de alabanza inmensa.

Clarisimo esplendor de Andalucia,
Y de la Mancha el sin igual GALINDO
Llegó con magestad y bizarria.

De la alta cumbre del famoso Pindo
Baxaron tres bizarros Lusitanos
(A quien mis alabanzas todas rindo.)

Con prestos pies y con valientes manos
Con FERNANDO CORREA DE LA CERDA,
Pisó RODRIGUEZ LOBO monte y llanos.

Y porque Febo su razon no pierda
El grande DON ANTONIO DE ATAIDE
Llegó con furia alborotada y cuerda.

Las fuerzas del contrario ajusta y mide
Con las suyas Apolo, y determina
Dar la batalla, y la batalla pide.

El ronco són de mas de una bocina,
Instrumento de caza y de la guerra,
De Febo á los oidos se avecina.

Tiembla debaxo de los pies la tierra
De infinitos poetas oprimida,
Que dan asalto á la sagrada sierra.

El fiero general de la atrevida
Gente, que trae un cuervo en su estandarte,
Es ARBOLANCHES, muso por la vida.

Puestos estaban en la baxa parte,
Y en la cima del monte, frente á frente
Los campos de quien tiembla el mismo Marte:

Quando una, al parecer discreta gente,
Del catolico vando al enemigo
Se pasó, como en numero de veinte.

Yo con los ojos su carrera sigo,
Y viendo el paradero de su intento,
Con voz turbada al sacro Apolo digo:

Qué prodigio es aqueste? qué portento?
O por mejor decir, qué mal aguero,
Que asi me corta el brio y el aliento?

Aquel tránsfuga que partió primero,
No solo por poeta le tenia,
Pero tambien por bravo churrullero.

Aquel ligero que tras él corria,
En mil corrillos en Madrid le he visto
Tiernamente hablar en la poesia.

Aquel tercero que partió tan listo,
Por satirico, necio, y por pesado
Sé que de todos fue siempre mal quisto.

No puedo imaginar como ha llevado
Mercurio estos poetas en su lista.
Yo fui, respondió Apolo, el engañado;

Que de su ingenio la primera vista
Indicios descubrió que serian buenos
Para facilitar esta conquista.

Señor, repliqué yo, crei que agenos
Eran de las deidades los engaños,
Digo, engañarse en poco mas ni menos.

La prudencia que nace de los años,
Y tiene por maestra la experiencia,
Es la deidad que advierte destos daños.

Apolo respondió: por mi conciencia,
Que no te entiendo, algo turbado y triste
Por ver de aquellos veinte la insolencia.

Tu, SARDO militar LOFRASO, fuiste
Uno de aquellos barbaros corrientes,
Que del contrario el numero creciste.

Mas no por esta mengua los valientes
Del esquadron catolico temieron,
Poetas madrigados y excelentes.

Antes tanto corage concibieron
Contra los fugitivos corredores,
Que riza en ellos y matanza hicieron.

O falsos y malditos trobadores,
Que pasais plaza de poetas sabios,
Siendo la hez de los que son peores.

Entre la lengua, paladar y labios
Anda contino vuestra poesia,
Haciendo á la virtud cien mil agravios.

Poetas de atrevida hipocresia,
Esperad, que de vuestro acabamiento
Ya se ha llegado el temeroso dia.

De las confusas voces el concento
Confuso por el aire resonaba
De espesas nubes condensando en viento.

Por la falda del monte gateaba
Una tropa poetica, aspirando
A la cumbre que bien guardada estaba.

Hacian hincapie de quando en quando,
Y con hondas de estallo y con ballestas
Iban libros enteros disparando.

No del plomo encendido las funestas
Balas, pudieran ser dañosas tanto,
Ni al disparar pudieran ser mas prestas.

Un libro mucho mas duro que un canto
A JUSEPE DE VARGAS dió en las sienes,
Causandole terror, grima y espanto.

Gritó, y dixo á un soneto: tú, que vienes
De satirica pluma disparado,
Porqué el infame curso no detienes?

Y qual perro con piedras irritado,
Que dexa al que las tira, y va tras ellas,
Qual si fueran la causa del pecado,

Entre los dedos de sus manos bellas
Hizo pedazos al soneto altivo,
Que amenazaba al sol y á las estrellas.

Y dixole Cilenio: ó rayo vivo
Donde la justa indignacion se muestra
En un grado y valor superlativo,

La espada toma en la temida diestra,
Y arrojate valiente y temerario
Por esta parte que el peligro adiestra.

En esto del tamaño de un breviario
Volando un libro por el aire vino,
De prosa y verso que arrojó el contrario.

De verso y prosa el puro desatino
Nos dió á entender que de ARBOLANCHES eran
Las Avidas pesadas de contino.

Unas Rimas llegaron, que pudieran
Desbaratar el esquadron christiano,
Si acaso vez segunda se imprimieran.

Dióle á Mercurio en la derecha mano
Una satira antigua licenciosa,
De estilo agudo, pero no mui sano.

De una intricada y mal compuesta prosa,
De un asunto, sin jugo y sin donaire,
Quatro Novelas disparó PEDROSA.

Silvando recio, y desgarrando el aire,
Otro libro llegó de rimas solas
Hechas al parecer como al desgaire.

Viólas Apolo y dixo, quando viólas:
Dios perdone á su autor, y á mí me guarde
De algunas Rimas sueltas españolas.

Llegó EL PASTOR DE IBERIA, aunque algo tarde,
Y derribó catorce de los nuestros,
Haciendo de su ingenio y fuerza alarde.

Pero dos valerosos, dos maestros,
Dos lumbreras de Apolo, dos soldados,
Unicos en hablar, y en obrar diestros:

Del monte puestos en opuestos lados
Tanto apretaron á la turba multa,
Que volvieron atras los encumbrados.

Es GREGORIO DE ANGULO el que sepulta
La canalla, y con él PEDRO DE SOTO,
De prodigioso ingenio, y vena culta.

Doctor aquel, estotro unico y doto
Licenciado, de Apolo ambos sequaces
Con raras obras y animo devoto.

Las dos contrarias indignadas haces
Ya miden las espadas, ya se cierran
Duras en su teson y pertinaces.

Con los dientes se muerden y se aferran
Con las garras, las fieras imitando,
Que toda piedad de sí destierran.

Haldeando venia, y trasudando
El autor de LA PICARA JUSTINA,
Capellan lego del contrario vando.

Y qual si fuera de una culebrina
Disparó de sus manos su librazo,
Que fue de nuestro campo la ruina.

Al buen TOMAS GRACIAN mancó de un brazo,
A MEDINILLA derribó una muela,
Y le llevó de un muslo un gran pedazo.

Una despierta nuestra centinela
Gritó: todos abaxen la cabeza,
Que dispara el contrario otra Novela.

Dos pelearon una larga pieza,
Y el uno al otro con instancia loca
De un embion, con arte y con destreza,

Seis seguidillas le encajó en la boca,
Con que le hizo vomitar el alma
Que salió libre de su estrecha roca.

De la furia el ardor, del sol la calma
Tenia en duda de una, y otra parte
La vencedora y pretendida palma.

Del cuervo en esto el lobrego estandarte
Cede al del cisne, porque vino al suelo
Pasado el corazon de parte á parte.

Su alferez, que era un ANDALUZ mozuelo
Trobador repentista, que subia
Con la soberbia mas allá del cielo,

Helosele la sangre que tenia,
Murióse quando vió que muerto estaba
La turba pertinaz en su porfia.

Puesto que ausente el gran LUPERCIO estaba
Con un solo soneto suyo hizo
Lo que de su grandeza se esperaba.

Descuadernó, desencajó, deshizo
Del opuesto esquadron catorce hileras,
Dos criollos mató, hirió un mestizo.

De sus sabrosas burlas y sus veras
El magno CORDOVES un cartapacio
Disparó, y aterró quatro vanderas.

Daba ya indicios de cansado y lacio
El brio de la barbara canalla,
Peleando mas flojo y mas despacio.

Mas renovóse la fatal batalla
Mezclandose los unos con los otros,
Ni vale arnes, ni presta dura malla,

Cinco melifluos sobre cinco potros
Llegaron, y envistieron por un lado,
Y llevaronse cinco de nosotros.

Cada qual como moro ataviado,
Con mas letras y cifras, que una carta
De Principe enemigo y recatado.

De romances moriscos una sarta,
Qual si fuera de balas enramadas,
Llega con furia y con malicia harta.

Y á no estar dos esquadras avisadas
De las nuestras del recio tiro y presto,
Era fuerza quedar desbaratadas.

Quiso Apolo indignado echar el resto
De su poder y de su fuerza sola,
Y dar al enemigo fin molesto.

Y una sacra cancion, donde acrisola
Su ingenio, gala, estilo y bizarria
BARTOLOME LEONARDO DE ARGENSOLA,

Qual si fuera un petrarte Apolo envia,
Adonde está el teson mas apretado,
Mas dura, y mas furiosa la porfia.

Quando me paro á contemplar mi estado
Comienza la cancion, que Apolo pone
En el lugar mas noble y levantado.

Todo lo mira, todo lo dispone
Con ojos de Argos, manda, quita y veda,
Y del contrario á todo ardid se opone.

Tan mezclados están, que no hay quien pueda
Discernir qual es malo, ó qual es bueno,
Qual es GARCILASISTA, ó TIMONEDA.

Pero un mancebo de ignorancia ageno,
Grande escudriñador de toda historia,
Rayo en la pluma, y en la voz un trueno,

Llegó, tan rica el alma de memoria,
De sana voluntad y entendimiento,
Que fue de Febo y de las musas gloria.

Con este acelerose el vencimiento,
Porque supo decir: este merece
Gloria, pero aquel no, sino tormento.

Y como ya con distincion parece
El justo y el injusto combatiente,
El gusto al paso de la pena crece.

Tú PEDRO MANTUANO el excelente,
Fuiste quien distinguió de la confusa
Maquina el que es cobarde del valiente.

JULIAN DE ALMENDARIZ no reusa,
Puesto que llegó tarde, en dar socorro
Al rubio Delio con su ilustre musa.

Por las rucias que peino, que me corro
De ver que las comedias endiabladas
Por divinas se pongan en el corro.

Y á pesar de las limpias y atildadas
Del comico mejor de nuestra Esperia
Quieren ser conocidas y pagadas.

Mas no ganaron mucho en esta feria,
Porque es discreto el vulgo de la corte,
Aunque le toca la comun miseria.

De llano no le deis, dadle de corte,
Estancias Polifemas, al poeta
Que no os tuviere por su guia y norte.

Inimitables sois, y á la discreta
Gala que descubris en lo escondido,
Toda elegancia puede estar sugeta.

Con estas municiones el partido
Nuestro se mejoró de tal manera,
Que el contrario se tuvo por vencido.

Cayó su presuncion soberbia y fiera,
Derrumbanse del monte abaxo quantos
Presumieron subir por la ladera,

La voz prolija de sus roncos cantos
El mal suceso con rigor la vuelve
En interrotos y funestos llantos.

Tal huvo, que cayendo se resuelve
De asirse de una zarza ó cabrahigo,
Y en llanto á lo de Ovidio se disuelve.

Quatro se arracimaron á un quejigo
Como enjambre de abejas desmandada,
Y le estimaron por el lauro amigo.

Otra quadrilla virgen por la espada
Y adultera de lengua, dió la cura
A sus pies de su vida almidonada.

BARTOLOME llamado DE SEGURA
El toque casi fue del vencimiento,
Tal es su ingenio, y tal es su cordura.

Resonó en esto por el vago viento
La voz de la vitoria repetida
Del numero escogido en claro acento.

La miserable, la fatal caida
De las musas del limpio tagarete
Fue largos siglos con dolor plañida.

A la parte del llanto (ay me!) se mete
Zapardiel famoso por su pesca,
Sin que un pequeño instante se quiete.

La voz de la vitoria se refresca,
Vitoria suena aqui, y alli vitoria,
Adquirida por nuestra soldadesca,
Que canta alegre la alcanzada gloria.



VIAGE AL PARNASO.


CAPITULO VIII.

Al caer de la maquina excesiva
Del esquadron poetico arrogante
Que en su no vista muchedumbre estriba:

Un poeta, mancebo y estudiante,
Dixo: caipaciencia, que algun dia
Será la nuestra, mi valor mediante.

De nuevo afilaré la espada mia,
Digo mi pluma, y cortaré de suerte
Que dé nueva excelencia á la porfia.

Que ofrece la comedia, si se advierte,
Largo campo al ingenio, donde pueda
Librar su nombre del olvido y muerte.

Fue desto exemplo JUAN DE TIMONEDA,
Que con solo imprimir se hizo eterno
Las comedias del gran LOPE DE RUEDA.

Cinco vuelcos daré en el propio infierno
Por hacer recitar una que tengo
Nombrada: El Gran Bastardo de Salerno.

Guarda Apolo, que baxa guarde rengo
El golpe de la mano mas gallarda
Que ha visto el tiempo en su discurso luengo.

En esto el claro són de una bastarda
Alas pone en los pies de la vencida
Gente del mundo perezosa y tarda.

Con la esperanza del vencer perdida
No hay quien no atienda con ligero paso,
Si no á la honra, á conservar la vida.

Desde las altas cumbres de Parnaso
De un salto uno se puso en Guadarrama,
Nuevo, no visto, y verdadero caso.

Y al mismo paso la parlera fama
Cundió del vencimiento la alta nueva,
Desde el claro Caistro hasta Jarama.

Lloró la gran vitoria el turbio Esgueva,
Pisuerga la rió, rióla Tajo,
Que en vez de arena granos de oro lleva.

Del cansancio, del polvo, y del trabajo
Las rubicundas hebras de Timbreo
Del color se pararon de oro baxo.

Pero viendo cumplido su deseo,
Al son de la guitarra Mercuriesca
Hizo de la gallarda un gran paseo.

Y de Castalia en la corriente fresca
El rostro se lavó, y quedó luciente
Como de acero la segur Turquesca.

Pulióse luego, y adornó su frente
De magestad mezclada con dulzura,
Indicios claros del placer que siente.

Las reynas de la humana hermosura
Salieron de do estaban retiradas,
Mientras duraba la contienda dura:

Del arbol siempre verde coronadas,
Y enmedio la divina Poesia,
Todas de nuevas galas adornadas.

MELPOMENE, TERSICORE, Y TALIA,
POLIMNIA, URANIA, ERATO, EUTERPE, Y CLIO,
Y CALIOPE, hermosa en demasia

Muestran ufanas su destreza y brio,
Tegiendo una entricada y nueva danza
Al dulce son de un instrumento mio.

Mio, no dixe bien, mentí á la usanza
Del que dice propios los agenos
Versos, que son mas dinos de alabanza.

Los anchos prados, y los campos llenos
Están de las esquadras vencedoras,
(Que siempre van á mas, y nunca á menos)

Esperando de ver de sus mejoras
El colmo con los premios merecidos
Por el sudor y aprieto de seis horas.

Piensan ser los llamados escogidos
Todos á premios de grandeza aspiran,
Tienense en mas de lo que son tenidos:

Ni á calidades, ni riquezas miran,
A su ingenio se atiene cada uno,
Y si hay quatro que acierten, mil deliran.

Mas Febo, que no quiere que ninguno
Quede quexoso dél, mandó á la Aurora,
Que vaya, y coja in tempore oportuno

De las faldas floriferas de Flora
Quatro tabaques de purpureas rosas,
Y seis de perlas de las que ella llora.

Y de las nueve por estremo hermosas
Las coronas pidió, y al darlas ellas
En nada se mostraron perezosas.

Tres, á mi parecer, de las mas bellas
A Partenope sé que se enviaron,
Y fue Mercurio el que partió con ellas.

Tres sugetos las otras coronaron
Alli en el mesmo monte peregrinos,
Con que su patria y nombre eternizaron.

Tres cupieron á España, y tres divinos
Poetas se adornaron la cabeza,
De tanta gloria justamente dinos.

La envidia, monstruo de naturaleza,
Maldita, y carcomida, ardiendo en saña
A murmurar del sacro dón empieza.

Dixo: será posible que en España
Haya nueve poetas laureados?
Alta es de Apolo, pero simple hazaña.

Los demas de la turba defraudados
Del esperado premio, repetian
Los himnos de la envidia mal cantados.

Todos por laureados se tenian
En su imaginacion antes del trance,
Y al cielo quejas de su agravio envian.

Pero ciertos poetas de romance
Del generoso premio hacer esperan
A despecho de Febo presto alcance.

Otros, aunque latinos, desesperan
De tocar del laurel solo una hoja,
Aunque del caso en la demanda mueran.

Vengase menos el que mas se enoja,
Y alguno se tocó sienes y frente,
Que de estar coronado se le antoja.

Pero todo deseo impertinente
Apolo resfrió, premiando á quantos
Poetas tuvo el esquadron valiente.

De rosas, de jazmines y amarantos
Flora le presentó cinco cestones,
Y la Aurora de perlas otros tantos.

Estos fueron, letor dulce, los dones
Que Delio repartió con larga mano
Entre los poetisimos varones.

Quedando alegre cada qual, y ufano
Con un puño de perlas y una rosa,
Estimando el premio sobrehumano.

Y porque fuese mas marabillosa
La fiesta y regocijo, que se hacia
Por la vitoria insigne y prodigiosa,

La buena, la importante Poesia
Mandó traer la bestia, cuya pata
Abrió la fuente de Castalia fria.

Cubierta de finisima escarlata,
Un lacayo la truxo en un instante,
Tascando un freno de bruñida plata.

Envidiarle pudiera Rocinante
Al gran Pegaso de presencia brava,
Y aun Billadoro el del señor de Anglante.

Con no sé quantas alas adornaba
Manos y pies, indicio manifiesto,
Que en ligereza al viento aventajaba.

Y por mostrar quan agil y quan presto
Era, se alzó del suelo quatro picas,
Con un denuedo y ademan compuesto.

Tú, que me escuchas, si el oido aplicas
Al dulce cuento deste gran Viage,
Cosas nuevas oiras de gusto ricas.

Era del bel troton todo el herrage
De durisima plata diamantina,
Que no recibe del pisar ultrage.

De la color que llaman columbina,
De raso en una funda trae la cola,
Que suelta con el suelo se avecina.

Del color del carmin ó de amapola
Eran sus clines y su cola gruesa,
Ellas solas al mundo, y ella sola.

Tal vez anda despacio, y tal á priesa,
Vuela tal vez, y tal hace corbetas,
Tal quiere relinchar, y luego cesa.

Nueva felicidad de los poetas!
Unos sus escrementos recogian
En dos de cuero grandes barjuletas.

Pregunté, para qué lo tal hacian?
Respondióme Cilenio á lo vellaco
Con no sé que vislumbres de ironia:

Esto que se recoge, es el tabaco,
Que á los vaguidos sirve de cabeza
De algun poeta de celebro flaco.

Urania de tal modo lo adereza,
Que puesto á las narices del doliente,
Cobra salud, y vuelve á su entereza.

Un poco entonces arrugué la frente,
Ascos haciendo del remedio estraño,
Tan de los ordinarios diferente.

Recibes, dixo Apolo, amigo, engaño.
Leyome el pensamiento. Este remedio
De los vaguidos cura, y sana el daño.

No come este rocin lo que en asedio
Duro y penoso comen los soldados,
Que están entre la muerte y hambre en medio.

Son deste tal los piensos regalados,
Ambar y almizcle entre algodones puesto,
Y bebe del rocio de los prados.

Tal vez le damos de almidon un cesto,
Tal de algarrobas con que el vientre llena,
Y no se estriñe, ni se va por esto.

Sea, le respondi, muy norabuena,
Tieso estoy de celebro por ahora,
Vaguido alguno no me causa pena.

La nuestra en esto universal señora,
Digo la poesia verdadera,
Que con Timbreo y con las musas mora,

En vestido subcinto á la ligera
El monte discurrió, y abrazó á todos,
Hermosa sobre modo, y placentera.

O sangre vencedora de los Godos!
Dixo: de aqui adelante ser tratada
Con mas suaves y discretos modos

Espero ser, y siempre respetada
Del ignorante vulgo que no alcanza,
Que puesto que soy pobre, soy honrada.

Las riquezas os dexo en esperanza,
Pero no en posesion, premio seguro
Que al reyno aspira de la inmensa holganza.

Por la belleza deste monte os juro,
Que quisiera al mas minimo entregalle
Un privilegio de cien mil de juro.

Mas no produce minas este valle,
Aguas sí, salutiferas y buenas,
Y monas que de cisnes tienen talle.

Volved á ver, ó amigos, las arenas
Del aurifero Tajo en paz segura,
Y en dulces horas de pesar agenas.

Que esta inaudita hazaña os asegura
Eterno nombre, entanto que dé Febo
Al mundo aliento, y luz serena y pura.

O marabilla nueva, ó caso nuevo,
Digno de admiracion que cause espanto,
Cuya estrañeza me admiró de nuevo!

Morfeo, el dios del sueño por encanto
Alli se apareció; cuya corona
Era de ramos de beleño santo.

Flogisimo de brio y de persona,
De la pereza torpe acompañado,
Que no le dexa á visperas, ni á nona.

Traia al silencio á su derecho lado,
El descuido al siniestro, y el vestido
Era de blanda lana fabricado.

De las aguas que llaman del olvido,
Traia un gran caldero, y de un hisopo
Venia como aposta, prevenido.

Asía á los poetas por el hopo,
Y aunque el caso los rostros les volvia
En color encendida de piropo,

El nos bañaba con el agua fria,
Causandonos un sueño de tal suerte,
Que dormimos un dia y otro dia.

Tal es la fuerza del licor, tan fuerte
Es de las aguas la virtud, que pueden
Competir con los fueros de la muerte.

Hace el ingenio alguna vez que queden
Las verdades sin credito ninguno,
Por ver que á toda contingencia exceden.

Al despertar del sueño asi importuno,
Ni vi monte, ni monta, dios, ni diosa,
Ni de tanto poeta vide alguno.

Por cierto estraña y nunca vista cosa,
Despavilé la vista, y parecióme
Verme en medio de una ciudad famosa.

Admiración y grima el caso dióme,
Torné á mirar, porque el temor ó engaño
No de mi buen discurso el paso tome.

Y dixeme á mi mismo: no me engaño.
Esta ciudad es Napoles la ilustre,
Que yo pisé sus ruas mas de un año:

De Italia gloria, y aun del mundo lustre,
Pues de quantas ciudades él encierra,
Ninguna puede haver que asi le ilustre.

Apacible en la paz, dura en la guerra,
Madre de la abundancia y la nobleza,
De Eliseos campos, y agradable sierra;

Si vaguidos no tengo de cabeza,
Pareceme que está mudada en parte
De sitio, aunque en aumento de belleza.

Qué teatro es aquel donde reparte
Con él quanto contiene de hermosura,
La gala, la grandeza, industria y arte?

Sin duda el sueño en mis palpebras dura,
Porque este es edificio imaginado,
Que excede á toda humana compostura.

Llegose en esto á mí disimulado
Un mi amigo, llamado Promontorio,
Mancebo en dias, pero gran soldado.

Creció la admiracion viendo notorio
Y palpable, que en Napoles estaba,
Espanto á los pasados acesorio.

Mi amigo tiernamente me abrazaba,
Y con tenerme entre sus brazos, dixo:
Que del estar yo alli mucho dudaba.

Llamóme padre, y yo llamele hijo.
Quedó con esto la verdad en punto,
Que aqui puede llamarse punto fijo.

Dixome Promontorio: yo barrunto,
Padre, que algun gran caso á vuestras canas
Las trae tan lejos ya semidifunto.

En mis horas mas frescas y tempranas
Esta tierra habité, hijo, le dixe,
Con fuerzas mas briosas y lozanas.

Pero la voluntad que á todos rige,
Digo el querer del cielo, me ha traido
A parte que me alegra mas que aflige.

Dixera mas, sino que un gran ruido
De pifaros, clarines y tambores
Me azoró el alma, y alegró el oido.

Volví la vista al són, vi los mayores
Aparatos de fiesta que vió Roma
En sus felices tiempos, y mejores.

Dixo mi amigo: Aquel, que ves que asoma
Por aquella montaña contrahecha,
Cuyo brio al de Marte oprime y doma,

Es un alto sugeto, que deshecha
Tiene á la envidia en rabia, porque pisa
De la virtud la senda mas derecha.

De gravedad y condicion tan lisa,
Que suspende y alegra á un mismo instante,
Y con su aviso al mismo aviso avisa.

Mas quiero antes que pases adelante
En ver lo que verás si estas atento,
Darte del caso relacion bastante.

Será DON JUAN DE TASIS de mi cuento
Principio, porque sea memorable,
Y lleguen mis palabras á mi intento.

Este varon en liberal notable,
Que una mediana Villa le hace Conde,
Siendo rey en sus obras admirable.

Este, que sus haberes nunca esconde,
Pues siempre los reparte, ó los derrama,
Ya sepa adonde, ó ya no sepa adonde:

Este, á quien tiene tan en fil la fama,
Puesta la alteza de su nombre claro,
Que liberal y prodigo le llama:

Quiso prodigo aqui, y alli no avaro,
Primer mantenedor ser de un torneo,
Que á fiestas sobrehumanas le comparo.

Responden sus grandezas al deseo
Que tiene de mostrarse alegre, viendo
De España y Francia el regio himeneo.

Y este que escuchas, duro, alegre estruendo,
Es señal que el torneo se comienza,
Que admira por lo rico y estupendo.

Arquímedes el grande se averguenza
De ver que este teatro milagroso
Su ingenio apoque, y á sus trazas venza.

Digo pues que el mancebo generoso,
Que alli deciende de encarnado y plata,
Sobre todo mortal curso brioso,

Es el CONDE DE LEMOS, que dilata
Su fama con sus obras por el mundo,
Y que lleguen al cielo en tierra trata:

Y aunque sale el primero, es el segundo
Mantenedor, y en buena cortesia
Esta ventaja califico y fundo.

El DUQUE DE NOCERA, luz y guia
Del arte militar, es el tercero
Mantenedor de este festivo dia.

El quarto, que pudiera ser primero,
Es DE SANTELMO el fuerte CASTELLANO,
Que al mesmo Marte en el valor prefiero.

El quinto es otro Eneas el Troyano,
Arrociolo, que gana en ser valiente
Al que fue verdadero, por la mano.

El gran concurso y numero de gente
Estorbó que adelante prosiguiese
La comenzada relacion prudente.

Por esto le pedí que me pusiese
Adonde sin ningun impedimento
El gran progreso de las fiestas viese.

Porque luego me vino al pensamiento
De ponerlas en verso numeroso,
Favorecido del Febeo aliento.

Hizolo asi, y yo vi lo que no oso
Pensar, no que decir, que aqui se acorta
La lengua y el ingenio mas curioso.

Que se pase en silencio es lo que importa,
Y que la admiracion supla esta falta
El mesmo grandioso caso exôrta.

Puesto que despues supe que con alta
Magnifica elegancia y milagrosa,
Donde ni sobra punto ni le falta,

El curioso DON JUAN DE OQUINA en prosa
La puso, y dió á la estampa para gloria
De nuestra edad, por esto venturosa.

Ni en fabulosa, ó verdadera historia
Se halla que otras fiestas hayan sido,
Ni puedan ser mas dignas de memoria.

Desde alli, y no sé como, fui traido
Adonde vi al gran DUQUE DE PASTRANA
Mil parabienes dar de bien venido:

Y que la fama en la verdad ufana
Contaba que agradó con su presencia,
Y con su cortesia sobrehumana:

Que fue nuevo Alexandro en la excelencia
Del dar, que satisfizo á todo quanto
Puede mostrar real magnificencia:

Colmó de admiracion, llenó de espanto.
Entré en Madrid en trage de romero,
Que es grangeria el parecer ser santo.

Y desde lexos me quitó el sombrero
El famoso ACEVEDO, y dixo: á Dio,
Voi siate il ben venuto, cabaliero;

So parlar Zenoese, & Tusco anchio.
Y respondi: la vostra signoria
Sia la ben trovata, patron mio.

Topé á LUIS VELEZ, lustre y alegria,
Y discrecion del trato cortesano,
Y abracéle en la calle á medio dia.

El pecho, el alma, el corazon, la mano
Di á PEDRO DE MORALES y un abrazo,
Y alegre recebi á JUSTINIANO.

Al volver de una esquina sentí un brazo
Que el cuello me ceñia, miré cuyo,
Y mas que gusto me causó embarazo:

Por ser uno de aquellos (no rehuyo
Decirlo) que al contrario se pasaron,
Llevados del cobarde intento suyo.

Otros dos al del Layo se llegaron,
Y con la risa falsa del conejo,
Y con muchas zalemas me hablaron.

Yo socarron, yo poeton ya viejo
Volviles á lo tierno las saludes,
Sin mostrar mal talante, ó sobrecejo.

No dudes, ó letor caro, no dudes,
Sino que suele el disimulo á veces
Servir de aumento á las demas virtudes.

Dinoslo tú, David, que aunque pareces
Loco en poder de Aquis, de tu cordura,
Fingiendo el loco, la grandeza ofreces.

Dexélos esperando coyuntura
Y ocasion mas secreta para dalles
Vejamen de su miedo, ó su locura.

Si encontraba poetas por las calles,
Me ponia á pensar, si eran de aquellos
Huidos, y pasaba sin hablalles.

Ponianseme yertos los cabellos
De temor no encontrase algun poeta,
De tantos que no pude conocellos;

Que con puñal buido, ó con secreta
Almarada me hiciese un abugero
Que fuese al corazon por via reta.

Aunque no es este el premio que yo espero
De la fama, que á tantos he adquirido
Con alma grata, y corazon sincero.

Un cierto mancebito cuellierguido,
En profesion poeta, y en el trage
A mil leguas por Godo conocido:

Lleno de presuncion y de corage
Me dixo: bien sé yo, señor Cervantes,
Que puedo ser poeta, aunque soy page.

Cargastes de poetas ignorantes,
Y dexastesme á mí, que ver deseo
Del Parnaso las fuentes elegantes.

