The Project Gutenberg eBook of Traidor, inconfeso y martir This ebook is for the use of anyone anywhere in the United States and most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this ebook or online at www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you will have to check the laws of the country where you are located before using this eBook. Title: Traidor, inconfeso y martir Drama histórico en tres actos y en verso Author: José Zorrilla Release date: May 12, 2025 [eBook #76073] Language: Spanish Original publication: Madrid: R. Velasco, Impresor, Marqués de Santa Ana, 11, dup.º, 1917 Credits: Ramón Pajares Box. (This book was produced from images generously made available by The Internet Archive / University of North Carolina at Chapel Hill.) *** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TRAIDOR, INCONFESO Y MARTIR *** NOTA DE TRANSCRIPCIÓN * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han convertido a MAYÚSCULAS. * Los errores de imprenta han sido corregidos. * La ortografía del texto original ha sido modernizada de acuerdo con las normas publicadas en 2010 por la Real Academia Española. * Las abreviaturas y los nombres de los personajes han sido expandidos para mayor facilidad de lectura. * Los leísmos y laísmos que no afectan a la rima han sido corregidos. * Las páginas en blanco han sido eliminadas. TRAIDOR, INCONFESO Y MÁRTIR Los comisionados y representantes de la _Sociedad de Autores Españoles_ son los encargados exclusivamente de conceder o negar el permiso de representación y del cobro de los derechos de propiedad. — Droits de représentation, de traduction et de reproduction réservés pour tous les pays, y compris la Suède, la Norvège et la Hôllande. — Queda hecho el depósito que marca la ley. TRAIDOR, INCONFESO Y MÁRTIR DRAMA HISTÓRICO en tres actos y en verso _escrito expresamente_ PARA EL BENEFICIO DE DOÑA MATILDE DÍEZ POR DON JOSÉ ZORRILLA OCTAVA EDICIÓN MADRID R. Velasco, Impresor, Marqués de Santa Ana, 11, dup.º TELÉFONO, NÚMERO 551 1917 REPARTO PERSONAJES ACTORES DOÑA AURORA Doña Matilde Díez. GABRIEL ESPINOSA Don Julián Romea. DON RODRIGO DE SANTILLANA, alcalde de casa y corte Don Antonio Barroso. DON CÉSAR DE SANTILLANA, capitán de jinetes del primer tercio de Flandes Don Florencio Romea. ARBUÉS Don Patricio Sobrado. BURGOA Y NAO D’ANDRADE EL MARQUÉS DE TAVIRA EL DOCTOR N. UN ESCRIBANO UN ALGUACIL UN CRIADO DE BURGOA _Alguaciles, soldados y criados_ La escena en los dos primeros actos, pasa en una posada de Valladolid, y en el tercero en Medina del Campo, en el año 1594 de N. S. J. C. ACTO PRIMERO Antesala de una posada de Valladolid. Puerta en el fondo, que da al exterior. Dos a la izquierda, que dan al interior. Ventana a la derecha. ESCENA PRIMERA BURGOA, que aparece; un CRIADO, que sale por el fondo. CRIADO Señor amo. BURGOA ¿Qué hay? CRIADO Un hombre. BURGOA ¿Qué quiere? CRIADO Veros. BURGOA Que pase. CRIADO Entrad aquí, seor hidalgo. ESCENA II BURGOA y el MARQUÉS, embozado. MARQUÉS Buenas noches. BURGOA Dios le guarde. MARQUÉS ¿Eres tú el huésped? BURGOA Yo soy. MARQUÉS ¿Luis Burgoa? BURGOA Y Nao d’Andrade. MARQUÉS ¿Portugués? BURGOA Lo canta el nombre: De Alfontes en el Algarbe. MARQUÉS Paisanos somos. BURGOA ¿Sois vos también?... MARQUÉS Escúchame y cállate. BURGOA Callo y escucho. MARQUÉS Esta noche vendrá a pedirte hospedaje en esta posada un hombre, cuyas señas voy a darte para que no le equivoques. Edad, cuarenta años; traje negro, cabello rapado, barba crecida, semblante pálido, mirada de águila, sonrisa triste, andar grave. BURGOA Con tantas señas, señor, que le equivoque no es fácil. MARQUÉS Aún faltan más; una dama en su compañía trae de apenas diecisiete años, y haciendo veces de paje, viene sirviéndoles a ambos un veterano de Flandes, en quien, por más que se afana por tosco labriego en darse, se revelan a la legua las costumbres militares. Lo mismo sea sentirles a tus puertas acercarse, con luz y sombrero en mano saldrás hasta los umbrales: mandarás de sus caballos cuidar, y sus equipajes subir a los aposentos mejores que puedas darles. Les servirás a su antojo los más sabrosos manjares, y los vinos más añejos, y entretanto que ocuparen cuarto en tu posada, en ella no recibirás a nadie. Yo toda entera la alquilo para ellos. Ahí va parte del gasto que hacerte puedan; cuando esa suma se acabe, te rellenaré esa bolsa: lo que sobre, para gajes del huésped y de los mozos. Adiós, y silencio, Andrade. BURGOA Un momento, caballero, ¿Y si ese hombre preguntare quién paga su gasto? MARQUÉS Nada digas. BURGOA ¿Y si se obstinase en saberlo? MARQUÉS Guardarás silencio, y la cuenta al darme, tu silencio y sus porfías pondrás como cantidades en guarismos, y yo solo veré las sumas totales. Pero ten cuenta, Burgoa: porque el oro que aquí ganes crecerá con tu prudencia y te se irá con tu sangre; porque indiscreciones de oro con hierro es bien que se atajen, y fortuna que se canta siempre se la lleva el aire. BURGOA Señor... MARQUÉS Adiós, que no quiero que aquí si llegan me hallen. (_Vase_). ESCENA III BURGOA; después DON CÉSAR BURGOA ¡Aventura más extraña! alguna apuesta, algún lance de amor: pero ¿qué me importa a mí? Lo que es indudable es que el bolsillo está lleno de doblillas; ¿para gajes las que sobren? ¡Bah! lo menos ciento por veinte. Adelante. DON CÉSAR (_Saliendo_). Buenas noches. BURGOA ¿Qué se ofrece? DON CÉSAR Hablar con el dueño. BURGOA Habladle. DON CÉSAR ¿Eres tú? BURGOA Yo mismo. DON CÉSAR ¿Estamos solos? BURGOA Sí. DON CÉSAR Atento estame. Tres personas a tu puerta vendrán muy pronto a apearse; un hombre galán, de pálido rostro y de noble talante, una dama tan hermosa como pintan a los ángeles, y un escudero que tiene mezcla de asistente y paje. Dale lo mejor que tengas, como a príncipes regálales: lo que no poseas, cómpralo, y en el precio no repares. Ahí tienes doscientos pesos en oro: cuando los gastes en su servicio, me pides más, y si sobran, por gajes te los embolsas, con ceros sumas y cuentas cabales. BURGOA Caballero, perdonad: pero habéis llegado tarde. DON CÉSAR No te entiendo. BURGOA Un embozado que salía cuando entrabais os ha ganado la mano; y para esos personajes por quien os interesáis, con palabras semejantes a las vuestras ha alquilado y pagado el hospedaje de mi casa con el oro de este bolsillo: miradle. DON CÉSAR ¿Y quién es ese embozado? BURGOA No le conozco. DON CÉSAR ¿Su traje, su porte, ni sus palabras indicios no pueden darte de quién sea? BURGOA No, señor militar; ni su semblante vi jamás, ni haber oído recuerdo en ninguna parte su voz. DON CÉSAR ¿Es joven o viejo? BURGOA ¿No le habéis visto? DON CÉSAR En la calle estaba ya cuando yo llegaba a tu puerta, y casi no puse atención en él. BURGOA Es un señor respetable, de barba gris, noble y rico. DON CÉSAR ¿Noble y rico? ¿De qué sabes que lo es si no le conoces? BURGOA Dan en él lo muy bastante a conocer la riqueza, su oro y modo de darle, y la nobleza, además, de su tono y de sus frases, el aroma que se exhala de su valona y sus guantes. DON CÉSAR Pues, señor, ¡cómo ha de ser! Dijiste bien, llego tarde. Réstame, pues, solamente mis ofertas reiterarte: emplea ese oro a gusto de quien lo da, y lo que falte yo lo abono: y a otra cosa, que el tiempo vuela. Melquiades, acomoda los caballos en la cuadra. BURGOA Dispensadme, capitán; no puede ser. DON CÉSAR ¿Por qué? BURGOA Porque no hay vacante un solo pesebre en ella. DON CÉSAR Pues en ese caso dame un cuarto a mí y una cama, y que se vaya Melquiades con los caballos. BURGOA Tampoco puedo serviros. DON CÉSAR ¡Bergante! ¿Intentas burlas conmigo? BURGOA ¡Dios me libre de burlarme de tan gallardo mancebo! Mas tengo orden terminante de aquel embozado incógnito de no recibir a nadie por esta noche en mi casa, más que a ellos. Excusadme, pues, capitán. DON CÉSAR (_Se sienta_). Pues entonces dame un bocado que el hambre me satisfaga y un trago que me remoje las fauces. BURGOA Señor, todo está comprado, y nos cansamos en balde. Pues que por esos viajeros os interesáis, dejadles libre la casa, y no hagáis que yo a mi palabra falte. DON CÉSAR El caso es que a mí me importa en esta casa quedarme por esta noche, y es fuerza que me quede. BURGOA Pues en grave compromiso me ponéis si os quedáis, y por mi parte por cuantos medios me ocurran estoy dispuesto a evitarle. DON CÉSAR ¿De modo que te propones en la plazuela plantarme en una noche como esta, con frío tal, oro y hambre? BURGOA Sí, señor. DON CÉSAR ¿Sin más razones? BURGOA Os llevo dadas bastantes. DON CÉSAR Pues señor, lo siento mucho; mas fuerza es que te se alcance, pues no eres tonto, que cuando muestro empeño semejante en hospedarme en tu casa, no vine para marcharme de ella otra vez despedido como un buhonero errante. BURGOA Pues mirad cómo ha de ser. DON CÉSAR Así: toma, y lee si sabes. (_Le da un papel_). BURGOA ¿Y qué es esto? DON CÉSAR Lee. BURGOA (_Leyendo_). «Dará Luis Burgoa Nao d’Andrade alojamiento en su casa número dos de la calle de la Antigua, al capitán del primer tercio de Flandes don César de Santillana, con seis jinetes». DON CÉSAR Cabales. Burgoa, en nombre del rey vas a ofrecerme de balde lo que por oro me niegas. BURGOA La boleta haré que os cambien a cualquier costa. DON CÉSAR Será trabajo inútil; es tarde. BURGOA No importa, tengo dineros y muy buenas amistades hoy en el Ayuntamiento. DON CÉSAR Pues Burgoa, no las canses inútilmente esta noche; porque a más de que es mi padre juez de la chancillería, y de casa y corte alcalde, tengo seis hombres y un escudero, incapaces de obedecer otras órdenes que las que yo quiera darles, que del umbral de la puerta no permitirán que pases. Conque cede a mis razones, que son a fe terminantes, y dame luz, cena y cuarto, que con ese personaje misterioso, seré yo solamente el responsable de todo, en nombre del rey. BURGOA Callo al rey. DON CÉSAR Y muy bien haces, que contra el rey nadie es cuerdo en oponerse. Melquiades, toma luz y desensilla a Bayardo: a acomodarme voy en algún cuarto bajo, para que cuando llegaren esos huéspedes, en casa ya pagada no me hallen. BURGOA Capitán, pues no hay remedio, yo os ruego, con la más grande humildad, que os alojéis en una sala que cae al huerto que tengo a espalda de la casa. DON CÉSAR Que me place te digo el alojamiento. Vamos allá. BURGOA (_Los dos a la puerta_). Hacia esta parte y en el fin del corredor veréis una puerta grande que da sobre esta escalera: tomad el farol que arde en el descanso; bajadla, y Andrés os dará la llave de vuestro cuarto, y decidle que a vuestras gentes os llame. Yo os enviaré buena cena y fuego. DON CÉSAR Dios te lo pague. (_Vase_). ESCENA IV BURGOA; después DON RODRIGO BURGOA Santillana y capitán, y de los tercios de Flandes y con la boleta en regla y espada de gavilanes, ¿quién le resiste? El incógnito se hará cargo del percance, y tendrá su compañía que sufrir y resignarse. Contra el rey nadie es valiente. DON RODRIGO (_Entrando_). ¡Ah de esta casa! BURGOA Adelante. DON RODRIGO ¿Sois el dueño de ella? BURGOA Soy Luis Burgoa. DON RODRIGO Dios le guarde. BURGOA Mil gracias; lo mismo digo. ¿Qué se ofrece? DON RODRIGO Que oiga y calle. Esta noche a esta posada vendrá un viejo a apearse con una dama encubierta y un escudero; hospedadles con mucho agrado y servidles sin dudar cuanto demanden: su gasto corre por cuenta del rey, y desde el instante en que vuestra casa ocupen, de ellos, de sus equipajes y cuanto les pertenezca, seréis vos el responsable. Dejaréis entrar a todos los que por él preguntaren: a todos, quienquier que fueren; mas no dejaréis a nadie volver a salir. Abajo tenéis unos militares alojados, y las órdenes competentes voy a darles para que os presten auxilio, y en caso de apuro guarden las puertas. Conque silencio y adiós; volveré más tarde. BURGOA Señor, vuestra autoridad, sea cual fuere, excusadme que os pregunte a quién la honra tengo de hablar. DON RODRIGO Al alcalde Rodrigo de Santillana. BURGOA ¡Jesucristo! DON RODRIGO Dios le guarde. ESCENA V BURGOA ¡Dios nos asista! Con un Santillana era bastante para su mal; pero ¿juntos el capitán y el alcalde pisándoles los talones? Ya, ya están frescos los tales viajeros. Los Santillanas... Raza de réprobos; aves de mal agüero; golillas todos; búhos de las cárceles y de las horcas, que solo pronosticar pueden males. Santillanas..., ¡fuego en ellos y en quien a casa los trae! No hay portugués que no tenga con ellos cuentas. Mas baste, que Dios dirá. Gente llega. ¡Andrés! (_Al ir a entrar por el fondo, sale Arbués de viaje, enlodado_). ESCENA VI BURGOA y ARBUÉS ARBUÉS No hay que incomodarse, patrón; somos gente llana mis amos y yo, y a nadie gustamos de dar que hacer. ¿Hay aposentos capaces, limpios y con buenas camas para una dama, su padre, su escudero y dos criados? BURGOA Sí, señor, los hay; y tales que no habrá en palacio muchos que en lo limpio les alcancen. ARBUÉS Pues poned en uno luces para la dama. BURGOA Que bajen; voy a mandar por los trastos que traigáis. ARBUÉS Que no se cansen vuestros mozos; ya los nuestros suben con los equipajes. (_Suben los mozos con baúles_). ¿Dónde los pondrán? BURGOA Allí, en esos cuartos. ARBUÉS (_A los mozos_). Llevadles, pues. BURGOA ¿Y la dama? ARBUÉS Se está despidiendo de su padre. BURGOA ¿Pues qué, no se queda en casa con ella? ARBUÉS Sí, mas tiene antes que entregar unos breviarios a un primo suyo que es fraile en San Pablo, y tardará tal vez, mas no hay que esperarle. BURGOA Marta, Ginés, a esa dama alumbrad. (_Sale doña Aurora_). ARBUÉS Ya llegan tarde, patrón. BURGOA ¡Qué! ¿Sin aguardar que la sirvan?... ARBUÉS Si es más ágil que un lancero, y nunca se anda con cumplimientos. ESCENA VII ARBUÉS, BURGOA y DOÑA AURORA BURGOA (_Aparte_). (Buen talle, garboso andar, y ¡qué hermosa! Dijo bien cuando a los ángeles la comparó el capitán). DOÑA AURORA ¿Sois el huésped? BURGOA Ordenadme, señora; yo soy. DOÑA AURORA ¿Hay fuego en mi aposento? BURGOA Y bujía, y puede vueseñoría disponer de él desde luego y de toda mi posada. Os mandaré a mi mujer que os sirva. DOÑA AURORA No es menester; yo me sirvo sola, y nada necesito. ¿Arbués? ARBUÉS Señora. DOÑA AURORA Cuando vuelva, aunque sea tarde, me avisarás. ARBUÉS A la hora en que llegue. DOÑA AURORA (_A Burgoa_). Dios os guarde. BURGOA ¿Tomaréis un refrigerio, un tentempié, para abrigo del estómago? DOÑA AURORA ¿No os digo que nada quiero? (_Vase por la izquierda_). BURGOA ¡Qué imperio! ESCENA VIII ARBUÉS y BURGOA BURGOA ¿Y vos no cenáis? ARBUÉS Poco ha que comimos y costumbre no tenemos. BURGOA A la lumbre podéis venir, que la habrá buena en el hogar. ARBUÉS No tengo frío; podéis sin reparos cuando queráis acostaros; porque mi amo, os lo prevengo, de que le sirva no gusta nadie más que yo, que sé sus mañas. BURGOA Tenéis a fe buen trabajo. ARBUÉS ¡Bah! Se ajusta cada cual al que le toca en esta vida: yo estoy a su servicio y le doy cumplimiento..., y punto en boca, que tengo sueño. Dejad la llave a mano y a abrir bajaré, cuando venir le sienta; que echen, mandad, pienso a los caballos, yo de este sillón haré lecho. BURGOA ¿Dormiréis ahí? ARBUÉS ¿Pues no? Es costumbre y ya estoy hecho. BURGOA Pues para cuando me acueste ahí queda la llave, y vos os gobernaréis. ARBUÉS Adiós, pues. BURGOA Descansad. (¡Mala peste me coja si yo me acuesto sin ver a ese hombre quedar dentro de casa!). (_Vase_). ARBUÉS Cerrar no está demás. (_Cierra la puerta del fondo_). ESCENA IX ARBUÉS; después DON CÉSAR ARBUÉS En mi puesto heme ya. (_Se sienta en el sillón y llaman a la puerta del fondo_). Han llamado. DON CÉSAR (_Dentro_). ¿Arbués? ARBUÉS ¿Por mi nombre? ¿Quién será? DON CÉSAR Alférez Arbués. ARBUÉS ¿Quién va? DON CÉSAR Abre a un amigo. ARBUÉS ¿Quién es? DON CÉSAR El capitán Santillana. ARBUÉS ¿Don César? DON CÉSAR Sí, date prisa, Arbués, que nos interesa. ARBUÉS (_Abre_). ¡Válame la soberana Virgen! ¡Vos, mi capitán! DON CÉSAR No malgastemos, Arbués, nuestro tiempo. ARBUÉS Hablad: ¿qué hay, pues? DON CÉSAR Las bocacalles están tomadas alrededor y conmigo hay seis soldados en esta casa apostados. ARBUÉS ¿Y qué? DON CÉSAR Que es a tu señor a quien buscan. Si Gabriel los umbrales de ella pasa, Arbués, dentro de esta casa todos sois presos con él. ARBUÉS No os dé pena, capitán; mi amo, que lo sabe todo, de hacer encontrará modo inútil todo ese afán. DON CÉSAR El asunto no es materia de chanzas; en la partida sé yo que le va la vida. ARBUÉS ¡Diablo! DON CÉSAR La cuestión es seria. Registrarán su equipaje y hasta la misma persona; y si razón no le abona terminante, aquí su viaje concluye, porque al misterio de su vida dar alcance quiere el rey. ARBUÉS ¿El rey? DON CÉSAR El lance ves que no puede más serio ser. Mi padre, don Rodrigo, me ha encomendado su guarda, diciéndome que le aguarda pronto y ejemplar castigo. Hasta ahora, a lo que creo, de sus poderes abusa la justicia, pues le acusa a ciegas su buen deseo. Mas he oído una expresión, que, a probarse con certeza, le va a costar la cabeza, sea impostura o ambición. Óyeme ahora. El destino, por su bien o por mi mal, me une a su sino fatal y me arroja en su camino. Instinto y veneración por él en mi pecho ruegan, y por Aurora me ciegan cariño y adoración. En el nombre de la ley a espiarle a Madrigal me enviaron, y cumplí mal con las órdenes del rey. Desde Madrigal os sigo. ARBUÉS Lo sabíamos. DON CÉSAR Tiempo es de que sepamos, Arbués, a qué atenernos. Conmigo es preciso que Gabriel hable esta noche. Es forzoso que este arcano misterioso penetre a la par con él. Hay de un misterio tremendo en su existencia la duda; siempre me tendrá en su ayuda, mas que se explique pretendo. Yo quiero de cualquier modo salvarle; quiero que a prueba ponga mi fe y que me deba su porvenir, en fin, todo quiero comprenderlo, y sea quien fuere, noble o villano, vil traidor o soberano coronado, que en mí vea un fiel amigo, un apoyo presto a dividir con él desde el sitial de un dosel, hasta de la tumba el hoyo. ARBUÉS Que os ciega amor bien se ve. DON CÉSAR Arbués, si su amor merezco y si mi mano la ofrezco... ARBUÉS No la admitirá. DON CÉSAR ¿Por qué? ARBUÉS Porque es Espinosa un hombre que no quiere que se una ni hombre alguno a su fortuna, ni nombre alguno a su nombre. DON CÉSAR Yo los males que le afligen acepto y sus opiniones, sin pedir de ellas razones. Y si ocultarme su origen les importa, nunca el nombre preguntaré de mi esposa; sea honrada y cariñosa, y nada habrá que me asombre. ARBUÉS Estáis loco, capitán. ¿Queréis con un pastelero emparentar? DON CÉSAR Arbués, quiero salir de una vez de afán. Te he dicho que mi destino me lleva tras de Gabriel. ARBUÉS Pues es fuerza que huyáis de él; echad por otro camino. DON CÉSAR ¡Arbués! ARBUÉS Yo sé lo que digo. Vuestro ayo fui; soy ya viejo y daros puedo un consejo; tomadle que es de un amigo. Cumplid vuestra obligación sin tropezar con Gabriel, y el misterio que hay en él dejad en su corazón. Para vuestro amor, de roca será su alma, y recelo que no os dará ni consuelo ni satisfacción su boca. DON CÉSAR Pues qué, ¿hace ese hombre un agravio impunemente? ARBUÉS Lo que hace no sé, mas no satisface jamás. DON CÉSAR Pues bien, si su labio satisfacción no me da, yo le haré que hable sin gana con mi acero. ARBUÉS Santillana, en silencio os matará. DON CÉSAR ¿A mí? ARBUÉS Tal creo en conciencia. DON CÉSAR ¿Tiene algún filtro Gabriel? ARBUÉS No; mas acaso con él pelea la omnipotencia. Don César, tened a raya vuestra locura y tomad mi consejo: abandonad la senda por donde él vaya. DON CÉSAR No puedo. ARBUÉS Una indiscreción muy sandia sé que cometo; mas voy a ser indiscreto, porque tengo os obligación. DON CÉSAR Habla, habla. ARBUÉS Ese Gabriel Espinosa, el pastelero, tiene más de caballero de lo que aparenta él. Tres años ha que le sigo de su favor obligado, que honra y vida me ha salvado, y más que dueño es mi amigo. DON CÉSAR ¿Pero quién es? ARBUÉS Voy a ello. Quién es... ¡sábenlo él y Dios! Cuanto sé yo de él vais vos a saber, mas bajo sello guardadlo siempre. DON CÉSAR Concluye. ARBUÉS Escuchad, pues, lo que sé, y vos veréis de él a fe si en pro o en contra os arguye. Él sabe todas las leyes, cuenta todas las historias, los desastres y las glorias de los europeos reyes. Él conoce los blasones como un rey de armas; él mide las noblezas; él decide sobre razas y opiniones; y tales fuerzas alcanza, que con precisión certera monta un potro a la carrera y hace astillas una lanza en el aire. DON CÉSAR ¡Jesucristo! Eso se cuenta también de don... (_Arbués le tapa la boca con la mano_). ARBUÉS No digáis de quién; de él yo lo cuento, y lo he visto. Y en fin, os diré un secreto: ¿Conocíais a Quiñones, el teniente de dragones? DON CÉSAR Sí. ARBUÉS Sabéis que era el respeto de los diestros en la esgrima, porque jamás estocada le hirió, mientras que su espada veinte muertes le echó encima. DON CÉSAR Sí. ARBUÉS No ignoraréis que muerto en Madrigal se le halló; pues bien, Gabriel le mató riñendo. DON CÉSAR ¿Cierto? ARBUÉS Tan cierto, capitán, como es de noche. De Gabriel en la hostería con el alférez comía yo una tarde, cuando un coche paró a sus puertas, y de él un embozando bajando se entró hasta allí preguntando si estaba en casa Gabriel. Salió este; y el forastero, que ser mostraba en su porte un gran señor de la corte, llevó la mano al sombrero al ir a hablarle; Quiñones, de quien sabéis la insolencia, con aquella impertinencia peculiar de los matones, dijo: «¡Hola! ¿Esas tenemos?». Mas no bien le oyó Gabriel, cuando, viniéndose a él, le asió por los dos extremos del collarín del coleto, diciendo: «¡Hola, seor espía! ¡Yo os haré, por vida mía, que me guardéis el secreto!». Y con muñeca de hierro, zarandeándole de un lado a otro, le echó derribado bajo el banco como a un perro. El teniente, puesto apenas en pie, echó mano al acero yéndose hacia el pastelero, quien con miradas serenas y voz grave e imperiosa nos dijo: «Echémonos fuera»; y echamos por la escalera los tres en pos de Espinosa. Detrás de unos paredones que hay debajo del camino, parose; fue su padrino el otro, y yo el de Quiñones. Capitán, juro a mi honor que no he visto tal destreza jamás, ni tanta firmeza, serenidad y valor. Era un maestro el teniente; pero a las cuatro paradas tenía tres estocadas; rugía de ira, y valiente atacaba; mas escrito debió estar: tendiose a fondo Gabriel, y cayó redondo Quiñones sin dar un grito. DON CÉSAR ¿Y Espinosa? ARBUÉS Ni un rasguño sacó; en silencio su espada limpió, que estaba manchada de sangre hasta el mismo puño, y envainándola con calma, nos dijo: «Quede lo hecho sepultado en nuestro pecho, y que Dios perdone su alma». Y volviéndose a entrar otra vez en la hostería, no ha vuelto desde aquel día a Quiñones a mentar. Ahora, señor Santillana, pues sabéis que hondo cariño os cobré desde muy niño, y os guardo afición cristiana, creed a un amigo viejo: por delante de Gabriel pasad sin topar con él; y agradecedme el consejo. DON CÉSAR Es tarde, y retroceder no quiero. Resuelto a todo vengo, y de uno u otro modo esta noche le he de ver. ARBUÉS Yo no os lo puedo impedir; pero hacéis mal, os lo advierto. DON CÉSAR Más quiero por él ser muerto que sin Aurora vivir. ARBUÉS Allá os las hayáis. DOÑA AURORA (_Dentro_). ¡Arbués! ARBUÉS Pronto, marchaos; es ella. DOÑA AURORA (_Dentro_). ¡Arbués! (_Arbués quiere obligar a don César a irse_). DON CÉSAR Déjame la huella besar de sus castos pies. ARBUÉS ¡Capitán! ESCENA X DOÑA AURORA, DON CÉSAR y ARBUÉS DOÑA AURORA (_Saliendo_). Oyendo estoy a Arbués hablar ha una hora. ¿Es mi padre? DON CÉSAR No, señora. DOÑA AURORA ¡El capitán! DON CÉSAR Sí, yo soy. ARBUÉS Ver al señor pretendía. Le dije que ausente estaba; insistía él, porfiaba yo, y por eso se oía hablar aquí, doña Aurora. DOÑA AURORA Anduviste descortés con el capitán, Arbués. ARBUÉS Vuestro padre... DOÑA AURORA Sin demora me debiste de avisar de su llegada, y al punto saliera yo. DON CÉSAR Sea asunto concluido: él atajar debió mi prudente paso. DOÑA AURORA Si vos salís en su abono yo su falta le perdono. (_A Arbués, que se va_). Sal. ESCENA XI DON CÉSAR y DOÑA AURORA DOÑA AURORA ¿Puedo saber acaso la causa que aquí os obliga a presentaros ahora? DON CÉSAR Es un secreto, señora; perdonad que no os lo diga. Confiarlo solo debo a vuestro padre. DOÑA AURORA (_Retirándose_). En tal caso... DON CÉSAR (_Deteniéndola_). Aguardad. DOÑA AURORA Decid. DON CÉSAR Acaso vais a enojaros. DOÑA AURORA Me atrevo a esperar de vuestro honor, que no me osará decir nada que no pueda oír sin peligro o sin rubor. DON CÉSAR Nada, señora, ¡yo os juro por la honra en que nací, que nada oiréis de mí que no sea noble y puro! DOÑA AURORA Hablad, pues. DON CÉSAR Que fui, sospecho, torpe por demás, señora, si no habéis visto hasta ahora el arcano de mi pecho. DOÑA AURORA ¿Cómo queréis que comprenda secretos que en él guardáis, si no me los reveláis? DON CÉSAR Si en los ojos una venda de indiferencia y rigor no os hubiérais puesto, Aurora, me ahorrarais hacer ahora la relación del amor. DOÑA AURORA ¿Conque amáis? DON CÉSAR Con frenesí. DOÑA AURORA ¿Pues y a quién? DON CÉSAR A un ángel. DOÑA AURORA ¡Oh! ¿Y os paga? DON CÉSAR Creo que no. DOÑA AURORA ¿Lo sabe? DON CÉSAR Creo que sí. DOÑA AURORA ¿Se lo habéis dicho? DON CÉSAR Jamás. DOÑA AURORA ¿Por qué? DON CÉSAR Porque es mi pasión, más que amor, veneración; idolatría quizás. Es un amor que no tiene en su vil naturaleza un átomo de impureza; amor que del cielo viene. Es un innato cariño tan casto como profundo, tan puro como el armiño, tan inmenso como el mundo. Sin otro bien, ni otro dueño, ni más afán, ni más guía en la tierra, noche y día con él vivo, con él sueño. Un amor sublime, santo; mas tan tirano, tan fiero, que sus fuerzas considero a mis solas con espanto; porque no hay ley, no hay deber que pueda mi corazón al poder de mi pasión con ventajas oponer. Si la que amo me dijera: «Sé traidor, véndete esclavo», mi fe llevando hasta el cabo me infamara y me vendiera. DOÑA AURORA ¡Jesús, qué amor tan horrendo! ¿Dónde adquirido lo habéis? DON CÉSAR ¿Os reís? DOÑA AURORA ¿Pues qué queréis si os estáis contradiciendo? DON CÉSAR ¿Dó está la contradicción? DOÑA AURORA ¡Pues ahí es nada! ¿Un cariño tan puro como el armiño, una sagrada pasión, de cuyo infernal poder creéis que os llegue a obligar vuestro rey abandonar, la libertad a vender? DON CÉSAR Sin vacilar un momento. DOÑA AURORA ¿Porque una mujer os ame consentís en ser infame, traidor y esclavo? DON CÉSAR Consiento. DOÑA AURORA Haceos un poco atrás. DON CÉSAR ¿Por qué? DOÑA AURORA Esa pasión que tanto ponderáis, más que amor santo, es amor de Satanás. DON CÉSAR ¡Infeliz del corazón que tal amor no comprende! DOÑA AURORA Más lo es en el que se enciende la llama de tal pasión. DON CÉSAR ¡No os mofarais de ella así si la comprendierais, no! DOÑA AURORA ¿Y quién os dice que yo no guardo ese amor en mí? DON CÉSAR (_Sorprendido_). ¡Vos! DOÑA AURORA Don César, solo Dios amor tan ciego merece. DON CÉSAR Amor es Dios, y enloquece. DOÑA AURORA Y loco estáis. DON CÉSAR (_Se arrodilla_). ¡Ah! Por vos. DOÑA AURORA ¡Insensato! DON CÉSAR Por vos, sí; yo os amo, Aurora, os adoro. DOÑA AURORA ¿Pues creéis que yo lo ignoro? DON CÉSAR ¡Cielos! (_Álzase del suelo, acercándose a Aurora_). DOÑA AURORA (_Apartándose_). No lleguéis a mí. DON CÉSAR ¿Me rechazáis? DOÑA AURORA ¡A fe mía! Yo acepto vuestro respeto, mas no quiero ser objeto de una torpe idolatría. No soy más que una mujer, y del Criador hechura; solo como criatura estimada quiero ser. DON CÉSAR Esas palabras, Aurora, que una esperanza me dan... DOÑA AURORA Si tal creéis, capitán, olvidadlas desde ahora. DON CÉSAR Me confundís, y no sé unir con vuestra bondad vuestro rigor. DOÑA AURORA En verdad que yo tampoco sabré tal arcano descifraros. Lo que sí os sabré decir es que no puedo admitir vuestro amor; mas sin reparos mi amistad toda os ofrezco, Creedme: Dios me es testigo de que os quiero por amigo, mas por galán, no os merezco. DON CÉSAR ¡Cómo! DOÑA AURORA Os lo diré mejor, y no me guardéis encono: vuestra amistad ambiciono, vuestra pasión me da horror. DON CÉSAR Me asombráis. DOÑA AURORA Es un arcano que penetrar no podemos; galán, jamás nos veremos; amigo, aquí está mi mano. (_Doña Aurora le tiende la mano_). DON CÉSAR ¡Ah! Os entiendo. Compasión os causó mi amor, y ahora burlaos os plugo, Aurora, con mi pobre corazón. Mas esta mano que estrecho sobre él, y que llevo al labio... (_Va a besar la mano; doña Aurora se lo impide_). DOÑA AURORA La boca le hará un agravio; no la levantéis del pecho. DON CÉSAR Ese tono... DOÑA AURORA Es harto serio. DON CÉSAR No os comprendo. Si es capricho de vuestro humor... DOÑA AURORA Ya os lo he dicho, capitán: es un misterio que yo no entiendo tampoco. DON CÉSAR Pues yo lo penetraré. DOÑA AURORA ¿Cómo? DON CÉSAR A vuestro padre haré que me lo explique. DOÑA AURORA Estáis loco. DON CÉSAR En eso parar espero con vuestras contradicciones. DOÑA AURORA Pues oídme unas razones terminantes, caballero. DON CÉSAR Hablad. DOÑA AURORA Me habéis ponderado vuestra acendrada pasión, y vais en mi corazón a saber lo que hay guardado. Hay un amor casto, ciego, de mi pecho en la guarida, tan largo como mi vida, tan ardiente como el fuego. Amor de goces tan suaves, tan exento de dolores, como el olor de las flores, como el cantar de las aves. Este amor es un cariño tan ajeno de impureza, como el que a tener empieza naciendo a su madre el niño. Hoguera es de inmenso ardor; mas de su llama tranquila no se extingue ni vacila el constante resplandor. En el duelo, en la ventura, en la inquietud y en la calma siempre en el fondo del alma como una estrella fulgura; y brilla su claridad en su centro solitario cual lámpara en un santuario, cual faro en la tempestad. DON CÉSAR ¿Amáis? DOÑA AURORA Amo a un noble ser de quien ignoro hasta el nombre; le amo todo cuanto a un hombre puede amar una mujer. Le amo desde que le vi; le amo con toda mi fe, y al sepulcro bajaré con su amor dentro de mí. Con él sueño, con él vivo; lo que él desea, apetezco; lo que aborrece, aborrezco; y mi corazón cautivo de su sola voluntad, a ella no más obedece; él me dice: «Ama, aborrece», y amo y odio sin piedad. Me dijo: «De ese mancebo serás amiga.» Y yo os digo que vos sois mi único amigo, porque él lo quiere, y yo debo quererlo; y si él me dijera: «Véndete, esclava», ¡por Dios os juro que, como vos por mí, por él me vendiera! Ya mi secreto sabéis. Respetad de él, comedido, lo que no hayáis comprendido; y si no os satisfacéis con las razones que os dan, haced cuenta, en conclusión, que nací sin corazón. Buenas noches, capitán. DON CÉSAR Esperad. DOÑA AURORA Ni un solo instante; el alma leal que abrigo franca está para el amigo y muerta para el amante. (_Vase por la izquierda, cerrando la puerta_). ESCENA XII DON CÉSAR ¡Ama a un hombre, cuyo nombre no conoce! Fascinada está su alma, enamorada por él. ¿Y quién es ese hombre? Un año hace que los sigo y a nadie he visto jamás llegar. ¡Un enigma más de los que llevan consigo! Con él sueña, con él vive, lo que él desea apetece; él manda, y ella obedece y ser de su ser recibe. ¡Oh! Sí: lo expresaban bien sus ojos, su voz, su gesto. Sí, encierra un amor funesto su corazón. Pero ¿a quién? ¡Ama a un hombre misterioso de quien hasta el nombre ignora! ¿Ama y no a mí? ¡La traidora! ¡Sandio de mí! Estoy celoso. Celoso, y tal vez acecha la muerte aquí a ese Gabriel de Espinosa. ¡Cielos! ¿Si él?... ¡Él!... ¡Estúpida sospecha! Su padre... ¿Y si no lo es? ¿Si el misterio y soledad que guardan de liviandad fuera un velo infame? Arbués. ESCENA XIII DON CÉSAR y ARBUÉS ARBUÉS Aquí estoy. DON CÉSAR Pronto, responde: Aurora a otro hombre ama. ¿Quién es? Di. ¿Cómo se llama? ¿Adónde está ahora? ¿Adónde le vio? ¿Cuándo? ARBUÉS Capitán, ya os previne que acercaros a nosotros era echaros en un abismo de afán; y ya lo veis; un instante nada más que habéis hablado con ella, os ha trastornado corazón, juicio y semblante. DON CÉSAR La amo, Arbués, y estoy celoso. Dime por tu vida, Arbués. ¿Sabes bien si Gabriel es su padre? ARBUÉS ¡Pues es chistoso! DON CÉSAR ¡Ay! de la duda la hiel me emponzoña el corazón. ARBUÉS Pues no perdáis la ocasión de consultarla con él. DON CÉSAR ¿Llega? ARBUÉS Le siento venir. DON CÉSAR ¿Cómo? ARBUÉS Acostumbra a silbar recio. DON CÉSAR ¿Y silbó? (_Llaman: aldabonada_). ARBUÉS De llamar acaban. DON CÉSAR Ve, pues, a abrir. (_Vase Arbués por el fondo llevando la llave_). Es forzoso: le hablaré; la vida en ello le va. Si se obstina..., mas no a fe, primero le salvaré y Dios amanecerá. ESCENA XIV DON CÉSAR, ARBUÉS y GABRIEL embozado GABRIEL ¡Hola, señor capitán! DON CÉSAR Os aguardaba. GABRIEL ¿Qué hay, pues? DON CÉSAR Solos. GABRIEL Déjanos, Arbués. ESCENA XV DON CÉSAR y GABRIEL GABRIEL Podéis hablar. DON CÉSAR Tal vez van mis palabras a causaros extrañeza. GABRIEL No lo espero. DON CÉSAR Muy claro con vos ser quiero. GABRIEL Pues no os andéis con reparos. Con cuanta más claridad habléis, vos, a mi entender os debo yo comprender con mayor facilidad. DON CÉSAR Yo soy... GABRIEL (_Interrumpiéndole_). Os conozco bien: adelante. DON CÉSAR En Madrigal me acantoné de orden real... GABRIEL Para guardarme; también lo sé: adelante. DON CÉSAR Hoy en pos de vuestros pasos... GABRIEL Venís por lo mismo; me decís cosas que sé como vos. DON CÉSAR Pues bien: lo que según creo ignoráis vos todavía, os diré. GABRIEL ¡Por vida mía, capitán, que yo deseo que algo nuevo me digáis! DON CÉSAR Pues oíd. GABRIEL Estoy atento. DON CÉSAR La casa en este momento está cercada, y estáis preso en ella. GABRIEL Ya lo sé. DON CÉSAR ¿Conque sabiéndolo ya entrasteis? GABRIEL Pues claro está. DON CÉSAR ¿Por voluntad? GABRIEL Ya se ve. DON CÉSAR ¿Luego confiáis?... GABRIEL En Dios primero, y después en mí. DON CÉSAR ¿Sabéis que os acusan? GABRIEL Sí. DON CÉSAR ¿De un delito?... GABRIEL (_Interrumpiéndole_). No, de dos. DON CÉSAR ¿Sabéis cuáles? GABRIEL Sí por cierto. DON CÉSAR Pues a lo que se murmura, cualquiera de ellos... GABRIEL Segura trae mi sentencia: soy muerto. DON CÉSAR ¿Con ella os chanceáis? GABRIEL Sí tal. DON CÉSAR ¿Podréis probar?... GABRIEL Una cosa. DON CÉSAR ¿Que sois?... GABRIEL (_Interrumpiéndole_). Gabriel Espinosa, pastelero en Madrigal. DON CÉSAR Podrán dudarlo tal vez. GABRIEL ¿Por qué? DON CÉSAR Porque lo desmiente vuestro gentil continente, y es muy receloso el juez. GABRIEL Dios me hizo así, y en mi mano no está cambiar de figura. DON CÉSAR Diz que andáis con mucha holgura para ser solo un villano. GABRIEL Soy rico. DON CÉSAR Querrán papeles que os acrediten de tal. GABRIEL Resmas tengo en Madrigal de los de envolver pasteles. DON CÉSAR ¿Hay algunos con pinturas? GABRIEL Mil. DON CÉSAR ¿Son estampas de santos? GABRIEL Hay de todo. DON CÉSAR ¿Y entre tantos, hay conocidas figuras? GABRIEL ¿Echáis menos, capitán, alguna? DON CÉSAR No; mas ha un rato que el juez buscaba un retrato fiel del rey don Sebastián. GABRIEL Siento no tener ninguno. DON CÉSAR Pues creo que el juez pretende deteneros, porque entiende que lleváis sobre vos uno. GABRIEL ¿Qué habría en que le llevara, para que en mí se encarnicen los golillas? DON CÉSAR (_Mirándole atentamente_). Es que dicen que le lleváis en la cara. GABRIEL Ni es tan deforme la mía, ni osara yo andar por cierto con la cara que un rey muerto usaba cuando vivía. DON CÉSAR Pues la justicia cree ver en vos semejanza tal con él, que de vos muy mal sospecha. GABRIEL ¡Cómo ha de ser! (_Un momento de pausa_). DON CÉSAR Yo os cobré afecto: fiad vuestro secreto de mí, y al depositarlo aquí lo echáis en la eternidad. GABRIEL Mozo, si tuviera un día que fiar algo a algún hombre, creed, os juro a mi nombre, que de vos lo fiaría. DON CÉSAR Fiadme ese nombre, pues. GABRIEL Gabriel: lo acabáis de oír. DON CÉSAR ¡Os obstináis en morir! GABRIEL Ley de los que nacen es. DON CÉSAR ¡No me entendéis! GABRIEL ¡Vive Dios! Ni vos me entendéis tampoco a mí. DON CÉSAR Pareceisme loco. GABRIEL Y a mí mentecato vos. Porque a la verdad, mancebo, grima me da contemplaros, así el seso devanaros por decirme algo de nuevo. Tras de tanto ir y venir, ¿no