Que caducais sin duda alguna creo:
Creo, no digo bien: mejor diria
Que toco esta verdad, y que la veo.

Otro, que al parecer de argenteria,
De nacar, de cristal, de perlas y oro
Sus infinitos versos componia,

Me dixo bravo, qual corrido toro:
No sé yo para que nadie me puso
En lista con tan barbaro decoro.

Asi el discreto Apolo lo dispuso,
A los dos respondí, y en este hecho
De ignorancia ó malicia no me acuso.

Fuime con esto, y lleno de despecho
Busqué mi antigua y lobrega posada,
Y arrogéme molido sobre el lecho:
Que cansa quando es larga una jornada.


ADJUNTA AL PARNASO.

Algunos dias estuve reparandome de tan largo viage, al cabo de los quales salí á ver y á ser visto, y á recebir parabienes de mis amigos, y malas vistas de mis enemigos, que puesto que pienso que no tengo ninguno, todavia no me aseguro de la comun suerte. Sucedió pues que saliendo una mañana del monesterio de Atocha, se llegó á mí un mancebo al parecer de veinte y quatro años, poco mas ó menos, todo limpio, todo aseado y todo crugiendo gorgoranes, pero con un cuello tan grande y tan almidonado, que creí que para llevarle fueran menester los hombros de otro Adlante. Hijos deste cuello eran dos puños chatos, que comenzando de las muñecas, subian y trepaban por las canillas del brazo arriba, que parecia que iban á dar asalto á las barbas. No he visto yo yedra tan codiciosa de subir desde el pie de la muralla donde se arrima, hasta las almenas, como el ahinco que llevaban estos puños á ir á darse de puñadas con los codos. Finalmente la exôrbitancia del cuello y puños era tal, que en el cuello se escondia y sepultaba el rostro, y en los puños los brazos. Digo pues que el tal mancebo se llegó á mí, y con voz grave y reposada me dixo: es por ventura vm. el señor Miguel de Cervantes Saavedra, el que ha pocos dias que vino del Parnaso? A esta pregunta creo sin duda, que perdí la color del rostro, porque en un instante imaginé y dixe entre mí: si es este alguno de los poetas que puse, ó dexé de poner en mi Viage, y viene ahora á darme el pago que él se imagina se me debe? Pero sacando fuerzas de flaqueza, le respondí: yo, señor, soy el mesmo que vm. dice: qué es lo que se me manda? El luego en oyendo esto, abrió los brazos, y me los echó al cuello, y sin duda me besára en la frente, si la grandeza del cuello no lo impidiera, y dixome: vm. señor Cervantes, me tenga por su servidor y por su amigo, porque ha muchos dias que le soy muy aficionado asi por sus obras, como por la fama de su apacible condicion. Oyendo lo qual respiré, y los espiritus que andaban al borotados se sosegaron: y abrazandole yo tambien con recato de no ajarle el cuello, le dixe: yo no conozco á vm. sino es para servirle; pero por las muestras bien se me trasluce que vm. es muy discreto y muy principal: calidades que obligan á tener en veneracion á la persona que las tiene. Con estas pasamos otras corteses razones, y anduvieron por alto los ofrecimientos, y de lance en lance me dixo: vm. sabrá, señor Cervantes, que yo por la gracia de Apolo soy poeta, ó á lo menos deseo serlo, y mi nombre es Pancracio de Roncesvalles. Miguel. Nunca tal creyera, si vm. no me lo hubiera dicho por su mesma boca. Pancracio. Pues porqué no lo creyera vm? Mig. Porque los poetas por marabilla andan tan atildados como vm. y es la causa, que como son de ingenio tan altaneros y remontados, antes atienden á las cosas del espiritu, que á las del cuerpo. Yo, señor, dixo él, soy mozo, soy rico, y soy enamorado: partes que deshacen en mí la flogedad que infunde la poesia: por la mocedad tengo brio; con la riqueza con que mostrarle: y con el amor con que no parecer descuidado. Las tres partes del camino, le dixe yo, se tiene vm. andadas para llegar á ser buen poeta. Pan. Quales son? Mig. La de la riqueza y la del amor. Porque los partos de los ingenios de la persona rica y enamorada son asombros de la avaricia, y estimulos de la liberalidad, y en el poeta pobre la mitad de sus divinos partos y pensamientos se los llevan los cuidados de buscar el ordinario sustento. Pero digame vm. por su vida: de qué suerte de menestra poetica gasta ó gusta mas? A lo que respondió: no entiendo eso de menestra poetica. Mig. Quiero decir que á qué genero de poesia es vm. mas inclinado? al lirico, al heroico, ó al comico? A todos estilos me amaño, respondió él; pero en el que mas me ocupo, es en el comico. Mig. Desa manera habrá vm. compuesto algunas comedias. Pan. Muchas, pero solo una se ha representado. Mig. Pareció bien? Pan. Al vulgo no. Mig. Y á los discretos? Pan. Tampoco. Mig. La causa? Pan. La causa fue, que la achacaron que era larga en los razonamientos, no muy pura en los versos, y desmayada en la invencion. Tachas son estas, respondí yo, que pudieran hacer parecer mal á las del mesmo Plauto. Y mas, dixo él, que no pudieron juzgalla, porque no la dexaron acabar segun la gritaron. Con todo esto la echó el autor para otro dia: pero porfiar, que porfiar: cinco personas vinieron apenas. Creame vm. dixe yo, que las comedias tienen dias, como algunas mugeres hermosas: y que esto de acertarlas bien, va tanto en la ventura, como en el ingenio: comedia he visto yo apedreada en Madrid, que la han laureado en Toledo: y no por esta primer desgracia dexe vm. de proseguir en componerlas, que podrá ser que quando menos lo piense, acierte con alguna que le dé credito y dineros. De los dineros no hago caso, respondió él; mas preciaria la fama, que quanto hay: porque es cosa de grandisimo gusto, y de no menos importancia ver salir mucha gente de la comedia, todos contentos, y estar el poeta que la compuso á la puerta del teatro, recibiendo parabienes de todos. Sus descuentos tienen esas alegrias, le dixe yo, que tal vez suele ser la comedia tan pesima, que no hay quien alce los ojos á mirar al poeta, ni aun él pára quatro calles del coliseo, ni aun los alzan los que la recitaron, avergonzados y corridos de haverse engañado y escogidola por buena. Y vm. señor Cervantes, dixo él, ha sido aficionado á la caratula? ha compuesto alguna comedia? Sí, dixe yo: muchas, y á no ser mias, me parecieran dignas de alabanza, como lo fueron: Los Tratos de Argel: La Numancia: La gran Turquesca: La Batalla Naval: La Gerusalen: La Amaranta ó La del Mayo: El Bosque amoroso: La Unica y la vizarra Arsinda, y otras muchas de que no me acuerdo; mas la que yo mas estimo, y de la que mas me precio, fue y es, de una llamada La Confusa, la qual, con paz sea dicho de quantas comedias de capa y espada hasta hoy se han representado, bien puede tener lugar señalado por buena entre las mejores. Pan. Y agora tiene vm. algunas? Mig. Seis tengo con otros seis entremeses. Pan. Pues porqué no se representan? Mig. Porque ni los autores me buscan, ni yo les voy á buscar á ellos. Pan. No deben de saber que vm. las tiene. Mig. Sí saben, pero como tienen sus poetas paniaguados, y les va bien con ellos, no buscan pan de trastrigo; pero yo pienso darlas á la estampa, para que se vea de espacio lo que pasa apriesa, y se disimula, ó no se entiende quando las representan; y las comedias tienen sus sazones y tiempos coma los cantares. Aqui llegabamos con nuestra platica, quando Pancracio puso la mano en el seno, y sacó dél una carta con su cubierta, y besandola, me la puso en la mano: leí el sobrescrito y vi que decia desta manera.

A Miguel de Cervantes Saavedra, en la calle de las Huertas, frontero de las casas donde solia vivir el Principe de Marruecos, en Madrid. Al porte: medio real, digo diez y siete maravedis.

Escandalizome el porte, y de la declaracion del medio real, digo diez y siete. Y volviendosela le dixe: estando yo en Valladolid llevaron una carta á mi casa para mí, con un real de porte: recibióla y pagó el porte una sobrina mia, que nunca ella le pagára; pero dióme por disculpa, que muchas veces me havia oido decir que en tres cosas era bien gastado el dinero: en dar limosna, en pagar al buen medico, y en el porte de las cartas ora sean de amigos, ó de enemigos, que las de los amigos avisan, y de las de los enemigos se puede tomar algun indicio de sus pensamientos. Dieronmela, y venia en ella un soneto malo, desmayado, sin garbo, ni agudeza alguna, diciendo mal del Don Quixote, y de lo que me pesó, fue del real, y propuse desde entonces de no tomar carta con porte: asi que, si vm. le quiere llevar desta, bien se la puede volver, que yo sé que no me puede importar tanto como el medio real que se me pide. Riose muy de gana el señor Roncesvalles, y dixome: aunque soy poeta, no soy tan misero que me aficionen diez y siete maravedis. Advierta vm. señor Cervantes, que esta carta por lo menos es del mesmo Apolo: él la escribió no ha veinte dias en el Parnaso, y me la dió para que á vm. la diese. vm. la lea, que yo sé que le ha de dar gusto. Haré lo que vm. me manda, respondí yo: pero quiero que antes de leerla, vm. me le haga de decirme, como, quando, y á qué fue al Parnaso? Y él respondió: como fui, fue por mar, y en una fragata que yo y otros diez poetas fletamos en Bercelona: quando fui, fue seis dias despues de la batalla que se dió entre los buenos y los malos poetas: a que fui, fue á hallarme en ella por obligarme á ello la profesion mia. A buen seguro, dixe yo, que fueron vms. bien recebidos del señor Apolo. Pan. Sí fuimos, aunque le hallamos muy ocupado á él, y á las señoras Pierides, arando y sembrando de sal todo aquel termino del campo donde se dió la batalla. Preguntéle para qué se hacia aquello, y respondióme, que asi como de los dientes de la serpiente de Cadmo havian nacido hombres armados, y de cada cabeza cortada de la Hidra que mató Hercules, habian renacido otras siete, y de las gotas de la sangre de la cabeza de Medusa se havia llenado de serpientes toda la Libia; de la mesma manera de la sangre podrida de los malos poetas que en aquel sitio havian sido muertos, comenzaban á nacer del tamaño de ratones otros poetillas rateros, que llevaban camino de henchir toda la tierra de aquella mala simiente, y que por esto se araba aquel lugar, y se sembraba de sal, como si fuera casa de traidores. En oyendo esto, abri luego la carta, y vi que decia.



APOLO DELFICO

A MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.

SALUD.

El señor Pancracio de Roncesvalles, llevador desta, dirá á vm. señor Miguel de Cervantes, en qué me halló ocupado el dia que llegó á verme con sus amigos. Y yo digo, que estoy muy quejoso de la descortesia que conmigo se usó en partirse vm. deste monte sin despedirse de mí, ni de mis hijas, sabiendo quanto le soy aficionado, y las musas por el consiguiente; pero si se me dá por disculpa que le llevó el deseo de ver á su Mecenas el gran conde de Lemos en las fiestas famosas de Napoles, yo la acepto y le perdono.

Despues que vm. partió deste lugar, me han sucedido muchas desgracias, y me he visto en grandes aprietos, especialmente por consumir y acabar los poetas que iban naciendo de la sangre de los malos que aqui murieron, aunque ya, gracias al cielo y á mi industria, este daño está remediado.

No sé si del ruido de la batalla, ó del vapor que arrojó de sí la tierra, empapada en la sangre de los contrarios, me han dado unos vaguidos de cabeza, que verdaderamente me tienen como tonto, y no acierto á escribir cosa que sea de gusto, ni de provecho: asi, si vm. viere por allá que algunos poetas, aunque sean de los mas famosos, escriben y componen impertinencias y cosas de poco fruto, no los culpe, ni los tenga en menos, sino que disimule con ellos; que pues yo que soy el padre y el inventor de la poesia, deliro y parezco mentecato, no es mucho que lo parezcan ellos.

Envio á vm. unos privilegios, ordenanzas y advertimientos, tocantes á los poetas: vm. los haga guardar y cumplir al pie de la letra, que para todo ello doy á vm. mi poder cumplido quanto de derecho se requiere.

Entre los poetas que aqui vinieron con el señor Pancracio de Roncesvalles, se quejaron algunos de que no iban en la lista de los que Mercurio llevó á España, y que asi vm. no los havia puesto en su Viage. Yo les dixe, que la culpa era mia y no de Vm. pero que el remedio deste daño estaba en que procurasen ellos ser famosos por sus obras, que ellas por sí mismas les darian fama y claro renombre, sin andar mendigando agenas alabanzas.

De mano en mano, si se ofreciere ocasion de mensagero, ire enviando mas privilegios, y avisando de lo que en este monte pasare. Vm. haga lo mesmo, avisandome de su salud, y de la de todos los amigos.

Al famoso Vicente Espinel dará vm. mis encomiendas, como á uno de los mas antiguos y verdaderos amigos que yo tengo.

Si D. Francisco de Quevedo no huviere partido para venir á Sicilia, donde le esperan, toquele vm. la mano, y digale que no dexe de llegar á verme, pues estaremos tan cerca; que quando aqui vino, por la subita partida no tuve lugar de hablarle.

Si vm. encontrare por allá algun transfuga de los veinte que se pasaron al vando contrario, no les diga nada, ni los aflija, que harta mala ventura tienen, pues son como demonios, que se llevan la pena y la confusion con ellos mesmos, do quiera que vayan.

Vm. tenga cuenta con su salud, y mire por sí, y guardese de mí, especialmente en los caniculares, que aunque le soy amigo, en tales dias no va en mi mano, ni miro en obligaciones, ni en amistades.

Al señor Pancracio de Roncesvalles tengale vm. por amigo, y comuniquelo; y pues es rico no se le dé nada que sea mal poeta. Y con esto nuestro señor guarde á vm. como puede y yo deseo. Del Parnaso á 22. de Julio, el dia que me calzo las espuelas para subirme sobre la Canicula, 1614.

              Servidor de Vm.
               Apolo Lucido

En acabando la Carta, vi que en un papel aparte venia escrito.



PRIVILEGIOS, ORDENANZAS, y advertencias, que Apolo envia á los poetas Españoles.

Es el primero, que algunos poetas sean conocidos tanto por el desaliño de sus personas, como por la fama de sus versos.

Item, que si algun poeta dixere que es pobre, sea luego creido por su simple palabra, sin otro juramento ò averiguacion alguna.

Ordenase, que todo poeta sea de blanda y de suave condicion, y que no mire en puntos, aunque los traiga sueltos en sus medias.

Item, que si algun poeta llegáre á casa de algun su amigo ò conocido, y estuviere comiendo y le convidare, que aunque él jure que ya ha comido, no se le crea en ninguna manera, sino que le hagan comer por fuerza, que en tal caso no se le hara muy grande.

Item, que el mas pobre poeta del mundo, como no sea de los Adanes y Matusalenes, pueda decir que es enamorado, aunque no lo esté, y poner el nombre á su dama como mas le viniere á cuento, ora llamandola Amarili, ora Anarda, ora Clori, ora Filis, ora Filida, ò ya Juana Tellez, ò como mas gustare, sin que desto se le pueda pedir ni pida razon alguna.

Item, se ordena que todo poeta de qualquier calidad y condicion que sea, sea tenido y le tengan por hijodalgo en razon del generoso exercicio en que se ocupa, como son tenidos por cristianos viejos los niños que llaman de la piedra.

Item, se advierte que ningun poeta sea osado de escribir versos en alabanzas de principes y señores, por ser mi intencion y advertida voluntad, que la lisonja ni la adulacion no atraviesen los umbrales de mi casa.

Item, que todo poeta comico, que felizmente huviere sacado á luz tres comedias, pueda entrar sin pagar en los teatros, si ya no fuere la limosna de la segunda puerta, y aun esta, si pudiese ser, la escuse.

Item, se advierte que si algun poeta quisiere dar á la estampa algun libro que él huviere compuesto, no se dé á entender que por dirigirle á algun Monarca, el tal libro ha de ser estimado, porque si él no es bueno, no le adobará la direccion, aunque sea hecha al prior de Guadalupe.

Item, se advierte que todo poeta no se desprecie de decir que lo es, que si fuere bueno, será digno de alabanza, y si malo, no faltará quien lo alabe, que quando nace la escoba &c.

Item, que todo buen poeta pueda disponer de mí, y de lo que hay en el cielo á su beneplacito: conviene á saber, que los rayos de mi cabellera los pueda trasladar y aplicar á los cabellos de su dama, y hacer dos soles sus ojos, que conmigo serán tres, y asi andará el mundo mas alumbrado; y de las estrellas, signos y planetas puede servirse de modo, que quando menos lo piense, la tenga hecha una esfera celeste.

Item, que todo poeta á quien sus versos le huvieren dado á entender que lo es, se estime y tenga en mucho, ateniendose á aquel refran: ruin sea el que por ruin se tiene.

Item, se ordena que ningun poeta grave haga corrillo en lugares públicos, recitando sus versos, que los que son buenos en las aulas de Atenas se havian de recitar, que no en las plazas.

Item, se da por aviso particular que si alguna madre tuviere hijos pequeñuelos, traviesos y llorones, los pueda amenazar y espantar con el coco, diciendoles: guardaos, niños, que viene el poeta fulano, que os echará con sus malos versos en la sima de Cabra, ò en el pozo Airon.

Item, que los dias de ayuno no se entienda que los ha quebrantado el poeta que aquella mañana se ha comido las uñas al hacer de sus versos.

Item, se ordena que todo poeta que diere en ser espadachin, valenton y arrojado, por aquella parte de la valentia se le desague y vaya la fama que podia alcanzar por sus buenos versos.

Item, se advierte que no ha de ser tenido por ladron el poeta que hurtare algun verso ageno, y le encajare entre los suyos, como no sea todo el concepto y toda la copla entera, que en tal caso tan ladron es como Caco.

Item, que todo buen poeta, aunque no haya compuesto poema heroico, ni sacado al teatro del mundo obras grandes, con qualesquiera aunque sean pocas pueda alcanzar renombre de Divino, como le alcanzaron Garci Laso de la Vega, Francisco de Figueroa, el capitan Francisco de Aldana, y Hernando de Herrera.

Item, se da aviso que si algun poeta fuere favorecido de algun principe, ni le visite á menudo, ni le pida nada, sino dexese llevar de la corriente de su ventura, que el que tiene providencia de sustentar las sabandijas de la tierra y los gusarapos del agua, la tendrá de alimentar á un poeta por sabandija que sea.

En suma, estos fueron los privilegios, advertencias y ordenanzas que Apolo me envió, y el señor Pancracio de Roncesvalles me truxo, con quien quede en mucha amistad, y los dos quedamos de concierto de despachar un propio con la respuesta al señor Apolo, con las nuevas desta Corte. Darase noticia del dia para que todos sus aficionados le escriban.



LA NUMANCIA.

TRAGEDIA

DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.

INTERLOCUTORES.

CIPION.
JUGURTA.
GAYO MARIO.
DOS EMBAXADORES DE NUMANCIA.
SOLDADOS ROMANOS.
QUINTO FABIO.
MAXIMO: hermano de Cipion.







JORNADA I.



SCENA I.



Salen
CIPION
y
JUGURTA.

CIPION.

Esta dificil y pesada carga
Que el senado Romano me ha encargado,
Tanto me aprieta, me fatiga y carga,
Que ya sale de quicio mi cuidado:
Guerra de curso tan estraño y larga,
Y que tantos Romanos ha costado,
Quién no estará suspenso al acabarla,
O quién no temerá de renovarla?

JUGURTA.

Quién, Cipion? quien tiene la ventura
Y el valor nunca visto, que en tí encierras,
Pues con ello y con él está segura
La victoria y el triunfo destas guerras.

CIPION.

El esfuerzo regido con cordura
Allana al suelo las mas altas sierras,
Y la fuerza feroz de loca mano
Aspero vuelve lo que está mas llano:
Mas no hay que reprimir á lo que veo.
La furia del exercito presente,
Que olvidado de gloria y de trofeo
Yace embebido en la lascivia ardiente:
Esto solo pretendo, esto deseo
Volver á nuevo trato á nuestra gente,
Que enmendado primero el que es amigo,
Sujetaré mas presto al enemigo.
Mario?

Sale GAYO MARIO.

GAYO MARIO.

      Señor?

CIPION.

Haz que á noticia venga
De todo nuestro exercito en un punto,
Que sin que estorbo alguno le detenga
Parezca en este sitio todo junto,
Porque una breve platica ó arenga
Les quiero hacer.

GAYO MARIO.

       Harelo en este punto.

CIPION.

Camina, porque es bien que sepan todos
Mis nuevas trazas y sus viejos modos.

Vase GAYO MARIO.

JUGURTA.

Séte decir, señor, que no hay soldado
Que no te tema juntamente y te ame;
Y porque ese valor tuyo estremado
De Antartico á Calisto se derrame,
Cada qual con feroz animo osado,
Quando la trompa á la ocasión le llame,
Piensa de hacer en tu servicio cosas
Que pasen las hazañas fabulosas.

CIPION.

Primero es menester que se refrene
El vicio que entre todos se derrama,
Que si este no se quita, en nada tiene
Con ellos que hacer la buena fama:
Si este daño común no se previene,
Y se dexa arraigar su ardiente llama,
El vicio solo puede hacernos guerra
Mas que los enemigos desta tierra.

Dentro se echa este vando, haviendo primero tocado á recoger el atambor.

        Manda nuestro General
        Que se recojan armados
        Luego todos los soldados
        En la plaza principal,
        Y que ninguno no quede
        De parecer á esta vista,
        So pena que de la lista
        Al punto borrado quede.

JUGURTA.

No dudo yo, señor, sino que importa
Regir con duro freno la milicia,
Y que se dé al soldado rienda corta
Quando él se precipita en la injusticia:
La fuerza del exercito se acorta
Quando va sin arrimo de justicia,
Aunque mas le acompañen á montones
Mil pintadas vanderas y esquadrones.

A este punto han de entrar los mas soldados que pudieren, y GAYO MARIO, armados á la antigua, sin arcabuces, y CIPION se sube sobre una peñuela que está en el tablado, y mirando á los soldados, dice:

CIPION.

En el fiero ademan, en los lozanos
Marciales aderezos y vistosos
Bien os conozco, amigos, por Romanos;
Romanos digo, fuertes y animosos;
Mas en las blancas delicadas manos
Y en las teces de rostros tan lustrosos
Allá en Bretaña pareceis criados,
Y de padres Flamencos engendrados.
El general descuido vuestro, amigos,
El no mirar por lo que tanto os toca,
Levanta los caidos enemigos,
Y vuestro esfuezo y opinion apoca.
Desta ciudad los muros son testigos
Que aun hoy están qual bien fundada roca,
De vuestras perezosas fuerzas vanas,
Que solo el nombre tienen de Romanas.
Pareceos, hijos, que es gentil hazaña
Que tiemble del Romano nombre el mundo,
Y que vosotros solos en España
Le aniquileis y echeis en el profundo?
Qué floxedad es esta tan estraña?
Qué floxedad? si mal yo no me fundo,
Es floxedad nacida de pereza,
Enemiga mortal de fortaleza.
La blanda Venus con el duro Marte
Jamas hacen durable ayuntamiento:
Ella regalos sigue, él sigue el arte
Que incita á daños, y á furor sangriento:
La Cipria diosa estese agora á parte,
Dexe su hijo nuestro aloxamiento:
Que mal se aloxa en las marciales tiendas
Quien gusta de banquetes y meriendas.
Pensais que solo atierra la muralla
El ariete de ferrada punta,
Y que solo atropella la batalla
La multitud de gente y armas junta?
Si el esfuerzo y cordura no se halla
Que todo lo previene y lo barrunta,
Poco aprovechan muchos esquadrones,
Y menos infinitas municiones.
Si á militar concierto se reduce
Qualquier pequeño exercito que sea,
Vereis que como sol claro reluce,
Y alcanza las victorias que desea:
Pero si á floxedad él se conduce,
Aunque abreviado el mundo en él se vea,
En un momento quedará deshecho
Por mas reglada mano y fuerte pecho.
Averguenceos, varones esforzados,
Ver que á nuestro pesar con arrogancia
Tan pocos Españoles y encerrados
Defiendan este nido de Numancia.
Diez y seis años son y mas pasados,
Que mantienen la guerra y la jactancia
De haver vencido con feroces manos
Millares de millares de Romanos.
Vosotros os venceis, que estais vencidos
Del baxo antojo femenil liviano,
Con Venus y con Baco entretenidos,
Sin que á las armas estendais la mano.
Correos agora, sino estais corridos,
De ver que este pequeño pueblo Hispano
Contra el poder Romano se defienda,
Y quando mas rendido, mas ofenda.
De nuestro campo quiero en todo caso
Que salgan las infames meretrices,
Que de ser reducidos á este paso
Ellas solas han sido las raices.
Para beber no quede mas de un vaso,
Y los lechos un tiempo ya felices,
Llenos de concubinas, se deshagan,
Y de fagina y en el suelo se hagan.
No me huela el soldado á otros olores,
Que al olor de la pez y de resina,
Ni por gulosidad de los sabores
Traiga aparato alguno de cocina,
Que el que busca en la guerra estos primores,
Muy mal podrá sufrir la corazina:
No quiero otro primor ni otra fragrancia
En tanto que Español viva en Numancia.
No os parezca, varones, escabroso
Ni duro este mi justo mandamiento,
Que al fin conocereis ser provechoso,
Quando aquel consigais de vuestro intento.
Bien sé se os ha de hacer dificultoso
Dar á vuestras costumbres nuevo asiento;
Mas sino las mudais, estará firme
La guerra, que esta afrenta mas confirme.
En blandas camas, entre juego y vino
Hallase mal el trabajoso Marte;
Otro aparejo busca, otro camino,
Otros brazos levantan su estandarte;
Cada qual se fabrica su destino;
No tiene aqui fortuna alguna parte;
La pereza fortuna baxa cria,
La diligencia imperio y monarquia.
Estoy con todo esto tan seguro
De que al fin mostrareis que sois Romanos,
Que tengo en nada el defendido muro
Destos rebeldes barbaros Hispanos,
Y asi os prometo por mi diestra y juro
Que si igualais al animo las manos,
Que las mias se alarguen en pagaros,
Y mi lengua tambien en alabaros.

Miranse los soldados unos à otros, y hacen señas à uno de ellos, GAYO MARIO, que responda por todos, y asi dice

GAYO MARIO.

Si con atentos ojos has mirado,
Inclito General, en los semblantes
Que á tus breves razones han mostrado
Los que tienes agora circunstantes,
Qual havreis visto sin color, turbado,
Y qual con ella, indicios bien bastantes
De que el temor y la verguenza á una
Los aflixe, molesta, é importuna:
Verguenza de mirarse reducidos
A terminos tan baxos por su culpa,
Que viendo ser por tí reprehendidos
No saben á su falta hallar disculpa:
Temor de tantos yerros cometidos;
Y la torpe pereza que los culpa,
Los tiene de tal modo, que se holgaran
Antes morir que en esto se hallaran.
Pero el lugar y tiempo que les queda
Para mostrar alguna recompensa,
Es causa que con menos fuerza pueda
Fatigar el rigor de tal ofensa:
De hoy mas con presta voluntad y leda
El mas minimo de estos cuida y piensa
De ofrecer sin reves á tu servicio
La hacienda, vida y honra en sacrificio.
Admite pues de sus intentos sanos
El justo ofrecimiento, señor mio,
Y considera alfin que son Romanos,
En quien nunca faltó del todo el brio.
Vosotros, levantad las diestras manos
En señas que aprobais el voto mio.

SOLDADOS.

Todo lo que aqui has dicho confirmamos,
Y lo juramos.

TODOS.

             Sí juramos.

CIPION.

Pues arrimada á tal ofrecimiento
Crecerá desde hoy mas mi confianza,
Creciendo en vuestros pechos ardimiento,
Y del viejo vivir nueva mudanza;
Vuestras promesas no se lleve el viento,
Hacedlas verdaderas con la lanza,
Que las mias saldran tan verdaderas
Quanto fuere el valor de vuestras veras.

SOLDADO.

Dos Numantinos con seguro vienen
A darte, Cipion, una embaxada.

CIPION.

Porqué no llegan ya? en qué se detienen?

SOLDADO.

Esperan que licencia les sea dada.

CIPION.

Si son embaxadores, ya la tienen.

SOLDADO.

Embaxadores son.

CIPION.

                Dales entrada,
Que aunque descubra cierto ó falso pecho
El enemigo, siempre es de provecho.
Jamas la falsedad vino cubierta
Tanto con la verdad, que no mostrase
Algun pequeño indicio, alguna puerta
Por donde su maldad se investigase:
Oir al enemigo es cosa cierta
Que siempre aprovechó, antes que dañase,
Y en las cosas de guerra la experiencia
Muestra que lo que digo, es cierta ciencia.

Entran dos Embaxadores Numantinos, PRIMERO y SEGUNDO.

PRIMERO.

Si nos das, buen señor, grata licencia
De decir la embaxada que traemos,
Do estamos, ó ante sola tu presencia,
Todo á lo que venimos te diremos.

CIPION.

Decid, que á donde quiera doy audiencia.

PRIMERO.