habéis echado de ver que yo no quiero entender lo que me queréis decir? ¿Os figuráis que viví entre el pueblo catorce años, sin percibir los extraños cuentos que corren de mí? ¿Pensáis que es esta la vez primera que en mí repara el vulgo, y que cara a cara me veo yo con un juez? Venid acá, pobre niño. ¿Pensáis que no conocí que en vos germinó hacia mí un simpático cariño? Yo como en un libro leo claro en vuestro corazón, y bien de vuestra afición la causa escondida veo. Sé que a mí os atrae un nudo cuyo mágico poder, os hace ante mí poner vuestro pecho por escudo. Pero su atracción oculta resistid; porque os advierto que ese nudo con un muerto os estrecha y os sepulta. Resistid; porque un ser soy que infesto el lugar que habito, que cuanto toco marchito y asolo por donde voy. DON CÉSAR ¿Qué me importa? El horror mismo del misterio que hay en vos de sí me arrebata en pos, y ciego voy a su abismo. GABRIEL ¡Mancebo! DON CÉSAR Con vos iré por doquiera que vayáis. Oídme, y cuando sepáis mi secreto... GABRIEL Ya lo sé. DON CÉSAR ¿Qué sabéis? GABRIEL Cuanto ha pasado por vuestro pecho hasta ahora. No ignoro nada: de Aurora sé que estáis enamorado. Sé que por ella me habláis, y que tras ella venís, y que por ella vivís, y que con ella soñáis. ¿Creéis que en vuestro semblante no he conocido al entrar que la acababais de hablar? Y en vuestro mustio talante, ¿creéis que no entiendo acaso que el amor de vuestro pecho al declararla, no ha hecho de vuestras palabras caso? DON CÉSAR ¡Caballero! GABRIEL ¡Qué demonio! De todo estoy enterado, hasta de que habéis pensado pedírmela en matrimonio. DON CÉSAR Sí, que mi amor... GABRIEL (_Interrumpiéndole_). Sé que es grande, profundo, honesto y leal: pero es un amor fatal, imposible. DON CÉSAR Que os demande por qué dejad. GABRIEL Lo primero, porque si mal no me fundo, no os quiere ella: lo segundo, porque yo tampoco quiero. DON CÉSAR ¡Me escarnecéis! GABRIEL ¡No, por Dios! ¿Y a qué viene el enojaros? ¿No queréis que hablemos claro? Pues claro os hablo yo a vos. DON CÉSAR ¡Ea, pues! Claros hablemos, y sepamos de una vez a qué atenernos. GABRIEL ¡Pardiez! No alcéis la voz, que podemos a las gentes de la casa despertar, y creer pueden cosas que aquí no suceden, capitán. DON CÉSAR Lo que aquí pasa es que quiero penetrar el misterio que os rodea y que es fuerza que así sea; porque no he de tolerar en calma, como un villano, que tan sin razón los dos, despreciéis mi amistad vos y vuestra hija mi mano. Confieso que el alma mía del punto en que os llegó a ver, por vos comenzó a tener misteriosa simpatía. Confieso, sí, que amo a Aurora con amor tan delirante que no hay acción que me espante por ella; mas me devora a par con el del amor, el fuego de un justo enojo, y no quiero a vuestro antojo ceder sin razón mejor. Soy noble, y cuando os ofrezco mi raza unir con la vuestra, que me deis más noble muestra de lo que valéis merezco; porque si no, con derecho tendré por cosa segura, lo que de vos se murmura y lo que yo me sospecho. GABRIEL ¿Y qué es lo que sospecháis? DON CÉSAR Que sois... GABRIEL ¿Quién? DON CÉSAR Un impostor, y que desecháis mi amor... GABRIEL ¿Por qué? DON CÉSAR Porque vos la amáis. GABRIEL ¡Desdichado! DON CÉSAR Una de dos: satisfacedme al momento, o sepulcro este aposento es para mí o para vos. GABRIEL Niño, dándoles gran precio la mayor satisfacción que debo a tu protección y a tu amor, es el desprecio. Ve, pues, si te satisface la de que no los admito, porque el amor no me place, y el favor no necesito. DON CÉSAR ¿Eso a mí? GABRIEL Y antes que te abra sepulcro, entiende que puedo abismarte con un dedo como con una palabra. DON CÉSAR Decídmela. GABRIEL No la esperes. DON CÉSAR Pues bien, quiero en mi despecho ser o muerto o satisfecho. (_Don César desenvaina su espada, yendo contra Gabriel. Este desenvaina la suya, poniéndose en guardia, en cuyo punto aparece Aurora_). GABRIEL Sea, pues que tú lo quieres. ESCENA XVI GABRIEL, DON CÉSAR y DOÑA AURORA; después DON RODRIGO DOÑA AURORA ¡Teneos! DON CÉSAR Todo es en balde. (_La puerta del fondo se abre de repente y sale don Rodrigo, detrás del cual se ven cuatro soldados con mosquetes en la parte exterior de la puerta. Gabriel baja su espada, dando un paso atrás con tal rapidez que el juez no pueda tener tiempo de apercibirse de que estaba en guardia_). DON RODRIGO En nombre del rey. GABRIEL ¿Qué es eso? DON RODRIGO Gabriel Espinosa, preso sed. GABRIEL Lo estoy, señor alcalde. DON RODRIGO ¿Cómo? GABRIEL Ese mozo, sintiendo que aún en vela andaba yo, por esa ventana entró, que me fugara temiendo: hallándome en pie y armado, darme a prisión me intimaba, y mi espada le entregaba cuando vos habéis entrado. DON RODRIGO Vuestras armas y equipaje quedan embargados. (_A don César_). De él y ellas te encargo. Gabriel Espinosa, vuestro viaje no os es dado continuar hasta que duda no quede de quién sois. GABRIEL Su merced puede cuando guste comenzar sus indagaciones. DON RODRIGO Luego interrogar me es preciso testigos; mas, ya os lo aviso, preso estáis. (_A don César_). Con él te entrego aquella mujer. GABRIEL Señora se dice, alcalde: esta dama noble es cual vos, y se llama, por buen nombre, doña Aurora. DON RODRIGO Si es dama y noble, después lo sabremos. GABRIEL ¡Quiera Dios que no os pese luego a vos saberlo! DON RODRIGO Excesiva es vuestra arrogancia. GABRIEL No tanta como tener con vos puedo. DON RODRIGO Nadie a mí me infunde miedo. GABRIEL Pues a mí nadie me espanta. Conque adelante. DON RODRIGO Adelante. Vos a ese cuarto, señora, y vos dad la espada ahora al capitán. GABRIEL Al instante. (_Alargando la espada sin soltarla_). Ahí la tenéis, y os suplico, joven, que si no os enoja, me la guardéis, que es la hoja buena y el puño muy rico. (_Gabriel entrega su espada a don César, quien, al mirarla, exclama asombrado_): DON CÉSAR ¡Jesús! GABRIEL Ved con atención su primor. DON CÉSAR ¡Corona real tiene el pomo! GABRIEL Y el tazón las armas de Portugal. DON RODRIGO ¡Hola! Pondréis a mi alcance cómo hubisteis esa espada. GABRIEL Dadlo por cosa alcanzada: la compré en Cintra de lance. DON RODRIGO (_Acercándose y viendo la espada que tiene don César_). ¡Prenda regia! GABRIEL ¡Por San Juan! Ya lo creo; como que es prenda de un rey portugués: fue del rey don Sebastián. DON RODRIGO (_A don César, aparte_). (César, guárdale, por Dios; porque si se huye, perdemos la cabeza ambos a dos). DON CÉSAR (Ya lo sé.) (_Vase don Rodrigo por la puerta del fondo_). ESCENA XVII GABRIEL y DON CÉSAR. (_Don César va a acercarse a Gabriel con precipitación, este le contiene con un gesto_). GABRIEL No hagáis extremos, que os perdéis. DON CÉSAR ¿Pero sois vos?... GABRIEL ¿Quién? DON CÉSAR Él. GABRIEL Porfiado estás. DON CÉSAR Pero... GABRIEL ¿Y si fuese quizás? DON CÉSAR Muriera por vos, señor. GABRIEL Dormir un poco es mejor. Dejad a Dios lo demás. (_Vase por la izquierda, dejando a don César estupefacto_). FIN DEL ACTO PRIMERO NOTA Las escenas quinta, sexta, séptima, décima y undécima de este acto segundo no hubieran podido ser terminadas por mí sin el eficaz auxilio de mi amigo don José María Díaz, que me ha ayudado a escribirlas, sacándome generosamente del atolladero en que me tenían metido las dificultades de su desempeño. Las variaciones, inversiones y adiciones que después han sufrido, las han dejado tales, que ni el señor Díaz ni yo seríamos probablemente capaces de distinguir en ellas los versos que a cada cual pertenecen; yo no debo, sin embargo, apropiarme la parte que no me corresponde de estas escenas; y si por ventura nuestra el público las aplaude, el señor Díaz tiene derecho a sus aplausos; lo que se complace en decir públicamente su mejor amigo, JOSÉ ZORRILLA ACTO SEGUNDO La misma decoración del acto primero ESCENA PRIMERA DON CÉSAR. Aparece sentado y meditabundo. DON CÉSAR Dijo bien; no pertenece a la tierra el ser de ese hombre. ¡Me fascina, me enloquece! ¡Que en derredor de su nombre gira el mundo me parece! Sí; de cuanto le rodea es el eje, el punto fijo, todo lo demás voltea en torno suyo. Me dijo que iba a dormir, pero vela; no he cesado de sentir sus pasos, por más cautela que puso al ir y venir por su aposento. Recela que le sorprendan; previene cauto el porvenir, y pienso que entre su equipaje tiene objetos que le conviene no mostrar. ¿Es él? ¡Inmenso riesgo corre!... ¿Y si no es? ¡Ay de mí! Siempre es de Aurora padre, hermano..., algo... A través doy con todo; me devora la impaciencia... Llamo, pues. (_Llama a la puerta por donde se fue Gabriel en la última escena del acto primero_). ESCENA II DON CÉSAR y GABRIEL GABRIEL ¿Qué me queréis? DON CÉSAR Advertiros de que mi padre el alcalde vendrá pronto. GABRIEL Será en balde. DON CÉSAR No lo será el preveniros, que toda la noche ha estado declaraciones oyendo de gentes que ha ido prendiendo. GABRIEL Pues el tiempo ha malgastado. DON CÉSAR Vuestra situación es grave. GABRIEL Lo sé. DON CÉSAR Quizás un proceso... GABRIEL Vuestro padre anda ya en eso. DON CÉSAR ¿Culpado saldréis? GABRIEL ¿Quién sabe? DON CÉSAR Mi padre es hombre tenaz. GABRIEL ¡Pues a buena parte viene! DON CÉSAR Es que tal vez os condene. GABRIEL Cumplo la pena y en paz. DON CÉSAR Mas si antes que vuelva él hacer prevención alguna os importa... GABRIEL ¿A mí? Ninguna. DON CÉSAR ¡Señor! GABRIEL Llamadme Gabriel. DON CÉSAR Vos lo dijisteis: secreto nos liga un nudo a los dos, y siento a un tiempo por vos inclinación y respeto. Quisiera una prueba hallar irrecusable que daros de mi fe para obligaros sin recelo a confiar en mí. GABRIEL ¡Vaya! ¡Estáis chistoso, por Dios. En este aposento queríais hace un momento atravesarme furioso, ¿y ahora mi confianza conquistaros pretendéis con ofertas? Ya sabéis que la razón se me alcanza de esa simpatía oculta que me tenéis; y a respeto muéveos solo mi secreto, que vuestra aprensión abulta tanto que seguís mi viaje vos, y a atajarle se arroja el juez, porque se os antoja que soy un gran personaje. DON CÉSAR Las apariencias están por ahora en contra vuestra. GABRIEL Pues la verdad se demuestra con la verdad, capitán. DON CÉSAR Pues bien; antes que un proceso entable el juez contra vos, valiera más, ¡vive Dios!... GABRIEL ¿Que me diera por confeso yo mismo? ¿Que haciendo justo del juez el empeño, diera por supuesto que yo era _no sé quién_, y por dar gusto él al rey, y diversión al populacho, me ahorcara y Aurora por vos quedara? ¿Es esa vuestra cuestión? DON CÉSAR No así abuséis imprudente de ese misterioso influjo que a respeto me redujo para con vos, e insolente mi lealtad y mi amor ultrajéis. Esta es sincera, y mi pasión verdadera, señor. GABRIEL ¡Dale con señor! Vos sois noble y yo villano, vos sois gentil caballero y yo humilde pastelero; decid Gabriel liso y llano. DON CÉSAR Me vais a desesperar. GABRIEL Y vos me vais a aburrir. DON CÉSAR ¡Vos obstinado en fingir! GABRIEL ¡Vos empeñado en hablar! DON CÉSAR ¿Pronto a todo, fascinado que estoy, por vos no miráis? GABRIEL ¿Y os mando yo que tengáis de mi porvenir cuidado? DON CÉSAR Una palabra tan solo. GABRIEL ¿Vais a volver a lo mismo? DON CÉSAR De esperanza en este abismo dadme un rayo. GABRIEL ¿Cuál? DON CÉSAR Sin dolo, prometedme responder a una pregunta. GABRIEL Si puedo, responderé. DON CÉSAR No hayáis miedo que os pueda comprometer la respuesta. ¿Sois de Aurora padre? GABRIEL No conoció más que a mí por padre jamás. DON CÉSAR ¡Oh! ¡No lo sois! GABRIEL En buen hora que no lo soy os diré; mas de este arcano la llave tengo solo. DON CÉSAR ¿Ella no sabe?... GABRIEL Nunca se lo revelé. DON CÉSAR ¿Y la amáis? GABRIEL Mucho; quizás mucho más de lo que debo. DON CÉSAR ¿Conque la guardáis?... GABRIEL ¡Mancebo! DON CÉSAR Sí, para vuestra... GABRIEL Jamás. Pero tened desde aquí y para siempre entendido, que es mujer que no ha nacido para vos ni para mí. DON CÉSAR ¡Cielos! GABRIEL De toda esperanza despedíos. DON CÉSAR ¿Ofrecida está a Dios? GABRIEL No. Está elegida para prenda de venganza. DON CÉSAR ¿Vuestra? GABRIEL Yo no voy en pos de venganzas. DON CÉSAR ¿Es quizás de su familia? GABRIEL De más arriba. DON CÉSAR ¡Del rey! GABRIEL De Dios. DON CÉSAR (¡Imposible atar un cabo! ¡Su ser parece que abarca con la altivez del monarca la abnegación del esclavo!). ESCENA III DON CÉSAR, GABRIEL y un ALGUACIL ALGUACIL Su señoría el alcalde don Rodrigo. DON CÉSAR En el momento volved a vuestro aposento. GABRIEL La entrevista será en balde. ESCENA IV DON CÉSAR y DON RODRIGO DON RODRIGO ¿Seguros ambos? DON CÉSAR Seguros, señor. DON RODRIGO Todo lo recelo de él, que es audaz. DON CÉSAR Sin embargo, no temáis ningún extremo. DON RODRIGO ¿Le has hablado? DON CÉSAR Sí, un instante. DON RODRIGO ¿Y qué dice? ¿Muestra miedo de la justicia? DON CÉSAR Ninguno. DON RODRIGO ¿Bravea, eh? DON CÉSAR Nada de eso; tranquilo está, tal vez tiene de justificarse medios. DON RODRIGO Imposible: en contra suya tengo datos manifiestos. DON CÉSAR ¿Sabéis ya?... DON RODRIGO Nada. Hilo a hilo voy la madeja cogiendo. Parece que hay en la vida de ese hombre tales enredos que, solo a fuerza de maña y paciencia, deshacerlos es posible. Mas no es lo que me trae más inquieto lo intrincado del negocio, que el laberinto estoy hecho a recorrer de las leyes. Acósame el alma empero una agitación, que no sé distinguir con acierto, si es afán o repugnancia, si es duda o presentimiento. Hay un punto de la historia de ese hombre, cuyo misterio del tiempo de mi mayor pesar me trae un recuerdo. DON CÉSAR ¿De cuándo? DON RODRIGO Tú no lo sabes; eras aún pequeñuelo. Luego, estas causas políticas de Portugal me trajeron siempre desgracias. Parece que el destino, con empeño fatal para mí, me pone portugueses siempre en medio de mi camino. Seis años anduve por aquel reino, en comisión especial, los rebeldes persiguiendo, y como todos conspiran contra el rey y su gobierno, yo soy allí detestado. DON CÉSAR ¿Fuisteis quizá muy severo? DON RODRIGO Fui de Felipe segundo leal servidor. Tan terco como ellos en resistirse, fui yo en desplomar sobre ellos todo el rigor de las leyes, y a fe que no me arrepiento. Rebeldes eran: cumplí con mi obligación; mas tengo todavía que volverles cierta partida, y si puedo, quedarán tan bien pagados como yo bien satisfecho. Mas las horas vuelan, César, déjame aquí con el preso. Guarda esa puerta por fuera, y si llamo, acude presto. ESCENA V DON RODRIGO DE SANTILLANA DON RODRIGO Las diligencias primeras terminaron, y el proceso está entablado. ¡Malditos portugueses!... ¡Qué de enredos! Dieciséis, y gente toda de probidad, de respeto y hasta de ciencia, declaran que en el fondo de su pecho existe la convicción de que el trágico suceso es falso, y que están seguros de que en África no ha muerto. Unos en Cintra le han visto, y en Cintra fue donde él mesmo dijo que compró su espada. Otros cruzando le vieron el Tajo una tarde: el fraile dice que en su monasterio le rezó él mismo una misa antes del alba, y a esto para obligarle, del Papa le mostró bula, y que cierto está de que él era: y todos afirman con juramento que fueron a Madrigal y que le reconocieron. Ahora bien, señor alcalde, pise su merced con tiento, que es la tierra escurridiza. O es él, o no: en los decretos de Dios todo cabe, y todo cabe en los humanos yerros. Si en verdad es él, alcalde, no será en verdad muy cuerdo ahorcarle sin dar al rey de todo aviso primero. Si es un impostor..., también le avisaré, y a lo menos si se yerra, entre los dos el error compartiremos. ESCENA VI DON RODRIGO y GABRIEL DON RODRIGO ¡Hidalgo! GABRIEL Más alto pico. DON RODRIGO ¿Caballero? GABRIEL Todavía más alto. DON RODRIGO Su señoría me excuse si no le aplico su título verdadero: mas hablemos un instante, y de hoy para en adelante no erraré en él: porque espero que aquí, y a solas los dos, me diréis la jerarquía que ocupáis. GABRIEL Su señoría espera bien, pues por Dios, que sabiendo yo quién es, debo de hablar sin reparo. DON RODRIGO Eso quiero, que habléis claro. GABRIEL Ya veréis. DON RODRIGO Decidme, pues, señor Gabriel. (_Don Rodrigo va a sentarse a la mesa_). GABRIEL Un momento señor don Rodrigo. DON RODRIGO ¿Qué? GABRIEL ¿Vais a sentaros? DON RODRIGO (_Se sienta_). Sí a fe. (_Gabriel trae con mucha calma una silla, y la coloca frente a la mesa de don Rodrigo_). ¿Qué hacéis? GABRIEL Lo mismo; me siento. DON RODRIGO Yo soy alcalde de corte. GABRIEL Sí; mas no sabéis quién soy yo, y si mal o bien estoy sentado ante vos. DON RODRIGO ¿Del porte audaz que usáis conmigo, buenas razones supongo que me daréis? GABRIEL Me propongo hacerlo así. DON RODRIGO Pues prosigo. GABRIEL Seguid. DON RODRIGO La duda primera que al escucharos me asalta es la de que nombre os falta digno de vuestra alta esfera. GABRIEL Lo tengo. DON RODRIGO Pues no lo sé. GABRIEL Gabriel Espinosa. DON RODRIGO ¿Un tal pastelero en Madrigal? GABRIEL Sí. DON RODRIGO Pues poneos en pie, señor pastelero. (_Gabriel se levanta_). Así: ante el juez solo se sienta quien altos títulos cuenta. GABRIEL Como me sucede a mí. (_Se vuelve a sentar_). DON RODRIGO (_Aparte_). (Ir le tengo de dejar por donde quiera, y a ver). GABRIEL (_Aparte_). (Pienso que mi proceder le empieza a desconcertar). DON RODRIGO ¿Pues cómo oficio tan bajo siendo tan alto elegís? GABRIEL Por vivir, cual vos vivís de la ley, de mi trabajo. DON RODRIGO Mas mi toga y aranceles no deshonran. GABRIEL No a fe mía; pero yo hacer no sabía otra cosa que pasteles. DON RODRIGO (No es lerdo el señor Gabriel). GABRIEL (Astuto es el don Rodrigo). DON RODRIGO (Por aquí nada consigo, pero yo daré con él en tierra al fin). ¡Caballero! GABRIEL Mandad. DON RODRIGO Una relación que os llamará la atención contaros quisiera. GABRIEL Espero que será por lo galana, lo discreta y lo curiosa, la invención más ingeniosa del señor de Santillana. DON RODRIGO Pues oíd. Buen capitán, más que rey, de fe tesoro, allá en las playas del moro murió el rey don Sebastián. ¿Supongo que de una historia tan pública oísteis algo? GABRIEL ¡Si viérais qué poco valgo en esto de la memoria! DON RODRIGO En vuestro horno no me extraña que estéis de noticias falto. GABRIEL Sé que a su muerte, de un salto pasó Portugal a España. DON RODRIGO Justo: más hoy los noveles vasallos, por sacudir sus leyes, dan en decir a los pueblos a ellas fieles que ha sido una usurpación, y pregonan de concierto del rey en África muerto la fausta resurrección. GABRIEL ¡Oiga! No está mal pensado. DON RODRIGO No, mas la dificultad era el dar en realidad con el rey resucitado. Buscósele con esmero, y hallose por toda cosa un tal Gabriel Espinosa, en Madrigal pastelero. GABRIEL Vamos, ya caigo; el error de esta semejanza mía hizo a vuestra señoría creer que soy... DON RODRIGO (_Interrumpiéndole_). Un impostor. GABRIEL ¿Quién lo dice? DON RODRIGO Yo lo digo, y el rey Felipe y el mundo entero. GABRIEL Pues miente el mundo y el rey, y vos, don Rodrigo. DON RODRIGO Inútil es vuestra audacia: testigos tengo allá fuera que os acusan por doquiera por impostor. GABRIEL ¡Vaya en gracia! Mas permitid que os arguya: para llamarme impostor, esa impostura, señor, ha de ser mía y no suya. ¿Y dónde hay hombre capaz de jurar que he dicho yo que era el rey? DON RODRIGO Vos mismo, no. GABRIEL Entonces dejadme en paz. Si yo me parezco a un rey, y el vulgo por rey me tiene, citar al vulgo os conviene, pero no a mí, ante la ley. DON RODRIGO ¡Espinosa! GABRIEL Don Rodrigo, aunque en leyes sois muy ducho, os falta que aprender mucho para habéroslas conmigo. ¿Cree, buen juez, vuestra altiveza, que a ser yo el que habéis pensado estaríais vos sentado y cubierta la cabeza? (_Don Rodrigo se levanta y se descubre conforme va hablando Gabriel_). Rodrigo de Santillana, a ser yo el que habéis creído, hubiérais vos ya salido, ¡vive Dios!, por la ventana. DON RODRIGO (Por quien soy, que me ha turbado. ¿Si contarán con razón lo de la resurrección?). GABRIEL (¡Pobre juez!). DON RODRIGO (No habría osado palabras tan arrogantes decir.) Señor... Si en mal hora... GABRIEL Ni tan bajo como ahora, ni tan alto como antes. DON RODRIGO (Tanta majestad me asombra). Gabriel, quienquier que seáis, manda en mí el rey que digáis quién sois, en fin. GABRIEL Una sombra; y porque acabemos, voy, y afanes para excusaros, señor Santillana, a daros cuenta exacta de quién soy. Nací donde quiso Dios; si de noble raza, bien se demuestra en mí; de quién me importa callar, y a vos saber de mí no os importa; prestadme, empero, atención, pues va a ser mi relación, cuanto complicada, corta. Apenas cumplí la edad que se llama juventud, con loca solicitud, con ciega temeridad, abandoné mis hogares, y en más remoto hemisferio, dueño del mayor imperio, pirata fui de los mares. En ellos, profundo osario de cien bajeles, guerrero alcé mi estandarte fiero de Asia y Europa corsario, y amontoné más tesoros que guarda el mar en su centro y arenas quemadas dentro de sus desiertos los moros. Ebrio con tanta riqueza, dejé mi gente y la mar, queriendo en tierra ostentar mi valor y mi grandeza, y con el nombre supuesto de marqués de Mari-Alba, al lado del duque de Alba gané en sus glorias un puesto y en la cabeza esta herida (_La muestra_); bien es que al que me la abrió, con mi espada le abrí yo las puertas de la otra vida. DON RODRIGO No os daría poca pena después. GABRIEL ¡Fue un fatal desliz!... DON RODRIGO (_Mirándole a la frente_). No es mala la cicatriz. GABRIEL La cuchillada fue buena. No me tendió, sin embargo; el furor me mantenía, y combatí todavía hasta caer, tiempo largo. Mas, harto al fin del oficio de lidiar en tierra firme, licencia para salirme por entonces del servicio al duque de Alba pedí; diómela el duque cortés, y vedla. (_Le da un papel_). DON RODRIGO Su firma es: para el marqués... GABRIEL Para mí. Di, pues, vuelta hacia la corte, sirviéndome mucho en ella, primero mi buena estrella, después mi lujoso porte. Por ese tiempo, de vos nadie hablaba todavía, y a mí el rey me recibía con grande amistad. DON RODRIGO (¡Gran Dios, entonces fue cuando vino el monarca portugués a Castilla! ¿Será, pues, este hombre?). ¿Quién previno más festejos a usarced? GABRIEL No hay por qué ocultarlo al fin; el conde de Medellín con tantos me hizo merced que corresponder no supe, como era mi obligación. DON RODRIGO ¿Y os tuvo tal atención en Madrid? GABRIEL No, en Guadalupe. DON RODRIGO ¿En ese pueblo? GABRIEL Sí tal. DON RODRIGO No recuerdo que de allí... GABRIEL Al rey de España en él vi junto al rey de Portugal. Después..., abrid, Santillana, un paréntesis aquí, y poned en él de mí cuanto mal os diere gana. Básteos saber, don Rodrigo, que perdí mi oro y mi gloria sin que una buena memoria me quedara, ni un amigo. Por tierra extranjera anduve errante, como un bandido, y el pan que en ella he comido que mendigármelo tuve. Mas el desengaño, al fin, ¿qué ánimo feroz no doma? Llegué arrepentido a Roma remando en un bergartín. Visité a Su Santidad; confesión le hice de todo, y el Santo Padre halló modo de absolverme en su piedad, dándome por penitencia de los pecados sin cuento que abrasan mi pensamiento y me abruman la conciencia, que emprendiera el viaje entero del Santo Sepulcro a pie. DON RODRIGO ¿Y lo hicisteis? GABRIEL Por la fe lo juro de caballero. Y aun fue más: Su Santidad me ordenó que renunciara mi jerarquía y que echara mi nombre en la eternidad. He aquí por qué no os lo digo. Penitente le arrojé dentro de ella, y le olvidé para siempre, don Rodrigo. DON RODRIGO ¡Interesante proemio! Y a ser tan cierto... GABRIEL Lo es tanto, que tengo del Padre Santo por testimonio y por premio esta bula. Me conviene que la leáis. (_Le da otro papel_). DON RODRIGO Os la tomo. No está vuestro nombre. GABRIEL ¿Y cómo, si a quien se dio no lo tiene? DON RODRIGO Proseguid. GABRIEL Mi protector, el Papa, en sus santos juicios, utilizar mis servicios imaginó, y fiador constituyéndose mío, me envió a un poderoso Estado, que al verme tan bien fiado fió un bajel a mi brío. Venecia fue nuevamente del corsario protectora; ved de tan noble señora, don Rodrigo, la patente. (_Le da otro papel_). Volví al mar; del africano las costas guardando anduve, y en un combate que tuve los dos dedos de esta mano perdí; mas su nave, hundida, cogí a mi enemigo preso. La mano llevo por eso siempre en el guante metida. El rumbo a Venecia di contento, cuando topé con un barco de no sé qué argelino, resolví abordarle, y por despojo de esta sangrienta jornada, rescaté una desgraciada niña, a quien con noble arrojo defendía un pobre anciano, y a quien, según esperaba, iba a vender por esclava el argelino inhumano. DON RODRIGO ¿Y esa niña es doña Aurora? GABRIEL Que pasa por hija mía. DON RODRIGO ¿Familia, pues, no tenía? GABRIEL Y tiene. DON RODRIGO ¿Por qué hasta ahora no se la habéis vos devuelto? GABRIEL Necesito presentar documentos que probar puedan que es ella, y resuelto estoy conmigo a guardarla mientras tanto. DON RODRIGO ¿Y dónde están los documentos? GABRIEL Vendrán muy pronto; porque entregarla mucho a su padre me importa. DON RODRIGO Pensáis que él os dé... GABRIEL Al contrario: las riquezas del corsario son para ella. DON RODRIGO Porción corta no será. GABRIEL ¡No habrá, a fe mía, quien competirla pretenda! Millones tiene en hacienda, millones en pedrería. DON RODRIGO ¿Dónde? GABRIEL En Venecia. DON RODRIGO ¿Estarán en el poder?... GABRIEL Del Estado; es ahijada del Senado serenísimo, y tendrán que devolvérsela salva sus parientes a Venecia, rica y libre, cual la precia el marqués de Mari-Alba. Ya nuestra historia sabéis. A qué vine a Madrigal y a qué voy a Portugal, indagadlo si podéis. Ni sabréis de mí otra cosa, ni nadie más de mí sabe. Solo Dios tiene la llave del corazón de Espinosa; y si más de lo que digo saber importa a la ley, llevadme a Madrid, el rey me conoce, don Rodrigo. DON RODRIGO (Su altivez en confusión me pone, y su majestad me asombra. ¿Será verdad lo de la resurrección? Si miente, lo hace con tal aplomo y con tanta fe, que a poco más le daré por el rey de Portugal. Mas no ha de quedar por mí. Yo he de apurar este arcano; no dirán que de un villano impostor juguete fui). (_Llama don Rodrigo y habla en secreto con un alguacil, que se vuelve a marchar_). GABRIEL (¿Secretos con el ministro de justicia? Estoy al cabo: tenemos careo; alabo por sorprendente el registro). ESCENA VII DON RODRIGO, GABRIEL y el MARQUÉS DE TAVIRA. (_Gabriel se aparta a un lado, y, sentándose, se mantiene en toda esta escena dando la espalda al marqués_). DON RODRIGO Señor marqués, perdonad si cumpliendo obligaciones de juez... MARQUÉS Vuestras atenciones os agradezco, en verdad; pero advertid que mañana quiero dejar a Castilla, y que el mesón de una villa no es el lugar, Santillana, que me conviene; os prevengo que hombre soy muy principal y de todo Portugal la sangre más limpia tengo. GABRIEL (_Aparte_). (Si mi mente no delira, por Dios, que está en mi presencia la hinchada magnificencia del buen marqués de Tavira.) DON RODRIGO No os he de faltar en nada; mas quiero que me digáis sin doblez cuanto sepáis de aquella fatal jornada de África; corre el rumor por ahí de que no es cierto que don Sebastián ha muerto; y aun hay algún impostor que usurpa su augusto nombre. GABRIEL (_Mirándole_). (Y el gesto y el ademán. ¡Pobre rey don Sebastián si en manos cae de ese hombre!) DON RODRIGO Conque decid, ¿es verdad que en África el rey murió? Que allá estuvisteis sé yo con toda seguridad. Hablad, marqués de Tavira, vuestra nobleza es notoria. No echéis en su ejecutoria el borrón de una mentira. MARQUÉS Inexperto capitán, de mi edad en el vigor esclavo fue mi valor de mi rey don Sebastián. Juntos un mismo bajel a tierras del africano nos llevó; como un hermano al combate fui con él. Un mar de sangre corrió. Pero al partirse la suerte solo el baldón y la muerte a nosotros nos tocó. GABRIEL (No sé por qué la memoria de este lance me enternece y me irrita; no parece sino que cuentan mi historia). MARQUÉS El rey, que escudo y celada tiró para más grandeza de valor, en la cabeza recibió una cuchillada tal, que la frente serena le rajó hasta la nariz. DON RODRIGO (_A Gabriel_). ¡No es mala esa cicatriz! GABRIEL La cuchillada fue buena. DON RODRIGO (_Al marqués_). Seguid. MARQUÉS El rey, nuevo Marte de tan sangrienta jornada, continuó, rota la espada defendiendo su estandarte, hasta que el filo fatal de un yatagán africano, segó de su izquierda mano dos dedos. DON RODRIGO (_A Gabriel_). Si no oí mal, me habéis dicho... GABRIEL (_Con calma y sin volverse_). Que perdí dos dedos en un combate naval. DON RODRIGO Marqués, el remate de la batalla. MARQUÉS Caí bajo un hachazo a los pies de mi rey..., y no viví más; perdí el sentido. DON RODRIGO Quizás al recobrarlo después... MARQUÉS Ya no le hallé; con la luna tomé del mar el camino, maltratado peregrino, caballero sin fortuna, llevando en el corazón el recuerdo de una hazaña que será, no para España, para su rey, un baldón. DON RODRIGO ¡Señor marqués de Tavira! Esa frase infamatoria... MARQUÉS No tendrá mi ejecutoria el borrón de una mentira. DON RODRIGO Conque, en fin, ¿el rey murió? MARQUÉS No lo sé, ¡por vida mía! Si lo supiera os diría, señor alcalde, que no. DON RODRIGO (_Al Marqués, llevándole aparte_). ¿Buena memoria tenéis? MARQUÉS Buena. DON RODRIGO ¿Y vista? MARQUÉS Perspicaz. DON RODRIGO Si vive y le veis, ¿capaz de conocerle seréis? MARQUÉS ¡Si vive habéis dicho! DON RODRIGO Sí. MARQUÉS ¿Tenéis, pues, noticias de él? DON RODRIGO ¿Recibisteis un papel anónimo? MARQUÉS Recibí uno ayer. DON RODRIGO ¿Y qué os decía? MARQUÉS Las señas de un personaje me daban, que iba de viaje y aquí a hospedarse vendría. Mandábanme a un comerciante que me daría dinero para pagar del viajero el gasto, y que en el instante fuera a cobrarlo y corriera con el pago, y tras el tal viajero hacia Portugal la vuelta sin falta diera. DON RODRIGO ¿Y cobrasteis? MARQUÉS Sí cobré. DON RODRIGO ¿Y pagasteis? MARQUÉS ¿Pues cobrado por mí, no fuera pagado? DON RODRIGO Perdonad; ¿e iréis? MARQUÉS Iré. DON RODRIGO ¿Luego sabéis de quién es el anónimo? MARQUÉS Aunque no lo sé, jamás me engañó en uno. DON RODRIGO ¿Os ha escrito, pues, otros? MARQUÉS Varios. DON RODRIGO Sobre asuntos... MARQUÉS Secretos. DON RODRIGO Mas ¿ciertos? MARQUÉS Sí. Siempre que salieron vi ciertos en todos sus puntos. GABRIEL (_Aparte_). (¡Con famosos servidores cuenta el rey don Sebastián! ¡Pobres reyes! ¡Siempre dan con tontos o con traidores!). MARQUÉS Si he concluido, no es cosa de estarme aquí sin provecho. DON RODRIGO Perdonadme que aún insista; mas ya que memoria y vista tenéis, de ese hombre en acecho estad, y del rey en nombre os mando decir, marqués, si le conocéis, quién es. GABRIEL (_Aparte_). (Santillana es todo un hombre). MARQUÉS (_Aparte_). (¿Qué diablos de juego es este? ¡Posición más engorrosa!). DON RODRIGO (_A Gabriel_). Señor Gabriel Espinosa, permitid que os manifieste que habéis descortés andado con el marqués de Tavira, que está mirándoos con ira. GABRIEL ¿Se lo habéis vos ordenado? DON RODRIGO Ved que son los portugueses quisquillosos; despedidle al menos; vamos, decidle cuatro palabras corteses. GABRIEL Voy, pues que vos lo queréis. DON RODRIGO (Yo apuraré la mentira). GABRIEL ¿Señor marqués de Tavira? MARQUÉS ¡Jesucristo! GABRIEL ¿Qué tenéis? MARQUÉS ¡Señor!... ¿Sois vos?... ¿Aún vivís? GABRIEL ¡Si vivo! ¿Pues no lo veis? ¡Pero qué diablos decís! MARQUÉS ¡Ese gesto, ese ademán, esa voz, ese semblante que no olvidé ni un instante! (_Cae de rodillas_). Es el rey don Sebastián. GABRIEL ¡Imbécil! A ser de cierto don Sebastián, ¿no reparas que antes que me delataras a mis pies te hubiera muerto? MARQUÉS ¡Jesús! GABRIEL Señor Santillana, ¿que sé, daréis por supuesto, que sois vos quien me ha dispuesto una farsa tan villana? DON RODRIGO ¡Yo! ¡Farsa!... ¿Y con qué interés? GABRIEL Salta a los ojos: es fuerza que ya la opinión se tuerza del buen pueblo portugués. Interesa a un impostor ahorcar porque más en él no espere, y soy yo, Gabriel, el que os parece mejor. Ya veis que os he comprendido. Vos y ese hombre los traidores sois aquí y los impostores; con él estáis convenido. DON RODRIGO ¡Yo! GABRIEL Traedme otro marqués como ese; aunque sean doce. Ni ese sandio me conoce, ni es noble ni portugués. (_Gabriel se mete desenfadadamente en su cuarto, dejando estupefactos al marqués y a don Rodrigo_). ESCENA VIII DON RODRIGO y el MARQUÉS DE TAVIRA DON RODRIGO Ese hombre me va a volver el juicio a mí. ¡Por mi vida que está buena la salida! No me queda más que ver. Mas me pone en confusión su aplomo, su majestad y su audacia... ¿Habrá verdad en esta resurrección? MARQUÉS Sandio dijo..., sandio soy, mas contenerme no pude. DON RODRIGO ¿Es él? MARQUÉS No habrá quien lo dude. DON RODRIGO ¿Estáis seguro? MARQUÉS Lo estoy. DON RODRIGO ¿Engañado no os habrán vuestro error y su apariencia? MARQUÉS No. DON RODRIGO ¿Jurárais en conciencia? MARQUÉS Que es el rey don Sebastián. DON RODRIGO (_Llamando_). El capitán Santillana. ESCENA IX DON RODRIGO, el MARQUÉS y DON CÉSAR DON RODRIGO Ruégoos que me perdonéis, señor marqués, mas me obliga mi deber a hacer que el viaje suspendáis. MARQUÉS (Ya no podría continuarlo: ya le he visto y a verle nada más iba). DON RODRIGO (_Aparte a don César_). Escucha, César. DON CÉSAR Decid. DON RODRIGO Antes de que apunte el día deben de partir los presos. DON CÉSAR ¿Adónde van? DON RODRIGO A Medina del Campo. DON CÉSAR ¿Pues qué razones hay? DON RODRIGO Dos: aquí la atrevida audacia de algunos pocos que mucho a Gabriel estiman, pudiera hacer un arresto y burlar a la justicia. DON CÉSAR ¿Sabéis, pues?... DON RODRIGO Yo no sé nada. La situación se complica de tal modo, que no hay ciencia ni sagacidad que sirvan para dominarla. Doña Ana de Austria, sobrina del rey y abadesa ahora de las monjas agustinas de Madrigal, y otras muchas personas como ellas dignas de respeto, es menester que declaren. En la villa de Madrigal peligroso fuera instalarme; en Medina hay cárcel segura, estoy casi a la distancia misma de aquí que de Madrigal, y hay algunas compañías de arcabuceros. DON CÉSAR ¿Pues tantas precauciones son precisas? DON RODRIGO Todas son pocas tratándose de una cabeza proscrita, que puede hacer la desgracia de toda una monarquía. Tú le escoltarás, y luego partirás a toda prisa a la corte, para el rey con una consulta mía. Voy a mandar las literas traer, y estar prevenida la escolta que has de llevar. César, la más exquisita vigilancia ten: con ellos vas guardando nuestras vidas. Adiós. Seguidme si os place, señor marqués de Tavira. ESCENA X DON CÉSAR; después DOÑA AURORA (_Don César aguarda a que se vayan don Rodrigo y el marqués, escucha un momento a la puerta del fondo y va a abrir la primera de la izquierda, donde está el cuarto de doña Aurora, llamándola con precaución_). DON CÉSAR ¿Aurora?... ¿Aurora?... Cerráronla en la cámara vecina, sin duda porque no oyera lo que en esta sucedía. (_Entra y vuelve a salir con doña Aurora_). Venid, Aurora. DOÑA AURORA ¿Qué pasa, capitán, que así os obliga a llamar? (_Don César cierra la puerta del fondo_). ¿A qué cerráis las puertas con tanta prisa? DON CÉSAR ¡Aurora, Aurora! Esta casa es ya una cárcel sombría para vosotros. DOÑA AURORA ¡Dios mío! ¿Qué decís? DON CÉSAR De la justicia en poder estáis. Gabriel con pertinacia inaudita se obstina en callar, e inútil todo es con él. Ni le obligan las ofertas, ni le mueven los ruegos, ni le dominan las amenazas. Impávido hacia el abismo camina con el semblante sereno y en los labios la sonrisa, cual si pudiera de un soplo disipar la enfurecida tempestad en que sin rumbo va la nave de su vida. DOÑA AURORA Capitán, es inflexible; sus acciones son siempre hijas de una decisión resuelta y de una convicción íntima, y no cede. DON CÉSAR Pues os lleva esa condición altiva hoy, antes que raye el alba, a la cárcel de Medina bajo mi custodia. DOÑA AURORA ¿Entonces? DON CÉSAR Ya os he dicho que no había ley ni deber que valiera para mí lo que una mínima insinuación vuestra. Habladle vos, que sois su amor, su hija; habladle y decidle: «Huyamos; don César nos facilita la fuga, huyamos...», y huid, Aurora. Y ya que mi vida, por un