Pues con ese seguro que tenemos,
De tu real grandeza concedido,
Dare principio á lo que soy venido.
Numancia, de quien yo soy ciudadano,
Inclito General, á tí me envia
Como al mas fuerte Cipion Romano,
Que ha cubierto la noche, ó visto el dia,
A pedirte, señor, la amiga mano
En señal de que cesa la porfia
Tan trabada y cruel de tantos años,
Que ha causado sus propios y tus daños.
Dice que nunca de la ley y fueros
Del Romano senado se apartára,
Si el insufrible mando y desafueros
De un consul y otro no la fatigára:
Ellos con duros estatutos fieros
Y con su estrecha condicion avara
Pusieron tan gran yugo á nuestros cuellos,
Que forzados salimos dél y de ellos,
Y en todo el largo tiempo que ha durado
Entre ambas partes la contienda, es cierto
Que ningun General hemos hallado
Con quien poder tratar de algun concierto.
Empero agora, que ha querido el hado
Reducir nuestra nave á tan buen puerto,
Las velas de la guerra recojemos,
Y á qualquiera partido nos ponemos.
Y no imagines que temor nos lleva
A pedirte las paces con instancia,
Pues la larga experiencia ha dado prueba
Del poder valeroso de Numancia:
Tu virtud y valor es quien nos ceba,
Y nos declara que será ganancia
Mayor de quantas desear podremos
Si por señor y amigo te tenemos.
A esto ha sido la venida nuestra:
Respondenos, señor, lo que te place.

CIPION.

Tarde de arrepentidos dais la muestra,
Poco vuestra amistad me satisface,
De nuevo ejercitad la fuerte diestra,
Que quiero ver lo que la mia hace,
Ya que ha puesto en ella la ventura
La gloria mia, y vuestra desventura:
A desverguenza de tan largos años
Es poca recompensa pedir paces:
Seguid la guerra, renovad los daños,
Salgan de nuevo las valientes haces.

EMBAXADOR SEGUNDO.

La falsa confianza mil engaños
Consigo trae: advierte lo que haces,
Señor, que esa arrogancia que nos muestras,
Renovará el valor en nuestras diestras;
Y pues niegas la paz, que con buen zelo
Te ha sido por nosotros demandada,
De hoy mas la causa nuestra con el cielo
Quedará por mejor calificada,
Y antes que pises de Numancia el suelo,
Probarás do se estiende la indignada
Furia de aquel que siendote enemigo,
Quiere serte vasallo y fiel amigo.

CIPION.

Teneis mas que decir?

PRIMERO.

                     No: mas tenemos
Que hacer, pues tu, señor, ansi lo quieres,
Sin querer la amistad que te ofrecemos,
Correspondiendo mal á ser quien eres.
Pero entonces verás lo que podemos,
Quando nos muestres tu lo que pudieres:
Que es una cosa razonar de paces,
Y otra romper por las armadas haces.

CIPION.

Verdad dices, y ansi para mostraros
Si sé tratar en paz, y obrar en guerra,
No quiero por amigos aceptaros,
Ni lo seré jamas de vuestra tierra,
Y con esto podeis luego tornaros.

SEGUNDO.

Que en esto tu querer, señor, se encierra?

CIPION.

Ya he dicho que sí.

SEGUNDO.

                   Pues sús al hecho:
Que guerras ama el Numantino pecho.

Salense los Embaxadores y QUINTO FABIO, hermano de CIPION dice.

El descuido pasado nuestro ha sido
El que os hace hablar de aquesa suerte;
Mas ya ha llegado el tiempo, ya es venido,
Do vereis nuestra gloria y vuestra muerte:

CIPION.

El vano blasonar no es admitido
De pecho valeroso, honrado y fuerte,
Templa las amenazas, Fabio, y calla,
Y tu valor descubre en la batalla,
Aunque yo pienso hacer que el Numantino
Nunca á las manos con nosotros venga
Buscando de vencerle tal camino,
Que mas á mi provecho le convenga:
Yo haré que abaxe el brio y pierda el tino,
Y que en sí mesmo su furor detenga.
Pienso de un hondo foso rodeallos,
Y por hambre insufrible subjetallos:
No quiero ya que sangre de Romanos
Colore mas el suelo desta tierra:
Basta la que han vertido estos Hispanos
En tan larga, reñida, y cruda guerra:
Exercitense agora vuestras manos
En romper y cabar la dura tierra,
Y cubranse de polvo los amigos
Que no lo estan de sangre de enemigos:
No quede de este oficio reservado
Ninguno que le tenga preminente:
Trabaje el decurion como el soldado,
Y no se muestre en esto diferente:
Yo mismo tomare el hierro pesado,
Y romperé la tierra facilmente.
Haced todos qual yo, y vereis que hago
Tal obra con que á todos satisfago.

QUINTO FABIO.

Valeroso señor y hermano mio,
Bien nos muestras en esto tu cordura,
Pues fuera conocido desvario
Y temeraria muestra de locura,
Pelear contra el loco airado brio
Destos desesperados sin ventura:
Mejor será encerrallos, como dices,
Y quitarles al brio las raices.
Bien puede la ciudad toda cercarse,
Sino es la parte por do el rio la baña.

CIPION.

Vamos, y venga luego á efectuarse
Esta mi nueva poco usada hazaña,
Y si en nuestro favor quiere mostrarse
El cielo, quedará subjeta España
Al senado Romano solamente
Con vencer la soberbia de esta gente.


SCENA II.


Sale una doncella coronada con unas torres y trae un castillo en la mano, la qual significa ESPAÑA, y dice

ESPAÑA.

Alto, sereno, y espacioso cielo,
Que con tus influencias enriqueces
La parte que es mayor desde mi suelo,
Y sobre muchos otros le engrandeces,
Muevate á compasion mi amargo duelo,
Y pues al afligido favoreces,
Favoreceme á mí en ansia tamaña,
Que soy la sola desdichada España.
Bastete ya que un tiempo me tuviste
Todos mis fuertes miembros abrasados,
Y al sol por mis entrañas descubriste
El reyno escuro de los condenados:
A mil tiranos, mil riquezas diste,
A Fenices y Griegos entregados
Mis reynos fueron, porque tu has querido,
O porque mi maldad lo ha merecido.
Será posible que contino sea
Esclava de naciones estrangeras,
Y que un pequeño tiempo yo no vea
De libertad, tendidas mis banderas?
Con justisimo titulo se emplea
En mí el rigor de tantas penas fieras,
Pues mis famosos hijos y valientes
Andan entre sí mesmos diferentes.
Jamas en su provecho concertaron
Los divididos animos briosos,
Antes entonces mas los apartaron
Quando se vieron mas menesterosos;
Y ansi con sus discordias convidaron
Los barbaros de pechos codiciosos
A venir y entregarse en mis riquezas,
Usando en mí y en ellos mil cruezas.
Sola Numancia es la que sola ha sido
Quien la luciente espada sacó fuera,
Y á costa de su sangre ha mantenido
La amada libertad suya primera:
Mas ay! que veo el termino cumplido,
Y llegada la hora postrimera
Do acabará su vida y no su fama,
Qual Fenix renovandose en la llama!
Estos tan muchos timidos Romanos,
Que buscan de vencer cien mil caminos,
Rehuyen de venir mas á las manos
Con los pocos valientes Numantinos.
O si saliesen sus intentos vanos,
Y fuesen sus quimeras desatinos,
Y esta pequeña tierra de Numancia,
Sacase de su perdida ganancia!
Mas ay! que el enemigo la ha cercado
No solo con las armas contrapuestas
Al flaco muro suyo, mas ha obrado
Con diligencia estraña y manos prestas,
Que un foso por la margen trincheado
Rodea la ciudad por llano y cuestas;
Sola la parte por do el rio se estiende,
De este ardid nunca visto se defiende.
Ansi estan encogidos y encerrados
Los tristes Numantinos en sus muros;
Ni ellos pueden salir ni ser entrados,
Y estan de los asaltos bien seguros;
Pero en solo mirar que están privados
De exercitar sus fuertes brazos duros,
Con horrendos acentos y feroces
La guerra piden ó la muerte á voces.
Y pues sola la parte por do corre
Y toca á la ciudad el ancho Duero,
Es aquella que ayuda y que socorre
En algo al Numantino prisionero,
Antes que alguna maquina ó gran torre
En sus aguas se funde, rogar quiero
Al caudaloso conocido rio,
En lo que puede ayude el pueblo mio.
Duero gentil, que con torcidas vueltas
Humedeces gran parte de mi seno,
Ansi en tus aguas siempre veas envueltas
Arenas de oro qual el Tajo ameno,
Y ansi las ninfas fugitivas sueltas,
De que está el verde prado y bosque lleno,
Vengan humildes á tus aguas claras,
Y en prestarte favor no sean avaras,
Que prestes á mis asperos lamentos
Atento oido, ó que á escucharlos vengas,
Y aunque dexes un rato tus contentos,
Suplicote que en nada te detengas:
Si tú con tus continos crecimientos
Destos fieros Romanos no me vengas,
Cerrado veo ya qualquier camino
A la salud del pueblo Numantino.

Sale el RIO DUERO con otros muchachos vestidos de rio como él, que son tres riachuelos que entran en DUERO.

DUERO.

Madre y querida España, rato havia
Que hirieron mis oidos tus querellas,
Y si en salir acá me detenia
Fue por no poder dar remedio á ellas.
El fatal, miserable, y triste dia
Segun el disponer de las estrellas
Se llega de Numancia, y cierto temo
Que no hay dar medio á su dolor extremo.
Con Orvion, Minuesa, y tambien Tera
Cuyas aguas las mias acrecientan,
He llenado mi seno en tal manera,
Que los usados margenes rebientan;
Mas sin temor de mi veloz carrera,
Qual si fuera un arroyo, veo que intentan
De hacer lo que tú, España, nunca veas,
Sobre mis aguas, torres y trincheas.
Mas ya que el revolver del duro hado
Tenga el ultimo fin estatuido
Deste tu pueblo Numantino amado,
Pues á terminos tales ha venido,
Un consuelo le queda en este estado,
Que no podran las sombras del olvido
Escurecer el sol de sus hazañas,
En toda edad temidas por estrañas.
Y puesto que el feroz Romano tiende
El paso agora por tu fertil suelo,
Y que te oprime aqui, y alli te ofende
Con arrogante y ambicioso zelo,
Tiempo vendrá, segun que ansi lo entiende
El saber que á Proteo ha dado el cielo,
Que esos Romanos sean oprimidos
Por los que agora tienen abatidos.
De remotas naciones venir veo
Gentes que habitarán tu dulce seno
Despues que como quiere tu deseo
Havrán á los Romanos puesto freno:
Godos serán, que con vistoso arreo,
Dexando de su fama el mundo lleno,
Vendrán á recogerse en tus entrañas,
Dando de nuevo vida á sus hazañas.
Estas injurias vengará la mano
Del fiero Atila en tiempos venideros,
Poniendo al pueblo tan feroz Romano
Sujeto á obedecer todos sus fueros,
Y portillos abriendo en Vaticano:
Tus bravos hijos, y otros estrangeros
Harán que para huir vuelva la planta
El gran Piloto de la nave santa.
Y tambien vendrá tiempo en que se mire
Estar blandiendo el Español cuchillo
Sobre el cuello Romano, y que respire
Solo por la bondad de su caudillo
El grande Albano: hará que se retire
El Español exercito; sencillo
No de valor, sino de poca gente,
Que iguala al mayor numero en valiente.
Y quando fuere ya mas conocido
El propio hacedor de tierra y cielo,
Aquel que ha de quedar estatuido
Por visorrey de Dios en todo el suelo,
A tus Reyes dará tal apellido,
Qual viere que mas quadra con su zelo:
Catolicos serán llamados todos,
Succesion digna de los fuertes Godos.
Pero el que mas levantará la mano
En honra tuya y general contento,
Haciendo que el valor del nombre Hispano
Tenga entre todos el mejor asiento,
Un Rey será, de cuyo intento sano
Grandes cosas me muestra el pensamiento:
Será llamado, siendo suyo el mundo,
El Segundo Filipo sin segundo.
Debaxo deste imperio tan dichoso
Serán á una corona reducidos
Por bien universal y tu reposo
Tres reynos hasta entonces divididos:
El giron Lusitano tan famoso
Que un tiempo se cortó de los vestidos
De la ilustre Castilla, ha de zurcirse
De nuevo, y á su estado antiguo unirse.
Qué invidia, y qué temor, España amada,
Te tendrán las naciones estrangeras,
En quien tu teñirás tu aguda espada,
Y tenderás triunfando tus banderas!
Sirvate esto de alivio en la pesada
Ocasion, por quien lloras tan de veras,
Pues no puede faltar lo que ordenado
Ya tiene de Numancia el duro hado.

ESPAÑA.

Tus razones alivio han dado en parte,
Famoso Duero, á las pasiones mias,
Solo porque imagino que no hay parte
De engaño alguno en estas profecias.

DUERO.

Bien puedes de eso, España, asegurarte,
Puesto que tarden tan dichosos dias,
Y á Dios, porque me esperan ya mis Ninfas.

ESPAÑA.

El cielo aumente tus sabrosas linfas.


JORNADA II.



SCENA I.


INTERLOCUTORES

TEOGENES, y CORABINO, con otros quatro
Numantinos, Gobernadores de Numancia,
y
MARQUINO, hechicero, y un CUERPO
MUERTO, que saldrá á su tiempo. Sientanse
á consejo, y los quatro Numantinos
que no tienen nombres, se señalan asi
:
PRIMERO, SEGUNDO, TERCERO, QUARTO.

TEOGENES.

Pareceme, varones esforzados,
Que en nuestros daños con rigor influyen
Los tristes signos y contrarios hados,
Pues nuestra fuerza y maña desminuyen:
Tienennos los Romanos encerrados,
Y con cobardes mañas nos destruyen,
Ni con matar muriendo no hay vengarnos,
Ni podemos sin alas escaparnos.
Y no solo á vencernos se despiertan
Los que havemos vencido veces tantas,
Que tambien Españoles se conciertan
Con ellos á segar nuestras gargantas.
Tan gran maldad los cielos no consientan;
Con rayos hieran las ligeras plantas
Que se mueven en daño del amigo,
Favoreciendo al perfido enemigo.
Mirad si imaginais algún remedio
Para salir de tanta desventura,
Porque este largo y trabajoso asedio
Solo promete presta sepultura.
El ancho foso nos estorva el medio
De probar con las armas la ventura,
Aunque á veces valientes, fuertes brazos,
Rompen mil contrapuestos embarazos.

CORABINO

A Jupiter pluguiera soberano
Que nuestra juventud sola se viera
Con todo el bravo exercito Romano
A donde el brazo rodear pudiera!
Que alli el valor de la Española mano
La mesma muerte poco estorvo fuera
Para dexar de abrir ancho camino
A la salud del pueblo Numantino.
Mas pues en tales terminos nos vemos,
Que estamos como damas encerrados,
Hagamos todo quanto hacer podremos
Para mostrar los animos osados:
A nuestros enemigos convidemos
A singular batalla, que cansados
De este cerco tan largo, ser podría
Quisiesen acabarle por tal via.
Y quando este remedio no suceda
A la justa medida del deseo,
Otro camino de intentar nos queda,
Aunque mas trabajoso á lo que creo:
Este foso y muralla que nos veda
El paso al enemigo que alli veo,
En un tropel de noche le rompamos
Y por ayuda á los amigos vamos.

NUMANTINO PRIMERO.

O sea por el foso ó por la muerte
De abrir tenemos paso á nuestra vida;
Que es dolor insufrible el de la muerte,
Si llega quando mas vive la vida;
Remedio á las miserias es la muerte,
Si se acrecientan ellas con la vida,
Y suele tanto mas ser excelente,
Quanto se muere mas honradamente.

SEGUNDO.

Con qué mas honra pueden apartarse
De nuestros cuerpos estas almas nuestras
Que en las Romanas armas arrojarse
Y en su daño mover las fuertes diestras?
En la ciudad podrá muy bien quedarse
Quien gusta de cobarde dar las muestras,
Que yo mi gusto pongo en quedar muerto
En el cerrado foso ó campo abierto.

TERCERO.

Esta insufrible hambre macilenta
Que tanto nos persigue y nos rodea,
Hacen que en vuestro parecer consienta,
Puesto que temerario y duro sea,
Muriendo, escusaremos tanta afrenta;
Mas quien morir de hambre no desea,
Arrojese conmigo al foso, y haga
Camino á su remedio con la daga.

QUARTO.

Primero que vengais al trance duro
Desta resolucion que haveis tomado,
Pareceme ser bien, que desde el muro
Nuestro fiero enemigo sea avisado,
Diciendole que dé campo seguro
A un Numantino, y otro su soldado,
Y que la muerte de uno sea sentencia
Que acabe nuestra antigua diferencia.
Son los Romanos tan soberbia gente,
Que luego aceptarán este partido,
Y si lo aceptan, creo firmemente
Que nuestro amargo daño ha fenecido,
Pues está Corabino aqui presente,
Cuyo valor me tiene persuadido
Que él solo contra tres bravos Romanos
Quitará la victoria de las manos.
Tambien será acertado, que Marquino,
Pues es un agorero tan famoso,
Mire qué estrella, qué planeta ó signo
Nos amenaza muerte, ó fin honroso,
Y si puede hallar algun camino
Que nos pueda mostrar si del dudoso
Cerco cruel, do estamos oprimidos,
Saldremos vencedores ó vencidos.
Tambien primero encargo que se haga
A Jupiter solene sacrificio,
De quien podremos esperar la paga
Harto mayor que nuestro beneficio;
Curese luego la profunda llaga
Del arraigado acostumbrado vicio,
Quiza con esto mudará de intento
El hado esquivo, y nos dará contento.
Para morir jamas le falta tiempo
Al que quiere morir desesperado:
Siempre seremos á sazon y á tiempo
Para mostrar muriendo el pecho osado,
Mas porque no se pase en valde el tiempo,
Mirad si os cuadra lo que aqui he ordenado,
Y sino os pareciere, dad un modo
Que mejor venga, y que convenga á todo.

MARQUINO.

Esa razon que muestran tus razones,
Es aprobada del intento mio,
Haganse sacrificios y oblaciones,
Y pongase en efecto el desafio:
Que yo no perderé las ocasiones
De mostrar de mi ciencia el poderio:
Yo sacaré del hondo centro escuro
Quien nos declare el bien ó el mal futuro.

TEOGENES.

Yo desde aquí me ofrezco, si os parece
Que puede de mi esfuerzo algo fiarse,
De salir á este duelo que se ofrece,
Si por ventura viene á efectuarse.

CORABINO.

Mas honra tu valor raro merece,
Bien pueden de tu esfuerzo confiarse
Mas dificiles cosas y mayores,
Por ser el que es mejor de los mejores;
Y pues tú ocupas el lugar primero
De la honra y valor con causa justa,
Yo que en todo me cuento por postrero,
Quiero ser el Haraldo desta justa.

PRIMERO.

Pues yo con todo el pueblo me prefiero
Hacer de lo que Jupiter mas gusta,
Que son los sacrificios y oraciones,
Si van con enmendados corazones.

SEGUNDO.

Vamonos, y con presta diligencia
Hagamos quanto aqui propuesto havemos,
Antes que la pestifera dolencia
De la hambre nos ponga en los extremos.

TERCERO.

Si tiene el cielo dada la sentencia
De que en este rigor fiero acabemos,
Revoquela, si acaso la merece
La justa enmienda que Numancia ofrece.


SCENA II.


Salen primero dos Soldados Numantinos MORANDRO, y LEONCIO.

LEONCIO.

Morandro amigo, á do vas,
O ácia do mueves el pie?

MORANDRO.

Si yo mismo no lo sé,
Tampoco tu lo sabras.

LEONCIO.

Cómo te saca de seso
Tu amoroso pensamiento?

MORANDRO.

Antes despues que le siento
Tengo mas razon y peso.

LEONCIO.

Eso ya está averiguado
Que el que sirviere al amor,
Ha de ser por su dolor
Con razon muy mas pesado.

MORANDRO.

De malicia ó de agudeza
No escapa lo que dixiste.

LEONCIO.

Tu mi agudeza entendiste,
Mas yo entiendo tu simpleza.

MORANDRO.

Qué, soy simple en querer bien?

LEONCIO.

Sí, si ya el querer no se mide,
Como la razon lo pide,
Con quando, como, y á quien.

MORANDRO.

Reglas quies poner á amor?

LEONCIO.

La razon puede ponellas.

MORANDRO.

Razonables serán ellas,
Mas no de mucho primor.

LEONCIO.

En la amorosa porfia
A razon no hay conocella.

MORANDRO.

Amor no va contra ella
Aunque de ella se desvia.

LEONCIO

No es ya contra la razon,
Siendo tú tan buen soldado,
Andar tan enamorado
En esta estrecha ocasion?
Al tiempo que del dios Marte
Has de pedir el furor,
Te entretienes con amor,
Que mil blanduras reparte?
Ves la patria consumida,
Y de enemigos cercada,
Y tu memoria turbada
Por amor de ella se olvida?

MORANDRO.

En ira mi pecho se arde
Por verte hablar sin cordura:
Hizo el amor por ventura
A ningun pecho cobarde?
Dexo yo la centinela
Por ir donde está mi dama?
O estoy durmiendo en la cama
Quando mi capitan vela?
Hasme tu visto faltar
De lo que debo á mi oficio,
Por algun regalo ó vicio,
Ni menos por bien amar?
Y si nada me has hallado
De que deba dar disculpa,
Porqué me das tanta culpa
De que sea enamorado?
Y si de conversacion
Me ves que ando siempre ageno,
Mete la mano en tu seno,
Veras si tengo razon.
No sabes los muchos años
Que tras Lira ando perdido?
No sabes que era venido
El fin de mis tristes daños,
Porque su padre ordenaba
De darmela por muger,
Y que Lira su querer
Con el mio concertaba?
Tambien sabes que llegó
En tan dulce coyuntura
Esta fuerte guerra dura,
Por quien mi gloria cesó.
Dilatose el casamiento
Hasta acabar esta guerra,
Porque no está nuestra tierra
Para fiestas y contento.
Mira quan poca esperanza
Puedo tener de mi gloria,
Pues está nuestra victoria
Toda en la enemiga lanza.
De la hambre fatigados,
Sin medio de algun remedio,
Tal muralla y foso en medio,
Pocos, y esos encerrados.
Pues como veo llevar
Mis esperanzas del viento,
Ando triste y descontento
Ansi qual me ves andar.

LEONCIO.

Sosiega, Morandro, el pecho,
Vuelve al brio que tenias,
Quizá por ocultas vias
Se ordena nuestro provecho:
Que Jupiter soberano
Nos descubrirá camino,
Por do el pueblo Numantino
Quede libre del Romano;
Y en dulce paz y sosiego
De tu esposa gozarás,
Y las llamas templarás
Deste tu amoroso fuego,
Que para tener propicio
Al gran Jupiter tonante,
Hoy Numancia en este instante
Le quiere hacer sacrificio.
Ya el pueblo viene y se muestra
Con las victimas é incienso.
O Jupiter, padre imenso!
Mira la miseria nuestra.


Han de salir agora dos Numantinos vestidos como sacerdotes antiguos, y traen asido de los cuernos en medio de entrambos un carnero grande, coronado de oliva ó yedra, y otras flores, y un paje con una fuente de plata y una toalla al hombro, otro con un jarro de plata lleno de agua, otro con otro lleno de vino, otro con otro plato de plata con un poco de incienso, otro con fuego y leña, otro que ponga una mesa con un tapete, donde se ponga todo esto, y salgan en esta scena todos los que huviere en la comedia en habito de Numantinos, y luego los sacerdotes, y dexando el uno el carnero de la mano, diga:

SACERDOTE PRIMERO.

Señales ciertas de dolores ciertos
Se me han representado en el camino,
Y los canos cabellos tengo yertos.

SACERDOTE SEGUNDO.

Si acaso yo no soy mal adevino,
Nunca con bien saldremos desta impresa.
Ay desdichado pueblo Numantino!

PRIMERO.

Hagamos nuestro oficio con la priesa
Que nos incitan los agueros tristes.

SEGUNDO.

Poned, amigos, acia aqui esa mesa,
El vino, encienso y agua, que trugistes,
Poneldo encima, y apartaos afuera,
y arrepentios de quanto mal hicistes,
Que la oblacion mejor y la primera
Que se debe ofrecer al alto cielo,
Es alma limpia y voluntad sincera.

PRIMERO.

El fuego no le hagais, vos, en el suelo,
Que aqui viene brasero para ello,
Que ansi lo pide el religioso zelo.

SEGUNDO.

Lavaos las manos, y limpiaos el cuello.

PRIMERO.

Dad aca el agua: el fuego no se enciende?

UNO.

No hay quien pueda, señores, encendello?

SEGUNDO.

O Jupiter! qué es esto que pretende
De hacer en nuestro daño el hado esquivo?
Cómo el fuego en la tea no se enciende?

UNO.

Ya parece, señor, que está algo vivo.

PRIMERO.

Quítate afuera, ó flaca llama escura,
Que dolor en mirarte ansi, recibo.
No miras como el humo se apresura
A caminar al lado del Poniente,
Y la amarilla llama mal sigura
Sus puntas encamina acia el Oriente?
Desdichada señal, señal notoria
Que nuestro mal y daño está presente.

SEGUNDO.

Aunque lleven Romanos la victoria
De nuestra muerte, en humo ha de tornarse
Y en llamas vivas nuestra muerte y gloria.

PRIMERO.

Pues debe con el vino rociarse
El sacro fuego, dad aca ese vino,
Y el incienso tambien que ha de quemarse.

Rocian el fuego, y á la redonda con el vino, y luego ponen el incienso en el fuego, y dice el

SEGUNDO.

Al bien del triste pueblo Numantino
Endereza, ó gran Jupiter, la fuerza
Propicia, del contrario amargo signo.

PRIMERO.

Ansi como este ardiente fuego fuerza
A que en humo se vaya el sacro incienso,
Ansi se haga al enemigo fuerza,
Para que en humo eterno, padre inmenso,
Todo su bien, toda su gloria vaya,
Ansi como tu puedes, y yo pienso.

SEGUNDO.

Tengan los cielos su poder á raya
Ansi como esta victima tenemos,
Y lo que ella ha de haber, él tambien haya.

PRIMERO.

Mal responde el aguero, mal podremos
Ofrecer esperanza al pueblo triste,
Para salir del mal que poseemos.

Hagase ruido debaxo del tablado con un barril lleno de piedras, y disparese un cohete volador.

SEGUNDO.

No oyes un ruido, amigo? viste
El rayo ardiente que pasó volando?
Presago verdadero desto fuiste.

PRIMERO.

Turbado estoy, de miedo estoy temblando,
O qué señales en el ayre veo!
Qué amargo fin nos van pronosticando!
No ves un esquadron airado y feo
De unas aguilas fieras, que pelean
Con otras aves en marcial rodeo?

SEGUNDO.

Solo su esfuerzo y su rigor emplean
En encerrar las aves en un cabo,
Y con astucia y arte las rodean.

PRIMERO.

Tal señal vitupero, y no la alabo,
Aguilas imperiales vencedoras:
Tu verás de Numancia presto el cabo.

SEGUNDO.

Aguilas, de gran mal anunciadoras,
Partios, que ya el aguero vuestro entiendo,
Ya el efecto, contadas son las horas.

PRIMERO.

Con todo, el sacrificio hacer pretendo
Desta inocente victima, guardada
Para aplacar el dios del rostro horrendo.
O gran Pluton, á quien por suerte dada
Le fue la habitacion del reyno oscuro,
Y el mando en la infernal triste morada,
Ansi vivas en paz, cierto y seguro
De que la hija de la sacra Ceres
Corresponde á tu amor con amor puro,
Que en todo aquello que en provecho vieres
Venir del pueblo triste que te invoca,
Lo allegues, qual se espera de quien eres;
Atapa la profunda escura boca
Por do salen las tres fieras hermanas,
A hacernos el daño que nos toca,
Y sean de dañarnos tan livianas

Quite algunos pelos al carnero y echelos al ayre.

Sus intenciones, que las lleve el viento:
Y ansi como yo baño y ensangriento
Este cuchillo en esta sangre pura
Con alma limpia y limpio pensamiento,
Ansi la tierra de Numancia dura
Se bañe con la sangre de Romanos,
Y aun les sirva tambien de sepultura.

Aqui ha de salir por los huecos del tablado un demonio hasta el medio cuerpo, y ha de arrebatar el carnero, y meterle dentro, y tornar luego á salir, y derramar y esparcir el fuego, y todos los sacrificios.

Mas quien me ha arrebatado de las manos
La victima? qué es esto, dioses santos?
Qué prodigios son estos tan insanos?
No os han enternecido ya los llantos
Deste pueblo lloroso y afligido,
Ni la sagrada voz de nuestros cantos?

SEGUNDO.

Antes creo que se han endurecido,
Qual se puede inferir de las señales
Tan fieras como aqui han acontecido;
Nuestros vivos remedios son mortales,
Toda es nuestra pereza diligencia,
Y los bienes agenos nuestros males.

UNO DEL PUEBLO.

Enfin, dado han los cielos la sentencia
De nuestro fin amargo y miserable,
No nos quiere valer ya su clemencia.

OTRO.
Lloremos pues en son tan lamentable
Nuestra desdicha, que en la edad postrera
Dél y de nuestro esfuerzo siempre se hable.
Marquino haga la experiencia entera
De todo su saber, y sepa quanto
Nos promete de mal la lastimera
Suerte, que ha vuelto nuestra risa en llanto.

Salense todos, y quedan solos MORANDRO y LEONCIO.

MORANDRO.

Leoncio, qué te parece?
Tendrán remedio mis males
Con estas buenas señales,
Que aqui el cielo nos ofrece?
Tendrá fin mi desventura
Quando se acabe la guerra?
Que será quando la tierra
Me sirva de sepultura?

LEONCIO.

Morandro, al que es buen soldado
Agueros no le dan pena,
Que pone la suerte buena
En el animo esforzado;
Y esas vanas apariencias
Nunca le turban el tino,
Su brazo es su estrella y signo,
Su valor sus influencias;
Pero si quieres creer
En este notorio engaño,
Aun quedan, si no me engaño,
Experiencias mas que hacer,
Que Marquino las hará,
Las mejores de su ciencia,
Y el fin de nuestra dolencia
Ser bueno, ó malo sabrá.
Pareceme que le veo:
En que estraño trage viene!

MORANDRO.

Quien con feos se entretiene
No es mucho que venga feo:
Será acertado seguirle?

LEONCIO.

Acertado me parece
Por si acaso se le ofrece
Algo en que poder servirle.

Aquí sale MARQUINO con una ropa negra de bocaci ancha, y una cabellera negra, y los pies descalzos, y en la cinta traerá, de modo que se le vean, tres redomillas llenas de agua, la una negra, la otra teñida con azafran, y la otra clara; y en la una mano una lanza barnizada de negro, y en la otra un libro, y viene MILVIO con él, y asi como entran, se ponen á un lado LEONCIO y MORANDRO.

MARQUINO.

Dó dices, Milvio, que está el joven triste?

MILVIO.

En esta sepultura está enterrado.

MARQUINO.

No yerres el lugar do le pusiste.

MILVIO.

Nó, que con esta piedra señalado
Dexé el lugar adonde el mozo tierno
Fue con lagrimas tiernas sepultado.

MARQUINO.

De qué murió?

MILVIO.

            Murió de mal gobierno:
La flaca hambre le acabó la vida,
Peste cruel, salida del infierno.

MARQUINO.

En fin, que dices, que ninguna herida
Le cortó el hilo del vital aliento,
Ni fue cancer, ni llaga su homicida?
Esto te digo, porque hace al cuento
De mi saber, que esté este cuerpo entero,
Organizado todo, y en su asiento.

MILVIO.

Havrá tres horas que le di el postrero
Reposo, y le entregué á la sepultura,
Y de hambre murió, como refiero.

MARQUINO.

Está muy bien, y es buena coyuntura
La que me ofrecen los propicios signos
Para invocar de la región oscura
Los feroces espiritus malignos:
Presta atentos oidos á mis versos.
Fiero Pluton, que en la region oscura
Entre ministros de animos perversos
Te cupo de reynar suerte y ventura,
Haz, aunque sean de tu gusto adversos,
Cumplidos mis deseos, y en la dura
Ocasion que te invoco, no te tardes
Ni á ser mas oprimido de mí aguardes.
Quiero que al cuerpo que aquí está enterrado,
Vuelvas el alma que le daba vida,
Aunque el fiero Caron del otro lado
La tenga en la ribera denegrida,
Y aunque en las tres gargantas del airado
Cerbero esté penada y escondida,
Salga, y torne á la luz del mundo nuestro,
Que luego tornará al escuro vuestro;
Y pues ha de salir, salga informada
Del fin que ha de tener guerra tan cruda,
Y desto no me encubra ó calle nada,
Ni me dexe confuso y con mas duda
La platica desta alma desdichada,
De toda ambiguidad libre y desnuda
Tiene de ser. Inviala, qué esperas?
Esperas á que hable con mas veras?
No revolveis la piedra, desleales?
Decid, ministros falsos, qué os detiene?
Cómo? no me haveis dado ya señales
De que haceis lo que digo, y me conviene?
Buscais con deteneros vuestros males,
O gustais de que yo al momento ordene
De poner en efecto los conjuros
Que ablandan vuestros fieros pechos duros?
Ea pues, vil canalla, mentirosa,
Aparejaos á duro sentimiento,
Pues sabeis que mi voz es poderosa
De doblaros la rabia y el tormento.
Dime traidor esposo de la esposa
Que seis meses del año á su contento
Está sin tí, haciendote cornudo,[A]
Porqué á mis peticiones estás mudo?
Este hierro bañado en agua clara
Que al suelo no tocó en el mes de Mayo,
Herirá en esta piedra, y hará clara
Y patente la fuerza deste ensayo.

Con el agua de la redoma clara baña el hierro de la lanza, y luego hiere en la tabla, y debaxo ó sueltense cohetes, ó hágase el rumor con el barril de piedras.

Ya parece, canalla, que á la clara
Dais muestras de que os toma cruel desmayo.
Qué rumores son estos, ea malvados,
Que alfin venis, aunque venis forzados?
Levantad esta piedra, fementidos,
Y descubridme el cuerpo que aqui yace.
Qué es esto? qué tardais? á dó sois idos?

[Footnote A: Alusión á las puntas ó cuernos de la luna, quando crece ó mengua.]

Cómo mi mandado al punto no se hace?
No os curais de amenazas, descreidos?
Pues no espereis que mas os amenace:
Esta agua negra del Estigio lago
Dará á vuestra tardanza presto el pago.
Agua de la fatal negra laguna,
Cogida en triste noche, escura y negra,
Por el poder que en ti junto se auna,
A quien otro poder ninguno quiebra,
...... diabolica importuna,
Y á quien la primer forma de culebra
Tomó, conjuro, apremio, pido y mando,
Que venga á obedecerme aqui volando.

Rocia con el agua la sepultura, y abrese.

O mal logrado mozo, sal ya fuera,
Y vuelve á ver el sol claro y sereno;
Dexa aquella region do no se espera
En ella un dia sosegado y bueno;
Dame, pues puedes, relacion entera
De lo que has visto en el profundo seno
Digo, de aquello á que mandado eres,
Y mas, si al caso toca, y tu pudieres.

Sale el CUERPO amortajado, con un rostro de mascara, descolorido, como de muerto, y va saliendo poco á poco, y en saliendo, dexase caer en el teatro sin mover pie ni mano hasta su tiempo.

Qué es esto? no respondes? no revives?
Otra vez has gustado de la muerte?
Pues yo haré que con tu pena avives,
Y tengas el hablar á buena suerte,
Pues eres de los nuestros, no te esquives
De hablarme y responderme, mira, advierte
Que si callas, haré que con tu mengua
Sueltes la atada y encogida lengua.

Rocia el cuerpo con el agua amarilla, y luego le azota con un azote.

Espiritus malignos, no aprovecha?
Pues esperad, saldrá el agua encantada
Que hará mi voluntad tan satisfecha,
Quanto es la vuestra perfida y dañada,
Y aunque esta carne fuera polvos hecha,
Siendo con este azote castigada,
Cobrará nueva aunque ligera vida,
Del aspero rigor suyo oprimida.

Menease y estremecese el cuerpo á este punto.

Alma rebelde, vuelve al aposento
Que pocas horas ha desocupaste.

El CUERPO.

Cese la furia del rigor violento,
Tuyo, Marquino, baste, triste, baste
La que yo paso en la region escura,
Sin que tú crezcas mas mi desventura.
Engañaste, si piensas que recibo
Contento de volver á esta penosa,
Misera y corta vida, que aora vivo,
Que ya me va faltando presurosa;
Antes me causas un dolor esquivo,
Pues otra vez la muerte rigurosa
Triunfará de mi vida y de mi alma,
Mi enemigo tendrá doblada palma,
El qual con otros del escuro vando,
De los que son sujetos á aguardarte,
Está con rabia en torno, aqui esperando
A que acabe, Marquino, de informarte
Del lamentable fin, del mal nefando,
Que de Numancia puedo asegurarte,
La qual acabará á las mismas manos
De los que son á ella mas cercanos.
No llevarán Romanos la victoria
De la fuerte Numancia, ni ella menos
Tendrá del enemigo triunfo ó gloria,
Amigos y enemigos, siendo buenos,
No entiendas que de paz havrá memoria,
Que rabia alverga en sus contrarios senos:
El amigo cuchillo el homicida
De Numancia será, y será su vida,

Arrojase en la sepultura, y dice:

Y quedate, Marquino, que los hados
No me conceden mas hablar contigo,
Y aunque mis dichos tengas por trocados,
Al fin saldrá verdad lo que te digo.

MARQUINO.

O tristes signos, signos desdichados,
Si esto ha de suceder del pueblo, amigo,
Primero que mirar tal desventura,
Mi vida acabe en esta sepultura.

Arrojase MARQUINO en la sepultura.

MORANDRO.

Mira, Leoncio, si ves,
Por do yo pueda decir,
Que no me haya de salir
Todo mi gusto al reves!
De toda nuestra ventura
Cerrado está ya el camino,
Sino, digalo, Marquino,
El muerto, y la sepultura,

LEONCIO.

Que todas son ilusiones,
Quimeras y fantasias,
Agueros y hechicerias,
Diabolicas invenciones:
No muestres que tienes poca
Ciencia en creer desconciertos,
Que poco cuidan los muertos
De lo que á los vivos toca.

MILVIO.

Nunca, Marquino, hiciera
Desatino tan estraño,
Si nuestro futuro daño
Como presente no viera:
Avisemos este caso
Al pueblo, que está mortal;
Mas para dar nueva tal
Quién podrá mover el paso?


JORNADA III.



SCENA I.


INTERLOCUTORES


CIPION, JUGURTA,
y
GAYO MARIO.

CIPION.

En forma estoy contento en mirar como
Corresponde á mi gusto la ventura,
Y esta libre nacion soberbia domo
Sin fuerzas, solamente con cordura.
En viendo la ocasion, luego la tomo,
Porque sé que si corre, y se apresura,
Y si se pasa, en cosas de la guerra
El credito consume y vida atierra.
Juzgabades á loco desvario
Tener los enemigos encerrados,
Y que era mengua del Romano brio,
No vencerlos con modos mas usados:
Bien sé que lo havrán dicho, mas yo fio
Que los que fueren practicos soldados,
Diran que es de tener en mayor cuenta
La victoria que menos es sangrienta.
Qué gloria puede haver mas levantada
En las cosas de guerra que aqui digo,
Que sin quitar de su lugar la espada
Vencer y sujetar al enemigo?
Que quando la victoria es grangeada
Con la sangre vertida del amigo,
El gusto mengua que causar pudiera
La que sin sangre tal, ganada fuera.

Aqui ha de sonar una trompeta desde el muro de Numancia.

QUINTO FABIO.

Oye, señor, que de Numancia suena
El són de una trompeta, y me asiguro
Que decirte algo desde allá se ordena,
Pues el salir acá lo estorva el muro.
Corabino se ha puesto en una almena,
Y una señal ha hecho de seguro:
Lleguemonos mas cerca.

CIPION.

                      Sea, lleguemos.

GAYO MARIO.

No mas: que dende aqui le entenderemos.

Ponese CORABINO encima de la muralla con bandera blanca puesta en una lanza.

CORABINO.

Romanos, ah Romanos, puede acaso
Ser de vosotros esta voz oida?

GAYO MARIO.

Puesto que mas la baxes, y hables paso,
Qualquiera tu razon será entendida.

CORABINO.

Decid al General, que acerque el paso
Al foso, porque viene dirigida
A él una embaxada.

CIPION.

                  Dila presto,
Que yo soy Cipion.

CORABINO.

                  Escucha el resto.
Dice Numancia, General prudente,
Que consideres bien que ha muchos años
Que entre la nuestra y tu Romana gente
Duran los males de la guerra estraños,
Y que por evitar que no se aumente
La dura pestilencia destos daños,
Quiere, si tu quisieres, acaballa,
Con una breve y singular batalla.
Un soldado se ofrece de los nuestros
A combatir cerrado en estacada,
Con qualquiera esforzado de los vuestros
Por acabar contienda tan pesada,
Y si los hados fueren tan siniestros,
Que el uno quede sin la vida amada,
Si fuere el nuestro, darse ha la tierra,
Si el tuyo fuere, acabese la guerra:
Y por seguridad deste concierto,
Daremos á tu gusto los rehenes.
Bien sé que en él vendrás, porque estás cierto
De los soldados que á tu cargo tienes,
Y sabes que el menor en campo abierto
Hará sudar el pecho, el rostro y sienes
Al mas aventajado de Numancia:
Ansi que está sigura tu ganancia.
Respondeme, señor, si estas en ello,
Porque á la execucion se venga luego.

CIPION.

Donaire es lo que dices, risa, juego,
Y loco el que pensase de hacello.
Usad el medio del humilde ruego,
Si quereis que se escape vuestro cuello
De probar el rigor y filos diestros
Del Romano cuchillo y brazos nuestros.
La fiera que en la jaula está encerrada
Por su selvatiquez y fuerza dura,
Si puede alli con maña ser domada
Y con el tiempo y medios de cordura,
Quien la dexase ir libre y desatada,
Daria grandes muestras de locura:
Bestias sois, y por tales encerrados
Os tengo donde haveis de ser domados:
Mia será Numancia á pesar vuestro,
Sin que me cueste un minimo soldado,
Y el que teneis vosotros por mas diestro
Rompa por ese foso trincheado,
Y si en esto os parece que yo muestro
Un poco mi valor acobardado,
El viento lleve agora esta verguenza,
Y vuelvale la fama quando os venza.

Vanse CIPION y los suyos.

CORABINO.

No escuchas mas, cobarde? ya te escondes?
Enfadate la igual justa batalla?
Mal con tu nombradia correspondes,
Mal podrás deste modo sustentalla;
En fin, como cobarde me respondes:
Cobardes sois, Romanos, vil canalla,
En vuestra muchedumbre confiados,
Y no en los diestros brazos levantados.
Perfidos, desleales, fementidos,
Crueles, revoltosos y tiranos,
Ingratos, codiciosos, mal nacidos,
Pertinaces, feroces y villanos,
Adulteros, infames, conocidos
Por de industriosas, mas cobardes manos,
Qué gloria alcanzareis en darnos muerte
Teniendonos atados desta suerte?
Encerrado escuadron, ó manga suelta
En la campaña rasa, do no pueda
Estorbar la mortal fiera revuelta
El ancho foso y muro que la veda,
Fuera bien que sin dar el pie la vuelta
Y sin tener jamas la espada queda
Ese exercito mucho bravo vuestro,
Se viera con el poco flaco nuestro.
Mas como siempre estais acostumbrados
A vencer con ventajas y con mañas,
Estos conciertos en valor fundados
No los admiten bien vuestras marañas:
Liebres en pieles fieras disfrazados,
Load y engrandeced vuestras hazañas,
Que espero en el gran Jupiter de veros
Sujetos á Numancia y á sus fueros.

Baxase, y torna á salir luego con todos los Numantinos que salieron en el principio de la segunda jornada, excepto MARQUINO, que se arrojó en la sepultura, y sale tambien MORANDRO.

TEOGENES.

En terminos nos tiene nuestra suerte,
Dulces amigos, que será ventura
Acabar nuestros daños con la muerte;
Por nuestro mal, por nuestra desventura,
Vistes del sacrificio el triste aguero,
Y á Marquino tragar la sepultura:
El desafio no ha importado un cero:
De intentar que nos queda, no lo siento,
Sino es acelerar el fin postrero.
Esta noche se muestre el ardimiento
Del Numantino acelerado pecho,
Y pongase por obra nuestro intento:
El enemigo muro sea deshecho,
Salgamos á morir á la campaña,
Y no como cobardes en estrecho.
Bien sé que solo sirve esta hazaña
De que á nuestro morir se mude el modo,
Que con ella la muerte se acompaña.

CORABINO.

Con ese parecer yo me acomodo,
Morir quiero rompiendo el fuerte muro,
Y deshacelle por mi mano todo.
Mas tieneme una cosa mal seguro,
Que si nuestras mugeres saben esto,
De que no haremos nada os aseguro.
Quando otra vez tuvimos presupuesto
De salir y dexallas, cada uno
Fiado en su caballo y brazo diestro,
Ellas que el trato á ellas importuno
Supieron, al momento nos robaron
Los frenos, sin dexarnos solo uno.
Entonces el salir nos estorbaron,
Y ansi lo harán agora facilmente,
Si las lagrimas muestran que mostraron.

MORANDRO.

Nuestro disignio á todas es patente,
Todas lo saben, ya no queda alguna
Que no se quexa dello amargamente;
Y dicen que en la buena ó ruin fortuna
Quieren en vida y muerte acompañarnos,
Aunque su compañia es importuna.

Aqui entran quatro ó mas mugeres de Numancia, y con ellas LIRA, las mugeres traen unas figuras de niños en los brazos, y otros de las manos, excepto LIRA que no trae ninguno.

Veislas aqui do vienen á rogaros,
No las dexeis en tantos embarazos,
Aunque seais de acero han de ablandaros.
Los tiernos hijos vuestros en los brazos
Las tristes traen: no veis con qué señales
De amor les dan los ultimos abrazos?

PRIMERA.

Dulces señores nuestros, si en los males
Hasta aqui de Numancia padecidos,
Que son menores los que son mortales,
Y en los bienes tambien que ya son idos,
Siempre mostramos ser mugeres vuestras,
Y vosotros tambien nuestros maridos,
Porqué en las ocasiones tan siniestras
Que el cielo airado agora nos ofrece,
Nos dais de aquel amor tan cortas muestras?
Hemos sabido, y claro se parece
Que en las Romanas armas arrojaros
Quereis, pues su rigor menos empece
Que no la hambre de que veis cercaros,
De cuyas flacas manos desabridas
Por imposible tengo el escaparos.
Peleando quereis dexar las vidas,
Y dexarnos tambien desamparadas,
A deshonras y muertes ofrecidas.
Nuestro cuello ofreced á las espadas
Vuestras primero, que es mejor partido,
Que vernos de enemigos deshonradas.
Yo tengo en mi intencion estatuido
Que si puedo, haré quanto en mi fuere
Por morir do muriere mi marido,
Y esto mesmo hará la que quisiere
Mostrar que no los miedos de la muerte
Le estorban, de querer á quien bien quiere
En buena, ó mala, en dulce, ó amarga suerte.

OTRA.

Qué pensais, varones claros?
Revolveis aun todavia
En la triste fantasia
De dexarnos y ausentaros?
Quereis dexar por ventura
A la Romana arrogancia
Las virgines de Numancia
Para mayor desventura?
Y á los libres hijos nuestros
Quereis esclavos dexallos?
No será mejor ahogallos
Con los propios brazos vuestros?
Quereis hartar el deseo
De la Romana codicia,
Y que triunfe su injusticia
De nuestro justo trofeo?
Serán por agenas manos
Nuestras casas derribadas:
Y las bodas esperadas
Hanlas de gozar Romanos?
En salir hareis error,
Que acarrea cien mil yerros,
Porque dexais sin los perros
El ganado, y sin señor.
Si al foso quereis salir
Llevadnos en tal salida,
Porque tendremos por vida
A vuestros lados morir.
No apresureis el camino
Al morir, porque su estambre
Cuidado tiene la hambre.
De cercenarla contino.

OTRAS.

Hijos destas tristes madres,
Qué es esto? cómo no hablais?
Y con lagrimas rogais
Que no os dexen vuestros padres?
Basta que la hambre insana
Os acabe con dolor,
Sin esperar el rigor
De la aspereza Romana.
Decildes que os engendraron
Libres, y libres nacistes,
Y que vuestras madres tristes
Tambien libres os criaron.
Decildes que pues la suerte
Nuestra va tan de caida,
Que como os dieron la vida,
Ansi mismo os den la muerte.
O muros desta ciudad,
Si podeis hablad, decid,
Y mil veces repetid:
Numantinos, libertad.
Los templos, las casas nuestras
Levantadas en concordia
Os piden misericordia,
Hijos y mugeres vuestras.
Ablandad, claros varones,
Esos pechos diamantinos,
Y mostrad qual Numantinos
Amorosos corazones:
Que no por romper el muro
Remediais un mal tamaño,
Antes en ello está el daño
Mas propincuo y mas seguro.

LIRA.

Tambien las tiernas doncellas
Ponen en vuestra defensa
El remedio de su ofensa,
Y el alivio á sus querellas.
No dexeis tan ricos robos
A las codiciosas manos,
Mirad que son los Romanos
Hambrientos y fieros lobos.
Desesperacion notoria
Es esta que hacer quereis,
A donde solo hallareis
Breve muerte y larga gloria.
Mas ya que salga mejor
Que yo pienso, esta hazaña,
Qué ciudad hay en España
Que quiera daros favor?
Mi pobre ingenio os advierte
Que si haceis esta salida,
Al enemigo dais vida,
Y á toda Numancia muerte.
De vuestro acuerdo gentil
Los Romanos burlarán;
Porque, decidme, qué harán
Tres mil contra ochenta mil?
Aunque estuviesen abiertos
Los muros y sin defensa,
Seriades con ofensa
Mal vengados y bien muertos.
Mejor es que la ventura
Del daño que el cielo ordene,
O nos salve, ó nos condene,
De la vida ó sepultura.

TEOGENES.

Limpiad los ojos humidos del llanto,
Mugeres tiernas, y tené entendido
Que vuestra angustia la sentimos tanto,
Que responde al amor nuestro subido,
Ora crezca el dolor, ora el quebranto,
Sea por nuestro bien diminuido,
Jamas en vida ó muerte os dejaremos,
Antes en muerte y vida os serviremos.
Pensabamos salir al foso ciertos
Antes de alli morir que de escaparnos,
Pues fuera quedar vivos aunque muertos,
Si muriendo pudieramos vengarnos;
Mas pues nuestros disignios descubiertos
Han sido, y es locura aventurarnos,
Amados hijos y mugeres nuestras,
Nuestras vidas serán de hoy mas las vuestras.
Solo se ha de mirar que el enemigo
No alcance de nosotros triunfo y gloria,
Antes ha de servir él de testigo
Que apruebe y eternice nuestra historia;
Y si todos venis en lo que digo
Mil siglos durará nuestra memoria,
Y es que no quede cosa aqui en Numancia
De do el contrario pueda haver ganancia.
En medio de la plaza se haga un fuego,
En cuya ardiente llama licenciosa
Nuestras riquezas todas se echen luego
Desde la pobre á la mas rica cosa,
Y esto podeis tener á dulce juego,
Quando os declare la intención honrosa
Que se ha de efectuar, despues que sea
Abrasada qualquier rica presea.
Y para entretener por alguna hora
La hambre que ya roe nuestros huesos,
Hareis descuartizar luego á la hora
Esos tristes Romanos que están presos,
Y sin del chico al grande hacer mejora,
Repartanse entre todos, que con esos
Será nuestra comida celebrada
Por estraña cruel necesitada.
Amigos, qué os parece? estais en esto?

CORABINO.

Digo que á mi me tiene satisfecho,
Y que á la execucion se venga presto
De tan estraño y tan honroso hecho.

TEOGENES.

Pues yo de mi intencion os diré el resto
Despues que sea lo que digo hecho.
Vamos á ser ministros todos luego
De encender el ardiente y rico fuego.

MUGER PRIMERA.

Nosotras desde aqui ya comenzamos
A dar con voluntad nuestros arreos,
Y á la vida las vuestras entregamos
Como se han entregado los deseos.

LIRA.

Ea pues, caminemos, vamos, vamos,
Y abrasense en un punto los trofeos
Que pudieran hacer ricas las manos,
Y aun hartar la codicia de Romanos.

Vanse todos, y al salir MORANDRO, ase á LIRA por el brazo, y detienela.

MORANDRO.

No vayas tan de corrida,
Lira, dexame gozar
Del bien que me puede dar
En la muerte alegre vida:
Dexa que miren mis ojos
Un rato tu hermosura,
Pues tanto mi desventura
Se entretiene en mis enojos.
O dulce Lira, que sueñas
Contino en mi fantasia
Con tan suave harmonia
Que vuelve en gloria mis penas!
Qué tienes? qué estás pensando,
Gloria de mi pensamiento?

LIRA.

Pienso como mi contento
Y el tuyo se va acabando,
Y no será su homicida
El cerco de nuestra tierra,
Que primero que la guerra
Se me acabará la vida.

MORANDRO

Qué dices, bien de mi alma?

LIRA.
Que me tiene tal la hambre,
Que de mi vital estambre
Llevará presto la palma.
Qué tálamo has de esperar




Mar de la Cruz la invidib J.J. Fabregat la grafo

De quien está en tal estremo,
Que te aseguro que temo
Antes de un hora espirar.
Mi hermano ayer espiró
De la hambre fatigado,
Y mi madre ya ha acabado,
Que la hambre la acabó.
Y si la hambre y su fuerza
No ha rendido mi salud,
Es porque la juventud
Contra su rigor se esfuerza.
Pero como ha tantos dias
Que no le hago defensa,
No pueden contra su ofensa
Las debiles fuerzas mias.

MORANDRO.

Enjuga, Lira, los ojos,
Dexa que los tristes mios
Se vuelvan corrientes rios
Nacidos de tus enojos;
Y aunque la hambre ofendida
Te tenga tan sin compas,
De hambre no morirás
Mientras yo tuviere vida.
Yo me ofrezco de saltar
El foso y el muro fuerte,
Y entrar por la misma muerte
Para la tuya escusar.
El pan que el Romano toca
Sin que el temor me destruya,
Lo quitaré de la suya
Para ponerlo en tu boca.
Con mi brazo haré carrera
A tu vida y á mi muerte,
Porque mas me mata el verte,
Señora, de esa manera.
Yo te traeré de comer
A pesar de los Romanos,
Si ya son estas mis manos
Las mismas que solian ser.

LIRA.

Hablas como enamorado,
Morandro, pero no es justo
Que ya tome gusto el gusto
Con tu peligro comprado.
Poco podrá sustentarme
Qualquier robo que harás,
Aunque mas cierto hallarás
El perderte que ganarme.
Goza de tu mocedad
En fresca edad y crecida,
Que mas importa tu vida
Que la mia, á la ciudad.
Tu podrás bien defendella
De la enemiga asechanza,
Que no la flaca pujanza
Desta tan triste doncella.
Ansi que, mi dulce amor,
Despide ese pensamiento,
Que yo no quiero sustento
Ganado con tu sudor.
Que aunque puedas alargar
Mi muerte por algun dia,
Esta hambre que porfia,
En fin nos ha de acabar.

MORANDRO.

En vano trabajas, Lira,
De impidirme este camino,
Do mi voluntad y signo
Allá me convida y tira.
Tu rogarás entretanto
A los Dioses, que me vuelvan
Con despojos que resuelvan
Tu miseria y mi quebranto.

LIRA.

Morandro, mi dulce amigo,
No vayas, que se me antoja
Que de tu sangre veo roja
La espada del enemigo.
No hagas esta jornada,
Morandro, bien de mi vida,
Que si es mala la salida,
Es muy peor la tornada.
Si quiero aplacar tu brio,
Por testigo pongo al cielo,
Que de mi daño recelo
Y no del provecho mio.
Mas si acaso, amado amigo,
Prosigues esta contienda,
Lleva este abrazo por prenda
De que me llevas contigo.

MORANDRO.

Lira, el cielo te acompañe:
Vete, que á Leoncio veo.

LIRA.

Y á ti te cumpla el deseo,
Y en ninguna parte dañe.

LEONCIO ha de estar escuchando todo lo que ha pasado entre su amigo MORANDRO y LIRA.

LEONCIO.

Terrible ofrecimiento es el que has hecho,
Y en él, Morando, se nos muestra claro
Que no hay cobarde enamorado pecho,
Aunque de tu virtud y valor raro
Debe mas esperarse; mas yo temo
Que el hado infeliz se muestre avaro.
He estado atento al miserable estremo
En que te ha dicho Lira que se halla,
Indigno cierto á su valor supremo:
Y que tu has prometido de libralla
Deste presente daño, y arrojarte
En las armas Romanas á batalla.
Yo quiero, buen amigo, acompañarte,
Y en empresa tan justa y tan forzosa
Con mis pequeñas fuerzas ayudarte.

MORANDRO.

O mitad de mi alma! ó venturosa
Amistad no en trabajos dividida,
Ni en la ocasion mas prospera y dichosa!
Goza, Leoncio, de la dulce vida,
Quedate en la ciudad, que yo no quiero
Ser de tus verdes años homicida:
Yo solo tengo de ir, yo solo espero
Volver con los despojos merecidos
A mi inviolable fe y amor sincero.

LEONCIO.

Pues ya tienes, Morandro, conocidos
Mis deseos, que en buena ó mala suerte
Al sabor de los tuyos van medidos.
Sabrás que no los miedos de la muerte
De ti me apartarán un solo punto,
Ni otra cosa (si la hay) que sea mas fuerte.
Contigo tengo de ir, contigo junto
He de volver, si ya el cielo no ordena
Que quede en tu defensa allá difunto.

MORANDRO.

Quedate, amigo! queda enhorabuena,
Porque si yo acabáre aqui la vida
En esta empresa de peligro llena,
Tu puedas á mi madre dolorida
Consolar en el trance riguroso,
Y á la esposa de mí tanto querida.

LEONCIO.

Cierto que estás, amigo, muy donoso
En pensar que tú muerto, quedaria
Yo con tal quietud y tal reposo,
Que de consuelo alguno serviria
A la doliente madre y triste esposa:
Pues en la tuya está la muerte mia,
Seguirte tengo en la ocasion dudosa,
Mira como ha de ser, Morandro, amigo,
Y en el quedarme no me hables cosa.

MORANDRO.

Pues no puedo estorvarte el ir conmigo,
En el silencio de la noche oscura
Tenemos de asaltar al enemigo;
Lleva ligeras armas, que ventura
Es la que ha de ayudar al alto intento,
Que no la malla entretegida y dura:
Lleva ansi mismo puesto el pensamiento
En robar y traer á buen recado
Lo que pudieres mas de bastimento.

LEONCIO.

Vamos, que no saldré de tu mandado.


SCENA II.

DOS NUMANTINOS.

PRIMERO.

Derrama, ó dulce hermano, por los ojos
El alma en llanto amargo convertida,
Venga la muerte y lleve los despojos
De nuestra miserable y triste vida.

SEGUNDO.

Bien poco durarán estos enojos,
Que ya la muerte viene apercebida
Para llevar en presto y breve vuelo
A quantos pisan de Numancia el suelo:
Principios veo que prometen presto
Amargo fin á nuestra dulce tierra,
Sin que tengan cuidado de hacer esto
Los contrarios ministros de la guerra;
Nosotros mismos á quien ya es molesto
Y enfadoso el vivir que nos atierra,
Hemos dado sentencia inrevocable
De nuestra muerte, aunque cruel, loable.
En la plaza mayor ya levantada
Queda una ardiente codiciosa hoguera,
Que de nuestras riquezas ministrada
Sus llamas sube hasta la quarta esfera:
Alli con triste priesa acelerada
Y con mortal y timida carrera,
Acuden todos, como á santa ofrenda,
A sustentar sus llamas con su hacienda.
Alli la perla del rosado Oriente,
Y el oro en mil vasijas fabricado,
Y el diamante y rubí mas excelente,
Y la extremada purpura y brocado
En medio del rigor fogoso ardiente
De la encendida llama es arrojado:
Despojos do pudieran los Romanos
Henchir los senos y ocupar las manos.