tenebroso arcano que vuestro padre no explica, está, ¡ay de mí!, para siempre de la vuestra dividida, huid, y al menos debédmela aunque pierda yo la mía. Huid. Nada hay que me espante: seré traidor, si es precisa la traición para salvaros. DOÑA AURORA Dios hará que tal mancilla sobre vuestro honor no caiga. (_Mira por el hueco de la cerradura del cuarto de Gabriel_). Él va a salir... ¡Que me asista rogad al cielo!... Y dejadme con él. (_Vase don César, cerrando la puerta_). Trae embebida su alma en los pensamientos de hiel que le martirizan. (_Sale Gabriel sombrío, los brazos cruzados, sin ver a Aurora, que se ha retirado a un lado, y habla consigo mismo_). ESCENA XI DOÑA AURORA y GABRIEL GABRIEL A él solo, sí, desenredar le toca la peligrosa red que se me tiende; solo el rey puede descoser mi boca; él solo; si me salva o si me vende, él con Dios se verá: no es cuenta mía. Yo acepto mi fortuna, tal cual sea la que el cielo me dé; mas vendrá un día en que todo mortal con Dios se vea, y en aquel día en que de Dios espero temblar ante el semblante soberano, yo, de cetro en lugar, tener prefiero una palma de mártir en la mano. DOÑA AURORA ¿Ni una mirada para mí? GABRIEL Mi Aurora, único sol que en mi sombría frente disipa con la luz de una sonrisa las nubes del pesar que la ennegrecen, perdóname si en reflexiones tristes abismado ante ti pasé sin verte. Mas, ¿por qué el llanto tu mirada enturbia? ¿Por qué la agitación que te conmueve? ¿Qué te asusta, mi bien? DOÑA AURORA Riesgos traidores te acechan por doquier, tal vez la muerte. ¿Y te admira, señor, de que mi llanto copioso y triste mis mejillas riegue? GABRIEL Te engañas. DOÑA AURORA Tú, la misteriosa nube que impenetrable tu existencia envuelve, es fuerza que hoy ante la ley se rasgue de un juez, terror de cuantos nobles seres asilo hallaron, nacimiento o nombre de Tajo y Miño en las riberas fértiles. GABRIEL ¿Quién te lo ha dicho? DOÑA AURORA Yo lo sé. GABRIEL Pregunto quién te lo ha dicho. DOÑA AURORA El capitán, que tiene más de leal, de noble y generoso que tú de franco con quien más te quiere. GABRIEL ¡Aurora! DOÑA AURORA No receles que mis labios dejen salir palabras imprudentes, que a impulso de un amor desatinado compliquen más la situación presente. GABRIEL ¿De don César, al fin, desventurada, al fuego dio tu corazón albergue? DOÑA AURORA El corazón entero es de otro hombre y me son los demás indiferentes. Ni te hablara yo de él en esta hora, que habrá de ser para los dos solemne. Yo quiero al capitán porque tú mismo me viniste a decir: «Aurora, quiérele»; mas yo le quiero porque tú lo mandas, porque quiero no más lo que tú quieres. GABRIEL Quiérele, Aurora, porque ya es acaso el solo amigo que tu padre tiene. DOÑA AURORA ¡Mi padre, sí, mi cariñoso padre!... ¿No es este el nombre que emplear conviene en esta situación? GABRIEL Silencio, Aurora; que es el encanto de mi vida advierte ese nombre feliz. DOÑA AURORA Pero ese nombre, dímelo de una vez, ¿te pertenece? GABRIEL ¿Quién te lo hizo dudar? ¿Quién te lo dijo? DOÑA AURORA La que a tu lado y con placer mil veces y acaso en busca de la paz perdida veló tu sueño y sorprendió inocente tu secreto. GABRIEL ¡Gran Dios! ¿y nada dije de mi vida anterior? ¿De otros placeres, de otros tiempos, en fin? DOÑA AURORA Nada dijiste, nada, señor; mas aunque dicho hubieres en el pecho de Aurora lo enterraras, que en ti a sufrir como a callar aprende. GABRIEL (¡Miserable de mí! Porque el misterio que intentan aclarar oculto quede siempre en mi corazón, ¿será preciso que yo mismo la lengua me cercene?). (_Gabriel escucha desde aquí como distraído en sombrías reflexiones_). DOÑA AURORA ¡Padre! GABRIEL Explícate, Aurora. DOÑA AURORA Oye: al impulso de una curiosidad impertinente, o de otro sentimiento inexplicable que en mí se agita y que en mi alma enciende la misteriosa luz de una esperanza lejana, incierta, misteriosa, débil, cedí, señor, y en la callada noche mi lecho abandoné..., porque a mi mente mil visiones de amor se amontonaron en confuso tropel, puras y alegres como las olas que la mar en calma sobre sus lomos incansable mece; como las aves que en el árbol saltan trinando al son de la escondida fuente. GABRIEL Prosigue, Aurora. DOÑA AURORA Abandoné mi lecho, y al tuyo me acerqué, como quien teme ser sorprendido en criminal intento por un extraño que a su lado duerme. Tu faz un punto contemplé, y mi labio un ósculo filial posó en tu frente. ¿Me oyes, Gabriel? GABRIEL Prosigue, Aurora mía, tu voz la voz de un ángel me parece. DOÑA AURORA Al contacto sutil del labio mío sonreíste, señor; y tu voz débil oí que el nombre mío murmuraba entre esos ayes conque el mal divierte de una pasión el que vivió en el mundo secretos hondos ocultando siempre; y entonces supe por la lengua misma que hablar en sueños indiscreta suele, que si es la tuya misterioso arcano, espesa sombra mi existencia envuelve. GABRIEL ¿Y entonces? DOÑA AURORA Me aparté ruborizada de quien mi padre no es; sentí más fuerte latir mi corazón; sentí otra sangre circular por mis venas más ardiente; sentí en presencia del mayor cariño mi cariño filial desvanecerse, y al apartarme de tu lecho trémula un ósculo de amor grabé en tu frente. GABRIEL No lo digas jamás, Aurora mía. Jamás a nadie tu pasión reveles. Quema los labios que en mi frente seca pusiste; quema el corazón rebelde que el cariño filial de sí arrojando, dio a mi cariño en su lugar albergue. DOÑA AURORA Es ya tarde, Gabriel, mi amor es hijo de tu callado amor. GABRIEL Tú lo mereces; tú eres la sola flor que brotar hizo en mi camino Dios... Dios, que al ponerme sobre la tierra, me alfombró de espinas la senda que mis pies recorrer deben; pero yo no merezco tu amor santo; yo soy un árbol cuyo tronco estéril despojado de vida por el rayo, ya ni sombra, ni flor, ni aroma tiene. DOÑA AURORA No, no: tú eres un árbol cuya sombra cobijó mi niñez: cuyo ámbar bebe mi pobre corazón, de quien tú solo sombra, delicia y alimento eres. Dios me entregó a tus brazos en mi infancia, porque Dios quiso que en tu pecho ardiente brotase, para encanto de tu vida, de esta pasión correspondida el germen. GABRIEL Tienes razón, Aurora, reconozco en tu amor la piedad omnipotente. Tienes razón, Aurora, Dios del cielo te envía..., un ángel de los cielos eres. DOÑA AURORA Escúchame, Gabriel. GABRIEL Habla. DOÑA AURORA En el nombre de esa pasión que en nuestras almas hierve, desaparezcan hoy esos misterios que nuestras dos historias oscurecen. GABRIEL Imposible. DOÑA AURORA No temas que me espante, Gabriel, ni me arrepienta, conociéndote, de haberte amado nunca. GABRIEL Es imposible. DOÑA AURORA Habla. Dime quién soy, dime quién eres. Si eres villano y en tus venas viles la sangre impura y maldecida tienes de raza hebrea o de morisca tribu, yo te amaré, Gabriel; si reales puedes ostentar de tu estirpe en el escudo coronados y espléndidos cuarteles, yo te amaré, Gabriel; si eres acaso criminal fugitivo y por mí temes de un patíbulo infame la deshonra, yo te amaré, Gabriel; llama si quieres a un sacerdote, y que con lazo eterno anude nuestras almas; y no pienses que el deshonor de criminal memoria me humille. Te amo con amor tan fuerte, que oraré mientras viva en tu sepulcro, orgullosa del nombre que me dejes. GABRIEL ¡Calla, Aurora, deliras! DOÑA AURORA Un momento, Gabriel, óyeme aún, no te impacientes. Si eres un impostor, un ambicioso, cogido al fin entre sus propias redes, huyamos; tienes ocasión y tiempo. Sí, nuestra fuga el capitán protege, huyamos, nuestro amor y nuestra infamia arrastrando a remoto continente. GABRIEL ¡Aurora! DOÑA AURORA Hoy a la cárcel de Medina rayando el alba trasladarnos deben, y el capitán que en nuestra guarda parte... GABRIEL Silencio, Aurora. ¿Deshonrarle quieres para salvarte tú? ¿Sabes que si huyo cuando en su guardia el infeliz me lleve, morirá en mi lugar, y que al fugarme me doy por criminal siendo inocente? Yo no huiré jamás; ni sé, ni quiero, ni nací para huir: ya muchas veces la he visto cara a cara, y en el pecho, no por la espalda, me herirá la muerte. DOÑA AURORA Hiéranos a los dos un mismo golpe. GABRIEL Tú no debes morir; aún que hacer tienes sobre la tierra. DOÑA AURORA ¿Qué, sin ti? GABRIEL Llorarme. DOÑA AURORA ¿Me lo mandas? GABRIEL Yo, no: Dios. Obedece. Dios me pone en los labios un candado, no lo intentes romper. Pura, inocente, noble eres tú; si a deshonrada tumba mi silencio me lleva, Dios lo quiere. Inclina, Aurora, la cabeza humilde bajo la voluntad omnipotente, y ora en mi tumba sin vergüenza, Aurora. Mártir me quiere Dios, y obedecerle es fuerza. Vive; y si te dice el mundo que he sido un impostor, el mundo miente. Yo no he dicho jamás que era el que buscan, y a morir me enviarán sin conocerme. Ora en mi tumba sin vergüenza, y ora mientras los hombres libertad te dejen; y si te culpan como a mí, en silencio, digna siempre de mí, como yo muere. DOÑA AURORA ¿Tú me lo mandas? Obedezco: sea, Gabriel; digna de ti quiero ser siempre. ESCENA XII DOÑA AURORA, GABRIEL, DON CÉSAR DON CÉSAR Don Rodrigo sube. GABRIEL (_A don César_). Oíd antes. Si en algo apreciáis a Aurora, ved cómo enviáis ese papel a Madrid. (_Gabriel da una carta a don César, que la toma rápidamente_). DON CÉSAR Sabéis que mi fe la aprecia en más que en mi mismo honor. Yo lo llevaré. GABRIEL Al señor embajador de Venecia. ESCENA XIII DICHOS, un ALGUACIL, después DON RODRIGO ALGUACIL (_Entrando_). Su señoría. GABRIEL Aguardamos sus órdenes. DON RODRIGO (_Entrando_). Os espera allá abajo una litera, señor Gabriel. (_Gabriel, tomando de la mano a doña Aurora y dirigiéndose a la puerta, dice_): GABRIEL Pues partamos. DON RODRIGO ¿Ni inquirís adónde vais ni tomáis vuestro equipaje? GABRIEL Vos que disponéis mi viaje sabréis cómo me lleváis. DON RODRIGO Conmigo. GABRIEL Pues ya tardamos. DON RODRIGO Vuestros cofres van con sellos. GABRIEL Haced lo que os plazca de ellos. DON RODRIGO Pues cuando gustéis. GABRIEL Pues vamos. (_Vanse delante Gabriel con doña Aurora, luego don Rodrigo y don César_). FIN DEL ACTO SEGUNDO ACTO TERCERO Sala de juicio en la cárcel de Madrigal; decoración ochavada; puerta en el fondo, balcón a la derecha; al mismo lado, en la segunda caja, puerta del calabozo de Gabriel; puerta a la izquierda de otros calabozos; mesa con papeles, plumas, etc. ESCENA PRIMERA DON RODRIGO y el ESCRIBANO sentados a la mesa. GABRIEL, al otro lado, en un sillón, reclinado tranquilamente y como ajeno a lo que pasa a su alrededor. ESCRIBANO Señor, no duerme. DON RODRIGO ¡Y qué mal halláis en que esté despierto! ESCRIBANO Que escucha. DON RODRIGO Es un hombre muerto; que escuche o no, ya es igual. Seguid leyendo. ESCRIBANO (_Tomando un papel de la mesa_). Un oficio del doctor don Juan de Llanos. DON RODRIGO ¿Qué dice? ESCRIBANO Que siendo vanos interrogatorio y juicio, mandó dar a fray Miguel el día cinco tormento. DON RODRIGO ¿Y qué dijo? ESCRIBANO Que era invento suyo lo de que Gabriel fuese el rey de Portugal, y que le movió a este engaño el intento de hacer daño al rey don Felipe. DON RODRIGO Mal salió. Leed. ESCRIBANO (_Otro papel_). Petición de la nominada Aurora. DON RODRIGO ¿Y qué pide esa señora? ESCRIBANO Ver a su padre. DON RODRIGO Ocasión llegará de que le vea cuando ya esté confirmada su sentencia, y no haya nada que temer de que así sea. ESCRIBANO (_Otro papel_). Novena solicitud del preso llamado Arbués. DON RODRIGO ¿Qué solicita? ESCRIBANO Que pues vivirá poco, en virtud de haberle dado tormento, se quisiera despedir de su amo antes de morir. DON RODRIGO No ha lugar, hasta el momento de la real confirmación de su sentencia, si vive. ESCRIBANO (_Otro papel_). Una carta que os escribe un anónimo. DON RODRIGO Cuestión diaria: amenazas, fieros contra mí y contra los jueces; juramentos y sandeces de rebeldes o embusteros. Adelante. ESCRIBANO (_Una carta_). Para el juez don Rodrigo Santillana; carta que hoy por la mañana llegó de Madrid. DON RODRIGO ¡Pardiez! ¿Y así os estabais con ella? Dadme acá. ESCRIBANO Tomad, señor. DON RODRIGO De César. (_Leyendo_). «Del portador mañana sobre la huella partiré; media jornada ante mí llegará a esa; ni puedo darme más priesa, ni hasta hoy el rey hizo nada». ¡Gracias a Dios que tocamos con el fin de ese proceso! Llevaos vos todo eso, escribano. ESCRIBANO ¿Os esperamos? DON RODRIGO Afuera; y si algún correo de la corte de Madrid llega, que suba decid al punto. ESCRIBANO Está bien. (_Vase el Escribano_). ESCENA II GABRIEL y DON RODRIGO DON RODRIGO (_Aparte_). (Deseo salir de este laberinto de una vez, y de ese hombre a quien no hay nada que asombre... Me repugna por instinto su faz sombría, su calma imperturbable, su irónica conversación, su sardónica sonrisa eterna en el alma me infunde honda inquietud; no me acusa la conciencia de nada; di la sentencia con severa rectitud, conforme a ley; mas presiento que hay en todo esto un arcano que sondar pretendo en vano, y deja sin complemento la obra de la justicia. Exhala ese hombre satánico no sé qué de frío y pánico... creo que me maleficia. En fin, poco resta ya. Si el rey la sentencia envía firmada, el último día es hoy que calor le da). ¿Dormís, señor Espinosa? GABRIEL Casi, casi, señor juez. DON RODRIGO ¿Cansado estáis? GABRIEL ¡Psé! DON RODRIGO ¿Tal vez sufrís dolor? GABRIEL Poca cosa. DON RODRIGO Aquí estaréis menos mal que en la torre. GABRIEL Así, así. DON RODRIGO Que apreciarais más creí mi caridad. GABRIEL Me es igual. DON RODRIGO ¿Tal vez me guardéis rencor por la cuestión? GABRIEL ¡Brava pena, por Dios! DON RODRIGO La prueba fue buena. GABRIEL Pudo haber sido mejor. DON RODRIGO Confieso que fue cruel el tormento. GABRIEL Pero inútil. DON RODRIGO ¿Lo creéis prueba tan fútil? GABRIEL Ya lo veis. DON RODRIGO Volver a él podemos aún. GABRIEL Volvierais a ver lo que visteis ya. DON RODRIGO La segunda vez quizá vuestro silencio rompierais. GABRIEL Sería inútil fatiga; y ahora que hablamos de esto: de hoy para entonces protesto contra todo cuanto diga, y ya podéis calcular que si en negar doy después lo dicho, el tormento es cuento de nunca acabar. DON RODRIGO ¡Por Dios que sois hombre fuerte, y gastáis bizarro humor! GABRIEL Soy terco y sufro el dolor; soldado soy, y a la muerte voy como iba a la pelea. Más despacio o más aprisa hallarla es cosa precisa, mas temerla es cosa fea. DON RODRIGO Vuestra fortaleza envidio; mas noto en vos ha un momento tristeza y decaimiento. ¿Qué tenéis? GABRIEL Que me fastidio. DON RODRIGO ¡Que os fastidiáis! GABRIEL Sí, ¡a fe mía! Tres meses ha que aquí estoy, y lo mismo hacemos hoy que hicimos el primer día. «Traed ante mí a Gabriel». Vuelta vos a preguntar, vuelta yo a no contestar. «Al calabozo con él». Vuelve a amanecer el día, y vuelta a sacar al preso, y vuelta a leer el proceso, y vuelta a nuestra porfía. «Hablad, señor Espinosa». «No quiero, señor alcalde». «Que habéis de hablar». «Que es en balde». Y siempre la misma cosa. No hubo más que la semana en que me disteis tormento que variara..., y ya me siento casi bueno, Santillana. DON RODRIGO Me amedrenta, ¡vive Dios!, vuestra eterna sangre fría. GABRIEL También me amedrentaría a mí si fuera que vos. DON RODRIGO Vuestra osada impavidez cada día toma creces. GABRIEL Sí; parecemos a veces el reo vos y yo el juez. DON RODRIGO Es que a veces hallo en vos un misterio que me espanta. GABRIEL Es que tal vez se levanta tras mí la sombra de Dios. (_Pausa_). DON RODRIGO Yo creo, señor Gabriel, que no es Dios, es Satanás quien de vos está detrás y os dejáis llevar por él. ¿A qué hombre de sano seso no hartarán vuestras pesadas continuas balandronadas que llenan vuestro proceso? ¿Qué son, pues, vuestras preñeces y siniestras reticencias? GABRIEL Tembladlas si son sentencias; reídlas si son sandeces. DON RODRIGO Pues bien, hablad de una vez; si ese secreto fatal existe en vos, hacéis mal de ocultarlo a vuestro juez. Si sois quien juzgan, decid: «Yo soy...», probadlo y mañana... GABRIEL (_Variando de tono_). ¿Cuándo vendrá, Santillana, el capitán de Madrid? DON RODRIGO Hoy mismo. GABRIEL ¡Gallardo mozo! ¿Le queréis mucho? DON RODRIGO ¡Pues no, si es mi hijo! GABRIEL También yo le quiero bien, y me gozo con su vista. ¿No tenéis más hijos que él? DON RODRIGO Nada más. GABRIEL ¿Ni los tuvisteis jamás? DON RODRIGO Las preguntas que me hacéis, Espinosa... GABRIEL Son sencillas. DON RODRIGO No sé qué se me figura que hay en ellas... GABRIEL ¿Por ventura os pregunto maravillas? Tenéis un hijo mancebo, y si hubisteis os pregunto más que él: no hay en el asunto de mi cuestión nada nuevo. DON RODRIGO ¡Jamás podré conseguir arrancar de vuestra faz ese sarcasmo tenaz! ¿Qué me tenéis que decir? Acabemos, Espinosa. Esa burlona altivez que excita en mí alguna vez una duda misteriosa, ¿qué significa? Parece que no os habéis convencido de que juzgado habéis sido, de que ya no os pertenece vuestra acotada existencia, y de que según la ley, no falta sino que el rey confirme vuestra sentencia. ¡Parece que en vuestro pecho hay una firme esperanza que os da audacia y confianza contra esa ley! GABRIEL Es un hecho. DON RODRIGO ¿Creéis que no firmará el rey? GABRIEL Esa es cuenta suya: Dios por sus obras le arguya. ¿Le habéis vos escrito ya que pido verle? DON RODRIGO Y respuesta aguardo; ¿mas si apeláis al rey en vano? GABRIEL Me ahorcáis, y se concluyó la fiesta. (_Don Rodrigo mira a Gabriel con asombro; Gabriel permanece sereno_). DON RODRIGO Sospéchome que estáis loco. GABRIEL Tal vez. DON RODRIGO Aunque más bien creo que es otro vuestro deseo. GABRIEL ¿Cuál creéis? DON RODRIGO Ir poco a poco dilatando la sentencia, dando a entender que aún hay más que esperar de vos. GABRIEL Quizás. DON RODRIGO Pues os protesto en conciencia que hoy tendrá fin vuestro afán; si el rey no manda otra cosa, morís hoy por Espinosa o por rey don Sebastián. Basta ya de dilaciones, harto estoy de toleraros, y me es ya en mengua trataros con tales contemplaciones. Vos sois un villano artero, un taimado embaucador que esperáis suerte mejor dándoos por un caballero. ¡Un necio, que aguarda en vano