Aqui salen algunos cargados de ropa, y entran por una puerta y salen por otra.

Vuelve al triste espectáculo la vista,
Verás con quanta priesa y quanta gana
Toda Numancia en numerosa lista
Aguija á sustentar la llama insana;
Y no con verde leño y seca arista,
No con materia al consumir liviana,
Sino con sus haciendas mal gozadas,
Pues se ganaron para ser quemadas.

PRIMERO.

Si con esto acabára nuestro daño,
Pudieramos llevallo con paciencia,
Mas ay! que se ha de dar, si no me engaño,
De que muramos todos, cruel sentencia.
Primero que el rigor barbaro estraño
Muestre en nuestras gargantas su inclemencia,
Verdugos de nosotros nuestras manos
Serán, y no los perfidos Romanos.
Han acordado que no quede alguna
Muger, niño, ni viejo con la vida,
Pues al fin la cruel hambre importuna
Con mas fiero rigor es su homicida.
Mas ves alli do asoma, hermano, una,
Que como sabes, fue de mí querida
Un tiempo, con estremo tal de amores,
Qual es el que ella tiene de dolores.

Sale una muger con una criatura en los brazos, y otra de la mano.

MADRE.

O duro vivir molesto!
Terrible y triste agonia!

HIJO.

Madre, por ventura habria
Quién nos diese pan por esto?

MADRE.

Pan, hijo, ni aun otra cosa
Que semeje de comer!

HIJO.

Pues tengo de perecer
De dura hambre rabiosa?
Con poco pan que me deis,
Madre, no os pediré mas.

MADRE.

Hijo, qué penas me das!

HIJO.

Pues qué, madre, no quereis?

MADRE.

Sí quiero; mas qué haré
Que no sé donde buscallo?

HIJO.

Bien podeis, madre, comprallo,
Si no yo lo compraré:
Mas por quitarme de afan,
Si alguno conmigo topa,
Le daré toda esta ropa
Por un mendrugo de pan.

MADRE.

Qué mamas, triste criatura!
No sientes que á mi despecho
Sacas ya del flaco pecho
Por leche, la sangre pura?
Lleva la carne á pedazos,
Y procura de hartarte,
Que no pueden mas llevarte
Mis floxos, cansados brazos!
Hijos del anima mia,
Con qué os podré sustentar,
Si apenas tengo que os dar
De la propia carne mia?
O hambre terrible y fuerte,
Cómo me acabas la vida!
O guerra, solo venida
Para causarme la muerte!

HIJO.

Madre mia, que me fino,
Aguijemos á do vamos,
Que parece que alargamos
La hambre con el camino.

MADRE.

Hijo, cerca está la casa
Adonde echarémos luego
En mitad del vivo fuego
El peso que te embaraza.

Entrase.


JORNADA IV.



SCENA I.



Tocase al arma con gran priesa, y á este rumor salen
CIPION
con
JUGURTA
y
GAYO MARIO
al tablado
.

CIPION.

Qué es esto, capitanes? quién nos toca
Al arma en tal sazon? es por ventura
Alguna gente desmandada y loca
Que viene á procurar su sepultura?
O no sea algun motin el que provoca
Tocar al arma en recia coyuntura:
Que tan seguro estoy del enemigo,
Que tengo mas temor al que es amigo.

Sale QUINTO FABIO con la espada desnuda, y dice

QUINTO FABIO.

Sosiega el pecho, General prudente,
Que ya desta arma la ocasion se sabe,
Puesto que ha sido á costa de tu gente,
De aquella en quien mas brio y fuerza cabe;
Dos Numantinos con soberbia fuerte,
Cuyo valor será razon se alabe,
Saltando el ancho foso y la muralla
Han movido á tu campo cruel batalla.
A las primeras guardias invistieron,
Y en medio de mil lanzas se arrojaron,
Y con tal furia y rabia arremetieron,
Que libre paso al campo les dexaron:
Las tiendas de Fabricio acometieron,
Y alli su fuerza y su valor mostraron
De modo, que en un punto seis soldados
Fueron de agudas puntas traspasados.
No con tanta presteza el rayo ardiente
Pasa rompiendo el ayre en presto vuelo,
Ni tanto la cometa reluciente
Se muestra ir presurosa por el cielo,
Como estos dos por medio de tu gente
Pasaron, colorando el duro suelo
Con la sangre Romana, que sacaban
Sus espadas do quiera que llegaban.
Queda Fabricio traspasado el pecho,
Abierta la cabeza tiene Oracio,
Olmida ya perdió el brazo derecho,
Y de vivir le queda poco espacio.
Fuele ansi mismo poco de provecho
La ligereza al valeroso Estacio,
Pues el correr al Numantino fuerte
Fue abreviar el camino de su muerte.
Con presta ligereza discurriendo
Iban de tienda en tienda; hasta que hallaron
Un poco de bizcocho, el qual cogieron;
El paso y no el furor atras volvieron;
El uno dellos se escapó huyendo,
Al otro mil espadas le acabaron,
Por donde infiero que la hambre ha sido
Quien les dió atrevimiento tan subido.

CIPION.

Si estando deshambridos y encerrados
Muestran tan demasiado atrevimiento,
Qué hicieran siendo libres, y enterados
En sus fuerzas primeras y ardimiento?
Indomitos, al fin sereis domados,
Porque contra el furor vuestro violento
Se tiene de poner la industria nuestra,
Que de domar soberbios es maestra.

Entrase CIPION y los suyos, y luego tocase al arma en la ciudad, y al rumor sale MORANDRO herido y lleno de sangre, con una cestilla blanca en el brazo izquierdo con algun poco de vizcocho ensangrentado, y dice

MORANDRO.

No vienes, Leoncio, di?
Qué es esto, mi dulce amigo?
Si tú no vienes conmigo,
Cómo vengo yo sin tí?
Amigo, qué? te has quedado?
Amigo, qué? te quedaste?
No eres tú el que me dexaste,
Sino yo el que te he dexado!
Qué es posible que ya dan
Tus carnes despedazadas
Señales averiguadas
De lo que cuesta este pan!
Y es posible que la herida
Que á tí te dexó difunto,
En aqueste instante y punto
No me quitó á mí la vida!
No quiso el hado cruel
Acabarme en paso tal
Por hacerme á mí mas mal,
Y hacerte á tí mas bien!
Tú enfin llevarás la palma
De mas verdadero amigo,
Yo á desculparme contigo
Enviaré bien presto el alma:
Y tan presto, que el afan
A morir me llama y tira,
En dando á mi dulce Lira
Este tan amargo pan:
Pan ganado de enemigos,
Pero no ha sido ganado,
Sino con sangre comprado
De dos sin ventura amigos.

Sale LIRA con alguna ropa, como que la lleva á quemar, y dice

LIRA.

Qué es esto que ven mis ojos!

MORANDRO.

Lo que presto no verán
Segun la priesa se dan
De acabarme mis enojos:
Ves aqui, Lira; cumplida
Mi palabra y mis porfias
De que tú no moririas
Mientras yo tuviese vida.
Y aun podré mejor decir
Que presto vendrás á ver
Que á tí sobrará el comer,
Y á mí faltará el vivir.

LIRA.

Qué dices, Morandro amado?

MORANDRO.

Lira, que acortes la hambre,
Entretanto que la estambre
De mi vida corta el hado.
Pero mi sangre vertida
Y con este pan mezclada,
Te ha de dar, mi dulce amada,
Triste y amarga comida.
Ves aqui el pan que guardaban
Ochenta mil enemigos,
Que cuesta de dos amigos
Las vidas que mas amaban.
Y porque lo entiendas cierto
Y quanto tu amor merezco,
Ya yo, señora, perezco,
Y Leoncio ya está muerto.
Mi voluntad sana y justa
Recibela con amor,
Que es la comida mejor
Y de que el alma mas gusta.
Y pues en tormenta y calma
Siempre has sido mi señora,
Recibe este cuerpo agora
Como recibiste el alma.

Caese muerto, y cogele en las faldas LIRA.

LIRA.

Morandro? dulce bien mio?
Qué sentis, ó qué teneis?
Cómo tan presto perdeis
Vuestro acostumbrado brio?
Mas ay triste sin ventura!
Que ya está muerto mi esposo!
O caso el mas lastimoso
Que se vió en la desventura!
Quién os hizo, dulce amado,
Con valor tan excelente,
Enamorado valiente,
Y soldado desdichado?
Hicistes una salida,
Esposo mio, de suerte,
Que por escusar mi muerte
Me haveis quitado la vida!
O pan de la sangre lleno
Que por mí se derramó.
No te tengo en cuenta yo
De pan, sino de veneno!
No te llegaré á mi boca
Por poderme sustentar,
Si ya no es para besar
Esta sangre que te toca.

A este punto ha de entrar un muchacho hablando desmayadamente, el qual es HERMANO de LIRA.

HERMANO.

Lira, hermana, ya espiró
Mi padre, y mi madre está
En terminos que ya, ya
Morira qual muero yo.
La hambre los ha acabado.
Hermana mia, pan tienes?
O pan, y quan tarde vienes
Que ya no hay pasar bocado!
Tiene la hambre apretada
Mi garganta en tal manera,
Que aunque este pan agua fuera,
No pudiera pasar nada.
Tomalo, hermana querida,
Que por mas crecer mi afan,
Veo que me sobra el pan
Quando me falta la vida.

Caese muerto.

LIRA.

Espiraste, hermano amado?
Ni aliento ni vida tiene:
Bien es el mal quando viene
Sin venir acompañado!
Fortuna, por qué me aquejas
Con un daño y otro junto?
Y por qué en un solo punto
Huerfana y viuda me dexas?
O duro esquadron Romano!
Cómo me tiene tu espada
De dos muertos rodeada,
Uno esposo y otro hermano!
A qual volveré la cara
En este trance importuno,
Si en la vida cada uno
Fue prenda del alma cara!
Dulce esposo, hermano tierno,
Yo os igualaré en quereros,
Porque pienso presto veros
En el cielo ó el infierno!
En el modo de morir
A entrambos he de imitar,
Porque el hierro ha de acabar
Y la hambre mi vivir!
Primero dare á mi pecho
Una daga que este pan,
Que á quien vive con afan
Es la muerte de provecho.
Qué aguardo? cobarde estoy!
Brazo, ya os haveis turbado?
Dulce esposo, hermano amado,
Esperadme que ya voy!

A este punto sale una MUGER huyendo, y tras ella un SOLDADO NUMANTINO con una daga en la mano para matarla.

MUGER.

Eterno padre, Jupiter piadoso,
Favorecedme en tan adversa suerte!

SOLDADO.

Aunque mas lleves vuelo presuroso
Mi dura mano te ha de dar la muerte.

Entrase la MUGER adentro, y dice LIRA

LIRA.

El hierro agudo, el brazo belicoso
Contra mi, buen soldado, le convierte;
Dexa vivir á quien la vida agrada,
Y quitame la mia que me enfada.

SOLDADO.

Puesto que es el decreto del Senado
Que ninguna muger quede con vida,
Quál será el bravo pecho acelerado
Que en ese hermoso vuestro dé herida?
Yo, señora, no soy tan mal mirado
Que me precie de ser vuestro homicida:
Otra mano, otro hierro ha de acabaros,
Que yo solo naci para adoraros.

LIRA.

Esa piedad que quies usar conmigo,
Valeroso soldado, yo te juro
Y al alto cielo pongo por testigo,
Que yo la estimo por rigor muy duro:
Tuvierate yo entonces por amigo
Quando con pecho y animo seguro
Este mio afligido traspasáras,
Y de la amarga vida me priváras.
Pero pues quies mostrarte piadoso
Tan en daño, señor, de mi contento,
Muestralo agora en que á mi triste esposo
Demos el funeral, ultimo asiento:
Tambien á este mi hermano, que en reposo
Yace, ya libre del vital aliento:
Mi esposo feneció por darme vida,
De mi hermano la hambre fue homicida.

SOLDADO.

Hacer lo que me mandas está llano
Con condicion que en el camino cuentes,
Quién á tu amado esposo y caro hermano
Truxo á los postrimeros accidentes.

LIRA.

Amigo, ya el hablar no está en mi mano.

SOLDADO.

Qué tan al cabo estas? qué tal te sientes?
Lleva á tu hermano, pues que es menor carga,
Y yo á tu esposo, que mas pesa y carga.

Salense llevando los dos cuerpos.

SCENA II.

Sale una muger armada, con un escudo en el brazo izquierdo, y una lancilla en la mano, que significa la GUERRA, trae consigo á la ENFERMEDAD, arrimada á una muleta, y rodeada de paños la cabeza, con una mascara amarilla, y la HAMBRE saldrá vestida con una ropa de bocací amarillo, y una mascara amarilla ó descolorida: pueden estas figuras hacellas hombres, pues llevan mascaras.

GUERRA.

Hambre y Enfermedad, executoras
De mis terribles mandos y severos,
De vidas y salud consumidoras,
Con quien no vale ruego, mando, ó fueros,
Pues ya de mi intencion sois sabidoras,
No hay para que de nuevo encareceros
De quanto gusto me será y contento,
Que luego, luego, hagais mi mandamiento:
La fuerza incontrastable de los hados,
Cuyos efectos nunca salen vanos,
Me fuerza á que de mí sean ayudados
Estos sagaces milites Romanos,
Ellos serán un tiempo levantados,
Y abatidos tambien estos Hispanos;
Pero tiempo vendrá en que yo me mude,
Y dañe al alto, y al pequeño ayude
Que yo que soy la poderosa Guerra,
De tantas madres detestada en vano,
Aunque quien me maldice, á veces yerra,
Pues no sabe el valor desta mi mano,
Sé bien que en todo el orbe de la tierra
Sere llevada del valor Hispano,
En la dulce sazon que esten reynando
Un Carlos, un Filipo, y un Fernando.

ENFERMEDAD.

Si ya la Hambre, nuestra amiga fida,
No tuviera tomado con instancia
A su cargo, de ser fiera homicida
De todos quantos viven en Numancia,
Fuera de mí tu voluntad cumplida,
De modo que se viera la ganancia
Facil y rica que el Romano huviera,
Harto mejor de aquella que se espera.
Mas ella, en quanto su poder alcanza,
Ya tiene tal al pueblo Numantino
Que de esperar alguna buena andanza
Le ha tomado las sendas y el camino;
Mas del furor la rigurosa lanza,
Y la influencia del contrario signo
Le trata con tan aspera violencia,
Que no es menester hambre ni dolencia.
El furor y la rabia, tus sequaces,
Han tomado en sus pechos tal asiento,
Que qual si fuese de Romanas haces,
Cada qual de su sangre está sediento.
Muertes, incendios, iras, son sus paces,
En el morir han puesto su contento,
Y por quitar el triunfo á los Romanos,
Ellos mesmos se matan con sus manos.

HAMBRE.

Volved los ojos, y vereis ardiendo
De la ciudad los encumbrados techos,
Escuchad los suspiros que saliendo
Van de mil tristes lastimados pechos;
Oid la voz y lamentable estruendo
De bellas damas, á quien, ya deshechos
Los tiernos miembros en ceniza y fuego,
No valen padre, amigo, amor, ni ruego.
Qual suelen las ovejas descuidadas,
Siendo del fiero lobo acometidas,
Andar aqui y alli descarriadas
Con temor de perder las simples vidas:
Tal niños y mugeres delicadas,
Huyendo las espadas homicidas
Andan de calle en calle, ó hado insano!
Su cierta muerte dilatando en vano.
Al pecho de la amada nueva esposa
Traspasa del esposo el hierro agudo,
Contra la madre, ó nunca vista cosa!
Se muestra el hijo de piedad desnudo:
Y contra el hijo el padre con rabiosa
Clemencia levantando el brazo duro,
Rompe aquellas entrañas que ha engendrado,
Quedando satisfecho y lastimado.
No hay plaza, no hay rincon, no hay calle ó casa
Que de sangre y de muertos no esté llena,
El hierro mata, el duro fuego abrasa,
Y el rigor ferocisimo condena:
Presto vereis, que por el suelo rasa
Está la mas subida y alta almena,
Y las casas y templos mas crecidos
En polvo y en ceniza convertidos.
Venid, vereis que en los amados cuellos
De tiernos hijos y muger querida,
Teogenes afila y prueba en ellos
De su espada el cruel corte homicida,
Y como ya despues de muertos ellos
Estima en poco la cansada vida,
Buscando de morir un modo estraño
Que causó con el suyo mas de un daño.

GUERRA.

Vamos pues, y ninguno se descuide
De executar por eso aqui su fuerza,
Y á lo que digo solo atienda y cuide,
Sin que de mi intencion un punto tuerza.

Vanse.

SCENA III.


Sale TEOGENES con dos HIJOS pequeños y una hija y su MUGER.

TEOGENES.

Quando el paterno amor no me detiene
De executar la furia de mi intento,
Considerad, mis hijos, qual me tiene
El zelo de mi honroso pensamiento!
Terrible es el dolor que se previene
Con acabar la vida en fin violento,
Y mas el mio, pues al hado plugo
Que yo sea de vosotros cruel verdugo.
No quedareis, ó hijos de mi alma,
Esclavos, ni el Romano poderio
Llevará de vosotros triunfo ó palma,
Por mas que á sujetarnos alce el brio;
El camino mas llano que la palma
De nuestra libertad el cielo pio
Nos ofrece, nos muestra y nos advierte,
Que solo está en las manos de la muerte.
Ni vos, dulce consorte amada mia,
Os vereis en peligro que Romanos
Pongan en vuestro pecho y gallardia
Los vanos ojos, y las torpes manos!
Mi espada os sacará desta agonia,
Y hará que sus intentos salgan vanos,
Pues por mas que codicia los atiza,
Triunfarán de Numancia en la ceniza.
Yo soy, consorte amada, el que primero
Di el parecer que todos pereciesemos
Antes que al insufrible desafuero
Del Romano poder sujetos fuesemos,
Y en el morir no pienso ser postrero,
Ni lo serán mis hijos.

MUGER.

                      Si pudiesemos
Escaparnos, señor, por otra via,
El cielo sabe si me holgaria;
Mas pues no puede ser segun yo veo,
Y está ya mi muerte tan cercana,
Lleva de nuestras vidas tú el trofeo,
Y no la espada perfida Romana,
Mas pues que he de morir, morir deseo
En el sagrado templo de Diana:
Alla nos lleva, buen señor, y luego
Entreganos al hierro, al lazo y fuego.

TEOGENES.

Ansi se haga, y no nos detengamos,
Que ya á morir me incita el triste hado.

HIJO.

Madre, porqué llorais? adónde vamos?
Teneos, que andar no puedo de cansado,
Mejor será, mi madre, que comamos,
Que la hambre me tiene fatigado.

MADRE.

Ven en mis brazos, hijo de mi vida,
Do te daré la muerte por comida.

Vanse luego, y salen dos muchachos huyendo, y el uno de ellos ha de ser el que se arroja de la torre, que se llama VIRIATO, y el otro SERVIO.

VIRIATO.

Por dónde quieres que huyamos,
Servio?

SERVIO.

       Yo por do quisieres.

VIRIATO.

Camina, qué floxo eres!
Tú ordenas que aqui muramos.
No ves, triste, que nos siguen
Mil hierros para matarnos?

SERVIO.

Imposible es escaparnos
De aquellos que nos persiguen;
Mas dí, qué piensas hacer?
O qué medio hay que nos cuadre?

VIRIATO.

A una torre de mi padre
Me pienso ir á esconder.

SERVIO.

Amigo, bien puedes irte,
Que yo estoy tan flaco y laso
De hambre, que un solo paso
No puedo dar ni seguirte.

VIRIATO.

Qué, no quies venir?

SERVIO.

                    No puedo.

VIRIATO.

Si no puedes caminar,
Ahi te havrá de acabar
La hambre, la espada, ó miedo.
Y voime, porque ya temo
Lo que el vivir desbarata,
O que la espada me mata,
O que en el fuego me quemo.

Vase y sale TEOGENES con dos espadas desnudas, y ensangrentadas las manos, y como SERVIO le ve venir, huyese y entrase dentro.

TEOGENES.

Sangre de mis entrañas derramada,
Pues sois aquella de los hijos mios:
Mano contra ti mesma acelerada,
Llena de honrosos y crueles brios:
Fortuna en daño nuestro conjurada:
Cielos de justa piedad vacios,
Ofrecedme en tan dura amarga suerte
Alguna honrosa aunque cercana muerte!
Valientes Numantinos, haced cuenta
Que yo soy algun perfido Romano,
Y vengad en mi pecho vuestra afrenta,
Ensangrentando en él la espada y mano.

Arroja la una espada de la mano.

Una de estas espadas os presenta
Mi airada furia, mi dolor insano,
Que muriendo en batalla no se siente
Tanto el rigor del ultimo acidente:
Y el que privare del vital sosiego
Al otro, por señal de beneficio
Entregue el desdichado cuerpo al fuego,
Que este será bien piadoso oficio.
Venid, qué os deteneis? acudid luego,
Haced ya de mi vida sacrificio,
Y esa terneza que teneis de amigos,
Volved en rabia fiera de enemigos.

Un NUMANTINO.

A quién, fuerte Teogenes, invocas?
Qué nuevo modo de morir procuras?
Paraqué nos incitas y provocas
A tantas desiguales desventuras?

TEOGENES.

Valiente Numantino, sino apocas
Con el miedo tus bravas fuerzas duras,
Toma esa espada, y matate conmigo
Ansi como si fuese tu enemigo,
Que esta manera de morir me aplace
En este trance mas que no otra alguna.

NUMANTINO.

Tambien á mí me agrada y satisface,
Pues que lo quiere ansi nuestra fortuna;
Mas vamos á la plaza adonde yace
La hoguera á nuestras vidas importuna,
Porque el que alli venciere, pueda luego
Entregar el vencido al duro fuego.

TEOGENES.

Bien dices, y camina, que se tarda
El tiempo de morir como deseo,
Ora me mate el hierro, ó el fuego me arda,
Que gloria nuestra en qualquier muerte veo.

Entrase.

SCENA IV.


CIPION, JUGURTA, QUINTO FABIO, y GAYO MARIO, y algunos soldados Romanos.

CIPION.

Si no me engaña el pensamiento mio,
O salen mentirosas las señales,
Que haveis visto en Numancia, del estruendo
Y lamentable son, y ardientes llamas,
Sin duda alguna que recelo y temo
Que el barbaro furor del enemigo
Contra su propio pecho no se vuelva:
Ya no parece gente en la muralla,
Ni suenan las usadas centinelas,
Todo está en calma y en silencio puesto
Como si en paz tranquila y sosegada
Estuviesen los fieros Numantinos.

GAYO MARIO.

Presto podrás salir de aquesa duda,
Porque si tu lo quieres, yo me ofrezco
De subir sobre el muro, aunque me ponga
Al riguroso trance que se ofrece,
Solo por ver aquello que en Numancia
Hacen nuestros soberbios enemigos.

CIPION.

Arrima pues, ó Mario, alguna escala
A la muralla, y haz lo que prometes.

GAYO MARIO.

Id por la escala luego, y vos, Ermilio,
Haced que mi rodela se me traiga,
Y la celada blanca de las plumas,
Que á fe que tengo de perder la vida,
O sacar desta duda al campo todo.

ERMILIO.

Ves aqui la rodela y la celada,
La escala vesla alli la trae Olimpio.

GAYO MARIO.

Encomendadme á Jupiter inmenso,
Que yo voi á cumplir lo prometido.

CIPION.

Alza mas alta la rodilla, Mario,
Y encoje el cuerpo, y cubre la cabeza:
Animo, que ya llegas á lo alto.
Qué ves?

GAYO MARIO.

        O santos dioses! y qué es esto?

JUGURTA.

De qué te admiras?

GAYO MARIO.

                  De mirar de sangre
Un roxo lago, y de ver mil cuerpos
Tendidos por las calles de Numancia.

CIPION.

Qué no hay ninguno vivo?

GAYO MARIO.

                        Ni por pienso;
A lo menos ninguno se me ofrece
En todo quanto alcanzo con la vista.

CIPION.

Salta pues dentro, y miralo bien todo.

Salta GAYO MARIO en la ciudad.

Siguele tu tambien, Jugurta, amigo;
Mas sigamosle todos.

JUGURTA.

                    No conviene
Al oficio que tienes esta impresa,
Sosiega el pecho, buen señor, y espera
Que Mario vuelva ó yo con la respuesta
De lo que pasa en la ciudad soberbia:
Tened bien esa escala. O cielos justos!
Y quan triste espectáculo y horrendo
Se me ofrece á la vista! ó caso estraño!
Caliente sangre baña todo el suelo:
Cuerpos muertos ocupan plaza y calles:
Dentro quiero saltar y verlo todo.

Salta JUGURTA en la ciudad, y dice QUINTO FABIO.

QUINTO FABIO.

Sin duda que los fieros Numantinos
Del barbaro furor suyo incitados,
Viendose sin remedio de salvarse,
Antes quisieron entregar las vidas
Al filo agudo de sus propios hierros,
Que no á las vencedoras manos nuestras
Aborrecidas dellos lo posible.

CIPION.

Con uno solo que quedase vivo
No se me negaria el triunfo en Roma
De haver domado esta nacion soberbia
Enemiga mortal de nuestro nombre,
Constante en su opinion, presta, arrojada
Al peligro mayor y duro trance,
De quien jamas se alabará Romano
Que vió la espalda vuelta al Numantino,
Cuyo valor, cuya destreza en armas
Me forzó con razon á usar el medio
De encerrarlos qual fieras indomables,
Y triunfar dellos con industria y maña,
Pues era con las fuerzas imposible.
Pero ya me parece vuelve Mario.

GAYO MARIO torna á salir por las murallas, y dice

GAYO MARIO.

En valde, ilustre General prudente,
Han sido nuestras fuerzas ocupadas,
En valde te has mostrado diligente,
Pues en humo y en viento son tornadas
Las ciertas esperanzas de victoria,
De tu industria contino aseguradas:
El lamentable fin y triste historia
De la ciudad invicta de Numancia,
Merece ser eterna la memoria.
Sacado han de su pérdida ganancia,
Quitado te han el triunfo de las manos,
Muriendo con magnanima constancia.
Nuestros disignios han salido vanos,
Pues ha podido mas su honroso intento,
Que toda la potencia de Romanos.
El fatigado pueblo en fin violento
Acabó la miseria de su vida,
Dando triste remate al largo cuento.
Numancia está en un lago convertida
De roxa sangre y de mil cuerpos llena,
De quien fue su rigor propio homicida:
De la pesada y sin igual cadena
Dura de esclavitud se han escapado
Con presta audacia de temor agena.
En medio de la plaza levantado
Está un ardiente fuego temeroso,
De sus cuerpos y haciendas sustentado.
A tiempo llegué á verle, que el furioso
Teogenes, valiente Numantino,
De fenecer su vida deseoso,
Maldiciendo su corto amargo signo,
En medio se arrojaba de la llama
Lleno de temerario desatino.
Y al arrojarse, dixo: ó clara fama,
Ocupa aqui tus lenguas y tus ojos
En esta hazaña que á cantar te llama!
Venid, Romanos, ya por los despojos
Desta ciudad en polvo y humo envueltos,
Y sus flores y frutos en abrojos.
De alli con pies y pensamientos sueltos
Gran parte de la tierra he rodeado,
Por las calles y pasos mal revueltos,
Y á un solo Numantino no he hallado
Que poderte traer vivo siquiera
Para que fueras dél bien informado
Por qué ocasion, de qué suerte ó manera
Cometieron tan grande desvario,
Apresurando la mortal carrera.

CIPION.

Estaba por ventura el pecho mio
De barbara arrogancia y muertes lleno,
Y de crueldad justisima vacio?
Es por ventura de mi condicion ageno
Usar benignidad con el rendido,
Como conviene al vencedor que es bueno?
Mal por cierto tenìades conocido
El valor en Numancia de mi pecho,
Para vencer y perdonar nacido.

QUINTO FABIO.

Jugurta te hará mas satisfecho,
Señor, de aquello que saber deseas,
Que vesle vuelve lleno de despecho.

Torna JUGURTA por la mesma muralla.

JUGURTA.

Prudente General, en vano empleas
Mas aqui tu valor, vuelve á otra parte
La industria sin igual de que te arreas.
No hay en Numancia cosa en que ocuparte,
Todos son muertos ya, solo uno creo
Que queda vivo, para el triunfo darte.
Alli en aquella torre, segun veo,
Alli denantes un muchacho estaba,
Turbado en vista, y de gentil arreo.

CIPION.

Si eso fuese verdad, eso bastaba
Para triunfar en Roma de Numancia,
Que es lo que mas agora deseaba.
Lleguemonos allá, y haced instancia
Como el muchacho vuelva á nuestras manos
Vivo, que es lo que agora es de importancia.

VIRIATO desde la torre.

Dónde venis? ó qué buscais, Romanos?
Si en Numancia quereis entrar por suerte,
Hareislo sin contraste á pasos llanos.
Pero mi lengua desde aqui os advierte
Que yo las llaves mal guardadas tengo
Desta ciudad, de quien triunfó la muerte.

CIPION.

Por esas, joven, deseoso vengo,
Y mas de que tu hagas experiencia
Si en este pecho piedad sostengo.

VIRIATO.

Tarde, cruel, ofreces tu clemencia,
Pues no hay en quien usarla, que yo quiero
Pasar por el rigor de la sentencia.
Que consuelo amargo lastimero
De mis padres y patria tan querida
Causó el ultimo fin terrible y fiero.

QUINTO FABIO.

Dime, tienes por suerte aborrecida,
Ciego de un temerario desvario,
Tu floreciente edad, tu tierna vida?

CIPION.

Templa, pequeño joven, templa el brio
Y subjeta el valor tuyo y pequeño
Al mayor de mi honroso poderio.
Que desde aqui te doy mi fe, y empeño
Mi palabra, que solo de ti seas
Tú mismo el propio y conocido dueño.
Y que de ricas joyas y preseas
Vivas lo que vivieres, abastado,
Como yo podré darte, y tu deseas,
Si á mi te entregas, y te das de grado.

VIRIATO.

Todo el furor de quantos ya son muertos
En este pueblo, en polvo reducido,
Todo el huir los pactos y conciertos,
Ni el dar á sujecion jamas oido,
Sus iras y rencores descubiertos
Está en mi pecho todo junto unido;
Yo heredé de Numancia todo el brio,
Ved si pensar vencerme es desvario.
Patria querida, pueblo desdichado,
No temas ni imagines que delire
De lo que debo hacer en ti engendrado,
Ni que promesa ó miedo me retire,
Ora me falte el suelo, el cielo, el hado,
Ora á vencerme todo el mundo aspire,
Que imposible será que yo no haga
A tu valor la merecida paga.
Que si á esconderme aqui me truxo el miedo
De la cercana y espantosa muerte,
Ella me sacará con mas denuedo,
Con el deseo de seguir tu suerte;
Del vil temor pasado, como puedo
Haré ahora la enmienda osado y fuerte,
Y el error de mi edad tierna inocente
Pagaré con morir osadamente.
Yo os aseguro, ó fuertes ciudadanos,
Que no falte por mí la intencion vuestra
De que no triunfen perfidos Romanos,
Si ya no fuere de ceniza nuestra.
Saldrán conmigo sus intentos vanos,
Ora levanten contra mí su diestra,
O me asesaren con promesa cierta,
A vida y á regalos, ancha puerta.
Teneos, Romanos, sosegad el brio,
Y no os canseis en asaltar el muro,
Que aunque fuera mayor el poderio
Vuestro, de no vencerme os aseguro.
Pero muestrese ya el intento mio,
Y si ha sido el amor perfecto y puro
Que yo tuve á mi patria tan querida,
Asegurelo luego esta caida.

Aqui se arroja de la torre, y dice CIPION.

CIPION.

O nunca vista memorable hazaña,
Dina de anciano y valeroso pecho,
Que no solo á Numancia, mas á España
Has adquerido gloria en este hecho!
Con tu viva virtud, y heroica, estraña
Queda muerto y perdido mi derecho:
Tú con esta caida levantaste
Tu fama, y mis victorias derribaste.
Que fuera aun viva, y en su ser Numancia
Solo porque vivieras, me holgara,
Que tu solo has llevado la ganancia
Desta larga contienda, ilustre y rara.
Lleva pues, niño, lleva la jactancia,
Y la gloria que el cielo te prepara,
Por haver, derribandote, vencido
Al que subiendo queda mas caido.

Suena una trompeta, y sale la FAMA.

FAMA.

Vaya mi clara voz de gente en gente,
Y en dulce y suavisimo sonido
Llene las almas de un deseo ardiente
De eternizar un hecho tan subido.
Alzad, Romanos, la inclinada frente,
Llevad de aqui este cuerpo, que ha podido
En tan pequeña edad arrebataros
El triunfo que pudiera tanto honraros:
Que yo que soy la Fama pregonera,
Tendré cuidado, enquanto el alto cielo
Moviere el paso en la subida esfera,
Dando fuerza y vigor al baxo suelo,
De publicar con lengua verdadera,
Con justo intento, y presuroso vuelo
El valor de Numancia, unico y solo,
De Batro á Tile, y de uno al otro Polo.
Indicio ha dado esta no vista hazaña
Del valor que en los siglos venideros
Tendrán los hijos de la fuerte España,
Hijos de tales padres herederos:
No de la muerte la feroz guadaña,
Ni los cursos de tiempos tan ligeros
Harán que de Numancia yo no cante
El fuerte brazo y animo constante:
Hallo sola en Numancia todo quanto
Debe con justo titulo cantarse
Y lo que puede dar materia al canto,
Para poder mil siglos ocuparse
La fuerza no vencida, el valor tanto,
Dino de en prosa y verso celebrarse,
Mas pues de esto se encarga mi memoria,
Dese feliz remate á nuestra historia.

FIN DE LA TRAGEDIA.


EL TRATO DE ARGEL

COMEDIA

DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

INTERLOCUTORES.

AURELIO.
SEBASTIAN.
SAAVEDRA.
PEDRO ALVAREZ.
FRANCISCO Y JUAN: muchachos.
SU PADRE Y MADRE.
SILVIA. Todos cautivos.
FATIMA, Y ZARA: moras.
LA NECESIDAD.
LA OCASION.
UN DEMONIO.
IZUF: Rey de Argel, moro.
BAYRAN: moro.
OTRO MORO.
UN CAUTIVO, que se va.
DOS MERCADERES.
UN PREGONERO.
UN LEON.


JORNADA I.


AURELIO, FATIMA, ZARA, SAAVEDRA, SEBASTIAN, PEDRO ALVAREZ,
cautivos todos tres
.

AURELIO.

Triste y miserable estado,
Dura esclavitud amarga,
Donde es la pena tan larga
Quan corto el bien y abreviado!
O purgatorio en la vida,
Infierno puesto en el mundo,
Mal que no tiene sigundo,
Estrecho do no hay salida,
Cifra de quanto dolor
Se reparte en los dolores,
Daño, que entre los mayores
Se ha de tener por mayor,
Necesidad increible,
Muerte creible y palpable,
Trato misero intratable,
Mal visible é invisible,
Toque, que nuestra conciencia
Descubre si es valerosa,
Pobre vida trabajosa,
Retrato de penitencia!
Callese aqueste tormento,
Que segun me es enemigo
No llegará lo que digo
A un punto de lo que siento.
Ponderese mi dolor
Con decir, bañado en lloros,
Que mi cuerpo está entre moros,
Y el alma en poder de amor.
Del cuerpo y alma es mi pena,
El cuerpo ya veis qual va,
El alma rendida está
A la amorosa cadena.
Pense yo que no tenia
Amor poder entre esclavos;
Mas en mí sus recios clavos
Muestra mas su gallardìa.
Qué buscas en la miseria,
Amor, de gente cautiva?
Dexala que muera ó viva
Con su pobreza y laceria.
No ves que el hilo se corta
De esa tu amorosa estambre
Aqui con sed y con hambre
A la larga ó á la corta?
Mas creo, pues no has querido
Olvidarme en este estrecho,
Que has visto sano mi pecho,
Aunque tan roto el vestido.
Desde agora claro entiendo
Que el poder que en tí se encierra,
Abraza el cielo y la tierra,
Y mas que no comprehendo.
Una cosa te pidiera,
Si en esa tu condicion
Una sombra de razon
Por entre mil sombras viera,
Y es, que pues fuiste la causa
De acabarme y destruirme,
En el contino herirme
Hagas un momento pausa.
Yo no te pido que salgas
De mi pecho, pues no puedes,
Antes te pido que quedes,
Y en este trance me valgas.
Del lugar do me pusiste,
Me procuran derribar:
Pero quién podrá acabar
Lo que una vez, tú, subiste?
Ya viene Zara y su arenga.
Ay enfadosa porfia!
Como que me falte el dia
Antes que la noche venga!
Valedme, Silvia, bien mio,
Que si vos me dais ayuda,
De guerra mas ardua y cruda
Llevar la palma confio.

ZARA.

Aurelio?

AURELIO.

        Señora mia?

ZARA.

Si tú por tal me tuvieses,
A fe que luego hicieses
Lo que ruego, sin porfia.

AURELIO.

Lo que tu quieres, yo quiero,
Porque al fin, te soi esclavo.

ZARA.

Esas palabras alabo,
Mas tus obras vitupero.

AURELIO.

Quál ha sido por mí hecha
Que en ella no te complaces?

ZARA.

Aquellas que no me haces,
Me tienen mal satisfecha.

AURELIO.

Señora, no paro mas:
Por agua me parto luego.

ZARA.

Otra agua pide mi fuego
Que no la que tu trairás.
No te vayas, está quedo.

AURELIO.

De leña hay falta en la casa.

ZARA.

Basta la que á mi me abrasa.

AURELIO.

Mi amo.

ZARA.

       No tengas miedo.

AURELIO.

Dexame, señora, ir,
Que vendrá Izuf mi señor.

ZARA.

Quien queda con tanto amor,
Mal te dexará partir.

AURELIO.

No hay para que mas porfies:
Señora, dexame ya.

ZARA.

Aurelio, llegate acá.

AURELIO.

Mejor es que te desvies.

ZARA.

Ansi, Aurelio, me despides?

AURELIO.

Antes te hago favor,
Si con el compas de amor
Lo compasas y lo mides.
No miras que soi christiano
Con suerte y desdicha mala?

ZARA.

El amor todo lo iguala,
Dame, por señas la mano.

FATIMA.

Zara, señora mía,
Digote que me he admirado,
Mirando lo que ha pasado
Tu altivez y fantasia:
Ver, por cierto es gentil cosa
Indigna de ser notada,
De un cristiano enamorada
Una mora tan hermosa;
Y lo que mas llega al cabo
Tu aficion tan sin medida
Es de ver que estás rendida
A un cristiano que es tu esclavo.
Y monta que corresponde
El galan á lo que quieres:
Perdoname, fragil eres.

ZARA.

Dónde vas?

FATIMA.

          Bien sé yo adonde.

ZARA.

Dulce amiga verdadera,
Lo que dices no lo niego;
Mas qué haré? que amor es fuego
Y mi voluntad es cera.
Y puesto que el daño veo
Y el fin do habré de parar,
Imposible es contrastar
Las fuerzas de mi deseo.
Vuelve tu lengua é intento
A combatir esta roca,
Que no será gloria poca
Gozar de su vencimiento.

FATIMA.

Quiero en esto complacerte,
Pues al fin puedes mandarme.
Cristiano, vuelve á mirarme,
Que no es mi rostro de muerte.

AURELIO.

Mas que muerte me causais
Con vuestros inducimientos;
Dexame con mis tormentos,
Porque en vano trabajais.

FATIMA.

No veis como se retira
El bravo en su pundonor:
Ansi entiende él del amor
Como el asno de la lira.

AURELIO.

Cómo quieres que yo entienda
De amor en esta cadena?

ZARA.

Eso no te cause pena,
Que luego se hará la enmienda:
Las dos te la quitaremos.

AURELIO.

Muy mijor será dexalla,
Que no quiero con quitalla
Pasar de un estremo á estremo.

FATIMA.

A qué estremo pasarás?

AURELIO.

Quitando al cuerpo este hierro,
Cairé en otro mayor yerro,
Que al alma lastime mas.

FATIMA.

Almas teneis los cristianos?

AURELIO.

Sí, y tan ricas y estremadas,
Quanto por Dios rescatadas.

FATIMA.

Qué! son pensamientos vanos.
Pero si almas teneis,
De diamante es su labor,
Pues en la fragua de amor
Muy mas os endureceis.
Aurelio, resolucion:
Ten cuenta en lo que te digo,
No quieras ser tan amigo
De tu ostinada opinion.
Ya te ves sin libertad,
Entre hierros apretado,
Pobre, desnudo, cansado,
Lleno de necesidad,
Sujeto á mil desventuras,
A palos, á bofetones,
A mazmorras, á prisiones
Donde estás de dia á escuras.
Libertad se te promete,
Los hierros te quitarán,
De paño te vestirán,
No hay temor de oscuro brete.
Cuzcuz, pan blanco á comer,
Gallinas en abundancia,
Y aun havrá vino de Francia,
Si vino quieres beber.
No te piden lo imposible,
Ni trabajos demasiados,
Sino blandos, regalados,
Dulces lo mas que es posible.
Goza de la coyuntura
Que se te pone delante,
No hagas del inorante,
Pues muestras tener cordura.
Mira tu señora Zara,
Y lo mucho que merece,
Mira que al sol escurece
La luz de su rostro clara.
Contempla su juventud,
Su riqueza, nombre y fama,
Mira bien que agora llama
A tu puerta la salud.
Considera el interes
Que en hacer esto te toca,
Que hay mil que pondrán la boca
Donde ella pone los pies.

AURELIO.

Has dicho, Fatima?

FATIMA.

                  Sí.

AURELIO.

Quiéres que responda yo?

FATIMA.

Responde.

AURELIO.

         Digo que no.

ZARA.

Ay Ala! qué es lo que oí?

AURELIO.

Yo digo que no conviene
Pedirme lo que pedís,
Porque muy poco advertis
El peligro que contiene.

FATIMA.

Qué peligro puede haver,
Queriendolo tu señora?

AURELIO.

La ofensa, que siendo mora
A Mahoma viene á hacer.

ZARA.

Dexame ya con Mahoma,
Que agora no es mi señor,
Porque soy sierva de amor,
Que el alma sujeta y doma.
Echa ya el pecho por tierra,
Y levantate á mi cielo.

AURELIO.

Señora, tengo un recelo
Que me consume y atierra.

FATIMA.

Dí, qué recelas de mí?

AURELIO.

Señora, de que no veo
Ningun atajo ó rodeo
Como complacerte á tí.
En mi ley no se recibe
Hacer yo lo que me ordenas,
Antes con muy graves penas
Y amenazas se prohibe.
Y aun si bautismo tuvieras,
Siendo como eres casada,
Fuera cosa harto escusada
Si lo que pides pidieras.
Por eso yo determino
Antes morir, que hacer
Lo que pide tu querer,
Y en esto estaré contino.

ZARA.

Aurelio, estás en tu seso?

AURELIO.

Antes por estar en él,
Soi para tí tan cruel.

ZARA.

Ay desdichado subceso!
Es posible que tan poco
Valgan mis ruegos contigo?

FATIMA.

Sin duda que este enemigo
Es muy cuerdo, o es muy loco     Aparte.
Ruin, sin razón ni compas,
Nacido de vil canalla,
Pensabades ya triunfalla,
Holgando sin mas ni mas?
Necio, tanta fantasia
Pensais que hablamos de veras?
Antes de mal rayo mueras
Primero que pase el dia.
Conmigo las has de haber,
Y de modo, que te aviso
Que dirá el que nunca quiso:
Mas me valiera querer.
No estés, Zara, descontenta,
Dexa el remedio en mi mano,
Que á este falso cristiano,
Yo le haré que se arrepienta.

ZARA.

No es bien que por mal se lleve.

FATIMA.

Ni bien llevallo por bien.

ZARA.

Cese, Aurelio, tu desden.

FATIMA.

Con eso el falso se atreve.
Ve, señora, al aposento,
Que en esta pena crecida
O yo perderé la vida,
O tu tendrás tu contento.

Vanse las moras, y queda AURELIO.

AURELIO.

Padre del cielo, en cuya fuerte diestra
Está el gobierno de la tierra y cielo,
Cuyo poder acá y allá se muestra
Con amoroso, justo, y santo zelo;
Si tu luz, si tu mano no me adiestra
A salir deste caos, temo y recelo
Que como el cuerpo está en prisión esquiva,
Tambien el alma ha de quedar cautiva.
Do estás, Silvia hermosa? qué distino,
Qué fuerza insana de inplacable hado
El curso de aquel prospero camino
Tan sin causa y razon nos ha cortado?
O estrella! ó suerte! ó fortuna! ó signo!
Si alguno de vosotros ha causado
Tamaña perdicion, desde aqui digo
Que mil cuentos de veces os maldigo.
Yo morire por lo que al alma toca,
Antes de hacer lo que mi ama quiere.
Firme he de estar qual bien fundada roca,
Que en torno el viento y mar combate y hiere:
Que sea mi vida mucha, que sea poca
Importa poco, solo el que bien muere
Puede decir que tuvo larga vida,
Y el que mal, una muerte sin medida.

Entrase AURELIO, y sale SAAVEDRA y PEDRO ALVAREZ, y SEBASTIAN á su tiempo.

SAAVEDRA.

En la veloz carrera apresuradas
Las horas del ligero tiempo veo
Contra mí con el cielo conjuradas.
Queda atras la esperanza y no el deseo,
Y ansi la vida de la muerte della
El mal, el daño augmentan que poseo.
Ay dura, iniqua, inexorable estrella!
Como por los cabellos me has traido
Al terrible dolor que me atropella!

PEDRO ALVAREZ.

El llanto en tales tiempos es perdido,
Pues si llorando el cielo se ablandara,
Ya le huvieran mis lagrimas movido.
A la adversa fortuna alegre cara
Debe mostrar el pecho generoso,
Que á qualquier mal buen animo repara.

SAAVEDRA.

El cuello enflaquecido al trabajoso
Yugo de esclavitud amarga puesto,
Bien ves que á cuerpo y alma es peligroso;
Y mas aquel que tiene presupuesto
De dexarse morir, antes que pase
Un punto al modo del vivir honesto.

PEDRO ALVAREZ.

Si acaso yo tus obras imitase,
Forzoso me seria que al momento
En brazos de la hambre me entregase.
Bien sé que en el cautivo no hay contento,
Mas no quiero crecer yo mi fatiga,
Teniendo siempre en ella el pensamiento.
A mi patrona tengo por amiga,
Tratame qual me ves, huelgo y paseo,
Cautivo soi, el que quisiere diga.

SAAVEDRA.

Triunfa, hermano, y goza ese trofeo,
Que si por ser cautivo te hermoseas,
Yo sé que es torpe, desgraciado y feo.

PEDRO ALVAREZ.

Hermano Saavedra, si te arreas
De ser predicador, esta no es tierra
Do alcanzarás el fruto que deseas.
Dexate deso, escucha de la guerra
Que el gran Felipe hace, nueva cierta,
Y un poco el pesar de ti destierra.
Dicen que una fragata de Biserta
Llegó esta noche, y alli viene un cautivo
Que ha dado vida á mi esperanza muerta.
Quitole libertad el hado esquivo
De Malaga pasando á Barcelona,
Cautivólo Mamí, cosario altivo.
En su manera muestra ser persona
De calidad, y que es exercitado
En el duro exercicio de Belona.
Dice el numero cierto que ha pasado
De soldados á España, forasteros,
Sin los tres tercios nuestros que han baxado:
Los Principes, señores, caballeros
Que á servir á Filipo van de gana;
Los naturales y los estrangeros.
Y la muestra hermosisima lozana
Que en Badajoz el Rey hacer pretende,
De la pujanza de la union cristiana.
Dicen en esto, que ninguno entiende
El disignio del Rey, y el hablar desto
El grande y el pequeño se defiende.

SAAVEDRA.

Rompeos ya, cielos, y inviadnos presto
El librador de nuestra amarga guerra,
Si ya en el suelo no le teneis puesto.
Quando llegué vencido en esta tierra
Tan nombrada en el mundo, que en su seno
Tanto pirata encubre, acoge y cierra,
No pude al llanto detener el freno:
Que á pesar mio, sin saber lo que era,
Me vi el marchito rostro de agua lleno,
Ofreciendo á mis ojos la rivera,
Y el monte, donde el grande Carlos tuvo
Levantada en el ayre su bandera,
Y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo,
Pues movido de invidia de su gloria,
Airado entonces mas que nunca estuvo;
Y estas cosas moviendo en mi memoria,
Las lagrimas truxeron á los ojos,
Forzadas de desgracia tan notoria.
Pero si el alto cielo en darme enojos
No está con mi ventura conjurado,
Y aqui no lleva muerte mis despojos,
Quando me vea en mas felice estado,
O si la suerte, ó si el favor me ayuda
A verme ante Filipo arrodillado,
Mi temerosa lengua casi muda
Pienso mover en la real presencia,
De adulacion y de mentir desnuda,
Diciendo: alto señor, cuya potencia
Sugetas trae las barbaras naciones
Al desabrido yugo de obediencia:
A quien los negros indios con sus dones
Reconocen honesto vasallage,
Trayendo el oro acá de sus rincones,
Despierte en tu real pecho coraje
La desverguenza con que una bicoca
Aspira de contino á hacerte ultraje.
Su gente es mucha, mas su fuerza es poca,
Desnuda, mal armada, que no tiene
En su defensa fuerte, muro ó roca.
Cada uno mira si tu armada viene,
Para dar á los pies el cargo y cura
De conservar la vida que sostiene.
De la esquiva prisión amarga y dura,
Adonde mueren quince mil cristianos,
Tienes la llave de su cerradura.
Todos de allá, qual yo, puestas las manos,
Las rodillas por tierra, sollozando,
Cercados de tormentos inhumanos,
Poderoso señor, te están rogando
Vuelvas los ojos de misericordia
A los suyos, que están siempre llorando:
Y pues te dexa agora la discordia,
Que tanto te ha oprimido y fatigado,
Y á mas andar te sigue la concordia,
Haz, buen Rey, que sea por tí acabado
Lo que con tanta audacia y valor tanto
Fue por tu amado padre comenzado.
Con solo ver que vas, pondrá un espanto
A la barbara gente, que adivino
Yo desde aqui su perdida y quebranto.
Quién dubda que el real pecho benigno
No se muestre, en oyendo la tristeza
Donde están estos miseros contino?
Mas ay! como se muestra la baxeza
De mi tan rudo ingenio, pues pretendo
Hablar tan baxo ante tan alta alteza.
Mas la ocasion es tal, que me defiende.
Mas á todo silencio poner quiero,
Que temo que mi platica te ofende,
Y al trabajo me llaman, á do muero.

Sale SEBASTIAN, Cautivo.

SEBASTIAN.

Hase visto cosa igual?
Hay tierra tan sin concordia,
Do falta misericordia,
Y sobra la crueldad?
Donde se hallará disculpa
De maldad tan insolente,
Que pague el que es inocente,
Por el que tuvo la culpa?
O cielos! qué es lo que he visto!
Este sí que es pueblo injusto,
Donde se tiene por gusto
Matar los siervos de Cristo.
O España! patria querida,
Mira qual es nuestra suerte,
Que si allá das justa muerte,
Quitan acá justa vida.

PEDRO ALVAREZ.

Sebastian, dinos que tienes,
Que hablas razones tales?

SEBASTIAN.

Una infinidad de males,
Y una pobreza de bienes.

SAAVEDRA.

En ser, como eres esclavo,
Se encierra todo dolor.

SEBASTIAN.

Otra pena muy mayor
Me tiene á mí tan al cabo.

PEDRO ALVAREZ.

De donde puede causarse
La pena que dices brava?

SEBASTIAN.

De una vida que hoy se acaba,
Para jamas acabarse.
Ya sabeis que aqui en Argel
Se supo como en Valencia
Murió por justa sentencia
Un morisco de Sargel.
Digo que en Sargel vivia,
Puesto que era de Aragon,
Y al olor de su nacion
Pasó el perro á Berberia:
Y aqui cosario se hizo
Con tan prestas crueles manos,
Que con sangre de cristianos
La suya bien satisfizo.
Andando en corso, fue preso,
Y como fue conocido,
Fue en la Inquisicion metido,
Do le formaron proceso,
Y alli se le averiguó
Como siendo bautizado,
De Cristo havia renegado,
Y en Africa se pasó:
Y que por su industria y mañas,
Traidores tratos esquivos
Havian sido cautivos
Mas de seiscientos cristianos.
Y como se le probaron
Tantas maldades y errores,
Los justos Inquisidores
Al fuego le condenaron.
Supose del moro acá,
Y la muerte que le dieron,
Porque luego lo escribieron
Los moriscos que hay allá.
La triste nueva sabida
Por los parientes del muerto,
Juran y hacen concierto
De dar al fuego otra vida.
Buscaron luego un cristiano
Para pagar este escote,
Y hallaronlo sacerdote,
Y de nacion Valenciano.
Pidieron este á gran priesa
Para executar su hecho,
Porque vieron que en el pecho
Traia la cruz de Montesa.
La qual señal de victoria
Que le cupo en buena suerte,
Si en el suelo le dió muerte,
En el cielo le dió gloria.
Porque esta gente sin luz,
Que en él tal señal han visto,
Pensando matar á Cristo
Matan al que trae su cruz.
A su amo le compraron,
Y aunque eran pobres, á un punto
El dinero todo junto
De limosna le allegaron.
En nuestro pueblo cristiano
Por Dios se pide á la gente,
Para sanar al doliente,
No para matar al sano.
Mas entre esta descreida
Gente y maldito lugar,
No piden para sanar,
Mas para quitar la vida.
Hoy en poder de sayones
He visto al siervo de Dios
No solamente entre dos,
Pero entre dos mil ladrones.
Iba el sacerdote justo,
Entre injusta gente puesto,
Marchito y humilde el gesto,
A morir por Dios con gusto.
Todo el pueblo se desvela
En darle penas dobladas,
Qual le da mil bofetadas,
Qual sus blancas canas pela.
Las manos que á Dios tuvieron
Mil veces, hoy son tenidas
De dos sogas retorcidas,
Con que atras se las asieron.
Al yugo de otro cordel,
El humilde cuello lleva,
Haciendo mil moros prueba,
Quanto pueden tirar del.
A ningun lado miraba
Que descubra un solo amigo,
Que todo el pueblo enemigo
Entorno le rodeaba.
Con voluntad tan dañada
Procuran su pena y lloro,
Que se tuvo por mal moro,
Quien no le dió bofetada.
A la marina llegaron
Con la victima inocente,
Do con barbaria insolente
A una ancora le ligaron.
Dos ancoras á una mano
Vi yo alli en contrario zelo,
Una de hierro en el suelo,
Y otra de fe en el cristiano.
Y la una á la otra asida,
La de hierro se convierte
En dar cruda y presta muerte,
La de fe en dar larga vida.
Ved si es bien contrario el zelo
De las dos en esta guerra;
La una del suelo afierra,
La otra se ase del cielo,
Y aunque corra tal fortuna
Que asombre el cuerpo y el alma,
Como si estuviese en calma,
No hay desasirse ninguna.
Sin yerro al hierro ligado
El siervo de Dios se hallaba,
Y en el cuerpo atado, andaba
Espiritu desatado.
El cuerpo no se rodea,
Que le ata mas de un cordel,
Mas el espiritu del
Todos los cielos pasea.
La canalla, que se enseña
A hacer nueva crueldad,
Truxeron gran cantidad
De seca y nudosa leña:
Y una espaciosa corona
Hicieron luego con ella,
Dexando encerrada en ella
La santa humilde persona.
Y aunque no tienen sosiego
Hasta verle ya espirar,
Para mas le atormentar
Encienden lejos el fuego.
Quieren, como el cocinero
Que en su oficio mas mirase,
Que se ase y no se abrase
La carne de aquel cordero.
Sube el humo al ayre vano,
Y á veces le dá en los ojos,
Quema el fuego los despojos
Que le vienen á la mano.
Vase arrugando el vestido
Con el calor violento,
Y el fuego poco contento
Busca lo mas escondido.
Combatenle fuegos dos,
El uno humano y visible,
El otro santo invisible,
Que es luego de amor de Dios.
Yo no sé á qual mas debia,
Puesto que á los dos pagaba,
Al que el cuerpo le abrasaba,
O al que el alma le encendia.
Los que estaban á mirarle,
La ira ansi se les previerte,
Que mueren por darle muerte,
Y entretienense en matarle.
Y en medio deste tormento
No movió el santo varon
La lengua á formar razon
Que fuese de sentimiento.
Antes dicen, y yo he visto,
Que si alguna vez hablaba,
En el ayre resonaba
Y cielo el nombre de Cristo.
Y quando en el agonia
Ultima el santo se vio,
Cinco ó seis veces llamó
La Virgen Santa Maria.
Al fuego el ayre le atiza,
Y con tal ardor revuelve,
Que poco á poco resuelve
El santo cuerpo en ceniza.
Mas ya que morir le vieron,
Tantas piedras le tiraron,
Que con ellas acabaron
Lo que las llamas no hicieron.
O santo Esteban segundo
Que me asigura tu zelo,
Que miraste abierto el cielo
En tu muerte desde el mundo!
Queda el cuerpo en la marina
Quemado y apedreado,
Y el alma vuelo ha tomado
Acia la region divina.
Queda el moro muy gozoso
Del injusto yerro hecho,
El turco está satisfecho,
Y el cristiano temeroso.
Yo he venido á referiros
Lo que no pudistes ver,
Si os lo ha dexado entender
Mis lagrimas y suspiros.

SAAVEDRA.

Dexa el llanto, amigo, ya,
Que no es bien que se haga duelo
Por los que se van al cielo,
Sino por quien queda acá.
Que aunque parece ofendida
A humanos ojos su suerte,
El acabar con tal muerte
Es comenzar nueva vida.
Mide por otro nivel
Tu llanto, que no hay paciencia
Que las muertes de Valencia
Se venguen aqui en Argel.
Muestrase allá la justicia
En castigar la maldad,
Muestra acá la crueldad
Quanto puede la injusticia.

SEBASTIAN.

En tan amarga querella
Quién detendrá los gemidos?
Ellos con culpa punidos,
Nosotros muertos sin ella.

PEDRO ALVAREZ.

Bastabanos ser cautivos
Sin tener mas desconciertos,
Que si allá queman los muertos,
Abrasan aca los vivos.
Usa Valencia otros modos
En castigar renegados,
No en publico condenados,
Mueran á tosigo todos.
Mas un moro viene aca,
No estemos juntos aqui,
Saavedra por alli,
Yo y Sebastian por aca.

Entranse.


JORNADA II.


Salen
AURELIO
y
IZUF.

IZUF.

Trescientos escudos dí,
Aurelio, por la doncella,
Y estos dí al turco, que á ella
Alma y vida le rendí,
Y es poco, segun es bella.
Vendiómela de aburrido,
Diciendo que no ha podido,
Mientras la tuvo en poder,
En ningun modo traer
Al amoroso partido.
Pusela en casa de un moro,
Sin osarla traer acá,
Y alli está donde ella está
Todo mi bien y tesoro,
Y quanta gloria amor da.
Alli se ve la bondad,
Junta con la crueldad
Mayor, que se vió en la tierra,
Y juntas sin hacer guerra
Belleza y honestidad.
No pueden prometimientos
Ablandar su duro pecho;
Veme en lagrimas deshecho,
Y ofrece siempre á los vientos
Quantos servicios la he hecho.
No echa de ver su ventura,
Ni como el dolor me aprieta
Poco apoco suspirando,
Antes quando yo mas blando,
Entonces ella mas dura.
A casa quiero traella
Para entregarte en tu mano
Mi gozo mas soberano,
Quizá tu podrás movella,
Siendo como ella cristiano.
Y desde aqui te prometo,
Que si conduces á efeto
Mi amorosa voluntad,
De darte la libertad,
Y serte amigo perfeto.