negándose a confesar, que nunca le han de matar como a un infame pagano sin confesión! Mas caéis en un miserable error: si no queréis confesor, sin confesor moriréis. Y no tenéis que cansaros, no me habéis de aventajar; si os obstináis en callar, yo me obstinaré en ahorcaros. ¿Ahora os reís? GABRIEL (_Riéndose_). ¡Sí, por Dios! Y no he muerto ya de hastío, porque, como ahora, me río mil veces. DON RODRIGO ¿De qué? GABRIEL De vos. DON RODRIGO ¿De mí? En vuestra audacia loca os olvidáis, a mi ver, que os puedo mandar poner una mordaza en la boca. GABRIEL Verme mudo os diera pena; de que es, estoy persuadido, mi voz para vuestro oído el cantar de la sirena. ¡Mordaza! De vuestros fieros a pesar, si lo procuro de veras, estoy seguro, señor juez, de adormeceros. Ya me parece, ¡pardiez!, que comenzáis a turbaros y no he hecho más que miraros. Os voy a decir, buen juez, lo que pasa en vuestro pecho: a fuerza de ir y volver sobre quién soy, de mi ser un fantasma os habéis hecho. Ser superior me imagina vuestra razón exaltada, y mi voz y mi mirada os deslumbra y os fascina. Todo se os vuelven antojos; si os miro fijo a la cara, os turbáis como si echara fuego o sangre por los ojos. Si en paz llevando mi suerte alejo de mí el pesar, creéis que voy a evitar con algún filtro la muerte. Si de vuestros hijos hablo y por ellos os pregunto, no parece sino asunto de vendérselos al diablo. Si levanto un poco más estando solos la voz, cual de una bestia feroz teméis, y os echáis atrás. Y si al hablarme con saña vos, os hablo con violencia, os dobláis en mi presencia como ante el viento la caña. Tan hondo y siniestro influjo he adquirido sobre vos, que, ¡no os lo demande Dios!, me estáis suponiendo brujo. No parece, Santillana, sino que sabéis que puedo haceros temblar de miedo cuando me diere la gana. ¿Y no es verdad, don Rodrigo, no es verdad que mi semblante os está siempre delante, que andáis, que soñáis conmigo? ¿No es verdad que se os alcanza que tendrá alguna razón al mostrar mi corazón tan osada confianza? ¿No es verdad que todo cabe en hombres, y que, tal vez, en vuestra vida de juez, hay algún secreto grave que creéis hundido vos en la eternidad oscura, y que teméis por ventura que me lo revele Dios? ¿No es verdad que cuando a solas hablo con vos, don Rodrigo, va vuestra alma en lo que os digo como nave entre las olas, esperando de un momento a otro verse sumergida por la mar embravecida de mi airado pensamiento? ¿No es verdad que habéis cruzado una vez el Portugal, y cerca de Setubal, en mitad de un despoblado, un monasterio habéis visto cuya sagrada vivienda fue teatro de una horrenda profanación? DON RODRIGO ¡Jesucristo! GABRIEL ¿No es verdad que cuando clavo mis ojos en vuestro rostro os hielo el alma y os postro a mis pies como un esclavo? De rodillas, Santillana, vuestra vida está en la mía, viviréis más que yo un día: si yo muero hoy, vos mañana. DON RODRIGO ¡Dios me valga! (_Don Rodrigo se arrodilla_). GABRIEL ¡Calla! ¿Y vos lo tomáis como os lo digo? Si esto es farsa, don Rodrigo, serenaos, ¡vive Dios! DON RODRIGO ¿Conque es decir?... GABRIEL Que divierto mi fastidio, Santillana. DON RODRIGO (_Furioso_). No haréis lo mismo mañana. GABRIEL (_Con calma_). Ahorcándome hoy, no por cierto. ESCENA III DICHOS y el ALGUACIL ALGUACIL Su merced, el capitán Santillana. GABRIEL ¡Que nos cae del cielo! DON RODRIGO Y que el fallo trae del rey. GABRIEL Fin de nuestro afán. ESCENA IV DON RODRIGO, GABRIEL y DON CÉSAR DON RODRIGO ¿Traes tú los despachos? DON CÉSAR Sí. Mas ¿que tenéis, padre? DON RODRIGO Nada. ¿Traes la sentencia aprobada? DON CÉSAR Sí. DON RODRIGO ¿Dónde está? DON CÉSAR (_Dándole un papel_). Vedla aquí. (_Don Rodrigo toma, abre y lee el pliego que le da don César, y dice llamando_): DON RODRIGO ¡Hola! (_Entran algunos alguaciles y el Escribano_). Cúmplase la ley. Avisad al confesor y al verdugo ejecutor de las justicias del rey. Escribano, evacuad vos la postrera diligencia, intimadle la sentencia y que se encomiende a Dios. DON CÉSAR Señor... DON RODRIGO ¡Silencio! Leed. ESCRIBANO (_Empezando a leer_). Vista y fallada... DON RODRIGO (_Interrumpiéndole_). Adelante: la aprobación es bastante, fórmulas a un lado haced. ESCRIBANO (_Leyendo_). «Y en atención a que en los cofres de dicho Gabriel Espinosa han sido halladas muchas prendas y joyas de valor, pertenecientes a la persona de nuestro difunto sobrino don Sebastián, rey de Portugal, sin que haya podido probar Espinosa la legitimidad de su adquisición y posesión; y en atención a que el marqués de Tavira y fray Miguel de los Santos y otros señores castellanos y portugueses han declarado, unos en juicio y otros en tormento, que le tienen y han tenido desde que le vieran por el rey don Sebastián, y habiéndose probado que muchos nobles portugueses le han visitado en Madrigal para reconocerle, y que en su nombre se han escrito cartas, contraído empréstitos y armado gentes para concitar a la rebelión a los pueblos en favor suyo; y teniendo en cuenta que dicho Gabriel Espinosa no ha negado nunca ser él el mismo rey don Sebastián, antes ha contribuido a hacer creer a los incautos que lo es efectivamente, no declarando jamás quién sea en realidad, dándose ya por una persona ya por otra, y aparentando el gesto, las acciones y las señales exteriores, que a su parecer pueden convenir mejor con los recuerdos y las pinturas que de don Sebastián se conservan entre los que en vida le conocieron; y considerando, en fin, que el cuerpo de dicho rey fue por nos rescatado del poder de Muley Mahamet y traído de África al monasterio de Belén, donde yace sepultado; aprobamos y confirmamos la sentencia contra él dada, y le declaramos impostor infame, traidor a su rey, y usurpador del nombre del rey don Sebastián. Por cuyas razones le condenamos a ser arrastrado, y ahorcado y descuartizado, y puesta su cabeza en una lanza a una de las salidas del pueblo de Madrigal, en donde vivió, para desengaño de incautos y escarmiento de traidores. — Yo el rey». GABRIEL (_Con ira_). ¿Traidor yo, impostor, infame? ¿Muerte a mí con tal afrenta? (_Serenándose_). Que Dios me lo tome en cuenta cuando a su juicio me llame. (_Al Escribano_): ¿Tenéisme más que leer? ESCRIBANO Nada más. GABRIEL Pues despachemos y tiempo no malgastemos. Sea lo que haya de ser. DON CÉSAR (¡Indomable corazón!) DON RODRIGO (¡Incomprensible fiereza! Ni aun inclinó la cabeza para oír la intimación). GABRIEL Alcalde, estáis demudado, trémulo..., ¡por vida mía! Cualquiera imaginaría que erais vos el sentenciado. DON RODRIGO (_Airado_). Pronto lo viera. Tenéis de vida tres cuartos de hora. GABRIEL Son las cinco y cuarto ahora. DON RODRIGO Encerradle. GABRIEL (_A don Rodrigo_). Hasta las seis. DON RODRIGO Despejad. (_Llevan a Gabriel a su encierro, y vanse el Escribano y los alguaciles por el fondo_). ESCENA V DON RODRIGO y DON CÉSAR DON CÉSAR ¿Padre, qué es esto? DON RODRIGO Que es fuerza que ese hombre muera. DON CÉSAR Dadle un día. DON RODRIGO Ni siquiera una hora. DON CÉSAR Que dispuesto muera al menos cual cristiano. DON RODRIGO Muera, y sea como fuere. DON CÉSAR ¡Sin confesión! DON RODRIGO No la quiere; es un hereje, un pagano. DON CÉSAR Padre, estáis ciego de ira. DON RODRIGO Ira es lo que aparento, ira, César; pero miento, es terror lo que me inspira ese hombre de Satanás. Y yo, ¡imbécil!, que le daba tormento porque no hablaba; no, no: que no hable jamás, que le lleven al cadalso con una mordaza puesta; que no hable con nadie; en esta hora cuanto diga es falso. DON CÉSAR Padre, sospecho, ¡ay de mí!, que se os desvanece el juicio. DON RODRIGO Es obra de un maleficio. DON CÉSAR ¿Os maleficiaron? DON RODRIGO Sí. DON CÉSAR ¡Superstición! DON RODRIGO Ya lo ves. Gabriel me malefició, y él ha de morir o yo. Ya firmó el rey: muera, pues. DON CÉSAR ¡Padre! DON RODRIGO ¡César..., hijo mío! DON CÉSAR ¡Estáis delirando! DON RODRIGO ¿Alguno me escuchó acaso? DON CÉSAR Ninguno. DON RODRIGO (De mí propio desconfío). DON CÉSAR Padre, algún mal os acosa; tembláis..., estáis demudado. DON RODRIGO Algún vértigo; he velado tantas noches de Espinosa con el proceso maldito, me ha dado tanto que hacer, que en mí no estoy hasta ver que de en medio me lo quito. Mas no fue nada, pasó ya, César. Veamos, pues, los despachos de la corte. DON CÉSAR Tomad: aquí los tenéis. DON RODRIGO Esta es la consulta mía, esta la aprobación es del consejo; esta la carta de su majestad el rey; ¿y este otro pliego sellado, de quién es? DON CÉSAR ¡Yo no lo sé! me fue entregado en palacio con todos ellos. DON RODRIGO ¿Por quién? DON CÉSAR Por el rey mismo. DON RODRIGO A ver: ábrele. DON CÉSAR Una real orden. DON RODRIGO Pues lee. DON CÉSAR (_Leyendo_). «En nombre del rey. — Por la presente, pondréis en libertad en la hora en que la recibiereis, y sobreseyendo en su causa, si hubiereis procedido a formarla contra ella, a doña Aurora Espinosa, detenida y a vuestras órdenes en la cárcel de Madrigal; dejando disponer libremente de sí misma a dicha doña Aurora, como fuere su voluntad. — Madrid, etcétera. — A don Rodrigo Santillana». DON RODRIGO ¿En libertad? No comprendo tal orden del rey. DON CÉSAR Y está bien terminante. DON RODRIGO Y será cumplida. Sigue leyendo. DON CÉSAR Otro pliego para mí. DON RODRIGO Rompe la nema y aparta la cubierta. ¿Qué hay? DON CÉSAR Aquí viene un papel y otra carta. DON RODRIGO Lee. DON CÉSAR Dice el papel así: (_Lee_). «En nombre del rey. — Otorgamos licencia para dejar el servicio de Su Majestad, temporal o absolutamente, como más le conviniere, al capitán del primer tercio de Flandes don César de Santillana». DON RODRIGO ¿Y para qué? DON CÉSAR ¿Qué sé yo? DON RODRIGO ¿Tú no la has pedido? DON CÉSAR No. DON RODRIGO Sigue. (¿Qué es esto? ¡Ay de mí!). DON CÉSAR (_Lee_). «Y ordenamos al dicho capitán don César, por ser así del agrado de Su Majestad, conducir con todo honor y escoltar con toda seguridad, durante su viaje por tierras de sus dominios y mares guardados por su real marina, a doña Aurora de Espinosa, hasta ponerla sana y salva en Estados de Venecia, por cuyo embajador ha sido reclamada, como hija adoptiva de la República Serenísima». DON RODRIGO ¡Ira de Dios! Todo ahora lo comprendo. DON CÉSAR ¿Qué es, señor, lo que comprendéis? DON RODRIGO Tu amor, ¡desventurado!, a esa Aurora. DON CÉSAR Es cierto: un amor profundo; mas no os traiga con cuidado, que es el más desesperado que hubo jamás en el mundo. DON RODRIGO ¿Lo ves? ¡Ah! También a ti te han maleficiado; pero responde, César. Yo quiero saberlo ya todo; di. Tú con ella en connivencia, huir con seguridad queriendo, su libertad conseguiste y tu licencia. DON CÉSAR No, a fe mía. DON RODRIGO Sí, arrastrado por sus sortilegios has trabajado en contra mía con temeridad impía y en favor suyo. DON CÉSAR Jamás. Que tuve siempre, confieso, simpatía misteriosa e interés por Espinosa, pero no obré en su proceso. Amé a Aurora, la amo aún; mas mi pasión despechada es imposible, y no hay nada entre los dos de común. Mientras viva la amaré; pero este amor solitario de mi pecho en el santuario solo yo conservaré. DON RODRIGO ¡Otro misterio! DON CÉSAR Tremendo sin duda, padre; mas puede conmigo, y mi brío cede a su poder. DON RODRIGO No lo entiendo. DON CÉSAR Ni yo sé decir más de él sino que Aurora, señor, no nació para mi amor. DON RODRIGO ¿Quién te ha dicho eso? DON CÉSAR Gabriel. DON RODRIGO ¡Infeliz! Es su manceba. DON CÉSAR Quien tal os dijo ha mentido, señor. DON RODRIGO Ella misma ha sido. DON CÉSAR ¿Ella? DON RODRIGO En la primera prueba del tormento. DON CÉSAR ¡Cielo santo! ¿La habéis puesto en el tormento? DON RODRIGO Es débil, y habló al momento. DON CÉSAR ¡Me paralizo de espanto! ¿Qué abismo es este de males que por doquier nos circunda? ¡Qué trama esta tan fecunda de misterios! DON RODRIGO Los fatales hilos de esa negra trama tan solo puede romper la muerte, y hoy ha de ser. Que mueran él y su dama. DON CÉSAR ¡Imposible! Mintió. DON RODRIGO ¿Quién? DON CÉSAR Ella: no puede tampoco ser de Gabriel. DON RODRIGO ¿Quieres loco volverme? DON CÉSAR No. Sé muy bien lo que digo: esa mujer es prenda de una venganza. Solo con esa esperanza la conserva en su poder. DON RODRIGO ¿Ella de venganza prenda y en su poder? ¡Dios me asista! De este arcano ante mi vista se aclara la sima horrenda. ¡Hola! (_Toca la campanilla y entra un alguacil_). En libertad a Aurora poned al punto, y aquí traedla. Escucha, ¡ay de mí!, escucha, César, ahora un secreto horrible: ese hombre, que no es nada y que lo es todo, de quien de saber no hay modo religión, patria ni nombre; ese hombre, a quien nada espanta, cuya altivez nadie doma, penitente humilde en Roma, peregrino en Tierra Santa, soldado en Flandes, marqués en Madrid, corso en Venecia, que alma y vida menosprecia como al polvo de sus pies; a quien no rinde el tormento, y cuyo espíritu fuerte ve a un paso de sí la muerte y se sonríe contento, no es criatura, es fantasma; no es vivo, es aparición, quimera, ensueño, visión, más que de terror me pasma. Es un hombre de otra edad: un hombre que estando muerto halló su sepulcro abierto y huyó de la eternidad mis pasos para seguir; es la sombra de otro ser que sale a la tierra a ver nuestra sepultura abrir. DON CÉSAR ¡Ay de mí! El continuo afán del proceso de Gabriel os hizo concebir de él esas quimeras que están trastornándoos la razón. DON RODRIGO Dices bien..., sí..., no comprendas jamás las causas horrendas de mi ruin superstición. ESCENA VI DON RODRIGO, DON CÉSAR y DOÑA AURORA DOÑA AURORA ¡Libre!.. Jamás esperé que nos olvidara Dios; (_A don César_) ni de haber fiado en vos jamás me arrepentiré, pues duda no queda en mí de a quién debo, capitán, la libertad que me dan cuando os vuelvo a ver aquí. DON RODRIGO Despeja. Escuchad, Aurora. DOÑA AURORA ¿Por qué le mandáis salir? DON RODRIGO Porque nadie debe oír nuestras palabras ahora. DOÑA AURORA ¡Dios mío! ¿Qué extraño afán os agita? ¿Es, por ventura, mi libertad impostura? ¡Ah! No os vayáis, capitán; quiere volverme tal vez al tormento. DON RODRIGO Oíd, os digo. Sois libre, y yo vuestro amigo. DOÑA AURORA ¿Cabe entre el reo y el juez amistad? ¿Entre el verdugo y la víctima? Jamás os conoceré por más que por juez. DON RODRIGO ¡A Dios no plugo que fuese de otra manera! Mas acaso desde ahora variéis de opinión, Aurora. (_Vuelve a don César, que permanece en pie junto a la puerta_). ¿Qué esperáis vos? Idos fuera. (_Vase don César_). ESCENA VII DON RODRIGO y DOÑA AURORA DON RODRIGO Nada receléis de mí, pobre niña: en libertad estáis: vuestra voluntad no tendrá ya coto aquí. Serenaos, pues; oídme, Aurora, y por cuanto améis ruégoos que me contestéis la verdad. DOÑA AURORA Pues bien, decidme vos en conciencia primero: ¿mi libertad se me dio con la de Gabriel? Si no es así, yo no la quiero. DON RODRIGO Solo depende de vos la libertad; si un secreto me aclaráis vos, os prometo la libertad de los dos. DOÑA AURORA ¿Es mío solo el secreto que me pedís? DON RODRIGO Sí, en verdad. DOÑA AURORA ¿Y vale la libertad de Gabriel? DON RODRIGO Me comprometo a dársela. DOÑA AURORA Preguntad. DON RODRIGO ¿Qué tiempo hará que de Gabriel al lado vivís? DOÑA AURORA Desde muy niña. DON RODRIGO ¿Y qué memoria de vuestra infancia conserváis? DOÑA AURORA Apenas una vaga memoria me ha quedado de aquellas horas al pesar ajenas. DON RODRIGO No espero yo que recordéis la historia de vuestra infancia, cuya edad se olvida pronto, y muy fácilmente con las penas o los placeres de la inquieta vida; mas del lugar en donde habéis nacido, donde pasasteis los primeros años, tendréis alguna idea. DOÑA AURORA Muy confusa; tal, que puedo decir que la he perdido mezclándola después con mil extraños recuerdos posteriores. DON RODRIGO ¿De manera que imposible os será, pues lo rehúsa vuestra memoria ya, la más ligera noticia dar de vuestra edad primera? DOÑA AURORA Tan imposible, no. ¿Quién en su mente a un recuerdo infantil no da guarida? ¿Quién no vuelve los ojos tiernamente hacia las puertas de oro de la vida? ¿Quién no recuerda en ocasión alguna el pobre hogar o la lujosa estancia, cuya techumbre guareció en su infancia el dulce sueño que gozó en la cuna? DON RODRIGO ¿Vos recordáis ese lugar? DOÑA AURORA Sin duda; mas no por la virtud de mi memoria sola, tan fiel en esa edad no cabe tenerla: sé de mi infantil historia lo que fui recordando con ayuda de la voz de Gabriel, que es quien la sabe. DON RODRIGO ¿Gabriel la sabe? DOÑA AURORA Sí. DON RODRIGO ¿Y os la ha contado? DOÑA AURORA Incompleta. DON RODRIGO (También la habrá engañado). Mas yo quiero saber solo la idea que hayáis vos en la mente conservado. DOÑA AURORA Tengo, aunque muy confuso, algún recuerdo. DON RODRIGO ¿De qué? DOÑA AURORA De mil objetos. DON RODRIGO Aunque sea en confusión, decídmelos. DOÑA AURORA Me acuerdo de una ribera donde yo cogía yerbezuelas y conchas; del rugiente mar, que sus ondas sin cesar mecía; de un monasterio triste y solitario fundado al pie de un monte; y vagamente me acuerdo de la iglesia, con su coro enverjado, sus techos con pinturas, su altar lleno de flores, su sagrario iluminado con mecheros de oro; y me acuerdo también, porque me daban miedo, de las inmóviles figuras de mármol que tendidas reposaban encima de sus anchas sepulturas. DON RODRIGO ¿Qué monasterio era ese? DOÑA AURORA Era un convento de monjas. DON RODRIGO ¿Qué país? DOÑA AURORA No lo he sabido nunca. DON RODRIGO ¿Jamás Gabriel os ha contado lo que hacíais allí? ¿Quién conducido os había a aquel claustro? DOÑA AURORA No ha querido decírmelo jamás; sé que aposento tenía allí mi madre, y que he pasado los tres primeros años de mi vida allí. DON RODRIGO ¿Con ella? DOÑA AURORA Sí. DON RODRIGO ¿De vuestra madre, os ha hablado Gabriel? DOÑA AURORA Mil y mil veces. DON RODRIGO ¿La recuerda a menudo? DOÑA AURORA No la olvida jamás, y sé que en sus nocturnas preces la reza como a mártir. DON RODRIGO ¿Sabéis de ella la historia, el nombre, la familia? DOÑA AURORA Nada. Sé que fue un día festejada y bella, y luego escarnecida y ultrajada. Sé que el relato de su triste historia