AURELIO.

En todo lo que quisieres,
He, señor, de complacerte,
Por ser tu esclavo, y por verte
Que melindres de mugeres
Te traigan de aquesta suerte.
De qué nacion es la dama
Que te enciende en esa llama,
Sin mirar en su interes?

IZUF.

Española dicen que es.

AURELIO.

El nombre?

IZUF.

          Silvia se llama.

AURELIO.

Silvia? Una Silvia venia
A donde yo me embarqué,
Y segun que yo miré,
No en tanto alli se tenia.

IZUF.

Esa es: yo la compré.

AURELIO.

Si es esa, yo sé decir
Que es hermosa sin mentir,
Y que no es tan cruda, altiva,
Que su condicion esquiva
A ninguno haga morir.
Traela á casa, señor, luego,
Y ten las riendas al miedo,
Y tu verás si yo puedo,
Como á mis manos y ruego
Amaine el casto denuedo.

IZUF.

Yo voy, y mientras se ordena
Su venida, por estrena
Del contento que me has dado,
Yo dire á mi renegado
Que te quite esa cadena.

Vase.

AURELIO.

Qué es esto, cielos, que he oido?
Es mi Silvia? Silvia es cierto;
Es posible, hado incierto!
Que he de ver quien me ha tenido
Vivo en muerte, en vida muerto?
Esta es mi Silvia, á quien llamo,
A quien sirvo, y á quien amo
Mas que todo lo del suelo.
Gracias hago y doy al cielo
Que á los dos ha dado un amo.
Tregua tengan mis enojos
Entre tanta desventura,
Pues por estraña ventura
Vendrán á mirar mis ojos
Tan singular hermosura.
Y si della está rendido
Mi amo, está conocido
Que el que la acertó á mirar,
Era imposible escapar
De preso, ó de mal herido.
Y pues tan lascivos brios
El descubre en sus amores,
Si nos vemos, sus dolores
Se encubrirán, y los mios
Le diré que son mayores.
Y mientras pudiere ver
Su hermosura y gentil ser,
Templaré mi desconsuelo,
Hasta que disponga el cielo
De los dos lo que ha de ser.    Vase.

Salen DOS MERCADERES.

MERCADER.

Al fin, Aydar, que en Cerdeña
Habeis hecho la galima?

AYDAR.

Sí, y no de poca estima,
Segun salió en la reseña.

MERCADER.

Dicen que os dieron caza
De Napoles las galeras.

AYDAR.

Sí dieron, mas no de veras,
Que el peso las embaraza.
El ladron que va á hurtar,
Para no dar en el lazo
Ha de ir muy sin embarazo,
Para huir, para alcanzar.
Las galeras de cristianos,
Sabe, sino lo sabeis,
Que tienen falta de pies,
Y que no les sobran manos.
Y la causa es, porque van
Tan llenas de mercancias,
Que aunque vogasen seis dias,
Un ponton no alcanzarán.
Nosotros á la ligera,
Y sueltos como el fuego,
Y en dandonos caza, luego
Pico al viento, ropa fuera,
Las obras muertas abaxo,
Arbol y antena en crugia,
Y ansi hacemos nuestra via
Contra el viento, sin trabajo.
Pero alli tiene la honra
El cristiano en tanto estremo,
Que asir en un trance el remo
Le parece que es deshonra.
Y mientras ellos allá
En sus trece estan honrados,
Nosotros dellos cargados
Venimos sin honra acá.

MERCADER.

Esa honra y ese engaño
Nunca les salga del pecho,
Pues nuestro mayor provecho
Nace de su propio daño.
Un mozo de poca edad
De esos Sardos, comprar quiero.

AYDAR.

Ya los trae el pregonero
Vendiendo por la ciudad.

Entra el PREGONERO moro vendiendo los dos MUCHACHOS, y la MADRE y el PADRE.

PREGONERO.

Hay quien compre los chiquitos,
Y el viejo que es el grandazo,
Y la vieja y su embarazo?
Pues á fe que son bonitos.
Deste me dan ciento y dos,
Deste docientos me dan.
Pero no le llevarán.
Pasa acá, perrazo, vos.

JUAN.

Qué es esto, madre? por dicha
Vendennos aquestos moros?

MADRE.

Sí, hijo, que sus tesoros
Les crece nuestra desdicha.

PREGONERO.

Hay quien á comprar acierte
El niño y la madre juntos?

MADRE.

O terribles tristes puntos,
Mas amargos que la muerte!

PADRE.

Sosegad, señora, el pecho,
Que pues mi Dios lo ha ordenado
Ponernos en este estado,
El sabe por que lo ha hecho.

MADRE.

Destos hijos tengo pena,
Que no sé por donde han de ir.

PADRE.

Señora, dexad cumplir
Lo que el alto cielo ordena.

MERCADER.

Quanto dan deste? decid.

PREGONERO.

Ciento y dos escudos dan.

MERCADER.

Por ciento y diez darle han?

PREGONERO.

No, sino pasais de ahi.

MERCADER.

Está sano?

PREGONERO.

          Sano está.

Abrele la boca.

MERCADER.

Abre, no tengas temor.

JUAN.

No me la saque, señor,
Que ella mesma se cairá.

MERCADER.

Piensa que sacalle quiero
El rapaz alguna muela?

JUAN.

Paso, señor, no me duela,
Tenga, paso, que me muero.

AYDAR.

Destotro quánto dan dél?

PREGONERO.

Ducientos escudos dan.

AYDAR.

Y por quanto le darán?

PREGONERO.

Trecientos piden por él.

AYDAR.

Si te compro, serás bueno?

FRANCISCO.

Aunque vos no me compreis,
Seré bueno.

AYDAR.

           Serlo heis?

FRANCISCO.

Ya lo soi, sin ser ageno.

MERCADER.

Por este doi ciento y treinta.

PREGONERO.

Vuestro es, venga el dinero.

MERCADER.

En casa daroslos quiero.

MADRE.

El corazon me revienta!

MERCADER.

Comprad, compañero, esotro.
Ven, niño, vente á holgar.

JUAN.

Señor, no he de dexar
Mi madre por ir con otro.

MADRE.

Ve, hijo, que ya no eres
Sino del que te ha comprado.

JUAN.

Ay madre! haveisme dexado?

MADRE.

Ay cielo, quan cruel eres!

MERCADER.

Anda, rapaz, ven conmigo.

JUAN.

Vamonos juntos, hermano?

FRANCISCO.

No puedo, ni está en mi mano,
El cielo vaya contigo.

MADRE.

O mi bien, y mi alegria,
No se olvide de ti Dios!

JUAN.

Dónde me llevan sin vos,
Padre mio, y madre mia?

MADRE.

Quieres que hable, señor,
A mi hijo un momento?
Dame ese breve contento,
Pues será eterno el dolor.

MERCADER.

Quanto quisieres le dí,
Pues será la vez postrera.

MADRE.

Sí, pues esta es la primera
Que en este trance me vi.

JUAN.

Tenéme con vos aqui,
Madre, que voy no sé donde.

MADRE.

La ventura se te asconde,
Hijo, pues yo te parí.
Hase escurecido el cielo,
Turbado los elementos,
Conjurado mar y vientos
Todos en mi desconsuelo.
No conoces tu desdicha,
Aunque estas bien dentro della,
Puesto que el no conocella
Lo puedes tener por dicha.
Lo que te ruego, alma mia,
Pues ya el verte se me impide,
Es que nunca se te olvide
Rezar el Ave Maria.
Que esta Reyna de bondad,
De virtud y gracia llena,
Ha de librar tu cadena,
Y ponerte en libertad.

AYDAR.

Mira la mala cristiana
Que consejo dá al muchacho,
Sí, que no estaba borracho
Como tú, falsa, liviana.

JUAN.

Madre, alfin que no me quedo?
Qué me llevan estos moros?

MADRE.

Contigo van mis tesoros.

JUAN.

A fe que me ponen miedo.

MADRE.

Mas miedo me queda á mí
De verte ir á do vas,
Que nunca te acordarás
De Dios, de tí, ni de mí;
Porque estos tus tiernos años
Qué prometen sino aquesto?
Entre iniqua gente puesto,
Fabricadora de engaños.

PREGONERO.

Calla vieja, mala pieza,
Sino quieres por mas mengua,
Que lo que dice tu lengua
Venga á pagar tu cabeza.
Destotro hay quién dé mas,
Que es mas bello y mas lozano,
Que no su pequeño hermano?

AYDAR.

Dí, por quanto le darás?

PREGONERO.

No os he dicho, que trecientos
Escudos de oro por cuenta?

AYDAR.

Quiés ducientos y cinquenta?

PREGONERO.

Eso es dar voces al viento.

AYDAR.

Enamorado me ha
El donaire del garzon;
Yo los doi en conclusion.

PREGONERO.

Dinero, y señal me da.

AYDAR.

Como te llamas me dí.

FRANCISCO.

Señor, Francisco me llamo.

AYDAR.

Pues has mudado de amo,
Muda el Francisco en Maami.

FRANCISCO.

Eso no, señor patron,
Francisco me has de llamar.

AYDAR.

El palo os hará mudar
El nombre, y aun la intencion.

FRANCISCO.

Pues me aparta el hado insano
De vos, señor, qué mandais?

PADRE.

Hijo mio, que vivais
Como bueno y fiel cristiano.

MADRE.

Hijo, no las amenazas,
No los gustos y regalos,
No los azotes ni palos,
No los conciertos ni trazas,
No todo quanto tesoro
Cubre el cielo, y sol ha visto
Te mueva dexar á Cristo
Por seguir al pueblo moro.

FRANCISCO.

En mí se verá si puedo,
Pues mi buen Jesús me ayuda,
Como en mi alma no muda
La fe, la promesa y miedo.

PREGONERO.

O qué cristiano se muestra
El rapaz! pues yo os prometo
Que alceis á tantico aprieto
El brazo, y la mano diestra.
Estos rapaces cristianos
Al principio muchos lloros,
Y despues se vuelven moros
Mejor que los mas ancianos.

Vanse.


JORNADA III.


Salen
IZUF, SILVIA,
y
ZARA,
y un
MORO.

IZUF.

Dexad, Silvia, el llanto ahora,
Poned tregua al ansia brava,
Que no os compré para esclava,
Sino para ser señora.
Mira que imagino y creo
Que vuestra gran desventura,
Para daros mas ventura
Ha traido este rodeo.
Con vos fortuna en su ley
No usa de nuevas leyes,
Que esclavos se han visto reyes,
Pero vos sois mas que rey.
Limpiad ya esos bellos ojos
Que sujetan quanto miran,
Y al tiempo que se retiran,
De alma llevan los despojos.
Y no cubra el blanco velo
Esa divina hermosura,
Que es como la nieve pura.
Que impide la luz del cielo.

SILVIA.

Esme ya tan natural,
Señor, el llanto y tormento,
Que si me dexa un momento,
Lo tengo por mayor mal;
Aunque sí estoi y estaré
Alegre al obedeceros,
Pues distes tantos dineros
Por mí, sin saber por que.
Porque os prometo, señor,
Que de miseria y pobreza
Tengo quanto de riqueza,
Si la riqueza es dolor.
Y de dolor soi tan rica,
Quanto por darme pasion
Este caudal, la ocasion
Por puntos le multiplica.

IZUF.

Silvia, vives engañada,
Que yo no quiero de tí,
Sino que quieras de mí
Ser servida y regalada.
Que el provecho que yo espero,
Silvia, de haverte comprado,
Es ver tu rostro estremado,
Y no doblar el dinero.
Que el amor que se mejora
En mostrar su fuerza brava,
Me ha hecho esclavo de esclava,
Esclava que es mi señora.
Y quedo tan satisfecho
De perder la libertad,
Que alabo la crueldad
Deste crudo y nuevo pecho.
Y porque lo que aqui digo
Lo entiendas, Silvia, mejor,
Nunca me llames señor,
Sino siervo ó caro amigo.

SILVIA.

Aunque tamaña mudanza
Ha hecho el cielo en mi estado,
No entiendas se me ha olvidado
El termino de crianza.
Bien sé como he de llamarte,
Y sé que es de obligacion,
Que en lo que fuere razon,
Procure de contentarte.

IZUF.

Tu habla tan comedida,
Tu donaire, y gracia, y ser
Claro me dá á entender
Que eres, Silvia, bien nacida.
Y aunque pudiera esperar
De tí un rescate crecido,
A tal termino he venido,
Que tu me has de rescatar.
Mas entanto que á la clara
Veas quanto hago por tí,
Ven, Silvia, vente tras mí,
Verás á tu ama Zara.

SILVIA.

Vamos, señor, en buena hora.

IZUF.

Silvia, no tanto señor,
Pues la ventura y amor
Os ha hecho á vos mi señora.

ZARA.

Seais, Izuf, bien llegado:
Cuya es la esclava?

IZUF.

                   Mia.

SILVIA.

Vuestra soi, señora mia.

IZUF.

Vuestra es, yo la he comprado.

ZARA.

Por cierto la compra es bella,
Si qual hermosa, es honesta.
Decid, señor, quanto cuesta?

IZUF.

Dado he mil doblas por ella.

ZARA.

Espera ser rescatada?

IZUF.

De muy rica tiene fama.

ZARA.

Su nombre?

IZUF.

          Silvia se llama.

ZARA.

Es doncella, ó es casada?

SILVIA.

Casada soy, y doncella.

ZARA.

Cómo es eso, Silvia, dí?

SILVIA.

Señora, ello es ansi,
Que ansi lo quiso mi estrella.
El cielo me dió marido
No para que le gozase,
Sino para que quedase
Yo perdida, y él perdido.

MORO.

Izuf, á llamar te invia
El Rey apriesa nuestro Azan.

IZUF.

Dónde está?

MORO.

           En el Duan,
Metido en grande agonia.
Amés, Xemí, Zaragá,
Y los Balucos Baxies,
Y todos los Debaxies,
Y el Daxés están allá.
Hanse juntado á consejo
Sobre que se ha averiguado
Que el Rey de España ha juntado
De guerra grande aparejo.
Dicen que va á Portugal,
Mas temese no sea maña,
Y es bien que tema su saña
Argel, que le hace mas mal.
En la guerra hay mil ensayos,
De fraudes y astucias llenos,
Acullá suenan los truenos,
Aca disparan los rayos.

IZUF.

Vamos, que el cielo que toma
Por suya nuestra defensa,
A España hará con su ofensa
Sujeta y sierva á Mahoma.
Y vos, señora, ordenad
A Silvia lo que ha de hacer;
Y vos, Silvia, á su querer
Sujetad la voluntad.

ZARA.

Cristiana, de donde eres?
Eres pobre, ó eres rica?
De suerte ensalzada ó chica?
No me lo niegues, si quieres;
Porque soi qual tú muger,
Y no de entrañas tan duras,
Que tus tristes desventuras
No me hayan de enternecer.

SILVIA.

Señora, soi de Granada,
Y de suerte ansi abatida,
Qual lo muestra el ser vendida,
Y á cada paso comprada.
Dicen que fui rica un tiempo,
Pero toda mi riqueza
Se ha vuelto en mayor pobreza,
Y ha pasado con el tiempo.

ZARA.

Has algun tiempo tenido
Enamorado deseo?

SILVIA.

Al estado en que me veo
El crudo amor me ha traido.

ZARA.

Fuiste acaso bien querida?

SILVIA.

Fuilo, y quise con ventaja
Tal, que apenas la mortaja
Borrará fe tan subida.

ZARA.

Fuiste querida primero,
U empezó el amor de tí?

SILVIA.

Primero querida fui
Del que quise, querre, y quiero.

ZARA.

Es mozo?

SILVIA.

        Y aun gentilhombre.

ZARA.

Es cristiano?

SILVIA.

             Pues qué moro?
No sale de su decoro
Quien ha de cristiano nombre.

ZARA.

Y es pecado querer bien
A un moro?

SILVIA.

          Yo no sé nada,
Sé que es cosa reprobada,
Y á cristianos no está bien.

ZARA.

Y querer mora á cristiano?

SILVIA.

Eso tú mejor lo entiendes.

ZARA.

Ay Silvia, como me ofendes
Y me lastimas temprano!

SILVIA.

Yo, mi señora, en qué suerte?

ZARA.

Escucha, y te lo diré,
Que escuchandome, bien sé
Que vendrás á enternecerte.
Has de saber, ó Silvia, que estos dias,
Partieron deste puerto con buen viento
Doce baxeles de cosarios todos,
Y con prospero viento caminaron,
A vuelta de las islas de Cerdeña,
Y alli en las calas, vueltas y revueltas,
Y puntas que la mar hace y revuelve,
Se fueron á esconder, estando alerta
De algun baxel de Genova, ó España,
O de otra nacion, que no fuese Francesa:
Y presto un bravo viento se levanta
Que Maestral se llama, cuya furia
Dicen los marineros que es tan grande,
Que las tupidas velas y las jarcias
Del mas recio navio y mas armado
No pueden resistirle, y es forzoso
Acudir al abrigo mas cercano,
Si su rigor acaso lo concede.
Las levantadas olas y el ruido
Del atrevido viento detenia
Los cosarios baxeles en los cabos,
Sin dexarles salir al mar á viento,
Y en otra parte con furor insano
Mostrando su braveza fatigaba
Una galera de cristiana gente
Y de riquezas llena, que corriendo
Por el hinchado mar sin remo alguno
Venia á su alvedrio, temerosa
De ser sorbida de las bravas hondas;
Pero despues al cabo de tres dias
Del recio mar y viento contrastada,
Descubrió tierra, y fue el descubrimiento
De su mayor dolor y desventura,
Porque á la misma isla de San Pedro
Vino á parar, á donde recogidos
Estaban los baxeles enemigos,
Los quales, de la presa codiciosos,
Salen, y de ardor belico adornados
A la galera acometen destrozada,
Y de solos deseos defendida:
Una pelota pasa en el momento
Al Capitan el pecho, y á su lado
Del Lusitano fuerte muerto cae
Un caballero ilustre Valenciano.
El robo, las riquezas, los cautivos,
Que los turcos hallaron en el seno
De la triste galera, me ha contado
Un cristiano que alli perdió la dulce
Y amada libertad, para quitarla
A quien quiere rendirse á su rendido.
Y este cristiano, Silvia, este cristiano,
Este cristiano, Silvia, es quien me tiene
Fuera del ser que á moras es debido,
Fuera de mi contento y alegria,
Fuera de todo gusto, y estoi fuera,
Que es lo peor, de todo mi sentido.
Compróle mi marido, y está en casa,
Y puesto que con lagrimas y ruegos,
Con suspiros, ternezas, y con dadivas
Procuro de ablandar su duro pecho
Al mio, que contino es blanda cera,
El suyo se me muestra de diamante:
Ansi que, Silvia hermana, como has dicho
Que al cristiano no es licito dé gusto
En cosas del amor á mora alguna,
Tus razones me tienen ofendida,
Y con aquesas mismas se defiende
Aurelio, á quien ha hecho tan cristiano
El cielo para darme á mi la muerte.

SILVIA.

Aurelio, dices, que por nombre tiene
Ese cristiano?

ZARA.

              Ansi se llama.

SILVIA.

La galera que dices segun creo
Se llamaba San Pablo, y era nueva,
De la sacra religion de Malta,
Yo en ella me perdi, y aun imagino
Que conozco á ese Aurelio, y es un mozo
De rostro grave, y de nacion Hispana.

ZARA.

Sin dubda has acertado, Silvia mia,
Quién es este enemigo de mi gloria?
Es caballero, ó rustico aldeano?
Que todo lo parece en su postura,
Y dura condicion, el talle ilustre
De la ciudad, la condicion del monte.

SILVIA.

A mí pobre escudero me parece,
Segun en la galera se trataba,
Que de su hacienda no sé mas, señora.

ZARA.

Ni yo sé que te diga, Silvia mia,
Sino que á tal estremo soi venida,
Que le tengo de amar sea quien se fuere;
Solo te ruego, que procures, Silvia,
De ablandar esta fiera tigre Hircana,
Y atraerle con dulces sentimientos
A que sienta la pena que padece
Esta misera esclava de su esclavo:
Y si esto, Silvia, haces, yo te juro
Por todo el Alcoran de buscar modo
Como con brevedad alegre vuelvas
Al patrio dulce suelo deseado.

SILVIA.

Dexa, señora, el cargo á Silvia dello,
Que tu verás lo que mi industria hace
Por gusto tuyo y por provecho mio.


JORNADA IV.


Salen los tres morillos, y los cautivos, que van unos por agua y otros por leña, que son
SAAVEDRA, SEBASTIAN, PEDRO ALVAREZ.

MORILLO.

Don Juan no venir, y no fuxir, aca morir.

OTRO MORO.

Aca morir.

OTRO MORO.

          Aca morir, no fuxir, aca morir.

SAAVEDRA.

Vendrá su hermano el inclito Filipo,
El qual sin duda ya venido hoviera,
Si la cerviz indomita y erguida
Del luterano Flandes no ofendiese
Tan sin verguenza su Real Corona.

MORILLO.

No rescatar, no fuxir, Don Juan no venir, aca morir.

PEDRO ALVAREZ.

Si él acaso viniera, yo sé cierto,
Murierades vosotros, gente infame.

OTRO MORO.

Don Juan no venir, no fuxir, aca morir.

PEDRO ALVAREZ.

Primero veré yo puestas por tierra
Estas flacas murallas, y este nido
Y cueva de ladrones abrasado,
Pena que justamente le es debida
A sus continuos y nefandos vicios.

SAAVEDRA.

Será nunca acabar si respondemos,
Dexalos ya, Pedro Alvarez, amigo,
Que ellos se cansarán; y dime agora
Si todavia piensas de huirte.

PEDRO ALVAREZ.

Y cómo?

SAAVEDRA.

       En qué manera?

PEDRO ALVAREZ.

                     Por tierra,
Que no puedo de otra suerte ni otro modo.

SAAVEDRA.

Pues un negocio tal ansina emprendes?

PEDRO ALVAREZ.

Pues qué quieres que haga, Saavedra?
Que mis ancianos padres ya son muertos,
Y un hermano que tengo, se ha entregado
En la hacienda y bienes que dexaron,
El qual es tan avaro, que aunque sabe
La esclavitud amarga que padezco,
No quiere dar para librarme della
Un real de mi mismo patrimonio.
Como esto considero, y veo que tengo
Un amo cruel, como tu sabes,
El qual piensa que soi yo caballero,
Y que no hay modo que limosna alguna
Llegue á dar el dinero que él me pide,
Y la insufrible vida que padezco,
De hambre, desnudez, cansancio y frio,
Determino morir antes huyendo,
Que vivir una vida tan mezquina.

SAAVEDRA.

Has hecho la mochila?

PEDRO ALVAREZ.

                     Sí, ya tengo
Cosa de diez libras de vizcocho bueno.

SAAVEDRA.

Pues hay de aqui á Oran sesenta leguas,
Y no piensas llevar mas de diez libras?

PEDRO ALVAREZ.

No, porque tengo ya hecha una pasta
De harina y huevos, y con miel mezclada,
Y cocida muy bien, la qual me dicen,
Que dá muy poco della gran sustento.
Si aquesto me faltare, algunas yerbas
Pienso comer con sal, que tambien llevo.

SAAVEDRA.

Zapatos llevas?

PEDRO ALVAREZ.

               Tres pares buenos.

SAAVEDRA.

Sabes bien el camino?

PEDRO ALVAREZ.

                     Ni por pienso.

SAAVEDRA.

Pues cómo piensas ir?

PEDRO ALVAREZ.

                     Por la marina,
Que agora como es tiempo de verano,
Los alarbes todos á la sierra
Se retiran, buscando el fresco viento.

SAAVEDRA.

Llevas algunas señas por do entiendas
Qual es de Oran la deseada tierra?

PEDRO ALVAREZ.

Sí llevo, y sé que he de pasar primero
Dos rios, el uno dellos es nombrado
El rio del Azafran, que está aqui junto,
El otro, de Hiquina, que es mas lexos,
Cerca de Mostagan, y aunque derecha,
Está una levantada y alta cuesta,
Que dicen que se llama el cerro Gordo,
Y puesto encima della se descubre
Frente por frente un monte, que es la silla
Que sobre Oran levanta la cabeza.

SAAVEDRA.

Caminarás de noche?

PEDRO ALVAREZ.

                   Quién lo dubda?

SAAVEDRA.

Por montañas, por montes, por honduras
Te atreves á pasar en las tinieblas
De la cerrada noche, sin camino
Ni senda que te guie á donde quieres?
O libertad, y quanto eres amada!
Amigo caro, el cielo santo haga
Salir con buen subceso tu trabajo,
Que yo me voi al mio, que es ya hora.
Dios te acompañe.

PEDRO ALVAREZ.

                 Y él vaya contigo.

Sale la Mora al encanto, en entrandose estos.

FATIMA.

El esperado punto es ya llegado
Que pide la no vista hechiceria,
Para poder domar el no domado
Pecho, que domará la ciencia mia.
Por la region del cielo estrellado
Carro lleva la noche oscura y fria,
Y la ocasion me llama, do haré cosas
Horrendas, estupendas y espantosas.
El cabello dorado al ayre suelto
Tiene de estar, el cuerpo desceñido,
Descalzo el pie derecho, el rostro vuelto
Al mar, á donde el sol sea zabullido,
Al brazo este sartal será revuelto
De las piedras preñadas que en el nido
Del aguila se hallan, y esta cuerda
Con mi intincion la virtud suya acuerda.
Aquestas cinco cañas, que cortadas
Fueron en la luna llena por mi mano,
En esta misma forma acomodadas,
Lo que quiero harán fácil y llano.
Tambien estas cabezas arrancadas
Del gavilo, serpiente en el verano,
Hasta en la obra me aprovechan,
Y aun estos granos si en el suelo se echan.
Esta carne quitada de la frente
Del ternezuelo potro quando nace,
Cuya virtud probada y excelente
En todo mi deseo satisface,
Envuelta en esta yerba, á quien el diente
Tocó del corderillo quando nasce,
Hará que Aurelio venga qual cordero
Mansisimo y humilde á lo que quiero.
Esta figura que de cera es hecha,
En el nombre de Aurelio fabricada,
Será con dura mano y blanda flecha
Por medio el corazon atravesada:
Quedará luego Zara satisfecha
De aquella voluntad desordenada,
Y el helado cristiano vendrá luego
Ardiendo en amoroso y vivo fuego.
A vosotros, ó justo Radamonte
Y Minos, que con leyes inmutables
En los obscuros reynos del espanto
Regis las almas tristes miserables,
Si acaso tiene fuerza el ronco canto,
O murmurios de versos deleytables,
Por ellos os conjuro, ruego y pido
Ablandeis este pecho endurecido.
Rapida, Ronca, Run, Ras, Parisforme,
Grandura, Denclifaz, Pantasilonte,
Ladrante, tragador, falso y disforme,
Arbarico pestifero del monte,
Erebo, engendrador del rostro inorme
De todo fiero Dios, á punto ponte,
Ven sin detenerte á mi presencia,
Sino desprecias la Zoroastria ciencia.

FURIA.

La fuerza incontrastable de tus versos
Y murmurios perversos me han traido
Del reyno del olvido á obedecerte;
Mas, ó mora, que el verte en esta impresa
Infinito me pesa, porque entiendo
Que es ir tiempo perdiendo.

FATIMA.

                           Por qué causa?

FURIA.

Pon al conjurar pausa, y al momento
Satisfaré tu intento en lo que pides,
Si acaso tu te mides y acomodas
Con mis palabras todas y consejos:
Todos tus aparejos son en vano,
Porque un pecho cristiano que se arrima
A Cristo, poco estima hechicerias:
Por muy diversas vias te conviene
Atraerle á que pene por tu amiga.

FATIMA.

Ansi que esta fatiga no aprovecha?

FURIA.

En valde ha sido hecha, mas escucha,
Que con presteza mucha y sin rodeo
Cumplirás tu deseo en este modo.
En el Infierno todo no hay quien haga
Mas cruda y fiera plaga entre cristianos,
Aunque tengan mas sanos corazones
Y limpias intinciones, que es la dura
Necesidad que apura la paciencia:
No tiene resistencia esta pasion.
La otra es la Ocasion, si estas dos vienen
Y con tu Aurelio tienen estrecheza,
Verás á su braveza derribada
Y en blandura trocada, y con sosiego
Regalarse en el fuego de Cupido.

FATIMA.

Pues esas dos te pido que me invies,
Y que no te desvies desta impresa.

FURIA.

Tu mandado haré con toda priesa.

Vanse.
Salen AURELIO y SILVIA.

AURELIO.

Dado me ha la fortuna por discuento
De todo mi trabajo, Silvia mia,
La gloria del mirarte, y el contento.
Mi pena será vuelta en alegria
De hoy mas, pues que te veo, Silvia amada,
Y mi cerrada noche en claro dia.

SILVIA.

Yo soi, mi bien, la bien afortunada,
Pues que torno á gozar de tu presencia,
De lo que estaba ya desconfiada.

AURELIO.

Cómo os ha ido, esposa, en esta ausencia,
En poder desta gente, que no alcanza
Razon, virtud, almas, conciencia?

SILVIA.

Como he tenido y tengo la esperanza
Puesta en el hacedor de tierra y cielo,
Con cristiana y sigura confianza
Por su bondad, aun tengo el casto velo,
Y tanto con su ayuda santa espero
No tener de mancharle algun recelo.

AURELIO.

Sabras, esposa amada, que el artero
Y vengativo amor ha salteado
Con aspero rigor airado y fiero
El pecho de mi ama, y le ha llagado
De una llaga incurable, pues le tiene
Deste pecho que es tuyo, enamorado,
Y á do quiera que voi conmigo viene,
Y segun que la mora me declara,
Solo con el mirarme se entretiene.

SILVIA.

Todo ese cuento ya me ha dicho Zara,
Y me ha pedido que yo á vos os pida
No querais desdeñarla ansi á la clara:
Tambien no pasa menos triste vida
Izuf, nuestro amo, que tambien me adora
Con fe, que á lo que creo, no es fingida.

AURELIO.

O pobre moro, y desdichada mora,
Cómo inviais en vano al vano viento
Vuestros vanos suspiros de hora en hora!
Tambien me ha dicho Izuf todo su intento,
Y me ha rogado, que yo á vos os ruegue
Algun alivio deis á su tormento;
Mas antes con airada furia llegue
Una saeta que me pase el pecho,
Y esta alma de las carnes se despegue,
Que tan á costa mia su provecho
Y tan en daño nuestro procurase,
Aunque él queda de mí bien satisfecho.

SILVIA.

Si en este caso, Aurelio, nos bastase
Mostrar á estos voluntad trocada,
Sin que el daño adelante mas pasase,
Tendrialo por cosa yo acertada,
Porque deste fingir se grangearia
El no estorbarnos nuestra vista amada:
Decir á Zara que por causa mia
No te muestras tan aspero, y al moro
Decir que mucho puede tu porfia,
Y guardando los dos este decoro
Con discrecion, podremos facilmente
Aplacar con el vernos nuestro lloro.

AURELIO.

El parecer que has dado es excelente,
Y harase qual ordenas, y entre tanto
Quizá se aplacará el hado inclemente:
Yo escribiré á mis padres el quebranto
En que estamos los dos: tú, Silvia, puedes
Escribir á los tuyos otro tanto.
Y porque á veces tienen las paredes,
Como dicen, oidos, Silvia mia,
Agradeciendo al cielo estas mercedes,
Pasemos esta platica á otro dia.

Vanse.
Salen PEDRO ALVAREZ que se va, y otro CAUTIVO que huye, y dos MOROS que le cogen y le vuelven.

PEDRO ALVAREZ.

Este largo camino,
Tanto pasar de breñas y montañas,
Y el bramido contino
De fieras alimañas
Me tienen de tal suerte,
Que pienso de acabarlo con la muerte.
El pan se me ha acabado,
Y roto entre xarales el vestido,
Los zapatos rasgados,
El brio consumido,
De modo que no puedo
Un pie del otro pie pasar un dedo.
Ya la hambre me aquexa,
Y la sed insufrible me atormenta,
Ya la fuerza me dexa,
Y espero desta afrenta
Salir con entregarme
A quien de nuevo quisiere cautivarme.
Y he ya perdido el tino,
No se qual es de Oran la cierta via;
Ni senda, ni camino,
La triste suerte mia
Me ofrece; y qué hace al caso?
Que aunque le hallase, no hay mover el paso.
Virgen bendita y bella,
Remediadora del linage humano,
Sed vos aqui la estrella,
Que en este mar insano
Mi pobre barca guie,
Y de tantos peligros la desvie.
Virgen de Monserrate,
Que esas asperas sierras haceis cielo,
Inviadme rescate,
Sacadme deste duelo,
Pues es hazaña vuestra
Al misero caido dar la diestra.
Entre estas matas quiero
Esconderme pues que es entrado el dia,
Aqui morir espero.
Santisima Maria,
En este trance amargo
El cuerpo y alma dexo á vuestro cargo.

Sale un Leon y echase junto á él, y sale luego el otro CAUTIVO que tambien se va.

CAUTIVO.

Estas pisadas no son
De moro, por cierto, no,
Cristiano las estampó,
Que con la mesma intincion
Debe de ir, que llevo yo.
De alarbes las pisadas
Son anchas y mal formadas,
Porque es ancho su calzado,
El nuestro mas escotado,
Y ansi son diferenciadas.
Yo seguro que no está
Muy lexos de aqui escondido,
Porque el rastro he ya perdido;
Mas el sol alto va ya,
Y yo mal apercibido.
Aqui me quiero esconder,
Hasta que al anochecer
Torne á seguir mi viage,
Que en este mismo parage
Mostagan viene á caer.
Porque el sol sale de alli,
El norte acia allá se inclina,
No está lexos la marina.
O qué mal estoy aqui!
Buen Jesús, tú me encamina,
Que mucho alarbe pasa
Por esta campaña rasa:
Si me he acertado á esconder,
No me despido de ver
Mis hijos, muger, y casa.

Entran dos MOROS por él.

MORO.

Zaramir ara furir.

Recuerda PEDRO ALVAREZ.

PEDRO ALVAREZ.

Santo Dios, qué es lo que veo,
Que aunque sois fiero Leon,
Saltos me dá el corazon;
Cumplido se ha mi deseo,
Libre soi ya de pasion.
Pues lo quiere mi ventura
Este con su fuerza dura
Mis dias acabará,
Y su vientre servirá
Al cuerpo de sepultura.
Pero tanta mansedumbre
No se vio ansi facilmente
En animal tan valiente,
Aunque su fiera costumbre
Muestra á las veces clemente.
Mas quién sabe si movido
El cielo de mi gemido,
Este leon me ha inviado
Para ser por él tornado
Al camino que he perdido?
Sin duda es divina cosa,
Y asegurame este intento,
Que en mí espiritu siento
Con fuerza marabillosa,
Y nuevo y crecido aliento.
Y ya es caso averiguado
Que otro leon ha llevado
A la Goleta un cautivo,
Que le halló en un monte esquivo
Huido y descarriado.
Obra es esta, Virgen pia,
De vuestra divina mano,
Porque ya está claro y llano,
Que el hombre que en vos confia,
Espera, y no confia en vano.
Espérame, compañero,
Que ya determino y quiero
Seguir do quiera que fueres,
Que ya me parece que eres,
No leon, sino cordero.


JORNADA V.


Empiezanla
PEDRO ALVAREZ,
y el
LEON.

PEDRO ALVAREZ.

Nunca menos con afan
He caminado camino,
Y segun que yo imagino,
No está muy lexos Oran:
Gracias te doy, Rey divino.
Virgen pura, á vos alabo,
Y ruegoos lleveis al cabo
Tan estraña caridad,
Que si me dais libertad,
Prometo seros esclavo.

Entrase.
Sale OCASION y NECESIDAD.

OCASION.

Necesidad, fiel executora
De qualquiera delito que se ofrece,
La publica Ocasion y la secreta
Ya ves quan apremiadas y forzadas
Del cruel infernal habemos sido,
Para venir á combatir la roca
Del pecho encastillado de un cristiano
Que está rebelde, y mas, que no teme
Del niño y fiero dios la grande fuerza.
Es menester que esta le solicites,
Y te le muestres siempre á todas horas
En el comer, en el beber, en todas
Las cosas que pensare y pretendiere.
Yo de mi parte de contino pienso
Ponermele delante, y la miseria
De mis pocos cabellos ofrecerle,
Y detener mi vuelo, porque pueda
Asirme della, cosa poco usada
De mi ligera condicion y presta.

NECESIDAD.

Bien puedes, Ocasion, estar segura,
Que yo hare por mi parte marabillas,
Si tu favor y ayuda no me falta.
Pero ves aqui viene el indomable,
Apercibete, hermana, y derribemos
La vana presuncion deste cristiano.

Sale AURELIO.

AURELIO.

Qué no ha de ser posible, pobre Aurelio,
El defenderte desta mora infame,
Que por tantos caminos te persigue?
Sí será, sino me niega el cielo
El favor que hasta aqui no me ha negado.
De mil astucias usa y mil maneras
Para traerme á su lascivo intento,
Ya me regala, ya me vitupera,
Ya me mata de hambre y de miseria.

NECESIDAD.

Grande es por cierto, Aurelio, la que tienes.

AURELIO.

Grande necesidad es la que paso.

NECESIDAD.

Rotos traes los zapatos y el vestido.

AURELIO.

Zapatos y vestido tengo rotos.

NECESIDAD.

En un pellejo duermes, y en el suelo.

AURELIO.

En el suelo me acuesto, y en un pellejo.

OCASION.

Pues yo sé, si quisieses, que hallarias
Ocasion de salir dese trabajo
Muy presto, sin contraste, á poca costa.

AURELIO.

Pues yo sé, si quisiese, que hallaria
Ocasion de salir deste trabajo
Muy presto, sin contraste, á poca costa.

OCASION.

Con no mas que querer á tu ama Zara,
O con dar muestras solo de querella.

AURELIO.

Con no mas de querer bien á mi ama,
O fingir que la quiero, me bastaba.
Mas quién podrá fingir lo que no quiere?

NECESIDAD.

Necesidad te fuerza á que lo hagas.

AURELIO.

Necesidad me fuerza á que lo haga.

OCASION.

Quán rica es para tí, y quan hermosa!

AURELIO.

Quán rica y quán hermosa que es mi ama!

NECESIDAD.

Y liberal, que hace mas al caso,
Que te dará á montón lo que quisieres.

AURELIO.

Y siendo liberal y enamorada,
Darame todo quanto le pidiere.

OCASION.

Estraña es la ocasion que se te ofrece.

AURELIO.

Estraña es la ocasion que se me ofrece,
Mas no podrá torcer mi hidalga sangre,
De lo que es justo, y á sí misma debe.

OCASION.

Quién tiene de saber lo que tu haces?
Que un pecado secreto aunque sea grave,
Cerca tiene el remedio y la disculpa.

AURELIO.

Quién tiene de saber lo que yo hago?
Y un pecado secreto, aunque sea grave,
Cerca tiene el remedio y la disculpa.

OCASION.

Y mas, que la ocasion mil ocasiones
Te ofrecerá secretas y escondidas.

AURELIO.

Y mas, que á cada paso se me ofrecen
Infinitas secretas ocasiones.
Cerrar quiero con una. Aurelio, paso,
Que no es de caballero lo que piensas,
De lo que á Cristo y á su sangre debes.

NECESIDAD.

Misericordia tiene y tubo Cristo,
Con que perdona siempre las ofensas
Que por necesidad pura se hacen.

AURELIO.

Pero bien sabe Dios que aqui me fuerza
Pura necesidad, y esta reciba
El cielo por disculpa de mi culpa.

OCASION.

Ahora es tiempo, Aurelio, ahora puedes
Asir á la ocasion por los cabellos,
Mira quan blanda, dulce y amorosa
La mora hermosa viene á tu mandado.

Sale ZARA.

ZARA.

Aurelio, solo estás?

AURELIO.

                    Y acompañado.

ZARA.

De quién?

AURELIO.

         De un amoroso pensamiento.

ZARA.

Quién fue la causa?

AURELIO.

                   Si te la dixese,
Podrá ser que ya no me llamases
Riguroso ó cruel desamorado.

NECESIDAD.

Obrando va tu fuerza, compañera.

OCASION.

Pues no ha de obrar? Escucha en lo que pára.

ZARA.

Sigueme, Aurelio, y entremos en mi casa.

Vase.

AURELIO.

Sí seguiré, señora, que ya es tiempo
De obedecerte, pues que soi tu esclavo.

NECESIDAD.

Por tierra va, Ocasion, el fundamento
Del bizarro cristiano, yá se rinde.

OCASION.

Tales combates juntos le hemos dado.
Entremonos con Zara en su aposento,
Y allá de nuevo, quando Aurelio entrare,
Tornaremos á dalle tientos nuevos.

Entranse NECESIDAD y OCASION, y queda AURELIO.

AURELIO.

Aurelio, dónde vas? para dó mueves
El vagaroso paso? quién te guia?
Con tan poco temor de Dios te atreves
A contentar tu loca fantasia?
Las ocasiones faciles y leves
Que el lascivo regalo al alma invia,
Tienen de persuadirte y derribarte,
Y al vano y torpe amor blando entregarte.
Es este el levantado pensamiento,
Y el proposito firme que tenias,
De no ofender á Dios, aunque en tormento
Acabases tus torpes tristes dias?
Tan presto has ofendido y dado al viento
Las justas y amorosas fantasias,
Y ocupas la memoria de otras vanas,
Deshonestas, infames, y livianas?
Vaya lexos de mí el intento vano,
Afuera pensamiento mal nascido,
Que el loco enredador de amor insano
De otro mas limpio amor será rompido,
Cierto, cristiano soy, y he de vivir cristiano;
Y aunque á terminos tristes conducido,
Dadivas, promesas, ó astucias y arte,
No harán que un punto de mi Dios me aparte.

Sale FRANCISQUITO cautivo.

FRANCISCO.

Has visto, Aurelio, á mi hermano?

AURELIO.

Dices Juanico?

FRANCISCO.

              Sí.

AURELIO.

Poquito ha que le ví.

FRANCISCO.

O santo Dios soberano.

AURELIO.

Padeceis algun tormento?

FRANCISCO.

Sí, una fatiga
Que no sé como la diga
Segun la pena que siento.
Y no querais saber mas
Para entender mi cuidado,
Sino que mi hermano ha dado
El anima á satanas.

AURELIO.

Ha renegado por dicha?

FRANCISCO.

Dicha llamas renegar?
Si él lo viene á efectuar,
Ello será por desdicha.
Ha dado ya la palabra,
Que esto, hermano, es lo que siento,
De ser turco, y este intento
Con regalos siempre labra.

AURELIO.

Vesle, Francisco, á do asoma;
Bizarro viene por cierto.

Entra JUANICO, vestido como turco bizarro.

FRANCISCO.

Estos vestidos le han muerto:
Que él, qué sabe de Mahoma?

AURELIO.

Vengais norabuena, Juan.

JUAN.

No sabeis que ya me llamo:

AURELIO.

Cómo?

JUAN.

     Ansi como mi amo.

FRANCISCO.

En qué modo?

JUAN.

            Soliman.

FRANCISCO.

Tosigo fuera mejor,
Que envenenára aquel hombre
Que á este ha mudado el nombre.
Qué es lo que dices, traidor?

JUAN.

Pero poquito de aquesto,
Que yo lo diré á mi amo,
Porque Soliman me llamo,
Me amenaza, bueno es eso.

FRANCISCO.

Abrazame, dulce hermano.

JUAN.

Hermano, de quando acá?
Apartese el perro allá,
No me toque con la mano.

FRANCISCO.

Porqué conviertes en lloro
Mi contento, hermano mio?

JUAN.

Ese es grande desvario:
Hay mas gusto que ser moro?
Mira este galan vestido
Que mi amo me le ha dado,
Y otro tengo de brocado
Muy mas rico y mas pulido.
Alcuzcuz como sabroso,
Corbeta de azucar bebo,
Y el carden, que es dulce, bebo,
Y el pilao, que es provechoso,
Y en valde trabajaré
De aplacarme con tu lloro;
Mas si tú quieres ser moro,
A fe que lo acertarás,
Toma mis consejos sanos
Y veraste mejorado;
Y quedaos, porque es pecado
Hablar tanto con cristianos.

Vase con mucha gravedad, haciendo burla.

AURELIO.

Hay desventura igual en todo el suelo!
Qué red tiene el demonio aqui tendida,
Con que estorba al cristiano ir al cielo!

FRANCISCO.

O tierna edad, quan presto eres vencida!
Siendo en esta Sodoma requestada
Y con falsos regalos combatida.

AURELIO.

O quan bien la limosna es empleada
En rescatar muchachos, que en sus pechos
No está la santa fe bien arraigada!
O si de hoy mas en caridad deshechos
Se viesen los cristianos corazones,
Y fuesen en el dar no tan estrechos,
Para sacar de grillos y prisiones
Al cristiano cautivo, especialmente
A los niños de flacas intenciones!
Esta santa obra en sí tan excelente,
Que en ella sola estan todas las obras
Que al cuerpo y alma tocan juntamente.
Al que rescatas, de peligro cobras;
Reduces á su patria al peregrino,
Quitasle de cien mil y mas zozobras,
De hambre que le aflige de contino,
Y de la insufrible sed y de consejos,
Que procura cerrarles el buen camino,
De muchos y continuos aparejos
Que aqui tiene el demonio, con que toma
A muchachos estraños, y aun á viejos.
O fementida seta de Mahoma,
Ancha, lasciva, poco escrupulosa,
Con qué facilidad los simples doma!

FRANCISCO.

Mandasme, buen Aurelio, alguna cosa?

AURELIO.

Dios te guie, Francisco, ten paciencia;
Que la mano bendita poderosa
Curará de tu hermano la dolencia.

Entra SILVIA.

SILVIA.

Dó vas, Aurelio, dulce amado esposo?

AURELIO.

A verte, Silvia, pues tu vista sola
Es el perfeto alivio á mis trabajos.

SILVIA.

Tambien á verte yo, mi caro Aurelio,
Es el remedio de mis graves penas.

Abrazanse y salen sus amos.

ZARA.

Perra, esto se sufre ante mis ojos?

IZUF.

Falso, traidor, esclavo con la esclava?

ZARA.

No, no, señor, no tiene culpa Aurelio,
Que al fin es hombre, sino aquesta perra esclava

IZUF.

La esclava no, señora, este malvado,
Forzador, inventor de mil embustes,
Tiene la culpa destas desverguenzas.

ZARA.

Si esta lamida, si esta descarada,
No diera la ocasion, no se atreviera
Aurelio á ansi abrazarla estrechamente.

AURELIO.

No por cierto, señores, no ha nacido
Nuestra desenvoltura de ocasiones
Lascivas segun dan las muestras dello,
Sino que á Silvia le rogaba ahora
Me hiciese una merced, que ha muchos dias
Que se la pido, y no por mi interese,
Y ella tambien á mí me havia persuadido
Que un servicio le hiciese, que conviene
Para servir mejor la casa vuestra,
Y por havernos concedido entrambos
Aquello que pedia el uno al otro,
En señal de contento nos hallastes
De aquel modo que vistes, abrazados,
Sin manchar los honestos pensamientos.

IZUF.

Es verdad esto, Silvia?

SILVIA.

                       Verdad dice.

IZUF.

Que le pediste tú á él?

SILVIA.

                       Poco te importa
Saber lo que yo á Aurelio le pedia.

ZARA.

Concediotelo al fin?

SILVIA.

                    Como yo quise.

IZUF.

Entraos á dentro, que por fuerza os creo,
Porque si no os creyese, convendria
Castigar vuestra culpa con mil penas. Vanse.
Sabreis, señora, que en este mismo punto,
Viniendo por el Zoco, me fue dicho
Como el Rey me mandaba que llevase
A Silvia y á Aurelio á su presencia,
Y tengo para mí, que algun tresleño
Y mal cristiano, que á los dos conoce,
Al Rey debe de haver ya declarado
Como son de rescate estos cautivos,
Y como el Rey está tan mal conmigo,
Porque aceptar no quise el cargo y honra
De reparar los fosos y murallas,
Quieremelos quitar sin dubda alguna.

ZARA.

El remedio que en esto se me ofrece,
Es advertir á Aurelio que no diga
Al Rey que es caballero, sino un pobre
Soldado que iba á Italia, y que esta Silvia
Es su muger, y si esto el Rey resiste,
No querra por el tanto que costaron,
Quitartelos, que el precio es muy subido.

IZUF.

Muy bien dices, señora: bien, entremos
Y demos este aviso á los dos juntos.

Entranse, y salen á poner un estrado con quatro almohadas para el REY, donde se sienta, y salen acompañandole quatro ó cinco moros, y tambien sale delante el chiquillo renegado JUANICO.

REY.

De ira y de dolor hablar no puedo,
Y es la ocasion de mi pesar insano
El ver que Don Antonio de Toledo
Ansi se me ha escapado de la mano.
Los Arraces ufanos, con el miedo
Que yo no les tomase su cristiano,
A Tituan con priesa lo llevaron,
Y en siete mil ducados le tallaron.
Un tan ilustre y rico caballero
Por tal vil precio distes, vil canalla?
Tanto os acudiciastes al dinero?
Tan grande os pareció que era la talla,
Que le añadistes otro compañero,
El qual solo pudiera bien pasalla?
Francisco de Valencia no podia
Pagar solo por sí mayor quantia?
En fin, favorecióle la ventura
Que pudo mas que no mi diligencia,
Que esta es la que concluye y asegura
Lo que no puede hacer humana ciencia.
Conocieron en tiempo y coyuntura,
Y huyeron de no verse en mi presencia,
Que si yo á Don Antonio aqui hallara,
Cinquenta mil ducados me pagara.
Del conde de Alba hermano es, y sobrino
De una principalisima Duquesa,
Y en perderse perdió en este camino
Ser General en una ilustre impresa.
Airado el cielo, se mostró benigno
En hacerle cautivo, y darse priesa
A darle libertad por tal rodeo,
Que no pudo pedir mas el deseo.
Pero pues ya no puede remediarse,
El tratar mas en ello es escusado.
Mirad si viene alguno á querellarse.

MORO.

Señor, aqui está Izuf el renegado.

REY.

Entre, con intencion de aparejarse
A obedecer en todo mi mandado,
Sino, á fe que le trate en mi presencia
Qual merece su necia inobediencia.
Dónde están tus cautivos?

IZUF.

                         Allá fuera.

REY.

Quánto diste por ellos?

IZUF.

                       Mil ducados.

REY.

Yo los daré por ellos.

IZUF.

                      No se espera
De tu valor agravios tan sobrados.

REY.

En esto me replicas?

IZUF.

                    Da siquiera
Algun alivio en parte á mis cuidados.
El esclavo te doy, Rey, sin dinero,
Y dexame la esclava, por quien muero.

REY.

Tal osaste decir, cristiano infame?
Llevalde abaxo, y dalde tanto palo
Hasta que con su sangre se derrame
El deseo que tiene torpe y malo.

IZUF.

Dame, señor, mi esclava, y luego dame
La muerte en fuego, en hierro, en gancho ó palo.

REY.

Quitadmele delante, acabad presto.

IZUF.

Por pedir mi hacienda soy molesto?

Aqui sacan al Cautivo que se huyó, y le cogieron, y sacanle con una cadena.

MORO.

Mi zara fugir.

REY.

Dónde ibas, di, cristiano?

CAUTIVO.

                          Procuraba
Llegarme á Oran, si el cielo lo quisiera.

REY.

Dónde cautivaste?

CAUTIVO.

                 En el Almadraba.

REY.

Tu amo?

CAUTIVO.

       Ya murió, que no debiera,
Pues me ha dexado en poder
De una tan braba muger,
Que no la iguala una fiera.

REY.

Español eres?

CAUTIVO.

             En Malaga nacido.

REY.

Bien lo muestras en ser tan atrevido,
O tu Raxa caud, dalde seiscientos palos
En las espaldas muy bien dados,
Y luego le dad otros quinientos
En la barriga, y en los pies cansados.

CAUTIVO.

Tan sin ley ni razon tantos tormentos
Tienes para el que huye, aparejados?

REY.

Chito, Chifuz, Brequede, atalde,
Abrilde, desollalde, y aun matalde,

Metenle.

No sé que raza es esta destos perros
Cautivos Españoles. Quién se huye?
Españoles. Quién no cura de los yerros?
Españoles. Quién hurtando nos destruye?
Españoles. Quién comete otros errores?
Españoles: en cuyo pecho el cielo influye
Un animo indomable, acelerado,
Al bien y al mal contino aparejado.
Una virtud en ellos he notado,
Que guardan su palabra sin rebeses;
Y en esta mi opinion me han confirmado
Dos caballeros Sosas, Portugueses:
Don Francisco tambien ha asigurado
Que tiene el sobrenombre de Meneses,
Los quales sobre su palabra han sido
Enviados á España, y lo han cumplido.
Don Fernando de Ormaza tambien fuese
Sobre su fe y palabra, y asi ha hecho,
Un mes antes que el termino cumpliese,
Tal paga, con que quedo satisfecho:
Con darles libertad sin interese
Sé que acrecientan mi provecho,
Que como van sobre su fe prendados,
Pidoles los rescates tresdoblados.
Bayran, sal allá fuera y llama luego
Un cristiano de Izuf,
Que quiero que grangee en su sosiego
Por ver si mi opinion es verdadera,
De pérdida y ganancia es este juego.

BAYRAN.

Señor, del bien hacer siempre se espera
Galardon, y si falta en este suelo,
La paga se dilata para el cielo.

Entra AURELIO.

REY.

Ya sé quien eres, cristiano,
Tu virtud, valor, y suerte,
Y sé que presto has de verte
En el patrio suelo Hispano.
Esta Silvia es tu muger?

AURELIO.

Si señor.

REY.

         Y adonde ibas
Quando en las aguas esquibas
Perdiste todo el placer?

AURELIO.

Yo te lo diré, señor,
En verdaderas razones.
De otro Rey y otras prisiones
Fui yo esclavo, que fue amor.
Desta Silvia enamorado
Andube un tiempo en mi tierra,
Y la fuerza desta guerra
Me ha traido á este estado.
Cumpli en esto mi deseo,
Y pensando ir á Milan,
Truxome el hado á este afan
De esclavitud, do me veo.

REY.

No pierdas la confianza
En esta vida importuna,
Pues sabes que de fortuna
La condicion es mudanza.
Yo te daré libertad
A tí y á Silvia al momento,
Si teneis conocimiento
De pagar tal voluntad.
Mil ducados he de dar
Por los dos, y lo que quiero
Que me deis dos mil, empero
Haveismelo de jurar.
Y asi sobre vuestra fe
Os partireis luego á España.

AURELIO.

Señor, á merced tamaña
Qué gracias te rendiré?
Yo prometo de inviallos
Dentro de un mes sin mentir,
Aunque los sepa pedir
Por Dios, ó sino roballos.

REY.

Pues luego os aparejad,
Y la primera saetia
Tomad de España la via,
Que á los dos doy libertad.

AURELIO.

El suelo y cielo te trate
Qual merece tu bondad,
Y toma mi voluntad
Por prenda de mi rescate.
Que yo perderé la vida
O cumpliré mi palabra,
Que este bien ya escarba y labra
En mi sangre bien nacida.

MORO.

Señor, un navio viene.

REY.

De qué parte?

MORO.

             Gavia tiene.

REY.

Debe ser de mercancia.

MORO.

Mi señor, ansi se suena,
Que la mercancia es buena.

REY.

Si es limosna?

MORO.

              Si será.

REY.

Vamos. Tú, Aurelio, procura
Tu partida, y ten cuidado
De aquello que me has jurado.

AURELIO.

Crezca el cielo tu ventura.
Gracias te doy, eterno Rey del cielo,
Que tan sin merecerlo has permitido
Que por la mano de quien mas temia,
Tanto bien, tanta gloria me ha venido.

Entra FRANCISCO cautivo, y luego los otros tres.

FRANCISCO.

Albricias, caro Aurelio, que es llegado
Un navio de España, y todos dicen,
Que es de limosna, cierto, en el qual viene
Un frayle Trinitario, cristianisimo,
Amigo de hacer bien, y conocido,
Porque ha estado otra vez en esta tierra
Rescatando cristianos, y dió exemplo
De una gran cristiandad y gran prudencia.
Su nombre es Fray Juan Gil.

AURELIO.

                           Mira no sea
Fray Jorge de Olivares, que es de la orden
De la Merced, que aqui tambien ha estado,
De no menos virtud y entendimiento,
Tanto, que ya despues que obo despendido
Veinte mil ducados que traia,
En otros siete mil quedó empeñado.
O caridad estraña, ó santo pecho!

SAAVEDRA.

Qué buen dia, compañeros,
La limosna está en el puerto,
Mi remedio tengo cierto,
Porque aqui me traen dineros.

SEBASTIAN.

No tengo bien ni le espero,
Ni en mi tierra siento quien
Me pueda hacer algun bien.

OTRO.

Pues yo no me desespero.

FRANCISCO.

Dios nos ha de remediar,
Hermanos, mostrad buen pecho,
Que el Señor que nos ha hecho,
No nos tiene de olvidar.
Roguemosle como á padre
Nos vuelva, y á nuestra Señora,
Pues es nuestra intercesora
Su madre, que es nuestra madre.
Porque con su santo medio
Nuestro bien está seguro,
Que ella es nuestra fuerza y muro,
Nuestra luz, nuestro remedio.

SAAVEDRA haciendo oracion.

SAAVEDRA.

Vuelve, Virgen santisima Maria,
Tus ojos, que dan luz y gloria al cielo,
A los tristes que lloran noche y dia,
Regando con sus lagrimas el suelo.
Socorrednos, bendita Virgen pia,
Antes que este mortal corporeo velo
Quede sin alma en esta tierra dura,
Y carezca de usada sepultura.

SEBASTIAN.

Virgen bendita, que del Padre eterno
Fuiste escogida, para dar el fruto
Que quebrantó las puertas del infierno,
Y del primer pecado quitó el luto,
Vuelve tu rostro piadoso y tierno
A la grande miseria, y al tributo
Que aqui pasamos en tan triste calma,
Pues está en peligro cada dia el alma.

OTRO.

En vos, Virgen dulcisima Maria,
Entre Dios y los hombres medianera,
De nuestro mar incierto cierta guia,
Virgen, entre las virgenes primera,
En vos, Virgen y madre, en vos confia
Mi alma, que sin vos en nadie espera,
Que me haveis de sacar con vuestras manos
De dura servidumbre de paganos.

AURELIO.

Si yo, Virgen sagrada, he merecido
De tu misericordia bien tan alto,
Quándo podré mostrarme agradecido,
Tanto, que no quede corto y falto?
Recibid mi deseo, que subido
Sobre un cristiano obrar, dará tal salto,
Que toque ya, olvidado deste suelo,
El alto trono del impirio cielo.
Y en tanto que se llega el tiempo y punto
De poner en efecto mi deseo,
Al ilustre auditorio que está junto,
En quien tanta bondad decierno y veo,
Si ha estado mal sacado este trasunto
De la vida de Argel y Trato feo,
Pues es bueno el deseo que he tenido,
En nombre del autor, perdon les pido.

FIN DE LA COMEDIA.