es una horrible e infernal leyenda que conserva Gabriel en su memoria, de expiación y de venganza prenda. DON RODRIGO ¿Y qué es lo que sabéis de este relato vos? DOÑA AURORA Yo, nada tal vez, y acaso todo; porque sus hechos sé, mas nunca supe ni las personas, ni el lugar, ni el modo. DON RODRIGO Pero en fin, ¿qué sabéis de vuestra madre? DOÑA AURORA Sé que era noble dama; que vivía en la corte de un rey a quien la unía una amistad profunda y verdadera; que era para aquel rey casi una hermana, pues juntos cuando niños se criaron, y fraternal amor constantemente uno a otro los dos se conservaron. Sé que era cuanto rica, generosa; y que el encanto de las gentes era por su virtud y ciencia prodigiosa; que el vulgo la quería, la corte la admiraba y con ella secretos no tenía el rey, que como hermana la trataba. DON RODRIGO ¿Mas ese rey?... DOÑA AURORA Murió. DON RODRIGO ¿Cómo? DOÑA AURORA En la guerra, y concluyó con él su dinastía, y otro rey vino a gobernar su tierra, y a otras manos pasó su monarquía. DON RODRIGO ¿Y vuestra madre entonces?... DOÑA AURORA Fue mirada como enemiga del monarca nuevo, y al fin de algunos meses acusada de traición; por diabólica su ciencia tomaron, y la dieron por culpada, diciendo que hizo creer que el rey vivía no sé a quién, a favor de un sortilegio, mostrando a sus conjuros evocada la aparición de su fantasma regio. DON RODRIGO ¿Y después? DOÑA AURORA ¡Oh! Después..., eso es lo horrible de la historia, señor. Se apoderaron de ella, de su palacio, de su hacienda, los vendieron, sus armas infamaron, y ocupó un extranjero su vivienda, y su nombre y su raza se olvidaron. DON RODRIGO ¿Y ella? DOÑA AURORA Como las hojas del otoño despareció de encima de la tierra, y en ella más los hombres no pensaron solo pensando en libertad y guerra. DON RODRIGO ¿Pero vos? DOÑA AURORA No lo sé... Sé que mi madre pobre, triste, ofendida y no vengada, en aquel solitario monasterio tejía su existencia desdichada, y yo existía ya, bajo el misterio de aquellas santas bóvedas velada. DON RODRIGO ¿Y luego? DOÑA AURORA No sé más. DON RODRIGO ¿Gabriel no os dijo nada de vuestro padre? DOÑA AURORA Le tenía siempre por padre a él, y él me quería más que el padre mejor quiere a su hijo. DON RODRIGO ¿Pero cómo supisteis?... DOÑA AURORA En su sueño sorprendí su secreto: y como me era necesario su amor de una manera u otra, el amor filial hallé pequeño, y del amor de la mujer y el niño formé para Gabriel solo un cariño. DON RODRIGO ¿Pero al saber que vuestro padre no era, no preguntasteis vos? DOÑA AURORA Quién era el mío. DON RODRIGO ¿Y qué dijo Gabriel? DOÑA AURORA Que él lo sabía: mas que de él a acordarme no volviera, porque mi amor filial no merecía. DON RODRIGO Siempre merece un padre... DOÑA AURORA No lo ha sido jamás el mío para mí. DON RODRIGO ¡Aurora! DOÑA AURORA ¿Creéis que una razón me fue bastante para echar su memoria en el olvido? ¡Insistí, porfié, lloré y ahora sé que nunca mi amor ha merecido! Sé que me echó a la vida despojada de su nombre, y sin pan y sin abrigo. Sé que dejó a mi madre deshonrada en medio de la tierra abandonada para llorar y perecer conmigo. DON RODRIGO ¿Y creéis a Gabriel? DOÑA AURORA ¿Que si le creo? Es la verdad del cielo descendida; su palabra es mi fe, y en esta vida por su fe juzgo, por sus ojos veo. DON RODRIGO ¿Nunca os dijo Gabriel nada en abono de vuestro padre? DOÑA AURORA Nada; y si lo hubiera, yo sé bien que Gabriel me lo dijera. DON RODRIGO ¿Es decir?... DOÑA AURORA Que es mi padre y le perdono, como amor exigir de mí no quiera. Mi madre, que al dolor ha sucumbido, de Dios le aguarda ante el excelso trono. Yo, a quien solo dio el ser, nada le pido; pero como él nos olvidó, le olvido, como él me abandonó, yo le abandono. DON RODRIGO ¿Vive, pues? DOÑA AURORA No lo sé. DON RODRIGO ¿Mas si viviera? DOÑA AURORA Como él no me buscó, no le buscara. DON RODRIGO ¿Y si una vez en la vital carrera con él os encontrarais? DOÑA AURORA Le mirara sin ira, mas la espalda le volviera. DON RODRIGO ¿Y si al veros partir él os llamara? DOÑA AURORA De su paterna voz no hiciera caso. DON RODRIGO ¿Y si llorando el mísero os siguiera? DOÑA AURORA Apresurara, sin volverme, el paso. DON RODRIGO Pero, ¿y si os alcanzara y os asiera de los vestidos él? DOÑA AURORA Los rasgaría dejándole en la mano los pedazos. DON RODRIGO ¿Y si os tendiera sus paternos brazos? DOÑA AURORA Su abrazo paternal rechazaría. DON RODRIGO ¿Por qué? DOÑA AURORA Porque mi padre todavía no ha ido a orar sobre la tumba oscura de mi madre, y Gabriel me dijo un día que al querer abrazarnos se abriría entre mi padre y yo su sepultura. DON RODRIGO ¡Fatal superstición! DOÑA AURORA Tal es la mía. DON RODRIGO Tal es la ira de Dios. Es un misterio impenetrable. Satanás me ciega sin duda, y nunca a comprenderle llega mi corazón ansioso. DOÑA AURORA He respondido a cuanto preguntarme habéis querido. Señor, a vos os toca. DON RODRIGO ¡Sí, a fe mía! Vais a ver a Gabriel. (¡Oh!, sí; yo quiero apurar este cáliz de agonía.) (_Abre la puerta que da al encierro de Gabriel, mientras Aurora dice_): DOÑA AURORA Libres al fin... Para Gabriel ahora libre será mi corazón entero. ESCENA VIII DOÑA AURORA, DON RODRIGO y GABRIEL DON RODRIGO (_A Gabriel_). Espinosa. GABRIEL Heme aquí. DOÑA AURORA (_Viendo a Gabriel_). ¡Gabriel! GABRIEL (_Abrazándola_). ¡Aurora! ¡Infeliz! ¿Quién aquí te ha conducido? DOÑA AURORA La libertad, Gabriel, libres estamos, y cual juntos aquí nos han traído, juntos espero que de aquí partamos. GABRIEL (_Pidiendo explicación de estas palabras de doña Aurora_). ¡Santillana! DON RODRIGO (_Dándole la orden de libertad_). Leed. DOÑA AURORA ¿Ves? GABRIEL (Lo comprendo todo. La agitación de don Rodrigo, de mi Aurora infeliz la fe tranquila... ¡He aquí el instante para mí tremendo! La hora del martirio y del castigo. Señor, Señor..., mi espíritu vacila; sostenedme hasta al fin... ¡sed vos conmigo!) DOÑA AURORA ¿Qué te agita, Gabriel?... Tu faz sombría, tu palidez... GABRIEL Un poco conmovido estoy; y es natural, Aurora mía. Y también vos estáis descolorido, Santillana... DON RODRIGO Espinosa, concluyamos. Yo os llamé... GABRIEL No os canséis: el por qué entiendo. ¿A solas con Aurora habéis hablado? DON RODRIGO La historia de su madre me ha contado. GABRIEL Solo para que a vos os la contara se la he contado yo. DON RODRIGO Toda pretendo saberla, pues. GABRIEL ¡Curiosidad avara! DON RODRIGO Pero que vos satisfaréis. GABRIEL Sin duda; mas puédeos ser satisfacción muy cara; porque os advierto, juez, que he observado que mis satisfacciones y respuestas, por más que yo riendo os las he dado, han sido siempre para vos funestas. DON RODRIGO Hablad..., hablad. GABRIEL ¡Si os empeñáis en eso! Mas después de tres meses de proceso no sé cómo no estáis escarmentado de interrogarme ya. DON RODRIGO ¡Siempre lo mismo! Acabemos, Gabriel. GABRIEL Sí, concluyamos; hora es de penetrar en este abismo. DON RODRIGO Descender quiero a él. GABRIEL Y yo os prometo que lo haréis: el momento es oportuno. DON RODRIGO Decid, pues. GABRIEL Esperad, que este secreto os pertenece a tres y falta uno. Llamad al capitán, que con vos debe penetrarle también. DON RODRIGO (_Llama y sale un alguacil_). ¡Hola! Don César. DOÑA AURORA ¿Qué tienes, Gabriel mío? En tu semblante, en tus palabras y ademanes noto siniestra agitación. GABRIEL Aurora mía, tu corazón amante por mí no tenga la inquietud más leve; a mis pesares Dios hoy pondrá coto, y ambos tendremos libertad en breve. ¿Tú no te olvidarás desde este día de tu Gabriel? DOÑA AURORA Jamás. ¿Eso preguntas? Juntas caminarán nuestras dos vidas, nuestras almas a Dios subirán juntas. GABRIEL Sí, ni la muerte las podrá un instante mantener una de otra divididas. DOÑA AURORA ¡Dios! ¿A qué mientas la muerte ahora? DON RODRIGO Ya está aquí el capitán. GABRIEL Silencio, Aurora. ESCENA IX DOÑA AURORA, DON RODRIGO, GABRIEL y DON CÉSAR GABRIEL ¡Hola! Sed, capitán, muy bien venido. Voy muy pronto a emprender un largo viaje y un encargo dejaros he querido... DON CÉSAR ¡Un viaje! GABRIEL Sí, estoy libre; me parece que el portador de la orden habéis sido. DON CÉSAR (¡Ay de mí! La infeliz aún nada sabe). GABRIEL Decidme, capitán, ¿me habéis traído un pliego de Madrid? DON CÉSAR Tomadle. GABRIEL Bueno; guardadle por ahora. En esa carta de un gran misterio encontraréis la llave. (_A don Rodrigo_). Vos sois algo curioso, y no me fío de vos: sois padre y juez; os la confío, capitán, solo a vos. Cuando yo parta, dádsela a vuestro padre y que la lea. ¿Me entendéis? Cuando parta: que no sea ni un solo minuto antes. DON CÉSAR Os lo juro. GABRIEL Vuestra palabra sola es buen seguro. Además, por si acaso no volvemos a vernos, pues yo parto con Aurora del mundo terrenal a otros extremos, quiero un regalo haceros, en memoria de nuestro buen encuentro en esta vida, que os será complemento de mi historia y prenda de amistad y despedida. (_Gabriel saca del pecho un relicario que lleva al cuello con una cadena_). DON RODRIGO (Esa calma satánica me aterra). DOÑA AURORA (Tiemblo no sé por qué). DON CÉSAR (No es ser humano quien así se despide de la tierra). GABRIEL Tomad. Es, capitán, un amuleto sagrado; don del Papa. Un relicario que un _lignum crucis_ venerando encierra y guarda como el pliego otro secreto. Con el respeto mismo que a un sagrario contempladlo, y lo mismo que la carta se lo daréis al juez... cuando yo parta. (_A don Rodrigo_). Abridlo solo vos: es mi conciencia, y Dios solo con vos sondarla debe; en ella echad una ojeada breve y reconoceréis la omnipotencia. ¡Mas si un soplo hay en vos de fe cristiana, esperad a que muera, Santillana! ¡Ea! Ya que se acerca mi partida, escuchad, señor juez, el cuento extraño que queríais saber, y por mi vida que oiréis una historia divertida. DON RODRIGO (Yo tiemblo). GABRIEL Oídme, pues. La escena pasa no importa el día, la estación ni el año, de noche, en Setubal, y en una casa. DON RODRIGO (¡Cielos!). GABRIEL Temblando estáis si no me engaño, Santillana. DON RODRIGO Seguid. GABRIEL En hora buena. En una alcoba cómoda, alumbrada por una lamparilla perfumada con asiático aroma, bien ajena el alma de inquietud y bien guardado por leales domésticos, el dueño de aquella rica estancia descuidado yacía en brazos de agradable sueño. Era un hombre harto noble y poderoso para que no tuviera por asilo muy seguro su casa, y al reposo se entregaba en su cámara tranquilo. Una noche creyó sobresaltado, a pesar de lo doble de la alfombra, pasos del lecho percibir al lado. Abrió los ojos y miró espantado trazarse en la pared movible sombra: volvió la faz, y con la faz de seda se tropezó de un hombre enmascarado. ¡Frío quedó como el cadáver queda! «Levantaos», le dijo con acento imperioso el incógnito; y vistiose la bata que él le daba. «A ese aposento salid». Obedeció y enfrente hallose de dos hombres plantados a la puerta, una dama como ellos encubierta y un sacerdote pálido, y tenaces sintió pesar sobre su frente yerta las miradas ardientes y voraces lanzadas a su frente descubierta a través de los negros antifaces. Entonces de estos hombres el primero, de la sombría dama el velo alzando, «¿La conocéis?», le dijo, y él, temblando, «Sí», respondió. «Pues bien, sed caballero», repuso el disfrazado; y avanzando el grave sacerdote se dispuso a unirle con la dama en matrimonio, mientras el de la máscara se puso a escribir en silencio el testimonio. El despertado resistirse quiso; pero su daga el disfrazado al pecho le presentó y ceder le fue preciso; firmó, y el matrimonio quedó hecho. Partió la dama y los demás con ella. Mas quedose el primer enmascarado, y dijo gravemente al despertado: «Tenéis una mujer ilustre y bella, gracias a mí y a vuestra buena estrella, que os hizo viudo para ser casado; le quitasteis la honra, y habéis dado nombre a sus hijos; mas seguid su huella y morís, ¡os lo juro!, asesinado». Dijo así el de la máscara, y partiose con los demás; y de la casa el dueño enmedio de la cámara quedose dudando si era realidad o sueño. DON RODRIGO Tremenda realidad. GABRIEL (_Apartándole a un lado_). Sí, don Rodrigo; la dama, doña Inés; vos, el casado. DON RODRIGO ¿Y vos, señor? GABRIEL El hombre enmascarado. DON RODRIGO Tal vez Dios permitió... GABRIEL Lo habéis soñado. DON RODRIGO ¿Y si el sueño es verdad? GABRIEL Silencio, digo. Que ellos no os oigan, que la faz no os vean; sueño o verdad, que sepultados sean con vos el sueño, la verdad conmigo. DON RODRIGO Pero mi alma concibe en este punto que ese arcano fatal guardar podría una verdad. GABRIEL Os dije que era asunto concluido. Escuchadme: si yo fuera el rey don Sebastián, morir debía por la quietud del reino, y mi alma entera ser mártir a ser rey preferiría. Si soy un impostor, y perjudico con mi existencia la quietud de España, debo morir también; debo una hazaña de mi impostura hacer, y sacrifico mi vida a sostener esta patraña que mi historia desde hoy hará famosa. ¿Me comprendéis? DON RODRIGO Señor, yo no me atrevo, dudando... GABRIEL Ahogad la duda: morir debo, si no por Sebastián, por Espinosa; y deben sepultarse, don Rodrigo, con vos el sueño, la verdad conmigo. No lo olvidéis. (_Vuelven al centro de la escena_). DOÑA AURORA ¿No sigues tu leyenda, Gabriel? No está acabada. GABRIEL No por cierto; para leer su conclusión horrenda de vuestros ojos quitará una venda el juez cuando haya el relicario abierto. ESCENA X GABRIEL, DOÑA AURORA, DON RODRIGO, DON CÉSAR, el DOCTOR N. y ALGUACILES. A la parte exterior de la puerta, soldados. Después, el Verdugo ALGUACIL Las seis. GABRIEL Partamos, pues. DOÑA AURORA ¡Virgen María! Gabriel, ¿qué es esto? GABRIEL Mi destino, Aurora. DOÑA AURORA ¡Tu destino!... ¡Mi mente se extravía! ALGUACIL (_Anunciando_). El verdugo del rey. (_Se presenta el Verdugo con el dogal en la mano_). DOÑA AURORA ¡Dios mío! ¡Ahora lo comprendo!... ¡Ay de mí!... (_Se desmaya en los brazos de don César, que la coloca en el sillón_). DON CÉSAR ¡Mísera! GABRIEL El día concluye. Vamos, pues me faltaría valor para dejarla si volviera en sí. Pronto, marchemos. DOCTOR (_A Gabriel, poniéndose a su lado_). Vos, conmigo. GABRIEL Es inútil. DOCTOR Mirad. GABRIEL Todo es en vano. DOCTOR ¿Sin confesión iréis? GABRIEL Ha que os lo digo cuatro semanas ya. DOCTOR ¿No sois cristiano? GABRIEL Porque lo soy, si a confesarme accedo, os tendré que decir lo que no puedo. Velad por ella, capitán; se encierra en ella sola cuanto amé en la tierra. DON RODRIGO Señor... GABRIEL No os fatiguéis; empresa es vana. Llegó, rey o impostor, mi último día y moriré cual debo, Santillana. Si impostor, con impávida osadía, y si rey, con fiereza soberana. (_Vase, y todos tras él_). ESCENA ÚLTIMA DON RODRIGO, DOÑA AURORA y DON CÉSAR DON RODRIGO A concebir mi mente no se atreve de la verdad el espantoso arcano. Por ser y por no ser perecer debe, sí; pero no mi desdichada mano a ciegas al patíbulo le lleve. César, dame esa joya. DON CÉSAR Cuando muera. DON RODRIGO Sepamos antes la verdad entera, César. DON CÉSAR Padre, excusad vana porfía; con su secreto perecer quería y he de cumplir su voluntad postrera. DON RODRIGO ¡César! DON CÉSAR Se lo juré. DOÑA AURORA (_Volviendo en sí_). ¡Ay! ¿Quién hablaba aquí? ¿Sois vos, don César? ¡Qué terrible pesadilla! DON CÉSAR (_Aparte_). (¡Infeliz!). DOÑA AURORA Sí, yo soñaba sin duda... ¡Eran quimeras! Mas ¡qué horrible sospecha! Ese silencio..., esa tristeza... ¿Qué sucede? ¡Ay de mí! Los pensamientos no acierto a combinar en mi cabeza. ¿Y Gabriel? Aquí estaba unos momentos hace. ¿Y Gabriel? Decid: ¿dónde está ahora? ¿Dónde está? Yo he soñado que venían por él. Mas ¡qué rumor!... (_Ruido de voces dentro; doña Aurora se abalanza a la ventana, que abre, a pesar de don César que intenta impedírselo_). DON CÉSAR Tened, Aurora; tened, no os asoméis. DOÑA AURORA ¡Ah! Me querían engañar. (_Se asoma_). Allí va. Luces, soldados, gente... ¡Ay! Yo veo, pero no concibo lo que veo... Me envuelve el pensamiento una niebla, un vapor calenturiento, y no sé comprender lo que percibo. Allí va. ¿Pero dónde se lo llevan sin mí? Se paran... ¡El afán me ahoga! ¿Qué palos son aquellos que se elevan allí? ¿Quién es aquel que con él sube? ¿Qué le ponen al cuello?... Es una soga. ¡Dios mío! Rasga la sangrienta nube que me ofusca la mente... Un sacerdote. ¡Ah! Le van a matar... ¡Desventurados, deteneos!... ¡Gabriel!... ¡Y yo, insensata, que lo miraba estúpida! Malvados, tened... Las manos sin oírme le ata. (_Volviéndose de repente a don Rodrigo_). Pero vos, ¡miserable!, que sois hombre, venid..., gritad..., gritad..., alma cobarde, conmigo... ¡Deteneos! Santillana, gritad, a mí no me oyen, ¡en el nombre de Dios! Gritad..., le quitan la escalera... Gritad. DON RODRIGO Sí, que se salve aunque yo muera. (_Se acerca a la ventana y grita_). ¡En el nombre del rey!... DOÑA AURORA ¡Ay, es ya tarde! (_Cayendo de rodillas junto a la ventana_). DON CÉSAR (_Dando el relicario a don Rodrigo_). ¡Tomad: sepamos la verdad postrera! (_Don Rodrigo toma y abre con ansia el pliego y el relicario que le da don César. El relicario contiene un papel y un retrato envuelto: el pliego varios papeles. Lo primero que lee don Rodrigo es el papel del relicario: después registra con ansia los papeles del pliego, y después desenvuelve el retrato; todo con la mayor agitación y ansiedad. Doña Aurora permanece unos momentos de rodillas y se acerca después al grupo que forman don Rodrigo y don César_). DON RODRIGO (_Leyendo_). «En nombre de Dios. Quienquier que fueres, juez, sacerdote o asesino, pena de excomunión después que lo leyeres, arroja al fuego este papel. El muerto ha sido el rey don Sebastián». DOÑA AURORA ¡A buena hora lo ves, imbécil asesino! DON RODRIGO (_Registrando el pliego_). Mi firma. Una escritura..., mi contrato de boda... (_Desenvuelve el retrato_). Y esta, doña Inés Aldino. DOÑA AURORA (_Quitándoselo_). ¡Mientes! Es de mi madre ese retrato. DON RODRIGO (_Tendiéndole los brazos_). ¡Hija mía! DOÑA AURORA (_Rechazándole_). ¿Tu hija?... Eso tan solo me faltaba. ¡Hija tuya! Alucinarme quieres con ese nombre; mas el dolo miserable comprendo. No lo intentes. Tú no has podido la existencia darme. Mientes, viejo feroz; dime que mientes. Tú para que su muerte te perdone me llamas hija tuya; mas te engañas. Nada hay en mí que tu maldad abone; para ti solo hay odio en mis entrañas. DON RODRIGO (_De rodillas_). ¡Hija mía! DOÑA AURORA ¡Otra vez! No me lo digas, no me lo expliques; comprender no quiero que el ser infame que en tu seno abrigas me pudo dar el ser. Muerta primero. DON RODRIGO (_Asiéndola del vestido_). ¡Calla, hija mía! DOÑA AURORA Suelta, no me sigas. DON RODRIGO ¡Huyes de mí! DOÑA AURORA Por siempre. DON RODRIGO ¿Me abandonas? DOÑA AURORA Como a mi madre tú. DON RODRIGO ¿Nada en mi abono te dice el corazón? Que me perdonas dime. DOÑA AURORA Mi madre, contra ti, ante el trono de Dios, venganza pide. DON RODRIGO ¡Horrendo encono! DOÑA AURORA Si eres mi padre tú, ¿por qué te extrañas del infernal rencor que arde en mis venas? La que tiene tu sangre en sus entrañas, solo puede tener sangre de hienas. Suéltame, pues, de tu sangrienta mano. Mi padre era Gabriel, y su asesino y el de mi madre, tú. DON RODRIGO Pero el destino te une hoy a mí. DOÑA AURORA (_Desprendiéndose de él_). Lo intentarás en vano. Muerta mejor que a tu existencia unida. Reniego, huyo de ti; mi ser olvida y el nombre de hija que tan mal empleas; y ¡ojalá que infeliz como ellos seas!, y ¡ojalá en mi lugar, fiero homicida, de mi madre y Gabriel, junto a ti veas la doble aparición toda tu vida! (_Don Rodrigo cae desplomado. Doña Aurora se va por la puerta del fondo. Don César la sigue tristemente. Cae el telón_). FIN DEL DRAMA *** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TRAIDOR, INCONFESO Y MARTIR *** Updated editions will replace the previous one—the old editions will be renamed. Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright law means that no one owns a United States copyright in these works, so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United States without permission and without paying copyright royalties. Special rules, set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to copying and distributing Project Gutenberg™ electronic works to protect the PROJECT GUTENBERG™ concept and trademark. Project Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you charge for an eBook, except by following the terms of the trademark license, including paying royalties for use of the Project Gutenberg trademark. If you do not charge anything for copies of this eBook, complying with the trademark license is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose such as creation of derivative works, reports, performances and research. Project Gutenberg eBooks may be modified and printed and given away—you may do practically ANYTHING in the United States with eBooks not protected by U.S. copyright law. Redistribution is subject to the trademark license, especially commercial redistribution. START: FULL LICENSE THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK To protect the Project Gutenberg™ mission of promoting the free distribution of electronic works, by using or distributing this work (or any other work associated in any way with the phrase “Project Gutenberg”), you agree to comply with all the terms of the Full Project Gutenberg™ License available with this file or online at www.gutenberg.org/license. Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg™ electronic works 1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg™ electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to and accept all the terms of this license and intellectual property (trademark/copyright) agreement. If you do not agree to abide by all the terms of this agreement, you must cease using and return or destroy all copies of Project Gutenberg™ electronic works in your possession. If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a Project Gutenberg™ electronic work and you do not agree to be bound by the terms of this agreement, you may obtain a refund from the person or entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph 1.E.8. 1.B. “Project Gutenberg” is a registered trademark. It may only be used on or associated in any way with an electronic work by people who agree to be bound by the terms of this agreement. There are a few things that you can do with most Project Gutenberg™ electronic works even without complying with the full terms of this agreement. See paragraph 1.C below. There are a lot of things you can do with Project Gutenberg™ electronic works if you follow the terms of this agreement and help preserve free future access to Project Gutenberg™ electronic works. See paragraph 1.E below. 1.C. The Project Gutenberg Literary Archive Foundation (“the Foundation” or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project Gutenberg™ electronic works. Nearly all the individual works in the collection are in the public domain in the United States. If an individual work is unprotected by copyright law in the United States and you are located in the United States, we do not claim a right to prevent you from copying, distributing, performing, displaying or creating derivative works based on the work as long as all references to Project Gutenberg are removed. Of course, we hope that you will support the Project Gutenberg™ mission of promoting free access to electronic works by freely sharing Project Gutenberg™ works in compliance with the terms of this agreement for keeping the Project Gutenberg™ name associated with the work. You can easily comply with the terms of this agreement by keeping this work in the same format with its attached full Project Gutenberg™ License when you share it without charge with others. 1.D. The copyright laws of the place where you are located also govern what you can do with this work. Copyright laws in most countries are in a constant state of change. If you are outside the United States, check the laws of your country in addition to the terms of this agreement before downloading, copying, displaying, performing, distributing or creating derivative works based on this work or any other Project Gutenberg™ work. The Foundation makes no representations concerning the copyright status of any work in any country other than the United States. 1.E. Unless you have removed all references to Project Gutenberg: 1.E.1. The following sentence, with active links to, or other immediate access to, the full Project Gutenberg™ License must appear prominently whenever any copy of a Project Gutenberg™ work (any work on which the phrase “Project Gutenberg” appears, or with which the phrase “Project Gutenberg” is associated) is accessed, displayed, performed, viewed, copied or distributed: This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you will have to check the laws of the country where you are located before using this eBook. 1.E.2. If an individual Project Gutenberg™ electronic work is derived from texts not protected by U.S. copyright law (does not contain a notice indicating that it is posted with permission of the copyright holder), the work can be copied and distributed to anyone in the United States without paying any fees or charges. If you are redistributing or providing access to a work with the phrase “Project Gutenberg” associated with or appearing on the work, you must comply either with the requirements of paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 or obtain permission for the use of the work and the Project Gutenberg™ trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or 1.E.9. 1.E.3. If an individual Project Gutenberg™ electronic work is posted with the permission of the copyright holder, your use and distribution must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any additional terms imposed by the copyright holder. Additional terms will be linked to the Project Gutenberg™ License for all works posted with the permission of the copyright holder found at the beginning of this work. 1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg™ License terms from this work, or any files containing a part of this work or any other work associated with Project Gutenberg™. 1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this electronic work, or any part of this electronic work, without prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with active links or immediate access to the full terms of the Project Gutenberg™ License. 1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary, compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including any word processing or hypertext form. However, if you provide access to or distribute copies of a Project Gutenberg™ work in a format other than “Plain Vanilla ASCII” or other format used in the official version posted on the official Project Gutenberg™ website (www.gutenberg.org), you must, at no additional cost, fee or expense to the user, provide a copy, a means of exporting a copy, or a means of obtaining a copy upon request, of the work in its original “Plain Vanilla ASCII” or other form. Any alternate format must include the full Project Gutenberg™ License as specified in paragraph 1.E.1. 1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying, performing, copying or distributing any Project Gutenberg™ works unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9. 1.E.8. You may charge a reasonable fee for copies of or providing access to or distributing Project Gutenberg™ electronic works provided that: • You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from the use of Project Gutenberg™ works calculated using the method you already use to calculate your applicable taxes. The fee is owed to the owner of the Project Gutenberg™ trademark, but he has agreed to donate royalties under this paragraph to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments must be paid within 60 days following each date on which you prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax returns. Royalty payments should be clearly marked as such and sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the address specified in Section 4, “Information about donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation.” • You provide a full refund of any money paid by a user who notifies you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he does not agree to the terms of the full Project Gutenberg™ License. You must require such a user to return or destroy all copies of the works possessed in a physical medium and discontinue all use of and all access to other copies of Project Gutenberg™ works. • You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of any money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the electronic work is discovered and reported to you within 90 days of receipt of the work. • You comply with all other terms of this agreement for free distribution of Project Gutenberg™ works. 1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg™ electronic work or group of works on different terms than are set forth in this agreement, you must obtain permission in writing from the Project Gutenberg Literary Archive Foundation, the manager of the Project Gutenberg™ trademark. Contact the Foundation as set forth in Section 3 below. 1.F. 1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread works not protected by U.S. copyright law in creating the Project Gutenberg™ collection. Despite these efforts, Project Gutenberg™ electronic works, and the medium on which they may be stored, may contain “Defects,” such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or corrupt data, transcription errors, a copyright or other intellectual property infringement, a defective or damaged disk or other medium, a computer virus, or computer codes that damage or cannot be read by your equipment. 1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the “Right of Replacement or Refund” described in paragraph 1.F.3, the Project Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project Gutenberg™ trademark, and any other party distributing a Project Gutenberg™ electronic work under this agreement, disclaim all liability to you for damages, costs and expenses, including legal fees. YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3. YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH DAMAGE. 1.F.3. LIMITED RIGHT OF REPLACEMENT OR REFUND - If you discover a defect in this electronic work within 90 days of receiving it, you can receive a refund of the money (if any) you paid for it by sending a written explanation to the person you received the work from. If you received the work on a physical medium, you must return the medium with your written explanation. The person or entity that provided you with the defective work may elect to provide a replacement copy in lieu of a refund. If you received the work electronically, the person or entity providing it to you may choose to give you a second opportunity to receive the work electronically in lieu of a refund. If the second copy is also defective, you may demand a refund in writing without further opportunities to fix the problem. 1.F.4. Except for the limited right of replacement or refund set forth in paragraph 1.F.3, this work is provided to you ‘AS-IS’, WITH NO OTHER WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO WARRANTIES OF MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE. 1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages. If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any provision of this agreement shall not void the remaining provisions. 1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone providing copies of Project Gutenberg™ electronic works in accordance with this agreement, and any volunteers associated with the production, promotion and distribution of Project Gutenberg™ electronic works, harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees, that arise directly or indirectly from any of the following which you do or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg™ work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any Project Gutenberg™ work, and (c) any Defect you cause. Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg™ Project Gutenberg™ is synonymous with the free distribution of electronic works in formats readable by the widest variety of computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from people in all walks of life. Volunteers and financial support to provide volunteers with the assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg™’s goals and ensuring that the Project Gutenberg™ collection will remain freely available for generations to come. In 2001, the Project Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure and permanent future for Project Gutenberg™ and future generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 and the Foundation information page at www.gutenberg.org. Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non-profit 501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal Revenue Service. The Foundation’s EIN or federal tax identification number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by U.S. federal laws and your state’s laws. The Foundation’s business office is located at 809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up to date contact information can be found at the Foundation’s website and official page at www.gutenberg.org/contact Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation Project Gutenberg™ depends upon and cannot survive without widespread public support and donations to carry out its mission of increasing the number of public domain and licensed works that can be freely distributed in machine-readable form accessible by the widest array of equipment including outdated equipment. Many small donations ($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt status with the IRS. The Foundation is committed to complying with the laws regulating charities and charitable donations in all 50 states of the United States. Compliance requirements are not uniform and it takes a considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up with these requirements. We do not solicit donations in locations where we have not received written confirmation of compliance. To SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any particular state visit www.gutenberg.org/donate. While we cannot and do not solicit contributions from states where we have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition against accepting unsolicited donations from donors in such states who approach us with offers to donate. International donations are gratefully accepted, but we cannot make any statements concerning tax treatment of donations received from outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. Please check the Project Gutenberg web pages for current donation methods and addresses. Donations are accepted in a number of other ways including checks, online payments and credit card donations. To donate, please visit: www.gutenberg.org/donate. Section 5. General Information About Project Gutenberg™ electronic works Professor Michael S. Hart was the originator of the Project Gutenberg™ concept of a library of electronic works that could be freely shared with anyone. For forty years, he produced and distributed Project Gutenberg™ eBooks with only a loose network of volunteer support. Project Gutenberg™ eBooks are often created from several printed editions, all of which are confirmed as not protected by copyright in the U.S. unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily keep eBooks in compliance with any particular paper edition. Most people start at our website which has the main PG search facility: www.gutenberg.org. This website includes information about Project Gutenberg™, including how to make donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.